ENTREVISTA REALIZADA AL COMPAÑERO HUMBERTO PÉREZ MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA, ( Cont.)
Por Marta Harnecker (1979)..
Cuando
informaste en la Asamblea Nacional acerca del proyecto del Plan para 1979,
hiciste un balance sobre los logros y deficiencias en el cumplimiento del
mismo. Junto con un notable avance en una gran cantidad de rubros señalaste
algunos incumplimientos. De hecho esto se da justamente en aquellos rubros que
más afectan a la población, como por ejemplo, el incumplimiento en el plan de
construcción de viviendas, en diversas actividades de servicios. Esto hace que
en algunos sectores del pueblo se tenga más bien la sensación de un retroceso o
al menos de un estancamiento y no de un avance. ¿Podrías
detallar más estos incumplimientos en el Plan? Creo que sería muy útil que
todos los delegados conozcan estas dificultades objetivas. Asimismo, ¿ a qué se
debe que sea justamente en estos sectores donde haya fallado el plan, a una
mera casualidad o a que se ha puesto el acento en otros sectores productivos
que tienen más trascendencia para el desarrollo del país?
Ciertamente
hablamos de dificultades e incumplimientos en esos rubros que son algunos de
los que más afectan a la población: la vivienda, el transporte y la limpieza de
calles. Aclaro que no me parece exacto decir en sentido absoluto, que son estos
tres rubros los que más afectan a la población, porque hay otros muchos que
tocan y afectan a la población en similar medida que éstos. Por ejemplo, los
relativos a la atención médica y hospitalaria, a las medicinas, a los alimentos
fundamentales, a la educación, etc.
De todas formas es cierto que
se trata de aspectos muy sensibles que, por las dificultades confrontadas en
ellos este año pasado y aún actualmente, pueden provocar esa sensación de
retroceso o estancamiento. Por lo que mortifica, por ejemplo, la situación que
enfrenta la población cada día en las paradas de ómnibus, aquí en la Ciudad de
La Habana sobre todo: la angustia por no llegar tarde al trabajo, a la escuela,
al círculo, a cualquier lugar hacia el que quiera dirigirse. De igual manera
mortifica el enfrentarse a la situación difícil en la recogida de basura que
hemos tenido, sobre todo en el segundo semestre del año también aquí en la
Ciudad de La Habana donde se concentran además unos 2 millones de habitantes,
más de la quinta parte de toda la población del país. Y así mismo ciertamente
se incumplió el plan de viviendas que se relaciona con una de las necesidades
más acuciantes, más insatisfechas y a la vez de más compleja y difícil
solución.
Pero a la vez no sería justo
que en un año en el que hemos logrado un notable crecimiento de la economía
nacional, en el que se ha sobre cumplido el plan en su conjunto y en renglones
fundamentales, en el que se ha logrado crecer por primera vez a un ritmo
superior incluso al contemplado como crecimiento anual promedio para este
quinquenio, año en que se han logrado significativos avances en la mayor parte
de las actividades del país, no es justo, repito, que se concluya por el hecho
de que se hayan incluso agudizado temporalmente las dificultades en el
transporte y en la limpieza de las calles especialmente en Ciudad de La Habana
que estamos en una situación de retroceso o de estancamiento. No es correcto,
tanto si miramos en conjunto el desarrollo tenido por el país como tampoco es
correcto aún si examinamos este problema en concreto.
Como se ha explicado en más
de una ocasión por el Co. Fidel y por otros compañeros, y como señalamos
nosotros al intervenir ante la última Sesión de la Asamblea Nacional, nuestro
país depende en parte, de importaciones del área capitalista para desarrollar importantes
actividades en la producción y los servicios. El grueso de nuestras
importaciones procede del área socialista, principalmente de la URSS, área con
la cual desarrollamos un comercio en condiciones favorables, donde nuestro
azúcar tiene precios justos y estables. Pero esas importaciones del área
socialista y los recursos de producción nacional de que disponemos necesitan en
muchos casos del complemento de ciertas importaciones capitalistas para que
podamos desenvolver debidamente las actividades productivas. En unos casos el
peso especifico y la importancia de estas importaciones capitalistas es mayor
que en otros. Allí donde es mayor su importancia, el no poder disponer de los
ingresos suficientes en moneda libremente convertible para hacer las compras de
los productos necesarios produce efectos más determinantes y más
significativos.
La construcción de viviendas,
por ejemplo, lleva para su terminación un considerable número de renglones que
debemos importar del área capitalista, sobre todo para alcanzar determinadas
cifras de terminación de viviendas. Al no disponer de esos renglones en la
cantidad suficiente y añadir a esto que las compras hechas
llegaron algo tardíamente, no se pudo cumplir el plan de terminar 24 mil
quinientas viviendas, y se terminaron en definitiva unas 16 mil setecientas.
Pero debemos decir que el plan de viviendas no puede juzgarse por las que se
terminaron puesto que quedaron en proceso unas 30 mil viviendas, muchas de
ellas en un estado muy avanzado de construcción que simplemente no pudieron
concluirse porque faltaron los productos de terminación necesarios.
En el caso del transporte y
de la recogida de basura, se trata de que para esas actividades disponemos de
equipos muy viejos, en su gran mayoría de procedencia capitalista y que llevan
por lo tanto piezas de repuesto que debemos comprar en ese mercado Y las piezas
de repuesto están entre los productos cuyos precios se han elevado más en los
últimos años, de manera persistente y continuada, llegando en algunos casos a
costar 2 ó 3 veces más que hace 5 ó 6 años atrás y, frente a esto, nuestro
azúcar es hoy pagado a un precio 4 ó 5 veces menor que hace 4 ó 5 años atrás.
Esa es la razón principal por la cual estas actividades han resultado más
afectadas que otras y no por ninguna casualidad, ni porque las hayamos
descuidado o subestimado, aunque ciertamente cuando los recursos de que
disponemos no resultan suficientes para dar respuesta a todas las necesidades
del país, hay que establecer prioridades. Así, por ejemplo, tratamos de
priorizar la compra de medicamentos, de materias primas para fabricar medicinas
y la compra de cierto instrumental médico indispensable. Priorizamos la
adquisición de algunos componentes requeridos para la fabricación de
lubricantes: aceites, grasas, etc. sin los cuales no podrían funcionar los
equipos de las fábricas ni los equipos de construcción ni los tractores ni los
equipos de transporte mismo: camiones, ómnibus, autos. Priorizamos también, por
ejemplo, la compra de harina de pescado, de harina de soya y de ciertas
cantidades complementarias de cereales indispensables para fabricar el pienso
del cual depende a su vez la producción de carne y de huevos que después
debemos distribuir a la población. Priorizamos igualmente la compra de ciertas
cantidades mínimas de acumuladores y de neumáticos para que funcionen nuestros
equipos: agrícolas, de construcción, de transporte, etc. Priorizamos la compra
de ciertas materias primas y recursos necesarios para producir pasta de
dientes, jabón, calzado, etc. Priorizamos la compra de los recursos
indispensables para asegurar que nuestras combinadas cañeras, nuestros centros
de acopio, nuestros centrales azucareros, nuestras plantas de níquel y demás
empresas que producen fondos exportables puedan cumplir sus planes de
producción porque si estos fondos fallan, fallaran aún más nuestros ingresos en
moneda convertible y no podríamos siquiera disponer de los ingresos para
atender a estas prioridades de que hablo. Aún así, no significa que esas
actividades priorizadas tuvieran respuesta al 100% de sus requerimientos, pero
se priorizan por las razones que apunto.
