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jueves, 14 de junio de 2018

Presidente cubano evalúa desarrollo de la inversión extranjera y las exportaciones (+ Video)

Por: Leticia Martínez, Yaima Puig Meneses
La inversión extranjera resulta fundamental para el crecimiento y desarrollo de la nación, así lo valoró el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
La inversión extranjera resulta fundamental para el crecimiento y desarrollo de la nación, hay que ser audaces y creativos en la manera de enfocarla, de forma tal que logremos avanzar en los proyectos que a partir de ella se diseñen. En tanto, las exportaciones revisten vital importancia no solo para sustituir importaciones, sino también para aportar recursos que el país necesita para su desarrollo económico.
Así lo valoró el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, durante una reciente reunión en la que se examinó de manera crítica la marcha de estos programas y las limitaciones que impiden un mejor desempeño.
Rodrigo Malmierca Díaz, ministro del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, precisó que en Cuba las exportaciones están concentradas en pocos rubros, mercados y modalidades, por lo cual se trabaja en su incremento y diversificación.
Realizó una valoración sobre el comportamiento de nuestros principales renglones exportables, entre los que se destacan el turismo, los servicios, los productos biofarmacéuticos, el níquel y el tabaco.
Asimismo, explicó sobre las acciones que se desarrollan para identificar las potencialidades de exportación y su fomento desde los diferentes territorios del país, de manera tal que se estimulen y promuevan esas capacidades.
La calidad resulta clave para poder exportar —se enfatizó en la reunión—, por tanto se requieren productos competitivos en el mercado internacional.
Al referirse a la inversión extranjera, Malmierca Díaz precisó que en el 2017 tuvo un comportamiento favorable, no obstante, los niveles alcanzados no son todavía los que necesita el país.
Durante la reunión de chequeo el Presidente cubano insistió en la necesidad de continuar encaminando las inversiones con empresas de capital foráneo y no solo a partir de créditos.
Al respecto, valoró en que la inversión extranjera debe ser vista, además, como uno de los caminos más factibles para incrementar las exportaciones.
Subrayó el hecho de que la Ley de Inversión Extranjera, aprobada en el 2014, está basada en el respeto a la soberanía y la independencia de la nación.
Díaz-Canel orientó hacer un análisis detallado con cada uno de los organismos de la administración central del Estado con incidencia en el tema de las exportaciones y la inversión extranjera para dilucidar qué cuestiones limitan avanzar de manera más ágil. Por su importancia, estos asuntos también serán tratados en una próxima reunión del Consejo de Ministros.
El Presidente cubano reiteró las consideraciones realizadas sobre el tema por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, referidas a dinamizar la inversión extranjera, a acabar con las dilaciones excesivas en los procesos negociadores y a despojarnos de falsos temores hacia el capital externo.

En video la ampliación

(Tomado de Juventud Rebelde)

Discurso del Che en Argel 1963 ( Video y Texto). Comentario.




Queridos hermanos: 



Cuba llega a esta Conferencia a elevar por sí sola la voz de los pueblos de América Latina y, como en otras oportunidades lo recalcáramos, también lo hace en su condición de país subdesarrollado que, al mismo tiempo, construye el socialismo. No es por casualidad que a nuestra representación se le permite emitir su opinión en el círculo de los pueblos de Asia y de África. Una aspiración común, la derrota del imperialismo, nos une en nuestra marcha hacia el futuro; un pasado común de lucha contra el mismo enemigo nos ha unido a lo largo del camino. 

Esta es una asamblea de los pueblos en lucha; ella se desarrolla en dos frentes de igual importancia y exige el total de nuestros esfuerzos. La lucha contra el imperialismo por librarse de las trabas coloniales o neocoloniales, que se lleva a efecto a través de las armas políticas, de las armas de fuego o por combinaciones de ambas, no está desligada de la lucha contra el atraso y la pobreza; ambas son etapas de un mismo camino que conduce a la creación de una sociedad nueva, rica y justa a la vez. Es imperioso obtener el poder político y liquidar a las clases opresoras, pero, después hay que afrontar la segunda etapa de la lucha que adquiere características, si cabe, más difíciles que la anterior. 

Desde que los capitales monopolistas se apoderaron del mundo, han mantenido en la pobreza a la mayo-ría de la humanidad repartiéndose las ganancias entre el grupo de países más fuertes. El nivel de vida de esos países está basado en la miseria de los nuestros; para elevar el nivel de vida de los pueblos subdesarrollados, hay que luchar, pues, contra el imperialismo. Y cada vez que un país se desgaja del árbol imperialista, se está ganando no solamente una batalla parcial contra el enemigo fundamental, sino también con-tribuyendo a su real debilitamiento y dando un paso hacia la victoria definitiva. 

No hay fronteras en esta lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo, una victoria de cualquier país sobre el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una nación cualquiera es una derrota para todos. El ejercicio del internacionalismo proletario es no solo un deber de los pueblos que luchan por asegurar un futuro mejor; además, es una necesidad insoslayable. Si el enemigo imperialista, norteamericano o cualquier otro, desarrolla su acción contra los pueblos subdesarrollados y los países socialistas, una lógica elemental determina la necesidad de la alianza de los pueblos subdesarrollados y de los países socialistas; si no hubiera ningún otro factor de unión, el enemigo común debiera constituirlo. 

Claro que estas uniones no se pueden hacer espontáneamente, sin discusiones, sin que anteceda un pacto, doloroso a veces. 

Cada vez que se libera un país, dijimos, es una derrota del sistema imperialista mundial, pero debemos convenir en que el desgajamiento no sucede por el mero hecho de proclamarse una independencia o lograrse una victoria por las armas en una revolución; sucede cuando el dominio económico imperialista cesa de ejercerse sobre un pueblo. Por lo tanto, a los países socialistas les interesa como cosa vital que se produzcan efectivamente estos desgajamientos y es nuestro deber internacional, el deber fijado por la ideología que nos dirige, el contribuir con nuestros esfuerzos a que la liberación se haga lo más rápida y profundamente que sea posible. 

De todo esto debe extraerse una conclusión: el desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de la liberación, debe costar a los países socialistas. Lo decimos así, sin el menor ánimo de chantaje o de espectacularidad, ni para la búsqueda fácil de una aproximación mayor al conjunto de los pueblos afroasiáticos; es una convicción profunda. 

No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad, tanto de índole individual, en la sociedad en la que se construye o está construido el socialismo, como de índole mundial en relación a todos los pueblos que sufren la opresión imperialista. 

Creemos que con este espíritu debe afrontarse la responsabilidad de ayuda a los países dependientes y que no debe hablarse más de desarrollar un comercio de beneficio mutuo basado en los precios que la ley del valor y las relaciones internacionales del intercambio desigual, producto de la ley del valor, oponen a los países atrasados. 

¿Cómo puede significar “beneficio mutuo” vender a precios del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimientos sin límites a los países atrasados y comprar a precios de mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas auto-matizadas del presente? 

Si establecemos ese tipo de relación entre los dos grupos de naciones, debemos convenir en que los países socialistas son, en cierta manera, cómplices de la explotación imperial. Se puede argüir que el monto del intercambio con los países subdesarrollados, constituye una parte insignificante del comercio exterior de estos países. Es una gran verdad, pero no elimina el carácter inmoral del cambio. 

Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad tácita con los países explotadores del Occidente. El hecho de que sea hoy pequeño el comercio no quiere decir nada: Cuba en el año 50 vendía ocasionalmente azúcar a algún país del bloque socia-lista, sobre todo a través de corredores ingleses o de otra nacionalidad. Y hoy el 80% de su comercio se desarrolla en esa área; todos sus abastecimientos vitales vienen del campo socialista y de hecho ha ingresado en ese campo. No podemos decir que este ingreso se haya producido por el mero aumento del comercio, ni que haya aumentado el comercio por el hecho de romper la viejas estructuras y encarar la forma socia-lista de desarrollo; ambos extremos se tocan y unos y otros se interrelacionan. 

Nosotros no empezamos la carrera que terminará en el comunismo con todos los pasos previstos, como producto lógico de un desarrollo ideológico que marchara con un fin determinado; las verdades del socialismo, más las crudas verdades del imperialismo, fueron forjando a nuestro pueblo y enseñándole el camino que luego hemos adoptado conscientemente. Los pueblos de África y de Asia que vayan a su liberación definitiva deberán emprender esa misma ruta; la emprenderán más tarde o más temprano, aunque su socialismo tome hoy cualquier adjetivo definitorio. No hay otra definición de socialismo, válida para nosotros, que la abolición de la explotación del hombre por el hombre. Mientras esto no se produzca, se está en el período de construcción de la sociedad socialista y si en vez de producirse este fenómeno, la tarea de la supresión de la explotación se estanca o, aun, se retrocede en ella, no es válido hablar siquiera de construcción del socialismo. 

Tenemos que preparar las condiciones para que nuestros hermanos entren directa y conscientemente en la ruta de la abolición definitiva de la explotación, pero no podemos invitarlos a entrar, si nosotros somos un cómplice en esa explotación. Si nos preguntaran cuáles son los métodos para fijar precios equitativos, no podríamos contestar, no conocemos la magnitud práctica de esta cuestión, solo sabemos que, después de discusiones políticas, la Unión Soviética y Cuba han firmado acuerdos ventajosos para nosotros mediante los cuales llegaremos a vender hasta cinco millones de toneladas a precios fijos superiores a los normales en el llamado mercado libre mundial azucarero. La República Popular China también mantiene esos precios de compra. 

Esto es solo un antecedente, la tarea real consiste en fijar los precios que permitan el desarrollo. Un gran cambio de concepción consistirá en cambiar el orden de las relaciones internacionales; no debe ser el comercio exterior el que fije la política sino, por el contrario, aquel debe estar subordinado a una política fraternal hacia los pueblos. 

Analizaremos brevemente el problema de los créditos a largo plazo para desarrollar industrias básicas. Frecuentemente nos encontramos con que los países beneficiarios se aprestan a fundar bases industriales desproporcionadas a su capacidad actual, cuyos productos no se consumirán en el territorio y cuyas reservas se comprometerán en el esfuerzo. 

Nuestro razonamiento es que las inversiones de los estados socialistas en su propio territorio pesan directa-mente sobre el presupuesto estatal y no se recuperan sino a través de la utilización de los productos en el proceso completo de su elaboración, hasta llegar a los últimos extremos de la manufactura. Nuestra proposición es que se piense en la posibilidad de realizar inversiones de ese tipo en los países subdesarrollados. 

De esta manera se podría poner en movimiento una fuerza inmensa, subyacente en nuestros continentes que han sido miserablemente explotados, pero nunca ayudados en su desarrollo, y empezar una nueva etapa de auténtica división internacional del trabajo basada, no en la historia de lo que hasta hoy se ha hecho, sino en la historia futura de lo que se puede hacer. 

Los estados en cuyos territorios se emplazarán las nuevas inversiones tendrían todos los derechos inherentes a una propiedad soberana sobre los mismos sin que mediare pago o crédito alguno, quedando obligados los poseedores a suministrar determinadas cantidades de productos a los países inversionistas, durante determinada cantidad de años y a un precio determinado. 

Es digna de estudiar también la forma de financiar la parte local de los gastos en que debe incurrir un país que realice inversiones de este tipo. Una forma de ayuda, que no signifique erogaciones en divisas libremente convertibles, podría ser el suministro de productos de fácil venta a los gobiernos de los países subdesarrollados, mediante créditos a largo plazo. 

Otro de los difíciles problemas a resolver es el de la conquista de la técnica. Es bien conocido de todos la carencia de técnicos que sufrimos los países en desarrollo. Faltan instituciones y cuadros de enseñanza. 

Faltan a veces, la real conciencia de nuestras necesidades y la decisión de llevar a cabo una política de desarrollo técnico cultural e ideológico a la que se asigne una primera prioridad. 

Los países socialistas deben suministrar la ayuda para formar los organismos de educación técnica, insistir en la importancia capital de este hecho y suministrar los cuadros que suplan la carencia actual. Es preciso insistir más sobre este último punto: los técnicos que vienen a nuestros países deben ser ejemplares. Son compañeros que deberán enfrentarse a un medio des-conocido, muchas veces hostil a la técnica, que habla una lengua distinta y tiene hábitos totalmente diferentes. Los técnicos que se enfrenten a la difícil tarea deben ser, ante todo, comunistas, en el sentido más profundo y noble de la palabra: con esa sola cualidad, más un mínimo de organización y de flexibilidad, se harán maravillas. 

Sabemos que se puede lograr porque los países hermanos nos han enviado cierto número de técnicos que han hecho más por el desarrollo de nuestro país que diez institutos y han contribuido a nuestra amistad más que diez embajadores o cien recepciones diplomáticas. 

Si se pudiera llegar a una efectiva realización de los puntos que hemos anotado y, además, se pusiera al alcance de los países subdesarrollados toda la tecnología de los países adelantados, sin utilizar los métodos actuales de patentes que cubren descubrimientos de unos u otros, habríamos progresado mucho en nuestra tarea común. 

El imperialismo ha sido derrotado en muchas batallas parciales. Pero es una fuerza considerable en el mundo y no se puede aspirar a su derrota definitiva sino con el esfuerzo y el sacrificio de todos. 

Sin embargo, el conjunto de medidas propuestas no se puede realizar unilateralmente. El desarrollo de los subdesarrollados debe costar a los países socia-listas; de acuerdo, pero también deben ponerse en tensión las fuerzas de los países subdesarrollados y tomar firmemente la ruta de la construcción de una sociedad nueva —póngasele el nombre que se le ponga— donde la máquina, instrumento de trabajo, no sea instrumento de explotación del hombre por el hombre. Tampoco se puede pretender la confianza de los países socialistas cuando se juega al balance entre capitalismo y socialismo y se trata de utilizar ambas fuerzas como elementos contrapuestos, para sacar de esa competencia determinadas ventajas. Una nueva política de absoluta seriedad debe regir las relaciones entre los dos grupos de sociedades. Es conveniente recalcar una vez más, que los medios de producción deben estar preferentemente en manos del Estado, para que vayan desapareciendo gradualmente los signos de la explotación. 

Por otra parte, no se puede abandonar el desarrollo a la improvisación más absoluta; hay que planificar la construcción de la nueva sociedad. La planificación es una de las leyes del socialismo y sin ella no existiría aquel. Sin una planificación correcta no puede existir una suficiente garantía de que todos los sectores económicos de cualquier país se liguen armoniosamente para dar los saltos hacia delante que demanda esta época que estamos viviendo. La planificación no es un problema aislado de cada uno de nuestros países, pe-queños, distorsionados en su desarrollo, poseedores de algunas materias primas, o productores de algunos productos manufacturados o semimanufacturados, carentes de la mayoría de los otros. Ésta deberá tender desde el primer momento, a cierta regionalidad para poder compenetrar las economías de los países y llegar así a una integración sobre la base de un auténtico beneficio mutuo. 

