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jueves, 3 de mayo de 2018

Plantas desalinizadoras garantizarán agua a cayos de Villa Clara

Por Lissett Izquierdo Ferrer|Foto: Juan Pablo Carreras

Hotel Cayo Ensenachos, operado por el grupo hotelero Iberostar, con sede en Palma de Mallorca y uno de los principales consorcios turísticos españoles, celebra los 25 años de experiencia en la comercialización del mercado cubano durante la Feria Internacional del Turismo FITCuba 2018, que tiene por sede al polo turístico Cayo Santa María, en el municipio Caibarién, provincia Villa Clara, Cuba. ACN FOTO ARCHIVO/Juan Pablo CARRERAS

Caibarién, 3 may (ACN) En 2019 funcionarán en la cayería norte de Villa Clara dos plantas desalinizadoras que darán seguridad total al abasto de agua potable a ese destino turístico, informó este jueves Frank Oltuski, vicepresidente de Mercadotecnia de la cadena Gaviota S.A.

   El directivo anunció que para su puesta en marcha este año, en la actualidad recibe los ajustes finales uno de esos equipos, que aportará 50 litros de agua por segundo a las instalaciones del polo, hacia el cual se bombean en el presente 140 litros por segundo desde tierra firme.

    Similar capacidad tendrá la otra planta prevista para 2019, según explicó Oltuski a periodistas nacionales y extranjeros acreditados en la Feria Internacional de Turismo, FitCuba 2018, que tiene lugar hasta el 5 de mayo en la cayería norte villaclareña.   

   De acuerdo con los datos aportados, hoy funcionan allí cinco plantas de tratamiento de residuales líquidos, las cuales producen mensualmente casi 30 mil metros cúbicos de agua de reuso para el riego de la jardinería.

    Oltuski habló de otras inversiones que también se ejecutan como parte de las políticas impulsadas en el mencionado destino recreativo, el cual forma parte de la Reserva Mundial de la Biosfera de la Bahía de Buena Vista.

    Mencionó entre ellas el procesamiento y reciclaje de todo tipo de desechos producidos por las instalaciones del cayo, que posee 10 mil 572 cuartos en 17 hoteles, todos propiedad de Gaviota y administrados por prestigiosas compañías foráneas.

    Oltuski comentó que otra garantía para la operación de esos alojamientos es el hecho de tener instalada una capacidad de generación eléctrica de 55 megawatt/hora, casi un tercio más de la demanda actual, además de que todas las redes sean soterradas.

   Por los resultados positivos en el desarrollo de su gestión en armonía y cuidado del medio ambiente, este miércoles los hoteles Iberostar Ensenachos y el Starfish Cayo Santa María merecieron el Reconocimiento Ambiental Nacional, otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

   Ambas instalaciones también recibieron la Condición en avance territorial de playa ambiental.

   Estos galardones reflejan el compromiso del sector turístico de Cuba en avanzar en total sintonía con el ambiente y la mitigación de los efectos del cambio climático.

    El Hotel Sercotel Experience Cayo Santa María acoge las sesiones de trabajo de FitCuba 2018 que se extiende, además, a las ciudades de Santa Clara, Remedios y Sagua la Grande.

¿Cómo ordenar el tope de los precios?

Casi tres meses después de que Juventud Rebelde publicara el reportaje Entre la ley y el desacato, sobre la situación de los precios topados en Cienfuegos, la normativa de tarifas máximas establecida para los productos agrícolas todavía no se cumple del todo

Autor:


Laura Brunet Portela
digital@juventudrebelde.cu


En el espacio de la feria, que alivia las tensiones de la semana, pueden verse imágenes como esta. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 02/05/2018 | 08:29 pm

CIENFUEGOS.— Pocos creerían posible lucrar, ostensiblemente, con una mano de plátanos cuyo precio superara lo que muchos cubanos cobran por un día de trabajo, y que, además, haya tantos que se atrevan a pagar por ella. Por apenas 20 pesos moneda nacional —como alegan en su gestión de venta—, todavía hoy usted puede llevar a casa los famosos plátanos Johnson amarillos, atrayentes, hipnóticos, lo que parece haber llegado para quedarse.

Asimismo, una frutabomba puede alcanzar la cifra astronómica de 88 pesos. Las tarimas y carretillas de vendedores ambulantes en Cienfuegos siguen dueñas, casi absolutas, de muchos de los productos agrícolas que se comercializan. No es raro escuchar sobrenombres como «la butique de San Fernando», para referirse a los carromatos de frutas, viandas y vegetales, que con las características de dichas tiendas extorsionan a quienes moran en este territorio.

Textos enviados al Servicio de Mensajería de la emisora provincial de Cienfuegos, Radio Ciudad del Mar, y 21 comentarios sobre el tema ilustran situaciones similares en Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín y Camagüey, donde el tope de los precios se mantiene en desbalance.

Pero esta historia no es solo de infractores e inescrupulosos. JR vuelve a mirar al interior de las estrategias institucionales y gubernamentales para afianzar las tarifas máximas en la actividad por cuenta propia. Casi tres meses después de la publicación del primer reportaje sobre el tema, Entre la ley y el desacato (Juventud Rebelde, 11 de febrero de 2018), tomamos la temperatura del panorama agroalimentario en Cienfuegos, todavía al fragor de los precios topados.

Del campo a la mesa

Sin bolsas llenas, pero «bastante satisfecho con la oferta», a la salida de un Mercado Agropecuario Estatal (MAE) de la ciudad, el cienfueguero Roberto Sánchez reconoce que «ya se comienzan a ver en las placitas algunos productos que tras el paso del huracán Irma desaparecieron».

De manera progresiva se revierte el desabastecimiento de los MAE, fruto de las escasas cosechas de los principales polos productivos de Cienfuegos. En la investigación anterior tal sentencia afloró como acuciante para el entorno convulso en que se desarrollaba la comercialización agrícola en el territorio. «La provincia hoy asegura 1 200 quintales diarios, entre viandas, granos y hortalizas, de los 2 000 que necesita, 60 por ciento de la demanda real», indicó Yoan Sarduy, delegado provincial de la Agricultura. Agrega Yankiet Echeverría, director de la Empresa Acopio Cienfuegos, que «si bien hay tendencia a la estabilidad, todavía es insuficiente para satisfacer al pueblo, porque lo que sale del campo no compensa el total de lo que se prevé como demanda de consumo de la población».


El desabastecimiento de los MAE se revierte de manera progresiva. Foto: Juventud Rebelde.

Reoxigenar las tarimas de los MAE, donde los consumidores acceden al alimento a precios más sensatos, responde a una estrategia que discurre en dos vertientes: el autoabastecimiento local y las ferias sabatinas de los consejos populares. La primera está dirigida a alcanzar la meta de garantizar 30 libras de alimento al mes por habitante, propósito aún pendiente. La segunda, más cercana a la realidad del cienfueguero, ya se materializa en los barrios de la ciudad.