Dentro de esa situación y
esas prioridades se destina también algo para el transporte de pasajeros y para
los equipos de recogida de basura, pero no lo suficiente. Porque si le
destináramos a esto lo suficiente, entonces afectaríamos las otras prioridades
de que antes hablé y los efectos negativos se trasladarían de estas actividades
a otras que pudieran resultar incluso de mayor importancia para las necesidades
de la población. Por lo tanto, puede decirse que sí, que en parte las
afectaciones al transporte y a la recogida de basura en la Ciudad de La Habana
así como al plan de terminación de viviendas, se debe a que hemos puesto el
acento mínimo necesario en otros sectores, aunque no siempre los productivos,
pues mencioné, dentro de los priorizados, la salud pública en primer lugar. Y
tampoco hemos priorizado únicamente a los que más trascendencia tienen para el
desarrollo estratégico del país, algo que sin embargo debemos tener en cuenta
siempre, sino que también priorizamos a otros sectores llamados a dar respuesta
a necesidades inmediatas de la población tan imperiosas como éstas del
transporte, el aseo de calles y la vivienda como es el caso, por ejemplo, de
las prioridades en cuanto a las producciones de carne, de huevo, de pasta de
dientes, de jabón, etc.
Por otro lado, debemos tener
en cuenta que en gran parte la demanda tan extraordinaria de transporte que hoy
existe y las dificultades que confrontamos para satisfacer esa demanda, han
sido generadas precisamente porque la Revolución ha resuelto otros problemas
fundamentales del pueblo. Es la solución de otros problemas decisivos de las
masas, la que ha causado, en gran parte, el que hoy tengamos problemas con la
transportación a pesar de los recursos crecientes que el país destina a ello.
Porque ¿qué es lo que motiva, por ejemplo, la gigantesca necesidad de transporte
que hoy tenemos en comparación con el pasado y la tremenda movilidad que tiene
hoy nuestra población y que no tenía antes? No se trata sólo del crecimiento de
la población, aunque esto hay que también tenerlo en cuenta ya que hoy somos 3
millones de habitantes más que en 1958.
Lo fundamental está en otras
causas, está en que hoy no tenemos desempleo y al triunfo de la Revolución el
30% de los trabajadores estaban desempleados, y los desempleados no tienen que
tomar ómnibus para ir al trabajo.
Al triunfo de la Revolución
trabajaban sólo 190 mil mujeres, no había círculos infantiles a donde llevar
los niños. Hoy trabajan más de 800 mil mujeres y hay decenas de miles de niños
en círculos infantiles. Las mujeres cuando no trabajan no tienen necesidad de
tomar un ómnibus para llevar y buscar al niño al círculo o a la escuela ni para
ir o venir del trabajo.
Hoy tenemos más de tres
millones de personas estudiando. Antes del triunfo de la Revolución un 30% de
los niños en edad de primaria no iban a la escuela, y en total la matrícula
existente en el país era de unos 800 mil estudiantes; no había escuelas en el
campo ni nada de lo que hoy tenemos en este terreno y, por lo tanto, no había
el requerimiento de transporte que esto motiva para ir de la casa a la escuela,
de la escuela a la casa, para que los padres vayan a visitar a sus hijos
becados en otros municipios o en otras provincias.
Hoy todo el mundo cuando se
siente enfermo puede ir al médico. Antes del triunfo de la Revolución esto
estaba vedado para la gran parte de la población y muchos sólo lo hacían en
casos graves porque no tenían los recursos para hacerlo todas las veces que se
sintieran indispuestos. Por lo tanto, los que demandaban transporte para
moverse hacia hospitales, policlínicos, clínicas estomatológicas, farmacias,
etc., representaban antes una proporción mucho menor de la población que los
que lo hacen hoy en día.
La Revolución asimismo al
darle trabajo a todo el mundo y elevarle el nivel de vida, mejora los ingresos
de los trabajadores, acabó con la discriminación racial y social de todo tipo,
abrió los centros de recreación, playas, etcétera, que antes eran monopolios de
sectores sociales minoritarios, a todo el pueblo y generó con ello la
posibilidad de una afluencia masiva de la población hacia los centros de
recreación nocturnos, hacia las playas y círculos sociales los fines de semana,
etc., cosa que no existía antes.
Todas estas medidas de la
Revolución, medidas de profundo beneficio popular se encuentran entre las
causas que han desarrollado un problema al que hoy tiene que enfrentarse la
Revolución para darle también solución de manera adecuada. Esto no significa
que por el hecho de que este problema haya sido generado por la Revolución,
motivado por otras medidas de beneficio popular, consideremos que no debemos
resolverlo también con el mismo interés, con la misma preocupación y dándole la
misma importancia que se le ha dado a estos otros problemas. Pero es necesario
entender esto, no para usarlo como pretexto, para justificar las deficiencias
que podamos tener, los errores que podamos cometer, etc., pero sí para tener
una actitud revolucionariamente comprensiva de las dificultades objetivas (e
insisto en que me refiero a las objetivas) que enfrenta la Revolución para no
desesperarnos ni hacer juicios superficiales e injustos, a la vez que
mantenemos la guardia en alto para combatir todas las negligencias y
responsabilidades administrativas que puedan añadirle elementos subjetivos a
estas dificultades objetivas.
Por ejemplo, si en el año 58,
según la información estadística de que disponemos, cada habitante de la Ciudad
de La Habana viajó en el año unas 450 veces en ómnibus, en el año 1978, cada
habitante lo hizo 600 veces, y la población de La Habana además ha crecido en
un 50%. Por eso es que aún cuando el parque de ómnibus es mayor ahora que
antes, la demanda ha crecido mucho más por las razones antes explicadas.
En relación con estos
problemas concretos podemos informar que se están tomando medidas y esperamos
que para este año mejoren, tanto lo relativo al transporte urbano como a la
recogida de basura. En el Plan de 1979 esta previsto producir e incorporar al
transporte local de Ciudad de La Habana unos 500 ómnibus nuevos, y disponer de
una determinada cantidad de piezas de repuesto para reparar los ómnibus viejos
aún cuando en lo que a piezas de repuesto se refiere tendremos todavía
dificultades.
En
lo referido a la recogida de basura esta previsto en el Plan la incorporación
de varias decenas 4e camiones para este destino
de procedencia checa y algunos otros que se van a ensamblar en el país. Con lo
anterior pensamos que mejoren ostensiblemente tanto un servicio como el otro,
aún cuando todavía no se resolverán las necesidades existentes.
¿Puedes hacer
un breve bosquejo de los avances de la Revolución para el pueblo, a pesar de
esta situación?
Indudablemente
que es posible hacerlo, aunque no resulte fácil lograrlo en un breve bosquejo.
