Con posterioridad al derrumbe del socialismo en Europa se proclamó el fin de la guerra fría y al mismo tiempo se anticipó el fin de la historia suponiendo –según Francis Fukuyama- que el capitalismo permanecería como sistema social único para el desarrollo de la humanidad.
Sin embargo, han pasado ya 25 años y las recetas para el progreso del capitalismo neoliberal consideradas preponderantemente entonces, han perdido el efímero brillo que lograron ostentar y la crisis más intensa luego de la Gran Depresión de los años treinta no da señales de haberse superado. Por otro lado la potencial confrontación militar y la carrera armamentista que primaron durante la guerra fría han reaparecido otra vez.
Un elemento básico para comprender los cambios que se producen en estos años está en las modificaciones que globalmente han ocurrido en la economía mundial a partir de la desaparición del socialismo como sistema en Europa entre 1989 y 1991. Este catastrófico proceso conllevó una cruenta transición al capitalismo dependiente mediante la aplicación del recetario neoliberal más ortodoxo en las economías de la antigua URSS y las ocho Repúblicas Populares de Europa oriental,[1] que cubrían un enorme territorio con más de 400 millones de habitantes.[2]
En esta nueva fase de la historia contemporánea la dinámica de crecimiento mundial se alteró producto de la incorporación a la órbita de la competencia capitalista de 28 estados económicamente subordinados en diverso grado a la Unión Europea y Estados Unidos.[3]
Por otro lado la emergencia de China introdujo un potente competidor en el mercado mundial desafiando especialmente la hegemonía económica de Estados Unidos.
Finalmente, la propia hegemonía disputada, unida a avances sin precedentes en las tecnologías de la comunicación y la automatización de los procesos productivos y de servicios, brindaron la posibilidad de acelerar la rotación del capital y el crecimiento de las ganancias a partir de la esfera de la circulación, mediante la financierización de la economía global.
Sin embargo, la especulación financiera divorciada completamente de la economía real, basada en los postulados del neoliberalismo que se aplicó sin cortapisas a partir de los años 90, produjo el estallido de crisis más profundas y severas en el proceso de reproducción del capitalismo como sistema, lo que exacerbó los enfrentamientos entre los diferentes actores económicos, con un claro reflejo también en la geopolítica mundial.
Este proceso de agudización de los enfrentamientos ha transitado durante los últimos años por la sucesión de diferentes fases que sintetizan la base de los mismos en los planos económico, político, ideológico y militar.[4] De este modo:
- Estalla una gran crisis económica global en 2008-09 que se inicia como crisis financiera ya en los años 90 y que se manifiesta multilateralmente ahora –además de la caída del PIB- como crisis alimentaria, energética, social y medioambiental, extendiéndose en el tiempo a través de una depresión crónica que se mantiene hasta hoy.
- El salto hacia formas de valorización del capital más avanzadas y rentables que chocan con las formas anteriores dando lugar a gigantescos procesos de concentración y centralización del capital.
- La emergencia de nuevos actores y el desarrollo de la multipolaridad empieza a cobrar forma, como es el caso de los BRICS a partir de 2008.
- Se manifiesta la existencia de una crisis de hegemonía y lucha en el plano ideológico dentro del propio sistema capitalista.
- Es evidente la crisis de la estructura clásica de Estado-Nación.
- Se generaliza el enfrentamiento de los diferentes actores económicos y políticos mediante el uso de nuevos instrumentos de lucha por el poder, que van desde el soft power, hasta diversas manifestaciones de la guerra no convencional.
- Aparecen nuevos procesos revolucionarios en la periferia que se enfrentan al sistema de dominación de Estados Unidos y la UE y reivindican la opción de un socialismo posible frente al neoliberalismo, tal y como se aprecia en el caso de América Latina durante los últimos 15 años en Venezuela (1999), Bolivia (2006), Ecuador (2007). Igualmente surgen gobiernos reformistas en Brasil y Argentina que se mueven en un grupo de aspectos fuera de las tendencias tradicionales de los gobiernos subordinados completamente al capitalismo transnacional.
