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domingo, 28 de febrero de 2016

La teoría general de Keynes a sus 80 años

Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in history and economics, is a member of the British House of Lords. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes

LONDRES – En 1935, John Maynard Keynes escribió a George Bernard Shaw: “Creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que revolucionará en gran medida – supongo que no enseguida, pero sí en el curso de los próximos diez años – el modo de pensar del mundo acerca de los problemas económicos”. Y, de hecho, la obra más destacada de Keynes, La teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en febrero de 1936, transformó la economía y la formulación de políticas económicas. Ochenta años más tarde planteo la siguiente pregunta: ¿Se mantiene aún viva la teoría de Keynes?

Dos elementos del legado de Keynes parecen estar asegurados. En primer lugar, Keynes inventó la macroeconomía – la teoría de la producción en su conjunto. Denominó a su teoría con la palabra “general” para distinguirla de la teoría pre-keynesiana, que asumía un nivel único de producción – el pleno empleo.

Al mostrar cómo la economía podría permanecer atrapada en un equilibrio de “subempleo”, Keynes desafió la idea central de la economía ortodoxa de su tiempo: que indicaba que los mercados de todas las materias primas, incluyéndose entre ellas a la mano de obra, se equilibran de forma simultánea y automática mediante los precios. Además, el desafío planteado por Keynes implicó una nueva dimensión para la formulación de políticas: los gobiernos pueden tener la necesidad de incurrir en déficits para mantener el pleno empleo.

Las ecuaciones agregadas que sustentan la “teoría general” de Keynes aún están ampliamente presentes en los libros de texto de economía y dan forma a la política macroeconómica. Incluso aquellos que insisten que las economías de mercado gravitan hacia el pleno empleo se ven obligados a defender su posición dentro del marco teórico que Keynes creó. Los banqueros de los bancos centrales ajustan las tasas de interés para garantizar un equilibrio entre la demanda total y la oferta total, ya que gracias a Keynes, se sabe que el equilibrio podría no producirse de manera automática.

El segundo gran legado de Keynes es la noción de que los gobiernos pueden y deben prevenir las depresiones. La aceptación generalizada de este punto de vista se puede ver en la diferencia entre la fuerte respuesta en la forma de políticas al colapso ocurrido durante el período 2008-2009 y la reacción pasiva que se dio ante la Gran Depresión de 1929-1932. Tal como el premio Nobel Robert Lucas, quien es contrario a Keynes, admitió en el año 2008: “Supongo que en la trinchera todo el mundo es keynesiano”.

Habiendo dicho esto, se debe indicar que la teoría del equilibrio del “subempleo” de Keynes ya no es aceptada por la mayoría de los economistas y formuladores de políticas. La crisis financiera mundial del año 2008 lo confirma. El colapso desacreditó la versión más extrema del enfoque que señala que la economía se autoajusta óptimamente; sin embargo, no restauró el prestigio del enfoque keynesiano.

Sin lugar a dudas, fueron las medidas keynesianas las que detuvieron el desplazamiento a la baja de la economía mundial. Sin embargo, también cargaron a los gobiernos con grandes déficits, que pronto llegaron a ser vistos como obstáculos para la recuperación – lo contrario de lo que Keynes enseñó. Ya que el desempleo aún era elevado, los gobiernos volvieron a la ortodoxia pre-keynesiana, recortando el gasto para reducir sus déficits – y socavaron la recuperación económica en el proceso.

Hay tres razones principales para este retroceso. En primer lugar, nunca se invalidó completamente la creencia en el poder que tienen los precios dentro de una economía capitalista para equilibrar el mercado laboral. Por lo tanto, la mayoría de los economistas llegaron a considerar que la persistencia del desempleo era una circunstancia extraordinaria que surge sólo cuando las cosas van muy mal, y que ciertamente no es el estado normal de las economías de mercado. El rechazo al concepto de incertidumbre radical de Keynes se encontraba en el corazón de esta reversión hacia el pensamiento pre-keynesiano.

