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domingo, 19 de junio de 2016

La transformación productiva: cinco años después

Dr. Ricardo Torres 
Centro de Estudios de la Economía Cubana 

Introducción 

Como resultado de las medidas a inicios de los noventa, la economía cubana sufrió un proceso de restructuración que se puede evaluar de exitoso dado que posibilitó recuperar tasas de crecimiento positivas del PIB luego del enorme shock inicial. No obstante, la estrategia global tuvo efectos asimétricos en términos de la dinámica sectorial. En estos años, se acentuó el desplazamiento del centro de gravedad de la economía hacia los servicios, que tiene ciertas particularidades en Cuba, dado que más de la mitad del empleo y el valor agregado se ubica en servicios sociales y de gobierno dependientes de transferencias desde otros sectores. 

Desde el inicio de los cambios en 2007, y más específicamente, desde el lanzamiento del proceso de actualización en 2011, si bien la estructura productiva no ha sufrido cambios notables, sí se observa un mayor énfasis en los sectores productores de bienes, la infraestructura y los fondos exportables. Esto ha sido consustancial a una notable moderación en el crecimiento de los servicios sociales. 

Políticas de transformación productiva en los Lineamientos 

De forma general, las consideraciones respecto a los problemas en la estructura productiva del país se abordan de forma muy general e imprecisa, dispersa y aislada. La propia concepción implícita de política industrial es limitada, debido a que se identifica con la rama manufacturera (capítulo VIII), mientras que se hallan esbozos de esta en otros capítulos (capítulo I, II, III, IV, V, VII, IX y X). Las políticas sectoriales muestran un carácter difuso y predominan los instrumentos administrativos. 

Las principales dificultades detectadas son la descapitalización de la base productiva y el deterioro de la infraestructura, mientras que se refieren las prioridades de manera ambigua, haciendo énfasis en la agricultura, las exportaciones y la sustitución de importaciones. Este enfoque, de carácter eminentemente cortoplacista, deja de lado varias de las aristas claves de este proceso, como el escalamiento progresivo en la complejidad de las actividades económicas, la atenuación de la heterogeneidad productiva y la restructuración del sistema empresarial. 

Sin embargo, salvo en lo concerniente a la promoción de inversión extranjera y cierta restructuración del empleo, varios vectores claves de la transformación productiva no han sido transformados. Aun cuando se ha producido un reacomodo necesario del empleo, esencialmente hacia el sector privado y cooperativo, la tipología de actividades que despegan no se corresponde necesariamente con empleos de alta calidad, en su dimensión tecnológica o de uso del conocimiento. Algunos servicios y la manufactura ligera son las que predominan en segmento, lo que limita la posibilidad de conseguir ganancias de productividad a través de la generación de puestos de trabajo en actividades de alta productividad. Este asunto permanece atado a la solución del conflicto vinculado con el papel del sector privado y cooperativo en el mercado laboral en Cuba. 

Estas tendencias se completan con una lenta transformación del sector público, dominante en Cuba, incluyendo las empresas estatales; se mantiene una baja diferenciación salarial en este ámbito que impide en la práctica hacer corresponder el desempeño con la compensación. A ello se suma que las abultadas plantillas y la pobre productividad determinan un salario real bajo, que crece lentamente. Todo ello genera desmotivación, y un creciente drenaje de fuerza de trabajo calificada hacia otros sectores con pagos más generosos o hacia el exterior. 

Si bien los cambios normativos en relación a la inversión extranjera y la reconfiguración de las finanzas externas contribuyen decisivamente a construir bases más sostenibles para la acumulación, siempre muy dependiente de recursos externos, los niveles de inversión continúan siendo muy bajos, observándose también profundos problemas en la eficiencia de las inversiones. 

