Por Isis Mañalich Gálvez
Luis Marcelo Yera
Investigadores. Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE).
Desde finales de la década de los 60 cuando se observaba un decrecimiento en las economías industriales, países como Alemania Occidental y Japón, considerados exitosos y cuyas economías no se habían estancado, habían apostado a las pequeñas empresas existentes en estos y les brindaban apoyo gubernamental. Esta acción llamó la atención de otras naciones como Gran Bretaña, que comenzó a considerar clave al pequeño sector empresarial para el crecimiento económico. Así, el informe emitido en 1971 por el Comité Bolton de Investigación en ese país capitalizó el tema y propuso una definición de pequeña empresa, con posterioridad aceptada internacionalmente (Clarke y Monkhouse, 1994: 297). Por antítesis, serviría para definir también la gran empresa. Se sugirió el siguiente enunciado de pequeña empresa:
1. Dispone de una parte reducida del mercado y su actividad no influye en la demanda total del país.
2. Es dirigida por sus propietarios, y generalmente no contrata directivos profesionales.
3. Es independiente en cuanto a la adopción de decisiones en relación con otras empresas, es decir, está libre de control externo. (Informe Bolton citado en Udima).
Con el llamado Informe Bolton, Gran Bretaña inauguró el reconocimiento a la importancia que habían tenido las pequeñas empresas en aquellas economías industriales con crecimientos sustanciales y sostenidos.
Más adelante se aceptó que las pequeñas empresas eran discriminadas por las instituciones financieras del sector público,1 lo cual frenaba el crecimiento económico del país. No es hasta 1989 que las pequeñas empresas en Gran Bretaña pasan a ser la principal fuente de aumento del empleo.
Asimismo, en diversas naciones las mipymes explican, en lo fundamental, el crecimiento económico de muchos de sus sectores. Hoy en día, la pequeña empresa es reconocida no solo como innovadora y suministradora de empleos, sino como «una unión vital en la cadena de suministros de empresas mayores» (Clarke y Monkhouse, 1994: 297). Esto último lo ejemplifica el connotado economista surcoreano Ha-Joon Chang en una entrevista para una publicación digital chilena:
Lo que hace diferente a Chile de esos países [se refiere a los industrializados] no es solo la cantidad de doctorados sino que Estados Unidos tiene a la Boeing y Alemania a la Volkswagen; y cada una de esas empresas está ligada a una red de firmas medianas y de proveedores pequeños. (Guzmán, 2016).
De ello se deriva la importancia que reviste para los países el apoyo gubernamental a esas organizaciones menores.
Después de una época de resistencia ideológica hacia el asunto, Cuba aceptó finalmente el concepto de mipyme en el campo de la propiedad privada, así como su derecho a ser reconocida como persona jurídica (PCC, 2016: 10), aunque está por desarrollar la debida institucionalidad para su inserción en el modelo económico en construcción, incluyendo su vínculo con las grandes empresas del Estado.
De todas maneras, en paralelo se acordó acotar algunos aspectos vinculados a dicha modalidad de apropiación. En el VII Congreso del PCC se convino que no se permitirá la concentración de la propiedad y la riqueza en la actividad no estatal, a la vez que se mantendrá la selección centralizada de los bienes y servicios suministrables por cualquier tipo de actor (7, 11).
En la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), celebrada a fines de mayo de 2017, Marino Murillo Jorge, miembro del Buró Político del Partido y jefe de la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo, expresó que «tenemos que precisar qué entenderemos por concentración de la riqueza», refiriéndose a continuación sobre la necesidad de conformar una adecuada política tributaria que nos permita una apropiada redistribución de los ingresos (Rodríguez et al., 2017: 3).
La actividad económica no estatal continúa siendo un desafío teórico insuficientemente debatido en los países que se plantean la construcción del socialismo, máxime cuando aún permanece sin decantar el arquetipo de la empresa estatal socialista y, en el mundo, centros de poder y sectores académicos relanzan la filosofía del «espíritu empresarial», principalmente dirigida a fomentar la creación de nuevas empresas por jóvenes emprendedores privados.
