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jueves, 13 de julio de 2017

¿Clase burguesa en Cuba?

julio 13, 2017

¿Clase burguesa en Cuba?: comentario a propósito del post ¿Capitalismo en el socialismo? ¿Regresa la explotación?


Por: Camilo Rodríguez Noriega.(Dr.C Filosóficas y profesor titular de la Escuela Superior del Partido Ñico López)

De un “módulo” temático, publicados por el profesor y bloguero Dr. Carlos García Valdés y que sugiero leer, me he atrevido a aislar, relativamente, el referido en el título de este trabajo, donde el autor afirma:

"La plusvalía del empresario nacional privado no es una ley económica, es simplemente una forma del plus valor que producen sus empleados que a la vez son propietarios asociados de los medios fundamentales de producción y en consecuencia reciben lo que le corresponde de la realización de la propiedad socialista de todo el pueblo. No son explotados, son doblemente beneficiados: por su trabajo en una entidad privada y por la propiedad estatal socialista y los beneficios de una sociedad que es regida por leyes económicas y jurídicas que nada tienen que ver con las del capitalismo. En consecuencia ni los propietarios son capitalistas, ni lo empleados son explotados. Es una realidad compleja pero hay que analizarla, precisamente desde la complejidad y la dialéctica" .
Su invitación al análisis anima la reflexión que continúa. No es que se apunten aquí cuestiones que en el post de referencia no se lean o entrevean. En todo caso, lo que se comenta agradece tanto las respuestas que el mismo ofrece como las preguntas que estimula. Con más precisión: el post ha sido una motivación, a partir del respeto que profeso a su autor, para ordenar unos puntos de vistas al respecto, cargados de incertidumbre en relación a una conclusión sobre el tema.


El asunto referido a la producción de plusvalía dentro de las fronteras nacionales tampoco es ya novedoso en Cuba, ni como realidad ni como reflexión.

 El asunto referido a la producción de plusvalía dentro de las fronteras nacionales tampoco es ya novedoso en Cuba, ni como realidad ni como reflexión: las empresas mixtas lo plantearon desde sus inicios. Pero sus características y la objetiva compartimentación relativa de su realidad e influjo en relación al resto de la sociedad le otorgaron otro matiz y diferente significado a sus condicionamientos y efectos nacionales. Eso explica, entre otras razones, por qué desde ese momento no surgió la pregunta acerca de la formación de una clase burguesa nacional.

Por empresarios privados nacionales estoy entendiendo a los propietarios privados de medios de producción tales que superan la capacidad de su fuerza de trabajo para emplearlos productivamente y tienen que recurrir a la contratación de mano de obra ajena. Considero que son explotadores si tales dueños, después de saldar sus deudas con el fisco, se apropian gratuitamente cuando menos del fruto del trabajo adicional de los trabajadores que emplean. Téngase en cuenta que la responsabilidad económica social que corre a cuenta de sus ingresos se sintetiza esencialmente en el binomio pago de salarios (¿siempre por el trabajo necesario?) (1) y tributos.

Pueden ser esos empresarios “el dueño de siete almendrones”, “el propietario de un par de hostales con una veintena de habitaciones”, el de “la paladar mejor establecida” o el de “una cadena de distribución de pizzas con una decena de motos”.(2) Si tales empresarios privados nacionales no producen plusvalía ¿cuál es la base económica de su acumulación empresarial? Otra cosa es que la producción de plusvalía no sea la base económica de producción y reproducción del tipo de sociedad que existe en Cuba hoy.

Por tanto, mi presupuesto de partida es el de que la producción de plusvalía por el empresario nacional privado no es una ley económica que rige objetivamente a nivel societal en Cuba, pero lo es a nivel de cada uno de sus procesos específicos de producción (aunque ni práctica, ni teóricamente agoten el proceso social de producción de plusvalía). Por demás, ¿estaremos ausente de cierta expresión suya en las posibles y reales relaciones económicas, legales o no, entre esos empresarios a través de la re-distribución de ganancias y la posible conformación de una tasa media a nivel sectorial al menos? La situación de este proceso, si es sensato planteárselo, parece importante considerarla en la reproducción de este tipo de relaciones económicas y de todos los actores principales asociados.

