José
Barreiro Alfonso
Viceministro de
Trabajo y Seguridad Social.
Ricardo J.
Machado
Sociólogo.
Instituto de Altos Estudios de Hotelería y Turismo.
Ángel
Martínez
Trabajador por
cuenta propia.
Lilia Núñez
Socióloga. Centro
de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas.
Daybel
Pañellas
Profesora.
Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
Rafael
Hernández
Politólogo.
Director de Temas
Rafael
Hernández
(moderador): ¿Qué es el sector no estatal? ¿Qué es el
sector privado y qué características tiene en nuestro país?
¿Cuáles han sido los principales impactos de su extensión en la sociedad
cubana? Este Último Jueves, panel de discusión de la revista Temas, es
un espacio para debatir sobre los efectos que ese proceso está teniendo en el
momento en que estamos aquí reunidos.
Ricardo
J. Machado:
Las opiniones que voy a compartir aquí son el resultado de
un proceso de investigación de hace dos años, que incluyó entrevistar a más de
sesenta cuentapropistas de cuatro provincias.
En relación con los impactos de la extensión del sector priva-do en la
sociedad cubana, estos pueden dividirse en cualitativos y cuantitativos.
El impacto cuantitativo es
más visible. Se establece a partir de datos públicos relacionados, por ejemplo,
con el número de cuentapropistas o de licencias concedidas a particulares
—según reportes de prensa, esta semana alcanzaban la cifra de trescientos
ochenta y cinco mil los trabajadores en ese sector; algunas fuentes estiman que
a finales de año deben ser quinientos mil, y que en los próximos cuarenta meses
podrían llegar a un millón ochocientos mil.
Sin embargo, el desarrollo cualitativo es un poco más lento, por
razones obvias, y se relaciona con las normas sociales y cívicas. Hay que
tener en cuenta que se trata de un sector extraordinariamente heterogéneo, con
una diversidad increíble de procesos de trabajo, y que requiere exigencias muy
diferenciadas en cuanto a la personalidad del cuentapropista.
En relación con las normas sociales, propongo recordar algo
interesante. El pasado Primero de Mayo, en La Habana, los primeros que
desfilaron fueron los cuentapropistas, y un amigo me comentaba que en las tres
semanas que siguieron a esa fecha, aumentaron los comensales en su paladar.
Este asunto tiene que ver, por tanto, con la identidad; es decir, se trata de
un espacio de legitimidad que debe ser ganado con el tiempo.
No obstante, hay evidencias
de que la opinión pública está recibiendo con buenos ojos esta expansión, en
sentido general, y pudieran citarse algunos casos que dan cuenta de este
impacto sensible. Por ejemplo, muchos organismos del Estado eliminaron en 2011
los comedores
para empleados, y algunos de ellos asignaron 0,60 cuc diarios al trabajador
para almorzar; fue el mismo período en que surgió una oferta paralela a cargo
de cuentapropistas, alternativa a los centros estatales: resolvieron el
problema.
Aun así, gran parte de los trabajadores desconfían de la continuidad de
ese proceso, y la inseguridad les lleva incluso a mantener un doble vínculo,
«por si acaso». Hay indicios objetivos de la irreversibilidad de esta
expansión del sector no estatal, pero la desconfianza está basada en la
experiencia del cuentapropismo en los últimos quince o veinte años: un proceso
de «abre y cierra» que no permite mostrar de forma clara el espacio que este
sector ocuparía en una nueva etapa del desarrollo económico del país.
Lilia
Núñez:
Desde una perspectiva socio-estructural, es muy pronto
para evaluar los impactos de este proceso en la sociedad
cubana. Hay que tener en cuenta que el sector no estatal incluye también al
sector cooperativo, al mixto y al vinculado con el capital extranjero, y es
importante el conjunto de relaciones al interior de estos subsectores.
