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sábado, 20 de agosto de 2016

Rusia: tendencias que apuntan a una salida de la recesión

Por: José Luis Rodríguez

I

Durante el primer semestre del 2016, además de los problemas estructurales de larga data, varios elementos continuaron teniendo un notable impacto negativo en la economía de Rusia, entre los que se destacan las sanciones de Occidente derivadas del conflicto ucraniano y la abrupta caída de los precios del petróleo, tomando en cuenta que solamente esta última se estima ya ha provocado una pérdida de 220 000 millones de dólares hasta el pasado año, lo cual explica el 67% del shock que ha sufrido la economía entre 2014 y 2015.

Adicionalmente se ha extendido hasta agosto del 2016 el programa de sanciones que viene aplicándose contra Rusia por los sucesos de Ucrania desde el 2014.

No obstante, las medidas implementadas por Occidente y las contramedidas puestas en práctica por Rusia muestran efectos diversos. En tal sentido se aprecia una tendencia en algunos países de la Unión Europea que apunta a suavizarlas, presumiblemente debido al negativo impacto económico que las mismas provocan, ya que se calcula que los granjeros de la UE han perdido entre 15 y 20 000 millones de euros entre 2014 y 2015 debido a las sanciones. Mientras en Rusia el programa de sustitución de importaciones que se ha puesto en práctica, si bien no parece brindar todos los resultados previstos por falta de competitividad de un grupo de producciones, se ha logrado sustituir satisfactoriamente entre el 60 y el 70% de los alimentos sancionados.

El escenario internacional en la primera mitad del año no muestra modificaciones positivas apreciables, ya que continúa la política de la OTAN para acercar sus fuerzas a las fronteras de Rusia, lo cual incrementa las tensiones bélicas en esta zona del mundo. No obstante, la tensión entre Rusia y Turquía se ha reducido luego de fuerzas de este país derribaran un avión Su-24 el pasado año y el gobierno de Erdogan ofreciera disculpas oficiales por el incidente. El reciente encuentro entre el presidente turco y Putin ratifica esta tendencia.

En medio de esta situación se ha registrado un aumento del 7,5% en los gastos militares de la Federación Rusa en el 2015 en relación al año anterior, alcanzando los 91 081 millones de dólares a precios constantes del 2014, lo que representa un 4,5% del PIB. Este resultado evidencia que se mantiene el reforzamiento del poderío militar ruso, de acuerdo al programa aprobado hasta el 2020.

Por otra parte, el gobierno de Vladimir Putin ha continuado impulsando la Unión Económica Euroasiática y recientemente se ha anunciado que existen 40 estados que han mostrado interés en la misma. También en el Foro Económico de San Petersburgo el gobernante ruso anunció su intención de extender a diversos países de Asia esta entidad como parte de una política basada en el llamado “pivote asiático” de la política exterior rusa.

Sin embargo, los resultados del intercambio comercial con China que fue relanzado en el 2014, muestra una reducción del 28,6% el pasado año, en lo que incide la caída de los precios de las exportaciones rusas y la desaceleración en el crecimiento del gigante asiático.