En segundo lugar, las políticas keynesianas de posguerra sobre la “gestión de la demanda”, a las cuales se otorgó el mérito de haber producido el gran auge posterior al año 1945, se encontraron con problemas de inflación a finales de la década de 1960. Alertados sobre el empeoramiento del trueque entre inflación y desempleo, los formuladores de políticas keynesianos trataron de sostener el auge a través de la política de ingresos – controlar los costos salariales mediante la firma de acuerdos nacionales con los sindicatos.

A partir de la década de 1960 hasta finales de la década de 1970, se intentó aplicar esta política de ingresos en muchos países. A lo sumo, se lograron éxitos temporales, pero las políticas siempre fallaron. Milton Friedman proporciona una razón que cuadraba con el creciente desencanto respecto a los controles de precios y salarios, y que reafirmó el punto de vista pre-keynesiano sobre cómo funcionan las economías de mercado. La inflación, dijo Friedman, sobrevino debido a los intentos de los gobiernos keynesianos por obligar a reducir el desempleo por debajo de su tasa “natural”. La clave para recuperar la estabilidad de los precios fue abandonar el compromiso de pleno empleo, debilitar a los sindicatos, y desregular el sistema financiero.

Y, de esta forma renació la vieja ortodoxia. El objetivo de pleno empleo fue sustituido por un objetivo de inflación, el desempleo fue dejado a que por sí solo busque su tasa “natural”, fuera la que fuese. Con este equipo de navegación defectuoso los políticos tuvieron que navegar a todo vapor para enfrentar a los témpanos del año 2008.

La última razón para que keynesianismo caiga de su pedestal fue el desplazamiento ideológico hacia la derecha que comenzó con la primer ministro británica Margaret Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan. Este desplazamiento se debió más a la hostilidad existente hacia el Estado agrandado que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y menos al rechazo de las políticas keynesianas propiamente dichas. La política fiscal keynesiana quedó atrapada en fuego cruzado, ya que muchos en la derecha la condenaron como una manifestación de la “excesiva” intervención del gobierno en la economía.

Dos reflexiones finales sugieren un papel renovado, aunque más modesto, para la economía keynesiana. Para la ortodoxia pre-2008, un shock aún mayor que el colapso per se fue la revelación del poder corrupto del sistema financiero y el grado en que los gobiernos posteriores al colapso permitieron que sus políticas sean redactadas por los banqueros. Controlar los mercados financieros en favor de los intereses de la justicia social y el pleno empleo se asienta directamente en la tradición keynesiana.

En segundo lugar, para las nuevas generaciones de estudiantes, la relevancia de Keynes puede situarse en menor magnitud en sus remedios específicos para el desempleo en comparación con la mayor prominencia que pudiese tener la crítica de Keynes a su profesión en cuando a modelados construidos sobre la base de supuestos irreales. Los estudiantes de economía deseosos de escapar del mundo esquelético de agentes optimizadores hacia un mundo de seres humanos plenos e integrales que se sitúan dentro de sus historias, culturas e instituciones se darán cuenta que la economía de Keynes es inherentemente comprensiva de dichos deseos. Esa es la razón por la que espero que Keynes tenga presencia viva dentro de 20 años, cuando se cumpla el centenario de la Teoría General, y que, posteriormente, se mantenga por mucho tiempo más.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.



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Carta de Warren Buffett a sus accionistas. 2015

Por Guru Huky


Cómo cada año, fiel a su cita con los inversores de Berkshire Hathaway, Warren Buffettpublica su carta anual a sus accionistas. 

Cómo cada año os traducimos aquellos fragmentos que consideramos más interesantes:

En Berkshire seguiremos operando con una extrema descentralización. También vamos a continuar analizando oportunidades de inversión con nuestro socio Jorge Paulo, ya sea financiando sus operaciones como cuando su grupo compró Tim Horton o bien con una combinación de inversión en acciones y cómo financiadores cómo fue el caso de Heinz.

