Pedro Monreal, Cuba Posible
septiembre 22, 2016
La economía cubana ha entrado en franco declive y el desplome no se evita con torneos intelectuales. No debería hacerse una gestión macroeconómica mutilada por razones doctrinarias. Todas las herramientas macroeconómicas disponibles para contrarrestar la posibilidad de una crisis en Cuba deberían ser desplegadas con un enfoque práctico en el corto plazo.
septiembre 22, 2016
La economía cubana ha entrado en franco declive y el desplome no se evita con torneos intelectuales. No debería hacerse una gestión macroeconómica mutilada por razones doctrinarias. Todas las herramientas macroeconómicas disponibles para contrarrestar la posibilidad de una crisis en Cuba deberían ser desplegadas con un enfoque práctico en el corto plazo.
Proyectar una imagen de racionalidad “técnica” de lo que se hace o deja de hacerse mediante decisión gubernamental, es casi siempre efectivo desde el punto de vista político. La posibilidad de presentar las medidas económicas como el resultado de un proceso despojado de componentes emocionales, que está basado en hechos y que puede ser explicado de manera lógica, tiende a conferirle una aureola de irrebatibilidad a las decisiones que se adoptan. Usualmente las personas se inclinan a pensar que las medidas pudieran no ser agradables, pero que no existen otras alternativas “técnicamente” viables[1].
Sin embargo, pudiera ser que la racionalidad “técnica” fuese un asunto mucho más complejo y conviene entonces tratar de esclarecer algunas aristas del tema. En ese sentido, al menos dos preguntas parecen ser relevantes para el caso de Cuba:
—¿Cómo deberían ser entendidas, desde una perspectiva “técnica”, las restricciones económicas anunciadas por el gobierno cubano el pasado 8 de julio de 2016?
—¿Son las restricciones adoptadas el resultado de una decisión “técnica” irrebatible, o existen otras alternativas técnicamente fundamentadas que no fueron aplicadas?
Poniendo la economía en un “coma inducido”
La revisión del plan de la economía nacional anunciada el pasado mes de julio aspira a reducir el crecimiento económico para el año 2016 a un nivel no especificado. En cualquier caso, sería menor que el modesto 2 por ciento inicialmente planificado y, probablemente, sería inferior al decepcionante 1 por ciento registrado durante el primer semestre de 2016. El gobierno cubano le ha dado un frenazo a la economía y no existe un pronunciamiento oficial acerca de cuándo, ni a cuál ritmo, el país retornará a la senda del crecimiento[2].
Oficialmente se estima que esa reducción del dinamismo económico permitiría capear una coyuntura temporal y externa, desatada por un descenso de los precios internacionales, que no es atribuible a la política económica nacional.
La economía cubana ha comenzado a transitar, como resultado de esa decisión de política macroeconómica restrictiva, hacia una fase de “enfriamiento” y lo ha hecho de una manera relativamente atípica. En este caso no se trata de solucionar los desbalances macroeconómicos de una economía “recalentada”, pues eso es algo que no sucede en Cuba desde hace bastante tiempo. Desde 2011 hasta 2015, el crecimiento promedio anual del Producto Interno Bruto (PIB) fue apenas del 2,8 por ciento; mientras que el “pico” de crecimiento del 4,3 por ciento, registrado en 2015, dista mucho de representar una economía “recalentada”[3].
No estamos, entonces, en presencia de un “enfriamiento” de la economía para resolver excesos de crecimiento. Se trata, más bien, de un “coma inducido” para paliar las insuficiencias de un tipo de crecimiento económico que todavía no ha logrado resolver dos problemas claves de sustentabilidad macroeconómica en Cuba: a) niveles adecuados de exportación y b) una demanda interna sólida.
Sin exportaciones suficientes —que en un país como Cuba cumplen una importante función como fuente de inversión y que, por tanto, son decisivas para el ritmo del crecimiento— y sin una demanda interna consistente —que le confiera estabilidad al crecimiento—, lo máximo a lo que puede aspirarse es a una política macroeconómica inconstante y vulnerable[4].