En el consejo popular de Junco Sur, Michel Erice señala que «acercar la feria al pueblo es muy bueno, porque después de las medidas que se tomaron con los carretilleros todo se alejó. Al menos el sábado podemos adquirir productos que entre semana es muy complejo comprar y aparece bastante movido de precio». Juicios similares emiten otros cienfuegueros entrevistados durante un recorrido por varios consejos populares el día de la feria. No obstante, los residentes de esta urbe ya apuntan algunas deficiencias en la variedad de ofertas y su estabilidad, además de la habitual y, al parecer, inevitable penetración de intermediarios y revendedores.

Todavía los productos de alta demanda permanecen en las vitrinas andantes de los carretilleros. Según precisa el directivo de Acopio, hasta el momento no han registrado ventas ilegales en los traspatios de los MAE, ni distribución mayorista a intermediarios, como en otras ocasiones. Las fuentes de abasto son otras y provienen de la inventiva y la argucia de quienes, para sumar ganancias, insisten en burlar la autoridad y lo indicado por la ley.
En su lugar

La intención de topar los precios alentó a no pocos cubanos, «sobre todo a aquellos que dependen solo del salario», añade una cienfueguera cabeza de familia. Pero implementar la medida transita un camino espinoso que se desdobla en vericuetos hasta donde la mano de la ley apenas alcanza.

Pedro Lima es uno de esos que depende de la carretilla, por el horario de trabajo. Desde su experiencia como cliente nos cuenta que «siguen vendiendo al precio que les parece y se mantienen como dueños absolutos de las mejores ofertas. Según ellos dicen, eso es oferta y demanda. A lo mejor no deambulan a todas horas, ni en todos los espacios o puntos, pero están ahí, y hacen lo que quieren».

Una de las maniobras para entrar en vereda a los especuladores fue emitir un acta de apercibimiento en la que «se les explicaba, una vez más, que si adulteraban los precios y cometían una violación podían perder la licencia», aclaró Edileidy Delgado, subdirectora de Empleo de la Dirección Provincial de Trabajo.

A partir de ahí, según la directiva, el accionar ha sido profiláctico, educativo, porque no se trata de eliminar la actividad. No obstante, en los municipios de Cumanayagua, Cruces y Cienfuegos, hasta la fecha han sido retiradas 23 licencias por parte de los organismos impositores, como la Dirección Integral de Supervisión y Control (DISC), 20 de estas por violar los precios topados; en las calles quedan 742 carretilleros.

El número de multas también ha ascendido. En lo que va de año se han impuesto 168 a vendedores ambulantes, carretilleros y comerciantes de los mercados de oferta y demanda. Las cifras aún son bajas, pero el requerimiento de «actuar con la fotografía del momento o capturar in fraganti», como indica Antonio Pérez González, subdirector provincial de la DISC, limita claramente el alcance de la acción de los inspectores.

Entonces muchas personas se cuestionan la pertinencia de topar los precios. «¿Para qué se adoptan medidas si al final no se trabaja en su implementación como debe ser: con rigor?»… «¿Qué más se puede hacer para respetar el dinero del pueblo?».

La labor multisectorial con la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), el Ministerio de la Agricultura (Minag) y la Dirección Provincial de Trabajo ha fortalecido el enfrentamiento, pero la gente es muy importante. Las autoridades abogan por la responsabilidad ciudadana para cerrar el cerco a la indisciplina. Denunciar in situ las artimañas de los timadores; conocer sus derechos y reclamarlos, y usar las vías para hacerlos respetar pudiera ser la contraparte para, finalmente, poner los precios en su lugar.

Sistema Bancario aplica bonificación por uso de tarjetas magnéticas en Cuba (+ Video)

Por: Oscar Figueredo Reinaldo, Cubadebate



El pago en tarjetas magnéticas podría ser una solución para que los estudiantes no pierdan el estipendio. Foto: Thalía Fuentes/ Cubadebate.
Con el objetivo de incentivar el uso de tarjetas magnéticas como un medio de pago seguro y eficiente, el sistema bancario ha decido aplicar una bonificación a los pagos que se realicen a través de las TPV (Terminal Post Venta) en los comercios para la compra de sus productos o pago de sus servicios, el cual se aplica de forma experimental desde hace una semana. Este servicio está disponible en las cadenas Caribe, Cimex, Palco, y se trabaja para que se pueda usar en puntos de Etecsa y pagos de otros servicios.
Los clientes de Banco de Crédito y Comercio (BANDEC), Banco Popular de Ahorro (BPA) y Banco Metropolitano (BANMET) que serán beneficiados con la aplicación de esta bonificación son aquellos que posean tarjetas magnéticasasociadas a pago de salarios y estímulos, los jubilados y las cuentas de ahorro, tanto en pesos cubanos como convertibles.
Las bonificaciones que se aplican por cada uno de los bancos están entre un dos (2) y un cinco (5) por ciento sobre el precio de los productos o servicios.
Según explicó Francisco Mayobre Lence, Viceministro Primero del Banco Central de Cuba, la medida forma parte de la estrategia para el desarrollo de canales de pagos electrónicos , alineada a la política de Informatización de la Sociedad.
“En los últimos años nuestras instituciones han puesto a disposición de los clientes diferentes canales de pagos asociados a las tarjetas magnéticas  del sistema RED, entre ellos la banca electrónica , la banca remota , la banca móvil y la pasarela de pago en fase de pruebas”, comentó.
Trascendió que en el año 2017 el 90 % de los movimientos de saldos en cuentas asociadas a tarjetas magnéticas constituyeron extracciones de efectivos en cajeros automáticos o en ventanillas de los bancos, lo que contradice el objetivo de la banca electrónica.
Al comentar sobre las bonificaciones, Mayobre Lence acalaró que los bancos podrán aplicar bonificaciones superiores en fechas donde considere conveniente incentivar el uso de los TPV.
Se explicó también que el cliente podrá revisar el monto debitado haciendo una consulta de sus últimos movimientos a través del cajero automático o la banca móvil, donde podrá comprobar que el saldo debitado es inferior al valor de las mercancías compradas.
“Por ejemplo si usted compra un producto en una tienda de CIMEX por un valor de 10.00 CUC, y la bonificación aplicada por su banco es de un 5 %; el valor del importe será de 9.50 CUC”, subrayó.
El Viceministro Primero del Banco Central de Cuba dio a conocer que las modificaciones a los porcientos de la bonificación estarán en correspondencia con la estrategia comercial de cada banco.
En la actualidad existen 936 cajeros automáticos operando en 69 municipios del país, “cifra que sabemos que aún es baja pues solo hay 8 equipos cada 100 mil habitantes y se incorporaron en el 2017 cinco cajeros recicladores en la capital”.

