Foto: Yander Zamora
29 agosto, 2016
El desarrollo es el producto de la contradicción, o mejor aún, de la solución de las contradicciones. Aunque, generalmente, la solución genera nuevas contradicciones. No les temamos, no queramos evitar que surjan, no las ocultemos, porque entonces las soluciones pudieran ser peor que las contradicciones mismas.
En medio de noticias sobre la posible desaceleración del ritmo de crecimiento de nuestra economía (2016 podría ser el primer año en más de veinte en que nuestra economía no alcance cifras de crecimiento del PIB positivas) otras informaciones nos llaman la atención acerca de las posibilidades y las incuestionables oportunidades que tiene el país de crecer.
Esta coincidencia, ya les digo, es una contradicción en sí misma.
Es cierto que el corto plazo parece verde, muy verde y duro, como esas guayabas que se arrancan a destiempo y a las que no hay manera de “meterle el diente”. Cierto es también que rezagos y falta de adecuación de las regulaciones lo pueden hacer más difícil de digerir. Sin embargo, vayamos a otras noticias recientes y veremos que hay esperanza:
- El turismo crece en el primer semestre un 12 por ciento, sobre un crecimiento parecido del primer semestre del año anterior y de un 17 por ciento del total del año 2015.
- El miércoles 31 de agosto reiniciarán las vuelos regulares entre Cuba y Estados Unidos.
- Los precios del petróleo se mantienen a la baja. Desde mediados de 2014 hasta la fecha, los precios del crudo bajaron más de la mitad debido a la abundante oferta, al igual que los precios de los alimentos (Cuba pudo destinar 218, 7 millones de dólares más a la importación de alimentos por esa ganancia) Ambos hechos casi parecen un regalo de dios para un país cuyas dos mayores facturas de pago en moneda extranjera son alimentos y combustible.
- La compañía Nespresso venderá café cubano en Estados Unidos.
- El turismo nacional se convierte en sucedáneo del extranjero durante la temporada baja turística de los meses de verano, en parte gracias a la emigración, pero también gracias a las remesas y los ahorros del sector no estatal.
- Varios países, de relevancia internacional, desean relanzar sus relaciones económicas con Cuba e incluso algunos de ellos han concedido nuevos recursos a las instituciones que proveen crédito a la exportación. Otros intentan estimular a sus empresas a que inviertan en estas tierras.
- Hace poco, una empresa australiana lanzó la noticia de posibles nuevos y significativos yacimientos de petróleo bajo el suelo cubano.
- Ninguno de los dos candidatos a Presidente de Estados Unidos ha declarado explícitamente que su intención sea endurecer el Bloqueo una vez que tome el control de la Casa Blanca.
Sí, son noticias alentadoras, pero, no obstante, existe la probabilidad que el país no crezca este año. ¡Qué contradicción!
Necesitamos hoy medidas anticíclicas que promuevan la inversión y generen empleo realmente efectivo. No estoy hablando de políticas de largo plazo. Hablo de ese corto plazo imprescindible que nos permite llegar al largo plazo.
Estoy pensando, sobre todo, en medidas que nos permitan generar incentivos reales al trabajo, en especial en aquellos sectores ligados a la generación de divisas (NO DE CUC) que con sus ingresos estimularían la demanda efectiva. Y algunas las podríamos tomar en sectores como la construcción, la explotación de recursos naturales y los servicios profesionales, para que, si hace falta importar fuerza de trabajo a Cuba, que sea porque en realidad no tenemos en el país a los cubanos suficientes.
Cuando pienso en medidas anticíclicas hablo también de aprovechar algunos elementos que ya tenemos: el entusiasmo por Cuba, el interés de invertir de muchas compañías extranjeras, las ganas de hacer de muchos cubanos que, de a poco y muchas veces contra la corriente, han convertido sus negocios en uno de los resortes importantes para el país.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.
El turismo es, aunque no lo queramos algunos economistas, el más evidente de todos los resortes que hoy por hoy, junto al capital humano (ese que estamos perdiendo) resultan incuestionables ventajas, incluso en el corto plazo, para impulsar el crecimiento económico del país.
La naturaleza nos puso en el Caribe, nos hizo la más grande de todas las Antillas, nos dio centenares de playas que las otras islas no tienen. La colonización española nos hizo de esa mezcla de razas y orígenes geográficos que nos moldeó como somos y la Revolución Cubana terminó de modelar el “sapiens cubanensis”, alegre y amigable, instruido, genéticamente muy hábil y listo, con una capacidad innata para vencer obstáculos, y una imaginación a prueba de Harry Potter. Esa combinación nos hace un destino turístico diferente en nuestra región.
