Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong Kong, and Chair of the World Economic Forum Global Agenda Council on New Growth Models. He was the chairman of the independent Commission on Growth and Development, an international body that from 2006-2010 analyzed opportunities for global economic growth, and is the author of The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World.
P.S MILÁN – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debe gran parte de su victoria electoral a los votantes blancos de clase media y obrera quienes perdieron muchos de los beneficios de los patrones de crecimiento económico de las últimas tres décadas. Sin embargo, su administración se prepara para llevar a cabo un programa económico que, aunque positivo en algunos aspectos, no traerá consigo el cambio radical de ventura económica que se le prometió a sus electores clave.
Trump dio voz a un grupo de votantes que había enfrentado durante mucho tiempo perspectivas laborales cada vez peores, así como estancamiento o incluso disminución de los ingresos reales – además, todas estas tendencias que se aceleraron desde el año 2000. A medida que el número de empleos de clase media caía, el grupo de ingresos medios se contrajo, exacerbando la polarización de los ingresos. Este fenómeno, si bien es particularmente grave en Estados Unidos y el Reino Unido, puede verse en diversas formas en todo el mundo desarrollado.
Los desafíos económicos a los que se enfrentan las clases medias de los países desarrollados se deben en gran parte a dos factores: la rápida pérdida de empleos rutinarios de trabajadores de cuello blanco y cuello azul a causa de la automatización y el desplazamiento de empleos con valor agregado medio o inferior hacia países con costos de mano de obra más bajos. Este último patrón deprimió el crecimiento de los ingresos y los salarios no sólo en el sector exportable de manera directa, sino también en los sectores de servicios no exportables, debido al exceso de mano de obra desplazada.
El resultado fue que se presentaron condiciones de excedencia de mano de obra en los rangos de ingresos medios e inferiores, condiciones que no son disímiles a aquellas de los excedentes de mano de obra en los países en desarrollo en los primeros estadios, donde suprimen el crecimiento de los ingresos (durante un período de tiempo), incluso mientras la economía se expande. Una disminución del poder de negociación de la mano de obra y un salario mínimo real que está en caída pueden también haber contribuido a la polarización de los ingresos, a pesar de que estos factores son, probablemente, secundarios.
A pesar de que los desafíos que enfrenta la clase media están bien documentados, las autoridades estadounidenses han fracasado en gran manera con respecto a reconocer los arduos esfuerzos de los hogares de clase media, y fracasaron aún mucho más en implementar contramedidas eficaces. Esto ha contribuido a un creciente sentimiento de desesperanza – especialmente entre los hombres – que se ha manifestado en la creciente falta de participación en la fuerza de trabajo, problemas de salud agravados, abuso de drogas, tasas elevadas de suicidios y sentimientos contra el gobierno.
Los países que experimentan una alta y creciente desigualdad económica a menudo enfrentan inestabilidad política y disfunción política. A medida que la formulación de políticas se torna errática, pierde credibilidad y se ve estrangulada por el estancamiento, además, el crecimiento sufre, y las posibilidades de lograr una forma próspera de inclusión disminuyen. El resultado es un círculo vicioso, en el que el gobierno se da cuenta que cada vez se torna más difícil hacer lo que es necesario.
Sin embargo, la intervención del gobierno es crucial para abordar los problemas que enfrentan en la actualidad los trabajadores de los países desarrollados, problemas que los mercados no pueden abordar por sí solos. Ya sea renegociando los arreglos comerciales, invirtiendo en infraestructura y capital humano, o facilitando la redistribución, el gobierno debe trabajar proactivamente para lograr un reequilibrio de los patrones de crecimiento.
La administración Trump ahora enfrenta por lo menos dos grandes desafíos. El primero es alejar el proceso político de la polarización paralizante, llevándolo hacia una visión de un patrón de crecimiento alcanzable y más inclusivo. El segundo desafío – condicionado al logro del primero – es responder a las preocupaciones legítimas de los votantes que ayudaron a Trump a llegar a su cargo.
