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viernes, 30 de septiembre de 2016

Epidemia de bancarrotas asola a Estados Unidos

Por Marco Antonio Moreno

La economía de EEUU no va tan bien como parece a primera vista. La política crediticia poco perspicaz de la Reserva Federal ha provocado una enorme ola de quiebras de corporaciones norteamericanas. 

Actualmente, un 'tsunami' de bancarrotas está azotando a las empresas del país pese a la aparente buena situación en el mercado de valores. De acuerdo con los datos del Instituto Americano de Bancarrota y la compañía Epiq Systems, en agosto, el número de peticiones de quiebra aumentó en un 29% en comparación con el mismo mes del año anterior. Este incremento se debe a la conducta no muy inteligente de la Reserva Federal estadounidense, que ha venido implementando durante varios años una política de intereses bajos y créditos baratos. Como resultado, hasta julio de 2016, los bancos del país concedieron préstamos a las corporaciones por un monto de más de dos billones de dólares. Esta cifra es un 30 % mayor que la de 2008, año en que explotó la enorme burbuja financiera, provocando el caos en los mercados bursátiles de todo el mundo.

 En cuanto a la situación de hoy, las quiebras actuales indican que estamos aproximándonos al fin de otro ciclo crediticio, puesto que las compañías ya no pueden afrontar sus grandes deudas. Durante largos años, los empresarios creyeron las promesas de Wall Street de que pronto arribarían los buenos tiempos y se dejaron atraer por los cantos de sirena de los créditos a bajo interés. De manera que no es sorprendente que las empresas hayan solicitado y adquirido tantos créditos que ya no pueden soportar. Ahora todas ellas están recogiendo los frutos de su conducta, dado que el paraíso prometido no ha llegado. Paralelamente, las deudas acumuladas arrastran a las empresas al precipicio. Prueba de ello es la epidemia de bancarrotas que sufre Estados Unidos.

Una luz al final del túnel de la agricultura

Por Fernando Ravsberg



Foto: Raquel Pérez Díaz

La Finca Marta está a unos 20km de La Habana, era un lomerío de tierra compacta, llena de piedras, tupida de marabú y sin agua, había que ser muy ignorante o estar extremadamente loco para pensar que allí podría funcionar un proyecto de agricultura ecológica y autosustentable.

Contra todos los pronósticos, 4 años después se ha convertido en una de las tierras más productivas, ecológicamente sustentable y donde los obreros agrícolas reciben mayores salarios. Producen unos 60 tipos de productos diferentes y los comercializan sin intermediarios.

La locura estuvo a cargo de Fernando Funes y su esposa. El dejó la agricultura teórica, es un ingeniero agrónomo doctorado en Holanda, y ella renunció a su trabajo en la cadena hotelera Meliá. Me cuentan que se sintieron saltando al vacío pero cayeron de pie.

Tardaron 7 meses en abrir su pozo de agua rompiendo la roca a mano, armados tan solo de una barreta. Lo primero que comercializaron fueron los mangos, apenas pudieron llegar a ellos y cosecharlos tras abrirse paso a machetazos entre el marabú.

La agricultura cubana ha sido un fracaso para la vida de los cubanos. Durante la colonia acabó con la naturaleza y con la vida de cientos de miles de esclavos. En la república se sustentó en la miseria a los trabajadores agrícolas y en el socialismo resultó improductiva.

He decidido poner integra la entrevista con este hombre que ha sido capaz de unir la ciencia más avanzada con la tradición campesina para alcanzar, en un pedacito de tierra, una prosperidad que es vital para la nación, en un momento en el que la crisis de la agricultura parece endémica.

P: ¿Como se llega de la agricultura teórica a la agricultura práctica?

R: Yo pienso que es como un salto al vacío porque la teoría está encerrada entre cajones. La teoría te lleva a entender el mundo en pedazos, trata de simplificar lo más posible para entender la vida. En cambio la práctica es multidimensional, multidireccional, es compleja.

Una de las motivaciones para desarrollar este proyecto es poder entender la agricultura desde dentro, desde sus propias contradicciones, desde sus propios retos. En los 90 yo investigaba los sistemas integrados, creía que pensaba holísticamente, multifuncionalmente pero me daba cuenta de que había un vacío grande, entre la ciencia sobre la agricultura como proceso biofísico y los elementos socioeconómicos.

P: ¿En que consiste el proyecto en sí, como lo sintetizarías?


Abono natural para la agricultura ecológica. Foto: Raquel Pérez Díaz

R: Estamos tratando de demostrar desde la práctica la validez de las teorías. Es un intento de desarrollar alternativas para mejorar la esencia de la agricultura de cara a mejorar la calidad de vida de la población, en particular de la población rural.

