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domingo, 31 de julio de 2016

La prensa estatal cubana hace silencio sobre el descubrimiento anunciado del petróleo ligero del bloque 9.

Por Humberto Herrera Carlés

El 29 de Julio Progreso Semanal publico un articulo en el que se anunciaba "La empresa minera australiana MEO que explora el bloque 9, encontró en tierra a menos de mil metros de profundidad un yacimiento de petróleo de alta calidad.

Según el sitio oficial de la empresa MEA Australia la existencia se calcula en más de 8 billones barriles del oro negro, ahora más preciado que nunca por Cuba.

El bloque 9, con una extensión de 2, 380 kilómetros cuadrados, está ubicado en la zona que abarca desde Cárdenas —en la occidental provincia de Matanzas— hasta Motembo —provincia de Villa Clara en el centro del país—. Curiosamente Motembo, fue campo petrolero explotado a partir de 1881 y posteriormente sellado a comienzos de los años 60.

Según estimados la prospección comenzará dentro de un año."

Sin embargo, la fuente de Progreso parte del sitio de la empresa australiana que desde que el pasado 12 de julio lo publicara en Aling Research.

Los que si no han publicado nada ni para confirmar, ni para desmentir o sopesar, o sencillamente decir que hay en realidad, para valorar justamente el alcance de esta noticia, son los medios estatales de la prensa cubana, un MUTIS colectivo.

Por mi parte he consultado con el Dr. Jorge R Piñon . Director, Latin America and Caribbean Energy Program, Jackson School of Geosciences, The University of Texas at Austin, toda una autoridad en la materia y nos manifestó:

" Nos sorprende que en menos de un año de haber firmado un Contrato de Producción Compartida con CUPET, la pequeña compañía petrolera australiana MEO haya hecho un descubrimiento tan espectacular después de que este Bloque ha estado en manos de CUPET por más de cincuenta años.

Este bloque, quizás uno de los más explorados en la Isla, es donde se descubrió el yacimiento Motembo a finales del siglo XIX. 

18,000 mil millones de barriles por descubrir; más que el total de las reservas probadas de México".

¿ No amerita, ante la importancia de lo que se ha divulgado, un pronunciamiento de parte del gobierno, de la prensa estatal cubana  ?

Libro " La Gran Brecha" Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Parte I

Por Humberto Herrera Carles

Decidí publicar por partes este libro del Nobel de Economía  Joseph Stiglitz porque da muchas lecciones en materia de Economía, que son verdades probadas por la historia, que servirían con la distancia y adecuaciones correspondientes, para que nuestro modelo de construcción de Socialismo sea mas aterrizado, adecuado a las condiciones del mundo contemporáneo. 

Presentación Editorial

Una gran brecha separa a los muy ricos de los demás, y esa desigualdad, hoy en el centro del debate económico, se ha convertido en una preocupación cada vez más acuciante incluso para ese famoso 1 por ciento privilegiado, que empieza a ser consciente de la imposibilidad de lograr un crecimiento económico sostenido si los ingresos de la inmensa mayoría están estancados. La desigualdad es la mayor amenaza para la prosperidad. 

En una época definida por el cansancio de la política y la incertidumbre económica, Joseph Stiglitz se ha convertido en una voz necesaria. En este libro, defiende y demuestra que no es necesario elegir entre crecimiento y equidad: una economía sana y una democracia más justa están a nuestro alcance, siempre y cuando dejemos a un lado los intereses erróneos y abandonemos lo antes posible unas políticas que ya han demostrado ser fallidas. 

Este libro incluye sus textos más polémicos e influyentes, como el ensayo que dio al movimiento Occupy su lema «Somos el 99 por ciento», proporciona un análisis comparativo y enormemente útil de cómo se gestiona la desigualdad en distintos países, con un amplio análisis del caso de España, y propone una serie de reformas capaces de estimular el crecimiento e incrementar las oportunidades y la igualdad. 

INTRODUCCIÓN 

Nadie puede negar hoy que existe una gran brecha que separa a los muy ricos —ese grupo al que a veces se denomina el 1 por ciento— de los demás. Sus vidas son diferentes: tienen distintas preocupaciones, distintas angustias, distintos estilos de vida. 

A los ciudadanos corrientes les preocupa cómo van a pagar la universidad de sus hijos, qué pasará si algún miembro de la familia cae gravemente enfermo, cómo saldrán adelante cuando se jubilen. En los peores momentos de la Gran Recesión, hubo decenas de millones de personas que no sabían si iban a poder conservar su casa. Varios millones no pudieron. 

Los que pertenecen al 1 por ciento —y, mucho más, los que pertenecen al 0,1 por ciento superior de ese 1 por ciento— hablan de otras cosas: qué tipo de avión se van a comprar, cuál es la mejor manera de proteger su dinero de los impuestos (¿qué ocurrirá si Estados Unidos obliga a Suiza a terminar con el secreto bancario? ¿Las Islas Caimán serán las siguientes? ¿Es Andorra segura?). En las playas de Southampton, Long Island, se quejan del ruido que hacen sus vecinos cuando llegan en helicóptero desde Nueva York. También les preocupa qué pasaría si se cayeran de su pedestal, porque la caída sería muy grande y, en ocasiones, se produce. 

Hace no demasiado tiempo estuve en una cena organizada por una persona inteligente y preocupada que pertenece al 1 por ciento. Consciente de la gran brecha que existe, nuestro anfitrión había reunido a destacados multimillonarios, intelectuales y otros a quienes preocupaban las desigualdades. Durante las primeras conversaciones, oí sin querer a un multimillonario —cuyo punto de partida para triunfar había consistido en heredar una fortuna— comentar con otro el problema de la gente vaga que trataba de salir adelante aprovechándose de los demás. De ahí pasaron sin interrumpirse a hablar de paraísos fiscales, sin que parecieran darse cuenta de la ironía. En varias ocasiones, a lo largo de la velada, se evocó a Maria Antonieta y la guillotina, cuando los plutócratas reunidos se recordaban mutuamente los peligros de dejar que las desigualdades aumentaran hasta el exceso. «Recordad la guillotina» se convirtió en el lema de la noche. Al emplearlo, estaban reconociendo uno de los mensajes fundamentales de este libro: el grado de desigualdad que existe en el mundo no es inevitable, ni es consecuencia de leyes inexorables de la economía. Es cuestión de políticas y estrategias. Aquellos hombres tan poderosos parecían estar diciendo que podían hacer algo para remediar las desigualdades. 

Esta no es más que una de las razones por las que las desigualdades se han convertido en una preocupación verdaderamente acuciante incluso para el 1 por ciento: cada vez son más los que comprenden que no puede haber un crecimiento económico sostenido, necesario para su prosperidad, si los ingresos de la inmensa mayoría de los ciudadanos están estancados. 

Oxfam utilizó una imagen muy poderosa para ilustrar la dimensión de las desigualdades en el mundo durante la reunión anual de la élite mundial en Davos en 2014: un autobús que transportara a 85 de los mayores multimillonarios del mundo contendría tanta riqueza como la mitad más pobre de la población, es decir, unos 3000 millones de personas.[1] Un año después, el autobús era aún más pequeño, de 80 asientos. Y Oxfam descubrió otra cosa igual de llamativa: que el 1 por ciento de la población mundial poseía ya la mitad del patrimonio, y que va camino de tener tanto como el 99 por ciento restante en 2016. 

La gran brecha lleva mucho tiempo forjándose. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos creció a más velocidad que nunca, y todos a la vez. Todos los segmentos aumentaron sus ingresos, pero fue una prosperidad repartida. Las rentas de los más pobres crecieron más deprisa que las de los más ricos. 

Fue una edad de oro para Estados Unidos, pero a mí, en mi juventud, me parecía ver lados oscuros. En la icónica ciudad industrial de Gary, Indiana, en la orilla sur del lago Michigan, donde crecí, veía pobreza, desigualdades, discriminación racial y desempleo crónico mientras 

las recesiones golpeaban al país una tras otra. La agitación sindical era frecuente, porque los trabajadores luchaban para obtener su parte correspondiente de la cacareada prosperidad estadounidense. Yo oía solemnes declaraciones de que Estados Unidos era una sociedad de clase media pero, en general, la gente que veía ocupaba los escalones más bajos de esa supuesta sociedad de clase media, y sus voces no figuraban entre las que estaban construyendo el país. 