Creemos que el camino actual está lleno de peligros, peligros que no son inventados ni previstos para un lejano futuro por alguna mente superior, son el resultado palpable de realidades que nos azotan. La lucha contra el colonialismo ha alcanzado sus etapas finales pero en la era actual, el estatus colonial no es sino una consecuencia de la dominación imperialista. Mientras el imperialismo exista, por definición, ejercerá su dominación sobre otros países; esa dominación se llama hoy neocolonialismo. 

El neocolonialismo se desarrolló primero en Suramérica, en todo un continente, y hoy empieza a hacerse notar con intensidad creciente en África y Asia. Su forma de penetración y desarrollo tiene características distintas; una, es la brutal que conocimos en el Congo. La fuerza bruta, sin consideraciones ni tapujos de ninguna especie, es su arma extrema. Hay otra más sutil: la penetración en los países que se liberan políticamente, la ligazón con las nacientes burguesías autóctonas, el desarrollo de una clase burguesa parasitaria y en estrecha alianza con los intereses metropolitanos apoyados en un cierto bienestar o desarrollo transitorio del nivel de vida de los pueblos, debido a que, en países muy atrasados, el paso simple de las relaciones feudales a las relaciones capitalistas significa un avance grande, independientemente de las consecuencias nefastas que acarreen a la larga para los trabajadores. 

El neocolonialismo ha mostrado sus garras en el Congo; ese no es un signo de poder sino de debilidad; ha debido recurrir a su arma extrema, la fuerza como argumento económico, lo que engendra reacciones opuestas de gran intensidad. Pero también se ejerce en otra serie de países de África y del Asia en forma mucho más sutil y se está rápidamente creando lo que algunos han llamado la suramericanización de estos continentes, es decir, el desarrollo de una burguesía parasitaria que no agrega nada a la riqueza nacional que, incluso, deposita fuera del país en los bancos capitalistas sus ingentes ganancias mal habidas y que pacta con el extranjero para obtener más beneficios, con un desprecio absoluto por el bienestar de su pueblo. 

Hay otros peligros también, como el de la concurrencia entre países hermanos, amigos políticamente y, a veces vecinos que están tratando de desarrollar las mismas inversiones en el mismo tiempo y para mercados que muchas veces no lo admiten. 

Esta concurrencia tiene el defecto de gastar energías que podrían utilizarse de forma de una complementación económica mucho más vasta, además de permitir el juego de los monopolios imperialistas. 

En ocasiones, frente a la imposibilidad real de realizar determinada inversión con la ayuda del campo socialista, se realiza ésta mediante acuerdos con los capitalistas. Y esas inversiones capitalistas tienen no solo el defecto de la forma en que se realizan los préstamos, sino también otros complementarios de mucha importancia, como es el establecimiento de sociedades mixtas con un peligroso vecino. Como, en general, las inversiones son paralelas a las de otros estados, esto propende a las divisiones entre países amigos por diferencias económicas e instaura el peligro de la corrupción emanada de la presencia constante del capitalismo, hábil en la presentación de imágenes de desarrollo y bienestar que nublan el entendimiento de mucha gente. 

Tiempo después, la caída de los precios en los mercados es la consecuencia de una saturación de producción similar. Los países afectados se ven en la obligación de pedir nuevos préstamos o permitir inversiones complementarias para la concurrencia. La caída de la economía en manos de los monopolios y un retorno lento pero seguro al pasado es la consecuencia final de una tal política. A nuestro entender, la única forma segura de realizar inversiones con la participación de las potencias imperialistas es la participación directa del estado como comprador íntegro de los bienes, limitando la acción imperialista a los contratos de suministros y no dejándolos entrar más allá de la puerta de calle de nuestra casa. Y aquí sí es lícito aprovechar las contradicciones interimperialistas para conseguir condiciones menos onerosas. 

Hay que prestar atención a las “desinteresadas” ayudas económicas, culturales, etc., que el imperialismo otorga de por sí o a través de estados títeres mejor recibidos en ciertas partes del mundo. 

Si todos los peligros apuntados no se ven a tiempo, el camino neocolonial puede inaugurarse en países que han empezado con fe y entusiasmo su tarea de liberación nacional, estableciéndose la dominación de los monopolios con sutileza, en una graduación tal que es muy difícil percibir sus efectos hasta que éstos se hacen sentir brutalmente. 

Hay toda una tarea por realizar, problemas inmensos se plantean a nuestros dos mundos, el de los países socialistas y este llamado el Tercer Mundo; problemas que están directamente relacionados con el hombre y su bienestar y con la lucha contra el principal culpable de nuestro atraso. 

Frente a ellos, todos los países y los pueblos, conscientes de sus deberes, de los peligros que entraña la situación, de los sacrificios que entraña el desarrollo, debemos tomar medidas concretas para que nuestra amistad se ligue en los dos planos, el económico y el político, que nunca pueden marchar separados, y formar un gran bloque compacto que a su vez ayude a nuevos países a liberarse no solo del poder político sino también del poder económico imperialista. 

El aspecto de la liberación por las armas de un poder político opresor debe tratarse según las reglas del internacionalismo proletario: si constituye un absurdo al pensar que un director de empresa de un país socialista en guerra vaya a dudar en enviar los tanques que produce a un frente donde no haya garantía de pago, no menos absurdo debe parecer el que se averigüe la posibilidad de pago de un pueblo que lucha por la liberación o ya necesite esas armas para defender su libertad. Las armas no pueden ser mercancía en nuestros mundos, deben entregarse sin costo alguno y en las cantidades necesarias y posibles a los pueblos que las demandan, para disparar contra el enemigo común. Ese es el espíritu con que la URSS y la República Popular China nos han brindado su ayuda militar. Somos socialistas, constituimos una garantía de utilización de esas armas, pero no somos los únicos y todos debemos tener el mismo tratamiento. 

El ominoso ataque del imperialismo norteamericano contra Vietnam o el Congo debe responderse suministrando a esos países hermanos todos los instrumentos de defensa que necesiten y dándoles toda nuestra solidaridad sin condición alguna. 

En el aspecto económico, necesitamos vencer el camino del desarrollo con la técnica más avanzada posible. No podemos ponernos a seguir la larga escala ascendente de la humanidad desde el feudalismo hasta la era atómica y automática, porque sería un camino de ingentes sacrificios y parcialmente inútil. La técnica hay que tomarla donde esté; hay que dar el gran salto técnico para ir disminuyendo la diferencia que hoy existe entre los países más desarrollados y nosotros. Ésta debe estar en las grandes fábricas y también en una agricultura convenientemente desarrollada y, sobre todo, debe tener sus pilares en una cultura técnica e ideológica con la suficiente fuerza y base de masas como para permitir la nutrición continua de los institutos y los aparatos de investigación que hay que crear en cada país y de los hombres que vayan ejerciendo la técnica actual y que sean capaces de adaptarse a las nuevas técnicas adquiridas. 