P: ¿Cuantas hectáreas tienes?

R: La finca son 8 hectáreas pero nuestras abejas exploran 3 km a la redonda. Los límites de una finca son muchas veces imaginarios.

P: ¿Que resultados han tenido?

R: Muy satisfactorios, hemos visto al niño nacer, gatear, caminar y ya corre. Lo cuidamos con mucho tesón en familia, porque sin un enfoque familiar no puede hacerse. Desde el principio, cuando esto era un área salvaje trabajamos juntos porque creemos que estamos haciendo algo para el bien de la familia y de la sociedad.

Después han llegado los trabajadores y de alguna forma se han convertido en parte de la familia. Primero éramos 2 locos cavando un pozo y ahora tenemos 16 personas motivados por el proyecto y no solo por el dinero que ganan. Ellos ven la mejoría constante y la creación.

P: ¿Que producen?

R: El sistema es diversificado, incluye frutales, ganadería, cultivos varios y hortalizas. Esta última se ha convertido en algo fundamental para valorizar lo que hacemos. La diferencia entre la agricultura tradicional y lo que hacemos nosotros es el vínculo con los mercados. Y para satisfacer las expectativas de la gente hay que valorizar lo que se hace, hay que vender y ganar dinero.

Las ganancias están en función de varios objetivos, para reinvertir en el propio sistema, preservar el ambiente, crear mejores condiciones para los trabajadores.

P: ¿Cuanto reinvierten?

R: En los primero años no podíamos reinvertir nada pero ahora reinvertimos alrededor de un 30%. Hoy por ejemplo estamos aumentando los salarios cada 6 meses, en la misma medida en que aumentamos la producción y logramos mejores ventas. Pagamos la seguridad social de todos los trabajadores y un día de vacaciones por mes.

P: Imagino que da para mantener a tu familia también…

R: Cuando mi esposa te dice que dejó su trabajo en Meliá te está diciendo cuan sustentable es la finca.

Estamos desarrollando diversas actividades, la apicultura por ejemplo da buenos ingresos, la ganadería de carne y leche no da buenos ingresos pero nos mantiene el consumo de leche para la familia y los trabajadores. Además, las vacas producen estiércol y con eso hacemos biogás para todas las necesidades de la cocina de la finca. Tenemos incluso un refrigerador de biogás y también lo usamos para lámparas cuando hay apagones. 13 animales nos dan más estiércol de que necesitamos para producir gas. Bombeamos el agua con energía solar. Tratamos de cerrar el ciclo completo para alcanzar la sustentabilidad.

P: ¿Que elementos hay que tener en cuenta para crear un sistema agrícola eficiente y sustentable?

R: Hay tres elementos: el ciclo de los nutrientes, el ciclo de la energía y el ciclo del agua. Pero en sentido general los sistemas productivos son poco integrados, son meramente extractivos, tratan de sacar lo más posible de cada ciclo. Y la mayoría de los sistemas agrícolas no tienen la capacidad de capturar la energía que circula (solar, biomasa o viento). Entonces recurren a los combustibles fósiles y a los fertilizantes sintéticos que encarecen el proceso, lo hacen dependiente del exterior y le impide crecer desde dentro.



Las piedras que pudieron ser una dificultad para la agricultura, en la finca sirvieron para construir. Foto: Raquel Pérez Díaz

P: ¿Como resuelven el problema de las nutrientes en un suelo tan pobre como el cubano?

R: Esta finca tiene uno de los peores suelos de Cuba, mi padre creía que estaba loco, me decía: tienes los suelos más infértiles, es muy pedregoso, con muchas lomas y no había agua. Tenía todos los inconvenientes posibles para la agricultura pero yo creo que en cualquier lugar de Cuba puedes hacer un paraíso, un sistema productivo altamente eficiente.

No basta con tener los recursos, hace falta diseñar un sistema que te permita capturarlos, transformarlos y utilizarlos. El caso de los nutrientes por ejemplo es un camino largo. Lo primero fue limpiar el terreno de marabú, identificar las áreas donde trabajaríamos, los suelos más fértiles, los más manejables, los más cercanos, como el área de hortalizas.

Para el tema de los nutrientes tienes que saber cuáles son los cultivos que más extraen nutrientes de la tierra y allí reforzar. Localizamos varias fincas ganaderas en los alrededores con estiércol acumulado desde hace 20 años y se lo estamos comprando, ellos están felices y nosotros también.