Las restricciones recientemente anunciadas han sido justificadas, fundamentalmente, a partir de un argumento en apariencia incuestionable: la respuesta “técnica” a un desequilibrio macroeconómico externo (evolución desfavorable de la balanza de pagos debido a la caída del valor de las exportaciones, unida a una menor disponibilidad de portadores energéticos) debe consistir en un ajuste macroeconómico recesivo basado en el control del gasto y en la caída de la demanda interna (reducción de importaciones y de inversiones). Se trataría de una prescripción macroeconómica relativamente habitual, si bien no está exenta de polémica.
En realidad, el asunto parece ser más complicado, pues se trata de un proceso que entraña riesgos considerables, dos de los cuales han sido comentados recientemente en Cuba Posible: la probabilidad de que, en vez de alcanzarse un crecimiento mínimo, lo que se produzca sea una contracción de la economía (una crisis); y, unido a ello, la improbabilidad de que el país cumpla el plan de desarrollo hasta el 2030 debido a una insuficiente tasa de inversión[5].
Las falsas ilusiones del ajuste recesivo.
Asumir que un “enfriamiento” de la economía cubana va a funcionar razonablemente bien, de acuerdo con un esquema prestablecido, es un supuesto problemático. Ni el manejo macroeconómico, ni la gestión del desarrollo, son ciencias exactas. Son procesos complejos en los que intervienen muchos factores imprevisibles. El riesgo de que el actual “enfriamiento” termine en una “pulmonía económica” no debe ser subvalorado.
Debe quedar claro que las medidas restrictivas comunicadas el pasado mes de julio son radicalmente distintas a las políticas de austeridad que se adoptan en la mayoría de los países que intentan responder a los desequilibrios macroeconómicos. A diferencia de las políticas de austeridad, que usualmente incluyen reducciones del gasto social y procesos de privatización de los bienes públicos, las restricciones informadas en julio no prevén reducciones en la inversión social en Cuba, ni implican dejación alguna de las funciones estatales en la provisión de bienes públicos fundamentales como la educación, la salud y la seguridad social.
El gobierno cubano ha expresado que las restricciones se diseñaron de tal manera que se preservarían los niveles de abastecimiento energético en el sector residencial y se aseguraría la capacidad de compra de la moneda nacional[6]. Es decir, se ha proclamado oficialmente el propósito de no utilizar la reducción del consumo social, ni del consumo de los hogares —dos grandes componentes del PIB—como mecanismos para alcanzar el equilibrio macroeconómico.
El ajuste macroeconómico se apoyaría, fundamentalmente, en una considerable contracción del 17 por ciento en la inversión, y en una prevista disminución de las importaciones del 3,3 por ciento[7]. Sin embargo, es probable que el “enfriamiento” de la economía cubana también termine afectando los niveles de consumo, aun cuando inicialmente ello no hubiese sido presentado como un componente importante del esquema general de las medidas. La pronosticada reducción del 7 por ciento del salario medio del sector empresarial sobre el nivel planificado para el año 2016, indica claramente tal probabilidad[8].
El diseño e implementación de esta reciente ronda de políticas restrictivas en Cuba refleja una serie de consideraciones que ciertamente rebasan los argumentos “técnicos” puros. La decisión acerca de “cortar” el gasto y la demanda interna se ha justificado a partir de una racionalidad “técnica” (gestión macroeconómica), pero la decisión respecto a “dónde cortar” se ha hecho tomando en cuenta determinados valores, particularmente la solidaridad y la justicia social; así como el criterio político de evitar, o de minimizar, privaciones económicas que pudieran afectar la estabilidad social y política del país, algo que tiene mucho valor en sí mismo y que, también, sería una condición ventajosa para asegurar la eficacia del traspaso generacional del poder político que deberá tener lugar desde ahora hasta el año 2021. Expresado en términos de una metáfora política actual, se trataría de evitar que las restricciones económicas pudieran convertirse en una “tormenta perfecta”.
Es comprensible que la narrativa oficial se oriente a proyectar una visión que trasmita un mensaje de tranquilidad y de certidumbre, en el sentido de que no se trataría de una crisis sino de una pausa menor y temporal en el crecimiento que, además, está siendo gestionada mediante un programa técnicamente sustentado. No obstante, cabe hacer dos observaciones puntuales:
a) Las medidas adoptadas consisten en un ajuste macroeconómico recesivo (una contracción deliberada de la demanda agregada), algo que es distinto a un simple “ajuste en la economía” (una formulación neutral) y muy diferente a la aplicación de un mero “ordenamiento de la economía cubana” (una formulación nebulosa)[9].
b) No parecen existir razones convincentes para asumir que podría evitarse que el “enfriamiento” derivase en una crisis económica[10].