Ocasionalmente también compartiremos inversiones con otros socios cómo hicimos en el caso de Berkadia. Sin embargo, quiero destacar que Berkshire sólo participará con otros socios en adquisiciones que sean amistosas. Algunas ofertas hostiles para comprar empresas están más que justificadas. Algunos CEOs olvidan que trabajan para sus accionistas y otros son simplemente ineptos. En ambos casos, los directivos pueden no ver un problema que tiene la compañía o no estar dispuestos a realizar los cambios que se necesitan. Son en estos casos cuando los equipos directivos deben ser cambiados para que una compañía mejores. Sin embargo, nosotros preferimos dejar esas oportunidades de inversión para otros. Berkshire sólo invierte en compañías donde seamos bienvenidos.

Cotizadas

Berkshire aumentó el año pasado su participación en los cuatro grandes inversiones en empresas cotizadas. American Express, Coca-Cola, IBM and Wells Fargo. Compramos más acciones de IBM aumentando nuestra participación del 7,8% en 2014 al 8,4%, en Wells Fargo del 9,4% al 9,8%. En el caso de CocaCola y American Express, han sido las recompras de acciones las que han elevado nuestra participación. Nuestra participación en CocaCola aumentó del 9,2% al 9,3% y en American Express del 14,8% al 15,6%.

Puede que consideréis que estos cambios no son importantes pero haced el siguiente ejercicio matemático. Para el agregado de las cuatro compañías, cada aumento en un punto porcentual en nuestra participación aumenta los ingresos anuales de Berkshire en $500 millones. Las cuatro compañías son excelentes negocios, dirigidas por directivos con talento orientados al accionista y con un buen retorno sobre el capital. En Berkshire preferimos tener un porcentaje pequeño de un excelente negocio que tener el 100% de un negocio mediocre. Preferimos tener una parte de la propiedad del Hope Diamond que tener todos los cristales de Swaroski.

En Berkshire somos propietarios de los $4.700 millones que generaron estas cuatro compañía en 2015 aunque en nuestra cuentas sólo contabilicemos como ganancia los 1.800 millones que recibimos de ellas como dividendos. No os equivoquéis. Los $3.000 millones que no hemos contabilizado cómo ingreso son tan importantes para Berkshire cómo los 1.800 millones que contablemente si nos hemos podido apuntar como beneficio.

Los beneficios que estás compañías retienen y no reparten cómo dividendo suelen ser utilizados para recomprar acciones y por lo tanto nos sirven para aumentar nuestra participación accionarial en las compañías y el porcentaje de beneficios a los que tendremos derecho en un futuro sin tener que gastar un centavo. Además los beneficios retenidos por estas empresas suelen ser invertidos en nuevas oportunidades de negocios que generarán más beneficios. Todo esto nos lleva a pensar que los beneficios por acción de estas cuatro empresas en las que estamos invertidas seguirán creciendo en el tiempo.

Nuestra flexibilidad para poder invertir en magnificas compañías en las que no tenemos el control accionarial nos da una importante ventaja sobre otras empresas de inversión (private equity) que limitan sus adquisiciones a empresas en las que puedan controlar la gestión del negocio. Woody Allen explicó una vez la ventaja que comporta ser bisexual ya que comporta doblar las posibilidades de que tengas una cita un sábado por la noche. En cierto modo nuestro apetito por invertir en posiciones minoritarias o en posiciones de control dobla nuestras oportunidades de poder dar con oportunidades de inversión interesantes.

América y el futuro

Estamos en año electoral, y los candidatos no dejan de hablar de los problemas que tiene el país y que según ellos sólo ellos pueden solucionar. Cómo resultado muchos americanos piensan que sus hijos ya no vivirán tan bien como lo han hecho ellos. Esta visión es errónea. Los niños nacidos hay en América son los más afortunados de la historia. El PIB per cápita de América está en $56.000. En términos reales es 6 veces más que el que teníamos en 1930, el año en el que yo nací y una cifra que va mucho más allá de la que podían imaginar mis padres en sus sueños más salvajes.