Supongo que no te refieras en tu pregunta a los avances que en general se han
logrado en el desarrollo de la economía en estos 20 años, porque a ello me
referí en el informe que presentamos ante la Asamblea Nacional a fines de año,
sino que tengas en cuenta concretamente los avances para el nivel de vida del
pueblo. Porque sabemos que en ocasiones cuando se habla de esos adelantos
indudables que se han tenido y que se reflejan en indicadores de carácter
macroeconómico, es decir, de tipo global, de tipo general, y cuando
simultáneamente a ello existen dificultades como estas de que hablamos antes:
en el transporte, en la recogida de basuras; existen los problemas de la
vivienda, problemas en la distribución de algunos productos de consumo, etc.,
algunos pudieran pensar, aunque superficialmente, que estamos haciendo
apología, o exagerando los éxitos. Y no se entiende o no resulta clara la
comprensión de estos avances y en que verlos manifestados en cuanto al nivel de
vida. Es decir, la gente quiere, y es justo que así sea en sentido general, ver
los resultados del desarrollo económico y de los avances en la economía
concretados en productos en la tienda, en la casa, en la mesa. Por eso nosotros
nos vamos a referir aprovechando tu pregunta, a lo que ha significado la
Revolución en estos 20 años para el nivel de vida del pueblo: para cada
persona, para cada familia, y vamos a hacer
mención a los hechos en los que se manifestaron concretamente en este aspecto
los crecimientos a que hicimos referencia.
Para ello me vas a permitir
que busque algunas cifras que ilustren y demuestren lo que voy a exponerte de
la manera más breve posible, aunque no te aseguro que resulte todo lo breve que
tu me pides.
En primer lugar, la
Revolución ha resuelto uno de los problemas principales, básicos que afectan a
cualquier persona, que más preocupan y que más agobian a los trabajadores en
una sociedad capitalista y que, por lo tanto, más preocupaban y más agobiaban a
nuestro pueblo antes del triunfo de la Revolución. Me refiero al problema del empleo.
Antes del triunfo de la Revolución la fuerza de trabajo del país ascendía a
unos 2 millones 200 mil trabajadores y de ellos un 33% estaba desempleado;
desempleado o subempleado, quiero decir que solo trabajaban algunos días en el
año. Un 33%, o sea, alrededor de 700 mil personas estaban en esa condición Hoy
todos los trabajadores están ocupados. El total de ocupados en la economía
asciende en estos momentos, aproximadamente, a 3 millones 100 mil trabajadores,
lo que significa que la Revolución ha creado en estos 20 años un millón y medio
de nuevos empleos. Ha asegurado el trabajo a todo el que este apto para
trabajar y ha incorporado de manera creciente a la población femenina al
trabajo: en 1958 las mujeres trabajadoras eran solo unas 190 mil, es decir, una
mujer trabajando por cada 8 ocupados aproximadamente; hoy las mujeres que
trabajan ascienden a unas 800 mil, es decir, una por menos de cada 4 ocupados.
Este es el primer problema relativo al nivel de vida y a la felicidad personal
de los trabajadores que ha resuelto definitivamente la Revolución; la
estabilidad y la seguridad de trabajar y, por lo tanto, de disponer de un
ingreso personal con el cual satisfacer las necesidades suyas y las de su
familia.
Otro aspecto vinculado a
esto: la Jornada de trabajo. Antes de la Revolución, aunque era también
legalmente de 8 horas, en la realidad, y esto es más que conocido, para la
mayor parte de los trabajadores era de mucho más de 8 horas. Para los obreros
agrícolas era una Jornada de sol a sol, de 12 y a veces más horas cada día. En
el comercio, sobre todo en el comercio de víveres y en algunas industrias
principalmente en el interior del país, la Jornada iba mucho más allá también
de las 8 horas. Hoy la Jornada es legal y realmente de 8 horas para todo el
mundo, con excepción de los trabajadores de la construcción, cuya jornada es de
10 horas, pero se les paga no por 8 horas sino por esas 10 horas.
Otro avance de la Revolución
que se refleja en cada persona en particular es el relativo a los beneficios o
al aseguramiento que tiene un trabajador cuando se enferma. Antes del triunfo
de la Revolución sólo se le pagaban 9 días al año por enfermedad; si el
trabajador se enfermaba más de 9 días no cobraba por aquel tiempo que estuviese
enfermo más allá de los 9 días. Hoy el trabajador se enferma y puede estar
cobrando sin trabajar hasta un año. Si esta en su casa cobra el 50% de su
salario, si se ingresa en el hospital, donde recibe gratuitamente asistencia
médica, medicinas y comida, sigue recibiendo el 40% de su salario; y si se
trata de un accidentado del trabajo o del que ha contraído una enfermedad
profesional por el trabajo, recibe el 70% de su salario si esta en la casa y
60% si esta hospitalizado.
Otra
ventaja para una parte importante de nuestra población que ha traído la
Revolución es la eliminación completa de la discriminación racial, para todo
tipo de actividad empezando por el trabajo. Antes la casi totalidad de las
playas estaban prohibidas para los hombres y mujeres de la raza negra; había
barrios en que só1o podían vivir los blancos; parques en que solo podían pasear
los blancos o en que se paseaban en áreas separadas los negros y los blancos,
fiestas en las que solo podían bailar los blancos. Hoy en todas las playas, los
parques, las fiestas, los barrios, al igual que en el trabajo y en las
trincheras andan juntos, sin discriminación de ningún tipo hombres de todos los
colores: blancos, negros, mulatos.
Otra cuestión que tiene un
significado extraordinario para la tranquilidad y la seguridad personal es lo
relativo al retiro en la vejez. Antes del triunfo de la Revolución eran muy
pocos los sectores obreros en los que se obtenía el retiro y en algunos casos
eran retiros que, o no se conseguían o cuando se lograban eran irrisorios:
había retiros de 1.50 al mes, $2.00 y cosas parecidas. En total en el año 58
los pagos por seguridad social fueron 105 millones de pesos, quiere decir que
el Estado o las cajas de retiro pagaron 16 pesos como seguridad social por cada
habitante del país. En 1978 se pagaron unos 600 millones de pesos, lo que
significa 62 pesos por cada habitante. En el 58 solo había 154 mil jubilados,
actualmente hay más de 650 mil jubilados. Hoy todos los trabajadores saben que
cuando llegan a la edad establecida tienen asegurado un retiro, no tiene el
trabajador la angustia de pensar en el momento en que llegue a la edad en que
no pueda trabajar, la preocupación de que va a quedarse desamparado, de que no
va a tener ingresos con los cuales enfrentar sus necesidades en ese momento.
Otro elemento que incorporó
la Revolución para bienestar del pueblo fue la eliminación completa del juego,
de las drogas, de la prostitución, de la mendicidad.
En salud pública, ya hicimos
referencia en nuestro informe ante la Asamblea a que tenemos un médico por cada
680 habitantes aproximadamente: el nivel más alto de América Latina, y a las
camas de asistencia médica que también han crecido extraordinariamente por
habitante. Pero además, hay una distribución más adecuada de esos servicios
porque si en el año 58 sólo un 35% de los médicos estaba en el interior del
país y el 65% en La Habana, hoy, al revés solo el 36% reside en La Habana y el
64% esta en el resto del país, y si en 1958 el 62% de las camas de asistencia
médica se hallaba en La Habana hoy, igualmente a la inversa, el 39% de las
camas esta en La Habana y el 61% en el resto del país.
Antes de la Revolución por
cada mil niños nacidos vivos morían 60 en su primer año de vida y hoy solo
mueren 23. Han desaparecido enfermedades como la difteria, el paludismo y la
poliomielitis y han disminuido extraordinariamente otras muchas. La esperanza
de vida al nacer que para el año 1958 se calculaba en 59 años, actualmente es
de unos 72 años, según datos de la Organización de Naciones Unidas esa cifra
nos sitúa junto a Estados Unidos y Canadá en este importantísimo índice, muy
por delante del resto de los países de América Latina, dándose casos como el de
Argentina en el que ha descendido en los últimos años. En África según esa
misma información este índice solo alcanza unos 48 años.