Estos cuadros deben tener una clara conciencia de su deber para con la sociedad en la cual viven; no podrá haber una cultura técnica adecuada si no está complementada con una cultura ideológica. Y, en la mayoría de nuestros países, no podrá haber una base suficiente de desarrollo industrial, que es el que determina el desarrollo de la sociedad moderna, si no se empieza por asegurar al pueblo la comida necesaria, los bienes de consumo más imprescindibles y una educación adecuada. 

Hay que gastar una buena parte del ingreso nacional en las inversiones llamadas improductivas de la educación y hay que dar una atención preferente al desarrollo de la productividad agrícola. Ésta ha alcanzado niveles realmente increíbles en muchos países capitalistas, provocando el contrasentido de crisis de superproducción de invasión de granos y otros productos alimenticios o de materias primas industria-les provenientes de países desarrollados, cuando hay todo un mundo que padece hambre y que tiene tierra y hombres suficientes para producir varias veces lo que el mundo entero necesita para nutrirse. 

La agricultura debe ser considerada como un pilar fundamental en el desarrollo y, para ello, los cambios de la estructura agrícola y la adaptación a las nuevas posibilidades de la técnica y a las nuevas obligaciones de la eliminación de la explotación del hombre, deben constituir aspectos fundamentales del trabajo .

Antes de tomar determinaciones costosas que pudieran ocasionar daños irreparables, es preciso hacer una prospección cuidadosa del territorio nacional, constituyendo este aspecto uno de los pasos preliminares de la investigación económica y exigencia elemental en una correcta planificación.

Apoyamos calurosamente la proposición de Argelia en el sentido de institucionalizar nuestras relaciones. Queremos solamente presentar algunas consideraciones complementarias.

Primero: Para que la unión sea instrumento de la lucha contra el imperialismo, es preciso el concurso de los pueblos latinoamericanos y la alianza de los países socialistas.

Segundo: Debe velarse por el carácter revolucionario de la unión, impidiendo el acceso a ella de gobiernos o movimientos que no estén identificados con las as-piraciones generales de los pueblos y creando mecanismos que permitan la separación de alguno que se separe de la ruta justa, sea gobierno o movimiento popular.

Tercero: Debe propugnarse el establecimiento de nuevas relaciones en pie de igualdad entre nuestros países y los capitalistas, estableciendo una jurisprudencia revolucionaria que nos ampare en caso de conflicto y dé nuevo contenido a las relaciones entre nosotros y el resto del mundo.

Hablamos un lenguaje revolucionario y luchamos honestamente por el triunfo de esa causa, pero muchas veces nos enredamos nosotros mismos en las mallas de un derecho internacional creado como resultado de las confrontaciones de las potencias imperialistas y no por la lucha de los pueblos libres, y de los pueblos justos.

Nuestros pueblos, por ejemplo, sufren la presión angustiosa de bases extranjeras emplazadas en su territorio o deben llevar el pesado fardo de deudas externas de increíble magnitud. La historia de estas taras es bien conocida de todos; gobiernos títeres, gobiernos debilitados por una larga lucha de liberación o el desarrollo de las leyes capitalistas del mercado, han permitido la firma de acuerdos que amenazan nuestra estabilidad interna y comprometen nuestro porvenir.

Es la hora de sacudirnos el yugo, imponer la renegociación de las deudas externas opresivas y obligar a los imperialistas a abandonar sus bases de agresión.

No quisiera acabar estas palabras, esta repetición de conceptos de todos ustedes conocidos, sin hacer un llamado de atención a este seminario en el sentido de que Cuba no es el único país americano; simplemente, es el que tiene la oportunidad de hablar hoy ante ustedes; que otros pueblos están derramando su sangre, para lograr el derecho que nosotros tenemos y, desde aquí, y de todas las conferencias y en todos los lugares, donde se produzcan, simultáneamente con el saludo a los pueblos heroicos de Vietnam, de Laos, de la Guinea llamada Portuguesa, de Suráfrica o Palestina, a todos los países explotados que luchan por su emancipación debemos extender nuestra voz amiga, nuestra mano y nuestro aliento, a los pueblos hermanos de Venezuela, de Guatemala y de Colombia, que hoy, con las manos armadas, están diciendo definitivamente, ¡No!, al enemigo imperialista.

Y hay pocos escenarios para afirmarlo tan simbólicos como Argel, una de las más heroicas capitales de la libertad. Que el magnífico pueblo argelino, entrenado como pocos en los sufrimientos de la independencia, bajo la decidida dirección de su partido, con nuestro querido compañero Ahmed Ben Bella a la cabeza, nos sirva de inspiración en esta lucha sin cuartel contra el imperialismo mundial.


Comentario HHC: Este Discurso del Che , en su momento fue muy controvertido y esa es la razón por la que no se ha divulgado lo suficiente ni tan siquiera  en nuestro país.  Es un antes y un después. 

Se muestra a un Che que actuaba como pensaba según le expresó a sus hijos, un hombre  que era honesto y consecuente consigo mismo.

Creo por otra parte que aún no se ha estudiado lo suficiente las implicaciones geopoliticas que tuvo este discurso, e incluso se han tejido una serie de especulaciones ( de parte de nuestros enemigos)  en relación a las consecuencias que para Cuba tuvo , por ello es importante analizar el discurso y sus consecuencias, y dejar a un lado la opacidad. 

Sirva esto como Homenaje en el 90 Aniversario de su Natalicio.

Ernesto Che Guevara, economista


Por Marcelo Luna

  
La letra che

Su obra escrita contiene varios artículos periodísticos, discursos y conferencias en demasía, diarios y cartas de momentos memorables de su lucha revolucionaria. Todo con su letra «de médico» y su lenguaje directo. El Che hizo una obra completa, a pesar de que se piense lo contrario: fue coherente consigo mismo. Su pensamiento económico refleja esa vibración de organizar una vida nueva, profundamente humana y comprometida con el futuro. Fue el «hombre nuevo» sobre el que varias veces escribió: la persona liberada de su enajenación, que construye conscientemente su propio porvenir, su propia libertad. Y, como tal, no estuvo ajeno al ánimo de polémica, en momentos en que había que construir un modelo socialista de desarrollo, original y sin recetas preestablecidas. Desde esa óptica Guevara fue un marxista heterodoxo, un pensador en prueba, porque las ideas no debían reducirse a lo teórico para ser verdaderas.


Nos introduciremos en los planteos y posiciones económicas del Che Guevara -a través de una selección de sus escritos y discursos- durante los años que le tocó estar al frente de la administración revolucionaria de Cuba.

  
Nueva economía para una nueva sociedad

El desempeño de Ernesto Guevara como hombre público de la Revolución Cubana tuvo distintas facetas. Fue fundamentalmente un autodidacta: médico de la guerrilla, estratega de la guerra irregular, ministro de Estado. Su labor intelectual consistió en teorizar tanto el proceso de la toma del poder como el posterior tránsito al socialismo. Así, asumió un rol fundamental en la diagramación económica de los primeros años de la Revolución. Estuvo al frente de tres carteras: el Departamento de Industrias del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en enero de 1959, la presidencia del Banco Nacional de Cuba a partir de noviembre del mismo año, y el Ministerio de Industrias desde febrero de 1961. En ellas el Che Guevara supo darle al aspecto técnico-económico de la producción la función ideológica que la nueva sociedad debía asumir.