Tenemos ya una capacidad instalada de más de 60 mil habitaciones; se aspira a más de 104 mil para 2030, miles de ellas en la capital del país y otras miles en locaciones remotas, como cayos e islas; se pretende construir más de diez campos de golf, decenas de instalaciones entre marinas y centros de buceos…
Hay que realizar un esfuerzo impresionante para lograrlo. Para este año solamente se espera construir 3 mil habitaciones nuevas. Según los datos de la ONEI, al cierre de 2015 el país tenía 66 mil 389, de las cuales 53 mil 396 eran habitaciones de hoteles. Hasta junio de 2016 las nuevas capacidades creadas no rebasaban las 700 habitaciones, así que llegar a las 3 mil exigirá un esfuerzo constructivo significativo, todavía más, si como sabemos, una parte importante de ese esfuerzo no depende solo de las entidades del turismo.
Entre el avión y el hotel, además, hay múltiples factores que pueden hacer que el por ciento de ocupación y repitencia de los viajeros se eleve o se reduzca.
Hoy desplazarse a cualquier punto del país desde otro punto es para cualquiera (turista o no) una gran odisea, todavía más si lo queremos hacer en una aerolínea nacional.
La frecuencia, puntualidad y confort de nuestras líneas aéreas nacionales y nuestros aeropuertos está, en una buena parte de ellos, alejada de los estándares internacionales. Cuando expongo este tema siempre me viene a la mente la escalera eléctrica, sin funcionar desde hace muchos años, de la terminal uno del aeropuerto internacional José Martí y su “especialmente diseñado, decorado y habilitado” salón de espera final, para no hablar de baños y climatización.
Desechemos el avión y tratemos de hacer el viaje por carretera: de una parte hay déficit evidente de autos para la renta, y también de ómnibus.
Esta situación es difícil de entender, pues la demanda está garantizada y los ingresos también. Pedir un crédito para elevar el parque de autos de renta (y de ómnibus) de forma rápida podría ser una fórmula, sabiendo que el turismo va a crecer en al menos un 12 por ciento y que esos autos se pagarán en apenas unos meses.
Por otra parte, nuestras carreteras dejan bastante que desear. Por ejemplo, quienes han transitado por la autopista nacional, en ese tramo que va de Jagüey Grande a Taguasco, se encontrará con innumerables sorpresas: desniveles, tramos largos donde la capa de rodamiento se ha perdido, vías que se estrechan y se ensanchan con solo un aviso apenas unos cien metros antes y sin avisos que les recuerden sistemáticamente a los choferes; la peligrosidad de la senda, falta de señales lumínicas en los separadores de senda, especialmente cuando las sendas se unen; la noche y su oscuridad impresionante como gran amenaza…
Si el turista quiere ir por carretera a Cayo Coco (allí hay un buen aeropuerto, por cierto) entonces de Taguasco a Ciego tendrá que hacer la ruta por la Carretera Central, ese monumento vial construido entre 1927 y 1933, en solo cuatro años, todo concebido por ingenieros y arquitectos cubanos y construido por obreros cubanos (ni caribeños, ni hindúes), igual que el Malecón de La Habana, la Vía Blanca y el puente de Bacunayagua…
Esa maravilla a la que le fue esquilmada la mitad de su presupuesto por el dictador Gerardo Machado, ha soportado una carga y un tráfico para el cual no fue diseñada, y lo ha hecho sin recibir los mantenimientos que merece. Ahora, póngase en la piel de los choferes poco diestros y los foráneos desconocedores y comprenderá lo peligroso que es recorrerla.
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida.
Si se sigue la ruta hacia los Cayos, de Ciego a Turiguanó es casi peor, dos sendas estrechas, en mal estado, con poca iluminación (¿no habrá por ahí un inversionista que quiera invertir en una fábrica de luminarias solares?) que se va quedando lejos de las necesidades de crecimiento turístico de ese polo. Igual parece que la va ocurriendo al pedraplén hasta la cayería, que se queda cada vez más estrecho ante el tráfico incrementado por el crecimiento en hoteles y habitaciones, y allí se ven curvas peligrosas, con déficit de señalética y con ausencia de luminarias solares en la mayoría de su trayecto desde su inicio hasta el último de los hoteles de Cayo Guillermo.
Las carreteras cubanas necesitan de cuidados y mejoras que no dependen del turismo, pero que podrían obtenerse con un impuesto dedicado exclusivamente a esas mejoras y que podrían generar proyectos de desarrollo local enganchados a un gran sector estratégico nacional.
No es el turismo solamente quien debe resolver estos asuntos, el turismo contribuye con sus ingresos, promocionando el destino Cuba, intentando dar un servicio de calidad que compita en la región del Caribe (algo de lo que aún está lejos, es cierto). La infraestructura vial rebasa al turismo pero el turismo la necesita y ya no para el largo plazo.
Es cierto también que hay muchas “bocas” dependientes de los ingresos del turismo, que dedicar una parte a infraestructuras de este tipo es quitarle “alimento” a alguna de esas bocas. Pero es una contradicción que hay que salvar, o permaneceremos estancados en un estatus que no conduce al desarrollo.