A los efectos de este estudio, se ha considerado que las fuentes de las futuras mipymes cubanas son el llamado trabajo por cuenta propia y las cooperativas aprobadas para nuevos sectores y actividades —ambas esferas por ampliarse, sin dudas—, de acuerdo con la práctica mundial, que excluye de estas los negocios agropecuarios y aquellos que son controlados externamente por otras empresas.
En Cuba está por precisar la existencia de empresas estatales (EE) que constituyan una sola unidad productiva autónoma. En 2015, de las más de dos mil EE cubanas, 80% pertenecía a grupos empresariales, mientras que el 20% restante estaba en vías de formar parte de ellos o tenía una situación indeterminada en cuanto a su aislamiento y posible composición por más de una unidad productiva (Marcelo Yera, 2016).
Tamaño de las empresas y su contexto
teórico
Los debates en cuanto a la dimensión
de la empresa vienen dados, en lo fundamental, por las diferencias establecidas
en el propio concepto. El punto de partida radica en que la teoría económica
define la empresa por su output, mientras la economía de la empresa por
el input y su asignación (Galindo, 2005: 10). O sea, que difiere
sustancialmente el tamaño de la empresa cuando se define a partir de lo que
utiliza el proceso productivo, y cuando se hace según lo que se obtiene.
Cuando la empresa está sobredimensionada,
parte de la capacidad productiva está subutilizada, y soporta entonces costes
superiores a los que realmente necesita para su nivel de producción; de ahí la
importancia de seleccionar un tamaño óptimo. Sin embargo, debe dejarse un
margen para un posible incremento de la producción, por lo que se estima que
80% de utilización de la capacidad puede ser una cifra de referencia (BBVA,
2012).
Las dimensiones de las empresas
están condicionadas también a un óptimo tecnológico y/o comercial, adaptado al
entorno macroeconómico e institucional de las economías donde ellas se
establezcan.
Para
que un criterio de medida sea efectivo debe responder a tres cuestiones
fundamentales relacionadas con: el tamaño de la empresa y la típica de su
sector económico, la influencia de la tecnología en las cifras de sus procesos
productivos y su grado de diversificación en ramas de naturaleza técnica. Los
criterios más utilizados son: ventas o cifras de
negocios, fondos propios (capital más reservas), activos totales netos, número
de empleados, inversiones o inmovilizado total neto, valor añadido, volumen de
producción, cash flow [flujo de caja], recursos ajenos o depósitos de
terceros (pasivo de la entidad financiera) y exportaciones e importaciones
(Bueno citado en Nieto et al., 2015).
Eduardo Bueno comenta la existencia
de diversas propuestas en relación con la necesidad de utilizar o combinar más
de un criterio para explicar el tamaño de las empresas y sobre esa base, la
dimensión empresarial puede variar según el criterio elegido. De ahí la razón
de la polémica científica sobre su tamaño óptimo.
En las últimas décadas, la teoría relacionada con la
organización industrial se ha dedicado a determinar los factores que establecen
el tamaño de las empresas. Ha fundamentado el análisis a partir de la Ley de
efectos proporcionales o Ley de Gibrat,2 la cual se basa en que el
crecimiento de aquellas es independiente de su tamaño.
Resulta de particular importancia para los países clasificar
las empresas por su tamaño, debido a que sobre esa base pueden enfocarse
apropiadamente las políticas públicas y garantizar los recursos de ese
indicador.
En la teoría económica existen tres enfoques que explican el
tamaño óptimo de las empresas:
• Tecnológico:
Punto de vista sustentado por la idea de que la empresa es solo una
función de producción, y determina su tamaño por la eficiencia técnica. El tipo
de costos de la empresa junto a la existencia de economías de escala establece
el tamaño óptimo que la empresa puede alcanzar, pues el nivel de producto que
minimice el costo promedio será la escala mínima eficiente.
• Organizacional:
Enfoque que define la empresa no como una función de
producción, sino como una organización social, y establece su tamaño según la
eficiencia de los costos de transacción. El tamaño óptimo resulta cuando se
iguala el margen de los costos del manejo administrativo con los del uso del
sistema de precios (Garrouste y Saussier citado en Nieto et al., 2015:
6). En este caso la capacidad gerencial es un insumo determinante en el tamaño
de la empresa.