No éramos ricos, pero mis padres habían sabido adaptar su modo de vida a sus ingresos, y, a la hora de la verdad, esa es gran parte de la batalla. Yo llevaba ropa heredada de mi hermano que mi madre siempre había comprado en rebajas, pensando en que durase más que en el ahorro inmediato: lo barato sale caro, solía decir. Durante mi infancia, mi madre, que se había graduado en la Universidad de Chicago en plena Gran Depresión, ayudaba a mi padre en su negocio de seguros. Cuando se iba a trabajar nos dejaba al cuidado de nuestra chica, Minnie Fae Ellis, una mujer cariñosa, trabajadora e inteligente. Ya entonces, a los diez años, me desconcertaba aquello: ¿por qué Minnie no había estudiado más que primaria, en un país que se suponía que era tan rico y ofrecía oportunidades a todo el mundo? ¿Por qué me cuidaba a mí en lugar de cuidar de sus propios hijos? 

Cuando terminé bachillerato, mi madre decidió cumplir su sueño de siempre, volver a estudiar para obtener el título de maestra y dar clases de primaria. Ejerció en las escuelas públicas de Gary y, cuando los blancos empezaron a marcharse, se convirtió en una de las escasas maestras blancas en un colegio que se había vuelto segregado. Cuando la obligaron a jubilarse, a los 67 años, empezó a dar clases en la Universidad de Purdue, en el campus de la parte noroeste de Indiana, y siempre intentó que tuvieran acceso todos los alumnos posibles. Al final se retiró con más de ochenta años. 

Como muchos de mis contemporáneos, yo aguardaba con impaciencia un cambio. Nos decían que transformar la sociedad era difícil, que llevaba tiempo. Aunque yo no había sufrido las mismas penalidades de otros en Gary (aparte de ciertas muestras de discriminación), me identificaba con los que sí. Todavía faltaban decenios para que empezara a estudiar con detalle las estadísticas sobre la renta, pero tenía la sensación de que Estados Unidos no era la tierra de las oportunidades que aseguraba ser, porque algunos tenían muchas, pero otros, muy pocas. Horatio Alger era un mito, al menos en parte: había muchos estadounidenses que, a pesar de trabajar y esforzarse, nunca saldrían adelante. Yo fui uno de los afortunados y recibí una beca nacional al mérito para estudiar en Amherst College. Esa fue la oportunidad, más que ninguna otra cosa, que con el tiempo me abrió todo un mundo de posibilidades. 

Como explico en «El mito de la Edad de Oro de Estados Unidos», en mi tercer curso en Amherst cambié de especialidad y pasé de Físicas a Económicas. Quería descubrir cuál era el motivo de que nuestra sociedad funcionase como lo hacía. Me hice economista no sólo para comprender las desigualdades, la discriminación y el desempleo, sino también con la esperanza de poder hacer algo para remediar esos problemas que asolaban el país. El capítulo más importante de mi tesis doctoral en el MIT, redactada bajo la supervisión de Robert Solow y Paul Samuelson (que más tarde recibirían sendos premios Nobel), se centraba en los determinantes de la distribución de las rentas y la riqueza. Presentado en una reunión de la Sociedad de Econometría (la asociación internacional de economistas interesados por las matemáticas y las aplicaciones estadísticas a la economía) en 1966 y publicado en su revista, Econometrica, en 1969, medio siglo después sigue siendo muy utilizado para enmarcar las ideas sobre el tema. 

El número de personas dispuestas a leer un análisis de las desigualdades era limitado, entre la población en general e incluso entre los economistas. No era un tema que interesara a la gente. En la profesión, en ocasiones, hubo verdadera hostilidad. Y siguió siendo así incluso cuando las desigualdades empezaron a aumentar de forma desmesurada en el país, en la época en la que Reagan llegó a la presidencia. Un destacado economista de la Universidad de Chicago, Robert 

Lucas, ganador del premio Nobel, lo explicó con contundencia: «Entre las tendencias perjudiciales para una economía sólida, la más seductora y… venenosa es la de centrarse en la distribución».[2] 

Como tantos economistas conservadores, su argumento era que la mejor manera de ayudar a los pobres era incrementar el tamaño de la tarta económica del país y que fijar la atención en el pequeño trozo que recibían los pobres desviaba la atención del problema fundamental, cómo hacer que esa tarta fuera más grande. Había (y sigue habiendo) una larga tradición en economía que decía que era posible separar los dos aspectos (la eficacia y la distribución, el tamaño de la tarta y cómo se reparte) y que la tarea del economista era concreta e importante pero difícil: descubrir cómo aumentar al máximo el tamaño de la tarta. La forma de dividirla era una cuestión política, un campo del que los economistas debían mantenerse alejados. 

Dado que en la profesión estaban muy de moda posturas como la de Lucas, no es extraño que los economistas no prestaran prácticamente atención a las desigualdades crecientes en el país. No les interesaba gran cosa el hecho de que, mientras el PIB aumentaba, las rentas de la mayoría de los estadounidenses estuvieran estancadas. Esa indiferencia hacía que no pudieran ofrecer una buena explicación de lo que estaba sucediendo en la economía, no comprendieran las repercusiones del aumento de las desigualdades y no supieran diseñar unas políticas capaces de enderezar el rumbo del país. 

Por eso me gustó tanto en 2011 la oferta de Vanity Fair de presentar estos problemas a un público más amplio. El artículo que escribí, «Del 1 por ciento, por el 1 por ciento, para el 1 por ciento», tuvo muchos más lectores que mi artículo en Econometrica varios decenios antes. El nuevo orden social que trataba en Vanity Fair —el 99 por ciento de estadounidenses que se encontraban en el mismo bote embarrancado— se convirtió en el lema del movimiento Occupy Wall Street: «Somos el 99 por ciento». Presentó la tesis que se repite en los artículos aquí reunidos y en mis escritos posteriores: casi todos nosotros, incluidos muchos de ese 1 por ciento, viviríamos mejor si hubiera menos desigualdades. Si el 1 por ciento es inteligente, sabe que le interesa construir una sociedad menos dividida. Mi intención no era desatar una nueva guerra de clases, sino establecer un nuevo sentimiento de cohesión nacional, un sentimiento que se había disipado con la apertura de una gran brecha en nuestra sociedad. 

El artículo se centraba en responder la pregunta de por qué debía importarnos el enorme aumento de las desigualdades: no sólo por una cuestión de principios y moral, sino también por economía, por el carácter de nuestra sociedad y nuestro sentimiento de identidad nacional. Incluso había intereses estratégicos más amplios. Aunque seguíamos siendo la mayor potencia militar y éramos responsables de casi la mitad del gasto total en el mundo, nuestras largas guerras en Irak y Afganistán habían revelado los límites de ese poder: no éramos capaces de obtener un control claro de mínimas franjas de tierra en países mucho más débiles que nosotros. La fuerza de Estados Unidos ha residido siempre en su poder blando y, sobre todo, en su influencia moral y económica, el ejemplo que da a otros y el influjo de sus ideas, incluidas las relativas a su forma de economía y política. 

Por desgracia, el aumento de las desigualdades ha hecho que el modelo económico estadounidense no haya atendido debidamente a grandes grupos de población; la familia norteamericana media tiene menos dinero que hace un cuarto de siglo, si se tiene en cuenta la inflación. El segmento de población que vive en la pobreza se ha incrementado. Aunque China, en pleno ascenso, se caracteriza por unas tremendas desigualdades y la falta de democracia, su economía ha ayudado a la mayoría de sus ciudadanos: sacó a alrededor de 500 millones de personas de la pobreza durante el mismo periodo en el que el estancamiento se apoderaba de la clase media en Estados Unidos. Un modelo económico que no beneficia a la mayoría de sus ciudadanos no puede convertirse en modelo para que lo imiten otros países. 

El artículo de Vanity Fair derivó en mi libro El precio de la desigualdad, en el que desarrollaba muchos temas de los que había sugerido, y el libro, a su vez, hizo que The New York Times me invitara en 2013 a seleccionar una serie de artículos sobre las desigualdades que titulamos The Great Divide [La gran brecha]. Yo confiaba, con la serie, en poder alertar al país del problema que nos acechaba: no éramos la tierra de las oportunidades, como habíamos creído y como habían pensado también muchos otros. Habíamos pasado a ser el país avanzado con el mayor grado de desigualdades y los niveles más bajos de igualdad de oportunidades. Esas desigualdades se manifestaban de muchas formas, pero no eran inevitables, ni el resultado inexorable de las leyes de la economía, sino consecuencia de nuestras políticas y estrategias. Unas políticas distintas podían obtener distintos resultados, un comportamiento económico mejor (de acuerdo con cualquier criterio) y menos desigualdades. 