Algunos datos:

  • 4 millones 116 mil 38 tarjetas red
  • 57 millones de operaciones
  • 90 % fue para obtener dinero en efectivo
Vea en #EnVivo, el anuncio de esta novedad en Cuba

Rallo y su crítica a Marx

Un lector del blog envió a la sección “Comentarios” el enlace a un video en el cual el economista Juan Ramón Rallo critica la teoría del valor y de la plusvalía de Marx. El mismo fue publicado el 8 de marzo de 2017, y tiene como título “Refutación de la teoría del valor trabajo y de la teoría de la explotación de Marx”. Puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ.
Juan Ramón Rallo es un economista que pertenece a la corriente austriaca. Esto es, a la línea de pensamiento iniciada por Karl Menger, y continuada, entre otros, por Eugen von Böhm Bawerk, Friedrich von Wieser, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Murray Rothbard. Aunque ya he discutido las posiciones de la corriente austriaca en notas anteriores del blog, me parece conveniente ampliar los argumentos, y responder puntualmente a las críticas que Rallo dirige a la teoría del valor trabajo.
En esta nota me limito a una cuestión de base: la necesidad de partir de las categorías teóricas utilizadas por los autores, y respetar las diferencias conceptuales establecidas por los mismos (aunque, por supuesto, estas categorías y diferenciaciones puedan criticarse). Así, si Rallo se propone criticar la teoría del valor de Marx, debería saber que Marx distinguió entre valor de cambio y valor. Sin embargo, Rallo no acierta en esta cuestión básica, y por eso puede decir (véase 7’:06 del video) que, según Marx, “una cosa puede poseer valor de uso pero no valor de cambio por no ser fruto del trabajo humano (aire, suelo)”. Pero la realidad es que en ningún pasaje del capítulo 1 de El Capital, dedicado al valor, Marx afirma que la tierra no tiene valor de cambio (o sea precio) por no ser fruto del trabajo humano. Lo que dice Marx es que “una cosa puede ser valor de uso y no ser valor. Es este el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo. Ocurre ello con el aire, la tierra virgen las praderas y bosques naturales, etcétera” (p. 50, t. 1, edición Siglo XXI).
O sea, lo que está diciendo Marx es que si no existió la mediación del trabajo, una mercancía no tiene valor; no dice que no puede tener valor de cambio (o precio) por no tener trabajo invertido en su producción. Pero Rallo lee “valor de cambio” donde Marx escribió valor, y le hace decir a Marx el disparate de que la tierra virgen no tiene valor de cambio (o sea, precio).Y la realidad es, de nuevo, que Marx afirma, sin dejar lugar a dudas, que la tierra sí tiene precio: “La caída de agua, al igual que la tierra en general o cualquier fuerza natural, no tiene valor, porque no representa un trabajo objetivado en ella, y por ello tampoco tiene un precio el cual normalmente no es sino el valor expresado en dinero. Cuando no hay valor, tampoco puede representarse nada, precisamente por eso, en dinero. Este precio [de la tierra] no es otra cosa que renta capitalizada” (ibid., p. 832, t. 3).
Marx es explícito: la tierra no tiene valor, y por lo tanto no hay un valor de cambio, o precio, que exprese ese valor. Pero sí tiene valor de cambio, o precio, que no es expresión del valor de la tierra, sino es pura renta capitalizada (por eso, según Marx, la tierra no es capital, y su precio no se traslada al valor final de las mercancías, como ocurre con el capital constante).
Por supuesto, Rallo podía haber dicho que está en contra de estas ideas de Marx y presentar sus argumentos. Pero a lo que no tiene derecho es a tergiversar de manera tan grosera. Marx no podía desconocer lo que cualquier persona conoce, a saber, que el suelo tiene precio. Se trata de cuestiones elementales, no solo de método sino también de honestidad intelectual, que no pueden pasarse por alto.
La crítica de Rallo a la “reducción” de Marx