Los vaivenes de la gestión macroeconómica en el período 2009-2014
El ajuste recesivo anunciado en julio de 2016 se encamina a disminuir la demanda agregada (lo cual reduce intencionadamente el crecimiento del PIB), para llevar las variables económicas principales a un nivel de equilibrio más bajo. La contracción inducida de la demanda (vía reducción de inversiones e importaciones) constituye el núcleo de la decisión que se ha adoptado.
En este sentido, existen dos asuntos que requieren atención. En primer lugar, el equilibrio macroeconómico no debe ser juzgado únicamente por lo que ocurra en un solo año o en plazos muy cortos (dos o tres años), sino que debe considerarse un ciclo económico más amplio. Las estadísticas oficiales muestran que la economía cubana experimenta fluctuaciones, con fases ascendentes y descendentes, debido a las modificaciones de las variables que influyen en el crecimiento. Una función central de la política macroeconómica es, precisamente, la de atemperar la volatilidad del crecimiento durante el ciclo económico, tratando de evitar los “picos” y los “valles” acentuados en la trayectoria del crecimiento. En segundo lugar, el equilibrio macroeconómico es importante pero no resuelve, por sí mismo, la posibilidad de alcanzar los niveles de crecimiento económico de entre 5 y 7 por ciento anual del PIB que el gobierno cubano considera apropiados.
En rigor, esa no es una tarea de la gestión macroeconómica. Debe ser resuelta fundamentalmente mediante políticas de cambio estructural que propicien el surgimiento de nuevas actividades, la innovación, el incremento de la competitividad, el empleo decente y las exportaciones. La llamada “diversificación” de las formas de propiedad y de gestión económica debería ocupar un lugar central en el cambio estructural. La posible expansión de la empresa privada nacional, un componente clave del proceso de cambios estructurales que requiere el país, es todavía considerada como un asunto periférico —para expresarlo en términos amables— en el contexto de los parámetros oficiales del cambio estructural.
En el plano de la gestión macroeconómica, después de haber tenido dos años consecutivos (2007 y 2008) con tasas de crecimiento menores que las del año inmediatamente precedente, pudiera afirmarse que la economía cubana inició un nuevo ciclo económico en 2009, con una fase ascendente que se extendió hasta 2012 y que se refleja en el siguiente gráfico[11]
Las principales características de esta fase ascendente del ciclo (2009-2012) fueron las siguientes:
—Tasa promedio anual de crecimiento del PIB relativamente baja (2,4 por ciento), en un contexto considerado como “un escenario no menos complejo y tenso” en comparación con periodos anteriores[12]. Esta fase ascendente coincidió con una etapa de alza de los precios del petróleo, la principal fuente de ingresos de Venezuela, el mayor socio económico de Cuba.
—La fase se inició con un extraordinario salto del 56 por ciento en el saldo externo de bienes y servicios, es decir, con una disponibilidad inusual de ingresos en divisas que se moderó en años posteriores[13].
—Esta fase incluyó el año 2011, considerado oficialmente como el primero de los cinco años contenidos en una proyección a mediano plazo que se caracterizaría por la introducción gradual de cambios estructurales y de conceptos en el modelo económico cubano[14].
—Reducida volatilidad del crecimiento, pues la diferencia que existió entre los niveles mínimos y máximos de la tasa de crecimiento anual del PIB, fue solamente de 1,6 por ciento. La variabilidad del crecimiento no representó un reto significativo para la gestión macroeconómica. El énfasis de la política macroeconómica consistió en favorecer equilibrios que pudieran sustentar tasas de crecimiento progresivamente más elevadas[15].
El año 2013 marcó el inicio de una fase descendente del ciclo que se mantuvo relativamente estable hasta el año siguiente, para luego entrar en un periodo de turbulencia macro-económica en 2015 (ver gráfico). Las principales características de esta fase descendente del ciclo fueron las siguientes:
— Breve duración de la fase (apenas dos años, 2013 y 2014).
— Tasa promedio anual de crecimiento del PIB relativamente baja (1,85 por ciento) que coincidió con una etapa de caída de los precios del petróleo.