El artículo original de Vanity Fair y los artículos que escribí para la serie The Great Divide constituyen la base de este libro. Desde hace unos quince años escribo también una columna mensual sindicada para Project Syndicate. Mi idea inicial era transmitir ideas económicas modernas a los países que estaban haciendo la transición a una economía de mercado tras la caída del Telón de Acero, pero con el tiempo Project Syndicate adquirió tanta importancia que hoy publica sus artículos en periódicos de todo el mundo, incluida la mayoría de los países avanzados. Naturalmente, muchos de esos artículos abordan algún aspecto de las desigualdades, y aquí incluyo una selección, así como artículos publicados en otros periódicos y revistas. 

Si bien el interés principal de estos ensayos son las desigualdades, he decidido añadir varios sobre la Gran Recesión, artículos escritos en vísperas de la crisis financiera de 2007-2008 y después, mientras el país y el mundo caían en el gran malestar. Esos textos merecen un sitio en este libro porque la crisis financiera y las desigualdades están inextricablemente relacionadas: las desigualdades contribuyeron a causar la crisis, que agudizó las desigualdades existentes, y ese agravamiento ha creado una espiral descendente que hace aún más difícil que la economía tenga una recuperación sólida. Como en el caso de las desigualdades, no había nada de inevitable en la intensidad ni en la duración de la crisis. La crisis no fue un hecho fortuito, como una inundación o un terremoto de los que se sufren cada cien años. Fue una cosa que provocamos nosotros mismos, la cual, como las inmensas desigualdades, fue consecuencia de nuestras políticas y estrategias. 

Este libro trata fundamentalmente de la economía de la desigualdad. Ahora bien, como acabo de indicar, no podemos separar del todo política y economía. En varios ensayos de este volumen, y en mi libro anterior El precio de la desigualdad, describo el nexo entre política y economía, el círculo vicioso por el que el aumento de las desigualdades económicas se traduce en desigualdades políticas, sobre todo en el sistema político de Estados Unidos, que otorga un poder ilimitado al dinero. Las desigualdades políticas, a su vez, aumentan las desigualdades económicas. Pero este círculo se ha agudizado a medida que muchos estadounidenses se han desilusionado del proceso político: tras la crisis de 2008 se dedicaron cientos de miles de millones a rescatar los bancos y muy poco a los propietarios de viviendas. Bajo la influencia del secretario del Tesoro Timothy Geitner y el presidente del Consejo Económico Nacional Larry Summers —dos de los arquitectos de las políticas de desregulación que contribuyeron a la crisis—, el gobierno de Obama, al principio, no apoyó e incluso rechazó los intentos de reestructurar las hipotecas, para dar alivio a millones de personas que habían sido víctimas de préstamos abusivos y discriminatorios de los bancos. No es extraño que tanta gente maldiga a los grandes partidos. 

He resistido la tentación de revisar o alargar los artículos aquí reunidos, e incluso de actualizarlos. Tampoco he restaurado los numerosos «cortes» de los textos originales, por más que algunas ideas importantes se quedaron fuera porque tenía que ajustarme a un límite fijo de palabras.[3] El formato periodístico tiene mucho digno de elogio. Son textos breves y directos, que tratan los temas del momento, sin todas las matizaciones y condiciones que envuelven tantos escritos académicos. Cuando escribía los artículos e intervenía en unos debates a menudo acalorados, nunca olvidaba los mensajes de fondo que quería transmitir. Espero que este libro lo consiga. 

Como presidente del Consejo de Asesores Económicos y economista jefe del Banco Mundial había escrito algún artículo de opinión, pero sólo empecé a hacerlo de forma periódica en el año 2000, cuando Project Syndicate me invitó a escribir la columna mensual. El reto aumentó increíblemente mi respeto hacia quienes tienen que escribir un artículo una o dos veces por semana. Por el contrario, uno de los principales problemas para escribir un artículo mensual es el de seleccionar: de los miles de cuestiones económicas que surgen en el mundo cada mes, escoger cuál puede tener más interés y ofrecer el contexto para transmitir un mensaje de mayor alcance. 

Cuatro de los problemas más importantes que ha afrontado nuestra sociedad en el último decenio son la gran brecha —las inmensas desigualdades que están creándose en Estados Unidos y muchos otros países avanzados—, la mala gestión económica, la globalización y el papel del Estado y el mercado. Como muestra este libro, esos cuatro aspectos están relacionados. El aumento de las desigualdades es causa y consecuencia de nuestras dificultades macroeconómicas, la crisis de 2008 y el malestar posterior. La globalización, pese a sus virtudes como estímulo del crecimiento, ha agravado casi con toda seguridad las desigualdades, sobre todo por lo mal que se ha gestionado. A su vez, la mala gestión de la economía y la globalización está relacionada con el papel de los grupos de intereses en nuestra política, una política que cada vez representa más los deseos del 1 por ciento. Sin embargo, aunque la política es una de las causas de nuestros problemas actuales, sólo podemos hallar soluciones a través de la política; el mercado no va a hacerlo por sí solo. Los mercados descontrolados generan más poder monopolístico, más abusos del sector financiero, más relaciones comerciales desequilibradas. Sólo mediante la reforma de nuestra democracia, haciendo que nuestro gobierno sea más responsable ante toda la gente y se haga más eco de sus intereses, podremos cerrar la gran brecha y restablecer en el país la prosperidad compartida. 

Los ensayos que forman este libro están agrupados en ocho partes, cada una precedida de un breve ensayo de introducción que intenta explicar el contexto en el que se escribieron los artículos o tocar algunos temas que no pude abordar en los límites de los textos aquí reproducidos. 

Comienzo con «Preludio: Asoman las grietas». En los años anteriores a la crisis, nuestros responsables económicos, entre ellos el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, presumían de una nueva economía en la que las fluctuaciones que nos habían asolado en el pasado iban a quedar atrás; la llamada gran moderación nos traía una nueva era de baja inflación y crecimiento aparentemente alto. Pero los que examinaban todo con algo más de detalle veían que aquello no era más que un delgado velo que ocultaba un enorme grado de mala gestión económica y corrupción política (que en parte ya había salido a la luz con el escándalo de Enron); aún peor, el crecimiento que estaban experimentando algunos sectores no llegaba a la mayoría de los estadounidenses. La gran brecha era cada vez más amplia. Los capítulos describen la gestación de la crisis y sus consecuencias. Después de presentar en la primera parte un panorama de algunos de los aspectos clave de las desigualdades (en el que incluyo el artículo «Del 1 por ciento, por el 1 por ciento, para el 1 por ciento» de Vanity Fair y mi primer artículo para la serie The Great Divide), en la segunda parte hay dos artículos en los que expongo reminiscencias personales sobre cómo nació mi interés por el tema. Las partes tercera, cuarta y quinta se centran en las dimensiones, causas y consecuencias de las desigualdades; la sexta parte presenta análisis de varias ideas políticas fundamentales. La séptima parte examina las desigualdades y las políticas elaboradas para hacerle frente en otros países. Por último, en la octava parte, hablo de una de las principales causas de las desigualdades actuales en Estados Unidos: la prolongada debilidad de su mercado de trabajo. Me pregunto cómo podemos hacer que Estados Unidos vuelva a trabajar con empleos dignos y salarios decentes. En el epílogo figura una breve entrevista con el director de Vanity Fair, Cullen Murphy, que aborda varias cuestiones habituales en los debates sobre las desigualdades: ¿cuándo se equivocó Estados Unidos de dirección? ¿No es el 1 por ciento el que crea empleo? En tal caso, ¿construir una sociedad más igualitaria no acabará perjudicando al 99 por ciento? 

AGRADECIMIENTOS 

Este no es un libro académico al uso, sino una colección de artículos y ensayos escritos en los últimos años para diversos periódicos y revistas sobre el tema de la desigualdad, la gran brecha que se ha abierto sobre todo en Estados Unidos, pero en menor medida también en otros países en todo el mundo. No obstante, los artículos se basan en una larga historia de estudios académicos, que comenzó a mediados de los años sesenta del pasado siglo, cuando fui alumno del MIT y receptor de una beca Fullbright en Cambridge, Reino Unido. Por entonces —y hasta hace poco— el tema interesaba poco a los economistas estadounidenses profesionales. De ahí que deba mucho a mis directores de tesis, dos de los grandes economistas del siglo XX, Robert Solow (cuya propia tesis trataba del tema) y Paul Samuelson, por alentar mis estudios en esa línea, así como por su gran perspicacia.[4] Y debo un agradecimiento especial a mi primer coautor, George Akerlof, que en 2001 compartió conmigo el Premio Nobel. 