Habrá que ver su comportamiento en el futuro porque el sector no estatal
ha tenido momentos de expansión y contracción, muy vinculados al estatal. Creo
que estamos en una etapa de reacomodo, de ampliación de ese sector privado y de
aceptación de otras formas de gestión económica: me refiero al arrendamiento y
al cooperativismo en el espacio urbano —cuestión que hasta ahora no había sido
objeto de análisis en la composición socioclasista de la sociedad cubana,
aun-que sabemos que las cooperativas sí han funcionado en experiencias
agropecuarias.
Cuando se analiza la
estructura de la ocupación por formas de la propiedad, se advierte cómo la
proporción tiende a un crecimiento en el sector no estatal, aunque el estatal
siga siendo preponderante.
Y toda esa heterogeneidad a la que hacía referencia Machado, incluye a
los artistas y a los religiosos, porque sus desempeños también son formas de
autoempleo que dependen mucho de las capacidades individuales y del capital
económico, humano, cultural y social con que cuentan. También es un espacio
diverso por la forma y la magnitud de la propiedad: ¿quién es propietario y
quién es productor?, interrogantes que han de ser tenidas en cuenta a la hora
de trazar es-trategias y analizar las potencialidades de ese sector —no se
trata de ver al cuentapropista como el pequeño capitalista que explota fuerza
de trabajo, aunque dentro del propio sector haya diferencias en este sentido.
El espacio no estatal muestra
también su heterogeneidad en cuan-to a la ubicación geográfica, red de
conexiones, propiedad de activos o la ayuda que reciben del exterior, elementos
que condicionan en buena medida el éxito o el fracaso de cada una de las
experiencias.
Por supuesto, esta expansión
ha tenido un efecto en el empleo. En la composición actual del sector privado,
una buena parte de los trabajadores no muestra vínculo laboral previo al
desempeño por cuenta propia, y se espera que en el futuro, se requiera
diversificar y ampliar las otras formas del sector no estatal como las
cooperativas o el arrendamiento, todavía con un desarrollo insuficiente.
Otro elemento que caracteriza al sector privado está relacionado con las
diferencias entre lo que se norma y lo que ocurre en la realidad. Si bien en
los años 90 la regulación estatal ponía límites al enriquecimiento
en este sector, la práctica derivó en el surgimiento y la generación de grupos
de pequeña burguesía que todavía existen. La legislación actual, aun cuando
declara que no admitirá la concen-tración de la propiedad, amplía los márgenes
a mayores ingresos al incluir la posibilidad de emplear fuerza de trabajo.
En cuanto a las desigualdades, considero que la fractura entre
condiciones de trabajo e ingresos no corre a cuenta del sector privado. Hay
otras formas que han creado diferencias entre los trabajadores de nuestra
sociedad y habría que tenerlas en cuenta también para un análisis de este tema.
Rafael Hernández: Daybel, ¿cómo se percibe este sector
a sí mismo y cómo lo perciben los demás sectores?
Daybel Pañellas: No creo que exista una confluencia
entre sector privado y cuentapropista. De hecho, «cuentapropista» es una
etiqueta que usamos para designar a quien no trabaja en el sector estatal y de
cuyo estigma se autodistancian otros grupos sociales: artistas, escrito-res,
pastores religiosos; personas que se sienten «independientes» del Estado, pero
no «cuentapropistas».
En relación con el impacto de este proceso en el sector estatal se
perciben ya elementos a nivel subjetivo: primero, un sentimiento de competición
que hemos visto especialmente en dirigentes del sector de la gastronomía,
quienes sienten que los nuevos dueños de cafeterías y paladares compiten no
solo por la calidad y la diversidad de los servicios, sino por el conjunto de
la oferta.
Me interesa
también el modo en que los cuentapropistas, dentro de sus
negocios, están reproduciendo la cultura organizacional esta-tal y su
estructura de subordinación vertical. Dicha subordinación la experimentan los
empleados en tanto ya existe la palabra «dueño» como otra etiqueta en la
cultura organizacional cuentapropista; pero obviamente, no está en el discurso,
sino que se siente de manera pro-yectiva. Se reproducen igualmente dinámicas
que tienen que ver con la «tradición» de los roles de género y raza dentro de
una estructura vertical, por ejemplo.