"Porque el socialismo, en esta de etapa de construcción del socialismo y comunismo, no se ha hecho simplemente para tener nuestras fábricas brillantes. Se está haciendo para el hombre integral. El hombre debe transformarse conjuntamente con la producción que avance, y no haríamos una tarea adecuada si solamente fuéramos productores de artículos, de materias primas, y no fuéramos a la vez productores de hombres."

(Discurso pronunciado en la clausura del seminario «La juventud y la revolución», 1960)


Esta certeza en forjar "productores de hombres" fue un tema permanente en los escritos y discursos del Che. La reflexión estaba centrada en todas las acciones posibles que permitieran una actitud comprometida con el presente revolucionario que estaba construyéndose por esos años. Esa convicción era totalmente diferente a las experiencias del pasado capitalista, pues contenía una nueva consideración del trabajo.

"Al entrar en una sociedad nueva no puede considerarse el trabajo como la parte negra de la vida, sino todo lo contrario. Tenemos que caminar sobre una base fundamental: hacer del trabajo una necesidad moral, una necesidad interna; ese tiene que ser el proceso educativo de los años que vienen. Es necesario que se quite el aspecto erróneo -propio de una sociedad explotadora-, de que el trabajo es la necesidad desgraciada del hombre, y aparezca el otro aspecto del trabajo, como la necesidad interna del hombre."

(Discurso pronunciado en la entrega de premios a obreros más destacados, 1962)


Guevara entendía que la moral capitalista debía superarse y que, para ello, el socialismo no era un mero sistema económico. Su concepción revolucionaria se proyectaba hacia una visión más amplia del fenómeno humano: una ética comunista. Es por eso que la construcción de la nueva sociedad debía ser una labor humana completa -material y, a la vez, ideológica-.

"El socialismo económico sin moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es hacer desaparecer el interés, el factor "interés individual" y lucro, de las motivaciones psicológicas. Marx se preocupaba tanto de los hechos económicos como de su traducción en la mente. Él llamaba eso un «hecho de conciencia». Si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria [...] El comunismo es un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción."

(Entrevista con Jean Daniel, 1963 - Reuniones bimestrales, 21/12/1963)
  
Como crítico del modo de vida y de las valoraciones que el capitalismo propone, el Che Guevara consideró que, dentro de la revolución, la acción individual debía resignificarse, para asumir una actitud nueva, conciente, plena, ajena a la indiferencia individualista, y guiada hacia un objetivo social.

"No podemos decir simplemente que el trabajador trabaja porque si no trabaja no come. En la sociedad socialista, o en la construcción del socialismo, el trabajador trabaja porque es un deber social. Tiene que cumplir su deber social. [...] No es lo que él tiene que hacer para ganar un salario, sino que es lo que tiene que hacer por el deber social ante la colectividad que le ofrece, mediante un salario, mediante las prestaciones sociales -que cada día abundan más-, la oportunidad de vivir, de vestirse, de educar a sus hijos, de adquirir cultura y de realizarse cada vez más como individuo humano".

(Comparecencia ante la TV sobre las normas de trabajo y la escala salarial, 26/12/1963 - Discurso pronunciado en la graduación en la escuela de administradores «Patricio Lumumba», 2/8/1964)

  
El Che Guevara organizó y dio fundamento en Cuba al trabajo voluntario, que ya Lenin había analizado en los inicios de la Revolución Rusa. En oposición a la "conciencia de riqueza" -típica del lucro capitalista-, el Che lo instrumentó para formar una riqueza de conciencia. Así lo definió:

"¿Por qué insistimos tanto en trabajo voluntario? Económicamente significa casi nada; los voluntarios incluso que van a cortar caña, que es la tarea más importante que realizan desde el punto de vista económico, no dan resultados [...] Ahora lo importante es que una parte de la vida del individuo que se entrega a la sociedad sin esperar nada, sin retribución de ningún tipo y solamente en cumplimiento del deber social. Allí empieza a crearse lo que después, por el avance de la técnica, por el avance de la producción y de las relaciones de producción, alcanzará un tipo más elevado, se convertirá en la necesidad social."

 (Discurso en el ministerio de industrias, 9/5/1964)


Sin embargo, el propio Che dio cuenta de las falencias que tuvo su implementación, a causa de la permanencia de hábitos de la vieja sociedad capitalista durante la transición al socialismo. El trabajo voluntario debía fortalecer las condiciones subjetivas de la producción, tanto personales como colectivas.

"Que el hombre sienta la necesidad de hacer trabajo voluntario es una cosa interna, y que el hombre sienta la necesidad de hacer trabajo voluntario por el ambiente, es otra. Las dos deben estar unidas. El ambiente debe ayudar a que el hombre sienta la necesidad de hacer trabajo voluntario, pero si es solamente el ambiente, las presiones morales, las que obliguen a hacer al hombre trabajo voluntario, entonces continúa aquello que mal se llama la enajenación del hombre. Es decir, no realiza algo que sea una cosa íntima, una cosa nueva, hecha en libertad y que no sigue esclavo del trabajo. Y entonces pierde mucho el trabajo voluntario, y eso nosotros lo vemos, alguna gente lo hace, algunos en esos últimos días quieren saber las horas que tienen, si fulano o mengano tantas, si no cumple las 240 horas. No hemos sido capaces de darle el contenido que debe tener."

(Reuniones bimestrales, 5/12/1964)

  
El plan económico del Che

El aporte original de Ernesto Guevara a la planificación socialista fue el Sistema Presupuestario de Financiamiento de 1963-1964. Constituyó esencialmente el primer ensayo de economía estatal del país. Sin embargo, el proceso previo a su formulación se inició desde la asunción del Che como hombre del gobierno. En efecto, la política de intervenciones y nacionalizaciones de la Revolución Cubana contuvo una fuerte

"Se previó que el dar a los campesinos sus tierras, aumentar los mercados y aumentar la producción agrícola, traería aparejada la necesidad de industrias para recoger las materias primas creadas y, además, industrias para hacer los nuevos artículos de consumo que esa masa que ingresaba en el mercado necesitaría".

(Conferencia en el ciclo «economía y planificación» de la universidad popular, 30/04/1961)


“La elaboración del Sistema Presupuestario de Financiamiento expuso una coherente adaptación a las necesidades de la isla: el tránsito al socialismo se inició desde una economía neocolonial y subdesarrollada -donde las corporaciones extranjeras habían implantado técnicas y sistemas centralizados-, juntamente con el análisis de las prácticas que los países socialistas desarrollaban por ese entonces. Nosotros planteamos aquí un sistema centralizado de la dirección de la economía, con un control bastante riguroso de las empresas; pero además con un control consciente de los directores de empresas y considerar el conjunto de la economía como una gran empresa, y tratar de establecer la colaboración entre todos los participantes como miembros de una gran empresa -en vez de ser lobitos entre sí-, dentro de la construcción del socialismo. [...] Podemos decir pues que, como técnica, el antecesor del sistema presupuestario del financiamiento es el monopolio imperialista radicado en Cuba, y que había sufrido ya las variaciones inherentes al largo proceso de desarrollo de la técnica de conducción y control que va desde los albores del sistema monopolista hasta nuestros días, en que alcanza sus niveles superiores".

(Reuniones bimestrales, 21/12/1963 - Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero 1964)


El criterio del Che Guevara en el sistema redefinió el papel de la banca y la empresa en el diseño de las nuevas relaciones económicas, buscando eliminar los mecanismos y categorías capitalistas y sus manifestaciones ideológicas. Sus planteos fueron pioneros en la materia y, a la vez, generaron cuestionamientos de parte de los defensores del modelo soviético (llamado de "autogestión financiera"), especialmente en torno a la aplicación de la ley del valor en economías de tránsito al socialismo.