II

Después de una caída del 3,7% del PIB de Rusia en 2015, los pronósticos de desempeño para el 2016 han ido mejorando ligeramente, pero se mantiene la caída de la economía también este año.
En efecto, el FMI pronosticó entre abril y mayo que el 2016 cerraría con un descenso de entre 1,5 y 1,8% en el PIB, pero este pronóstico mejoró al cierre del primer semestre cuando el mismo pasó a una contracción del 1%, cifra que coincide con las estimaciones del propio gobierno ruso. También se prevé una ligera recuperación, con un 0,8% de crecimiento para el 2017.
Otros indicadores revelan que el índice de precios al consumidor bajó de un crecimiento del 15,5% en 2015 a 8,4% este año y debe ser de un 6,5% en el 2017. Notablemente en agosto se ha registrado una disminución de los precios de los bienes de consumo, por primera vez desde 2011.Por otra parte, el saldo de cuenta corriente en relación al PIB desciende del 5% en el 2015 a 4,2% este año y se vuelve a incrementar a 5,1% el próximo año.
Un elemento de la mayor importancia es el crecimiento del déficit fiscal en este año, que de una previsión del 3% del PIB -basándose en un precio de 50 USD/barril de petróleo Brent y con un crecimiento del PIB de 0,7%- se espera se eleve al 4%, frente al 2,6% del 2015, lo cual coloca a la economía en una tensa situación financiera tomando en cuenta el cierre de los mercados internacionales de capital producto de las sanciones. Sin dudas la incidencia de los precios bajos en el petróleo –que cubren cerca del 50% de los ingresos del presupuesto- motiva que se emprendan dos caminos. Por un lado, se examina la posibilidad de reducir los gastos –donde se espera que no se afecte el presupuesto de la defensa- y por otro se exploran nuevas vías de financiamiento.
En relación a este último aspecto, no parece que los fondos de reserva puedan cubrir el financiamiento que se requiere , incluso se estima que los mismos pueden agotarse completamente en el 2017 si se mantiene la situación actual. La otra alternativa que se está manejando es privatizar una parte de los activos estatales con lo que se esperan recaudar unos 13 000 millones de dólares. En este proceso de privatización se incluyen empresas tan importantes como Rosneft (petróleo) y Sovcomflot (marina mercante). No obstante, se trataría de una privatización parcial, con ventas en torno al 20% del capital accionario donde se ha señalado por el presidente Putin que los compradores deben cumplir un conjunto de requisitos establecidos por el gobierno, tales como mantener los fondos bajo jurisdicción rusa.
La propia falta de financiamiento fue igualmente señalada al anunciarse en marzo del 2016 un nuevo plan anticrisis dirigido a adoptar medidas en apoyo a la población y a los sectores económicos más afectados, así como a emprender reformas estructurales.
En cuanto al desempeño de este año, ya durante los primeros meses se registró una caída del 1,1% en el PIB hasta abril, mientras que el impacto de la crisis hasta marzo mostraba una caída de un 1,2%. Igualmente mostraban contracciones la industria en un 0,6%; la formación bruta de capital fijo un 4,8%; las exportaciones un 31,9%; las importaciones un 14,6%; en tanto que solo crecía la agricultura un 2,9% y la producción de petróleo hasta mayo aumentaba un 3,5%.
Otros datos de interés destacan una disminución de la fuga de capitales en nueve veces, según información referida por el presidente Putin.
El impacto social de la situación económica –a pesar de algunas medidas adoptadas por el gobierno- ha sido significativo. En tal sentido cabe señalar que la tasa de desempleo aumentó a un estimado de 6,5% para el 2016, con notables diferencias regionales que se mantienen; el salario real continuará descendiendo este año, aún cuando se elevó a 7 500 rublos mensuales el salario mínimo, pero el umbral de pobreza sitúa como mínimo 9 776; finalmente el índice de pobreza alcanza el 13,4% de la población de un 11,2% anteriormente.
Un indicador donde se produjo un ligero avance fue en el Índice de Percepción de la Corrupción, en el Rusia pasó del lugar 35 al 48 entre los países más corruptos del mundo. En relación a este tema se han venido adoptando un grupo de medidas por el gobierno –como la prohibición a funcionarios públicos de poseer activos y cuentas en el exterior- pero aún se considera un problema serio y es clasificado como un tema de seguridad nacional por varios especialistas.
Las perspectivas para 2017 registran una posible recuperación del crecimiento, pero solo entre 0,8 y 1,0%, mientras que en el mediano plazo los ritmos de incremento del PIB se ubican entre 1 y 2%. Como se señala correctamente, la economía rusa no se encuentra al borde de un colapso, pero se prevén años de lenta recuperación, los que enfrentarán mayores dificultades en función de la lenta recuperación de los precios del petróleo y de las sanciones impuestas por Occidente.