• Institucional:
Determina el tamaño por el aspecto regulatorio y el
acceso a recursos financieros. En el primer caso, hay evidencias (Banco Mundial
citado en Nieto et al., 2015: 7-11) de que la regulación excesiva
dificulta la creación y el desempeño de las pequeñas y medianas empresas y,
sobre el aspecto financiero se plantea que las de menor tamaño presentan
problemas al acceder a mercados financieros amplios (Kumar et al., 1999
citado en Nieto et al., 2015).
Una
vez enunciado el contexto teórico de referencia sobre el tamaño de las
empresas, resulta necesario señalar el entorno en el cual estas se
desenvuelven.
Ese
entorno se identifica por gran incertidumbre, alta volatilidad de los precios y
poco crecimiento económico en muchos países, a raíz de la desaceleración del
incremento de la economía china a partir de 2011, lo que provocó la caída de
los precios de las materas primas (BID, 2015: 14) . En este escenario, otra
característica importante es la contracción del ciclo de vida del producto, lo
que induce a la empresa a dar una pronta respuesta a la cambiante demanda del
mercado, para lo cual es clave el progreso tecnológico, sustentado por el
avance y la difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones
(TIC).
Las
condiciones creadas por las TIC han permitido e inducido una amplia
segmentación de mercados para responder a la diversidad de la demanda con toda
la gama de posibilidades de innovación especializada (Pérez, 2009: 111-23).
Esto significa que el mercado de cada producto se fragmenta en nichos de
especialidad, que se hacen cada vez más numerosos, lo que facilita su inserción
en las cadenas globales de valor.
Al observarse cambios en el entorno
de las empresas, en cuanto al mercado, tipo de competidores, tecnología y
necesidades de los clientes, entre otros, estas están obligadas a ser más
dinámicas, con la consecuente necesidad de pasar a producciones más flexibles y
competitivas (Hidalgo, 1999: 54). Así, las oportunidades están abiertas para
las mipymes; su flexibilidad y adaptabilidad beneficia la cercanía productor-cliente,
mientras que Internet permite acceder a consumidores lejanos. Esto significa
que la alta tecnología dejó de ser solo privilegio de la gran empresa y que el
espacio para las mipymes es cada vez mayor (Pérez, 2009; 2016).
En el escenario internacional
empresarial, estos mismos cambios brindan a las mipymes nuevas posibilidades de
existencia y desarrollo, una esperanza de vida mayor, sustentada por la
difusión de las TIC y la segmentación de los mercados, que les posibilita
responder a las cambiantes demandas como proveedoras y contratistas de las
grandes empresas. Internet permite acceder también a las redes formadas
alrededor de estas últimas, y brindan garantía de mercados y de suministros,
reducción de costos de transacción, posibilidades de intercambio de tecnología,
cooperación en mejoras, etcétera.
El
enfoque de innovación ha cambiado desde 1980, año en que se transita del
estático, en el cual la tecnología fungía como determinante, al dinámico, donde
la organización y las formas de hacer y pensar, marcan el salto en cuanto a
nuevos productos y procesos. En este sentido, cobra gran importancia la alianza
entre empresas, ya que con ello pueden compartir los riesgos de la innovación, uno de los aspectos
que limitan su aplicación.
El desarrollo de estrategias
asociativas y la construcción de redes empresariales entre las mipymes, tiene
un carácter sustancial. Las experiencias exitosas han demostrado la importancia
de impulsar iniciativas de articulación, tanto productiva como comercial, entre
firmas, y verificado el impacto positivo de estas sobre el tejido empresarial,
en términos de mejoramiento de la base tecnológica, de calidad de los recursos
humanos involucrados y del entorno de negocios.
En
ese ámbito han surgido pequeñas empresas intensivas en conocimiento, que
presentan características muy diferentes a las mipymes tradicionales, y con
otro tipo de requerimientos, por lo que las políticas de apoyo también deben
ser diferenciadas. Las tradicionales son empresas con niveles tecnológicos
diversos, cuyo éxito depende del modelo de negocios, de las mejoras continuas y
de la calidad de sus relaciones con proveedores, clientes y competidores;
mientras que el de las intensivas en conocimiento depende de la innovación
constante, la permanente elevación de sus capacidades y la calidad de sus
redes, nacionales y globales, de interacción, cooperación e información.