"En los países socialistas la empresa tiene un crédito bancario, recibe el dinero, fabrica con el dinero que recibe, vende su producción, entrega después al Estado parte de esa ganancia y una parte se la reserva para su distribución interna. La diferencia es que nosotros hacemos que la empresa no venda, sino que simplemente entregue productos y se premia directamente a los obreros a través del Estado [...] En nuestro sistema el banco suministrará a las empresas las cantidades de dinero asignadas por el presupuesto; estando ausente el interés, puesto que no existe relaciones de crédito en estas operaciones."

(Conferencia en el ciclo «economía y planificación» de la universidad popular, 30/04/1961 - Consideraciones sobre los costos, junio de 1963)

   En cuanto al sistema salarial heredado por la Revolución, éste contenía enormes desproporciones       tarifarias y salariales para las mismas ocupaciones, además de la inexistencia de normas laborales. El Che, como economista, organizó una escala de ocho niveles, cuyas tarifas estaban determinadas no sólo por el dinero sino también por el grado de calificación.


"Nosotros exigimos una calificación mayor de los trabajadores. Apelamos a la conciencia de los trabajadores –es nuestro deber-, y se responde en general a ese llamamiento pero, además, hay que tomar medidas de tal índole que aseguren que la calificación sea realmente un imperativo de carácter económico. De tal manera que el trabajador no podría llegar nunca a recibir un salario superior al de la tarifa inmediata a la que él tiene, en la que él está calificado, por más que sobrecumpla las metas de producción."

(Comparecencia ante la TV sobre las normas de trabajo y la escala salarial, 26/12/1963)

  
Junto a la retribución monetaria, Guevara agregó a su concepción económica los estímulos -materiales y morales-, y la emulación. Los estímulos materiales eran individuales y colectivos, como ser el pago de primas por sobrecumplimiento de tareas, becas para hijos de trabajadores, o microinversiones para mejorar la tecnología y la productividad. También existieron desestímulos salariales para los directores de las unidades productivas cuando no se alcanzaban las metas de producción convenidas. Sobre los estímulos morales y la emulación, el Che consideró que:

"No hay que caer tampoco en el espejismo de considerar que el estímulo moral es el centro del Sistema Presupuestario [...] es la conjunción del estímulo material correctamente aplicado y del estímulo moral, dándole un énfasis cada vez mayor al estímulo moral, a medida que se va avanzando en las condiciones [...] La emulación es una competencia fraternal. ¿Para qué? Para que todo el mundo aumente la producción. [...] No es sólo trabajo la construcción del socialismo; no es sólo conciencia la construcción del socialismo. Es trabajo y conciencia [...] La emulación tiene que cumplir estas dos metas. Es decir, esas dos funciones."

(Reuniones bimestrales, 22/02/1964 - Discurso pronunciado en la plenaria nacional azucarera, 13/04/1962)

 A la saga del plan económico guevarista, las funciones de control pivoteaban sobre las conexiones entre producción, conciencia y deber social. A través de ellas el Che economista fomentó las bases materiales del socialismo.

"Las normas de trabajo y de salario, las escalas de salarios, no se hacen para dar más, no se hacen sólo para igualar mejor las normas básicas de salarios; se hacen también para poder detectar y distinguir a los mejores y detectar y castigar, mediante el salario, a los peores, a los que no son capaces de cumplir con su deber [...] La acción del Partido de vanguardia es la de levantar al máximo la bandera opuesta, la del interés moral, la del estímulo moral, la de los hombres que luchan y se sacrifican y no esperan otra cosa que el reconocimiento de sus compañeros".

(Discurso pronunciado en el acto homenaje a trabajadores y técnicos más destacados en el año 1962)


Las limitaciones del plan fueron señaladas por el propio Guevara: inmadurez, falta de cuadros suficientemente capacitados, ausencia de un dispositivo que facilite la planificación centralizada, burocratismo. Al retirarse de las funciones del Estado cubano en 1965 –a través de las conocidas Cartas de Despedida-, las gestiones posteriores profundizaron situaciones que hicieron inviable la continuación del plan económico del Che. A esas conclusiones arribó Fidel Castro a inicios de los años ’70:

"El salario se desvincula de la norma en 1968. Se estimulaban los horarios de conciencia y la renuncia al cobro de horas extras [...] Al no tomarse en cuenta la retribución con arreglo al trabajo, el exceso de dinero circulante se incrementó notablemente ante una escasez de oferta de bienes y servicios, lo que creó condiciones favorables y el caldo de cultivo para el ausentismo y la indisciplina laboral".

(Informe central al 1º congreso del partido comunista cubano, 1971)
  
Con todo, Ernesto Guevara mantuvo una posición de rechazo a los conceptos y las relaciones mercantiles en la vida social y económica. Fue anticapitalista, polemista con la "autogestión financiera" y, como ministro de Estado, diagramó estrategias que allanaran la posibilidad de la sociedad comunista. Creyó en ella. E hizo tanto como lo creía.

"El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos."

(El hombre y el socialismo en Cuba, 1961)
  
La vocación internacionalista

El Comandante Guevara siempre expuso una visión crítica sobre la situación de los países subdesarrollados, tanto en sus escritos como a través de las intervenciones en foros nacionales e internacionales. Ese análisis proyectó también la historia de las zonas periféricas, y las secuelas económicas resultantes del desarrollo del capitalismo mundial.

"Todos tenemos un denominador común: somos países de monoproducto, y tenemos también el denominador común de ser países de monomercado [...] el imperio nos dividió en países productores de café, de cobre, de petróleo, de estaño o de azúcar, y así nos dividió también en países que competían por un mercado en un solo país, bajando constantemente 1os precios para poder, más fácilmente”

(Discurso de despedida a las brigadas internacionales de trabajo voluntario, 30/09/1960)


Su vocación internacionalista contempló la denuncia, sin pelos en la lengua, de las maniobras políticas y económicas de los Estados Unidos sobre América Latina. En su viaje por América, el Che había tenido experiencia directa de la invasión yanqui a Guatemala, cuando fue derrocado el gobierno de Jacobo Arbenz -de tendencia socialista-, en 1954. Por eso su postura contra el imperialismo fue, también, directa.

"Los Estados Unidos sí intervienen; lo han hecho históricamente en América. Cuba conoce desde fines del. siglo pasado esta verdad, pero la conocen también Colombia, Venezuela, y la América Central en general, México, Haití y Santo Domingo. En años recientes, además de nuestro pueblo, conocen de la agresión directa Panamá, donde los ‘marines’ del Canal tiraron a mansalva sobre el pueblo inerme; Santo Domingo, cuyas costas fueron violadas por la flota yanqui para evitar el estallido de la justa ira popular, luego del asesinato de Trujillo; y Colombia, cuya capital fue tomada por asalto a raíz de la rebelión provocada por el asesinato de Gaitán"

(Discurso del 11 de diciembre de 1964 ante la XIX asamblea general de las Naciones Unidas.)

Donde no ocurría la agresión militar, el dominio económico de las entidades financieras internacionales se imponía en los países periféricos, bajo la complicidad de los gobiernos locales y, también, de la OEA y la ONU. En esas circunstancias, Guevara señaló a la deuda externa como la traba insalvable para el desarrollo de la región.

