Alberto Rabilotta, Alai
En abril del 2017, a unos tres meses de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, escribí un artículo titulado “Un ‘auto-golpe’ que nos pone al borde del abismo”, en el cual señalaba que para paliar su extrema debilidad, el no poder disponer de los funcionarios para llenar los puestos claves de la maquinaria del Estado y así garantizar la aplicación y el seguimiento de las políticas de su gobierno, Trump tuvo que aliarse con los militares y los financieros de Wall Street, o sea con quienes detentan la mayor cuota de poder real en Estados Unidos.
La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) dada a conocer a mediados de diciembre del 2017 y la Estrategia de Defensa Nacional (EDN), publicada un mes más tarde, es el primer parto de esa alianza, o mejor dicho (y recordando la historia del imperio romano) el precio que un Emperador generalmente paga cuando pide la protección de la Guardia Pretoriana y pacta una alianza con los oligarcas en un vano intento de salvar el imperio de una decadencia irreversible y de la ira del pueblo.
Lo sucedido era previsible desde el momento en que Trump, un “maverick” (iconoclasta) en materia política, logró ganar las elecciones luchando contra el poderoso Partido Demócrata y también contra la mayor parte de la maquinaria del Partido Republicano, su propio partido. El sistema bipartidista estadounidense fue creado y funciona para mantener el Estado bajo el control de los intereses capitalistas dominantes, lo que explica que ambos partidos cooptan y forman la burocracia que dirigirá el aparato e instituciones del Estado, que formulará y aplicará las directivas políticas para hacer avanzar los intereses dominantes.
Trump ganó las elecciones pero no tenía –y hasta perdió el acceso a- esa casta de funcionarios experimentados del Partido Republicano. El resultado estuvo a la vista en los fracasos de los sucesivos nombramientos y cambios de personal, en la cacofonía que se produjo en materia de política interior y exterior, y finalmente en los nombramientos para los puestos claves del poder con militares, financieros de Wall Street y Republicanos que representan tendencias contrarias a las esbozadas por Trump en sus promesas políticas durante la campaña electoral.
El equipo de Trump, incluyendo a miembros de su familia, está ahora dominado por quienes quieren a toda costa restablecer el “mundo unipolar”, ese poder mundial supremo que el imperialismo estadounidense alcanzó con el planificado derrumbe de la Unión Soviética, amenazado ahora por la “potencias revisionistas”.
¿Qué nos dice la EDN?
Las intenciones de Washington manifestadas en la ESN se vuelven mucho más claras en la reciente EDN, y confirman que el imperialismo de la globalización neoliberal, ese “orden internacional” basado en la aplicación de las leyes y de las políticas estadounidenses y la negación de soberanía nacional para el resto de países, está perdiendo terreno tan rápidamente como para que Washington se ponga –literalmente- en pie de guerra, y de luz verde para modernizar “las fuerzas nucleares” así como nuevas armas que aseguren el máximo de letalidad en caso de confrontación militar.
Una lectura de las 11 páginas de la EDN –la parte pública- no convence ni fundamenta las “amenazas” provenientes de armamentos militares o cuasi militares de parte de Rusia y China. Lo que hay son tergiversaciones realmente infantiles, como atribuirle a Rusia actos (invasiones de países vecinos) fraguados por Estados Unidos con sus aliados, y situaciones políticas que pueden ser resueltas mediante la negociación y acuerdos verificables, así como pueden ser resueltas las “amenazas” que según la SDN representan Corea del Norte e Irán.
Lo que realmente explica la EDN –en las 11 páginas de la versión pública y probablemente aún más en la parte secreta del documento-, es la amenaza bien real al “orden internacional” de la globalización neoliberal que representa la cooperación entre China y Rusia en el continente euroasiático, lo que explica que sea el motivo importante de un tercio de los párrafos del documento, comenzando por el segundo, donde se explicita que “estamos enfrentando un creciente desorden global, caracterizado por el declive en el largamente aplicado orden internacional basado en reglas – creando (así) el ámbito de seguridad más complejo y volátil que hayamos experimentando en memoria reciente. La rivalidad inter-estatal, no el terrorismo, es ahora nuestra preocupación principal en cuanto a la seguridad nacional de EEUU”.