Está tendencia positiva continuará en el futuro. La magia económica de América permanece intacta. Algunos comentaristas se quejan de nuestro actual crecimiento del PIB del 2% anual. Sí, a todos nos gustaría tener un ritmo mayor de crecimiento, pero vamos a hacer un poco de matemáticas con esa tasa de crecimiento del 2% anual que muchos lamentan y veremos que nos ofrece ganancias asombrosas.

La población en América crece a un ritmo del 0,8% al año.Un crecimiento económico del 2% produce un incremento per cápita del 1,2%. Seguro que está cifra no deja a nadie impresionado. Pero, para los niños que nacen hoy esto significa que dentro de 25 años tendremos un aumento del PIB per cápita del 34,4% gracias al efecto del crecimiento compuesto, o lo que es lo mismo $19.000 al año más de ingresos per cápita para la próxima generación. Si el aumento de los ingresos se distribuye de forma equitativa significará $76.000 más de ingresos al año para una familia de cuatro miembros.

A la mayoría de los niños hoy no les va tan mal. Todas las familias de clase media alta de América tienen un standard de vida superior al que tenía John D. Rockefeller en 1930. Su inmensa fortuna no podía comprar entonces cosas que hoy consideramos cotidianas. A pesar de todo su poder y dinero Rockefeller no podía vivir cómo lo hacen hoy muchas familia de clase media.

Aunque el pastel para ser compartido por la próxima generación será mucho más grande que el actual, cómo se va a dividir seguirá siendo polémico. Tal y cómo ocurre hoy habrá luchas para ver cómo se reparte la riqueza que se crea entre las personas en edad productiva y los retirados, entre los sanos y los enfermos, entre los inversores y los trabajadores, y entre aquellos que tienen talentos que son altamente apreciados y la gente decente que trabaja duro pero que no tiene las habilidades que en ese momento sean mejor recompensadas.

Choques de este tipo siempre han estado con nosotros y seguirán estando. El Congreso será el campo de batalla y el dinero y los votos serán las armas. Las buenas noticias son que incluso los que “pierdan” la batalla verán que tendrán en el futuro más bienes y servicios.

Nada rivaliza con la economía de mercado en producir lo que la gente quiere e incluso en producir lo que la gente no sabe que quiere. Mis padres no pudieron imaginar que iban a querer un televisor ni yo pude llegar a pensar cuando tenía 50 años que iba a necesitar un ordenador. Ambos productos, cuando la gente entendió lo que podían hacer, rápidamente revolucionaron sus vidas. Hoy, me paso 10 horas a la semana jugando al Bridge online y al escribir esta carta “las búsquedas” son imprescindible para mi (aunque aún no estoy listo para Tinder).

Durante los últimos 240 años ha sido un terrible error apostar contra América y aún no ha llegado el momento de hacerlo. La era dorada de América de comercio e innovación continuará y nuestros hijos tendrán vidas mucho mejores a las que tuvieron sus padres.

Contabilidad

En las cifras de contabilidad GAAP veréis que $1.100 millones son “gastos” de amortizaciones. Para mi un 20% de esta cifra es un gasto real pero el resto no. Este gasto para mi no real y que no existía en Berkshire, ha ido creciendo con el tiempo a raíz de las adquisiciones de empresas que hemos hecho. Estos gastos de amortizaciones no reales seguirán creciendo en el tiempo a medida que compremos más empresas. Tenemos cerca de $6.800 millones en nuestro balance de activos intangibles (fondo de comercio) de los cuales $4.100 millones pasarán como gasto a la cuenta de resultados en los próximos 4 años. Cuando hayamos amortizado todo nuestro Fondo de Comercio los ingresos de Berkshire aumentarán aunque nuestros verdaderos ingresos se mantengan planos (es el regalo que le hago a mi sucesor). Os sugiero que ignoréis este gasto de la cuenta de resultados. Aunque hago la sugerencia con un poco de temor sabiendo que muchos gestores les dicen a sus accionistas que ignoren ciertos gastos que si son bien ciertos. Un buen ejemplo son las compensaciones en acciones. Su propio nombre lo dice todo “compensación”. Si las compensaciones no son gastos ¿Entonces que lo son? y si los gastos reales no deben meterse en el cálculo de los beneficio ¿entonces que debe meterse?