Además, la inversión productiva (mantenimiento, nuevas capacidades e infraestructura física) se mantiene en niveles alejados de las necesidades de un país que aspira a crecer rápidamente. La dotación de capital físico por trabajador debe haber descendido en la mayoría de los sectores (Palacios, 2012), y la acumulación de capital en el sector privado está penalizada, en tanto el aumento de la contratación conlleva el pago de mayores impuestos. 

La evolución del patrón de especialización internacional 

A pesar del paso hacia una economía dominada por el sector terciario, los servicios fundamentales dentro de la canasta exportadora (turismo internacional, servicios médicos) se caracterizan por un nivel de homogeneización relativamente alto y se ubican en los segmentos de menor valor agregado, dentro de sus respectivas actividades. La elasticidad del producto a las exportaciones ha venido disminuyendo desde la década de los ochenta, en gran parte asociada a este fenómeno. En el plano interno, los servicios están dominados por aquellos vinculados al ámbito social y de gobierno, con una proporción mucho menor para los actividades comerciales, empresariales y técnicas (Torres 2014), dominantes en economías avanzadas. 

Al analizar el turismo, se advierte que es una actividad donde la parte más sustantiva del valor, está dominada por las agencias de viaje, las líneas aéreas y los turoperadores. Ellos son los que diseñan los paquetes, coordinan a los diferentes actores y realizan el marketing y promoción de venta fundamental (Monreal, 2003). El resto de los elementos necesarios para garantizar la estadía del turista radica en los hoteles, la red extra hotelera de restaurantes, tiendas, transporte, redes de comunicaciones, así como excursiones y todas las atracciones posibles, los cuales arman la estructura operativa del servicio, que al garantizar grandes volúmenes de ingreso, crea la presunción de que se obtiene una mayor proporción del valor creado (Díaz y Torres, 2012). 

Se acepta de manera generalizada que el beneficio potencial de la actividad turística depende de las características de la economía receptora y, en ese sentido, son importantes las dimensiones referidas al tamaño, el nivel de desarrollo y el grado de diversificación del aparato productivo del país en cuestión. Si se analiza el turismo en Cuba se observará que predomina el segmento de sol y playa, con una gran proporción de la planta hotelera en los balnearios basada en oferta “todo incluido”. Esto ha determinado un aumento notable del número de habitaciones frente al retraso relativo de la infraestructura extrahotelera. En términos globales, el número de visitantes crece más aprisa que los ingresos y la ocupación lineal es baja. 

Aunque los niveles de concurrencia de los productores nacionales han aumentado sostenidamente, ese efecto se ha notado sobre todo en ramas tecnológicamente maduras como “las producciones textiles (telas, sábanas, toallas), muebles y confecciones, alimentaria y bebidas, materiales de construcción…” (García et al., 2003). Varios de estos avances se han revertido en la última década, razón por la cual el balance general aún queda bastante inconcluso. Recientemente se ha tratado de estimular la concurrencia de productores nacionales de productos agropecuarios a través del uso de una tasa de cambio más atractiva para los hoteles y restaurantes, con resultados que no es posible valorar en toda su magnitud pero que indican que lo logrado está lejos del potencial percibido. Los argumentos anteriores sugieren que en términos de las características principales de la oferta, el producto turístico cubano no se diferencia del de otros destinos semejantes en el Caribe. Cuba, no obstante, ejerce una atracción especial para un segmento, a partir de su peculiar historia, lo que se ha comprobado a partir de los acontecimientos de diciembre de 2014. 

La gradual normalización de las relaciones con Estados Unidos y la apertura del mercado de ese país, incompleta hasta el momento, significan nuevas oportunidades para este sector. Se logró un acuerdo para restablecer los vuelos comerciales desde Estados Unidos, y se aprobó la apertura de líneas de cruceros y potencialmente ferries. El posicionamiento de Cuba ante este nuevo escenario abre al menos dos cuestiones fundamentales para explicar el impacto económico. Primeramente, los relativamente modestos incrementos de visitantes han supuesto un reto para la infraestructura instalada, tanto en capacidades como en la calidad esperada de los servicios. si esta brecha no se cierra en un tiempo aceptable, el boom inicial puede desvanecerse a mediano plazo. Esto remite a cuestiones que tienen que ver tanto con la capacidad constructiva como la proyección estratégica del sector. 