De cualquier manera, el estado actual de cosas, aún cuando no sea más que por su novedad y posible repercusión entre nosotros, invita a indagar. Otra cuestión son las fuentes disponibles para esa indagación, cuya limitación sirve para escamotear una información que debiéramos tener en tiempo oportuno. Si algún mensaje político nos recalca Lenin en su obra “Una gran iniciativa” (aquella de donde hemos tomado lo que identificamos como su definición de clases sociales) es la importancia de atender al brote de “lo nuevo” (categoría que, por cierto, no tiene fundamentos ideológicos, como a veces parece, sino ontológicos). 

¿Por qué debemos estar atentos en Cuba hoy a los brotes de una clase burguesa?¿Por qué debemos estar atentos en Cuba hoy a los brotes de una clase burguesa? Porque necesitamos que, aun cuando surja, no se produzca en su plenitud capitalista. Por tanto, tenemos que lograr desde temprano que, sin poder dejar de ser lo que es, se integre orgánicamente, hasta dónde eso sea posible, a nuestra transición socialista. Por eso me parece bien pensar sobre este asunto comenzado por la cuestión de la producción de plusvalía en esas empresas privadas cubanas.

En el contexto nacional las consecuencias de este proceso específico de producción de plusvalía se realizan apocadamente a nivel social dado los conocidos “amortiguadores socialistas” existentes. Parece claro que las desconexiones sociales que sufre dicho proceso a causa de aquellos “amortiguadores socialistas” dificultan la conexión orgánica societal de las relaciones económicas propias de estos espacios empresariales como para que se deslinden socialmente de modo epidérmico y sea posible calar su alcance real. Situación esta que lejos de ser una dispensa para subestimarlas nos conmina a despertar como sensibilidad epistémica esa relación de tránsito entre lo que ahora es y lo que está siendo, de lo cual solo sabremos explícitamente después.

En mi criterio, de lo que se trata es de indagar y develar cómo en una sociedad como la cubana se metaforsea socialmente el proceso empresarial privado de producción de plusvalía y cómo pesa tal metamorfosis en la acumulación o des-acumulación social socialista, planteada en un sentido integral y no solo económico. Y cuánto va ello o no de la mano de la conformación de nuevas relaciones de clases.

Pero cualquiera que sea la metamorfosis, en el contexto cubano actual aquellas relaciones económicas se cuelan en el tejido social con tal fuerza contaminante (precisamente por ser Cuba) que se trasladan también, de algún modo, (por ocurrir en y desde cualquier barrio de vecinos en un contexto de justicia social para todos) a la calidad de las relaciones sociales dominantes a través de las subjetividades y comportamientos que estimulan.

No puede pasar inadvertida la larga distancia económica ¿y social? entre el dueño de siete almendrones y el trabajador que requiere recurrir todos los días, sin alternativas recurrentes, al transporte público; entre el titular de la paladar mejor establecida y la familia que puede hacer ahorros para ir allí un vez al año a celebrar un aniversario significativo; entre el propietario de un par de hostales con una veintena de habitaciones y el trabajador que tiene o aspira a un modesto apartamento; entre el dueño de una cadena de distribución de pizzas con una decena de motos y aquel ciudadano que no renuncia al pan de la bodega. Eso, en Cuba, es un dato de realidad altamente sensible. Son brechas de inequidad no socialista.

Al respecto no es ocioso constatar empíricamente que los cambios en la percepción corriente de movilidad social ascendente en una parte de la población cubana parecen estar creando la representación de que el resultado positivo del proceso de actualización pasa por el arribo a una especie de clase media (¿burguesa?) con la que se llega a identificar el sentido (¿burgués?) de prosperidad, cuya abrupta irrupción en nuestro discurso político se acompañó de una pobre construcción ideológica socialista previa y de un apócrifo sabor de novedad práctica que echaba descuidadamente por tierra, aún como contrasentido, más de 50 años de su propia creación nacional a nivel popular masivo.

Por otra parte, la “apropiación gananciosa” por esos empresarios de las bondades de nuestra justicia social produce cierto efecto desgastante en el sentido socialista, en tanto aquellas les liberan de presiones directas de sus trabajadores, los que, aun siendo explotados o discriminados, pueden sentirse felices. Se crea la apariencia de que el bienestar viene del lado privado cuando en realidad el mismo parasita relativamente en las generosidades del otro - el socialista ahora posible- cuya ausencia en otras realidades sociales se transfiere como peso de necesidades que presionan sobre los empresarios privados, pues es el salario que pagan a los trabajadores que emplean la fuente única para saldarlas en los que les sea posible. Si esto es así ¿no estarán también las seguridades socialistas tributando al proceso de acumulación de esos empresarios privados? Incluyo en mi respuesta afirmativa a esta pregunta los iguales beneficios socialistas que ellos mismos reciben, incluida la estabilidad social.