Como se expresó en el análisis efectuado al cierre del 2015, en la actual coyuntura los obstáculos estructurales más graves que enfrenta el país se siguen concentrando en la alta dependencia de los precios del petróleo y otras materias primas, que explican alrededor del 60% de los ingresos por exportación; la visible vulnerabilidad financiera externa, que refuerza con los limitados flujos de inversión extranjera, la fuga de capitales y el endeudamiento del sector privado; y todo esto se ve intensificado por un visible nivel de corrupción, burocracia e inseguridad en los negocios.
Cierre de información: Agosto 15 2016.

Bibliografía

-Aleksashenko, Serguei (2016) “Is Russia’s Economy Doomed to Collapse?” July 1, 2016 in www.thenationalinterest.org
-BMI Research (2016) “Economic Analysis-Sovereign Profile Deteriorating Further In 2016” July 2016 in www.emergingeuropemonitor.com
-CISSTAT (2016) “Russian Federation Main Economic Indicators 2016” in www.cisstat.com
-IMF Moscow Office (2016) “Russian Federation Recent Economic Developments and Challenges”, April 2016 in www.imf.com
-IMF (2016a) “World Economic Outlook April 2016” in www.imf.com
-IMF (2016b) “Russian Federation Staff Concluding Statement at the 2016 Article IV Mission” May 19 2016 in www.imf.com
-SIPRI (2016) “Sipri Milex Data” en www.sipri.org
-Sputnik News (2016) “Realidad vs. Ficción: el Efecto Real de las Sanciones contra Rusia” Junio 9 de 2016, en www.mundo.sputniknews.com
-Sputnik News (2016a) “Putin: la economía rusa se estabilizó tras tocar fondo en 2015” mayo 20 de 2016 en www.mundo.sputniknews.com
-Sputnik News (2016b) “Putin: fuga de capitales de Rusia bajó en 9 veces” junio 17 del 2016 en www.mundo.sputniknews.com
-Transparency International (2016) “Corruption Perception Index 2016” in www.datosmacro.com

El primer bache de la reforma sanitaria de Obama

No hay ningún problema con el sistema de salud que no pueda arreglar un Congreso dispuesto a hablar


Un hospital en Texas, uno de los estados afectados por los problemas en el sistema asegurador de EE UU. BRANDON WADE REUTERS

PAUL KRUGMAN
20 AGO 2016 - 00:00 CEST

Han transcurrido más de dos años y medio desde que la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, también llamada Obamacare, entrase plenamente en vigor. Desde entonces, la mayoría de las noticias relacionadas con la reforma sanitaria han sido buenas, contrariamente a las sombrías predicciones de los agoreros de derechas. Pero esta semana han llegado noticias que sí son malas de verdad: Aetna, el gigante asegurador, ha anunciado que se retirará de muchos de los "intercambios", los mercados especiales de seguros creados por la Ley.

Esto no significa que la reforma vaya a fracasar. Pero sí están surgiendo algunos problemas reales. Se trata de problemas que sería relativamente fácil resolver si tuviésemos un sistema político normal, uno en el que los partidos puedan ponerse de acuerdo para hacer que funcione la Administración. Pero no se resolverán si elegimos a un presidente incapaz (aunque este recurriría a gente fantástica, los mejores, la mejor gente, créanme. O no). Y será difícil resolverlos incluso con una presidenta experta y competente, si se topa con la oposición devastadora de un Congreso hostil.

Esto es lo que ha pasado hasta ahora: desde que Obamacare entró plenamente en vigor en enero de 2014, han ocurrido dos cosas. Primera, el porcentaje de estadounidenses sin seguro sanitario ha caído en picado. Segunda, el aumento de los costes sanitarios se ha ralentizado considerablemente, de modo que está costándoles a los consumidores y a los contribuyentes menos de lo esperado.