En segundo lugar, esta nueva etapa pudiera ser un buen momento para repensar el modelo turístico de la nación. Dado que Cuba cuenta con algunos activos únicos en la región, se puede concebir un proceso de crecimiento intensivo del sector, basado en el desarrollo de un destino diferenciado, con múltiples segmentos de gama alta, donde se verifique un mejor posicionamiento en la cadena de valor. Esto garantizaría que se creen empleos de mejor calidad, más a tono con la calificación media de la fuerza de trabajo, a la vez que se maximiza el impacto económico de este sector, que está llamada a desempeñar un rol fundamental en el desempeño futuro del país. 

Con respecto a los servicios médicos, estos representan casi la mitad de las ventas externas del país, con una gran concentración en el mercado venezolano y dependientes casi exclusivamente del modo cuatro de prestación, es decir, el envío de personal para la provisión del servicio. La creciente internacionalización de los servicios esta soportada sobre la base de una recomposición acelerada de la estructura de estos, en favor de los servicios técnicos intensivos en conocimientos (cita), y los modos de prestación que hacen uso de las nuevas tecnologías. En avance en las TIC ha aumentado la transportabilidad de los servicios, haciendo viable la prestación transfronteriza. Estos mismos avances han facilitado la coordinación de actividades internacionalmente dispersas, haciendo viable y rentable la inversión en el exterior para empresas de servicios, las que también han adquirido control sobre sus propios productos y procesos, haciendo rentable la presencia comercial (Ximny y Padma, 2002). 

En cierto sentido, se podría justificar que el modo cuatro es el más elemental y estandarizado de todos. Supone la carencia de infraestructuras y habilidades avanzadas para soportar la prestación transfronteriza, como la telemedicina. Estas infraestructuras muestran un retraso considerable en Cuba. También implica la ausencia de las infraestructuras físicas y comerciales requeridas para la atracción del cliente hacia el origen del servicio (modo dos), como el turismo de salud, el que traería notables beneficios a Cuba asociados a mayores derrames hacia otras actividades, mejoramiento inducido de la infraestructura del sistema público, y la permanencia del personal haciendo posible la atención a pacientes nacionales. 

Por último, descarta que existan las firmas con la fuerza necesaria para penetrar otros mercados, a través de la inversión directa, llevando consigo una marca y “know how” establecido. En característica es consistente, no obstante, con el hecho de que esta ha sido una iniciativa principalmente liderada por el gobierno cubano a través de convenios intergubernamentales, con un papel secundario para las empresas especializadas. Esta forma de operación previene la utilización plena del conocimiento específico depositado en el personal de salud, limitaciones significativas para el desarrollo empresarial y el despliegue comercial en otros mercados con mayores exigencias competitivas, además de un riesgo sistémico sustancial asociado al soporte político necesario para la continuidad de los programas. 

Los servicios profesionales que ahora se comercian en el exterior tampoco han venido de la mano del fomento de encadenamientos hacia el tejido productivo doméstico. Salvo en el caso de las exportaciones de medicamentos genéricos hacia Venezuela, hasta la actualidad no se puede documentar el inicio de otros flujos comerciales en el mismo sentido, una vez que se ha establecido una presencia de personal médico cubano en el terreno. Esto estaría relacionado tanto con las debilidades de la industria cubana como con la ausencia de una estrategia explícita para promover una densificación de la oferta, teniendo en cuenta que Cuba tiene varios de los elementos claves de lo que se pudiera considerar un clúster biomédico: servicios médicos a todos los niveles incluyendo instalaciones a lo largo de todo el país, tratamientos únicos (adicciones, neurorehabilitación, psoriasis, retinosis pigmentaria) y capacidades avanzadas en varias ramas (oftalmología, ortopedia, epidemiología), fabricación de equipos médicos, producción de medicamentos genéricos y de origen biotecnológico, experiencia en diseño y operación de sistemas de salud públicos, administración de entidades de diverso tipo en el sector, regulación de la calidad y registro de medicamentos, entre otros. Sin embargo, este potencial no ha sido aprovechado hasta el momento. 