Tenemos un área de forraje que regamos con el sobrante del biodigestor, así incrementamos la capacidad productiva en la medida en que fertilizamos el área de forraje. Lo metemos en tanques y los trasladamos a mano puede parecer precario pero la precariedad a veces nos conduce a la prosperidad. Hace 150 años en Holanda vivían en la misma casa con los animales para tener calor.

P: ¿Como se conocerá tu experiencia?

R: Mis colegas y mi papá estaban preocupados porque yo me iba a enterrar en el campo. Sin embargo, en estos 4 años he podido ver que el impacto mediático del proyecto tiene mucha más difusión que los artículos que yo publicaba desde la academia. Mis publicaciones científicas las habían leído 1200 personas pero por la finca han pasado miles. Hubo muchas publicaciones y cada vez tenemos más espacio para transmitir lo que hacemos. Este año empezamos una serie de talleres con niños, con científicos y con personas de la zona. Vamos a diseñar sistemas de distribución para el territorio, ya tenemos un proyecto de desarrollo local. Queremos contactar a los que viven aquí con las autoridades locales, con las nacionales, con las ONG y con empresas comerciales. Combinar estos 4 actores es la clave para un desarrollo sustentable.

P: ¿Uno de los ministerios con más burócratas en Cuba es el de la agricultura, como lidias con ellos?

R: Como filosofía yo no veo obstáculos porque a veces estos son imaginarios. No hay obstáculo que no puedas vencer si te lo propones. Cuando llegué aquí nadie me hacía caso, este era un lugar abandonado y me puse a cavar a mano un pozo en la roca durante 7 meses. Ese pozo se convirtió en una metáfora, un aprendizaje, demostró la decisión de lo que estábamos dispuestos a hacer. Nos decían que estábamos locos, que aquí no había agua y hoy nos da más de la que necesitamos para toda la finca. Lo hicimos y así creamos prosperidad porque esta no llega sola, hay que construirla igual que el pozo. La burocracia en todo el mundo retarda muchos procesos pero uno tiene que tener los grados de libertad mental para entender que la burocracia es franqueable. Colándote por las grietas que deja puedes demostrar desde la práctica que esa burocracia era disfuncional.

P: Sin embargo, la agricultura depende de los insumos que esa burocracia le niega.


Fernando Funes y un pocero tardaron 7 meses en abrir su pozo de agua rompiendo la roca a mano, armados tan solo de una barreta. Foto: Raquel Pérez Díaz

R: Es que para nosotros los insumos no son una aspiración porque los químicos no nos sirven en nuestro sistema ecológico. Nos basamos en los recursos locales y logramos así enriquecer el proceso mucho más. Ahora vamos a recibir una donación de la embajada de Japón a partir de que se dieron cuenta del impacto de lo que estamos haciendo. Vamos a importar desde México las cosas que necesitamos para seguir avanzando. Compraremos un molino de viento para bombear agua y una máquina para hace canteros. Hasta ahora hacíamos los canteros a mano pero si no los hubiéramos hecho así, no tendríamos hoy el apoyo de Japón.

P: ¿Crees que la gente en Cuba pueda volcarse al campo?

R: Yo estoy consciente de que no mucha gente está dispuesta a “cavar el pozo” pero una vez que lo ve abierto muchos se dan cuenta de que es posible. Irse al campo tiene que ser algo natural, guiado por los deseos de las personas. Para lograrlo hace falta una nueva ruralidad que conecte mejor a la ciudad y el campo. Que se revalorice la vida en el campo como vida más sana, como empoderamiento y enriquecimiento. La revolución cubana ha dejado valores éticos y culturales que no van a desaparecer como mismo no desapareció lo generado por la cultura antes de la revolución. Y nosotros queremos también sembrar en esta región una forma de hacer las cosas.

P: ¿Es factible la agricultura ecológica a gran escala en Cuba?

R: Bueno llevamos 20 años luchando por eso y hoy somos menos ecológicos que entonces. Con la crisis económica hubo un renacer, como resultado de las dificultades la gente fue a cómo hacer producir la tierra con sus propios esfuerzos. Pero todo eso se ha ido perdiendo en la medida en que mejoró la situación económica porque no hubo una política suficientemente fuerte ni una estructura para multiplicar esas prácticas. Y también la mentalidad de los agricultores y de los políticos agrícolas es industrial, de monocultivo, la que arrastramos desde hace 400 años. Hay que cambiar la conciencia hacia una alimentación más sana y diversa, no por decreto sino por desarrollo de las ideas de la gente.