El presupuesto para la salud
pública en el año 58 representaba solo $ 3.30 por cada habitante del país. En
el año 78 el presupuesto de salud pública representó $40.00 por cada habitante:
12 veces más.
Y lo más importante: todos
estos servicios se dan gratuitos. Compárese la situación actual de cualquier
familia, de cualquier persona, que cuando está enfermo puede acudir sin costo
alguno a los policlínicos, ingresar en los hospitales, hacerse cualquier
operación, con la situación existente antes del triunfo de la Revolución en que
cualquier consulta le costaba 5, 10 y hasta 20 pesos y más, según el prestigio
o la especialidad del médico. En que debía pagar 3 pesos y más por hacerse un análisis;
5 pesos por hacerse una radiografía media; y ni hablar de una operación por
simple que fuera: una de amígdalas o de apéndice costaba de 300 a 500 pesos con
sólo 3 días de reclusión y sin medicamentos, y cualquier otra operación más
compleja podía costar entre 1,000 y 1,500 pesos y ni pensar en las operaciones
especiales cuyos precios eran astronómicos. En que para conseguir una cama en
un hospital había que apelar al político de turno más cercano, ofreciéndole los
votos de la familia y los amigos y aún
así en muchas ocasiones no se podía resolver el ingreso, y si lo lograba no
recibía medicamentos.
En la educación, ¿qué ha
significado la Revolución en la educación, para cada familia, para cada
persona? En 1958 el 22% de la población en edad de saber leer y escribir era
analfabeta más de 1 millón de analfabetos y en la población rural el
analfabetismo alcanzaba más del 40%. En la educación primaria sólo un 70% de
los niños en la edad escolar correspondiente asistía a la escuela y para esta
enseñanza el país só1o disponía de unos 17 mil maestros. Hoy no hay
analfabetos, todos los niños en edad de primaria van a la escuela y para este
nivel de enseñanza el país dispone de más de 90 mil maestros y, además, dentro
del alumnado de enseñanza primaria, hay 54 mil en internados y más de 280 mil
en seminternados.
En la enseñanza media sólo
había 88 mil alumnos en el año 58, hoy hay más de un millón y de ellos más de
la mitad en la condición de internos. Y de 4,500 maestros que había en ese
nivel de enseñanza en el 58 hoy hay casi 70,000 maestros.
En la educación superior
había 15 mil alumnos con unos 900 profesores. Hoy tenemos casi 140 mil alumnos,
de ellos más de 55 mil en la condición de internos y seminternos, y se cuenta
con unos 8,800 profesores.
El
presupuesto de educación en el año 58 fue de 74 millones de pesos, es decir 11
pesos por cada habitante del país. En el año 78 ese presupuesto fue de más de
mil millones de pesos, lo que significa que el Estado gastó
110 pesos por cada habitante del país con destino a la educación: 10 veces más.
En cada estudiante de
secundaria básica en el campo, por ejemplo, la sociedad invierte cada año unos
620 pesos. Los estudiantes becados reciben, además de la atención docente y los
libros: albergue, asistencia médica, medicinas, transporte, ropa, calzado y
comida sin costo alguno para sus padres. Si un padre fuese a pagar los gastos
de un hijo estudiando en una escuela secundaria básica en el campo, solamente
por lo que cuesta, tendría que pagar 52 pesos mensuales. Si fuera a pagar la
beca del hijo en un preuniversitario en el campo tendría que pagar 56 pesos
mensuales. Si fuera a pagar el costo de un hijo estudiando en un Instituto
Politécnico interno tendría que pagar 70 pesos mensuales. Si fuese a pagar el
costo de un hijo estudiando seminterno en primaria tendría que pagar 25 pesos
mensuales, porque eso es lo que le cuesta al Estado el mantener esos servicios.
Y téngase en cuenta, como te
aclaro, que me refiero solo al costo de estos servicios. Estos gastos, si se
tuvieran que hacer en escuelas privadas como las que existen en el capitalismo
equivaldrían al doble de las cifras mencionadas pues incluirían las ganancias
de los dueños de esas escuelas. Antes del triunfo de la Revolución en cualquier
escuela privada de internos había que pagar como mínimo 60 pesos para tener un
hijo estudiando en ellas y no daban ropa, libros, transporte, ni otras muchas
cosas que hoy se ofrecen en los internados.
Antes del triunfo de la
Revolución para ingresar a la Universidad había que pagar una matrícula. Hoy
los estudiantes universitarios reciben la formación docente, reciben los libros
y reciben además, en muchos casos, un estipendio y, si están internos, todo el
servicio de albergue, etcétera, de manera gratuita.
Hemos hablado de todo un
conjunto de necesidades vitales de la población, de la familia, que antes de la
Revolución no estaban satisfechas y que la Revolución ha satisfecho y satisface
de manera creciente, aumentando, además, cada año el grado de satisfacción de
estas necesidades fundamentales y que lo hace gratuitamente, sin que le cueste
un centavo a nadie.
Para las otras necesidades
los trabajadores reciben un ingreso personal, lo reciben también los jubilados
y pensionados, lo reciben los campesinos por la venta de sus productos. El
ingreso personal per capita de todo el país en el año 58, según las
estadísticas existentes, no llegaba a 400 pesos al año y con ello se supone que
había que pagar los servicios que hoy la Revolución da gratuitos: la asistencia
médica y hospitalaria, la educación de los hijos, etcétera, los que podían
hacerlo. Este ingreso per capita de que hablamos incluía el ingreso que
recibían los trabajadores del país pero incluía también el ingreso de los
capitalistas, lo que significa que dicho per capita era solo aritmético, no era
real, este promedio se alejaba mucho de la realidad: estaba muy por encima del
ingreso real de los trabajadores y por debajo, muy por debajo, del ingreso de
los capitalistas y de los empleados de mejores sueldos. Cuando decimos que era
un per capita, solo aritmético es porque la cuenta se sacaba, como tu sabes,
sumando los ingresos de todos los trabajadores, empleados, pequeños
propietarios y también de los capitalistas existentes en el país y dividiendo
esa suma entre todos los habitantes del país. Se sumaba el que ganaba un millón
de pesos en el año, el que ganaba 200 pesos y el que no ganaba nada, y se
dividía la suma entre todos, lo que daba como resultado un promedio de ingresos
falso, muy alejado de la realidad.
En 1978 el ingreso per
capita, mucho más parejo y más distribuido porque ya no hay capitalistas ni
desempleados en el país, fue de 650 pesos al año y con este ingreso la
población no tiene que pagar asistencia médica ni hospitalaria cuando se
enferma ni la educación de los hijos porque esto es gratuito.
En
1958 los salarios promedio eran de 73 pesos mensuales pero, dentro de estos, el
salario medio mensual de los obreros agrícolas era inferior a los 50 pesos y en
la mayor parte de los casos inferior a los 30 pesos. Los
trabajadores agrícolas en el año 58, cerca de 400 mil en total, que tenían bajo
su responsabilidad aproximadamente a 2 millones de personas incluyendo sus
familiares lo que en su totalidad representaba el 34% de toda la población del
país, recibían ingresos en su aplastante mayoría por debajo de 42 pesos
mensuales, según una encuesta realizada por una agrupación católica de la
época. Actualmente, el salario medio de los obreros agrícolas es de unos 115
pesos, tres veces superior, y el salario medio en general del país es de unos
140 pesos mensuales.
