Otras Paginas WEB

lunes, 9 de mayo de 2016

Los precios topados


Foto: Roberto Ruiz.


9 mayo, 2016 



“Tú me dirás que no, pero el bolsillo y el estómago son los órganos más sensibles del cuerpo humano. Así que esto de los precios topados me conviene, porque entre el bolsillo que no alcanzaba y el estómago que me apura, tenía el cerebro hecho picadillo. Y mira, todavía estamos “bloquea’os”.

Así me dijo mi amigo Goyo, con su sonrisa, la que nunca se le ha acabado, más grande que lo que normalmente es.

¡Qué paradoja! Este año 2016, en que la economía, se ha previsto, solo crecerá un dos por ciento, será un año bien recordado por la mayoría de la población cubana, en especial por aquellos cuyos ingresos están por debajo del salario promedio o apenas por encima de ese nivel. ¡Qué contraste con aquellos años de crecimientos de 10 y 12,5 por ciento en los que yo tenía que deshacerme en explicaciones sobre por qué el crecimiento no se veía en la mesa ni se sentía en el bolsillo!

¿Me preguntará alguien al final del año cuanto crecimos? ¿Cómo es posible, creciendo menos, reducir precios en el mercado si supuestamente habrá menos producción? ¿Cuánta inversión extranjera más tenemos hoy que pudimos hacer esto? ¿Tendremos una tasa de crecimiento de dos dígitos en la agricultura este año que nos permitirá sostener la oferta para esos precios topados en las tarimas de los agromercados?

Que la sonrisa de mi amigo Goyo se mantenga en el tiempo, que la prosperidad que ha percibido de pronto sea sostenible mañana, es el verdadero reto.
La punta del iceberg: los precios

Los precios son, para usar algún símil, como la punta de un iceberg. Se nos aparecen de pronto, surgidos casi de la nada, despersonalizados casi siempre y aparentemente con independencia propia. Surgieron para hacer más fácil la vida (facilitan el comercio con un lenguaje común) sin embargo, nos hemos convertido, querámoslo o no, en sus siervos.

Son como un sistema de señales: si funcionan mal, pagaremos por ello, aun cuando sean bajos. Porque los precios no salen de la nada. Los costos en que se incurre cuando se produce un bien o un servicio es uno de sus principales componentes. Si los precios no cubren los costos, entonces habrá problemas.

Si son demasiado bajos y no permiten generar incentivos en los productores, entonces se produce una reducción drástica de la producción y posiblemente de la oferta, excepto que existan recursos para cubrir el déficit con importaciones (¿tenemos esos recursos?) En cambio, si los precios son demasiado altos, pues entonces además de dificultar la realización de lo que se produce, pueden generar tensiones políticas y sociales también.

Por eso tener una buena contabilidad de los costos es indispensable y saber cuál puede ser su posible evolución es un recurso estratégico. Hay que mirar primero los costos de la producción agrícola y luego los de toda la cadena que va desde el surco hasta el mostrador, para apreciar si los precios están excedidos o ajustados a la circunstancia. Esa supervisión del estado de las cosas es un mecanismo de formación de precios esencial.

Si el precio de los insumos que el agricultor cubano tiene que pagar sube, entonces sus costos suben y el precio del producto a la salida de campo también. ¿Se han incrementado esos precios en estos años? Digamos el del petróleo, tanto el que se asigna oficialmente como el que se consigue de “otra manera”; el de la fuerza de trabajo; el del alquiler de equipos agrícolas, el de la reparación de equipos e implementos propios, el del uso del agua para algunos cultivos…

¿Y los costos del resto de la cadena hasta la tarima? El del petróleo para la transportación, el de la propia fuerza de trabajo que labora en esa cadena, los de los mercados agropecuarios que hoy son cooperativas y que pagan hoy lo que antes no tenían que pagar, pues lo pagaba el Estado… En este otro segmento también van las “ganancias” de los que participan en ella.

Si a ello sumamos una débil competencia interna, mal regulada y muchas veces “constreñida” a determinados segmentos de nuestros mercados, y también la ausencia de competencia externa, pues Cuba no importa productos agrícolas frescos para el mercado de la población (con la excepción de las manzanas) entones el comportamiento de los precios puede ser más errático y las señales que trasmiten, especialmente hacia la producción, puede ser mas negativas que positivas.