La Finca Marta está a unos 20km de La Habana, esta a cargo de Fernando Funes y su esposa, Claudia Álvarez Foto: Raquel Pérez Díaz

P: ¿Para poder mantener esta finca tienes que vender a precios muy altos?

R: Hay que vender y valorizar el trabajo del campo. El sistema agrícola está ligado al mercado y a que la gente que vive en el campo no quiere vivir precariamente. Para nosotros vender es un elemento fundamental, hay una demanda a la que tenemos que enfocarnos. Cuando llegamos no había nada que vender, en cuanto los mangos empezaron a producir los empezamos a vender en la puerta de nuestra casa en la ciudad. Después los hacíamos lascas y los vendíamos en tanquetas. Igual con los aguacates. Con los cocos empezamos a hacer leche y a vender también la masa y el coco entero. Más tarde nos metimos en la apicultura, una colmenita que se convirtió en 5 y hoy son 75. Vendimos hace poco casi U$D 1000 de miel de abeja. Cuantos más ingresos teníamos más fuerza de trabajo pudimos contratar y mejores resultados logramos. Entonces hicimos canteros y sembramos vegetales. Hice una cesta y recorrí los restaurantes de La Habana y empezaron a comprarnos. Reinvertimos y ahora tenemos 2 hectáreas de canteros en terrazas sembrados de vegetales y abastecemos 25 restaurantes en La Habana y a 10 familias. En el año vendemos más de 60 productos diferentes. En cuanto a los precios, el gobierno debe reconocer que hay diferentes segmentos de mercado. Hay que liberar la conexión entre el sector productivo y el comercial. Establecer demasiadas reglas o barreras para estos mecanismos limita que lo que se produce llegue al consumidor. Los tomates no llegan a los consumidores porque chocan contra esas barreras y se echan a perder.

P: ¿Cuanto se pierde de la agricultura?

R: Mis investigaciones muestran que alrededor del 50% de lo que se produce se pierde porque tenemos malos sistemas de cosecha, no tenemos buena capacidad de almacenaje, no somos capaces de procesar los productos, los sistemas de transportación no son buenos y la venta y distribución tampoco funciona bien. Estamos ante el dilema de producir más o hacer llegar mejor al consumido lo que se produce. En mi opinión hay que emplear la mayor cantidad de esfuerzo en que lo que se produce no se pierda. Producir más en estas circunstancias implica perdida de energía y de moral de los agricultores porque hasta el guajiro más materialista sufre cuando ve que se pierde lo que ha cultivado.


Foto: Raquel Pérez Díaz

P: ¿Qué relación pretenden crear con el consumidor?

R: Queremos crear un ecocafé para vender productos directos a 50 familias en un sistema de suscripciones. Queremos que esas familias tengan también acceso a una educación ambiental, culinaria, de las propiedades de nuestros productos. Queremos promover un empoderamiento de los consumidores, creando cooperativas de consumidores. Las familias dirán cada semana que es lo que quieren para la próxima entrega y lo que quede de sobre producción lo venderemos abiertamente. Queremos establecer un compromiso del consumidor con el productor y viceversa. Esto funciona desde los años 70 en los EEUU, se llama agricultura apoyada por la comunidad.

P: ¿Que se puede hacer para que deje de perderse esa cantidad de productos?

R: El vínculo entre los agricultores y los consumidores. Hay que desarrollar mecanismos, nosotros estamos aprendiendo también. Nosotros perdemos menos del 10% de lo que producimos y lo valorizamos el doble que otras fincas. Es justamente porque hay un vínculo entre productores y consumidores. El mercado demanda y nosotros ofrecemos de acuerdo a un estudio de esa demanda. El consumidor es el que tiene que dar la información inicial y tú produces en función de lo que la gente quiere.

P: ¿Pero como resolver el problema de unos intermediarios que suben hasta en un 1000% los precios?

R: Yo creo que esa especulación podría disminuirse cuando haya mejores relaciones entre productores y consumidores. Pero para lograrlos tiene que haber conciencia de lo que significa el mercado, tienen que flexibilizarse las restricciones. Mucha gente cree que se trata de reducir los precios que se pagan al productor pero yo creo que eso no es así. El problema no es que estén caros sino que la gente no tiene dinero para pagarlos. Para que la gente trabaje en el campo tiene que sentir que su vida mejora, aquí la gente viene a trabajar bajo aguaceros porque ven que su vida mejora, que ya han podido poner dos ventanales en su casa, por ejemplo.

P: ¿Como resuelves el problema del robo de tus propios trabajadores?