Frente a la introducción de estos elementos de capitalismo lo decisivo es cuidar el poder. 

Como decía Fidel, en la idea que cita García Valdés, frente a la introducción de estos elementos de capitalismo lo decisivo es cuidar el poder. Pero si esos empresarios emplean formas encubiertas (pero públicas) de explotación y discriminación asociadas a la propiedad privada ¿no se está dañando el poder del pueblo? ¿Cómo se traduce o traducirá en términos de poder político la creciente acumulación del empresariado privado en Cuba?

Las respuestas a estas preguntas, entre otras muchas posibles, parecen parte importante en el análisis acerca de la posible constitución de una clase burguesa en Cuba hoy (también acerca de la posible constitución de un nuevo sector social de la clase obrera cubana). En todo caso, lo que ocurre es propio de la naturaleza de la transición socialista al tiempo que esta debe poner su impronta. ¿Será, o deberá ser, una burguesía “capitalista”, en el entendido habitual de su naturaleza íntegra? (¿será, o deberá ser, una clase obrera al estilo capitalista tercermundista?). Las bases de reproducción de esa posible clase en formación no son netamente capitalistas; múltiples son sus condicionamientos con origen en las ventajas socialistas. Se trata pues de una posible burguesía cubana, donde la carga semántica del gentilicio trasciende la alusión a una pertenencia nacional y lo de burguesía ¿sería correcto? Pero no es solo, ni en esencia, una discusión de términos, pero también estos son importantes.

¿Deberá dejarse la respuesta sobre la formación o no de esta clase social al curso objetivo y espontáneo de los procesos para enterarnos después? ¿No debiera construirse el “nuevo pacto social” más allá de lo que lo hacen y harán las leyes y ciertos mecanismos económicos? ¿Es este o no un asunto público que compete a la conciencia nacional?

Claro que ser rico no es igual a ser burgueses. Tampoco la inorganicidad burguesa de los nuevos ricos significa que la búsqueda de organicidad como clase no esté en marcha, con más o menos intención colocada en el asunto. La estructuración de una clase excede el ámbito particular de las relaciones de propiedad y, en general, el económico.

¿Acaso no se va conformando una esfera superestructural que la nutre, aunque no sea dominante, en nuestra sociedad? ¿Es que entre tales empresarios no se va creando fácticamente cierto “pacto social” aun cuando no se auto-visibilicen explícitamente como una nueva clase social? (¿es que ya no empiezan a hacerlo?). Al respecto debe ser estimada hasta esa suerte de “solidaridad” que crece entre tales empresarios (más que competencia hasta ahora) como expresión de conciencia de compartir una práctica diferente y novedosa en nuestro contexto.

¿Es que el modo de vida pequeño-burgués no va anidando en ciertos lares, incluso desde el manto de lo legal o semi-legal y al amparo de la política económica dominante? ¿No vemos surgir, abriendo trinchera en terreno popular, una identidad que va limándose en los nuevos patrones de interacción social que acompañan nuevas prácticas de poder, saber, deseos y discursos? Sería bueno revisar componentes de la vida cotidiana como vida familiar y empleo de tiempo libre, más allá del trabajo en ese empresariado privado nacional.

De cualquier modo, la discusión pasa ahora por la realidad de la conformación o no de una clase burguesa (importando, por cierto, su magnitud en términos de concentración de propiedad y riquezas: ¿pequeña?, ¿mediana?, ya que grande parece estar descartada), lo que de por sí no es un hecho menor en nuestro contexto. Y no lo es no precisamente porque no encaje con una determinada noción de lo que debe ser el socialismo, si no por lo que la desregulación posible del estado de cosas puede desencajar objetivamente el socialismo ahora posible. Pero lo esencial del asunto es ¿cómo hacer que eso ocurra, si es necesario, sin menoscabo del poder del pueblo en Cuba?