No
existe evidencia empírica sobre resultados crecientes en cuanto a la creación
de outputs de innovación, según el tamaño de la empresa. Sin embargo, en
materia innovadora se ha podido constatar el buen desempeño de las mipymes
frente a las grandes:
• Contribuyen a la innovación tanto
como las empresas grandes, aun cuando estas últimas invierten más en
investigación y desarrollo (I+D).
•
La tasa de innovación es superior.
•
Generan más innovaciones por dólar
invertido en I+D.
•
Su destreza para innovar les permite
compensar las desventajas de escala respecto a las grandes empresas (Audretsch
y Acs, 1988: 678-90).
Las mipymes y su tipificación internacional
Estas empresas se caracterizan y
diferencian según su dimensión, desempeño y sistema regulatorio.
No existe un consenso en cuanto a
qué criterio utilizar para definir los límites de dimensión de las mipymes; se
utiliza el número de empleados, volumen o valor de ventas, nivel de activos, y
muchos otros.
Asimismo, son varios los indicadores
usados para cuantificar su desempeño, como la proporción de estas en el
conjunto del tejido empresarial, el porcentaje de empleos generados, así como
el peso económico.
Un aspecto muy sensible que tener en cuenta es el sistema
regulatorio, por su significativo efecto en el funcionamiento de las empresas.
Es imprescindible contar con una normativa específica para las mipymes, donde
se regulen no solo sus tramos o umbrales, y los criterios que utilizar para
ello, sino el apoyo que requieren desde el punto de vista de créditos y préstamos;
garantías y mercados; compras públicas; innovación y desarrollo tecnológico,
así como tributación.
La pequeña y mediana empresa era un
mercado considerado demasiado difícil en materia de prestación de servicios
bancarios; sin embargo, en la actualidad se ha convertido en un objetivo
estratégico para bancos de todo el mundo. Parece que esas entidades por fin han
entendido las necesidades y preferencias particulares de las mipymes, y
formulan enfoques adaptados especialmente para eliminar las dificultades
históricas de un nivel elevado de riesgo crediticio y altos costos.
Ya se ha mencionado que no existe
una regla única para definir los umbrales de tamaño de las empresas. Las
variables empleadas con mayor frecuencia en América Latina son el número de
trabajadores, el volumen de ventas y el monto de activos. Como puede deducirse,
el soporte estadístico de dichas variables es relativamente sencillo. Por su
parte, la apertura de una clasificación especial por sectores productivos es
aún poco utilizada en la región; solo México, Costa Rica, Argentina y Brasil la
emplean.
A su vez, las naciones de la Unión
Europea aplican una definición estandarizada para la clasificación de mipymes.
Desde 2003, los criterios empleados son el número de trabajadores, las ventas y
el balance general anual. Los dos primeros conforman las variables más
utilizadas universalmente, aunque el número de empleados, como magnitud de
dimensión empresarial, presenta dificultades como:
• La estacionalidad, los trabajos de
jornadas parciales, la prestación de servicios sin contrato por parte de
inmigrantes indocumentados o el trabajo en horas no retribuidas, desvirtúan la
estadística.
•
La alta productividad y el constante
progreso tecnológico provocan gran inestabilidad en la cantidad de empleados.
•
Las diferencias en costos laborales
entre países hacen que la dimensión, medida por esta variante, no permita hacer
comparaciones entre unos y otros.
En un estudio (Mañalich et al.,
2016) entre los distintos países o regiones, se ha podido observar las
diferencias en los tramos de tamaño. Para las microempresas, por lo general
oscila entre 1 y 10 empleados, aunque Uruguay y Nicaragua consideran el límite
en 4 y 5, respectivamente, mientras que el umbral máximo en Brasil es de 19
trabajadores.
En las pequeñas empresas, el tramo es más heterogéneo, pues
parte del techo de las microempresas, y su terminación oscila entre 25, 30, 35,
50, 60, y hasta 99 empleados, en Brasil.
De igual forma ocurre para las medianas que se mueven desde
el máximo de las pequeñas hasta 100, 200, 250, 300, y hasta 499 trabajadores,
también en Brasil.