La demanda también juega su papel en la subida o la bajada de los precios. Es evidente que en los últimos años la demanda de alimentos se ha incrementado por diferentes razones, desde un aumento de ingresos en una parte de la población (minoritaria aún pero no despreciable en términos de poder adquisitivo) el crecimiento de la cantidad de restaurantes y cafeterías que deben surtirse de estos mercados y una avalancha de turistas que asiste regularmente a hoteles, hostales, restaurantes y cafeterías.

Tener mucha demanda es quizás la máxima aspiración de cualquier economía, excepto en Cuba donde el tener demanda sigue siendo un problema y no una oportunidad, pues la oferta y la producción no reaccionan a ese estímulo con suficiente celeridad y otras veces definitivamente, no reaccionan.

Debajo de la superficie del agua, encima de la cual solo se ve la punta del iceberg, es donde está la otra parte y muchas veces la más importante del problema.
Foto: Roby Gallego

Vale la pena aclararlo una vez más: para la economía, las instituciones son las reglas de juego que condicionan el funcionamiento de los agentes económicos. También la cultura, las costumbres, son parte de las instituciones.

Un buen diseño institucional (reglas claras, etc.) contribuye de forma positiva al buen desempeño de la economía. La desactualización del diseño institucional, la incoherencia entre sus diferentes componentes, generalmente impacta de forma negativa en los resultados productivos.

Que la agricultura ha sido uno de los sectores hacia el cual se han dirigido más políticas y medidas con el fin de estimular el incremento de la producción no es exactamente una noticia en los últimos años en Cuba.

Tampoco es algo que haya ocurrido recientemente. Desde aquella Reforma Agraria de 1959 que creó centenares de miles de pequeños agricultores hasta esta otra de los 2000 que distribuyó más de un millón de hectáreas de tierra de cultivo improductivas; el sector agropecuario cubano ha recibido centenares de medidas y políticas que incluyen la formación de personal calificado y centros de investigación de prestigio internacional.

Sin embargo, el sector agrícola se ha comportado como un agujero negro, que traga todo a su paso y devuelve nada o muy poco.

La realidad está diciendo que todo lo decidido todavía resulta insuficiente. Al parecer se necesitan más cambios, diseños institucionales más “afinados”. Los resultados de la producción agropecuaria son la prueba más evidente.

Foto: Abel Rojas

La tasa de crecimiento promedio de la producción de viandas entre los años 2009 y 2015 fue de 2,8%, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información. Mientras cultivos como el boniato, la malanga y el plátano vianda (los más comunes en la mesa del cubano) crecieron a tasas promedio positivas, la papa, quizás el más demandado de todos, no lo hizo.

Si comparamos los resultados de 2015 con los de 2009, entonces tenemos que la producción de viandas del 2015 es un 15% menor y la de papa 50% menor que las obtenidas en 2009.

En el caso de las hortalizas, la tasa de crecimiento promedio de ese mismo período no alcanzó el 1%, mientras que en la producción de tomate fue un 30% menor que la obtenida en el año 2009.

En el año 2009 se sembraron 34 558 hectáreas de viandas (de ellas 4 245 de papa) mientras que en el 2014 se sembraron 16 494 hectáreas (de ellas 596 de papa). En síntesis, en el año más reciente del que se tienen datos fueron sembradas menos viandas (el 50% del 2009) y menos papa (14% del 2009).

En las hortalizas, sembramos 32 174 hectáreas en el 2009 y en cinco años después solo 21 397 hectáreas, esto es el 66% de lo plantado un lustro antes.

Menos área sembrada, producciones menores, demanda incrementada, costos más altos… ¿qué podemos esperar entonces de los precios sino que suban?

En el año 2005 se invirtieron en la agricultura casi 211 millones de pesos, un 6% del total de lo invertido en el país. En el año 2014 se invirtieron 164,7 millones de pesos, el 4% del total invertido. La agricultura es uno de los sectores donde menos inversión extranjera se aprueba. ¡Qué paradoja!