— Contracción sostenida del saldo externo de bienes y servicios, con una consecuente reducción de la disponibilidad de ingresos en divisas del país[16].
— Volatilidad moderada del crecimiento. La diferencia entre los niveles mínimos y máximos de la tasa de crecimiento anual del PIB fue del 2 por ciento.
—Gestión macro-económica ineficaz, pues los resultados fueron inferiores a lo planificado.
a) El primer año de la fase descendente (2013) estuvo asociado a una política macroeconómica de corte expansiva, netamente anti-cíclica, que partía de reconocer una “crisis económica internacional de la que el país no escapa”. El plan anunciado a fines de 2012 se propuso elevar el crecimiento del PIB al 3,7 por ciento en 2013, en buena medida sobre la base de un salto previsto del 34 por ciento en las inversiones planificadas. Esa gestión macroeconómica naufragó, pues el crecimiento alcanzado del 2,7 por ciento fue inferior tanto a lo planificado como al crecimiento del año anterior[17].
b) El segundo año de la fase descendente (2014) se caracterizó por una política macroeconómica de corte opuesto a la del año anterior. Esa gestión macroeconómica restrictiva, inicialmente, se propuso una meta reducida de 2,2 por ciento de crecimiento del PIB, pero los decepcionantes resultados del primer semestre, con un crecimiento ínfimo del 0,6 por ciento condujeron a “darle otra vuelta a la tuerca” del ajuste macroeconómico, a mediados de año, con vistas a reducir el plan de crecimiento para 2014 hasta un nivel de 1,4 por ciento. La decisión tomaba en cuenta lo que se definió entonces como una “fuerte tensión financiera externa”. La reducción de la inversión fue un componente del ajuste, aunque su contracción no fue especialmente aguda; había disminuido en 1,8 por ciento en el primer semestre y, al finalizar el año, había acumulado una caída inferior al 5 por ciento. La gestión macroeconómica en el 2014 también zozobró, ya que el crecimiento al final del año solamente alcanzó un nivel muy reducido del 1 por ciento[18].
Gestión macroeconómica 2015-2016: el elefante en la habitación
El año 2015 representó una ruptura efímera de la mini-fase descendente 2013-2014. Se inició, entonces, una nueva fase del ciclo, difícil de encasillar todavía debido a la brevedad del tiempo transcurrido y a la falta de suficientes datos, pero que gráficamente ha adoptado un patrón de “montaña rusa”, con un “pico” y “valles” pronunciados. Las principales características de esta fase, que se extiende hasta el presente, han sido las siguientes:
—Acentuada volatilidad del crecimiento, ya que la diferencia entre los niveles mínimos y máximos de la tasa de crecimiento anual del PIB pudiera ser superior al 4 por ciento.
—El PIB dio un salto desde el “valle” registrado en 2014 para alcanzar un “pico” de crecimiento en 2015 del cual se ha desplomado bruscamente hacia un “foso” en 2016, que es aun inferior al “valle” de 2014 (Ver gráfico). Aquí hemos adoptado el pronóstico realizado por el economista Pavel Vidal de crecimiento cero o ligeramente negativo en 2016 y de una contracción económica de 2,9 por ciento en 2017[19].
—El incremento del PIB del 4,3 por ciento en 2015, ha sido el mayor alcanzado desde 2007. La explicación oficial de ese nivel de crecimiento relativamente alto se apoyó en cuatro factores: un anticipo de liquidez otorgado a las empresas para el financiamiento de importaciones, la contratación anticipada de créditos, la tendencia a la baja en los precios de las importaciones, y la implementación de los sistemas de pagos por rendimientos[20].
—Gestión macroeconómica errática reflejada en una oscilación extrema de los resultados.
a) El plan económico para 2015 se planteó alcanzar un crecimiento del 4 por ciento para revertir “las moderadas tasas anteriores y la tendencia a la desaceleración de los últimos años”. La gestión macroeconómica fue devuelta, de esa manera, a su modalidad expansiva de 2013, apoyada en la previsión de un saldo favorable en el balance de divisas convertibles que repercutiría en mayores niveles de importaciones de materias primas y de inversiones[21]. A mediados de 2015 se confirmaba un crecimiento del 4,7 por ciento para el primer semestre, lo cual pareció reafirmar la decisión de continuar una gestión macroeconómica expansiva, aunque se conocía que la balanza comercial —todavía positiva— tenía un nivel inferior a lo planificado y se reveló que el plan de inversiones no se cumpliría[22].