Lo explicado anteriormente tiene una consecuencia todavía más importante. Este patrón conlleva un uso ineficiente y el consecuente desperdicio del activo más sobresaliente de la nación: su fuerza de trabajo. La combinación de estas tendencias resulta en una evolución muy precaria del mercado laboral. Se mantiene una alta concentración de empleos en el sector público, generalmente con compensaciones muy bajas. Los sectores dinámicos, que generan empleos bien remunerados son escasos, lo que motiva un “brain drain” interno, con efectos negativos sobre los retornos de la inversión en educación. Una proporción muy reducida de los empleados (menos del 10%), producen más del 90% de las exportaciones totales. 

La creación de puestos de trabajo de alta calidad conlleva una serie de elementos, que en su mayoría están ausentes en el espacio productivo actual. Las dificultades para diversificar la oferta hacia productos más complejos son evidentes, especialmente aquellos que requieren de la existencia de una densa cadena de valor, con proveedores especializados. A ello se suman las limitaciones de las empresas estatales para estimular la innovación que trae consigo nuevos productos y la conquista de nuevos mercados (Díaz, 2015). 

La nueva economía de servicios también descansa sobre pies de barro. No es esencialmente un fenómeno de velocidades relativas, la contracción absoluta de las producciones de bienes es generalizada, al igual que el deterioro de la infraestructura física. En el sector agropecuario se aprecia un estancamiento de la producción, junto a niveles y ritmos de incremento de la productividad laboral muy bajos, lo que implica una escasa contribución en lo que respecta a la generación de recursos exportables, como fuente de acumulación y suministrador de materias primas para la industria (García, 2012). 

Asimismo, el rol de la actividad manufacturera ha tendido a debilitarse. Esto responde a una combinación de efectos negativos, como la elevada dependencia de insumos importados y la imposibilidad mantener una planta industrial de elevada densidad energética con escasa competitividad externa. El comportamiento del volumen de producción refleja una contracción profunda de la mayoría de las ramas industriales, con unas pocas excepciones como la farmacéutica, metalurgia del níquel, bebidas y refinación de petróleo (Torres, 2014). 

Más recientemente se han logrado algunos pasos positivos. Se ha iniciado la recuperación del sector azucarero, otrora primera industria de la nación, aunque los incrementos alcanzados son modestos todavía. Esta rama es potencialmente importante debido al efecto inducido sobre otras actividades y el aporte proyectado en la producción de energía. Vinculado con esto último, también se aprobó la política para el desarrollo de las fuentes renovables de energía, específicamente biomasa, eólica, solar, hídrica y biogás. En este sentido se ha construido varios parques de generación eólica y solar. Además de incluirse varios proyectos de este tipo en la Cartera de Oportunidades de Inversión. 

Reflexiones finales 

Las políticas de transformación productiva son exitosas en la medida en que permiten a una economía modificar su estructura económica para alinearla con los cambios en sus ventajas competitivas. Un amplio número de estudiosos atribuyen a Cuba al menos dos ventajas básicas, con amplias posibilidades de generar sinergia entre ellas: fuerza de trabajo con niveles de calificación altos y homogéneos para un país en desarrollo y una ubicación geográfica privilegiada. 