Para entender la complejidad del fenómeno debe mirarse también a la estructura de la oferta misma en la producción agrícola. En el caso de las viandas, por poner un ejemplo, la papa abarcó cerca del 50% de la estructura de la oferta de viandas en Cuba durante los años ochenta. Los cubanos por entonces comíamos unas 60 libras de papa per cápita, con producciones de alrededor de 300 mil toneladas por año y costos de 1 peso por saco en 1980. En el 2009, la papa solo era el 12%, de la oferta de viandas total del país, mientras que en el 2014 alcanzó apenas el 2,1%.

Se argumenta que las implicaciones del cambio climático han obligado a sembrar menos papa en el archipiélago, sin embargo, y a pesar del clima, Cuba obtiene uno de los mejores rendimientos internacionales en el cultivo de este tubérculo. Aquí se consiguen más de 20 toneladas por hectárea, mientras que en China se logran menos de 9, en Rusia menos de 15 y en India menos de 12.

¿Cómo es posible que allí, donde tenemos una gran fortaleza, una poderosa cultura de producción, noconcentremos nuestros recursos? No tengo la respuesta.

Menor oferta de papa hace que la demanda se desplace entonces hacia otros productos que completen la dieta, lo que lógicamente provoca un efecto de incremento de los precios de las viandas en general.

Una síntesis de los problemas del país reúne todos estos factores: sembramos menos superficie de viandas y hortalizas, producimos menos, el déficit de oferta de un producto estrella ha hecho desplazar la demanda hacia otros productos, los costos de producción se han incrementado, las inversiones no son las necesarias, la inversión extranjera apenas es significativa en la agricultura, la tecnología es, como media, obsoleta, la competencia es débil y esta mal regulada y los incentivos están distorsionados por la dualidad cambiaria.

¿Qué podemos esperar entonces sino que suban los precios?

Foto: José Jasán Nieves

Me alegra que nos preocupemos como país por topar los precios, ¡pero lo que hundió al Titanic no fue la parte visible del iceberg, fue la otra, la que estaba debajo de la superficie!

Es importante adoptar medidas que ayuden a paliar los problemas diarios de la mayoría de la población, los del corto plazo. Sin embargo, el largo plazo importa, aun cuando como dijera Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos.

Hoy los precios topados permitirán a algunos dormir tranquilos, pero ojalá que no se nos conviertan en una nueva pesadilla.

¿Quién determinará qué producto es de primera o de segunda calidad? ¿Cómo podremos chequear efectivamente que los precios se muevan hacia abajo cuando la calidad del producto disminuye? ¿Cuánto nos costará este nuevo control? ¿Cuánto espacio a nuevas formas de corrupción generará?

Hace falta más inversión en la agricultura, estatal y no estatal, nacional y extranjera, hace falta modernizar nuestras tecnologías, hace falta modernizar nuestras sistemas comerciales en la agricultura, hace falta que nuestros campesinos puedan adquirir las tecnologías que necesitan de una forma más expedita; hace falta crear fondos nacionales, con moneda nacional, que estimulen la producción agrícola, hace falta que puedan establecer relaciones directas con sus suministradores, hace falta incentivar la creación de cadenas productivas… Al parecer todos estamos de acuerdo, pues, entonces, ¿qué falta?

Soluciones hay varias, pero el obstáculo principal que seguimos enfrentando “(…) es el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro”. Este otro bloqueo, el que provocan esas mentes obsoletas, cuesta mucho y ese costo lo pagamos todos… aun a precios topados.

Sequía en Cuba sofoca a hogares y el sector económico

El país necesita precipitaciones sostenidas y suficientes para revertir el problema.