b) Contrastando con lo anterior, el plan para 2016 reflejó el retorno a una gestión macroeconómica restrictiva que pretendía lograr un relativo “enfriamiento” de la economía, lo cual se reflejaría en una menor tasa de crecimiento del PIB, del orden del 2 por ciento. El diseño de la política macroeconómica pareció expresar la admisión de que el crecimiento alcanzado el año anterior no era sostenible en un nuevo contexto que se avizoraba como “un año tenso en la disponibilidad de divisas”[23]. Aunque en aquellos momentos no se reconoció públicamente el hecho, la indetenible caída del precio del petróleo venezolano durante 2015, quizás debió haber tenido un peso en la decisión de moderar el crecimiento de Cuba en 2016. De manera interesante, el ajuste macroeconómico no incluyó, al principio, la contracción de una variable crucial como las inversiones, las cuales se planificaron para que superasen lo programado en 2015. A fines de ese año, la clave de la gestión macroeconómica para 2016 parecía descansar en una reducción moderada de las importaciones. La sintonización fina del crecimiento que se aspiraba alcanzar se apoyaba en cuatro supuestos básicos: aprovechamiento de menores precios de importación, utilización de los inventarios para reemplazar importaciones, inversiones para sustituir importaciones, y la posibilidad de lograr un “endeudamiento sostenible” de las importaciones (50 por ciento de las importaciones de 2016 serían financiadas con créditos)[24].
c) A semejanza de lo sucedido en 2014, la revisión de la política macroeconómica anunciada en julio de 2016 representó un “timonazo” en medio de un ajuste que ya era restrictivo. Se repite así el mismo patrón de la revisión a medio camino de un plan que se hizo inviable muy rápidamente porque las previsiones iniciales estuvieron equivocadas. La diferencia crucial es que en julio de 2016 la revisión incluyó una importante modificación en el manejo de la inversión, una variable macroeconómica fundamental para el crecimiento. Del plan inicial de incrementarla se pasó, en apenas seis meses, a decidir una contracción sustancial del 17 por ciento respecto a lo previsto[25]. Una reducción de tal nivel de la inversión representa, de hecho, la adopción de un plan distinto.
Todavía no existen datos suficientes para poder debatir este punto en extenso, pero la noción que parecía reflejarse en el plan develado a fines de 2015 (de que bastaba diseñar una sintonización fina de la macroeconomía en 2016), parece haber representado un serio error de planificación. Venezuela, el principal socio económico de Cuba, se encontraba en una situación de “caída libre” del PIB en 2015, y ya desde diciembre de ese año la CEPAL había pronosticado que empeoraría aún más en 2016, con un decrecimiento del 7 por ciento[26].
En julio de 2016 quedó totalmente claro lo que debió haber sido evidente desde diciembre de 2015: una sintonización fina de la gestión macroeconómica en 2016 no era suficiente para sostener el crecimiento económico del país en un contexto de desplome de la economía venezolana[27]. El elefante estaba en la habitación, pero por alguna razón fue ignorado o pasó inadvertido.
Hacia una urgente gestión macroeconómica integrada.
Es discutible el acierto “técnico” de las medidas restrictivas anunciadas en julio de 2016, especialmente por dos razones. En primer lugar, no parecen haberse adoptado acciones macroeconómicas compensatorias de tipo anti-cíclicas (al menos estas no han sido informadas públicamente), para tratar de contrarrestar parcialmente la contracción de la demanda. En particular no se observa un conjunto coordinado de medidas internas y externas para favorecer la transformación del ahorro en inversión.
La evidencia fragmentada que está disponible públicamente parece indicar que se han hecho gestiones que pudieran captar ahorro “externo” y generar ingresos por exportaciones, pero no se conocen los detalles acerca de si ello permitiría “adicionar” inversión en plazos cortos al monto planificado, o si se hizo fundamentalmente para “asegurar” (no para aumentar) el monto ya reducido que se había planificado para la inversión[28]. En el plano interno existen variables, como el ahorro asociado a las remesas, donde una gestión macroeconómica activa para convertirlas en inversión parece no estar priorizada.