Subrayo, y coloco como premisa primaria del análisis, ese “si es necesario” en relación a la existencia o no de una clase burguesa, porque es de lo que debemos estar suficientemente seguros para proyectar cualquier examen que sobrepase la resbaladiza apoyatura emocional de lo deseado y lo indeseado. Por eso considero muy útil aquella confesión con que Engels comienza su artículo Clases sociales: las necesarias y las superfluas: “Muchas veces me he preguntado en qué medida son útiles, o incluso necesarias, las diferentes clases de la sociedad…”. (4)

Su lectura nos invita a plantearnos la problemática de la función económica necesaria o no de cada clase, real o posible. En nuestro caso convendría también valorar, sin voluntarismo alguno, la función social y política de cada componente de la diversidad socio-clasista. Una incorrecta apropiación de esta cuestión en su totalidad puede ser muy riesgosa en Cuba hoy. De ahí la legitimidad de la pregunta: ¿es necesaria o superflua la formación de una clase burguesa en Cuba hoy? En el fondo está la cuestión de la objetividad histórica o no del argumento que es menester sopesar.

...no debiera omitir por ingenuidad, ni por maldad, la variable “responsabilidad económica social diferenciada entre empresa privada y empresa estatal socialista”

A veces este tema adquiere el tono de si es o no “querido” el advenimiento de esa clase, viniendo de otros presupuestos que participan de cierta disputa: ¿debemos, porque nos es posible, restringir al punto máximo el paso a formas privadas o hemos de mudar rápidamente hacia ese tipo todo lo que ahora sintamos ineficiente? A propósito, la adjudicación del carácter eficiente o no a cada tipo de propiedad, que es uno de los argumentos mundanos casi apriorísticos que circulan en la discusión corriente de la cuestión, no debiera omitir por ingenuidad, ni por maldad, la variable “responsabilidad económica social diferenciada entre empresa privada y empresa estatal socialista”, como bien lo hace notar el doctor Carlos García. Asimismo, la diseminación de actores económicos que surge asociada al proceso posible de estructuración de esa clase burguesa debe ser también objeto de profundo examen, incluso desde y para la función preventiva de la normativa política y jurídica.

En todo caso, si la diversidad estructural es consustancial a la actualidad de la transición socialista cubana, parece ser que eficiencia económica socialista, legalidad flexible -controlada y respetada- para viabilizar la necesidad histórica, formación ideo-cultural de subjetividades anticapitalistas, aseguramiento de reproducción del acumulado socialista existente en el desarrollo de las nuevas identidades socio-clasistas y la re-forja conceptual y práctica de una plataforma axiológica de valores humanistas compartidos deben ser, entre otros, antídotos esenciales en los que hemos de empeñarnos con conciencia clara del momento actual. Pero solo podrá fructificar si somos consecuente con aquella idea fundante de Fidel: “…todo lo que la Revolución realice, tiene que ser realidad primero en la conciencia del pueblo. Eso es lo verdaderamente democrático, ya que esta es una Revolución de mayorías, y por eso es una revolución democrática… “.(5) La alianza estratégica entre política, ciencia y conciencia popular es sustancial.

Estamos por tanto frente a un asunto académico y político, pero la matriz es política, porque la cuestión económica es también una cuestión política de suma actualidad. Claro que la variable mediadora es el problema del poder político, porque como bien recuerda el Dr. Carlos Valdés citando a Fidel: “… ¿Quién tiene el poder? Esa es la clave… ” .(6) Nadie crea que escondemos esta verdad, ni que nos sonroja reconocerla. Ese el leitmotiv de nuestra lucha. De él depende lo demás. Solo que debemos entender cada vez mejor ¿qué es tener el poder?

Notas:
(1) A propósito ¿cómo se calcula en Cuba el trabajo necesario en estas empresas?
(2) Me aprovecho de referencias que aparecen en el trabajo de Ariel Terrero: La riqueza pendiente. (3) En: Economía con Tinta. Suplemento del periódico Granma, 30 de junio de 2017; p. 2
(4) Ver artículo en: Revista Marx Ahora no.40/2015; pp. 162-165. Palabras citadas en p.162.
(5) Castro Fidel. Discurso pronunciado en la Universidad de La Habana, el 27 de noviembre de 1959. 
(6) Fidel Castro. Discurso pronunciado el 15 de enero de 1960.

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