Los analistas de Wall Street también desempeñas su parte en esta farsa contable creyéndose las cifras de beneficios que les dan los equipos de dirección de muchas empresas. Los gastos de amortizaciones y depreciaciones de activos básicos para el negocio también suelen estar sujetos a polémica y en muchos casos son gastos reales. Al menos lo son en Berkshire. Me encantaría poder mantener nuestro negocio competitivo mientras gasto menos dinero que mis gastos de amortización, pero en 51 años que llevo al frente del negocio aún no he sabido como hacerlo. Es mas, en nuestro negocio de ferrocarril los gastos de depreciación son muy inferiores a las inversiones que necesita el negocio para simplemente mantener las vías en un estado decente.

Cuando los directivos o los banqueros de inversión hablan de cifras cómo el Ebitda cómo medida para valorar un negocio deberíais observar como les crece la nariz.

Cartera de empresas cotizadas de Berkshire Hathaway


Productividad y Prosperidad

Antes, os he contado cómo mis socios en Kraft lograron vencer las ineficiencias en la empresa aumentando los producido por hora por empleado. Es está clase de mejora el secreto en la salsa de las mejoras de las condiciones de vida en América desde que se fundó la nación en 1976. Por desgracia, aún pocos americanos entienden la estrecha relación que hay entre productividad y prosperidad.

Para ver la conexión os voy a poner un ejemplo dramático: La agricultura. En 1900 América tenía una fuerza laboral de 28 millones de personas. El 40% de ellos trabajaban por aquél entonces en la agricultura. En 1990 el principal cultivo en nuestro país era el maíz. De dedicaban 90 millones de acres a este cultivo y cada acre producía 30 quintales de maíz con una producción total potencial de 2.700 millones de quintales al año.

Llegó el tractor, la irrigación, los fertilizantes, y las semillas de calidad. Hoy tenemos 85 millones de acres de tierra dedicados a cultivar maíz, pero un acre produce 150 quintales y obtenemos una producción potencial de 13 a 14 mil millones de acres al año y este aumento en la producción se logra con sólo 3 millones de agricultores contra los más de 11 millones que se necesitaban en 1900. Hoy sólo necesitamos el 2% de nuestra fuerza laboral dedicada a producir 5 veces más maíz que en 1900.

Estas mejoras en el campo de la agricultura ha permitido que decenas de millones de trabajadores puedan utilizar su talento en otros menesteres. Transformaciones similares se han sucedido en muchos otros campos.

Sin embargo, cuando la innovación y las fuerzas del mercado interactúan para producir eficiencias muchos trabajadores dejan de ser necesarios y sus talentos quedan obsoletos. Algunos pueden encontrar otros empleos pero muchos otros se quedan sin opciones. Cuando la competencia por producir zapatos baratos llevó la producción a Asia, la hasta entonces próspera empresa Detxer cerró las puertas dejando 1.600 trabajadores en el paro en un pequeño pueblo de Maine. Perdimos toda nuestra inversión, algo que nos podíamos permitir, pero muchos trabajadores perdieron su medio de vida.

La respuesta a estas disrupciones no está restringiendo las acciones que aumentan la productividad. Los americanos no tendrían el nivel de vida que tienen hoy si se hubiera dado el mandato de mantener 11 millones de trabajadores en la agricultura. La solución viene por proveer cómo sociedad una serie de redes de seguridad para todos aquellos que ven cómo sus talentos específicos dejan de ser valorados. El precio que se paga para que América aumente su productividad y la disfruten la mayoría de sus ciudadanos no debe ser la penuria y el infortunio.