En segundo lugar, tampoco se implementaron acciones significativas “por el lado de la oferta”, que hubiesen facilitado el manejo de las variables macroeconómicas en el corto plazo. Tales carencias limitan la gestión macroeconómica, pues esta no puede funcionar con efectividad si se encuentra aislada de otros componentes de la política económica.
La política macroeconómica del país no integra de manera coherente el potencial del sector privado. Vale recordar que, desde hace varios años, el sector privado nacional es el mayor creador de empleo neto en Cuba; o sea, que ha sido el sector privado el que ha garantizado el dinamismo de la única fuente de valor del país: la utilización de la fuerza de trabajo. En cambio, el sector estatal destruye empleo neto a razón de 94,000 puestos como promedio cada año, en tanto el sector cooperativo apenas crea empleo neto en el país[29].
En el caso de Cuba, es evidente que ya el sector privado funciona como un mecanismo ágil para la transformación del ahorro en inversión, algo que además de su efecto en el desarrollo a largo plazo, también puede funcionar como un mecanismo macroeconómico compensatorio en el corto plazo. Es un sector que debería ser incorporado a la gestión macroeconómica, pues involucra variables macroeconómicas claves como la demanda, el ahorro y la inversión, en escalas que no pueden ser ignoradas.
Un área de política macroeconómica donde el sector privado pudiera ser particularmente efectivo sería en la conversión de las remesas familiares en inversión, lo cual pudiera tener un efecto compensatorio favorable para el crecimiento. Obviamente, el peso del sector estatal será decisivo en la política macroeconómica nacional, pero ello no es antagónico con un modelo de gestión macroeconómica que pueda conjugar el manejo de variables económicas de todos los sectores de propiedad.
Si actualmente el sector privado —que ya existe y que contribuye positivamente al bienestar— no puede ser aprovechado coherentemente en la gestión macroeconómica del país, se debe a que todavía existen muchas restricciones para la operación de ese sector. Si se modificasen esas circunstancias —algo que “técnicamente” no es muy complicado—, el proceso pudiera alcanzar mayor escala y dinamismo. Queda claro que la dificultad es de tipo política, pero ese es precisamente un problema cuya solución pareció haberse intentado encaminar durante el pasado VII Congreso del PCC, aunque sin resultados apreciables hasta el momento.
Para despejar cualquier duda posible, la decisión respecto a la necesidad de legalizar la empresa privada nacional no es una idea “externa” al actual sistema político cubano. Es una noción contenida en el Informe Central al VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Cuenta con respaldo político programático. No es una mera ocurrencia aislada de un grupo de individuos.
Los ritmos y las secuencias del ciclo económico no van a adaptarse, ni van a plegarse, a los debates ideológicos que pudieran existir en el país. La economía cubana ha entrado en franco declive y el desplome de una economía no se evita con torneos intelectuales. No debería hacerse una gestión macroeconómica mutilada por razones doctrinarias. Todas las herramientas macroeconómicas disponibles para contrarrestar la posibilidad de una crisis en Cuba deberían ser desplegadas con un enfoque práctico en el corto plazo.
Notas:
[1] Se parte del supuesto de que toda medida económica de política pública es de naturaleza esencialmente política y no “técnica”. Lo que he deseado destacar aquí es que la propia racionalidad de la política favorece regularmente una presentación “técnica” de sus decisiones, casi siempre para tratar de atenuar sus aspectos controversiales.
[2] Rosa Miriam Elizalde, José Raúl Concepción, Ismael Francisco, y Ladyrene Pérez, “Marino Murillo: Vienen ajustes en la economía, sin afectar servicios fundamentales a la población”, Cubadebate, 8 de julio 2016, http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/07/08/marino-murillo-vienen-ajustes-en-la-economia-sin-afectar-servicios-fundamentales-a-la-poblacion/#.V7xDd2cQZaQ
[3] Cifras tomadas de José Luis Rodríguez, “Complejidades y perspectivas de la economía cubana en 2016-2017 (I)”, Cubadebate, 2 agosto 2016,http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/08/02/complejidades-y-perspectivas-de-la-economia-cubana-en-2016-2017-i/#.V72TGmcQZaQ
[4] En las pequeñas economías exportadoras como Cuba, el ahorro nacional no se transforma automáticamente en inversión, es decir, en gastos en “bienes de capital” (planta, maquinaria, y materias primas) que permiten aumentar el PIB. Ello se debe al carácter incompleto de una oferta productiva nacional que, al no generar un surtido amplio de “bienes de capital”, imposibilita que una buena parte del ahorro en moneda nacional se materialice automáticamente en inversión productiva. Esos “bienes de capital” deben ser adquiridos en mercados extranjeros de manera que para poder “cerrar el ciclo” ahorro-inversión se necesitan divisas. Estas pueden tener varias fuentes, siendo el saldo positivo neto de exportaciones de bienes y servicios (exportaciones mayores que las importaciones) una de sus fuentes principales. En ese sentido, en economías como la cubana, las exportaciones netas desempeñan una función directa en la inversión.