En Cambridge, a menudo hablábamos de los determinantes de la distribución de la renta, y me resultaron muy provechosas las conversaciones con Frank Hahn, James Meade, Nicholas Kaldor, James Mirrlees, Partha Dasgupta, David Champernowne y Michael Farrell. Allí también di clases a Anthony Atkinson, la máxima autoridad sobre la desigualdad del último siglo, con quien luego empecé a colaborar. Ravi Kanbur, Arjun Jayadev, Karla Hoff y Rob Johnson son exalumnos y excolegas que me enseñaron muchas cosas sobre los temas de los que habla este libro. 

Actualmente, Rob Johnson dirige el Institute for New Economic Thinking (INET), fundado poco después de la Gran Recesión. En medio de las ruinas de la economía, se aceptó cada vez más que los modelos económicos estándares no favorecían al país ni al mundo; se necesitaba un nuevo pensamiento económico, que se enfocara más en la desigualdad y en las limitaciones de los mercados. Agradezco el apoyo del INET por las investigaciones que subyacen a estos ensayos.[5] 

Aunque el vínculo entre la desigualdad y el rendimiento macroeconómico ha sido por largo tiempo una de las preocupaciones de mis investigaciones teóricas y mis labores políticas, la importancia de esa conexión finalmente está empezando a ser cada vez más reconocida (incluso por el Fondo Monetario Internacional). Quiero agradecer la colaboración de mis colegas de la Universidad de Columbia Bruce Greenwald y José Antonio Ocampo, y el trabajo de la Comisión de Expertos en Reformas del Sistema Monetario y Financiero Internacional, que presidí,[6] convocada por el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. 

Todo aquel que trabaje hoy en día en el área de las desigualdad también tiene una gran deuda con Emmanuel Saez y Thomas Piketty, cuyo meticulosa obra ha proporcionado buena parte de los datos que desvelan el tamaño de la desigualdad en la cima de Estados Unidos y muchos otros países desarrollados. Otros destacados académicos cuya influencia se notará en este libro incluyen a François Bourguignon, Branko Milanovic, Paul Krugman y James Galbraith.[7] 

Cuando Cullen Murphy, entonces director del Atlantic Monthly, me convenció para que escribiera sobre alguna de mis experiencias en la Casa Blanca (un artículo, «The Roaring Nineties», que acabó convirtiéndose en mi segundo libro, con el mismo título y destinado a un público más amplio),[8] me proporcionó no sólo la oportunidad de desarrollar unas ideas sobre las que llevaba varios años reflexionando sino también un nuevo reto: ¿era capaz de abordar ideas complejas de manera muy accesible y, al mismo tiempo, sucinta? Había escrito muchos ensayos académicos con un coautor; la estrecha relación entre editor y escritor es similar en ciertos aspectos pero diferente en otros. Cada uno tenía su función muy clara. Él conocía a los lectores hasta un punto que a mí me resultaba imposible de imaginar. Aprendí a valorar el papel que desempeña un buen editor a la hora de dar forma a un artículo. Los buenos editores permiten que se oiga la voz de un autor conforme mejoran la argumentación y, en ciertos casos, vuelven el tema más fascinante. 

Después de «The Roaring Nineties» escribí más columnas para The Atlantic Monthly y, cuando Cullen Murphy se fue a trabajar a Vanity Fair, siguió pidiéndome artículos. Uno de ellos, «Capitalistas de pacotilla» (incluido en este volumen), escrito antes y después de la Gran Recesión, obtuvo el prestigioso Premio Gerald Loeb de periodismo. Era evidente que, bajo la tutela de Cullen, mi escritura había mejorado mucho. 

Cullen trabajó codo con codo conmigo en todos los artículos que escribí para Vanity Fair, de los que aquí se incluyen cuatro. Lo que es más importante para este volumen, encargó y trabajó diligentemente conmigo en el artículo «Del 1 por ciento, por el 1 por ciento, para el 1 por ciento», que a su vez dio origen a mi libro El precio de la desigualdad y luego a este mismo. Graydon Carter sugirió el título de aquel artículo. «Somos el 99%» se convirtió en el lema del movimiento Occupy Wall Street, un símbolo de la Gran Brecha estadounidense. 

Los acuerdos firmados con Project Syndicate, Vanity Fair y The New York Times, además de muchos otros medios de comunicación, que hicieron posibles los artículos reunidos aquí, me permitieron expresar mis puntos de vista sobre lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, ser comentarista, quizá más reflexivo que quienes se ven obligados a opinar sobre una enorme variedad de asuntos en las tertulias de televisión, porque podía escoger mis temas y meditar las respuestas. 

Los editores de cada uno de estos artículos hicieron valiosas aportaciones a los ensayos aquí reunidos. En especial quiero agradecer a Sewell Chan y Aaron Retica, que editaron las columnas del New York Times llamadas Great Divide [La gran brecha] (de donde procede el título del volumen). Incluso antes de que, en 2012, adoptáramos una estrategia para presentar al gran público norteamericano cuestiones sobre la creciente desigualdad de los Estados Unidos, con todas sus dimensiones y consecuencias, Sewell había colaborado conmigo en la edición de un ensayo publicado aquí (escrito con Mark Zandi): «La única solución que queda para el problema de la vivienda: la refinanciación masiva». Aaron y Sewell hicieron un trabajo magnífico al editar los dieciséis artículos del New York Times que aquí se incluyen. Por escrito soy propenso a abundar, y siempre da pena ver las podas que se le hacen a la propia escritura; pero transmitir una serie de ideas en 750 palabras, o incluso en 1500, es uno de los verdaderos retos del periodismo. Aaron y Sewell siempre agregaban gran perspicacia conforme recortaban los excesos de verborrea. 

Entre los numerosos editores a los que debo mucho se encuentran Andrzej Rapaczynski, Kevin Murphy y el resto de la plantilla de Project Syndicate, Allison Silver (ahora parte de Thomson Reuters), Michael Hirsh de Politico, Rana Foroohar de Time, Philip Oltermann de The Guardian, Christopher Beha de Harper’s, Joshua Greenman de TheNew York Daily News, Glen Nishimura de USA Today, Fred Hiatt de TheWashington Post y Ed Paisley de The Washington Monthly. También quisiera agradecer el aliento y el apoyo de Aaron Edlin de The Economists’ Voice, Roman Frydman de Project Syndicate y Felicia Wong, Cathy Harding, Mike Konczal y Nell Abernathy del Roosevelt Institute, para el que escribí un informe de políticas que describo en el ensayo «Capitalismo de pacotilla». 

El Roosevelt Institute y la Universidad de Columbia me han brindado un respaldo institucional incomparable. El primero, que surgió de la Roosevelt Presidential Library, se ha convertido en uno de los think-tanks más destacados del país, fomentando los ideales de justicia social y económica que defendían los Roosevelt. Las fundaciones Ford y MacArthur y Bernard Schwartz han patrocinado generosamente el programa de investigación sobre desigualdad de Roosevelt/Columbia. 

En los últimos quince años, la Universidad de Columbia ha sido mi hogar intelectual. Me ha dado la libertad de realizar mis investigaciones, me ha regalado alumnos inteligentes que se entusiasmaban con los debates y me ha puesto en contacto con colegas brillantes de los que he aprendido mucho. El entorno de Columbia me ha permitido prosperar y hacer lo que me más me gusta hacer: investigar, enseñar y defender ideas y principios que, espero, ayudarán a mejorar el mundo. 

Una vez más, estoy en deuda con Drake McFeely, presidente de W. W. Norton, y con mi antiguo amigo y editor Brendan Curry, que ha hecho un magnífico trabajo en la edición de este libro y aprovechó por su parte la ayuda de Sophie Duvernoy. También estoy en deuda, como de costumbre, con Elizabeth Kerr y Rachel Salzman de Norton, por este libro y por su apoyo a lo largo de los años. A lo largo de los años también he sacado un enorme provecho de la edición minuciosa de Stuart Proffit, mi editor de Penguin/Allen. 

No hubiera podido completar este libro sin una oficina ordenada, dirigida por Hannah Assadi y Julia Cunico, con la asistencia de Sarah Thomas y Jiaming Ju. 

Eamon Kircher-Allen no sólo se ocupó del proceso de producir el libro, sino que además se desempeñó como editor. Le debo un doble agradecimiento: él también editó cada uno de los artículos del libro cuando se publicaron originalmente. 

Como siempre, la mayor deuda es para con mi esposa, Anya, que cree firmemente en los temas de los que aquí se habla y en la importancia de transmitirlos a un público amplio; que me ha apoyado y alentado a hacerlo; que repetidamente habló conmigo de las ideas que subyacen a todos mis libros y que me ha ayudado a darles forma una y otra vez.