En la representación que de la figura del trabajador por cuenta propia
posee el resto de los grupos sociales (intelectuales, obreros, dirigen-tes), se
trata de una persona de altos ingresos, usualmente asociado con el botero, con
el arrendatario o el dueño de un paladar. En el polo opuesto está el
cuentapropista menos exitoso: el manisero, el vende-dor ambulante…
No obstante, en torno a aquel cuentapropista que gana mucho dinero, la
representación ha cambiado en el último año. Desde esa perspectiva, esa persona
puede ser un «bisnero», pero también, un hombre trabajador.
El valor trabajo que
la población adjudica al cuentapropista se muestra en dos niveles: por un lado,
en el reconocimiento del derecho que tiene esa persona sobre el dinero «porque
trabaja muchísimo» y sacrifica su tiempo personal en función del desarrollo de su
negocio; y por otra parte, en el hecho de que ese «derecho» a la remuneración
supone también una rejerarquización de ese valor trabajo dentro del
sector cuentapropista —justamente, uno de los elementos que perdió el campo
laboral cubano por distintas razones.
Al cuentapropista también se le etiqueta como
«obrero con dinero»:
una frase
que le confiere al obrero un puesto inferior en la estructura social, pero que
influye en que dentro del resto de los grupos, sean jus-tamente los obreros
quienes más quieran moverse hacia el sector del cuentapropismo por una razón
económica. En ese sentido, confluyen las miradas.
Ángel
Martínez:
En sentido general, el impacto ha sido positivo. Las
personas se han dado cuenta de que para poner un negocio hay
que preparar condiciones y tener agallas; algunas han tenido que dejarlo porque
no le ha salido bien o no han podido con los impuestos.
Con respecto a la explotación, creo que aún no vivimos en un sis-tema
justo. Quisimos hacer un socialismo clásico, limpio, soviético, y ahora tenemos
que enfrentar la realidad, ordenar, construir el socialis-mo cubano, el
nuestro; y a este hombre que se enriquece habría que comprometerlo con esa
construcción.
José Barreiro Alfonso: Tenemos en Cuba tres grandes grupos
en el sec-tor no estatal: las cooperativas, las empresas mixtas y el gran grupo
de los privados (los trabajadores por cuenta propia y todas estas figuras con
perfil de tipo religioso, artístico, etc.). Eso suele generar confusio-nes,
sobre todo a la hora de analizar las cifras.
En los primeros meses hubo un incremento importante en las licen-cias, y
en estos momentos atravesamos una meseta cuyo crecimiento es mucho más tenue.
Quiero recordar que en octubre de 2010, con la llamada ampliación o
flexibilización de este ejercicio, el cambio fundamental no estuvo en la
cantidad de nuevas figuras que se incluyeron en este sector, sino en la
eliminación de un grupo de restricciones. Por ejemplo, desde 1999 no se emitían
nuevas licencias para el ejercicio por cuenta propia de cuarenta actividades, y
como consecuencia, la cifra de personas vin-culadas a esas áreas disminuyó en
la década siguiente. En octubre de 2010, figuraban como trabajadores por cuenta
propia unas ciento cincuenta y siete mil personas, y hoy se registra unas
trescientos ochenta y cinco mil. De este último grupo, 67% proviene de la
desvinculación estatal, lo cual demuestra que esta expansión ha sido una fuente
de empleo.
Conceptualmente, ¿cómo lo veíamos?: En 2010 era urgente la aper-tura de
nuevas posibilidades para el ejercicio del trabajo por cuenta propia e
interesaba que se extendiera a más personas —no solo a posibles titulares. Así
surgió la categoría de «trabajador contratado» dentro del sector.
Sin embargo, no muchas de las
personas que han quedado «dispo-nibles» en el sector estatal han accedido al
trabajo por cuenta propia. Fundamentalmente, esto ha sucedido por dos razones:
en algunos ca-sos, porque el Estado los ha reubicado en alguna actividad
productiva donde los trabajadores se han sentido más capaces; y en otros, porque
han tenido un capital inicial para hacerlo.