Por otra parte, las cosas malas que se suponía iban a suceder no han sucedido. La reforma sanitaria no ha disparado el déficit presupuestario ni ha destruido puestos de trabajo en el sector privado. De hecho, el empleo ha crecido más deprisa desde que Obamacare entró en vigor que en cualquier otro momento desde la década de 1990. También hay cada vez más datos que indican que la Ley ha mejorado considerablemente la salud y la seguridad financiera de millones de estadounidenses, probablemente decenas de millones.

¿Cuál es el problema, entonces?

Pues bien, Obamacare es un sistema que depende de las aseguradoras privadas para ofrecer gran parte de su cobertura sanitaria ampliada (no toda, ya que una sanidad pública ampliada también representa una parte importante del sistema). Y muchas de estas aseguradoras privadas se encuentran ahora con que pierden dinero, porque resulta que los estadounidenses que antes no tenían seguro y ahora se han registrado en el sistema están más enfermos y necesitados de cuidados costosos de lo que pensábamos.

Algunas aseguradoras responden subiendo las primas, que al principio se encontraban muy por debajo de lo que esperaban los creadores de la Ley. Y otras aseguradoras sencillamente se salen del sistema.

En el caso de Aetna, hay motivos para pensar que influye también otro factor: el afán de venganza de la aseguradora, después de que las autoridades antimonopolio rechazasen una propuesta de fusión. Ese es un asunto importante, pero no crucial para la reforma sanitaria en general.

¿Y hasta qué punto es grave el problema?

Una gran parte del nuevo sistema funciona bastante bien (no solo la ampliación de la sanidad pública, sino también los intercambios basados en seguros privados, en estados grandes que intentan que la Ley funcione, como California). La mala noticia afecta sobre todo a estados poco poblados y/o con gobiernos hostiles a la reforma, donde la salida de las aseguradoras podría dejar a los mercados sin suficiente competencia. No sucedería en todo el país, pero sería un revés importante.

Sin embargo, sería bastante fácil arreglar el sistema. Parece claro que las subvenciones por la adquisición de un seguro, y en algunos casos las que reciben las propias aseguradoras, deberían ser algo mayores. Esta es una propuesta económicamente viable dado que hasta la fecha el programa ha costado menos de lo presupuestado, y fácilmente justificable ahora que sabemos lo mucho que algunos de nuestros conciudadanos necesitan la cobertura sanitaria. También habría que esforzarse más para conseguir que los estadounidenses sanos adquieran un seguro, como exige la ley, y no esperen a ponerse enfermos para hacerlo. Estas medidas contribuirían en gran medida a reencauzar el programa.

Y, aparte de todo eso, ¿qué hay de la sanidad pública?

La idea de permitir que el Gobierno ofreciese un plan sanitario directamente a las familias se descartó en 2010 porque las aseguradoras privadas no querían enfrentarse a esa competencia. Pero si a estas aseguradoras no les interesa en realidad ofrecer sus seguros, ¿por qué no dejar que intervenga el Gobierno (como de hecho propone Hillary Clinton)?

El obstáculo, por supuesto, es el Congreso: si los republicanos controlan una de las cámaras, es muy probable que hagan lo que mejor se les da: tratar de sabotear a una presidenta demócrata negándose a cooperar. A menos que un vuelco electoral permita a los demócratas hacerse con la Cámara de Representantes, o al menos contar con un respaldo popular mayoritario, las soluciones evidentes para la reforma sanitaria quedarán descartadas.

Dicho eso, todavía puede haber margen de acción en el plano ejecutivo. Y hay quien propone que los estados ofrezcan su propia cobertura sanitaria pública; si esta opción tuviese éxito, poco a poco podría convertirse en la norma.

Sea como sea, es importante ser conscientes de que, por lo que hemos visto hasta ahora, Obamacare no tiene ningún defecto que no pueda arreglarse fácilmente con un poco de cooperación entre ambos partidos. Lo único que dificulta esa cooperación es la capacidad de bloqueo de los políticos que quieren que la reforma fracase.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.

© The New York Times Company, 2016.

Traducción de News Clips.