Continuará

Acuerdos entre Rosneft y PDVSA son buena señal para el mercado petrolero

Acuerdos entre Rosneft y PDVSA son buena señal para el mercado petrolero

© Sputnik/ Vitaly Timkiv

CARACAS (Sputnik) — Los acuerdos firmados esta semana entre la mayor productora de petróleo de Rusia, Rosneft, y el consorcio estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), son una buena señal para el mercado internacional, dijo a Sputnik Nóvosti el economista y analista petrolero Carlos Mendoza Potellá.

"En la medida en que haya acuerdos entre Rusia y Venezuela que puedan aportar posiciones comunes en el contexto internacional, puede presionar a otros productores y generar, a largo plazo, una estabilización del mercado, ante la previsible caída de los precios", señaló.

Los acuerdos de cooperación firmados el jueves incluyen proyectos gasíferos mar adentro y comercialización de productos petroleros, según informó este viernes Rosneft.

© SPUTNIK/ EVGENY BIATOV

El experto en administración de hidrocarburos y asesor del Banco Central de Venezuela destacó que el convenio firmado entre estas empresas no va a aumentar la sobreoferta que ya hay en el mercado.

A juicio de Mendoza Potellá se trata de proyectos de desarrollo a largo plazo, que necesitan una recuperación de los precios para que ser más rentable.

Rosneft es socio de Venezuela en la Faja Petrolífera del Orinoco, uno de los mayores reservorios de petróleo del mundo, situado al norte del río Orinoco, pero cuyos yacimientos están también entre los más costosos de explotar por su crudo pesado que necesita ser mezclado con petróleos livianos para poder procesarse en una refinería.

En ese contexto el analista consideró que los acuerdos firmados constituyen "una apuesta bastante riesgosa, bastante difícil, y realmente el apoyo de Rosneft es muy bueno para Venezuela, porque prácticamente nadie está ofreciendo apoyo de ese tipo, porque son muy costosos".

© REUTERS/ CARLOS JASSO


Para el analista, la relación petrolera entre Rusia y Venezuela debe ir orientada hacia una mayor cooperación y un mayor entendimiento del mercado internacional, porque ambos países tienen comunidad de intereses.

"No solo tienen intereses comunes en la Faja del Orinoco, sino porque Rusia también posee petróleo costoso, cuya producción podría estar siendo pospuesta por unos precios que no son rentables", observó.

La estatal petrolera rusa informó que se está invirtiendo un total de 20.000 millones de dólares para el impulso de las empresas mixtas.

"La Faja necesita mucha inversión y esa es apenas una parte de la necesaria y, es algo que no se va a dar en este momento, porque las grandes petroleras se están retirando de las inversiones muy costosas, como aguas profundas, el Golfo de México, de Angola, del mar del Norte noruego, y están invirtiendo en un crudo más liviano", aclaró el experto.

Producción de gas

Los acuerdos entre Rosneft y PDVSA incluyen un plan de cooperación educativa, un proyecto para la adquisición de crudos y productos entre las dos empresas; la constitución de empresas mixtas para el suministro de gas natural y la realización de estudios de factibilidad para la evaluación de los bloques gasíferos Patao, Río Caribe y Mejillones.

© AP PHOTO/ FERNANDO LLANO

"Venezuela es la primera reserva de gas de América Latina, más que Bolivia, y eso no está desarrollado, esa factibilidad es bueno analizarla, para verificar qué posibilidades hay de desarrollo a corto plazo", señaló el especialista.

Ante la caída de precios del crudo, Mendoza Potellá sostiene que Venezuela debe pensar en la posibilidad de más gas.

"Hay que pensar primero en satisfacer nuestra necesidad interna, y luego ver si hay la posibilidad de exportar, y eso no es complicado, por eso es tan importante que sea evaluado", observó.

Los convenios con Rosneft son un apoyo sustancial para una mirada puesta en el futuro, "porque un proyecto de esa magnitud no se va a formalizar en dos tres años".

© SPUTNIK/ GRIGORY SYSOEV

Según una nota en el sitio web de Rosneft, el gigante ruso implementa cinco proyectos como socio minoritario de PVDSA, tres de ellos en fase de producción: Petromonagas y Petroperijá, en cada una con una participación de 40 por ciento, y Boquerón, en la que cuenta con 26,67 de las acciones.

Además, está en estaba de desarrollo inicial el proyecto Petromiranda, del que Rosneft es socio minoritario con 32 por ciento, y otro en fase de exploración, Petrovictoria, con 40 por ciento.

El crudo estimado inicialmente en esos cinco proyectos es de 20.500 millones de toneladas.

Además, las dos empresas tienen contratos comerciales para la entrega de productos derivados.

La cooperación bilateral entre Venezuela y Rusia responde a una relación estratégica que ha permitido alcanzar más de 250 acuerdos suscritos en varias áreas, entre las que se destacan petróleo, técnico-militar, educación, cultura, vivienda, hábitat y tecnología.

sábado, 30 de julio de 2016

¿Quiénes son los patriotas?

El verdadero propósito de los republicanos es trazar una línea entre los cristianos blancos y el resto


Hillary y Bill Clinton, durante la Convención Demócrata de Filadelfia. SAUL LOEB AFP

Ha sido una semana de lo más interesante en lo que a política se refiere. Por un lado, la Convención Nacional Demócrata fue una gran celebración de Estados Unidos. Por otro, el candidato republicano a la presidencia insistió en el evidente apoyo que está recibiendo de Vladimir Putin, elogió una vez más el liderazgo de este, insinuó que no le parece mal la agresión rusa en Crimea, e instó a los rusos a hacer de espías para él. Y no, no estaba bromeando.

Sé que algunos republicanos se sienten como si estuvieran en un mundo al revés. Después de todo, por lo general son ellos los que cantan "¡USA! ¡USA! ¡USA!". ¿Y acaso no llevan años insinuando que Barack y Michelle Obama odian a Estados Unidos, y hasta es posible que apoyen a los enemigos del país? ¿Cómo han acabado los demócratas por parecer los patriotas?

Pero los partidos no están experimentando realmente un cambio de papeles. El discurso pronunciado el jueves por el presidente Obama fue maravilloso e inspirador, pero cuando declaró que "lo que oímos en Cleveland la semana pasada no fue especialmente republicano" estaba mintiendo un poquito. La verdad es que fue muy republicano en esencia; la única diferencia era que la esencia estaba menos disfrazada de lo habitual. Porque el "avivamiento del rencor" denunciado por Obama no empezó con Donald Trump, y todo ese ondear de banderas nunca tuvo en su mayor parte nada que ver con el verdadero patriotismo.

Pensemos en ello: ¿qué significa amar a Estados Unidos? Sin duda significa amar el país que de hecho tenemos. No sé los demás, pero yo, siempre que vuelvo de un viaje al extranjero, me lleno de orgullo al ver la enorme variedad de conciudadanos, tan diferentes en apariencia, en herencia cultural, en su vida personal, y sin embargo, todos ellos —todos nosotros— estadounidenses.

Ese amor por el país de uno no tiene por qué ser (ni debería ser) ciego. Pero los fallos que uno encuentra, las críticas que uno plantea, deberían referirse a aquello en lo que no estamos a la altura de nuestros propios ideales. Si lo que nos preocupa de Estados Unidos es, en cambio, el hecho de que no sea exactamente igual que en el pasado (o como imaginamos que fue en el pasado), entonces no amamos a nuestro país y lo único que nos importa es nuestra tribu.

Y demasiadas figuras influyentes de la derecha son tribalistas, no patriotas. Recibimos una demostración gráfica de esa realidad tras el discurso de Michelle Obama, cuando habló de la maravilla que suponía ver a sus hijas jugar en el césped de "una casa construida por esclavos". Fue una imagen edificante y, sí, patriótica, la celebración de una nación que siempre intenta mejorar, superar sus fallos.

Pero todo lo que oyeron muchos en la derecha —en especial las figuras mediáticas que establecen el programa republicano— fue una acusación contra los blancos. "No pueden dejar de hablar de la esclavitud", se quejaba Rush Limbaugh. Los esclavos tampoco vivían tan mal, insistía Bill O'Reilly: "Estaban bien alimentados y vivían en casas decentes". Lo que en realidad estaban diciendo ambos hombres era que los blancos son su tribu y nunca se les debe criticar.