En la gestión del trabajo por cuenta propia en Cuba, esta y otras
cuestiones han de ser constantemente revisadas. Entre ellas, por ejemplo, la
figura del carretillero. Antes de 2011, había personas que llevaban los
productos agrícolas al barrio, y al ampliar las actividades, se consideró su
posible utilidad; pero ha ocurrido que los carretilleros han tratado de
situarse frente al mercado y acaparan los productos. No obstante, coincido en
que existe un determinado nivel de satisfacción en torno a esta expansión.
Por último, considero también que el conjunto de estas medidas —unido a
que en el sector estatal va a producirse un incremento del arrendamiento de
locales a trabajadores privados— debe conducir a que en los próximos años,
continúe el crecimiento del sector no esta-tal en el país.
Mayra Espina: Por lo que dijo el panel, los
impactos son muy contra-dictorios. Del lado positivo: la ampliación del
cuentapropismo ha sido una opción válida para ampliar ingresos y empleos; ha
propiciado un mecanismo de enfrentamiento a la corrupción y un mecanismo de
generación de ingresos mejor conectados con esfuerzos y resultados, lo que
implicaría una recuperación del valor trabajo y una desconcen-tración
del poder económico, cosa que me parece importantísima — creo que el sector
estatal no lo logró, sino que empezó a convertirse en lo contrario.
Del lado negativo: se están generando, por supuesto, nuevas
subor-dinaciones, relaciones de explotación y desigualdades que suponen
exclusión, porque una parte de la que no hemos hablado es que para acceder al
sector no estatal hay que disponer de un conjunto de ac-tivos que están
inequitativamente distribuidos en nuestra sociedad.
Estos impactos contradictorios siempre existirán, pero habría que
mejorar el marco regulatorio, la protección y la seguridad social, y crear
mecanismos de política social afirmativa para redistribuir los ac-tivos que
permiten llegar a este sector.
Otro elemento importante que
no consideran los documentos de las reformas, es la necesidad de ampliar la
participación social. No puede haber solo desconcentración del poder económico
en pequeños productores con este tipo de relación
subordinada, sino también, es-pacios de participación política donde los que
quedan fuera y dentro de este proceso puedan colocar demandas, generar
opiniones.
En relación con esto: ¿qué sabemos sobre el promedio de los ingresos en
el sector? ¿Sabe alguno de los panelistas si alguna vez tendremos estadísticas
públicas e información transparente sobre los ingresos, la magnitud de la
propiedad y del empleo; estadísticas por sexo, edad, color de la piel y
territorio?
Creo que es esperable una ampliación de las actividades que pueden ser
ejercidas por cuenta propia; pero el listado actual tiende a ser ridículo y
desaprovecha el mayor activo que tiene la sociedad cubana: la calificación.
Domingo Lezcano: Desde hoy a las cuatro de la tarde,
soy trabajador por cuenta propia. Soy laico
comprometido y no sabía que caía en esta categoría; pero me acabo de enterar,
gracias.
Quería referirme a lo que mencionó Ángel. Me parece que hay que eliminar
de una vez la máxima de que los cambios económicos conducen inevitablemente a
cambios políticos.
Yarbredy
Vázquez:
Trabajo en el Centro de Investigaciones de la Economía
Internacional, pero voy a hablar esta tarde por cuenta propia. Tengo siempre
muchas reservas a la hora de hablar de cuentapropismo porque no me gustan los
eufemismos. Para mí, cuentapropismo es micro y pequeña empresa; productores,
pequeños productores para el mercado, producción mercantil simple de la que
hablaban los clá-sicos, o pequeños capitalistas porque explotan fuerza de
trabajo. Hay que decir las cosas sin tapujos.
De cualquier manera, mi
reflexión va en torno a cómo hemos apreciado al cuentrapropista, al pequeño
propietario, al pequeño produc-tor. En Medicina, un cuerpo extraño es repelido
por el organismo y se necesita de medicamentos para asimilarlo. Así, tengo la
impresión de que no solo el cuentapropismo, sino el mercado, han sido
sistemáticamente repelidos por el modelo económico cubano, y van a seguirlo
siendo hasta que no se les incorpore conscientemente. Para ello es necesario un
mercado mayorista, ese otro espacio cuya ausencia provoca tantos fenómenos
desagradables como los revendedores y el desvío de recursos.