En el capítulo 1 de El Capital Marx realiza una conocida operación de “reducción” de los valores de cambio de las mercancías “a algo que les sea común con respecto a lo cual representen un más o un menos”, y concluye que, “si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo” (p. 46; edición Siglo XXI). Y un poco más adelante precisa que no se trata de un trabajo productivo determinado, sino de “trabajo humano indiferenciado”, esto es, “trabajo abstractamente humano” (p. 47).
Este pasaje, clave en la teoría del valor-trabajo, ha suscitado una de las críticas más frecuentes de los economistas austriacos a Marx, a saber, que este no habría demostrado que el único elemento común de las mercancías intercambiadas es que todas son fruto de trabajo humano. El primero fue Böhm Bawerk. Sostuvo que incluso admitiendo que haya que encontrar algo en común entre las mercancías, podrían mencionarse otros elementos distintos del trabajo, como “su rareza en proporción a su demanda”; “ser objeto de la oferta y la demanda”; o “haber sido apropiadas por el hombre” (1986, p. 447). Desde entonces este argumento lo han repetido prácticamente todos los economistas de la corriente austriaca.
Y es lo que hace Juan Ramón Rallo en “Refutación de la teoría del valor trabajo y de la teoría de la explotación de Marx” (https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ). Sostiene que las mercancías pueden tener en común propiedades naturales, por ejemplo, el peso; o ser fruto de la energía, y pregunta: ¿por qué las mercancías no se podrían intercambiar según su peso? ¿O según la cantidad de energía utilizada en producirlas? Agrega que entre los diversos tipos de energía se encuentra la térmica, química, calorífica, electromagnética, nuclear, eléctrica, de animales o plantas, iónica, del sonido, además de la humana. ¿Por qué Marx tomó como elemento en común solo la energía humana invertida en la producción? (véase video, 19’). Pero además, las mercancías tienen en común que son escasas y tienen utilidad. ¿Por qué entonces la utilidad y la escasez no determinan el valor de cambio? Marx no discute ninguna de estas posibilidades, dice Rallo, y opta, arbitrariamente, por un único elemento en común, el trabajo humano (o gasto humano de energía), socialmente necesario. ¿Por qué esta elección? Precisemos que la crítica de Rallo a la teoría del valor de Marx se basa casi enteramente en esta objeción.
Sin embargo, y contra lo que dicen Rallo y el resto de los austriacos, Marx explicó, negro sobre blanco, que las propiedades físicas o químicas de la mercancía no pueden determinar el valor de cambio de las mercancías. La razón es sencilla: el valor de cambio se refiere a una propiedad social, no natural, de las cosas. Más aún, Marx se refirió al peso como ejemplo de una cualidad de la mercancía, que no puede ser la determinante del valor de cambio. Ni el peso, ni ninguna otra cualidad física, como su color, o la cantidad de energía natural que pudo haber sido incorporada en el proceso de producción. Marx es explícito en esto. Enseguida del pasaje en el que se refiere a la necesidad de encontrar el elemento común que hace comparables cuantitativamente a las mercancías, escribe:
“Ese algo común no puede ser una propiedad natural –geométrica, física, química o de otra índole de las mercancías. Sus propiedades corpóreas entran en consideración, única  exclusivamente, en la medida en que ellas hacen útiles a las mercancías, en que las hacen ser, pues, valores de uso. Pero, por otra parte, salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías. Dentro de tal relación, un valor de uso vale exactamente lo mismo que cualquier otro, siempre que esté presente en la proporción que corresponda” (p. 46). Es que como valores de uso, “las mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como valores de cambio solo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por lo tanto, ni un solo átomo de valor de uso” (ibid.). Los valores de uso son distintos, ya que los usos  son distintos. X, por ejemplo, sirve para comer, e Y sirve para vestirse. En ese respecto, no pueden equipararse  cualitativamente, y por lo tanto tampoco cuantitativamente. Por eso más adelante, y refiriéndose al equivalente (la chaqueta) en el que expresa su valor el lienzo, Marx escribe: “En cuanto valor de uso el lienzo es una cosa sensorialmente distinta de la chaqueta; en cuanto valor es igual a la chaqueta, y en consecuencia, tiene el mismo aspecto que esta” (p. 64)
Pero también se puede decir que la valoración subjetiva de las utilidades (el terreno privilegiado de los austriacos) es distinta. El productor A, que posee X, lo intercambia por 2 Y que posee el productor B. Sin embargo, la utilidad que A espera de 2 Y puede ser (y en general, lo es) incomparable, cuantitativamente, con la utilidad que B espera de la posesión de  X. Lo cual no impide que X e se igualen en cierta proporción cuantitativa. Por ejemplo, que 1 X = 2Y, que a su vez se igualan a, por caso, $100. Esto es, hay una igualación a pesar de que los usos son distintos, y las utilidades relativas derivadas de esos usos ni siquiera pueden ser establecidas cuantitativamente. Por eso Marx sostiene que en la misma relación de intercambio entre las mercancías el valor de cambio se revela “como algo por entero independiente de sus valores de uso” (p. 47).
Puede verse entonces que no es cierto lo que afirma Rallo. La realidad es que Marx explicó por qué no tuvo en cuenta las propiedades físicas (el peso, por caso) en el residuo que queda de la comparación de las mercancías. Y por qué no tuvo en cuenta el valor de uso; en cuanto a la apreciación subjetiva de la utilidad, no podía nunca considerarla como fundamento de una propiedad social. Por eso, después de haber descartado estos elementos en común, dice “si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo”.  Más todavía, insiste en que “si hacemos abstracción de su valor de uso, abstraemos también los componentes y formas corpóreas que hacen de él [el producto del trabajo] un valor de uso” (p. 47).
Más adelante: “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia de mistress Quickly en que no se sabe por dónde agarrarla. En contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías, ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores” (p. 58, énfasis añadido). También: “…las mercancías solo poseen objetividad como valores en la medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo humano”… “su objetividad en cuanto valores, por tanto, es de naturaleza puramente social” y por eso, “dicha objetividad como valores solo puede ponerse de manifiesto en la relación social entre diversas mercancías” (ibid.).
Marx insiste en el tema cuando habla del peso de los cuerpos y del rol de los trozos de hierro cuyo peso ha sido previamente determinado, con el fin de expresar la pesantez de otro cuerpo (el pan de azúcar, por caso). Dice que en esa relación las cantidades de hierro representan “una mera figura de la pesantez, una forma de manifestación de la pesantez” (p. 70), y de la misma manera en la expresión de valor el cuerpo de la chaqueta (el equivalente) “no representa frente al lienzo más que valor” (ibid). Sin embargo, enseguida señala que “la analogía se interrumpe aquí”, ya que en la expresión del peso del azúcar el hierro “asume la representación de una propiedad natural común a ambos cuerpos”. En cambio, “la chaqueta, en la expresión del valor del lienzo, simboliza una propiedad sobrenatural de ambas cosas: su valor, algo puramente social” (p. 70; énfasis agregado).
Enseguida dice: “Cuando la forma relativa del valor de una mercancía, por ejemplo el lienzo, expresa su carácter de ser valor como algo absolutamente distinto de su cuerpo y de las propiedades de este, por ejemplo, como su carácter de ser igual a la chaqueta, esta expresión denota, por sí misma, que en ella se oculta una relación social” (pp. 70-1; énfasis agregado). Por eso la mercancía es valor cuando este posee una forma de manifestación propia, la del valor de cambio, “distinta de su forma natural, pero considerada aisladamente nunca posee aquella forma: únicamente lo hace en la relación de valor o de intercambio con una segunda mercancía, de diferente clase” (p. 74).
Este aspecto social del valor aparece todavía más claro en la forma general del valor, esto es, cuando una mercancía (por ejemplo, el oro), separada de las demás, sirve de expresión del valor de todas las demás mercancías. “Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las mercancías, por ser la mera “existencia social” de tales cosas, únicamente puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas; la forma de valor de las mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma socialmente vigente” (p.81).
Por último: “Hasta el presente, todavía no hay químico que haya descubierto en la perla o el diamante el valor de cambio” (p. 102).
La “reducción” es determinada por la concepción social
La insistencia de Marx en que el valor es una propiedad social pone en evidencia que la reducción, por medio del análisis, al “rasgo común” que hace equiparables cuantitativamente a las mercancías no es abstracta, sino concreta, esto es, determinada. Es que si la reducción no es concreta, lo más probable es que se termine en la abstracción vacía de contenido. Por ejemplo, se puede decir que toda mercancía tiene la propiedad de “ser”. Pero con esto estamos en un elemento común que es vacío; es la abstracción absoluta, de la cual nada podemos decir. El rasgo común “ser útil”, por su parte, es más determinado que el ser en general pero, como ya apuntamos, no deja de ser abstracto con respecto a lo social: la utilidad que el consumidor obtiene de un bien X es una cuestión subjetiva (así la calcule en el margen, admitiendo que esto sea posible), y por ende tampoco puede ser el determinante de una propiedad social, como es el valor.
No es lo que sucede, sin embargo, con el trabajo. Su contenido es inherentemente social, como recuerda Marx en el mismo capítulo 1: en primer lugar, se trata de gasto energía humana, y como tal, en segundo término, siempre interesó a los seres humanos la cantidad de ese gasto. En tercer lugar, el trabajo siempre fue social (pp. 87-88). De ahí la necesidad de comparar tiempos de trabajo. Por eso Marx, en una famosa carta a Kugelman, del 11 de julio de 1868, dice que el problema no es demostrar que los seres humanos comparan tiempos de trabajo, sino explicar por qué los comparan a través de los precios de las mercancías. Sostiene que “… el análisis de las relaciones reales hecho por mí contendría la prueba y la demostración de la relación real de valor” (Marx y Engels, 1983, p. 148). Es que en cualquier sociedad la primera necesidad es producir y reproducir las condiciones de existencia mediante el empleo de trabajo humano.
En consecuencia, no es necesario demostrar que los trabajos humanos en la sociedad productora de mercancías se comparan, sino explicar cómo lo hacen, y en particular, explicar por qué se comparan como valores de cosas. Y por esta razón, la abstracción que critican Rallo y el resto de los austriacos es determinada. En otros términos, el algo en común que se equipara en el intercambio –que se equipara de hecho, aunque los productores no sean conscientes del mismo- no es cualquier elemento elegido al azar, sino el elemento común que es constitutivo de la economía, a saber, el tiempo de trabajo relativo, en tanto gasto humano de energía, empleado en la producción.
En definitiva, además de ocultar lo que Marx explicó una y otra vez -por qué el peso, o cualquier otra característica natural no puede ser el fundamento de una propiedad social como es el valor-, Rallo pasa por alto el carácter determinado de la “reducción a elemento común” realizada por Marx. Pero por esto mismo su crítica a la teoría del valor de Marx se derrumba por completo.