R: Eso pasa y es un camino largo por recorrer. La gente tiene carencias materiales y espirituales. Por aquí han pasado alrededor de 40 personas y hemos tenido que sacar casi 25. Pusimos un filtro, la sociedad necesita un filtro. Esto que estamos viviendo en Finca Marta es lo que quisiéramos para nuestro país y no queremos gente mala.


Foto: Raquel Pérez Díaz

P: ¿Como se podría replicar este proyecto?

R: La replicabilidad es relativa. Nosotros ya tenemos 3 fincas asociadas y las 3 son diferentes. Coco, se asoció y está vendiendo a través de nuestro propio sistema de distribución, dos transportistas empleados para vender a los precios que estipulamos nosotros. Por esta vía, Coco esta semana ha vendido $ 1600 de su propia finca. Eso a pesar de que en algunos productos vendemos por debajo del precio de mercado, en el perejil, el cilantro, el ají, el romero.

P: ¿La agricultura anterior al 59 se basó en la miseria de los obreros agrícolas, la posterior al 59 fue muy improductiva, cuál sería el camino?

R: En la Historia me absolverá Fidel Castro decía que Cuba podría albergar una población 3 veces mayor, los mercados deberían estar abarrotados y las despensas de las casas llenas. Yo coincido en que con la mitad de la tierra cubana se puede alimentar a toda la población. Nosotros tenemos 7 millones de hectáreas en llanura, con sistemas agrícolas de baja y media intensidad, sin aplicar métodos industriales, se podría garantizar la demanda de toda la población cubana en 3 millones de hectáreas. ( resaltado de HHC)

P: ¿La tierra cubana es pobre en nutrientes, está muy compactada, no hay suficiente agua, como hacerlo?

R: Eso es lo que estamos tratando de demostrar aquí en este pedacito de tierra cubana de 8 hectáreas. Haciéndolo todo a mano, en terreno con una capa fértil de apenas 10cm, compactado, lleno de piedras, arcilloso y estamos produciendo alimentos eficientemente. Cuando llegamos no teníamos agua y demostramos que no es que no haya sino que no se captura adecuadamente. Ahora estamos uniendo las reservas de agua de 3 fincas con mangueras para garantizar que todos tenemos agua siempre.

Hay millones de hectáreas que se dedican cada día más a la agricultura industrial, incluso inversiones extranjeras. Sin embargo deberíamos proteger lo más posible una agricultura multifuncional porque hacer agricultura no es solo producir alimentos, es cultura agrícola, es medio ambiente y otras posibilidades.

Hace poco empezamos a hacer agroturismo, recibimos dos veces por semana un bus de turistas, les mostramos la finca, les hablamos del proyecto y les preparamos un almuerzo. Decidimos nosotros limitarlo a 2 grupos semanales pero hay mercado para mucho más y en Cuba eso seguirá aumentando. Tratamos de compaginar todas las posibilidades que pueden dar recursos a la finca y nosotros vamos a recibir 10 millones de turistas en pocos años y muchos querrán conocer algo más que las playas.

Podríamos incluso crear condiciones para que algunos extranjeros, unos retirados canadienses por ejemplo, puedan pasarse algunos meses viviendo en una finca, algún tipo de tiempo compartido.


Foto: Raquel Pérez Díaz

P: ¿En qué cosas se debería basar la agricultura?

R: Hay 4 pilares fundamentales: producción agrícola sustentable con el medio ambiente, educación e investigación, redes de comercialización y agroturismo. Pero para hacer un proyecto agrícola exitoso hace falta además la voluntad, recursos, oportunidades y conocimientos.

P: ¿Y la propiedad de la tierra que tanto influye?

R: Eso es relativo a tus percepciones sobre los intereses que tienes sobre la tierra. En nuestra cultura occidental queremos que sea nuestra. Pero otras culturas ven la tierra como algo para venerar no para explotar.

Para mi tener la propiedad de la tierra no es un propósito. En Holanda la tierra es de la Reina pero hay garantías, sin embargo, en Cuba todavía no hay garantías reales. Todavía existe mucho recelo y también muchas limitaciones para los que quieren comenzar un proyecto agrícola.