Frente a estos ingresos
personales, muy superiores ahora a los de antes como vemos, los servicios
fundamentales son gratuitos, lo que quiere decir que la población no tiene que
gastar un centavo para recibirlos, y los demás servicios y productos los compra
a precios que prácticamente están congelados, sobre todo los precios de los
productos alimenticios, desde los primeros años de la Revolución mientras que
en el mundo los precios han crecido astronómicamente; la leche, la carne, el
arroz, los frijoles nuestra población los recibe a un precio que está por
debajo de su valor. Así, por ejemplo, una libra de carne de res le cuesta al
país producirla, tan solo en gastos en divisas capitalistas para materias
primas para piensos y otros recursos, entre 45 y 50 centavos. A esto hay que
añadirle todos los demás gastos nacionales en las empresas ganaderas, en la
transportación, en los mataderos, en la distribución, etc., lo que eleva sus
costos a unos 80 centavos o más. Y se vende a la población a 55 centavos la
libra de primera y a 44 centavos la libra de segunda. Otro ejemplo: la libra de
frijoles que compramos en el mercado capitalista nos sale a unos 18 ó 19
centavos de peso, sin contar los gastos de descarga en el puerto,
transportación, almacenaje, distribución, etc., lo que eleva sus costos a unos
25 centavos y se vende a 18 ó 20 centavos a la población.
El cobro de los círculos
infantiles, que oscila desde 3 pesos por niño para las familias de más bajos
ingresos hasta 40 pesos para las familias de más altos ingresos, solo responde
como promedio a la tercera parte de lo que cuesta un niño en un círculo. Si un
padre fuese a pagar lo que cuesta mantener un niño en un círculo debería pagar
entre 70 y 75 pesos, sin embargo como promedio se paga entre 20 y 25 pesos.
Antes de la Revolución el
pago del alquiler absorbía como promedio un 30% de los ingresos personales y
así es hoy, por lo general en los países capitalistas. En nuestro país
actualmente el alquiler sólo requiere como máximo un 10% de los ingresos
personales.
Si nos referimos a los
consumos per capita de los principales alimentos y de los principales productos
industriales estos per capitas han crecido extraordinariamente desde el año 58
hasta la fecha y están por encima, en la mayor parte de los casos, de la
mayoría de los países de América Latina. Pero, además, se trata de per capitas
reales, no de simples promedios aritméticos. En Cuba antes del triunfo de la
Revolución y en los países capitalistas estos per capitas se refieren al
promedio aritmético pero en la realidad unos reciben mucho de estos productos y
los más reciben muy poco o no reciben nada de estos productos. Ya vimos antes
lo que representa este promedio simplemente aritmético en un país capitalista.
Si, por ejemplo, sacáramos el per capita de lo que come un capitalista de carne
a la semana, digamos 7 libras, y lo que come un obrero, 1 libra digamos, el
promedio aritmético será la suma de lo que comen los dos, 8 libras, dividida
entre los dos lo que da 4 libras per capita. Es decir, como si cada uno de
ellos comiera 4 libras de carne a la semana.
Así, por ejemplo, antes del triunfo
de la Revolución, según la encuesta de la agrupación cató1ica que antes
mencioné, entre las familias rurales que como vimos sumaban más de 2 millones
de personas (un 34% de la población del país): 11 de cada 100 personas tomaban
leche; 4 de cada 100 comían carne; 2 de cada 100
comían huevos y solo 3 de cada 100 comían pan. Hoy los per capitas de estos
productos son per capitas reales y en el caso de la leche se le asegura a todos
los niños hasta los siete años de edad y a todos los ancianos a partir de los
65 años de edad.
El
mismo volumen de productos de que nosotros disponemos y con el mismo per capita
que nosotros tenemos, si esta disponibilidad de productos estuviese en un país
capitalista las vidrieras estarían repletas, las tiendas estarían llenas,
porque una mayor parte de la población desempleada y con ingresos sumamente
bajos no tendría acceso a ellos. En nuestro caso las vidrieras muchas veces
están vacías pero es porque los productos están donde deben estar: en manos de
los consumidores, que disponen de los ingresos suficientes para adquirirlos y
cuyo derecho se les garantiza cuando es necesario mediante una distribución
centralizada a través de la libreta de racionamiento.
En
el capitalismo las peleterías están llenas de zapatos, pero por las calles hay
niños descalzos, ancianos descalzos. En nuestro país en muchas ocasiones las
vidrieras están vacías de zapatos o semivacías de zapatos, pero no hay niños
descalzos ni ancianos descalzos. Esa es una diferencia fundamental entre una
sociedad capitalista y una sociedad socialista.
El per capita de un producto
deficitario para nosotros como la carne, por ejemplo, es no obstante mucho más
alto en nuestro país que en países como Bolivia, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Brasil, México, Perú. Sin embargo en
estos países la carne se vende por la libre, en las carnicerías hay suficiente
carne, y en nuestro país hay racionamiento de la carne y las carnicerías están
vacías y la carne se atrasa a veces en su distribución, no obstante que nuestro
per capita es superior. Y no es algo reciente, pues esto lo podemos ver si
tomamos, digamos, un año como 1973 en que tenemos cifras para estos países y
para Cuba, ofrecidas por un Informe de la FAO editado en 1977.
En la leche el per capita de
consumo es también muy superior a todos estos países. Sin embargo nosotros
tenemos la leche racionada y en estos países la leche está por la libre, lo que
no significa otra cosa sino que unos toman leche, mucha leche, y otros no toman
ninguna leche.
En cereales el per capita de
Cuba en 1973 era de 97 kilogramos y en países como España era de 84; en Bolivia
de 81; en Brasil de 91; en Ecuador de 67; en Venezuela de 88; en Colombia de
68. Como vemos per capitas inferiores a los nuestros, y sin embargo allí el pan
está por la libre y en nuestro país esta racionado.
La
producción per capita de viandas en el 73 en nuestro país fue de 48 kilogramos.
En Italia fue de 39; en El Salvador de 8; en Guatemala de 3; en Honduras de 17;
en México de 10; en Nicaragua de 11; en Venezuela de 38. Y en estos países las
viandas están por la libre mientras en el nuestro están racionadas y no
alcanzan.
En frijoles, el per capita
nuestro del año 73 fue de 10,1 kilogramos, en Bolivia fue de 3,6 kilogramos; en
Ecuador de 7,9; en Perú, de 7,7; en Venezuela de 7,9; en Colombia de 4,5; y sin
embargo los frijoles no están racionados en estos países, se pueden encontrar
libremente en las tiendas y en nuestro país están racionados y no alcanzan.
El
consumo per capita de arroz en el año 73 en nuestro país fue de 42 kilogramos;
en Bolivia de 9; en Brasil de 39; en Ecuador de 19; en El Salvador de 6; en
Guatemala de 4; en Honduras de 4,4; en México de 5,3; en Nicaragua de 16; en el
Perú de 20; en Venezuela de 12; en Colombia de 27. Y en todos estos países el
arroz está por la libre mientras en el nuestro está racionado.
La cantidad de proteínas per
capita que se consumió en el año 73 en nuestro país fue de 65 gramos diarios
por habitante. En Bolivia fue 48; en Ecuador 47; en Brasil 63; en El Salvador
50; en Guatemala 53; en Honduras 52; en México 65; en Perú 60; en Venezuela 62;
en Colombia 47. Y en todos estos países los alimentos proteicos están por la
libre. En nuestro país están racionados.