Los austriacos y la “reducción a sustancia común”


En una nota anterior (aquí) dedicada a la crítica que hace Ramón Rallo a la reducción marxiana de los valores de cambio a una “sustancia común”, explicamos por qué esta solo puede tener un carácter social. Esto es, no puede ser una característica física o química de las mercancías, ni ser una propiedad subjetiva. En este sentido demostramos, con numerosas citas de pasajes de El Capital, que Rallo miente cuando afirma que Marx no explicó por qué el peso, por ejemplo, no puede ser el elemento en común que determina el valor de cambio.
Sin embargo, esta respuesta a Rallo sería incompleta si no decimos que en realidad los economistas de la escuela austriaca niegan que en el intercambio se produzca una reducción a una sustancia en común. Lo cual es inseparable de su concepción subjetiva del valor. Es que los austriacos reconocen que las utilidades marginales “no son comparables, dado que no pueden ser medidas”, y admiten por lo tanto que las escalas de valor de los diferentes participantes en el mercado “no pueden ser reducidas a una medida o escala” (Rothbard, 2009, p. 87). Es por esta razón que están obligados a sostener que en el intercambio no existe reducción alguna a sustancia en común.
Una diferencia crucial
En base a lo planteado en la introducción a esta nota, se entiende que antes de decidir si el elemento en común que gobierna las proporciones cuantitativas en que se intercambian las mercancías es el trabajo, o cualquier otra cosa, es necesario discutir si esa reducción a elemento común existe o no existe en los intercambios. Marx en este punto es claro: para comparar cuantitativamente “es preciso reducir los valores de cambio de las mercancías a algo que les sea común, con respecto a lo cual representen un más o un menos” (1999, p. 46, t. 1). Y algunas páginas más adelante cita aprobatoriamente la idea de Aristóteles de que a fin que haya una relación de valor entre dos bienes -5 lechos = 1 casa- debe existir una igualdad. Es que si la casa no se equipara cualitativamente al lecho no se puede establecer una relación recíproca como magnitudes conmensurables (véase Marx, p. 73, t. 1). En otros términos, si no hay una métrica común, será imposible establecer alguna ley económica que rija esos intercambios.
Los austriacos, en cambio, rechazan tajantemente la existencia de cualquier igualación. Por ejemplo, Rothbard (2009, cap. 2) toma el caso del intercambio entre el individuo A, que posee el bien X, y el individuo B, que posee el bien Y. Tanto X como Y son bienes escasos, útiles para fines humanos. La esencia de este intercambio, dice Rothbard, es que A debe valorar más a Y que X, y B debe valorar más a X que Y. De esta manera A y B aumentan sus “ingresos psíquicos”. Rothbard supone, además, que los agentes ordenan los bienes X e Y según las utilidades marginales que evalúan de los mismos. Así, antes de hacer el intercambio la escala de valores dice que A prefiere Y, que no tiene, a X, que posee, en tanto B prefiere X, que no tiene, a Yque posee.
Este ejemplo de intercambio simple, siempre según Rothbard, basta para eliminar la noción falaz de que cuando A y B intercambian X e Y existe alguna “igualdad de valor”. Si Robinson, poseedor de bayas, intercambia con Jackson, poseedor de vacas, en proporción 5000 bayas : 1 vaca, se debe a que “para cada uno de ellos hay una desigualdad de valores entre la vaca y las bayas” (ibid., p. 103). En el mismo sentido Menger afirma: “Si los bienes intercambiados han pasado a ser equivalentes… no se ve por qué ambos negociadores no habrían estado dispuestos a deshacer inmediatamente el cambio” (1985, p. 171). Y luego: ““no existen equivalentes en el sentido objetivo de la palabra” (p. 172). Mises también critica la idea de Aristóteles de que “no puede haber cambio sin igualdad, ni igualdad sin conmensurabilidad” (1986, p. 65). Y Böhm Bawerk precisa que “[l]os economistas modernos [los partidarios de la teoría subjetiva] son unánimes en creer que la antigua concepción escolástico-teológica de la ‘equivalencia’ de los valores cambiados entre sí no responde a la verdad” (1986, p. 442).
Pero la igualación es un hecho
Sin embargo, y a pesar de lo que dicen los austriacos, en la realidad del mercado la igualación a “sustancia común” es un hecho. Así, si el precio de las 5000 bayas es $10.000, y las 5000 bayas se intercambian por una vaca, esta necesariamente tendrá un precio de $10.000. Pero entonces 5000 bayas y 1 vaca se han igualado a una tercera “mercancía”, $10.000. De manera que, contra lo que dice Rothbard, hay una “igualdad de valor. Por eso también, una vez terminado el intercambio, Crusoe y Jackson han ganado en valor de uso, pero no en valor de cambio. Lo cual demuestra que la utilidad no puede ser valor, y que se distingue tangiblemente del mismo.
Pero incluso Rothbard (2009), en el apéndice al capítulo 4, debe admitir que es importante distinguir entre el uso subjetivo del término valor, en el sentido de valuación y preferencia, y el poder de compra o precio en el mercado. Así, si una casa es vendida en 250 onzas de oro, su “valor capital” (en términos marxistas diríamos precio, expresión de su valor) es 250 onzas, de naturaleza distinta al valor subjetivo. Pero con esto está diciendo que a la hora de concurrir al mercado el comprador y el vendedor no solo tienen en cuenta la utilidad de la casa, sino también su valor de cambio, su precio. Sin embargo, cuantitativamente no hay forma de comparar valor de cambio y valor de uso. Pero dado que Rothbard superpone la valoración subjetiva con el valor de cambio, termina afirmando que ambos se pueden comparar. Así, sostiene que “una unidad de un bien, o un bien, puede tener para su poseedor ya sea valor de uso directo o valor de cambio, o una mezcla de ambos, y la que es la mayor es la determinante de su acción” (2009, pp. 89-90). Sin embargo, ¿cómo se puede comparar cuantitativamente la utilidad marginal que tiene X para Crusoe, con su valor de cambio, para decidir cuál es mayor? No hay forma de hacerlo, ni Rothbard (ni cualquier otro autor austriaco) nos dice cómo puede ocurrir.
En cualquier caso, aparece de nuevo el problema: el valor de cambio es de una naturaleza distinta del valor de uso, y esta diferencia se evidencia en el mismo hecho de la equiparación, que se opera en el intercambio, a sustancia en común. Se trata de un punto central en la demostración de Marx. Es que “en tanto valores todas las mercancías son cualitativamente iguales y solo cuantitativamente diferentes” (Marx, 1989, p. 65, t. 1; énfasis agregado). Por eso “se sustituyen… en determinadas proporciones cuantitativas” (ibid.). De ahí que como valores se cancelen todas las cualidades naturales de las mercancías. Lo cual nos remite una vez más a la idea de que el valor es una propiedad social, económica. Pero por esto mismo el valor de la mercancía “debe poseer una existencia cualitativamente distinguible de ella, y en el intercambio real esta posibilidad de existir separadamente debe convertirse en una separación real…” (ibid., p. 66). Y el valor de cambio de la mercancía “como existencia particular junto a la propia mercancía es dinero” (ibid., p. 67). Por eso, en el intercambio las mercancías se equiparan a una “tercera cosa” que no es una mercancía particular, sino que sea el signo o encarnación del valor. Solo mediante esta reducción las mercancías, de distintos valores de uso y con distintas propiedades físicas, se convierten, en tanto valores, en magnitudes concretas, tienen la misma unidad y son conmensurables (ibid., p. 68). De ahí que la reducción al elemento en común –el trabajo humano indiferenciado, abstracto- está en la naturaleza misma del intercambio. Es lo que explica también por qué el dinero es un producto natural del mismo intercambio mercantil.
Sin embargo, los economistas austriacos, al negar que el valor sea una propiedad social, no otorgan ninguna significación especial al hecho de que las mercancías, en el intercambio, se reduzcan a “sustancia común”, el dinero. Es que si admitiesen que en el intercambio existe esa reducción, no podrían afirmar que el valor es subjetivo. Aunque por otra parte, deben reconocer que el pretendido valor subjetivo coexiste con un valor objetivado en dinero (las 250 onzas de oro que vale la casa del ejemplo de Rothbard). Pero esa “coexistencia” de valores no es explicitada teóricamente. La consecuencia será entonces la imposibilidad de conectar lógicamente utilidad y valor de cambio (o valor); también de establecer alguna ley económica que gobierne las proporciones en que se intercambian las mercancía; y de integrar el dinero en la teoría subjetiva del valor.
Por supuesto, Ramón Rallo (véase “Refutación de la teoría del valor trabajo y de la teoría de la explotación de Marx” https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ) ha pasado olímpicamente por alto estas cuestiones que son centrales en la teoría  de Marx.
Textos citados:
Böhm Bawerk, E. von (1986): Capital e interés. Historia y crítica de las teorías sobre el interés, México, FCE.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. y F. Engels (1983): Letters on “Capital”, Londres, New Park Publications.