El timo de la deuda soberana


"El neoliberalismo es la respuesta a un gran fracaso de dimensiones históricas, a saber, la incapacidad del capital para mantener tasas de ganancia adecuadas"
(Alejandro Nadal)

“El crédito, que es un ingreso consumido antes de haberse realizado, puede posponer el momento en el que el capitalismo alcance sus límites sistémicos, pero no puede abolirlo. Incluso el mejor de los encarnizamientos terapéuticos debe concluir algún día”
(Anselm Jappe)

Por Alfredo Apilánez, Trampantojos y Embelecos

Deudocracia“La misión de estas instituciones es transferir, bajo las más diversas formas, masas colosales de riqueza al sector financiero”. El lapidario diagnóstico del economista brasileño Theotonio dos Santos describe la esencia de la función de los bancos centrales “independientes” como puntales de la aguda expropiación financiera característica del neoliberalismo contemporáneo. El relativamente saneado -hasta la virulenta crisis actual- Estado brasileño emite bonos del tesoro no porque tenga deudas (desde hace 20 años Brasil, un país fuertemente exportador, tiene superávit fiscal primario antes del pago de intereses), sino para otorgar jugosos réditos a los fondos de inversión y a la gran banca privada internacional.

¿Por qué un país con superávit en las cuentas públicas tiene que aumentar su deuda con los mercados financieros, extrayendo el flujo de pagos de intereses de los impuestos de los inermes ciudadanos? Tampoco la ortodoxia viene al rescate del chanchullo: “Al definir la función del Estado, no hay ningún teórico de la corriente neoliberal que incluya entre sus deberes lanzar títulos de deuda con altas tasas de interés sin tener ninguna deuda derivada de los llamados ‘fines’ del Estado”. La surrealista coyuntura muestra el quid de la cuestión, más cercano al flagrante latrocinio que a la aséptica microeconomía friedmaniana, acerca del papel real del sanedrín de las finanzas brasileñas: “Se trata de una expropiación de los recursos obtenidos por los distintos tipos de ingresos fiscales para transferirlos al sistema financiero bajo los pretextos más increíbles y las maneras más inventivas”.

La perversidad del proceso se aprecia en que los intereses del pago de esa deuda “odiosa” generada por “la dinámica de los mercados” empujaron a Brasil, en las amargas palabras de Dos Santos “a un falso déficit fiscal, que debe ser cubierto con ajustes, reduciendo el gasto público destinado a satisfacer las necesidades de nuestra población”. Bajo la consabida excusa, típica de la vulgata neoliberal, de contener la inflación y atraer capitales foráneos el banco central “neocon” mantuvo elevadísimas tasas de interés para alborozo de los bancos privados y de los hombres de “trajes caros de Wall Street”, que recibían jugosos réditos del generoso regalo de su “troyano” en la sometida economía del gigante sudamericano: “Ningún razonamiento económico razonable, ningún estudio empírico serio, ningún estudio de caso capaz de probar la relación absurda entre los aumentos desproporcionados en las tasas de interés y contención de la inflación (…) se presentó para el debate con el pueblo brasileño que justifique la transferencia de alrededor de 1 billón de reales en pago de intereses al privilegiadísimo 1% del pueblo brasileño”. Esta “institución monstruosa”, en los lúgubres términos de Dos Santos, funge pues como venal mamporrero del gran capital transnacional, estrechamente confabulado con ese 1% de élites extractivas autóctonas para dejar expedita la vía de la confiscación masiva de riqueza de los trabajadores brasileños.

A tenor de lo anterior, no cabría pues sorprenderse de que el nuevo gobierno neoliberal de Brasil surgido del pseudogolpe contra Rousseff –quizás haya sido éste uno de los “inconfesables” motivos de su taimada defenestración- tenga entre sus prioridades “dar completa independencia al Banco Central” para alejarlo de deletéreas “interferencias políticas”: business as usual. Sin embargo, el banco central de Brasil no es más que un clon desvaído y subalterno de sus todopoderosos “hermanos mayores”.

Todo el armazón superestructural del capitalismo contemporáneo –el FMI, el BIP y la furibunda embestida de las huestes neoliberales surgida del inveterado Consenso de Washington y esparcida a los cuatro vientos por la miríada de cabilderos y think tanks que difunden profusamente el evangelio- se fundamenta, cual dogma de fe de la ortodoxia y máxima primordial de la gestión responsable, en el principio de independencia de la banca central.

Costas Lapavitsas resume, muy didácticamente, el fondo del asunto: “Los bancos centrales han cobrado más prominencia, reforzados por una independencia tanto legal como práctica. Miran con benevolencia el exceso especulativo financiero, mientras movilizan recursos sociales para rescatar a los financistas de la crisis”.

En una iluminadora entrevista, con la suficiencia y el cuajo del que no rinde cuentas ante nadie, Alan Greenspan, gobernador de la Reserva Federal de Estados Unidos hasta poco antes del crack de 2007 –el mismo que, cumpliendo su papel de fiel escudero de Wall Street, alimentó la megaburbuja inmobiliaria estimulando el festín de ‘derivados’ y la desregulación financiera de los días de vino y rosas- explica, en román paladino, el orden de prioridades: "¿Cuál es la relación adecuada -lo que debería ser- la relación adecuada entre el gobernador de la Fed y el presidente de los Estados Unidos?"