"El Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, el GATT y, en nuestra América, el Banco Interamericano de Desarrollo son ejemplos de organismos internacionales puestos al servicio de las grandes potencias capitalistas, fundamentalmente del imperialismo norteamericano [...] Resulta inconcebible que los países subdesarrollados, que sufren las enormes pérdidas del deterioro de los términos del intercambio, que a través de la sangría permanente de las remesas de utilidades han amortizado con creces el valor de las inversiones de las potencias imperialistas, tengan que afrontar la carga creciente del endeudamiento y de su amortización, mientras se desconocen sus más justas demandas. La delegación de Cuba propone que, hasta tanto los precios de los productos que exportan los países subdesarrollados no hayan alcanzado un nivel que les restituya de las pérdidas sufridas en la última década, se suspendan todos los pagos por concepto de dividendos, intereses y amortizaciones".

(Conferencia mundial de comercio y desarrollo de la ONU, Ginebra, 25/03/1964)
  
A la hora de cargar tintas sobre las responsabilidades económicas que les cabía a los Estados Unidos y a la Unión Soviética, el Che demostró su solidaridad con los pueblos del Tercer Mundo y, a la vez, una original distinción como diplomático en plena "guerra fría". Ello le valió las polémicas con la Alianza para el Progreso y con los países socialistas, acerca de sus relaciones con los países subdesarrollados.


"Se insiste en solucionar los problemas de América a través de una política monetaria en el sentido de considerar que son los cambios monetarios los que van a cambiar la estructura económica de los países, cuando nosotros hemos insistido en que solamente un cambio de la estructura total -en las relaciones de producción-, es lo que puede determinar que existan de verdad condiciones para el progreso de los pueblos [...] El desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de su liberación, debe costar a los países socialistas. [...] No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad, tanto de índole individual, en la sociedad en que se construye o está construyendo el socialismo, como de índole mundial en relación a todos los pueblos que sufre la opresión imperialista."

(Conferencia de Punta del Este, 1961 - Discurso pronunciado en el II seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)


El Che polemista de la "autogestión financiera"

Cuando el Che fue ministro existían en Cuba dos sistemas de gestión: el de financiamiento -propiciado por Guevara-, y el de autogestión financiera (también llamado "cálculo económico"), adoptado en los países de Europa del Este. Ambos coexistieron en distintas áreas de la economía de la isla, pero pronto aparecieron planteos encontrados que, en el caso del Che ministro, fueron publicados en "Sobre el sistema presupuestario de financiamiento", "La banca, el crédito y el socialismo", y también en "La planificación socialista, su significado". Todos tienen ánimo de polémica. Ya en agosto de 1959, a meses del triunfo de la Revolución Cubana, el Che había comenzado a tomar posición crítica sobre la implementación del llamado "socialismo real":

"Cuando me preguntaron en una amable reunión de sobremesa, mi opinión sobre el sistema yugoslavo; [dije] peligroso porque la competencia entre empresas dedicadas a la producción de los mismos artículos, introduciría factores de desvirtuación de lo que presumiblemente sea el espíritu socialista. Esos fueron mis planteamientos exponiendo al mismo tiempo un ejemplo práctico de los males que podría acarrear, en mi concepto, el sistema."

(Yugoslavia, un pueblo que lucha por sus ideales, agosto de 1959)

 En esa búsqueda de lo que "presumiblemente sea el espíritu socialista", el Che teorizó y diferenció su posición en los siguientes aspectos: el concepto de empresa y del proceso productivo, el uso de dinero, las normas de trabajo y, por último, la vigencia de la ley del valor. Sobre el primer punto, el criterio de diferencia era técnico-económico:

"Para nosotros una empresa es un conglomerado de fábricas o unidades que tienen una base tecnológica parecida, un destino común por su producción o, en algún caso, una localización geográfica limitada; para el sistema de «cálculo económico», una empresa es una unidad de producción con personalidad jurídica propia."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)

  
A ello confluía también el rol asignado al dinero en cada tipo de gestión. El Che entendía el uso del dinero como referente económico dentro de la transición al socialismo, esto es, como dinero aritmético, cuya función era específica:

"En nuestro sistema sólo opera como dinero aritmético, como reflejo, en precios, de la gestión de la empresa que los organismos centrales analizarán para efectuar el control de su funcionamiento."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)

  
Esta utilización no era caprichosa sino que tenía antecendentes en Cuba a través de las técnicas del sistema monopolista. Éstos utilizaban dinero aritmético entre sus establecimientos a fin de evitar gastos innecesarios. Quedaba, asimismo, el uso del dinero como medio de circulación entre el Estado y el pueblo consumidor, particularmente en el pago de salarios:

"Consecuentemente con la forma de utilizar el dinero, nuestras empresas no tienen fondos propios [...] Lo que las empresas reciben no son situaciones de fondo en el banco sino disponibilidades equivalentes a la autorización para gastar de acuerdo con el plan financiero aprobado, que se registran en el banco en cuentas separadas para salarios y para otros gastos. Esta segregación permite un fácil control del fondo de salarios, que no es dable en el sistema de «autogestión financiera» tal como se concibe actualmente en Cuba."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964 - La banca, el crédito y el socialismo, marzo de 1964)

El Che criticaba del otro sistema el uso del dinero "como instrumento indirecto de control, ya que son estos fondos los que le permiten operar a la unidad". Es decir, lo que él llamó "compulsión financiera". Frente a ella propuso un criterio de tipo administrativo antes que financiero:

"Hay una cosa que nosotros tenemos que tener presente. ¿Acaso, señores, la masa obrera de una fábrica norteamericana tenía algún cariño por el dueño? Absolutamente ningún cariño, y ¿había una vigilancia policial para vigilar la producción? No la había porque hay una serie de mecanismos administrativos que hacen que el señor obrero que se descuida gane menos, reciba en su propio cuerpo la medida de su falla, tranquilamente, y así separar a cualquiera que cometa errores; de manera que no es ningún secreto vigilar la buena marcha de un centro de trabajo."


(Reuniones bimestrales, 10/03/1962)

  A su vez, Guevara negaba la utilización del crédito bancario para el fomento de las empresas, tal como lo aplicaba el sistema de la "autogestión financiera". En eso el sistema del Che era cerrado, al no aceptar ningún tipo de relación mercantil, o la obtención de beneficios, entre empresas estatales.

"El financiamiento a una empresa se realiza, por un lado, para compensar, a los efectos de la contabilidad y control social, a otra empresa por el trabajo materializado; y por otro lado, para retribuir el trabajo vivo agregado a cada proceso de la producción social. Si el primero de estos actos es formal y sin contenido económico, ya que es compensatorio; y si el segundo es la entrega del salario al trabajador, que se realiza después de haber sido empleada su fuerza de trabajo en la producción de valor de uso, ¿cuál es la conclusión que se deriva de estas premisas?: que es el trabajador el que efectivamente da crédito."

(La banca, el crédito y el socialismo, marzo de 1964)
  
Otro punto de desencuentro entre el ideario económico del Che y el sistema de la "autogestión financiera" lo constituyó la relación entre estímulo material y conciencia. En este sentido la postura del "guerrillero heroico" fue de mayor intensidad en la certeza del socialismo, pues ésta debía prescindir de las nociones capitalistas para su desarrollo.