Este mismo impulso tribal seguramente explica buena parte de la retórica derechista sobre la seguridad nacional. ¿Por qué están los republicanos tan obsesionados con la idea de que el presidente debe utilizar la expresión "terrorismo islámico", cuando los verdaderos expertos en terrorismo coinciden en que esto perjudicaría de hecho a la seguridad nacional, al contribuir a la marginación de los musulmanes pacíficos?

La respuesta, creo yo, es que la marginación no es un efecto secundario que estén pasando por alto, sino el verdadero propósito; se trata de trazar una línea entre nosotros (los cristianos blancos) y ellos (todos los demás), y la seguridad nacional no tiene nada que ver con el tema.

Lo que nos devuelve al intenso vínculo afectivo entre Vladimir y Donald. La voluntad de Trump de dejar a un lado nuestra bien ganada fama de aliado fiable es notoria. Al igual que la extraña especificidad de su apoyo a las prioridades de Putin, que contrasta drásticamente con la vaguedad de todas sus demás declaraciones en materia política. Y solo ha ofrecido medias respuestas evasivas a las preguntas sobre sus lazos empresariales con oligarcas relacionados con Putin.

Pero lo que más me llama la atención es el silencio de tantos republicanos importantes ante un comportamiento que habrían tachado de traición si procediese de un demócrata, por no hablar del apoyo del que Trump disfruta entre muchos republicanos de base.

Lo que eso nos dice, pienso, es que todo ese ondear de banderas y todo el postureo militarista no tenían nada que ver con el patriotismo. Se trataba, por el contrario, de utilizar la supuesta debilidad demócrata en materia de seguridad nacional como porra con la que golpear a la oposición en su propio país, y proteger los intereses de la tribu.

Ahora llega Trump, cumpliendo las órdenes de una potencia extranjera e invitándola a intervenir en nuestra política, y a eso no le ponen objeción, porque también sirve a la tribu.

De modo que si a alguien le extraña que hoy en día los demócratas parezcan patriotas y los republicanos no, es porque antes no prestaba atención. Quienes ahora parecen amar a Estados Unidos siempre lo han hecho; los que de repente ya no parecen patriotas, nunca lo han sido.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.

© The New York Times Company, 2016.

Traducción de News Clips.

viernes, 29 de julio de 2016

La industria del reciclaje, otro motor para la economía cubana

29 de julio de 2016

Priorizar la política dirigida a incrementar el reciclaje de materias primas, más que un Lineamiento de los que se implementan hoy en el país para actualizar el modelo de desarrollo cubano, es una voluntad reflejada en el desempeño del Ministerio de Industrias (Mindus) y, sobre todo, en el quehacer empresarial y popular, a diferentes escalas.

De las acciones previstas en la concreción de ese programa se encuentra en proceso la propuesta de modificación de la Ley de Reciclaje, pues junto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), se elaboró la "estrategia para el tratamiento diferenciado a los desechos de alto impacto ambiental".

Al exponer los principales resultados de los programas del sector, y en particular, el relacionado con el reciclaje, el ministro del Mindus, Salvador Pardo Cruz, informó sobre las actividades a acometer, la cuales deben incluirse en los planes anuales de la economía, identificando en primera línea a los residuos sólidos urbanos, la chatarra electrónica, los neumáticos fuera de uso y el cierre del ciclo de plomo.

En una reciente intervención ante el Parlamento, el titular del ramo precisó que esa política aprobada por el Consejo de Ministros en diciembre de 2012 se dirige en lo fundamental a aumentar los niveles de recuperación, clasificación, procesamiento y comercialización de los desechos con destino al mercado interno y a la exportación.

"Se ha avanzado -dijo- en la identificación de socios potenciales en la gestión de los residuos sólidos urbanos que requiere un alto nivel de financiamiento para su materialización y se prevé ejecutar con inversión extranjera, y la perspectiva de inicio a partir de 2017-2018 escalonadamente, comenzando por la capital y luego al alcance de todo el país."

Se refirió al interés de más de 40 entidades foráneas en los negocios del reciclaje y a los trabajos que ahora validan un mejor destino a la generación de los residuos sólidos de La Habana a partir de plantas de una tecnología que no provoca impactos negativos al medio ambiente ni daños sanitarios aunque se decida incluso instalarlas en medio de la ciudad.

Los grandes vertederos citadinos de hoy deben convertirse en fábricas generadoras de energía pues se trata de proyectos que abarcan desde la recolección de los residuos sólidos urbanos en el contenedor hasta la total transformación de la basura en electricidad.

En esos planes confluyen especialistas y funcionarios de los ministerios de Industrias, Energía y Minas y, por el momento, el Consejo de Administración Provincial de La Habana, encargados del qué y el cómo a la hora de decidir el empleo de tales tecnologías.

Otros datos ofrecidos por el Ministro indican la realización del levantamiento de la generación de desechos metálicos, en los que se evidencia una reducción del fondo existente en las 3 912 fuentes estatales diagnosticadas, con un decrecimiento de la recuperación de chatarra ferrosa en alrededor del 6 % como promedio anual, en los últimos dos años.

"Para el resto de los productos no ferrosos y no metálicos se logran ligeros incrementos de manera general, en el orden del 5 % anual", subrayó Pardo Cruz.

Entre los principales resultados del período destacó la ejecución de un esquema cerrado de autofinanciamiento que ha permitido contar con los recursos financieros necesarios de forma oportuna.

Ilustró con la suma de los ingresos por concepto de exportaciones, que entre 2013 y 2015 ascendió a 161 millones de USD, de los cuales se aportaron 115 millones.

Señaló además la puesta en marcha de inversiones para incrementar la recuperación y el procesamiento de desechos reciclables: módulo de desmantelamiento industrial para chatarra ferrosa, desguace de embarcaciones y planta de plásticos, entre otras.

Recordó el Ministro que ya funcionan de forma experimental 15 Cooperativas no Agropecuarias de Reciclaje, las cuales en tres años han recuperado 64 000 toneladas de desechos, con un crecimiento en el orden del 5 % anual (continúa su monitoreo para extender y generalizar la experiencia a todas las provincias).

Cada año se garantiza la venta de más de 420 000 toneladas de desechos reciclables que se utilizan como materia prima secundaria para producciones de mayor valor agregado.

Al detallar las dificultades el titular citó la disminución del fondo metálico del país, el incumplimiento de la Ley 1288/75 por entidades estatales, la lentitud en la aprobación de las bajas técnicas de los equipos e instalaciones en desuso, la insuficiente recuperación de desechos generados en el ámbito doméstico y del número de casas de compra de materias primas a la población e inestabilidad en su servicio.

Otros problemas no resueltos son el escaso conocimiento de la población sobre el reciclaje y su impacto socioeconómico y medio ambiental, el no contar con una infraestructura apta para la clasificación en origen de los desechos ni de un sistema integrado de gestión de los residuos sólidos urbanos, así como la poca logística para enfrentar la dispersión de las fuentes generadoras.

Como proyecciones y tareas de primer orden del Mindus en esta rama, sobresalen agilizar la ejecución del proyecto de Manejo Integral de los Residuos Sólidos Urbanos, incrementar el aprovechamiento de la inversión de desguace de embarcaciones y del desmantelamiento en general, e influir en las bajas de los equipos en desuso como alternativas importantes ante la disminución de la chatarra.

Los retos incluyen proponer y ejecutar un proceso inversionista a mediano y largo plazos, basado en las nuevas tecnologías para agregar valor al procesamiento, incluidos los desechos con impacto ambiental y continuar monitoreando el funcionamiento de las cooperativas de reciclaje creadas e incorporar provincias completas a partir de la experiencia de Camagüey, una vez aprobada.

Se prevé también una adecuada Estrategia de Comunicación desde edades tempranas que permita lograr a largo plazo una sociedad educada ambiental y económicamente.

Actualmente, el Mindus interviene en el control de las políticas para el fomento y desarrollo de la industria del reciclaje, el reordenamiento y uso eficiente de las máquinas herramientas y equipos en la economía nacional, así como la restructuración y redimensionamiento del plantel industrial. Presta especial atención a los temas vinculados con el mantenimiento industrial, el recape de neumáticos y el apoyo a la producción de envases y embalajes.

Cuba: Petróleo del alta calidad en bloque 9

Progreso Semanal • 29 de julio, 2016


LA HABANA. La empresa minera australiana MEO que explora el bloque 9, encontró en tierra a menos de mil metros de profundidad un yacimiento de petróleo de alta calidad.

Según el sitio oficial de la empresa MEA Australia la existencia se calcula en más de 8 billones barriles del oro negro, ahora más preciado que nunca por Cuba.