De tal forma, durante los últimos años el mundo ha venido enfrentando un conjunto de transformaciones económicas que tienen un fuerte impacto sobre las tendencias de desarrollo para el presente y el futuro inmediato de la humanidad. Una visión resumida –aunque incompleta- de esas transformaciones cubre, aun así, una amplia gama de aspectos.
* A pesar de las enormes contradicciones que engendra, pero alentado por las elevadas ganancias que genera, continúa desarrollándose el fenómeno de la financierización de la economía mundial y se incrementa el potencial de nuevas crisis económicas globales con recaídas graves como ha ocurrido en el caso de la Unión Europea.
* Se acelera el agotamiento del modelo económico capitalista basado en el crecimiento de la demanda de los países capitalistas desarrollados y se observa la transición hacia el aumento de la demanda de los países subdesarrollados y emergentes, especialmente en los segmentos de menores ingresos –que se alejan en alguna medida de sus posiciones más precarias- y también de la clase media.
* Está ocurriendo –al menos hasta el 2014- una diseminación del poder económico hacia un mundo más multipolar con un desplazamiento de los procesos más dinámicos de crecimiento desde los países capitalistas desarrollados hacia los países subdesarrollados y emergentes.
* Producto de las transformaciones económicas que tienen lugar, se han incrementado los cambios en la geopolítica internacional incluyendo el incremento del nacionalismo, el crecimiento de la desigualdad económica entre países y regiones, el debilitamiento de la gobernanza internacional, el incremento de la inestabilidad regional y el aumento del potencial de conflictos internos y externos.
* Igualmente se manifiestan cambios en la dinámica sociopolítica interna de los países, lo que ha impactado en la contracción del rol que desempeña el estado, unido a las transformaciones en la dinámica demográfica, incluyendo la disminución de la pobreza absoluta y el aumento de la desigualdad.
* Se mantiene un crecimiento desigual de la población del planeta, que contrasta con la presencia igualmente desigual de recursos escasos en lo referido a energía, agua y alimentos. Lo anterior unido a los conflictos que surgen por el dominio de esos recursos, impulsa una nueva ola migratoria hacia los países de mayores ingresos, que tienden a rechazar la entrada de los migrantes ante la recesión o estancamiento que enfrentan.
* Se agravan los efectos del cambio climático y el deterioro medioambiental producto de acciones del hombre frente a la naturaleza.
* Existen elementos que apuntan a un mayor impacto y diseminación de la tecnología, incluyendo una Tercera Revolución Industrial, pero sus frutos se concentran solo en una parte de la sociedad.
El agravamiento de los desequilibrios y las contradicciones en la economía globalizada se aprecia claramente cuando se revisan las tasas de crecimiento de los últimos 20 años en los diferentes escenarios de la economía mundial.[5]
En efecto, si se examina la evolución de estos escenarios en los últimos 20 años se aprecia que el ciclo de crecimiento más elevado se logró de 1997 a 2006, cuando el mundo creció a un ritmo medio del 4% anual, que disminuye a 3,5% entre 2007 y 2015, pero –además- con un desempeño notablemente distinto de los diferentes grupos de actores a nivel de países y regiones del mundo. De este modo en ese total los países capitalistas desarrollados bajaron su ritmo de incremento del PIB de 2,8 a 1,8%, con una situación crítica de la eurozona que desciende de 2,3 a 0,8% y Japón que continua reflejando un estancamiento que dura ya más de 20 años con tasas de 0,9 y 0,4%, mientras que EEUU también desciende en sus ritmos de crecimiento de 3,3 a 1,3%, lo que representa una notable desaceleración que apunta a la disminución de su poderío económico, aunque sigue ocupando el primer lugar en el mundo.
Por otro lado las economías emergentes y los países en desarrollo incrementaron su nivel de crecimiento de 5,4 a 5,6%, con el mayor avance en Asia que eleva su desempeño de 7,1 a 7,9% promedio anual y en ese ámbito destaca China que se mantiene creciendo entre 9,4 y 9,2% anualmente hasta 2015, así como la India que pasó de un ritmo de incremento de 6,6% en su PIB a 7,3% en el período analizado. De otro lado, ocurre una significativa desaceleración en Rusia que desciende de un 5 a un 1,9%, la CEI que baja de 5,5 a 2,3% y Europa Oriental que pasa de 4,1 a 2,9%, lo que refleja en estos casos las limitaciones que enfrenta el capitalismo de segundo orden que emergió hace 25 años en el antiguo campo socialista europeo.