[5] Pavel Vidal, “El shock venezolano y Cuba: crónica de una crisis anunciada”, Cuba Posible, 21 de julio de 2016, http://cubaposible.net/articulos/el-shock-venezolano-y-cuba-cronica-de-una-crisis-anunciada-2-aa6-7-2aa-aaaa-7; y Pedro Monreal, “El plan de desarrollo hasta 2030: ¿cuadran los plazos y las cuentas?”, Cuba Posible, 20 de julio de 2016, http://cubaposible.net/articulos/el-plan-de-desarrollo-hasta-2-3-cuadran-los-plazos-y-las-cuentas-2-aa6-7-2-3-7
[6] Rosa Miriam Elizalde, José Raúl Concepción, Ismael Francisco, y Ladyrene Pérez, Op. Cit.
[7] Granma, “Afectar lo menos posible los servicios a la población” (intervención de Marino Murillo Jorge, vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro de Economía y Planificación, en el VII Período Ordinario de Sesiones de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de las Convenciones, el 8 de julio de 2016). Granma, 9 de julio de 2016,http://www.granma.cu/cuba/2016-07-09/afectar-lo-menos-posible-los-servicios-a-la-poblacion-09-07-2016-00-07-36; también puede consultarse José Luis Rodríguez, “Complejidades y perspectivas de la economía cubana en 2016-2017 (II)”, Cubadebate, 8 de agosto 2016,http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/08/08/complejidades-y-perspectivas-de-la-economia-cubana-en-2016-2017-ii/#.V72SCWcQZaQ
[8] Cifra tomada de José Luis Rodríguez, “Complejidades y perspectivas de la economía cubana en 2016-2017 (II)”, Cubadebate, 8 de agosto 2016, Op. Cit.
[9] Rosa Miriam Elizalde, José Raúl Concepción, Ismael Francisco, y Ladyrene Pérez, “Marino Murillo: Vienen ajustes en la economía, sin afectar servicios fundamentales a la población”, Cubadebate, 8 de julio 2016, http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/07/08/marino-murillo-vienen-ajustes-en-la-economia-sin-afectar-servicios-fundamentales-a-la-poblacion/#.V7xDd2cQZaQ; Yudy Castro Morales y otros, “Ordenamiento de la economía en el segundo semestre”, Granma, 5 de julio de 2016,http://www.granma.cu/cuba/2016-07-05/ordenamiento-de-la-economia-en-el-segundo-semestre-05-07-2016-02-07-09
[10] No afirmo que irremediablemente vaya a producirse una crisis. Simplemente considero que existen probabilidades de que ello suceda. Lo que no observo es un argumento oficial público que, de manera convincente, permita descartar la probabilidad de una crisis.
[11] Los datos económicos de Cuba fueron tomados de los Anuarios Estadísticos de Cuba, correspondientes a las ediciones 2012 y 2015. La información relativa a los precios de la cesta petrolera de Venezuela corresponde a la información oficial aportada por el Ministerio del Poder Popular de Petróleo del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Verhttp://www.mpetromin.gob.ve/portalmenpet/secciones.php?option=view&idS=45
[12] Raúl Castro Ruz, “Discurso pronunciado en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular”, 18 de diciembre de 2010,http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2010/esp/r181210e.html
[13] Medido por la tasa de crecimiento a precio constante de 1997 del indicador “Exportaciones menos importaciones”, Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Anuario Estadístico de Cuba. Edición 2015. Tabla 5.17 – Saldo externo de bienes y servicios.
[14] Ibídem.