Böhm Bawerk, E. von (1986): Capital e interés. Historia y crítica de las teorías sobre el interés, México, FCE.
Marx, K. (1989): Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1853, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Menger, C. (1985): Principios de Economía Política, Buenos Aires, Hyspamérica.
Mises, L. von, (1986): La acción humana. Tratado de Economía, Madrid, Unión Editorial.
Rothbard, M. N. (2009): Man, Economy and State. A Treatise on Economic Principles, Ludwig von Mises Institute.

El desarrollo de la biotecnología en Cuba: retos en el nuevo contexto económico

Por: Omar Everleny Pérez Villanueva. Cuba Posible
Agustín Lage es el director del Centro de Inmunología Molecular. Foto: Cubadebate.
Una introducción necesaria a este tema nos debe llevar a conocer por qué esta área de alta tecnología ha tenido los resultados destacados, especialmente a partir de los años 90. Después de 1959, Cuba creó múltiples programas educativos, otorgó grandes partidas presupuestarias que permitieron crear la base profesional necesaria para su desarrollo posterior, y se planteó la necesidad de desarrollar una ciencia nacional como un  objetivo central de la plataforma revolucionaria. Uno de sus primeros pasos fue la campaña de Alfabetización en 1961, la reactivación de la Academia de Ciencias de Cuba en 1962, y la creación de diferentes Institutos de Salud Pública en un primer momento.
Posteriormente, en la década de los 80, se planteó una estrategia de desarrollo para la biotecnología, con la creación, en 1981, del Frente Biológico del cual formaban parte diversas instituciones científicas. A partir de ahí se comenzaron a crear  centros científicos, como el Centro de Investigaciones Biológicas, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Centro de Producción de Animales de Laboratorio (CENPALAB), Centro Nacional de Biopreparados (BIOCEN), Centro de Inmunoensayo, el Centro de Inmunología Molecular (CIM), el Instituto Finlay y también se construyeron otros centros en distintas universidades y en diferentes provincias.
Entre los años 1990 y 1996 el país atravesó un período de profunda crisis económica y social, conocida como “Período Especial”; sin embargo, las inversiones del presupuesto del Estado en esas esferas de la alta tecnología no se detuvieron, y se invirtieron altas sumas en equipos.
En 1992 se constituye el Polo Científico del Oeste de La Habana, que comprendió más de 50 instituciones y 10,000 trabajadores. Esa estructura permitió que todas las empresas que lo conformaban tuvieran su propia empresa comercializadora para facilitar el proceso exportador.
La estrategia cubana en la biotecnología se basó, desde un inicio, en tener un profesional de alta calificación que participara en el llamado “ciclo cerrado”: (investigación + desarrollo + producción + comercialización); donde se pudiera, además, medir el efecto de los resultados concretos, basados en cuántas enfermedades se evitaban y cuántas personas se curaban. También se les ofrecían a los investigadores a lo largo de su desarrollo incentivos laborales, buenas condiciones de trabajo, posibilidad de superación constante en Cuba y en el exterior; aunque estos requisitos han mermado en la actualidad.
El bajo costo de la fuerza de trabajo (altamente calificada) y su abundancia, con respecto al de los países más desarrollados, implicaban que los productos cubanos tuvieran bajos costos por peso de investigación o producción.
La experiencia de la biotecnología cubana se podría considerar con éxito desde los criterios que se puedan emplear para medirla: generación de productos (biofármacos y vacunas), impacto en la salud pública, patentes y exportaciones. Lo que no ha quedado muy claro es si las enormes inversiones que se realizaron en esta área se han podido recuperar hasta el momento.
Pese a las numerosas aplicaciones de la biotecnología en varios sectores, por las propias causas de los recursos limitados con los que ha contado Cuba, los productos biotecnológicos cubanos se han concentrado, fundamentalmente, en tres sectores de aplicación: en el área de la salud humana, en las investigaciones sobre ganadería y en la agricultura.
El impacto social de los productos biotecnológicos cubanos puede encontrarse en las diferentes vacunas obtenidas y su repercusión en la población, como fue la de la Meningitis B/C y la Hepatitis B; tecnologías para el diagnóstico de defectos del tubo neural, Dengue, Kits para embarazos, vacunas contra el cáncer de pulmón, entre otros; y fármacos dedicados a combatir enfermedades virales, infarto del miocardio, rechazo de trasplante de órganos, por citar algunos. Se han logrado vacunas bivalentes, trivalentes, tetravalentes y pentavalentes, en otras de tipo terapéutico para combatir el SIDA, que alarga la aparición de la enfermedad en aquellas personas ya contagiados con el virus, y en variantes preventivas.
Recientemente se logró una nueva vacuna terapéutica contra la Hepatitis B Crónica que se llama HeberNasvac, que ha demostrado niveles de eficacia superiores a los de los principales tratamientos registrados para este padecimiento. Es la primera vacuna en el mundo para uso terapéutico que se aplica por vía nasal y subcutánea. La primera que tiene dos antígenos del virus de la Hepatitis B, el antígeno de superficie y de la nucleocápsida del virus.
Hay que resaltar que el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) desarrolló uno de los principales productos de las exportaciones de la biotecnología cubana (el Heberprot P), un medicamento único en el mundo que ha reducido el índice de amputaciones en pacientes con úlceras del pie diabético hasta un 75 por ciento.
Se trabajó en la agricultura para hacerla más productiva, aunque no sucedió así, pero se realizaron inversiones para la construcción de una extensa red de bio-fábricas para la producción de vitro-plantas en aras de mejorar el sector agrícola, y se lograron variedades más resistentes a enfermedades y plagas en cultivos como la caña de azúcar, papa, tabaco, plátano, hortalizas y cítricos. A eso se le sumó la obtención de vacunas veterinarias de nueva generación y la producción de animales transgénicos.
Esta industria sufrió una nueva transformación en diciembre de 2012, cuando las empresas biotecnológicas cubanas pasaron a formar parte del grupo empresarial BioCubaFarma. Se integraron al grupo las entidades del sector biotecnológico que antes pertenecían al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y las entidades del Grupo Empresarial QUIMEFA (encargado de la producción de fármacos en el país). El grupo tiene establecimientos en las 15 provincias del país y está compuesto por 16 grandes empresas productoras, ocho comercializadoras, 11 radicadas en el exterior y tres que ofertan servicios.