En el resto del Tercer Mundo se evidencia el estancamiento en el crecimiento de América Latina, cuyo desempeño baja de 3,1 a 2,9% anualmente, con una clara expresión en el caso de Brasil, donde el incremento del PIB solo promedia sobre 2,7% en los últimos 20 años. Por su parte Africa del Norte y Medio Oriente aminora su ritmo de 4,8 a 4% y Africa Subsahariana eleva su ritmo de 5 a 5,3%.
Desde luego, los mejores ritmos de crecimiento del PIB alcanzados no representan –necesariamente- una transformación globalmente favorable en cada caso dado que en ello inciden múltiples factores, incluyendo los de tipo social, lo que puede apreciarse si se toma en cuenta que en las regiones que mayores ritmo de crecimiento han alcanzado en estos años –Asia y África Subsahariana- se sigue concentrando la mayor población pobre del planeta.
Adicionalmente se constata que, si bien la pobreza absoluta se ha reducido en los últimos 25 años de manera notable al pasar de un 43% de la población mundial a un rango de entre 10 y 16% de la misma, la desigualdad se ha elevado también de forma significativa. Así por ejemplo, a fines de los años noventa el 25% de la población mundial percibía el 7% de la renta, en tanto que la renta captada por el 1% más rico era similar a la del 57% de la población de menores ingresos. Otros datos más recientes muestran que el 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que el 70% más pobre ─más de 3.000 millones de adultos─ solo cuenta con el 3%.[6]
Por otro lado, a partir de 2014 se introdujo el factor de desigualdad en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) calculado por el PNUD, el cual mide la desviación que se produce por la desigualdad en los indicadores de salud, educación e ingresos que componen el IDH y expresa las pérdidas como porcentaje del IDH. En el Human Development Report 2015,[7] se aprecia que a nivel mundial el IDH se deteriora un 22,8% producto de la desigualdad, con un máximo de deterioro en África Subsahariana de 33,3% y un promedio de 25,7% en los países en desarrollo.
Todas estas tendencias repercuten en el equilibrio del poder mundial al interior de cada país y en el ámbito internacional y se manifiestan en la posición que asumen los estados para preservar su poder, especialmente en lo relativo a su poderío militar.
II[8]
El poderío militar de cada país pasa a jugar un papel preponderante en momentos de crisis. La situación actual no es la excepción, aunque la misma se matiza cuando se considera en el análisis que ese poderío se sustenta en los recursos económicos disponibles para su desarrollo, por lo que el estudio de cómo ha evolucionado el gasto militar brinda en principio una visión bastante clara del potencial bélico alcanzado y –por tanto- la posibilidad de su empleo a corto y mediano plazo.
Históricamente la evolución del gasto militar en el mundo alcanzó un importante crecimiento después que concluyó la Segunda Guerra Mundial. En efecto, durante la llamada guerra fría –que enfrentó al campo socialista con las principales potencias del mundo capitalista- se produjo una carrera armamentista que llevó a que estos gastos se multiplicaran por 2,3 veces, alcanzando el 5,7% del PIB mundial en 1987.
Sin embargo, la forma en que crecieron los gastos militares no fue igual para todos los países y grupos de países. Así en las naciones desarrolladas las erogaciones se multiplicaron por 2,1 veces, pero entre los países subdesarrollados estas crecieron 5,1 veces debido –básicamente- a la existencia de múltiples conflictos regionales con base en las estructuras coloniales heredadas, así como en problemas étnicos y religiosos.[9]
Con la desaparición del socialismo en Europa Oriental y la URSS, los gastos bélicos bajaron a un 2,4% del PIB mundial durante los años 90, pero a partir del año 2000 volvieron a incrementarse, primero bajo la bandera de lucha contra el narcotráfico, y después del 11 de septiembre del 2001 como parte de la lucha contra el terrorismo, que llevaría primero a la invasión de Afganistán (2001) y después a Irak (2003), continuando con la intervención en Libia (2011) más recientemente, así como a las intervenciones militares indirectas y las guerras no convencionales en Siria, Líbano e Iraq (desde 2012) y en Ucrania desde el 2014.