Respuesta: "En primer lugar, la Reserva Federal es una agencia independiente. Y eso significa, básicamente, que no hay ninguna otra agencia del Gobierno que pueda anular las acciones o decisiones que tomamos. Mientras que cada uno esté en su lugar -y no hay evidencia de que la administración o el Congreso o cualquier otra persona esté solicitando que hagamos las cosas de manera distinta a lo que nosotros creemos que es lo más apropiado-, entonces, el tipo de relación que haya, francamente, no importa en absoluto”. A confesión de parte, relevo de pruebas.

La institución con más influencia en las condiciones que determinan el bien común –nivel de salarios, intereses de los préstamos, privatizaciones de servicios públicos, patrocinio furibundo de políticas de austeridad y recortes de gasto público, precios de los activos inmobiliarios, etc.- es un consorcio privado secretista –desde 2006 es imposible conocer el monto de activos monetarios puestos en circulación por la impresora de la FED- que maneja a discreción “el activo más valioso de la República”. Como banco central “independiente” regula la oferta monetaria -el derecho a imprimir dinero en cualquier cantidad de la moneda de reserva mundial (el privilegio exorbitante)- y funge como el puntal maestro de la arquitectura del sistema financiero internacional –los bonos del Tesoro del manirroto Tío Sam-.

El esquema se repite: la “máquina de succión” de la deuda pública volcando ‘masas colosales de riqueza’ real al sector financiero. La FED produce dólares –dinero electrónico en cantidades astronómicas-. Con la intermediación de los bancos comerciales –la mayor parte, sus propios accionistas- los presta al gobierno de Estados Unidos a cambio de bonos del tesoro que financian la descomunal deuda del Gobierno federal y que le sirven como «garantías». Los bancos de la FED, en posesión de esos títulos perciben colosales flujos de intereses vía extracción de recursos fiscales. “En 2011, el Gobierno federal de los Estados Unidos pagó 454.000 millones de dólares en intereses sobre la deuda federal (casi ¡un tercio! del total de 1.1 billones de dólares pagados en impuestos sobre la renta ese año) en una colosal transferencia de rentas del trabajo hacia la expropiación financiera”. ¿Por qué cuando la FED pone dinero nuevo en el mercado lo hace contra deuda pública en manos de la banca privada con intereses que asume el estado?, ¿existe alguna justificación “técnica” de tan depurado y clamoroso latrocinio? El reputado economista James Galbraith nos lo aclara: “¿Podría el Tesoro ahorrarse este galimatías (sic) y pagar sus cuentas sin la existencia de los bonos? Económicamente, claro. ¿Por qué no lo hace? (…) La respuesta es simple: al hacerlo revelaría que la “deuda pública” es una ficción y el techo de la deuda una farsa. No hay nada que haga de los bonos algo económicamente necesario. Esto es evidente en cuanto la Reserva Federal vuelve a comprar muchos de ellos, entregando al público el dinero que habría tenido en primer lugar”. Eso sí, convertido en préstamos bancarios productores de jugosos réditos para los “dueños del casino”.


El otro lado del AtlánticoMientras tanto, en las ruinas de la vieja Europa, el “guardián del euro”, surgido del conciliábulo neoliberal del Tratado de Maastricht como copia depurada de su “padrino” estadounidense, es el ejemplo más aquilatado de este distópico paradigma. En aras del sagrado principio de “independencia” y de la preservación de su autonomía de cualquier instancia de control democrático, tiene taxativamente prohibido financiar directamente a los gobiernos de la zona euro –el sacrílego papel de prestamista de último recurso-. Son los bancos y las instituciones financieras privadas –¿les suena?- las que gozan del “escandaloso privilegio” –Eric Toussaint dixit- del monopolio del crédito al sector público. Así resume Toussaint el recurrente cambalache: “Desde 2010, el BCE compra títulos de la deuda pública en el mercado secundario: no los compra directamente a los Estados sino a los bancos que, a su vez, los compraron en el mercado primario a los Estados, y que no saben cómo desembarazarse de ellos. (…) Si el BCE comprase títulos públicos en el mercado primario, se aportaría una financiación directa a los Estados”. Carlo Vercellone explica el punto clave: “El resultado es que en la eurozona los Estados se encuentran privados de la existencia de un prestatario de última instancia y dependen de los mercados para su financiación. De este modo ha podido instalarse el gobierno de la renta a través de la deuda soberana, un gobierno ya explícito que dicta las políticas económicas de austeridad y de expropiación de las instituciones del bienestar social”.