Lo que te muestro, a partir
de estas cifras dadas por un organismo internacional como la FAO, pone de
manifiesto que nuestro racionamiento y la capacidad de ingresos de nuestra
población aseguran un nivel de vida muy superior para todo el mundo al que
existe en estos otros países que no tienen sin embargo racionamiento. Por eso
es falso entender que la libreta de abastecimiento en Cuba refleja un nivel de
vida inferior al de otros países y refleja más escasez que la existente en
otros países. Refleja, sí, que no tenemos lo suficiente aún para satisfacer en
la medida en que quisiéramos las necesidades de los productos racionados a toda
la población de nuestro país, pero no refleja el que le demos satisfacción a esas
necesidades en menor medida que la que le dan otros países que no tienen
libreta. No, se la damos en mayor medida que muchos otros países, pero lo más
importante: la damos de manera más justa, más equitativa porque le aseguramos a
todo el mundo los productos fundamentales, mientras que en los países
capitalistas, aún en los que tienen más abundancia absoluta de productos que
nosotros y per capitas superiores que nosotros, se hace una distribución de
manera desigual, de manera injusta, pues unos tienen de todo precisamente
porque la mayoría carece de todo o de casi todo.
Y en todas estas producciones
alimenticias la Revolución ha ido avanzando de año en año. Te puedo mostrar,
digamos, los crecimientos en los últimos 10 años en algunos de estos productos.
Así, por ejemplo, si el consumo per capita de cereales en el año 69 fue de 94
kilogramos, en el 78 fue de 108 kilogramos. Si el per capita de consumo de
carnes fue de 27,8 kilogramos en el 69, en el 78 fue de 29 kilogramos. El
consumo de pescado en el 69 fue de 8,6 kilogramos y en el 78 de 14,7
kilogramos. El consumo de leche en el 69 fue de 143 kilogramos y en el 78 de
159 kilogramos. El consumo de huevos fue en el 69 de 171 unidades per capita y
en el 78 de 193 unidades per capita. El consumo de grasas en el 69 fue de 13
kilogramos per capita y en el 78 de 17 kilogramos per capita. El consumo de
viandas en el 69 fue de 65 kilogramos per capita y en el 78 de 89 kilogramos
per capita. El consumo de hortalizas en el 69 fue de 26 kilogramos per capita y
en el 78 de 46 kilogramos per capita. El consumo de calorías en total fue en el
69 de 2,500 calorías y en el 78 de 2,846 calorías. El consumo de proteínas fue
en el 69 de 67 gramos diarios y en el 78 de 75 gramos Cuando hablamos de estos
per capitas tenemos en cuenta no sólo lo que se distribuye en las tiendas a
través de la libreta de racionamiento sino también lo que se come en las
escuelas, los hospitales, la gastronomía, los comedores obreros, etc., pues
todo esto en definitiva lo consume la población.
En cuanto a productos
industriales también se han producido avances y crecimientos en la distribución
per capita de algunos como en el caso de los tejidos y en el caso de la ropa
interior y exterior, aunque todavía se esta muy lejos de satisfacer las
necesidades de toda la población; y se han mantenido los per capita en la
distribución de jabón de lavar, de jabón de tocador. Pero han crecido de manera
notable las distribuciones y ventas de televisores, refrigeradores, radios,
lavadoras, planchas eléctricas, ollas de presión, etc. En el pasado año 1978 se
distribuyeron a la población 196,500 televisores: 36 mil más que en 1977;
93,200 refrigeradores: 18 mil más que el año anterior; 93,300 lavadoras: 19 mil
más que el 77; 80 mil ventiladores: 79 mil más que en 1977 en que virtualmente
no hubo distribución, y así en muchos otros productos industriales.
Naturalmente no significa que
entendamos que las necesidades de estos productos que hemos mencionado
anteriormente, tanto alimenticios como industriales, estén debidamente
resueltas. Hemos dicho que dan respuesta a las necesidades fundamentales de la
población, que aseguran que nadie pase hambre ni esté mal alimentado, que a
nadie le falte ropa y calzado, pero sabemos que aún falta mucho para considerar
que estas necesidades estén debidamente satisfechas y en algunos productos
están más insatisfechas que en otros, como es el caso de las sábanas, los
colchones, los mosquiteros, etc.
Lo que sí podemos afirmar es
que la Revolución ha significado un avance extraordinario en el bienestar del
pueblo, aún en el consumo de estos productos más deficitarios de que estamos hablando; que el nivel de
vida ha ido incrementándose de año en año aún en estos renglones más
deficitarios, y que es comparativamente muy superior al que existe en numerosos
países capitalistas en los que sin embargo estos productos no están racionados.
La solución adecuada y
racional a las necesidades aún no satisfechas o no completamente satisfechas es
tarea a lograr en lo adelante y para lograrla precisamente debemos comprender
la necesidad de sacrificar los incrementos más inmediatos del consumo de tal
manera que podamos dedicar los esfuerzos y los recursos principalmente a crear
las condiciones de desarrollo económico que nos permitan resolver esos
problemas aún existentes.
¿Se puede establecer una diferencia entre simple crecimiento
económico y desarrollo?
Indudablemente. Y
al hablar de este tema siempre tengo presente lo que expresara el Che al
respecto cuando dijo: “que un enano de cabeza enorme y tórax henchido es
subdesarrollado en cuanto a que sus débiles piernas o sus cortos brazos no
articulan con el resto de su anatomía porque es el producto de un fenómeno
teratológico que ha distorsionado su desarrollo”. Y concluía esta idea el Che
diciendo que “eso es lo que en realidad somos nosotros, los países suavemente
llamados subdesarrollados”.
Los países coloniales,
semicoloniales y dependientes no hay dudas de que tienen crecimiento en su
economía; crecen pero lo hacen de una manera anormal y teratológica, utilizando
la expresión del Che. Las distintas partes de su anatomía económica no crecen
proporcionalmente en función de sus propios intereses, de la solución de sus
problemas, de su futuro, sino en función de la metrópoli colonial o
imperialista que los domina, y por ello no se desarrollan aunque crezcan. Lo
que hacen es adquirir una estructura cada vez más deformada. Crecen mucho unas
ramas, otras no crecen o crecen muy lentamente e incluso crecen a veces hasta
un punto dado, de estancamiento y de estrangulamiento.
La economía cubana creció
desde la conquista de los españoles hasta su derrota por los patriotas de
nuestras guerras de independencia del siglo pasado, y luego de la intervención
norteamericana y del establecimiento de la seudo república neocolonial, creció
aún más rápidamente pero no se desarrollo. Cualquier indicador económico global
de una década cualquiera que se tomara en nuestra evolución, era por lo general
superior al de la década anterior. Pero lo que creció en definitiva fue “ese
enano de cabeza enorme y tórax henchido con piernas débiles y cortos brazos”
del que hablara el Che, creció unilateral y desproporcionalmente nuestra
producción azucarera hasta que llegó al nivel requerido por las exigencias e
intereses de la metrópoli norteamericana, luego se estancó y no creció más.