El bloque 9, con una extensión de 2,380 kilómetros cuadrados, está ubicado en la zona que abarca desde Cárdenas —en la occidental provincia de Matanzas— hasta Motembo —provincia de Villa Clara en el centro del país—. Curiosamente Motembo, fue campo petrolero explotado a partir de 1881 y posteriormete sellado comienzos de los años 60.

Según estimados la prospección comenzará dentro de un año.

A continuación Progreso Semanal reproduce la información del sitio oficial de Meo Aus, publica el pasado 12 de julio.

CUBA: BLOQUE (9) escaneado a través de MEO Australia & Leni Gas Cuba

Por Mark Parfitt y Richard Gill

El mundo de la tecnología de puesta en marcha está repleto de historias de que la “sincronización” de suma importancia es la clave para las empresas de éxito. De hecho, se dedican “conversaciones TED” a este mismo tema.

Sin embargo, a menudo los inversores se preocupan día a día por los movimientos de precios de los productos básicos, en lugar de buscar activamente la creación de valor a largo plazo. Entonces sucede la cosa más divertida: nuevas noticias claves para los jugadores de recursos muy naturales que pretenden seguir asiduamente son pasadas por alto o simplemente se descuidan, lo que es extraño, ya que una entrada estratégica bien ejecutada en un lugar subdesarrollado puede llegar a generar con gran rapidez un valor excepcional para los accionistas. Y luego hablan de mercados eficientes…

Ahora bien, es obvio que esto no sucede muy a menudo, pero cuando lo hace, tiene el potencial de cambiar no sólo las valoraciones de las respectivas compañías involucradas, sino que en raras ocasiones afecta la manera en que funciona un área, un país, o incluso las economías nacionales vinculadas. Creemos que justamente un evento tal (pudiéramos decir sísmico) puede estar emergiendo ahora en Cuba y que sus ramificaciones se manifestarán.

La semana pasada MEO Australia, compañía que se cotiza en la Bolsa de Valores de Australia, lanzó un avance que dio la primera actualización del Bloque 9 clave de la compañía en tierra firme cubana. La comunicación ASX es una evaluación técnica que detalla una de tres jugadas (*) identificadas en tierra, centrándose fundamentalmente no en las perspectivas del cinturón de petróleo pesado de poca profundidad, sino en una operación de petróleo más ligero a mayor profundidad:

Jugada de Capas Inferiores (aproximadamente 2 000-3 500 m de profundidad). Se dan a conocer detalles.
Jugada de Capas Superiores (aproximadamente a 800-3 000m de profundidad), aún sin revelar detalles.
Jugada Terciaria a Poca Profundidad (aproximadamente 400-1 200 m de profundidad), aún sin revelar detalles.

La “Jugada de Capas Inferiores” a una profundidad de entre 2 000-3 500m es la única jugada específicamente detallada en el comunicado de ASX. Descrito como una jugada de recursos de carbonato fracturado convencional con fuertes similitudes con los campos productores existentes en Cuba, se identifican 15 perspectivas con detalles acerca de los potenciales volumétricos para 14 de ellos. Cabe destacar que esta primera versión sólo describe el potencial parcial del oeste y el centro del bloque que indica la necesidad de trabajos sísmicos futuros. Sin embargo, lo que se describe ya se considera que contiene un potencial total inicial de 8,2 mil millones de barriles de petróleo.

Lean eso de nuevo.

Sí. Dijimos 8,2 mil millones de barriles de petróleo en el lugar; no es un error tipográfico. Además, se requieren operaciones sísmicas adicionales para delinear una evaluación inicial también al este del bloque, y vale la pena reiterar que esta comunicación sólo cubre una de las tres jugadas identificadas.

La perspectiva estimada de recursos recuperables de estos objetivos son, por supuesto, sólo una fracción de los valores de titular, sin embargo, son significativamente importantes para los inversores en las dos empresas micro-cap que figuran involucrados: –la cotizada en la Bolsa de Valores de Australia, MEO Australia and Leni Gas Cuba (que está por concluir su conversión en Knowlton Capital y aparecer en Canadá el 12 de julio de 2016). Leni Gas Cuba tiene actualmente una participación de alrededor de 15,8% en MEO.

Los recursos prospectivos brutos agregados, sin riesgo, alcanzan un total de 395 millones de barriles brutos (mejor estimación neta más 276 mmstb –millones de barriles almacenados en tanque), pero la compañía está hablando de petróleo ligero con potencial de alta calidad, no un petróleo superficial de bajo valor biodegradado, y eso es sólo una parte de la primera de las tres jugadas dentro de la licencia de 25 años que se tiene –una de los pocos a disposición de entidades no cubanas. De manera significativa, están aún por venir más detalles en cuanto a valor en un PSC dde bajo costo en tierra con un número de descubrimientos anteriores de petróleo, incluyendo el Campo Montebo que se encuentra en medio del Bloque 9, y que fue el primer campo petrolero comercial en Cuba con una producción histórica anual de alrededor de 6 millones de barriles de petróleo a 60 API. Esto reduce el riesgo de exploración, todo lo cual se encuentra marcado por la propia naturaleza del comunicado.

En primer lugar una visión general…

Echen una mirada al mapa de orientación resumen a continuación:



Vista general del mapa a gran escala de Cuba ilustrando la ubicación del bloque, la tendencia regional más amplia asociado con la geología y algunos de los campos de últimas tendencias ya descubiertos. Fuente MEO Australia.

Podemos ver el Bloque 9 PSC con más detalle. Desde el aire, cubre unos 2 380 km2 mayormente en tierra, a lo largo de la costa norte de Cuba hacia el Este de Cárdenas y, de manera importante, situado dentro de un sistema probado de hidrocarburos con múltiples campos superficiales proximales de petróleo pesado cerca de una existente, aunque modesta, infraestructura de oleoductos.


Figura 1. Mapa del Bloque 9 que muestra la ubicación de esquemas perspectivos de la Jugada de Capas Inferiores, campos adyacentes e incluso algunos detalles de pruebas y producción de petróleo. Fuente: MEO Australia.

Los campos locales incluyen los campos Majaguillar y San Antón, que se encuentran inmediatamente adyacentes al Bloque 9 y el campo de tendencia de miles de millones de barriles de Varadero, operado por la compañía canadiense Sherritt, que aparentemente abandonó el Bloque 9 a principios de la década del 2000 para desarrollar el campo. El Bloque 9 también rodea al campo de Motembo, el primer yacimiento de petróleo descubierto en Cuba.

Quince son las perspectivas (14 detalladas volumétricamente) dentro de la comunicación ASX, pero MEO considera que algunas de estas pueden madurar potencialmente hacia oportunidades tempranas de perforación, particularmente aquellas con recuperaciones cercanas de petróleo o recuperaciones a poca profundidad de los pozos viejos –A2 es un objetivo temprano. Esto, junto con la caracterización del potencial de los otros dos tipos de jugadas, será el enfoque del trabajo de la compañía en los próximos meses.


Una sección transversal a lo largo de la sección B-B’, según se indica, se ilustra en el mapa del Bloque 9 PSC que ilustra la información inicial de A2. Fuente MEO Australia.

A nivel de empresa, MEO está precalificada como operador en tierra y aguas poco profundas en Cuba y se le cedió una participación de 100% en el Bloque 9 PSC el 3 de septiembre de 2015. Posteriormente, este interés se ha convertido en objeto de una opción back-in condicional de 40%, en manos de la compañía privada australiana Petro Australis Limited, que se realizará a más tardar en septiembre de 2017, (pero más acerca de esto más adelante).

Una breve historia resumida de Cuba

Hasta hoy, realmente ha habido tres fases en la exploración de petróleo cubano: el largo período pre-revolucionario de trabajo de exploración, que se remonta a la década de 1880; luego el período revolucionario con todo lo que implicaba la incorporación de influencias no sólo de Rusia, sino de ideas de exploración al estilo ruso; y más tarde la fase post-soviética más reciente.

Unión Cuba Petróleo, conocida por su nombre comercial de CUPET, es la empresa petrolera cubana, propiedad del estado, responsable de la industria del petróleo y gas del país. CUPET produce conjuntamente crudo por medio de acuerdos con la empresa canadiense Sherritt, así como un número de otros asociados. A partir de marzo de 2016, CUPET ha firmado acuerdos contractuales con diez países para la exploración y explotación adicionales de petróleo. Sherritt International de Canadá produjo en 2014 cerca de 20 000 barriles de petróleo diarios, con ingresos anuales totales de $269,2 millones. De un total de 59 bloques disponibles bajo licencia, casi la mitad fueron contratados a empresas de Australia, Brasil, Canadá, China, India, Malasia, Noruega, España, Venezuela y Vietnam.