Las implicaciones de este “golpe de Estado” silencioso de las finanzas modernas son fabulosas. Los Estados, carentes de soberanía monetaria, son empujados hacia las voraces fauces del capital financiero ante la imposibilidad de financiarse directamente a través del banco central –artículo 101 del Tratado de Maastricht-. Como explica Nadal: “La separación en compartimentos estancos de la política fiscal y de la política monetaria pone de rodillas al estado moderno frente a los caprichos de los mercados financieros. Los poderes soberanos se han degradado al rango de clientes del sistema financiero internacional y los objetivos de desarrollo se someten a los dictados del capital financiero”. Para los países “parias”, aplastados por los ataques especulativos de los “bazukas” de los hedge funds y las agencias de rating contra sus ruinosas arcas públicas, sólo resta probar el aceite de ricino de los “rescates”, los ajustes estructurales y la “consolidación” fiscal, aplicados “magnánimamente” por los obsecuentes gobiernos entregados con armas y bagajes a la implacable troika.

Mientras, el hierático Mr. Dragui envaina el látigo de siete colas que emplea para fustigar a los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) para acudir solícito al rescate de sus adláteres de la gran banca -atiborrada aún de activos tóxicos producto del derrumbe hipotecario de 2008- dejando expedito el camino para retornar a la senda de las burbujas de activos y la hipertrofia crediticia. Ni siquiera- dicho sea de paso- la política monetaria del BCE cumple con su función estatutaria –mantenimiento de la estabilidad de precios- al haber fracasado en el objetivo de crear inflación moderada. La colosal inyección de liquidez a la banca, llevada al paroxismo con el ‘relajamiento cuantitativo’, no ha ido a parar a la inversión productiva –no ha hecho acto de presencia el llamado ’efecto goteo’ hacia las PYMES y empresas no financieras- sino a la hipertrofia de los mercados bursátiles y al inflado de nuevas y más formidables burbujas de activos-que, curiosamente, no son inflacionarias ya que el precio de la vivienda no está incluido en el IPC-. Incluso las propias corporaciones multinacionales-que también reciben su parte del pastel, vía adquisición de bonos empresariales en la última Quantitative Easing (QE)-, se apuntan al casino: “¿Y qué hacen las corporaciones con esos enormes recursos que no invierten? Se destinan, ya sea al casino financiero, a comprar sus propias acciones (y así subir su precio en forma artificial − y los bonos de fin de año de los ejecutivos-), repartir dividendos astronómicos, a comprarse unas a otras a precios siderales (para así poder coludir en forma legal, al mismo tiempo que eludir impuestos), a incrementar salarios y beneficios de ejecutivos y a contribuir a sus fondos de pensiones”.

Los manuales de economía ni siquiera mencionan estos hechos. La función del banco central es envuelta en una “música celestial” –búsqueda de la estabilidad de precios, pleno empleo (excepto en el caso del ultraliberal BCE, que ni siquiera incluye este objetivo “social” en su mandato), operaciones de mercado abierto, emisión de moneda de curso legal, fijación del tipo de interés, ajuste de los coeficientes de caja y reservas de la banca privada y suministro de liquidez para el “normal” funcionamiento del mecanismo de pagos- que disuade al lego con su jerga pseudocientífica y encubre eficazmente de aséptica neutralidad su función real.

Nada más lejos de la realidad. Como explica Michael Hudson, “La FED, otras agencias gubernamentales, Wall Street y el resto de la banca central post-telón de acero forman parte de un sistema de conjunto. Ha de verse cada agencia en el contexto de ese sistema y de sus dinámicas. Y esas dinámicas son dinámicas de polarización social que echan su raíz, sobre todo, en mecanismos financieros”.

Murray Rothbard, autor de una famosa filípica contra la FED, resume, en fin, el núcleo del asunto: “De hecho, este es el papel que justifica su existencia: apoyar a la banca comercial privada, ayudándoles a inflar dinero y créditos, aportando reservas a los bancos, y sacándoles de apuros cuando se encuentran con problemas”.

La función esencial de la banca central moderna –“al fin y al cabo, consorcios de bancos privados con la bendición del Estado”-es pues potenciar la expropiación financiera característica de la matriz de la acumulación de la fase neoliberal a través del “imperio de la renta” que sustenta la condición de las finanzas privadas como máquina de captura predatoria de la riqueza social. Pero son sólo los mamporreros de la gran “manguera de succión” financiera: su vórtice real reside en otro lugar.
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