El profesor Barreiro decía
que lo ocurrido en 2006 fue la incorporación al cuentapropismo de actividades
y personas laboralmente des-vinculadas. Opino que no se incorporaron, sino que
se fiscalizó una parte que ya estaba trabajando en el mercado negro. Y como
Mayra Espina, pienso que la creatividad y el emprendimiento humanos son más que
doscientas y pico de actividades; hay muchísimas otras que se podrían incluir y
lo interesante sería aprobar las que no se pueden hacer, como hicieron los
chinos.
Hemos hablado de cuentapropismo, pero ¿qué se espera de ese sector: que
resuelva solo el problema del empleo o que genere 40% del PIB dentro de unos
años?
Yoss: ¿Está de alguna manera el Estado
resignándose a perder el control total del poder político, asumiendo que
aquellos con poder económico van a tomarlo si no se les concede? ¿Está
preparado para esto? Hay quien habla de que la presión que se hizo sobre la
división de Mayabeque y Artemisa fue por parte de los cuentapropistas, idea que me parece
absurda pero que pudiera servir como ejemplo de lo que la gente empieza a
comentar.
Luis Marcelo Yera: Si la Revolución hubiera triunfado
con la experiencia que tenemos ahora, estoy seguro de
que hubiera actuado de manera muy distinta ante el entramado de pequeñas y
medianas empresas que heredamos. Todavía podemos extraer de ello algunas
referencias para el presente. Para este debate consulté las más de seiscientas
páginas comerciales del Directorio Telefónico de La Habana
correspondiente al año 1960, y encontré pequeñas producciones que en las
últimas décadas, nuestro exhausto Estado ha tenido que importar: fábricas de
zíperes, absorbentes, palillos, corbatas, calcomanías, capas de agua,
vestiduras para asientos de autos, brochas, toldos y cortinas, etc. ¿Estamos
conscientes de que debemos rellenar ordenadamente ese vacío? ¿Y cuáles son los
medios no fundamentales de producción?
Rafael Hernández: Quisiera que el panel, además de
referirse ahora a las preguntas del público, opinara
en torno a una cuestión que ha estado presente en algunas de esas
interrogantes: ¿Cómo y hasta dónde ha avanzando la articulación de los sectores
privado y público? Quisiera que se refiriera también a la legislación que debe
acompañar el proceso de cambios, y que es precisamente la estructura en torno a
la cual se crea un nuevo orden institucional para hacer funcionar, desde él, al
sistema en su totalidad.
Ricardo
J. Machado:
Me referiré al problema de los
ingresos, planteado
por Mayra. En las entrevistas que desarrollamos, había dos
preguntas de tensión.
La primera tenía que ver con la fuente del capital de inversión, y con ella,
comenzaba a establecerse una distancia —teníamos, claro, una idea de las
fuentes principales de esas inversiones (cuba-nos que residen en Cuba luego de
largas estancias fuera de la Isla y familiares en el exterior, sobre todo)—; y
la otra pregunta era cuánto ganaban y cuánto le pagaban a los demás
trabajadores. Resultado: en la esfera de las cafeterías y los paladares, lo
habitual es que este su-puesto explotado gane dos o tres veces más que un
trabajador con salario estatal. Entonces, ¿dónde está la explotación?
Lógicamente, habrá mucha gente encantada con que les explotaran porque su nivel
de vida asciende significativamente, así que es un tipo de explotación muy
especial.
El otro aspecto es el relativo a los medios no fundamentales: es un
desafío para la Academia. Nosotros hemos creado un capital intelec-tual que
aunque no haya sido considerado fundamental, sí lo es ahora. Cuando se habla de
presupuesto, pienso enseguida en el presupuesto mental porque el cambio en la
estructura de nuestra fuerza de trabajo se está moviendo hacia un personal
altamente preparado.