En esta etapa se produjo paralelamente la reconstitución gradual del poderío militar de Rusia y China, acompañado este último de una significativa elevación de los gastos militares y también el sostenido crecimiento de estas erogaciones en diversos focos de tensión en países del Tercer Mundo.
De este modo, un volumen similar a los gastos totales del máximo nivel de la guerra fría se alcanzó nuevamente en el 2008 y a partir de entonces continuó su crecimiento hasta el 2011.
En síntesis puede apreciarse que los gastos militares totales crecieron un 7,5% desde 1988 hasta el 2011,[10] pero también la dinámica por grupos de países fue diferente, ya que en los países desarrollados las erogaciones bajaron un 13,2%, en tanto que los países subdesarrollados crecieron 2,2 veces, cubriendo un 31,4% del total y dando continuidad a la tendencia al aumento observada a partir de los años 70.
No obstante, aunque los gastos militares globalmente continuaron creciendo hasta el 2011, esta tendencia general sufrió algunos impactos con la crisis que estalló en el 2008, cuyo efecto acumulado se refleja en una reducción global de los gastos de un 1,9% hasta el 2014, aunque si se calculan a precios corrientes, estos gastos aumentaron un 1,5% en el período.
También en este sentido vale la pena apuntar que el carácter de gasto compensatorio que se atribuyó a las erogaciones militares a la luz de las doctrinas económicas keynesianas de postguerra, prácticamente desapareció en los últimos años lo que se evidencia en el caso de Estados Unidos, que entre el 2000 y el 2011 aumentó sus gastos militares en un 52%, mientras que el PIB lo hizo en sólo un 21%.[11]
De este modo, en el 2014 los gastos militares totales llegaron -a precios constantes de 2011- a un billón 711 mil millones de dólares, frente a un billón 744 mil millones en el 2011. Calculados a precios corrientes estas cifran serían un billón 776 mil millones en el 2014, frente a un billón 750 mil millones en el 2011.
Visto por las diferentes regiones del mundo, si se toman en cuenta las variaciones entre 2005 y 2014, África aumentó los gastos un 91%; Asia y Oceanía un 62%; Medio Oriente un 57%; mientras que Europa crecía un 6,6% y América un 4% solamente.[12]
Al examinar los gastos militares en su evolución se puede apreciar que en su disminución confluyen diferentes factores:
- Existe una mayor intensidad tecnológica en la producción de armamentos que permite una reducción del personal activamente vinculado a su producción y también en las fuerzas armadas, que pasan a operar con tecnologías más sofisticadas, aunque no necesariamente más baratas.
- La extensión de la crisis que estalló en 2008-2009 ha forzado la reducción del gasto militar por el déficit de recursos que ha provocado en un grupo de los países más desarrollados.
- Se ha extendido la utilización de nuevos métodos para el ejercicio del poder por vías no convencionales.
En este último aspecto se ha señalado que se ha transitado de la guerra fría a la guerra gris como una forma de guerra no convencional, que tiene como características desestabilizar a un régimen político; utilizar a los elementos locales para ese fin; no se maneja la presencia de tropas del agresor en el país objetivo; se trata de operaciones de larga duración que demandan una preparación extensiva; requiere una intensa cooperación de diferentes agencias del país agresor; y se emplea la guerra política ampliamente para movilizar, neutralizar o integrar individuos en las tareas de desestabilización.[13]
Para evaluar los aspectos de mayor importancia, que inciden en las tendencias geopolíticas de más peso, será preciso evaluar el papel de los elementos militares que aseguran fundamentalmente el ejercicio del poder en el mundo, tomando como base para el análisis los casos de Estados Unidos, China y Rusia en los últimos años.