La integración de la industria biotecnológica con la farmacéutica pudiera reportar beneficios para ambas; no obstante, la experiencia es aún muy incipiente para sacar conclusiones. BioCubaFarma es una entidad nacional de carácter empresarial, que incluye el concepto de empresas de alta tecnología y hay que destacar que, aunque ciertamente la integración de ambas industrias puede constituir un factor de éxito en el tiempo, hay que diferenciar a la “empresa” de la “empresa de alta tecnología”.
Existen 19 entidades en el extranjero regidas por Biocubafarma mediante distintas modalidades: empresas mixtas o totalmente de propiedad cubana, representaciones, entre otras. Sus producciones se comercializan en más de 50 países, y en varias regiones poseen más de 700 registros sanitarios; es decir, la aprobación que otorgan las autoridades de salud para usar el fármaco.
La biotecnología cubana y la industria farmacéutica tendrán que aportar una cartera de exportación de productos de alta tecnología de forma creciente, que garantice la inversión realizada en esa área. Aunque el tema de la exportación no es solamente un problema de volumen, sino del contenido tecnológico de lo que se exporta. El verdadero desarrollo tecnológico pasa por ser capaz de producir y exportar productos de alto valor añadido y de forma constante a lo largo del tiempo.
Sin embargo, las estadísticas oficiales cubanas muestran que las exportaciones de los productos químicos y conexos, en los cuales están incluidos los productos medicinales y farmacéuticos, han decaído en los últimos años, a pesar de que no se han publicado dichas estadísticas a partir de 2014. Es decir, la biotecnología ha ido desacelerando el ritmo de sus exportaciones, formando parte de la caída de las exportaciones de bienes generales del país. (Ver gráfica).
Las estadísticas muestran una caída de casi un 30 por ciento de las exportaciones de productos químicos y conexos entre 2016 y el 2015, por lo cual, teniendo en cuenta la participación de los productos medicinales y farmacéuticos dentro del total de las exportaciones de productos químicos en alrededor de un 90 por ciento, se podría estimar que las exportaciones de medicamentos, entre los cuales se encuentran por supuesto los de origen biotecnológico, estarían en un entorno de unos 400 millones de pesos anuales en el 2016. Lo cual es un valor significativo, pero no está en los valores a los que se aspiraba en estos años y, por ende, el futuro no está claro en ese sentido.
El surgimiento de Biocubafarma hizo posible la incursión del capital foráneo en esta área, principalmente en la construcción de plantas, y en la Zona Especial de Desarrollo Mariel ya tiene en construcción una planta de producción e investigación. Pero el Estado cubano ha sido reacio en muchos casos a la inversión extranjera en la etapa productiva o de investigación.
Retos en lo adelante
Cuba ha entrado en un área que es dominada por algunos países desarrollados a través de transnacionales. Ese sector necesita de enormes recursos financieros para su desarrollo competitivo, de los cuales Cuba carece. El reto sería lograr la supervivencia del sector en las condiciones del país en el corto plazo. El sector biotecnológico posee un alto grado de complejidad, y si bien es muy rentable cuando se tiene éxito, para llegar a esto se necesita invertir grandes montos de dinero y estar dispuesto a esperar largos períodos antes de recuperar la inversión.
 La diversidad de destinos con entornos regulatorios diferentes, y el incremento de las regulaciones internacionales, son una barrera para la entrada de los productos cubanos en muchas economías. Existen  regulaciones por cada país de destino, lo cual requiere de la reinversión permanente para obtener altos estándares de calidad. Esto conlleva un riesgo fundamental para el sector biotecnológico cubano. Sobre todo porque los mercados más restringidos son los de los países desarrollados, que tienen pocas empresas pero son monopólicas; y es allí donde se pueden obtener los mayores beneficios.
La industria cubana, en general, adolece de autonomía en la toma de decisiones financieras, situación que impide, en muchas ocasiones, disponer de capital en el momento necesario; y convierte la escasez de recursos financieros en una de las principales debilidades del sector. A pesar de cierta desregulación que plantean los directivos cubanos, en la práctica se mantiene el verticalismo en la toma de decisiones de los gerentes cubanos, a los cuales sería mejor llamarles “administradores de recursos”.
Cuba tiene una reducida demanda interna para los productos biotecnológicos. En los países pequeños, el mercado doméstico no tiene dimensiones que generen un volumen suficiente para “internalizar” los costos fijos de las actividades de investigación y desarrollo. De esta manera, la orientación exportadora es una condición imprescindible para lograr la viabilidad económica.
En este contexto, la diversificación del mercado en el proceso exportador constituye una necesidad. A pesar de que los productos de la biotecnología cubana se exportan hoy a varios países de todos los continentes, aún se evidencian problemas de concentración de dichas exportaciones en cuanto a su valor, lo que constituye una limitante a la competitividad.
La productividad en el mediano plazo dependerá de la penetración de nuevos mercados, pero también de la creación de nuevos productos, por lo que las empresas cubanas se enfrentan al trade off entre seguir produciendo biogenéricos que llevan un menor esfuerzo –pero también menor rentabilidad–, o hacer el gran esfuerzo de renovar su cartera de productos, lo que implica mayor inversión, riesgo y rentabilidad en el largo plazo.
Es decir, un elemento importante de la biotecnología es la espera en el proceso que debe llevar a cabo todo producto biotecnológico (en especial los medicamentos), desde la investigación y desarrollo hasta el registro del producto. Para desarrollar un medicamento biotecnológico en el mundo son necesarios no menos de 10 años.
Pese a su gran desarrollo y resultados, tanto en el campo de la ciencia (investigación) como en el de la economía (exportaciones) -lo cual lo convierte en un renglón significativo en la estructura de las exportaciones cubanas-, el sector biotecnológico se enfrenta a un gran reto en cuanto a su concentración en sus destinos de las exportaciones y a la necesidad de una fuerte inyección de recursos financieros, que el país no está en las mismas condiciones de ofrecer como en la etapa inicial del despegue en los años 80.
No obstante la biotecnología es un sector estratégico en cuanto a la noción multidimensional que tendrá el desarrollo cubano en sus aspiraciones de horizonte hasta el 2030. Hacerlo realidad, es lo que le toca a los hacedores de política económica en el país.

¿Continuidad o continuismo?