Tampoco crecieron virtualmente las demás ramas de la industria que se habían
quedado muy rezagadas unas y sin crecimiento alguno otras. Lo que creció fue
nuestra dependencia del comercio exterior, de las importaciones de bienes de
consumo, materias primas y equipos importados de los Estados Unidos, a cambio
de los cuales exportábamos prácticamente un solo producto: el azúcar.
Adicionalmente a eso se creó
una deformación de la estructura geográfica de nuestra economía, puesto que se
concentraba fundamentalmente en la Ciudad de La Habana. Había ausencia de base
mecánica, de materias primas nacionales, de fuerza de trabajo calificada, de
experiencia nacional para organizar y ejecutar un proceso de desarrollo
industrial. La agricultura era muy atrasada y practicaba el cultivo extensivo.
En
los 20 años que han transcurrido desde el triunfo de la Revolución hemos
crecido, pero ya lo hemos hecho en función del desarrollo aunque no hemos
podido vencer aún el subdesarrollo. La estructura deformada de nuestra economía
no ha sido derrotada aunque se han dado pasos muy importantes en ese sentido y
realmente se han creado condiciones para poder iniciar un proceso de desarrollo
acelerado.
La agricultura se ha
tecnificado grandemente, sobre todo la agricultura cañera, la avicultura, y
algunas otras ramas. Se ha avanzado en general en todas las producciones del
sector. Se ha creado un sistema de presas que permite ir a un proceso creciente
de irrigación en áreas cada vez mayores, en la medida en que podamos ir
incorporando los correspondientes sistemas de regadío.
Se ha desarrollado y continua
desarrollándose una sólida infraestructura de viales, carreteras, caminos, vías
férreas. Se ha desarrollado una marina mercante que antes no existía. Se han
desarrollado otras producciones exportables además del azúcar, como la pesca y
los cítricos. Se ha desarrollado una poderosa fuerza constructiva, apoyada a su
vez en el desarrollo de la industria de materiales de construcción. Se ha
iniciado un creciente proceso de inversiones industriales que ha incorporado
renglones que nunca antes se habían producido en el país, sustituyendo
importaciones que permiten una mayor integración nacional al producir materias
primas y equipos que hasta ahora se han estado importando al ciento por ciento
o en su casi totalidad. Se ha comenzado a desarrollar dentro de esto una
importante base mecánica.
Por todas estas razones somos
ya, lo que propiamente podemos llamar un país en vías de desarrollo, Ya no
crecemos simplemente, sino que lo hacemos en función del desarrollo pero, como
decía antes, todavía estamos lejos de ser un país desarrollado, solo hemos
creado las bases para ello. Aún dependemos demasiado del comercio exterior, del
área capitalista y de un producto: el azúcar. Hay que romper todas esas
dependencias. Para ello se hace necesario desarrollar nuestra industria hasta
que produzca como mínimo un 60% de toda la producción del país; actualmente
produce aproximadamente un 45% y el resto lo produce la agricultura, la
construcción, etc. Dentro de la industria se hace necesario desarrollar su base
mecánica, adecuada a nuestras condiciones y características desde luego. Se
hace necesario diversificar nuestras exportaciones. Y aunque sigamos
desarrollando, como lo estamos haciendo y vamos a continuar haciéndolo, nuestra
producción azucarera, es necesario hacer que el peso especifico que ella juega
dentro de nuestras exportaciones sea menor al actual. Tenemos que trabajar para
sustituir al máximo nuestras importaciones, sobre todo las que provienen del
área capitalista.
El crecimiento de la
economía, para que pueda denominarse desarrollo, tiene que ser un crecimiento
proporcional, adecuado, que persiga determinados objetivos de transformación
estructural, que rompa nuestras dependencias y elimine nuestros puntos débiles.
Y para lograr todo esto se requiere un ingente esfuerzo de todos nosotros y de
todo el pueblo en general.
La población
ha tenido conocimiento de que la dirección de la Revolución está preocupada por
confeccionar un Plan de Desarrollo para el año 2000, y algunos se preguntan qué
sentido tiene planificar a tan largo plazo, sobre todo cuando hasta ahora no se
han logrado cumplir plenamente los planes anuales. ¿Qué puedes decirnos de
esto?¿La planificación a largo plazo ayuda a la planificación a plazos menores?
Lo primero que
quisiéramos aclarar es que, si somos precisos, no estamos enfrascados en una planificación
para el año 2000, sino hasta el año 2000, lo que establece una diferencia
notable entre una expresión y la otra. No se trata de planificar desde ahora lo
que vamos a hacer en el año 2000, sino de hacer un plan que fije lo que debemos
comenzar a realizar desde ahora, desde los años más inmediatos: el 81 y
siguientes, en el próximo quinquenio 86-90, en el quinquenio 91-95 y finalmente
en el quinquenio 96-2000, para lograr determinados propósitos y determinados
objetivos que sólo pueden alcanzarse si trabajamos de manera consciente y
planificada con una perspectiva de 15 ó 20 años, pues los pasos que debemos
dar, las medidas que debemos tomar, los caminos que debemos seguir y la política
que debemos aplicar sólo darán sus frutos en un plazo largo y no en un plazo
corto, y ni siquiera en un mediano plazo.
La estructura de nuestra
economía se subdesarrolló, se deformó, a lo largo de más de 4 siglos de
dominación colonial española primero y neocolonial yanqui después. Es una
estructura que se arraigó, que se anquilosó en nuestra economía. El que
dependamos del azúcar, por ejemplo, en la forma en que dependemos y del
comercio exterior de la manera en que dependemos se fue gestando, desarrollando
y enraizando durante todo ese largo tiempo. No se puede por lo tanto cambiar
eso en un año, ni en dos, ni en cuatro, ni en cinco, ni en diez años.
Ya han pasado 20 años del
triunfo de la Revolución y, como decíamos, a pesar de que se ha tenido
conciencia siempre de cuales son nuestras deformaciones económicas, de la
necesidad de cambiarlas, y a pesar de que la política económica que se ha
adoptado y las medidas que se han aplicado han tenido siempre la intención y el
propósito de cambiar esta situación y a pesar de que, como también expliqué
antes, se han dado grandes pasos de avance en esa dirección hasta ahora sólo
hemos logrado crear las bases para superar y corregir esa estructura.
Y entre las razones de peso
que explican el por qué eso no se ha logrado aún, está desde luego el que
durante los primeros años todos los esfuerzos estuvieron dedicados a las
transformaciones económico sociales que era necesario realizar como punto de
partida: la Reforma Agraria, las nacionalizaciones, etc.; y a que en los años
siguientes estuvieron presentes, también como limitantes, la falta de
experiencia sobre cómo hacerlo, la falta de cuadros y, junto a ello, afectados
grandemente por el criminal e indecente bloqueo que se nos impuso y que aún
permanece y por la lucha que durante toda la década pasada estuvo presente de
una manera muy activa contra las agresiones del imperialismo. En resumen, la
lucha durante todos esos años tuvo que concentrarse en primer lugar en lograr
la supervivencia y no pudo estar en un primer plano la lucha por el desarrollo,
aunque no signifique que no estuviera presente. Todos esos son factores que han
estado presentes y que explican de manera determinada el por qué no hemos
logrado en estos 20 años más avances en este sentido.