La estrategia militar de Estados Unidos emitida en junio del pasado año[14]se basa en la presunción de la excepcionalidad de Norteamérica como el estado más poderoso del mundo en su papel de garante de la paz y la seguridad en el planeta, destacándose sobre todo por el peso que se otorga a la guerra no convencional, especialmente en el manejo de los conflictos híbridos, el uso de fuerzas de los países aliados en las operaciones militares globales y por el re-balanceamiento del teatro de operaciones militares Asia-Pacífico –enfilado particularmente contra China y en menor medida contra la RPD de Corea-, unido al compromiso con la OTAN en Europa –especialmente para la contención militar de Rusia- y el apoyo a Israel en el Medio Oriente de manera especial para la confrontación con Irán.
El enfrentamiento se dirige así de forma simultánea contra los llamados estados revisionistas (Rusia, China, Iran, Corea del Norte) y contra las denominadas organizaciones extremistas violentas (Estado Islámico, Al-Qaeda), asumiendo que la probabilidad de una guerra con otros estados es baja pero creciente.
Los objetivos estratégicos prioritarios de esta política militar incluyen mantener una segura y efectiva disuasión nuclear –apoyada en la existencia de 7 260 cabezas nucleares-; asegurar la defensa militar de la patria; derrotar al adversario; buscar una presencia global estabilizadora; combatir el terrorismo; oponerse a las armas de destrucción masiva; denegar los objetivos del adversario; responder a la crisis y conducir operaciones con contingentes limitados; asumir compromisos militares y de cooperación para la seguridad; conducir operaciones de contrainsurgencia y estabilización; apoyar a las autoridades civiles y llevar a cabo asistencia humanitaria y como respuesta a los desastres.
El desarrollo bélico de Estados Unidos ha venido siendo sustentado a través de una política de reforma militar que ha sustituido con medios técnicos la presencia de personal, a lo que se ha sumado la contratación de fuerzas paramilitares –los llamados contratistas- en sustitución de los efectivos de las fuerzas armadas del país, que cuenta con 1 520 mil efectivos.
Por otra parte, los gastos militares en EEUU -que alcanzaron un pico máximo de 720,4 miles de millones de dólares en el 2010 y representaban el 4,4% del PIB- en el 2014 descendieron un 15,3% computando 610 mil millones, con un valor equivalente al 3,5% del PIB. En ese sentido vale la pena recordar que existe un programa de rebaja de los gastos del presupuesto federal, que incluye una reducción en diez años de unos 487 mil millones de dólares de los gastos militares y de ellos ya en el ejercicio fiscal del 2013 se disminuyeron 80 400 millones. Adicionalmente el país exportaba el 31% de las armas que se vendían en el mundo en el 2014 y la lista de las corporaciones del complejo militar industrial de mayor peso y rentabilidad mundial se encuentran en Estados Unidos.[15]
La estrategia militar china tiene como objetivo contrarrestar a largo plazo el poderío militar de Estados Unidos en su proyección como fuerza a nivel mundial, con una ventaja tecnológica en todo el espectro del conflicto armado y una alta capacidad estratégica de inteligencia y vigilancia.[16]En un contexto donde se reconocen riesgos externos –producto del reenfoque estratégico de Estados Unidos hacia el escenario Asia-Pacífico y de conflictos regionales-[17] e internos –visibles en los procesos de penetración cultural y desestabilización occidental, así como en el incremento de tensiones sociales internas- China avanza para fortalecer sus fuerzas armadas mediante una rápida modernización que contempla también una reducción del personal y un acelerado incremento de medios técnicos, en lo que algunos autores han calificado como nueva carrera armamentista.
De acuerdo a analistas occidentales, el gigante asiático está desarrollando fuertemente tecnologías militares, especialmente las relacionadas con el uso del laser y las armas termonucleares, satélites de alta tecnología y vehículos aéreos supersónicos, así como medios navales ofensivos, incluyendo portaaviones. En síntesis los documentos chinos apuntan al desarrollo de nuevos armamentos en el ciberespacio, el espacio exterior, las armas nucleares y el armamento naval.