Esta “rivalidad inter-estatal” (en realidad “la re-emergencia de una rivalidad estratégica de largo plazo”, sin duda en referencia a la que existió durante la Guerra Fría) proviene de las potencias “revisionistas”, y no combatirla “resultará en una disminución de la influencia global de EEUU, el debilitamiento de la cohesión entre los aliados y socios, y una reducción del acceso a los mercados que contribuirá al declive de nuestra prosperidad y niveles de vida”.
En el octavo párrafo se lee que la EDN “reconoce un ámbito de seguridad global crecientemente complejo, caracterizado por desafíos flagrantes al orden internacional libre y abierto y la re-emergencia a largo plazo de rivalidad estratégica entre naciones”, y en el siguiente se afirma que “el desafío central a la prosperidad y seguridad de EEUU es la re-emergencia de la rivalidad estratégica a largo plazo por quienes la Estrategia de Seguridad Nacional clasifica como potencias revisionistas. Es cada vez más claro que China y Rusia quieren modelar un mundo consistente con su molde autoritario – ganando autoridad de veto sobre las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de otras naciones”, y en el párrafo siguiente, focalizado en la acelerada modernización en China con su supuesta política “económica predatoria para coaccionar países vecinos a reorganizar la región Indo-Pacifico a su beneficio”, la EDN afirma que China quiere alcanzar una “hegemonía regional a corto plazo (destinada) a desplazar a EEUU para alcanzar predominio global en el futuro”.
Con Rusia, en el párrafo siguiente, la EDN afirma que Moscú busca autoridad de veto sobre otras naciones en su periferia en términos de sus gobiernos, de sus decisiones económicas y diplomáticas, para destrozar la OTAN y cambiar a su favor las estructuras económicas y de seguridad en Europa y el Oriente Medio.
En suma (párrafo siguiente de la EDN), el otro cambio “del ámbito estratégico es el resistente pero debilitado orden internacional de la pos-segunda Guerra Mundial”, cuando EEUU y sus aliados “construyeron un orden internacional libre y abierto”: “China y Rusia están ahora minando el orden internacional desde el interior del sistema mediante la explotación de sus beneficios mientras simultáneamente reducen sus principios y reglas de funcionamiento”.
Y para colmo de hipocresía la EDN afirma que Rusia y China, y los ‘países canallas’, “están compitiendo en todas las dimensiones del poder. Han aumentado esfuerzos para conflictos casi armados mediante la expansión de la coerción en nuevos frentes, violando los principios de soberanía, explotando la ambigüedad y borrando deliberadamente las líneas entre los objetivos civiles y militares”.
Más adelante la EDN –para justificar los astronómicos presupuestos- afirma sin ambigüedad que “los desafíos a la ventaja militar de EEUU representan otro giro del ámbito de la seguridad global. Por décadas Estados Unidos ha gozado de una superioridad incontestada o dominante en todos los terrenos de operación. Podíamos generalmente desplegar nuestras fuerzas donde queríamos, ensamblarlas donde deseáramos y operar como quisiéramos. Hoy día, cada terreno es contestado –el aéreo, el terrestre, los mares, el espacio y el ciberespacio”.
Más claro imposible sobre lo que causa la necesidad de EEUU de crear el pánico (en este caso miedo compulsivo que hace cometer estupideces) para lanzarse en una aventura extremadamente peligrosa para la humanidad, porque la EDN anticipa que usará de todos los medios para volver a ser la potencia suprema: “Una rivalidad estratégica de largo alcance requiere la integración sin fisuras de múltiples elementos de poder nacional –diplomáticos, informativos, económicos, de inteligencia, de policías y de militares. Más que ninguna otra nación, EEUU puede expandir el espacio competitivo, tomar la iniciativa para desafiar a nuestros rivales cuando poseemos las ventajas y a ellos les faltan fuerzas. Una fuerza más letal, robustas alianzas y asociaciones, la innovación tecnología estadounidense, y una cultura de desempeño generará decisivas y sustentadas ventajas militares para EEUU”.
