La cadena Starwood Hotels & Resorts Worldwide firmó un acuerdo multimillonario para administrar dos hoteles de lujo en La Habana y gestionar un tercero. PHOTO: REUTERS
Por DUDLEY ALTHAUSlunes, 21 de marzo de 2016 19:55 EDT, WSJ
La visita del presidente Barack Obama a Cuba ha servido para reforzar las esperanzas de que una ola de inversiones y turistas cruce el estrecho de Florida e impulse la prosperidad y la libertad de los habitantes de la isla comunista.
No obstante, empresarios y consultores que llevan años tratando de lograr las mismas metas dicen que esos planes podrían derrumbarse cuando choquen con la dura realidad del país, a pesar de la precavida búsqueda de financiación externa por parte del gobierno cubano.
Un obstáculo es el ADN revolucionario de los líderes comunistas del país, quienes albergan sospechas y algunas veces son abiertamente hostiles a las empresas con fines de lucro. De igual importancia es el embargo comercial estadounidense, que a pesar de la relajación de Washington durante los últimos 15 meses, sigue ejerciendo límites estrictos sobre el comercio y la inversión estadounidense en la isla.
Muchos de los empresarios estadounidenses que le han dado un vistazo a Cuba en medio de los primeros pasos hacia la normalización de las relaciones planean seguir en compás de espera, por el momento, según un sondeo entre 437 ejecutivos realizado recientemente por el Consejo Económico Comercial EE.UU.-Cuba, que aboga por un fin del embargo.
“No es solamente la burocracia. Es la visión del gobierno cubano de su sistema económico, social y político”, dice John Kavulich, presidente del grupo con sede en Nueva York. “Los cubanos no están muy entusiasmados”.
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El gobierno de la isla espera captar cerca de US$2.000 millones al año en inversión extranjera en los próximos años. En la actualidad están buscando ofertas para casi 250 proyectos por un valor de US$9.000 millones, desde la construcción de hoteles y puertos deportivos hasta campos de golf y plantas biotecnológicas y farmacéuticas.
Starwood Hotels & Resorts Worldwide Inc.anunció el sábado que había conseguido un acuerdo multimillonario para administrar dos hoteles de lujo en La Habana y que había firmado una carta de intención para asumir la gestión de un tercero.
Starwood, cuyas marcas incluyen las cadenas Westin, W y Sheraton, es la primera compañía hotelera de EE.UU. en ingresar al mercado cubano desde la revolución de 1959. El acuerdo encaja con el deseo expresado por el gobierno cubano de mejorar drásticamente la oferta turística de la isla.
Hasta ahora, no obstante, y a pesar de los empresarios que han aterrizado en La Habana, apenas unos 35 proyectos de un total de 200 han sido aprobados desde que el país adoptó una nueva ley de inversión en 2014, dicen funcionarios cubanos.
“El objetivo no es vender el país, no se trata de hacer cualquier proyecto que interese a cualquier inversionista extranjero”, recalcó al diario Granma Deborah Rivas, directora general de Inversión Extranjera del Ministerio del Comercio Exterior. “No estamos haciendo un proceso de privatización acelerada de la economía cubana”, agregó.
Esa reticencia choca con quienes han aterrizado en La Habana en busca de acuerdos, diceMark Entwistle, quien en los años 90 fue embajador de Canadá en la isla.
Hoy quedan muy pocas de las empresas canadienses que invirtieron en la isla en la década de 1990, según Entwistle, cuya empresa Acasta Capital, con sede en Toronto, asesora a inversionistas que quieren entrar a Cuba. Las empresas conjuntas con compañías cubanas fueron cerradas por falta de financiación o ganancias.
Algunos extranjeros bien conectados y con una extensa experiencia en la isla han sido encarcelados y condenados bajo cargos que aseguran fueron fabricados. Entre los incidentes más notables figura el arresto en 2011 por presunta corrupción de Cy Tokmakjian, varios ejecutivos canadienses y una decena de socios cubanos.
Tokmakjian, de 75 años, había hecho negocios en la isla durante más de dos décadas, suministrando al gobierno equipos de transporte, minería y construcción y forjando empresas conjuntas con compañías controladas por varios ministerios.
El empresario fue encarcelado bajo acusaciones de sobornar a algunos empleados de aquellas compañías con vacaciones, cenas en restaurantes, televisores y bonificaciones que funcionarios cubanos dicen que fueron sobornos. A pesar de proclamar su inocencia, Tokmakjian fue sentenciado en 2014 a 15 años de prisión y los otros acusados también recibieron sentencias severas.
Tokmakjian y dos ejecutivos canadienses fueron dejados en libertad y deportados el año pasado. De regreso en el negocio familiar en Canadá, el empresario trata de que le devuelvan decenas de millones de dólares en propiedad confiscada.
“Las leyes en la isla cambian a diario, y no hay una definición clara de lo que es legal y legítimo”, asevera. “Quiero que los futuros inversionistas sepan que Cuba es un negocio riesgoso”.
Voceros del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en La Habana y de la embajada del país en Washington no respondieron a solicitudes de comentarios.
En declaraciones a la prensa la semana pasada, Bruno Rodríguez, el ministro de Relaciones Exteriores, dijo que la actitud y las políticas del gobierno hacia los inversionistas extranjeros están cambiando de forma radical. “Cuba es un país en permanente cambio, en permanente transformación”, manifestó. “¿Hacia dónde cambia? Hacia una economía más competitiva, más productiva”.
La mayoría de los acuerdos, especialmente en el sector de turismo, que serían rentables para las entidades controladas por el Estado siguen siendo prohibidos por el embargo estadounidense. El Ejército de Cuba, en particular, controla las cadenas de hoteles, las agencias de alquiler de autos y otros segmentos de la industria del turismo.
De todas formas, hay empresarios que ven a Cuba como una buena oportunidad de negocios. Un par de septuagenarios planea hacer historia al convertirse en los primeros emprendedores estadounidenses en establecer una planta manufacturera en Cuba en más de medio siglo.
Saul Berenthal, de 71 años y quien huyó de la isla en la adolescencia durante la revolución de Fidel Castro, y Horace Clemmons, un infante de marina retirado de 72 años, recibieron en febrero luz verde de EE.UU. para ensamblar 1.000 tractores al año en una planta ubicada en las afueras de La Habana. Las máquinas serán vendidas a agricultores privados en Cuba. Los empresarios aguardan la aprobación final de Cuba.
“Somos el mejor ejemplo de estadounidenses y cubanos trabajando juntos”, dice Berenthal, de Cleber LLC, la firma del dúo.
—José de Córdoba contribuyó con este artículo
Comentario HHC: En cualquier país meten preso al ladron y al corrupto ¿ Por qué en Cuba debe ser diferente?
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