[15] Un interesante análisis de la parte inicial de esta fase puede ser consultado en: Juan Triana, “Cuba 2010-2011: del crecimiento posible al desarrollo necesario”,https://www.nodo50.org/cubasigloXXI/economia/triana_301111.pdf
[16] Reducciones del saldo de exportaciones y servicios de -7,7% en 2013 y -6,1% en 2014. Medido por la tasa de crecimiento a precio constante de 1997 del indicador “Exportaciones menos importaciones”, Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Anuario Estadístico de Cuba. Edición 2015. Tabla 5.17 – Saldo externo de bienes y servicios.
[17] Cubadebate. “Parlamento cubano aprueba plan económico y presupuesto para 2013”, 13 diciembre 2012, http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/12/13/parlamento-cubano-aprueba-plan-economico-y-presupuesto-para-2013/#.V-EU22cQZaQ
[18] José Luis Rodríguez, “Revisando estadísticas recientes de la economía cubana”, 13 de octubre 2014, El Economista de Cuba (edición online),http://www.eleconomista.cubaweb.cu/2014/nro479/estadisticas.html; y “La economía cubana entre 2013 y 2014”, Cubadebate, 28 mayo 2014, http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/05/28/la-economia-cubana-entre-2013-y-2014/#.V-EXoGcQZaQ . El indicador de reducción de la inversión en 2014 que se ha utilizado es la contracción de 4,9% en la formación bruta de capital, medida a precios constantes de 1997. Ver Tabla 5.3 “Oferta y Demanda Global – A precios constantes de 1997” del Anuario Estadístico de Cuba. Edición 2015.
[19] Pavel Vidal, “El shock venezolano y Cuba: crónica de una crisis anunciada”, Cuba Posible, 21 de julio de 2016. Op. Cit.
[20] Rafael Arzuaga e Ismael Francisco. “Ratifica Asamblea Nacional que economía cubana crece un 4 por ciento este 2015”, 29 diciembre 2015, http://www.cubadebate.cu/noticias/2015/12/29/ratifica-asamblea-nacional-que-economia-cubana-crece-un-4-por-ciento-este-2015/#.V-EeLWcQZaQ
[21] Leticia Martínez Hernández, “Economía cubana avizora mayores crecimientos en el 2015”, 30 de noviembre de 2014, http://www.granma.cu/cuba/2014-11-30/economia-cubana-avizora-mayores-crecimientos-en-el-2015
[22] Granma, “La planificación es ante todo equilibrio macroeconómico y proyección de desarrollo” (reportaje sobre la intervención de Marino Murillo Jorge sobre la ejecución del Plan de la Economía durante el primer semestre de 2015), 15 de julio de 2015, http://www.granma.cu/cuba/2015-07-15/la-planificacion-es-ante-todo-equilibrio-macroeconomico-y-proyeccion-de-desarrollo
[23] Rafael Arzuaga e Ismael Francisco. Op. Cit.
[24] Ibídem.
[25] José Luis Rodríguez, “Complejidades y perspectivas de la economía cubana en 2016-2017 (II)”, Cubadebate, 8 de agosto 2016, Op. Cit.
[26] Posteriormente, CEPAL revisó aún más hacia la baja sus estimados para el crecimiento venezolano, estimándose que la contracción del PIB de Venezuela será del 8% en 2016. Ver, CEPAL, “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2016: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los desafíos del financiamiento para el desarrollo”, julio de 2016,http://www.cepal.org/es/publicaciones/40326-estudio-economico-america-latina-caribe-2016-la-agenda-2030-desarrollo#
[27] Pavel Vidal, “El shock venezolano y Cuba: crónica de una crisis anunciada”, Cuba Posible, 21 de julio de 2016. Op. Cit.
[28] Por ejemplo, los foros empresariales Cuba-Irán (agosto de 2016) y Cuba-Quebec (septiembre de 2016) pudieron haber representado oportunidades económicas no solamente a mediano y largo plazo (desarrollo) sino también a corto plazo (gestión macroeconómica), pero no existen detalles concretos respecto al impacto real que pudieron haber tenido en el plano de la política macroeconómica del país.
[29] Consúltese el capítulo 7 “Empleos y salarios” del Anuario Estadístico de Cuba. Edición 2015. Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Cuba. http://www.one.cu/aec2014.htm