Para este desarrollo China muestra el mayor crecimiento del gasto militar en los últimos años ya que –según estimados de SIPRI- el mismo aumentó 3 veces desde el año 2004, alcanzando un nivel de 191,000 millones de dólares en el 2014, para un 2,1% de su PIB, aunque según fuentes chinas, este gasto había alcanzado unos 143,464 millones de dólares en el 2015. En cualquier caso, para el 2020 se espera que China erogue 260 mil millones de dólares por concepto de gasto militar, lo que elevaría sustancialmente el nivel actual. Esta información ubica actualmente a China con el segundo presupuesto militar del mundo y el mayor ejército con 2 millones 285 mil efectivos. Simultáneamente China cubre el 5% de la exportación mundial de armamentos y presenta una proporción similar en su importación.
Con la desaparición de la URSS las fuerzas de la derecha en todo el mundo pretendieron acabar con el poderío militar las repúblicas que integraron la CEI y Rusia en especial, para hacer imposible su retorno como potencia militar mundial de primer orden. La política neoliberal más ortodoxa fue aplicada en ese país causando enormes penalidades al pueblo ruso y –simultáneamente- se desintegró el complejo militar-industrial en 1997 bajo el gobierno de Borís Yeltsin, reduciendo los gastos militares a solo 23 100 millones de dólares en 1999.
A partir de los gobiernos de Putin y Medvedev se ha logrado una reconstitución del poderío militar ruso para enfrentar los intentos de contener su desarrollo en una cadena de agresiones que han transitado por el despliegue de un sistema de defensa antimisiles en Europa y el acercamiento de las bases militares de la OTAN a las fronteras del país. Este proceso se aceleró con el golpe que acabó con el gobierno electo en Ucrania a principios de 2014 y la amenaza que supuso la presencia de ataques a la población de origen ruso en esa república, así como por los paquetes de sanciones económicas contra Rusia que se han venido aprobando por Occidente desde marzo de 2014 hasta el presente a un costo de unos 170 000 millones de dólares en el primer año de su aplicación.
Con vistas a enfrentar esta presión, el gobierno ruso ha desarrollado también una cooperación estratégica con China en todos los ámbitos, incluyendo el incremento acelerado de la cooperación energética y el comercio, así como la venta de armamento de la más alta tecnología; se ha reforzado la cooperación energética con la India en el campo de las centrales termonucleares y en la explotación del Ártico; se rediseñó el gasoducto South Stream por Turquía ante los obstáculos presentados por la Unión Europea con el trazado anterior; y –a partir del 30 de septiembre de 2015- se han realizado 5 240 misiones de combate por la aviación rusa para enfrentar al Estado Islámico en Siria, a solicitud del gobierno de ese país, cuestión que ha demostrado la capacidad combativa de esas fuerzas a la vista de todo el mundo.
Las prioridades de la estrategia defensiva del país[18]plantean el uso de la fuerza solo cuando otras medidas hayan sido ineficaces; apoyar el status de Rusia como potencia líder; desarrollar la cooperación estratégica con China y la India, así como con América Latina y África; fortalecer la cooperación mutuamente ventajosa con la Unión Europea y Estados Unidos y retomar las discusiones para la reducción del arsenal nuclear.
Para implementar su estrategia de defensa el país ha emprendido una reforma militar que tiene como objetivo modernizar el 70% de las fuerzas armadas para el 2020, en tanto disminuye significativamente el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas, que alcanza 845 000 efectivos, al tiempo que supone una reconversión tecnológica de todo el armamento en los próximos 10 años cubriendo desde fusiles de asalto, hasta submarinos nucleares, cohetes estratégicos y aviones de combate de alta tecnología. Para ello se han previsto gastos por unos 730 mil millones de dólares y ya en el 2014 –según SIPRI- se estimaron erogaciones por 91,600 millones de dólares que representaron el 4,5% del PIB, habiendo crecido un 2,2 veces desde el 2004.[19]En ese contexto el país posee 7 500 cabezas nucleares y exporta el 27% del armamento que se vende en el mundo, proporción solo superada por Estados Unidos.[20]
III
La evolución del mundo en los últimos años no ha hecho más que exacerbar las contradicciones de un capitalismo que –si bien cada vez enfrenta contradicciones más intensas- todavía no agota el arsenal de medidas económicas compensatorias que le permiten suponer que las mismas serán suficientes para perdurar y que no habrá otro futuro fuera del capitalismo para la humanidad.