La producción total nacional diaria actual es de unos 80 000 barriles (bpd) de petróleo pesado con varias empresas que han estado en activo durante los últimos 15 años, haciendo descubrimientos a lo largo del tramo de 80 millas de la costa en las provincias de La Habana y Matanzas, en el noroeste de la isla.

No obstante, el embargo y la política han limitado la aplicación de métodos y aplicaciones modernos, aunque con algunas excepciones.

Lo positivo durante este tiempo incluyen el desarrollo del gigante Valadero, donde Sherrit, Zarubezhneft, Rosneft y CNPC han utilizado pozos angulares de largo alcance para extraer petróleo de campos terciarios cerca de la costa a lo largo de la faja de crudo pesado del noroeste, desde La Habana hasta la provincia de Villa Clara (que incluye el Bloque 9 en el este).

Sin embargo, después de la gran decepción nacional en el fracaso del programa de exploración en aguas profundas hacia el noroeste, donde tres pozos profundos resultaron secos, Cuba ha cambiado su enfoque de perforación en aguas profundas para concentrarse en la energía renovable y mejorar aún más la producción en pozos en tierra. Esto se debe en parte a la falta de interés por parte de las empresas extranjeras en la exploración en aguas profundas, según fuentes del sector.

Con tanto petróleo fácilmente disponible en todo el mundo, se reporta que las compañías petroleras, incluyendo las de los aliados de China y Rusia, ven poco incentivo en la perforación, mientras que la continuación del embargo comercial de EE.UU. contra a Cuba complica aún más los planes de perforación.

La consecuencia de esto no sólo ha sido una creciente dependencia de la producción de estos campos terciarios poco profundas, sino también en las importaciones. Esto hace vulnerable a Cuba, con CUPET importando grandes cantidades por la vía de su acuerdo de cooperación con el gobierno venezolano, a cambio de médicos cubanos y de “misiones”. Hasta hace poco, Venezuela ha estado proporcionando a Cuba petróleo barato.

O por lo menos lo hizo… lo cual es potencialmente un gran problema y es, por supuesto, donde entra en juego la política a secas, que también es probablemente mejor discutir ahora antes de que las valoraciones capitalistas en bruto… Eufemísticamente hablando, digamos que hay “problemas” con los pagos venezolanos de suministros, con las cargas y los intermediarios a los cuales les ha ido extraordinariamente peor desde la primavera.

Por supuesto, la seguridad del suministro de energía es de suma importancia para cualquier país. Siempre ha sido, y siempre será (recuerden leerse otra vez a Yergin). Basta con mirar las últimas noticias (viernes, 8 de julio de 2016) en las que Raúl Castro dijo a los cubanos que se prepararan para “tiempos difíciles debido a que el país debe reducir el gasto y suministro de energía a medida que se enfrenta a una crisis de liquidez y la reducción de las importaciones de petróleo de su aliado Venezuela”.

Las noticias de MEO la semana pasada que las perspectivas de su bloque (9) pueden acelerarse hasta un estado de listos para perforar en el corto plazo se conecta directamente con la política de esta situación embrionaria.

Ciertamente, la posición de MEO, y por extensión la de Leni Gas Cuba en Cuba proporciona una fuerte ventaja por delante del actual fortalecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EE.UU. Entonces la pregunta sería: ¿Abrirá potencialmente una nueva fase para el petróleo cubano o intervendrá la política? En esto tengo una opinión de 52/48 o 48/52 –es muy poco el margen, tan poco como el reciente referéndum acerca de la UE.

El punto de todo esto es que yo sugeriría que el riesgo de comercialización después de un descubrimiento es ahora efectivamente un punto discutible –si funciona y fluye, entonces yo creo que simplemente se hará. (Los lectores norteamericanos posiblemente deberían recordar la historia del campo petrolero de la East Texas cuando sea necesario comprender la importancia de la producción nacional asegurada de petróleo.).

Implicaciones de una valoración

Las dos empresas por acciones listas para ser beneficiarias de las noticias del jueves son MEO Australia y Leni Gas Cuba, cotizadas en la Bolsa de Valores de Australia.

En cuanto a los datos proporcionados, 14 perspectivas se muestran con detalles volumétricos y riesgo geológico. Por razones de simplicidad, hemos elegido utilizar cifras del “mejor estimado volumétrico” como una perspectiva base y la media aritmética de los casos “bajos”, “el mejor”, y “altos” como nuestros casos iniciales al alza.


Resumen de la Jugada de Capas Inferiores de Petróleo en el lugar en el Bloque 9 PSC. Fuente MEO Australia



Resumen de los Recursos Prospectivos del Bloque 9 OSCA para Jugada de Capas Inferiores. Fuente MEO Australia

Para las 14 perspectivas se detalla el riesgo individual geológicamente en los datos de la empresa. El uso de estos da los volúmenes brutos mejores y promedio para los datos publicados acerca del Bloque 9, de 78.62 mmbo (millones de barriles de petróleo) y 114.8 mmbo, respectivamente. Con respecto al “riesgo comercial” –atribuimos una probabilidad de comercialidad del 75%, dado por una parte la situación política y por la otra los muy bajos costos de desarrollo y operativos en el país.

El interés neto de derecho del PSC es a grandes rasgos, ya que la recuperación de costos y de impuestos aún no se conocen, pero ilustrativamente utilizaremos la red de 67,5% que MEO está sugiriendo. También asumimos un 50% de subcontratación de la participación bruta actual para financiar el desarrollo de la exploración. Esto da a MEO un interés neto de derecho de 19.9 mmbbl – 29.07mmbbl (millones de barriles) en los dos casos.

Si además suponemos $ 5/bbl (barriles) en el suelo (esto es un costo bajo de desarrollo del petróleo ligero, no el petróleo pesado con 30% de descuento) nos da un valor neto arriesgado después de una supuesta recaudación de fondos de USD $99.5 millones a USD $145.3 millones que se arriesgan para el Bloque 9, tal como se ilustra en la actualidad con los datos actuales.

Implicaciones para MEO

Prevemos que Petro Australis posiblemente pueda asegurar sus intereses antes de la fecha límite, así que, ignorando cualquier reembolso de los costos que esto genera, eso reduce este actual valor de rápido vistazo para MEO a entre USD $59.7 millones y USD $87.2 millones, lo que equivale a 75.6 millones-114.74 millones de dólares australianos al cambio actual. Poner esto en un contexto acción-precio, equivale (sobre una base totalmente diluida) a entre 8.53 dólares australianos/acción y 12.46 dólares australianos/acción, excluyendo todos los demás activos (Beehive), dinero en efectivo o compromisos. El precio actual es de alrededor de 3 dólares australianos/acción.


Precio de la acción MEO Australia a 6 meses

Usando el mismo caso que para MEO, podemos derivar los valores teóricos en libros para la porción de 40% de Leni Gas en las acciones de Petro Australis (ignorando los costos de acarreo y suponiendo que se ejerza la opción de pasar de 15% a 40%). Sólo tenemos que añadir esto al valor en libros de la participación que Leni Gas tiene en MEO, para estimar una valoración rápida para el Bloque 9 Cuba PSC en las mismas condiciones que el cálculo anterior para MEO. Esto da una lectura por medio de la valoración de £11,7 millones-£ 17,1 millones, o entre 2,37 y 3,46 peniques por acción de Leni Gas Cuba (en el momento en que esto se redacta). De nuevo, como con MEO Australia, tan solo el valor Bloque 9 tiene un valor en libros de múltiples veces el precio actual de mercado, excluyendo todos los demás activos, efectivo y compromisos.

Sospechamos que los datos subsiguientes aumentarán significativamente el potencial del petróleo presente en el lugar y la base de recursos del Bloque 9. También puede muy bien ser que los pozos sean llevados adelante como objetivos de perforación temprana y disminuya aún más al riesgo al enfocarse en varias perspectivas en espera. Estaremos vigilantes para mantenernos al tanto de las noticias. Una cosa es cierta, a los inversionistas de MEO Australia y Leni Gas Cuba sin duda les espera en los meses próximos un viaje interesante.

ACLARACIÓN – Leni Gas Cuba es un cliente de investigación de Align Research. Align Research posee acciones en Leni Gas Cuba. Un director de Align Research tiene un interés personal en Leni Gas Cuba y está sujeto a la política corporativa de negocios de Align Research que garantiza una divulgación abierta y adecuada. Los detalles completos de nuestra Política de Negociación de la Empresa y del Personal se pueden encontrar en nuestra página web.

(Tomado de Aling Research)