Quiero referirme además a
otro asunto que tiene que ver también con la discusión sobre los medios no
fundamentales. En la sección “Cartas
a la dirección” del periódico Granma,
los lectores se refieren con
frecuencia a la propiedad privada como «esencia del capitalismo», y eso es un
error: la propiedad privada existe dos mil años antes que el capitalismo, cuya
esencia es la plusvalía. Ahí está el ejemplo de los chinos y los vietnamitas:
¿hay plusvalía en el socialismo?, creo que sí, pero el asunto está en qué hace
el socialismo con ella.
Lilia
Núñez:
Aquí se ha hablado de muchas cosas que se entremezclan:
el problema de la aceptación, la legitimación y las formas
que se articulan. Creo que todo eso ha ido variando. La aceptación del
cuenta-propismo nunca fue homogénea; en los 90 había gente que estaba a favor y
gente que estaba en contra, y dentro de los funcionarios no había una
aceptación de estos trabajadores por cuenta propia. La si-tuación ha cambiado,
pero hay una parte de la población que todavía no lo acepta y aun así, desde el
punto de vista de los empresarios, directivos y funcionarios, ha habido una
legitimación. Creo que ninguna de estas formas se puede sobrestimar ni
subestimar, porque los cuentapropistas, al igual que los cooperativistas y los
arrendatarios, forman parte de un sistema de relaciones insostenible. De hecho,
nuestros estudios de movilidad social muestran que el sector estatal es el
principal emisor de trabajadores hacia el sector privado, y de seguir esa
ruta, el sector privado va a convertirse en el non plus ultra.
El Estado ha elevado el ingreso mensual de sus trabajadores, pero un
vendedor de discos gana más que un investigador. Son diferencias notables. El
sector estatal debe ser reestructurado porque todas las personas no tienen
condiciones para trabajar por cuenta propia. Creo que cuando todo funcione de
manera armoniosa, también habrá que crear —y regular— las condiciones para el
desarrollo de ese sector privado, que incluyan una política de créditos más
inclusiva. De lo contrario, esta situación de desventaja de los trabajadores
estatales sobre los no estatales va a terminar reproduciéndose también dentro
del propio sector privado.
Y habrá que combinar estrategias nacionales con evaluaciones locales.
Daybel Pañellas: Las encuestas indican que el
cuentapropista que me-nos gana recibe, al menos, seis veces más que un
profesional, pero esa relación es totalmente aproximativa.
Hay preguntas que sí puedo responder con más precisión, y una es la que
tiene que ver con la imagen del cuentapropista. Creo que esa representación es
ambivalente, como lo es también lo que de esa fi-gura se espera. Evidentemente,
el cuentapropismo empezó siendo un mal necesario a la vista de los decisores, y
no deja de serlo; sin embar-go, incluso a nivel institucional se reconoce su
utilidad. Los portadores de ese estigma no son únicamente los funcionarios
—desde donde nace su reflejo en los medios de comunicación—, sino también la
po-blación, en cuyo caso, la ambivalencia respecto al cuentapropismo tie-ne que
ver con el lugar posible que cada persona se asigne dentro de ese sector.
Sobre qué se espera del cuentapropismo, creo que las expectativas se
identifican tres niveles: qué espera el Estado, deducible a través del discurso
oficial; qué esperan los demás grupos sociales respecto al cuentapropismo,
percepciones que pueden ser cualitativamente distintas pero que tienen básicamente
un carácter utilitario; y qué expectativa tiene el cuentapropismo respecto a
sí mismo, básicamente a partir de sus ingresos.
No obstante, se está generando un fenómeno motivacional que me resulta
interesante: la ganancia de la autogestión y la independencia, que usualmente
se percibe una vez que el trabajador se incorpora al sector privado.
Hay otro nivel de expectativas que se asocia con el impacto del
cuentapropismo: la liberación de la posibilidad de que los familiares formen parte del negocio y la manera en que esa
apertura está generando una red particular. Estamos empezando a trabajar sobre
el asunto de las redes sociales dentro del cuentapropismo y una de las
cuestiones que se aprecian claramente es la manera en que esas redes son cada
vez más cerradas y familiares; ese vínculo genera una cultura dentro de la cual
se solapa la relación interpersonal esposo-esposa o padre-hijo con la relación
dueño-subordinado, y ello tiene un impacto disfuncional en la familia y la
propia organización.