Podéis leer la carta completa aquí (pdf).

Por cierto esta es la foto de los 24 personas que trabajan junto a Buffett en las oficinas centrales de Berkshire. No tienen quizás el glamour de Goldman Sachs pero parece que no lo hacen nada mal.


La automatización podría llevarnos a una sociedad poslaboral, pero no debemos tener miedo

Para beneficiarnos por completo de la revolución de la automatización, necesitamos una renta básica universal, una disminución drástica de la jornada laboral y una redefinición del ser humano sin el trabajo.
Cuando los investigadores Frey y Osborne predijeron en 2013 que el 47 % de los trabajos en EE. UU. serían susceptibles de ser automatizados en 2050, desencadenaron una oleada de tribulaciones distópicas. Así y todo, la palabra que despunta en su estudio es “susceptible”.
La revolución de la automatización es posible, pero sin un cambio radical en las convenciones sociales que subyacen al trabajo, jamás se producirá. La verdadera distopía llegará si, por temer al desempleo masivo y a la desidia psicológica que este pudiera causar, terminamos atrofiando la tercera revolución industrial. En su lugar, acabaríamos creando millones de puestos de trabajo de baja cualificación, que resultan absolutamente innecesarios.
La solución, entonces, radica en empezar a desvincular efectivamente el trabajo de los salarios. Uno puede contemplar los inicios de esta escisión en un vuelo cualquiera de negocios. Los hombres y mujeres que viajan en el avión lo hacen encorvados sobre sus ordenadores portátiles y tabletas, con los codos tan cerca unos de otros que, si se tratara de una fábrica, ya la habrían cerrado por motivos de salud y seguridad.
Sin embargo, de algún modo, se trata de una fábrica y, de hecho, sus ocupantes están trabajando —al menos parte del tiempo—. Saltan de una hoja de cálculo a una película, al correo electrónico o al juego del solitario: ninguno de ellos tiene activado el temporizador —a no ser que integren una de esas profesiones que contabilizan el tiempo, como las derivadas del derecho—. En el extremo más cualificado de la fuerza de trabajo, cada vez se trabaja más por objetivos y menos por horas.
No obstante, para librar debidamente la revolución de la automatización, es probable que necesitemos la combinación de una renta básica universal, retribuida mediante la recaudación de impuestos, y una reducción drástica de la jornada laboral oficial. Por lo general, el norte de Europa está a la vanguardia en esto: Suecia ha reducido ya la jornada a seis horas, mientras queFinlandia experimenta con la idea de una renta básica ciudadana.
La renta básica exhibe oponentes tanto en la derecha como en la izquierda, teniéndola los primeros por una forma de abaratar el bienestar social. Así, su contribución más valiosa habría de venir del subsidio de pago único, el cual favorecería una rápida automatización de la economía.
En caso de que se esta produjera, merecería la pena considerar en detalle el papel que las tecnologías pudieran desempeñar. Actualmente, se destina la mayor parte de los esfuerzos a la robotización, la cual nos ha provisto ya de blancas criaturas antropomórficas capaces de bailar música disco al unísono. Antes bien, el verdadero potencial de la automatización debe radicar en la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y los sistemas autoregenerables.
En “The last job on earth” (El último trabajo en la tierra), una trabajadora llamada Alice se frustra enormemente cuando una máquina se niega a dispensarle su medicamento. A medida que la sociedad deviene más automatizada, podríamos alcanzar un estado en el que la epidemiología llegara a emplear sensores a tiempo real con los que evaluar nuestra salud y amonestar al trabajador: tiene usted probabilidades de caer enfermo esta noche, hemos introducido los fármacos apropiados en el aire acondicionado de su casa.
Una sociedad con menos trabajo es solamente una distopía si su sistema social está orientado a distribuir las compensaciones a través del empleo. A principios del siglo XIX, los socialistas utópicos no solo trataron de imaginar una alternativa, sino también de ponerla en funcionamiento mediante comunidades cerradas ligeramente estrafalarias, inspiradas en los escritos del filósofo Charles Fourier.
Fourier predijo célebremente que el trabajo podría convertirse en un elemento lúdico —sus cualidades absorberían las del ocio, el humor e incluso el erotismo—. Podríamos revolotear de un trabajo a otro de distinta índole, olvidándonos solazosamente de su función productiva.
El marxismo se fundó sobre la base del rechazo a esta idea: el socialismo antiutópico se centraba fundamentalmente en reducir el trabajo al mínimo, al tiempo que se incrementaba al máximo el tiempo libre.
Hoy, dado que todas las utopías actuales acerca del trabajo se erigen sobre la posibilidad de su desaparición, lo mejor que uno puede decir en el debate del ocio frente al trabajo es que resulta un tema complejo. Muchos de nosotros trabajamos con un único dispositivo portátil, el cual, más allá de nuestros contactos, correos electrónicos, guiones y demás, contiene sobre todo gran parte de nuestro yo externalizado.
Ya podemos contemplar nuestra propia fragmentación, nuestra conversión en entes “multicanal”, pues las comunicaciones en red invaden espacios como la mesa del comedor o la cama compartida, lo que de otro modo sería una oficina jerarquizada.
El mayor enigma de la sociedad poslaboral es qué ocurrirá con el yo cuando no pueda definirse frente a la identidad corporativa, frente a sus habilidades laborales o su antigüedad profesional. No tardaremos en descubrirlo.
editor de economía de Channel 4 News. Su libro Postcapitalismo: A guide to our Future, ha sido publicado por Penguin en 2015.
Fuente:
http://www.theguardian.com/sustainable-business/2016/feb/17/automation-may-mean-a-post-work-society-but-we-shouldnt-be-afraid
Traducción:
Vicente Abella
Temática: 

