Shanghai Corporate Pavilion. Foto: Basil Childers – ESI Design / Flickr (CC BY-ND 2.0).
El capitalismo de Estado, o en un sentido más amplio el intervencionismo de los gobiernos en la actividad económica, está en ascenso en el mundo, y ello plantea nuevas exigencias para la internacionalización de la economía y las empresas.
El ejemplo más destacado de este creciente intervencionismo económico lo ofrece Trump. El nuevo presidente del país que ha sido hasta ahora el paradigma de la economía liberal y de mercado, ha presionado a la empresa de aparatos de aire acondicionado Carrier para que anule sus planes de trasladar producción y empleos a México. Trump también ha amenazado con imponer aranceles a las importaciones de China, con tomar medidas de represalia contra empresas americanas que planeen deslocalizar producción a otros países.
El crecimiento del intervencionismo gubernamental en la economía es un fenómeno que afecta a muchos países. La OCDE ha publicado recientemente un estudio sobre el papel de las empresas estatales. Según este estudio, el 22% de las 100 mayores empresas del mundo están sometidas a control estatal. Se trata del porcentaje más alto en varias décadas. En los últimos diez años ha habido un fuerte aumento de la actividad de fusiones y adquisiciones protagonizadas por empresas estatales. Estas tendencias, señala el estudio, se mantendrán previsiblemente en el futuro.
Los fondos soberanos, por su parte, están adquiriendo también una creciente importancia en la economía mundial.
El ascenso del capitalismo de Estado plantea cuestiones a distintos niveles. Por ejemplo, a nivel de la gobernanza internacional exige actuaciones para favorecer un campo de actuación igualitario para las empresas, para evitar que existan discriminaciones o favoritismos según la naturaleza pública o privada de aquéllas.
Desde el punto de vista de la internacionalización de la economía y de la empresa, hay tres tipos de cuestiones que merecen ser mencionadas.
En primer lugar, y aunque parezca algo elemental, gobiernos y, sobre todo, empresas deben ser conscientes de este condicionante. Las empresas deben comprender la relevancia de las relaciones políticas y los factores institucionales. Sería un error, por ejemplo, pensar que las empresas privadas chinas actúan con independencia del gobierno, y que una empresa puede negociar con ellas como si tuvieran autonomía del poder político. El gobierno chino les da instrucciones, y ninguna empresa privada china se atrevería a actuar de una forma que las autoridades no consideraran adecuada.
En segundo lugar, los contactos institucionales y políticos deben recibir una atención adecuada por parte de los gobiernos. Un ejemplo: los viajes oficiales desempeñan un papel que puede ser muy relevante en determinados países, y que con frecuencia es infravalorado.
Si hubiera que buscar un “benchmarking” en este tema, cabría citar a la canciller Angela Merkel y China. Merkel realizó el pasado mes de junio su noveno viaje a China siendo jefa del gobierno alemán (es decir, ha viajado a China más veces que todos los presidentes de gobierno español desde que se establecieron las relaciones diplomáticas entre España y China). En este viaje fue acompañada de seis ministros y siete secretarios de Estado. Y, por supuesto, de una delegación empresarial (por cierto, Merkel volvería pocos meses después a China, su décimo viaje, para asistir a la cumbre del G-20).
En tercer lugar, las representaciones diplomáticas de los países están llamadas a un papel más activo en la defensa de los intereses de sus empresas. La diplomacia comercial, que se puede definir como la política de internacionalización de la economía y la empresa que se ejecuta a través de las representaciones diplomáticas de un país, cobra mayor relevancia cuando el intervencionismo gubernamental es mayor. Cuando es el gobierno el que toma o influye en las decisiones empresariales en un país, los gobiernos de las empresas de otros países tienen que intervenir –con la oportuna inteligencia y prudencia– para apoyar a éstas, con el fin de mantener un cierto equilibrio de poder.
Una de las vertientes de la diplomacia comercial es el apoyo político a las empresas de su país. Las representaciones diplomáticas son un canal para transmitir ese apoyo político. Los representantes diplomáticos pueden ser encargados por la Administración de su país para canalizar en el país de destino ese apoyo político a favor de la operación de una empresa.
Ante el aumento del intervencionismo gubernamental, las embajadas están abocadas a dejar de lado las timideces en su actuación, el temor a “molestar” o resultar incómodas ante el gobierno del país ante el que están acreditadas, que es un síndrome que con cierta frecuencia las atenaza.
El nuevo auge del capitalismo de Estado exige una actitud más firme de los gobiernos en defensa de los intereses de sus empresas.