La explotación exitosa de estas ventajas en Cuba implica asomarse a unos cambios todavía contemplados tímidamente dentro de las transformaciones actuales. En relación a su localización, esta posibilidad pasa por la completa normalización de las relaciones económicas con Estados Unidos, aunque mucho se puede hacer desde antes. Esta línea implicaría una gigantesca inversión en infraestructura, conectada a la consolidación de redes logísticas domésticas e internacionales. Esto también requeriría un cambio en los mecanismos de contratación y relacionamiento entre empresas cubanas, y entre estas y compañías internacionales. 

En el ámbito de la fuerza de trabajo calificada, son necesarios pasos concretos en al menos tres áreas claves. Primeramente, para poder sostener e incluso mejorar esta ventaja, es preciso aumentar la calidad de la enseñanza y reformar los currículos para ponerlos a tono con las necesidades de un mercado laboral cambiante. Se pueden identificar cuatro áreas requeridas de una atención prioritaria: educación sobre negocios y emprendimiento, idioma extranjero (Inglés), tecnologías de la Información y las Comunicaciones, y especialidades técnicas en general, tanto a nivel medio como superior. En segundo lugar, se debe avanzar más decididamente en la expansión de la conectividad, de forma tal que la web se convierta en una plataforma tecnológica clave el impulso de la productividad y estímulo a la innovación. Como tercer elemento, la abundancia de talento permite asegurar que pueden tener un gran futuro en Cuba un grupo de industrias vinculadas a la “creación” junto a la programación con diferentes destinos. No obstante, esto entraría en colisión con algunas características distintivas del modelo cubano, específicamente la verticalidad que fomenta la inercia, y los obstáculos al progreso de relaciones horizontales entre entidades productivas. Esta nueva economía avanza en red, donde las iteraciones a gran velocidad y las rupturas con aspectos definitorios. Aún más, los modelos de negocio predominantes se asientan en entidades productivas de pequeño y mediano tamaño, ágiles e innovadoras. Esto llamaría a replantearse el rol del sector no estatal en el fomento de estas actividades. 

Asimismo, ninguna de las posibilidades anteriores podría acometerse de forma sostenibles de espaldas al capital extranjero y el mercado internacional. Aumentar los recursos para la acumulación y promover las exportaciones son tareas de primer orden. 

Bibliografía

1. Díaz, I. (2015): “Autonomía de las empresas estatales: transformaciones actuales”. 

En Torres, R.; Pérez, O. E.; Brundenius, C. y Castellacci, F. (eds) Cuba en un nuevo escenario. Perspectivas de desarrollo económico, Publicaciones Acuario, La Habana. 

2. Díaz, I. y Torres, R. (2012): “Desafíos estructurales en el sector productivo” en Pérez, O. y Vidal, P. (eds) Miradas a la economía cubana. El proceso de actualización, Editorial Caminos, La Habana. 

3. García, A. (2012): “Cuba's Agricultural Sector and Its External Links” en Domínguez, J. I.; Pérez, O. E.; Espina, M. y Barbería, L. (eds) Cuban Economic and Social Development: Policy Reforms and Challenges in the 21st Century, Harvard University Press, Cambridge. 

4. García, A.; Álvarez, E.; Somoza, J.; Quiñones, N.; Mañalich, I. y Fernández de Bulnes, C. (2003): “Política industrial, reconversión productiva y competitividad”, Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, La Habana. 

5. Monreal, P. (2003): “Capítulo para el Primer Resultado Parcial: Monografía “Relaciones Económicas Internacionales y Desarrollo: un balance de teorías, métodos de estudio y temas de debate”. La Habana. 

6. Torres, R. (2013): “Structural Problems and Changes in Cuba’s Economic Model” en Brundenius, C. y Torres, R. (eds): No More Free Lunch: Reflections on the Cuban Economic Reform Process and Challenges for Transformation, Springer, New York. 

7. Ximny, Z.y Padma, M. (2002): "Internationalization of services: are the modes changing?" Internationalization, Technology, and Services 87.





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