En la actualidad aún se fuga 45 por ciento del líquido bombeado por salideros y roturas en las redes de distribución y dentro de los hogares.
En la actualidad aún se fuga 45 por ciento del líquido bombeado por salideros y roturas en las redes de distribución y dentro de los hogares.
Foto: Jorge Luis Baños_IPS
La Habana, 9 may.- Con 260 fuentes de abasto de agua con decrecientes niveles, la sequía sigue tocando a las puertas de los hogares de miles de cubanas y cubanos y a sectores económicos, fundamentalmente la agricultura.
Datos del estatal Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) indican que unas 70.000 personas en el archipiélago reciben el líquido diariamente mediante camiones cisternas, dentro del millón de quienes sufren algún tipo de limitación por la prolongada falta de precipitaciones.
De acuerdo con Abel Salas, vicepresidente primero del INRH, al resto de esa población se les alargaron los ciclos de servicio de agua por la red.
Las mayores carencias se concentran en la oriental provincia de Santiago de Cuba, donde los residentes reciben el servicio normal con ciclos superiores a los 20 días.
Según un directivo del grupo extrahotelero Palmares, el agua llega cada 30 días y las personas han adoptado sus estrategias de abastecimiento, que recuerdan a etapas anteriores de severa sequía en ese territorio.
Los embalses están a 47 por ciento de su capacidad, por debajo de la media histórica para esta etapa del año, en tanto existen diez provincias con llenado inferior a 50 por ciento. Entre los territorios con mayores descensos se encuentran Camagüey, Guantánamo, Ciego de Ávila y Granma.
“Ya casi nos habíamos olvidado de lo que es no ver entrar el agua días alternos. Solo ahora uno se percata de cuánto se despilfarra con una pila o un sistema de inodoro descompuesto”, confesó Héctor Fernández, residente en la central ciudad de Camagüey.
Aunque los pronósticos de lluvia para el próximo mayo indican un comportamiento favorable de las precipitaciones en ese primer mes del período lluvioso, las autoridades orientan enfatizar en la percepción de riesgos asociados a la sequía, además de potenciar el uso racional y el ahorro del recurso.
Para Antonio Vladimir Guevara, director del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, “los volúmenes acumulados no resolverán los déficits existentes, al requerirse precipitaciones sostenidas y suficientes para revertir el problema de la sequía hidrológica”, que se visualiza en embalses y acuíferos, los cuales no cuentan con los volúmenes necesarios para abastecer a la población.
La sequía iniciada hace algo más de un año, considerada por los especialistas como entre “severa y extrema”, es la más grave de los últimos años y afecta a 75 por ciento del territorio cubano, según un estudio del mencionado centro.
En marzo, el quinto mes del periodo estacional poco lluvioso, que se extiende de noviembre a abril en Cuba, se reportaron totales de lluvias por debajo de la norma en las tres regiones del país. Al cierre del pasado mes, 26 por ciento de todo territorio nacional registró déficits en sus acumulados.
En los primeros 20 días de abril de 2016, el acumulado nacional de precipitaciones se ubica en 21,9 milímetros, lo que confirma un 30 por ciento de la media histórica en esa materia.
Ello ha obligado a las empresas estatales de sectores como la agricultura, la salud o el turismo a aplicar normas para la planificación de los consumos anuales de agua.
En el caso de la agricultura, se decidió disminuir en algunos territorios la siembra de arroz, por el elevado volumen de agua que requiere este cultivo.
“Tenemos restricciones en Pinar del Rio, Sancti Spíritus, Camagüey y Granma con el tema del arroz, toda vez que los embalses que tributan a ese cultivo están muy deprimidos y hubo que restringir la siembra y preparación de tierras debido a esa razón”, dijo un funcionario del INRH.
La baja disponibilidad del líquido dictó también la siembra de aquellas variedades con menores demandas hídricas en la agricultura urbana y suburbana y la ampliación de los ciclos de riego en aquellos lugares donde existen sistemas de regadíos.
El sector agropecuario consume entre 60 y el 70 por ciento del total de agua empleada con fines productivos.
En el sector de la recreación, se prevén limitaciones con el recurso agua para la temporada de verano que se avecina, según dijeron a la prensa especialistas del grupo Campismo Popular, que explota unas 92 instalaciones a lo largo del archipiélago.
Si bien el agua está escasa, “la principal fuente es tratar de reducir la que hoy se pierde, con un uso más racional y eficiente”, indicó.
Ante tal panorama, se construyen obras emergentes, entre ellos trasvases, y se ha puesto en marcha de un programa para la supresión de salideros.
Según el vicetitular del INRH, se han disminuido los volúmenes de agua que se pierden a través de las conductoras, las redes de distribución y las intra-domiciliarias, además de los grandes canales de la agricultura.
Pero en la actualidad aún se fuga 45 por ciento del líquido bombeado por esos sistemas, precisó Salas. (2016)