En lo relativo al poder
económico y al poder político, creo que no solamente en la fantasía de Yoss,
sino en la de muchos otros, puede estar la idea de que los cuentapropistas
deseen poder político. Yo afir-maría, desde una investigación cortica, que no
lo hay, o al menos no conscientemente; pero eso se conecta también con una de
las pre-guntas en las que supongo vamos a caer y que está contenida dentro de
las preguntas del panel: ¿cómo se representan el futuro y cómo se representan
el poder los cuentapropistas? Es una interrogante que no excluye a otros grupos
sociales en la categoría socio-ocupacional, que es en la que puedo establecer
comparaciones. Por el momento, la en-trada al cuentapropismo es una estrategia
individual, de manera que no creo posible la conformación de un poder político
ni una transfor-mación social porque no es interés de una colectividad.
Ángel Martínez: Respecto a los medios fundamentales
de producción, considero que el Estado jamás va a
dejar de tener la hegemonía en relación con determinados renglones: el turismo,
el níquel, el azúcar, la salud pública, la educación. El Partido está clarísimo
con respecto a esto.
Sobre los ingresos: antes del
Período especial todos ganábamos lo que teníamos que ganar, y es precisamente
el trabajo por cuenta pro-pia, con los impuestos, lo que va a permitir que se
fortalezca económicamente el Estado para regresar a ese nivel de retribución.
José Barreiro Alfonso: Creo que en cualquier análisis que
hagamos so-bre el trabajo por cuenta propia tenemos que decir que este sector
va a tener un espacio mayor en la economía y en la sociedad cubana; es
deseable, nos hace falta. Como yo lo veo, en la nación que tenemos que
construir cabe perfectamente un sector con niveles de ingreso superiores,
porque ese sector va a contribuir a los servicios y a otras áreas.
Central y localmente, no
obstante, es necesario un ordenamiento. Pero desde una legalidad que proteja
también a esos trabajadores en el sector privado frente a cualquier signo de
explotación.
Ramón García: Advierto un cambio en la política
económica. Nos esta-mos distanciando de aquella fórmula keynesiana donde el
cuentapro-pismo era una bolsa que lanzábamos al aire; pero no se están
elaborando mecanismos que reconozcan la economía solidaria: trabajo doméstico,
fondos sociales de consumo, democratización de los usos sociales de ese
consumo, remesas, etc. Hay espacios no mercantiles que no están siendo
examinados.
Por otro lado, las reformas
están actualizando el modelo económico, pero también, los sistemas de
dominación política y la fractura de la sociedad. Esa fractura garantiza
gobernabilidad, pero no emancipación. Sobre el estímulo material individual,
el Che decía que retarda el desarrollo de la conciencia socialista, y ese es
el problema de fondo: estamos hablando de cómo arreglar el país pero no de
emanciparnos, y la meta del socialismo cada vez es más larga —todo ello, sin un
sistema inmunológico para el nuevo modelo, porque no estamos creando
mecanismos de empoderamiento de la comunidad al tiempo que se expanden esos
nuevos actores económicos.
Rolando Rivero: El trabajo por cuenta propia viene
siendo la rectifica-ción de un error que se cometió en el año 1968 cuando se
nacionali-zaron los puestos de fritas y los sillones de limpiabotas. El
socialismo no puede extinguir la mentalidad capitalista, eso es un fenómeno que
tiene que ocurrir, pero hay que prevenir que el país se convierta en una
fábrica de ricos.
Rodrigo Espina: El sector privado ha desmitificado
la idea de que en Cuba se puede vivir sin trabajar y
de que el cubano es un vago. Pero creo que más bien habría que decir que
trabajando tampoco se pue-de vivir; de ahí la importancia de reivindicar el valor
trabajo desde el sector estatal.