En lo que se refiere al primer desafío, las señales hasta ahora no son nada alentadoras. El proceso electoral es esencialmente un juego de suma cero para los participantes. Pero, la gobernanza no es un juego de suma cero. Tratarla de esa manera produce estancamiento, fragmentación política e inacción, socavando los esfuerzos para abordar los desafíos críticos.
Sin duda, elementos de la política económica propuesta por la administración Trump, si se implementan, seguramente llegarían a tener un impacto positivo. Por ejemplo, con el apoyo de un Congreso dominado por los republicanos, la administración Trump finalmente podría terminar con la excesiva dependencia de Estados Unidos de la política monetaria para apoyar el crecimiento y el empleo.
Además, la inversión del sector público en infraestructura y capital humano que Trump ha prometido, si está adecuadamente dirigida, aumentaría el rendimiento del sector privado y, por tanto, el nivel de inversión del sector privado. Algún nivel de renegociación de los acuerdos de comercio e inversión también podría ayudar a redistribuir los costos y beneficios de la globalización, aunque cualquier cambio debería recaer muy por debajo del proteccionismo. Y, el impacto de las políticas económicas de la administración Trump probablemente será impulsado por la adaptación estructural natural de la economía al desarrollo tecnológico.
Sin embargo, esto no será suficiente para combatir las fuerzas que han estado apretando a los trabajadores estadounidenses. Aunque la administración de Trump logre impulsar el crecimiento económico, disminuyendo así el efecto de la “mano de obra excedente” y generando empleos, el mercado laboral tendrá que esforzarse para mantenerse al ritmo de los tiempos. En un momento de rápida y profunda transformación tecnológica, Estados Unidos también necesita un fuerte compromiso de los sectores público y privado para ayudar a que los trabajadores se adapten.
Un primer paso útil sería aumentar sustancialmente el apoyo a la capacitación, a una nueva capacitación, y a la mejora de las competencias. En su libro Failure to Adjust, Ted Alden, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, observa que Estados Unidos gasta sólo el 0,1% de su PIB en volver a capacitar a las personas, en comparación con el 2% en Dinamarca. Y, parece que a Dinamarca y a sus homólogos nórdicos les ha ido mejor que a la mayoría en lo que se refiere al equilibrio de imperativos como eficiencia, dinamismo, flexibilidad estructural, competitividad y apertura económica con la necesidad de sistemas de seguridad social que apoyen la adaptación a un entorno cambiante del empleo.
Además, se necesitará una redistribución de los ingresos para permitir que los trabajadores de bajos ingresos inviertan en sí mismos, lo que es imposible cuando tienen lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas. En este punto, las transferencias monetarias condicionadas para la capacitación y la adquisición de habilidades podrían ser beneficiosas.
El acceso universal a una educación de alta calidad también es crítico. En este momento, cuando una parte del sistema educativo de Estados Unidos falla, el rescate del sistema privado y de lo demás se queda atrás. Esto es individualmente racional, pero colectivamente sub-óptimo. De hecho, sin una educación de alta calidad en todos los niveles – desde el preescolar hasta la universidad o la formación profesional equivalente – es casi imposible lograr patrones de crecimiento inclusivos.
Por último, la administración Trump debería repensar sus propuestas de recortes profundos a la financiación de la investigación básica, lo que socavaría la innovación y el dinamismo económico en el futuro. Si bien la eliminación de programas menos prometedores es ciertamente aceptable, al igual que lo es la lucha contra los intereses creados, el dinero ahorrado debe ser redirigido a áreas más prometedoras dentro del ámbito de la investigación básica.
El actual plan económico de la administración Trump puede ser favorable para el crecimiento, pero es incompleto en lo que se refiere a la inclusión. No se puede confiar en los cambios en la política de comercio exterior para reequilibrar los patrones de crecimiento en favor de los hogares de ingresos medios y bajos. Estos cambios, incluso, pueden representar un riesgo para el crecimiento.
Traducción de Rocío L. Barrientos.