Las divergencias existentes entre
los países en relación con los límites de las diferentes dimensiones
empresariales trae consigo el inconveniente de que no consideran la
heterogeneidad de sus economías. Ante este problema, el trabajo elaborado para
CEPAL por Álvarez y Durán (2009) propone una definición en la que se clasifica
a los países según el tamaño de su economía, relacionando su Producto Interno
Bruto y su Población Económicamente Activa, con las cifras mundiales
correspondientes. Mediante esta metodología redefinieron la dimensión
empresarial, por rangos de ocupados, para la UE y países seleccionados de
América Latina y, a partir del resultado alcanzado, propusieron la siguiente
clasificación (Tabla 1).
Tabla
1. Propuesta de dimensión empresarial, con cálculo de umbrales
Empresas\Economías
|
Pequeñas
|
Medianas
|
Grandes
|
|
Micro
|
1-10
|
1-10
|
1-10
|
|
Pequeñas
|
11-35
|
11-50
|
11-75
|
|
Medianas
|
36-100
|
51-150
|
76-250
|
|
Indicador tamaño
|
menor
|
entre
|
mayor
|
|
que 0,25
|
0,25 y 1
|
que 1
|
|
|
|
|
|||
|
|
|
|
|
Fuente:
Álvarez y Durán (2009).
Los autores insisten en aclarar que la nueva definición de
dimensión empresarial propuesta constituye una primera aproximación; si bien
sirve para homogenizar y equiparar los datos con vistas a las comparaciones,
está sujeta a futuras mejoras.
Cuba y la problemática de la tipificación de sus mipymes
Al menos hasta finales de los años
80, las grandes empresas industriales del Estado cubano eran ampliamente
predominantes. En 1988 solo 13% de ellas tenía menos de 250 ocupados, y cubre
prácticamente todos los segmentos internacionalmente aceptados para las mipymes
(Torras, 1991: 16).
Hoy, los imperativos económicos han llevado a la necesidad
de introducirlas en el ámbito empresarial cubano,
lo que implica plantearse el problema de definir cada una de sus dimensiones.
Al respecto, se ha propuesto utilizar la metodología recogida en Álvarez y
Durán (2009), basada, como se dijo, en el tamaño de las economías de los
países.
En primer lugar se consideró la economía cubana como
pequeña, al resultar su indicador de tamaño menor a 0,25. Ello remite a los
correspondientes tramos de ocupados de sus micro, pequeñas y medianas empresas.
Las grandes se identificarían a partir del límite superior de las medianas. Por
regla general, las empresas estatales se ubicarían en ese último tramo.
Por ahora, no se enmarcaron los tramos por sectores
económicos, aunque para trabajos posteriores los autores del presente artículo
consideran que debieran distinguirse seis: industrial, agropecuario, de
construcción, comercio, servicios, y las TIC. Aunque estas últimas integran las
actividades de servicio, merecen ser diferenciadas, máxime cuando en ellas
pueden obtenerse utilidades significativas sin necesidad de emplear un elevado
número de trabajadores, y podrían dar cabida a los micronegocios unipersonales.
La no incorporación en el análisis
de las mipymes agropecuarias, a fin de hacerlo coherente con las estadísticas
internacionales que las excluyen, tiene una fundamentación. Carlos Fernández et
al. (2000) plantean diferencias entre ellas y las del resto de los
sectores. Lo anteriormente expuesto corrobora la necesidad de clasificarlas con
una metodología especial, pues tienen sus propias características y se
encuentran rezagadas con respecto a la industria y otros sectores económicos
(Mañalich et al., 2016). Es un asunto pendiente en la agricultura
cubana.
Tabla
2. Propuesta de tramos de tamaño para Cuba bajo el criterio de número
de empleados.
Tramos
|
Empleados
|
Micro
|
1-10
|
Pequeñas
|
11-35
|
Medianas
|
36-50
|
Grandes
|
más de 100
|
Fuente: Elaboración propia con metodología de Álvarez y
Durán (2009).
En 2015 había en Cuba 59 599 mipymes en la crucial esfera
manufacturera, con 73 112 empleados, considerando las actividades por cuenta
propia y las cooperativas en nuevos sectores y actividades (MTSS, 2015; ONEI,
2015):
• Están autorizadas 201 actividades
por cuenta propia, de ellas, 30 (14,9%) son manufactureras, en general
rudimentarias. Ello implica unas 59 550 mipymes de este tipo que emplean a
más de 74 000 trabajadores.