Pero además de lo antes mencionado,
entre las cosas que han faltado, está una estrategia de desarrollo
integralmente comprendida, un plan de desarrollo a largo plazo. La definición,
vista la economía en toda su complejidad, de qué ramas desarrollar, qué
crecimiento deben tener unas y otras para que guarden las proporciones
adecuadas entre sí, qué inversiones concretas hacer, cuándo hacerlas, dónde
hacerlas, de qué magnitud deben ser esas inversiones, qué otros fondos
exportables debemos desarrollar, qué debemos hacer para desarrollarlos, qué
ritmo de crecimiento es necesario lograr, qué ritmos en cada rama: cuánto en la
agricultura, cuánto en la industria; qué capacidad de generación de
electricidad debemos alcanzar en cada momento, de dónde obtener los recursos
energéticos que no tenemos, cuánto petróleo necesitaremos, qué otras fuentes
energéticas desarrollar; qué capacidad de construcción debemos crear para
enfrentar el proceso inversionista que necesitamos, para poder hacer los planes
de viviendas que resuelvan ese problema tan sentido por la población, y que a
la vez se mantenga el nivel de construcciones educacionales, de hospitales,
carreteras, etc.; en cuántos años nos podremos proponer resolver el problema,
cuántos recursos debemos destinar a cada cosa, de dónde obtener los recursos
para cada objetivo, qué producir en el país y qué importar, qué recursos
naturales propios debemos desarrollar en primer lugar, qué fuerza de trabajo
tendremos, cuánta necesitaremos, con qué calificación, para qué ramas calificar
esa fuerza de trabajo, cómo desarrollar e implementar la política de la
incorporación creciente de la mujer al trabajo, qué niveles de consumo
racionales debemos aspirar a lograr en los diversos productos y servicios, qué
hacer para alcanzarlos, para qué año nos podemos proponer lograr esos niveles,
etc., etc.
Todas estas cosas, si
queremos hacerlas correctamente interrelacionando unas con otras, viendo las
influencias de unas sobre otras, o por lo menos si queremos tratar seria y
responsablemente de trabajar en ellas, debemos estudiarlas y hacer un plan para
resolverlas a largo plazo, porque es evidente que nada de eso se puede
planificar para alcanzarlo en un año, ni en cinco años, y en algunos casos ni
siquiera en 10 años.
Cualquier inversión de cierta
importancia, como ya expresamos al clausurar el Seminario que inició los
estudios para la Estrategia de Desarrollo hasta el año 2000, desde el momento
en que se decide acometerla, pasando por el período necesario para hacer los proyectos,
para adquirir los equipos, para hacer la construcción y el montaje, hacer las
pruebas de puesta en marcha hasta la asimilación de sus capacidades de
producción, requiere varios años: las más breves 2 ó 3 años, la mayoría de las
inversiones importantes, 4, 5 ó 6 años y algunas las más complejas, pueden
requerir hasta más de 10 años, como puede ser por ejemplo la construcción de
una central átomonuclear, de una siderurgia integrada, etc.
Lo que se decida construir,
por ejemplo, en el año 80 va a producir para el 84, 85 y a veces para el 86, 87
u 88, y así sucesivamente. Por lo tanto se hace necesario saber las necesidades
que van a existir de uno u otro producto para esos momentos, es decir, para los
años 85, 86, 88, 90 y siguientes, para poder decidir ahora, en el 80, qué
inversiones hacer, hacia dónde orientar a los jóvenes, hacia qué carreras
universitarias, para poder tener después la fuerza de trabajo calificada en lo
que se necesita.
Además,
para coordinar nuestros planes con los demás países socialistas es necesario
trabajar en el largo plazo porque ellos tienen ya planes a 15 años, y si
queremos que incluyan nuestros intereses en sus planes y queremos
desarrollarnos en integración con ellos y de manera complementaria con sus
economías nos es indispensable planificar en el largo plazo.
Ese es, dicho lo más
brevemente posible, el sentido de planificar, o de intentar hacer un plan hasta
el año 2000. Es más, diría que lo que no tiene sentido es continuar
planificando sólo a corto plazo, es decir haciendo planes anuales, porque en
los hechos no es posible realmente planificar a tan corto plazo y nuestros
planes anuales de ésta manera no tienen brújula ni tienen estrella orientadora
que los guíe. Para que los planes anuales sean realmente planes necesitan ser
parte y tener como punto de partida los planes quinquenales, y éstos a su vez,
si con ellos pretendemos hacer las cosas de tal manera que logremos salir del
subdesarrollo y superar la deformación estructural de nuestra economía, deben
formar parte de planes a largo plazo y cumplir los objetivos estratégicos y la
política y medidas estratégicas fijadas en estos planes perspectivas.
Para poder tener este plan
hasta el año 2000 tenemos previsto trabajar ahora durante 5 años. Primero, en
estos dos años: 79 y 80, o sea hasta el Segundo Congreso del Partido,
trabajaremos en la propuesta de una concepción general de desarrollo, de lo que
hemos denominado una propuesta de Estrategia de Desarrollo que será sometida a
la consideración del Congreso. Aprobada por éste a fines del año 80 la
Estrategia de Desarrollo a seguir, trabajaremos entonces durante 1981, 82 y 83
en la elaboración del Plan a Largo Plazo hasta el año 2000, con más precisión
en lo que se refiere al quinquenio 86-90, que será el más cercano, un poco
menos de precisión en lo referido al quinquenio 91-95 y con más elementos de
incertidumbre aún en lo referido al quinquenio más alejado, es decir, el
quinquenio del 96 al 2000. Pero eso sí, con objetivos y políticas bien
definidas hasta ese año 2000.
Después,
en la medida en que nos acerquemos a cada quinquenio siguiente, elaboraremos
con precisión lo referido al quinquenio más inmediato y definiremos la política
a seguir para 5 años más adelante. Así por ejemplo, en el quinquenio 86- 90
precisaremos los detalles para el plan quinquenal 91-95 y, a la vez,
definiremos los objetivos y la política estratégica a seguir hasta el año 2005,
de tal manera que siempre tengamos
la vista puesta 15 ó 20 años adelante y la política trazada para esos 15 ó 20
años como mínimo.
Limitarnos a los planes
anuales es como tomar en automóvil una carretera de noche y hacerlo sólo con
las luces de población encendidas. En esas condiciones avanzaremos muy
lentamente y sin rumbo preciso. Ya hacer planes quinquenales es dar un paso de
avance necesario pero aún insuficiente, porque es como ir sólo con la luz corta
de carretera encendida. Para poder avanzar con la mayor seguridad posible, con
el mínimo de orientación y visibilidad a larga distancia, a la velocidad
adecuada y llegar al objetivo, es indispensable tener encendidas las luces
largas de carretera, es decir tener planes a largo plazo. Solo así podremos
transitar exitosamente hacia el desarrollo, de tal manera que podamos resolver,
con modestia y racionalmente pero adecuadamente, las necesidades de nuestra
economía y de nuestra población.
NOTA SOBRE AL AUTOR:
Humberto Pérez González. Doctor en Ciencias Económicas. Ministro Presidente de la Junta Central de Planificación 1976-1985 (actual Ministerio de Economía y Planificación). Vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba 1979-1985. Director Ejecutivo de la Comisión Nacional para la implantación de la Nueva División Político Administrativa (DPA), de la organización de los Órganos del Poder Popular (OPP) y la aplicación del Nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SPDE) 19756-1976. Secretario Ejecutivo para la aplicación del Nuevo Sistema de Dirección de la Economía (SDPE) 1975-1985. Jefe de la Casa Financiera del Turismo (FINTUR) 2002-2006. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular 1976- 1986. Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana. Autor de conocidos libros y artículos.
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