Por Ricardo Torres 

LA HABANA. El inicio del mandato de un nuevo presidente en Cuba el pasado 19 de abril reforzó la sensación de que Cuba atraviesa un momento histórico excepcional. La generación que lideró el triunfo revolucionario de 1959 y que ha gobernado por casi 60 años, va dando paso a otras nuevas. El mensaje oficial repetido hasta la saciedad es de continuidad. Algunos tenemos la convicción de que se necesitará mucho más que eso para darle la vuelta a la condición actual de esta Isla. El derrotero pues, es de cambio y transformación en el propio rumbo del proceso revolucionario.
La complejidad del panorama que tiene ante sí el nuevo gobierno cubano no debe ser subestimada. Después de una reforma planteada desde por lo menos el 2007; en muchos aspectos la remontada requiere un esfuerzo aun mayor ahora. El espaldarazo de la generación histórica hace una muy buena foto de familia, pero, ¿resuelve los ingentes asuntos de la práctica?
Este no va a ser un listado de los problemas que es necesario atender. ¿Qué realmente nuevo se puede decir a estas alturas? La decisión de Raúl Castro de reformar el modelo (actualizar, según el uso oficial) fue acertada y pragmática. Era necesario entonces, y lo sigue siendo mucho más hoy, porque el modelo vigente, con unos pocos remiendos desde la década de los noventa, no garantiza la viabilidad económica de la nación. Implícitamente, y a regañadientes para muchos, se dijo que tampoco se podía hacer recaer toda la culpa sobre el vetusto bloqueo de Estados Unidos.
Desafortunadamente, no se pudo avanzar más con algunos vientos favorables en casa y en el exterior; en los tiempos que corren ese viento de cola se ha esfumado, y el empuje tendrá que ser muy superior. Lamentablemente, las señales más recientes indican que se ha vuelto a instalar la idea de que cambiar es demasiado peligroso, sobre la base del argumento de que se han cometido errores y nuestra burocracia no está preparada para retos de semejante envergadura. Un gran economista latinoamericano dijo alguna vez que el éxito de un país no recae en acertar en todo, sino en identificar lo decisivo y hacerlo medianamente bien.
Incluso, después de criticar hasta la saciedad la política norteamericana de hostigamiento y castigo; algunos sectores casi nos convencen de que la alternativa que planteaba Obama era aún peor (algo así como el abrazo de la muerte). A ver si nos explican cómo imaginar un cambio de política hacia Cuba con el sistema político norteamericano negándose a sí mismo.
Que a nuestra economía no le va bien no es noticia nueva. El desempeño económico de Cuba ha sido decepcionante por lo menos desde 1986. A pesar de haber sido capaces de dejar atrás los oscuros momentos de la década de los noventa, no se consolidó un modelo económico que permitiera entregar mayores cuotas de prosperidad. El cortoplacismo se instaló permanentemente en la política económica y lo urgente desplaza a lo importante con demasiada frecuencia. Lo verdaderamente preocupante es que otra vez los apuros de un aliado externo tienen un impacto desmedido en la fortuna de esta tierra. ¿Será que alguna vez aprenderemos esa lección?
Dotar a la nación de un proyecto sobre el que Cuba pueda prosperar y dejar definitivamente atrás el subdesarrollo en los inicios del siglo XXI fue y sigue siendo el desafío principal. No es una tarea fácil y mucho menos obvia si se mira hacia atrás. Se requieren mayores dosis de humildad para ser rigurosos en el examen de nuestras debilidades. El sectarismo, el dogmatismo, la intolerancia y la chapucería se han vuelto demasiado comunes en nuestro contexto.
A ese proyecto no se llega a través de unos cuantos documentos discutidos y aprobados por las máximas instancias de gobierno. Es mucho más complejo que eso. Se requiere de un inusual e imperfecto consenso nacional que emerge de un debate profundo e informado. No son solo los hechos administrativos o jurídicos los que tienen fuerza en la medida que expresan el verdadero sentir de los ciudadanos. Tiene que ver más con la comprensión de nuestros errores y los principios que deben conducirnos a un mejor destino.
Este proyecto debe cumplir algunas condiciones básicas para ser exitoso. Primeramente, debe partir de entender mucho mejor la realidad socioeconómica y geopolítica de la Cuba contemporánea. El punto de partida no puede ser el país que conviene ver, sino el que existe realmente.
La nuestra es hoy una sociedad mucho más plural, heterogénea y desigual que 30 años atrás. Abrazar esta diversidad es una necesidad histórica y un camino impostergable. No se puede imponer una concepción de país predefinida: la complejidad de una sociedad no puede ser reducida a partir de diseños estilizados de buró. El éxito de un proyecto de este tipo se sustenta en su capacidad de crear las condiciones para utilizar al máximo los recursos y talentos propios.
No tenemos mucho tiempo. Ya se ha empezado a erosionar la ventaja adquirida más importante de los últimos 60 años: una población bien instruida para los estándares de un país subdesarrollado en América Latina. La calidad de la educación básica y profesional ha empezado a decaer luego de muchos años de crisis económica. La emigración no ha hecho sino establecerse como uno de los proyectos de vida más comunes. El envejecimiento poblacional reducirá muy pronto la cantidad absoluta de personas en edad laboral mientras que aumentará su edad media. Las escasas oportunidades de progreso en el sector formal empujan a un número creciente de cubanos hacia la informalidad. Tendremos menos personas para trabajar, peor instruidas y menos jóvenes. Se está comprometiendo seriamente la propia capacidad de implementar políticas públicas.
En segundo lugar, es imprescindible comprender mucho mejor el mundo actual. Especialmente relevante es el estudio de las nuevas dinámicas del desarrollo, y las bases que lo harán posible en las próximas décadas. Las tecnologías de la información y las comunicaciones están transformando el mundo a una velocidad vertiginosa. Las nuevas aplicaciones industriales y en los servicios comerciales requieren velocidades de conexión de las que ni se habla. Mejorar la conectividad y garantizar acceso universal es una necesidad básica del desarrollo contemporáneo como lo fue la educación elemental o secundaria hace unas décadas. Un país pequeño depende más de la economía mundial, pero los actores foráneos no van a resolver o suplantar el buen manejo de los recursos domésticos. La inversión extranjera no es un sustituto para la empresarialidad de los cubanos.
Si el proyecto está centrado en las personas, entonces el bienestar material tiene que ocupar el lugar que le corresponde. Los ciudadanos también aspiran a tener la oportunidad de participar activamente en las decisiones que tienen que ver con su vida y lo que la hace posible.
Cuba convive con una gran contradicción. Su modelo económico le impide aprovechar cabalmente los éxitos obtenidos en áreas claves para el desarrollo perspectivo de un país, como educación, seguridad pública y redes de protección social. Pero también tiene la oportunidad histórica de construir un mejor país donde quepan todos. La Revolución no era solo acerca de garantizar la independencia del país, sino también de conseguir progreso económico y justicia social. En lo uno y en lo otro empiezan a acumularse demasiadas deudas.
Continuidad tiene que ver con perseguir las justas aspiraciones de un país mejor donde todos puedan disfrutar de una oportunidad para desarrollar sus talentos. No debe confundirse con continuismo, que, por el contrario, se vincula con insistir en esquemas y vicios superados por la experiencia de 60 años.
Pero ya el genio lo advirtió… no se pueden esperar resultados diferentes haciendo lo mismo.
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