Sobre lo que decía Daybel en relación con las intenciones actua-les de
los cuentapropistas en la esfera de lo político, creo que es una percepción que
puede revertirse. La decisión ahora es individual, pero puede llegar un momento
en que empiecen a haber intereses comunes.
Yoel
Zamora:
¿Ha pensado el Estado en conceder al sector no estatal
el derecho de exportar lo que producen? Y en relación con la
compra mayorista,
¿ha pensado el país, con el déficit que tiene de divisas, en autorizar al
sector privado a realizar importaciones para su autoconsumo? ¿Ha pensado el
país en autorizar a las empresas de servicios en Cuba el préstamo de servicios
a ese sector?
¿Ha pensado el país en un sistema de cooperativas parecido al de
Argentina, donde el Estado tiene la mayoría del control sobre las industrias
pero todos los trabajadores de esa industria son accionistas dentro la misma?
Pienso que eso podría generar mucha eficiencia in-cluso en los sectores que
—estoy de acuerdo— no deben dejar de ser propiedad del Estado.
Desiderio
Navarro:
No voy a caer en la satanización ni en la idealización del
sector privado, pero tuve la desgracia/suerte de vivir en el capitalismo y creo
que estamos asistiendo a la formación de un tipo de neo-privado que no se
parece a lo que conocí. Por ejemplo, en los mercados agropecuarios y las
piqueras se crean cárteles para mantener el precio alto, y quien se atreva a
bajarlo debe cuidarse bien.
Reynier Pérez: Es importante eliminar las barreras
entre el sector estatal
y este nuevo sector que está
surgiendo, y una medida fundamental es el mercado mayorista. No hablo de un
gran almacén, sino de una opción de compra. Si cambiamos la forma en que
conducimos la economía hoy —o más bien, la centralidad de su regulación—,
podemos modificar un poco las cifras y permitir que las empresas comercien con
el sector privado.
¿Qué obtendrían de esta
estrategia los obreros del sector estatal? Hasta ahora, solo he visualizado la
figura del «disponible» aprobada y registrada
en la Gaceta Oficial antes que se discutieran los Lineamientos: una espada de Damocles según la cual mi
madre, por treinta y cinco años empleada en el sector estatal, solo tendría una
protección de cinco meses en caso de quedar disponible.
Yordanis
Landa:
Pienso que el socialismo en Cuba no se salva con el
cuentapropismo, sino con más equidad, justicia, transparencia,
parti-cipación, y con el rescate de la buena gestión en el sector estatal.
Carlos
Fernández-Aballí:
¿Qué papel van a desempeñar las universida-des, los centros
de investigación, los profesionales que hoy trabajan para el Estado y que desde
sus puestos podrían aportar un nivel cien-tífico-técnico a los trabajadores por
cuenta propia? Y por otro lado, ¿qué espacio de asociación tienen los
cuentapropistas para poder em-prender actividades más complejas?
Quisiera además denunciar que la política de cambio monetario para el
sector en la venta directa al turismo, tiene una protección a la importación en
contra del productor nacional. Con esa política es imposible competir.
Rafael Hernández: Barreiro, ¿quieres decir algo?
—todas las preguntas que le hicieron al Estado se las
hicieron a Barreiro.
José Barreiro Alfonso: No, yo no me daba por aludido cuando
decían: «¿Qué piensa el Estado?». Ese no soy
yo. Lo que esté o no pensando el Estado es algo que me rebasa totalmente.
Rafael
Hernández:
Quiero agradecerle a Barreiro —no a todos los vice-ministros
les gusta venir a sentarse aquí, y él lo ha hecho excelente-mente bien. Quiero agradecerle
a Ángel por darnos la perspectiva de un cuentapropista. A Daybel, quien ha
venido a compartir con nosotros los resultados de una investigación que está a
punto de convertirse en su tesis doctoral. A Lilia, que tiene miedo escénico y
que nun-ca antes había aceptado venir a este panel. A Machado, quien tenía
respuestas brillantes para todas las preguntas. Y a quienes dijeron lo que
piensan y defendieron puntos de vista que forman parte del gran arco de la
opinión pública, del consenso y de la conciencia cívica de la sociedad cubana.
Gracias a todos.