Entre tanto, para asegurar su preponderancia, eleva los gastos militares apoyando a toda costa el ejercicio de la fuerza si las circunstancias lo reclaman, pero poniendo cada vez más en peligro la existencia misma de la humanidad.
Bibliografía
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Notas
[1] Este número se refiere a la estructura estatal existente en 1989. Si se examinan por separado los estados nacionales independientes que surgieron a partir de 1991 estaríamos hablando de 15 ex repúblicas soviéticas, 6 ex repúblicas yugoeslavas y otros 7 estados que continuaron existiendo en Europa oriental, para un total de 28 países de 9 que existían antes de la transición al capitalismo.
[2] Ver Rodríguez (2014).
[3] Algunos de los nuevos estados independientes no han recuperado en nivel del PIB que tenían en 1989, como es el caso de Ucrania y la mayoría de las repúblicas ex soviéticas solo lo alcanzaron nuevamente después del año 2000. En realidad gran parte de los antiguos países socialistas europeos se insertaron como productores de materias primas y combustible en la economía globalizada que se generó en los últimos 25 años.
[4] Ver Merino (2014), Rang (2014), Dos Santos (2016) y Katz (2016).
[5] Cifras estimadas del autor basadas en información de IMF (2015)
[6] Ver datos citados por Munster (2015)
[8] Los datos sobre gastos militares se tomaron de SIPRI (2014, 2015 y 2015a).
[9] El proceso de transición al capitalismo del antiguo campo socialista con posterioridad a 1989 no escapó a esta tendencia al incremento de los conflictos regionales con base en problemas étnicos, religiosos, económicos o históricos. Basta pasar revista a los conflictos que se desataron en la antigua Yugoeslavia, los enfrentamientos entre Azerbaiyan y Armenia, Uzbekistan y Kirguiztan y la guerra entre Rusia y Georgia, así como los conflictos internos de Ucrania para comprobarlo.
[10] Los datos están calculados a precios constantes de 2011.
[11] En este sentido se ha destacado que el aumento de la intensidad de capital en la producción bélica ha influido en la reducción del personal, tanto de las fuerzas armadas como de los empleados civiles del complejo militar industrial. Igualmente se ha producido una disminución de la fuerza laboral asociada a otras producciones y servicios vinculados al gasto militar, lo que ha disminuido su impacto anticíclico.
[12] Importantes disminuciones se han registrado en los últimos años en un grupo de países. Así Gran Bretaña redujo su gasto militar en 2014 a 54,900 millones de dólares y disminuirá los mismos en 20 mil millones de libras esterlinas en 4 años, retirando 20 mil soldados de Alemania; Francia bajó a 63,000 millones el gasto en 2014 y reducirá las erogaciones del ministerio de Defensa en un 50% para el año 2020, proponiéndose dar de baja a 100 mil soldados para esa fecha; y Alemania cuyo gasto militar fue de 46,600 millones de dólares en 2014, anunció una reducción del mismo de 450 mil millones de euros, disminuyendo en 67 mil efectivos sus fuerzas armadas. También Japón muestra una tendencia descendente del gasto desde el año 2003, la cual presumiblemente continuará en lo inmediato con una erogación de 59,000 millones de dólares en el 2014. Ver SIPRI (2015).
[13] Ver Rodríguez J. R. (2016).
[14] Ver USG (2015) y Díaz (2015).
[16] Ver Laborie (2015) y Campbell (2015).
[17] Reivindicaciones territoriales históricas han generado conflictos con Viet Nam y Japón, así como en torno al Mar de China.
[18] Ver Gressel (2015) y Rodríguez (2016)
[19] Análisis realizados a finales del 2013 indican que el gasto militar de Rusia se incrementaría un 44% entre el 2014 y el 2016.
[20] La venta de armas alcanzó un volumen de un billón 656 mil millones de dólares entre 1950 y 2009.
*Ponencia presentada en el IX Seminario Internacional Marx Vive. Guerra y Paz en el Capitalismo Actual. Bogotá, Marzo 9 al 11 de 2016