Sobre NuestrAmérica la SDN dice poco (en el documento publicado, pero quizás mucho más en el secreto) y de manera sibilina, como “mantener un balance de poder favorable” y “las ventajas” de que dispone en el Hemisferio Occidental, señalando que un “hemisferio estable, pacífico, que reduce las amenazas de seguridad de EEUU le reporta a éste último “inmensos beneficios”, a pesar de lo cual Washington utilizará todos los medios a su alcance para “profundizar las relaciones con los países de la región que contribuyen con capacidades militares a los compartidos desafíos de la seguridad regional y global”
En síntesis, suficiente como para confirmar que seguirán y hasta se agravarán las nefastas políticas de Washington hacia NuestrAmérica, con el objetivo de que todo el Hemisferio quede bajo la globalización y responda a las órdenes de EEUU. Y tampoco habrá cambios en la política que Washington y sus aliados aplican en África, Continente en el cual EEUU actuará para “limitar la maligna influencia de poderes no africanos”, es decir de China, Rusia y otros países que busquen mantener relaciones económicas, políticas y diplomáticas fuera de marco de la globalización que está bajo control de EEUU.
El delirio de los “imperios ilimitados”
La SDN señala la preparación para una confrontación en todos los frentes con Rusia y China, dos potencias nucleares, y detrás del abandono formal de la “lucha contra el terrorismo” como la prioridad militar de EEUU lo que hay que ver es el retorno del fomento del terrorismo dirigido contra Rusia, China y demás países “revisionistas” que anden sueltos por el mundo.
Para este drástico cambio estratégico se necesitan enemigos externos (y dentro de poco habrá que fabricar los internos), misión que cumplen la EDN y la ESN, lo que de paso justificará las decenas o cientos de miles de millones de dólares que deberán agregarse al ya gigantesco presupuesto militar, para mantener o readquirir la supremacía en armas, mejorar o crear tecnologías de uso militar, por separado o en colaboración con las empresas privadas, ampliar los medios de transporte y las formas de organización no convencionales, etcétera.
Lo que emerge claramente del documento del Pentágono, escribe el analista Bill van Auken es una visión del imperialismo estadounidense asediado por todos lados y en peligro mortal de perder su dominación global, lo que refleja el pensamiento dentro de la camarilla de militares retirados o en actividad que dominan la política exterior de Trump y que durante 16 años llevaron a cabo las interminables guerras en el Oriente Medio y Asia Central, que fracasaron en ampliar los intereses estratégicos de EEUU y crearon una serie de debacles que desgastaron las fuerzas militares de EEUU.
Francis Boyle, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Illinois, ve en la EDN la continuación y escalada de la estrategia estadounidense de “Imperialismo Ilimitado” (denominación del académico y experto en relaciones internacionales Hans Morgenthau para los imperialismos que siempre buscan la expansión), y para ello “el Pentágono está planeando para luchar y ‘ganar’ la Tercera Guerra Mundial contra Rusia y/o China así como para controlar, dominar, aterrorizar e intimidar el resto del mundo bajo uno u otro pretexto”(4)
¿Quiénes son los primeros (y seguramente los únicos) ganadores de este criminal aventurerismo? Sin la menor duda el poderoso complejo militar-industrial que la EDN amplía considerablemente –por escrito- para incluir las empresas del Silicon Valley y de otras ramas de la economía, y cuyos accionistas se beneficiarán desde ahora con el aumento de las acciones bursátiles, así como los financieros de Wall Street que financiarán o especularán en qué y dónde se gastarán las sumas astronómicas que recibirá el Pentágono para su extensa lista de pedidos.
Por supuesto no hay y tampoco habrá la menor discusión en los medios de desinformación y en el Congreso de Washington sobre lo que realmente sucederá al financiar este “imperialismo ilimitado”, porque lo que gane el presupuesto del Pentágono lo perderán los programas sociales y el pueblo, y otros pueblos si aceptan –como exige la SDN- compartir los gastos.
Como diría Mafalda (que a veces convoco para explicarme lo inexplicable), “¡lo ilimitado en Washington son los delirios de grandeza!”