Comenzará este lunes Festival Internacional del Habano

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Más de mil 500 delegados de unos 50 países asistirán al XVIII Festival Internacional del Habano, que comenzará este lunes en La Habana, y en el cual podrán degustar las nuevas vitolas que lanzará al mercado y acceder a producciones elaboradas por avezados especialistas del sector.

Hasta el próximo viernes las instalaciones del Palacio de Convenciones acogerán a hombres de negocios y empresarios, que prefieren ese producto cubano salido de las vegas de Vueltabajo.
La cita rendirá homenaje especial a Cohiba, una de las marcas más famosas que integran la carpeta de vitolas de la corporación Habanos S.A, encargada de su comercialización en todo el orbe.
Como es tradicional se mantendrán los habituales recorridos de los delegados a fábricas y a plantaciones de tabaco en la provincia de Pinar del Río.
Reportes de la Organización Mundial del Comercio indican que en el planeta se venden más de 14 mil 800 millones de puros.
Debido al bloqueo económico, financiero y comercial, impuesto desde hace más de cinco décadas por el gobierno norteamericano a Cuba, el tabaco cubano no se puede comercializar en el país norteño.
En este año la marca Cohiba, puntera actualmente de la élite de los puros cubanos, cumplirá 50 años. Fundada en 1966, pero lanzada al mundo alrededor de 1982, el Cohiba sorprendió al mundo, cuando algunos pensaban que era imposible mejorar un artículo de placer tan perfecto.
Los productores de Cohiba, hoy en la media rueda con la fama intacta, afirman que es el único habano en el cual dos de los cinco tipos de hojas que se utilizan en su elaboración, seco y ligero, experimentan una tercera fermentación en barriles. Ese paso tan específico se plasma en una combinación de aroma y sabor que da sello único al puro.
Entre las versiones de la marca, se distinguen la Clásica (1966), la vitola Siglo VI y la línea 1492.
Con información de la ACN y Cubasi