•
Para cooperativas no agropecuarias
hay 34 actividades autorizadas, de ellas, 16 (47%) son manufactureras que
requieren un relativo bajo nivel tecnológico. Existen 49 con un estimado de 650
empleados.
En una comparación entre Cuba y
países seleccionados, en cuanto a indicadores de desempeño: peso de mipymes en
el total del tejido empresarial, en %; su porcentaje de empleos sobre el total;
y número, en miles de unidades, se pudo constatar que aunque en el primer
indicador es similar al de la mayoría de estas naciones (alrededor de 99%), el
porcentaje de empleos es muy bajo (10,4%) en relación con el peso observado en
el resto de los países (por lo general más de 40%) y 81,7% en España. El número
de empresas y negocios (382,5 M), se muestra reducido también, teniendo en
cuenta el pequeño porcentaje de empleo que asimilan (Mañalich et al.,
2016).
Consideraciones finales: más allá de la tipificación de las mipymes cubanas
En
el transcurso de este estudio se detectaron algunas inconsistencias en el caso
cubano, incluso de connotación estadística. En particular, se ha revelado que
actividades no autorizadas subyacen dentro de otras. Por ejemplo, en el trabajo
por cuenta propia aparecen permitidas las cafeterías, que se reportan como un
servicio, sin embargo, las microindustrias de helados y de dulces aún no lo
están.
La estadística también debe
posibilitar realizar análisis más certeros sobre las mipymes cubanas, medir su
desempeño real, a fin de conocer su estado y evolución en el tiempo.
Un caso interesante es el del Fondo
Cubano de Bienes Culturales, organización estatal que incluye diversas
actividades ajenas a esta propiedad, como la fabricación de muebles, calzado y
ropa, que no aparecen identificadas como mipymes, aunque, por otro lado, son
las únicas de la gestión no estatal que tienen acceso al comercio exterior a
través de la entidad que las agrupa.
Por otra parte, existen tributos que
limitan el crecimiento de las mipymes y del empleo ligado a ellas. Según la
legislación vigente (LST 113/2012), se exime del pago de impuestos por la
utilización de la fuerza de trabajo de hasta cinco trabajadores contratados. A
partir de esa cifra, hay una carga tributaria creciente por tramos de empleo,
lo cual influye negativamente en el crecimiento interno de las mipymes.
Parecería que la política está dirigida a privilegiar las microempresas.
A su vez, existen unidades empresariales de base (UEB)
dentro de las empresas de los grupos estatales, muchas de las cuales podrían
ser consideradas mipymes. Ello debe ser motivo de reflexión, pues la
experiencia internacional ilustra que las unidades productivas dentro de los
grupos empresariales tienden a ser grandes. Esto podría llevar a perfilar mejor
los llamados medios fundamentales de producción, si se fusionan UEB y/o se
trasladan estas a otras formas de gestión.
Asimismo, hay unidades
presupuestadas que podrían pasar, gradualmente, a mipymes; por ejemplo,
editoriales, publicaciones, cines, entre otros.
Finalmente, no resulta ocioso
destacar que en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030
(PCC, 2016) se identifican sectores económicos estratégicos y se
plantea el fomento de actividades productivas, comerciales y de servicios
basadas en empresas de mediana y pequeña escalas, con vistas a lograr los
encadenamientos productivos necesarios en la economía, en particular, en
producciones de alimentos, construcción, productos artesanales y servicios, lo
cual representa también un gran reto.
Notas
1.
Según
expresó el Comité de Revisión de la Financiación de la Pequeña Empresa (Clarke
y Monkhouse, 1994: 293).
2.
Esta
tesis sobre el crecimiento empresarial fue formulada en 1931 por Robert Gibrat,
y expresaba que es un proceso estocástico originado por la acción de
innumerables o insignificantes factores aleatorios que actúan proporcionalmente
sobre el tamaño de las empresas, con independencia de la dimensión que estas
tengan. (Para ampliar, véase La gran enciclopedia de Economía..., 2009).
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