"Para los partidarios de la «autogestión financiera» el estímulo material directo, proyectado hacia el futuro y acompañando a la sociedad en las diversas etapas de la construcción del comunismo, no se contrapone al "desarrollo" de la conciencia; para nosotros sí. [...] Nosotros afirmamos que en tiempo relativamente corto el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción que el estímulo material, y lo hacemos basados en la proyección general del desarrollo de la sociedad para entrar al comunismo, lo que presupone que el trabajo deje de ser una penosa necesidad para convertirse en un agradable imperativo."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)


Este factor de la conciencia era vital, según Guevara, para construir una economía socialista. Y contenía también la explicación para entender porqué el tránsito al socialismo podía realizarse en países subdesarrollados o periféricos. En su polémcia con Bettelheim –registrada en "La planificación socialista, su significado"-, este erudito marxista había planteado que las relaciones de producción socialistas no podían implementarse sin las fuerzas productivas necesarias. Era un mal pronóstico para la Revolución Cubana. El Che respondió:

"¿Cómo se puede producir en un país colonizado por el imperialismo, sin ningún desarrollo de sus industrias básicas, en una situación de monoproductor, dependiente


de un solo mercado, el tránsito al socialismo? [...] ¿Qué sucede? Que la vanguardia de los movimientos revolucionarios, influidos cada vez más por la ideología marxista-leninista, es capaz de prever en su conciencia toda una serie de pasos a realizar y forzar la marcha de los acontecimientos, pero forzarlos dentro de lo objetivamente posible [...] Y que esta conciencia de hoy es el producto del desarrollo de todas las fuerzas productivas en el mundo y el producto de la enseñanza y educación de la Unión Soviética y los demás países socialistas sobre las masas de todo el mundo [...] Las esperanzas en nuestro sistema van apuntadas hacia el futuro, hacia un desarrollo más acelerado de la conciencia y, a través de la conciencia, de las fuerzas productivas".

(La planificación socialista, su significado, junio de 1964)

  Sobre la manera de reglamentar el trabajo en la nueva sociedad, ambos sistemas también se apartaban del acuerdo:

"Las empresas del «cálculo económico» usan el trabajo normado a tiempo y el trabajo por pieza o por hora (a destajo); nosotros estamos tratando de llevar todas nuestras fábricas al trabajo normado a tiempo, con premios de sobrecumplimiento limitados por la tarifa de la escala superior [...]"

(La planificación socialista, su significado, junio de 1964)
  
Se agregaron después los estímulos morales para la incentivación del trabajo, como ser la emulación. En síntesis, la polémica del Che con los partidarios de la "autogestión financiera" era, en el fondo, una cuestión de fortaleza ideológica: cómo hacer una economía y una moral socialistas sin recurrir a los valores del capitalismo -como ser los estímulos materiales o el uso de la ley del valor-, y sin caer en un mero fin distribucionista de las riquezas.


El Che contra la ley del valor

Ernesto Guevara negó categóricamente el uso de la ley del valor en la construcción de la nueva sociedad, porque dicha norma era la base de la enajenación del trabajo humano. En efecto, Karl Marx estudió la manera en que el dinero se convierte en capital, y el proceso de valorización que los productos adquieren en el capitalismo. Sobre ello tratan los capítulos IV y V del primer tomo de "El capital" de 1867.

Ernesto Guevara negó categóricamente el uso de la ley del valor en la construcción de la nueva sociedad, porque dicha norma era la base de la enajenación del trabajo humano. En efecto, Karl Marx estudió la manera en que el dinero se convierte en capital, y el proceso de valorización que los productos adquieren en el capitalismo. Sobre ello tratan los capítulos IV y V del primer tomo de "El capital" de 1867.

"¿Qué es el valor? A mi juicio, si algún sentido consistente vamos a dar a la categoría valor, no podemos dejar de apreciar que la misma enmarca (o mejor, expresa) una relación. En primer lugar, que es una medida y, como tal, expresa una relación; y en segundo lugar, que es consecuentemente una categoría creada por el hombre bajo determinadas circunstancias y con determinado fin, enmarcado en al ámbito de las relaciones sociales desarrolladas por él [...] Sucede que sin valor de uso no existe valor [de cambio], así como no se puede concebir valor de uso sin valor [de cambio]-salvo algunas fuerzas de la naturaleza -".

(Sobre la concepción del valor, octubre de 1963)


Ahora bien, ¿cómo circulan las mercancías? Marx registró que lo hacían de dos maneras: cuando se vende para comprar, y cuando se compra para vender. La primera la graficó como M-D-M, es decir, convertir una Mercancía en Dinero para luego obtener una nueva Mercancía equivalente: Vendo unos zapatos y con el dinero compro vinos, por ejemplo. Su finalidad última es el consumo, satisfacer alguna necesidad, o sea, el valor de uso.

Por el contrario, el otro circuito (D-M-D) consiste en cambiar Dinero por una Mercancía para, más tarde, convertirla otra vez en Dinero. Aquí es donde Marx distingue la circulación del dinero como capital y como simple dinero: Compro para vender más caro.

"Este incremento o excedente que queda después de cubrir el valor primitivo es lo que yo llamo plusvalía (surplus value). Por tanto, el valor primeramente desembolsado no sólo se conserva en la circulación, sino que su magnitud de valor experimenta, dentro de ella, un cambio, se incrementa con una plusvalía, se valoriza. Y este proceso es el que lo convierte en capital."

(Karl Marx, El capital, Tomo I, capítulo IV)
  
Esta circulación del dinero en cuanto capital tiene por fin, entonces, al valor de cambio mismo y no al valor de uso.

"La circulación de mercancías es el punto de partida del capital. Producción de mercancías y circulación de mercancías desarrollada, comercio, constituyen los presupuestos históricos con los cuales surge el capital [...] El poseedor de dinero es capitalista en cuanto es portador consciente de ese movimiento. Su persona o, por mejor decir, su bolsillo es el punto de partida y el punto de regreso del dinero [...] Así, pues, el valor de uso no se debe tratar nunca como finalidad inmediata del capitalista. Tampoco cada ganancia particular, sino el movimiento incesante de ganar. Este impulso absoluto al enriquecimiento, esta apasionada caza del valor es común al capitalista y al atesorador, pero mientras que el atesorador no pasa de ser un


capitalista necio, el capitalista es el atesorador racional. El incesante aumento del valor a que aspira el atesorador intentando salvar el dinero de la circulación lo consigue el capitalista, más listo, entregando ese dinero una y otra vez a la circulación."

(Karl Marx, El capital, Tomo I, capítulo IV)


Pero con mercancías de distintas calidades, ¿cómo cambiarlas, con qué criterio? La esencia común de cualquier mercancía es el trabajo humano. Marx estableció que el trabajo era la base del valor, es decir, la medida que permitía intercambiar mercancías de distintas cualidades. Así, en la sociedad industrial, el "contrato de trabajo" constituye un intercambio de valores: salario a cambio de fuerza de trabajo; esto es, que el capitalista compra la fuerza de trabajo del obrero, por un salario que le permita a éste valerse de los medios de subsistencia necesarios para vivir y reproducir la fuerza de trabajo (tener hijos o prole –de ahí el término "proletarios"-). Como todo valor de uso, éste se consume: el obrero consume el salario, el capitalista consume la fuerza de trabajo del obrero aplicándola a las máquinas y en los otros medios de producción. Pero esa relación esconde, según Marx, la base de la producción capitalista: la plusvalía. En efecto, mientras el del obrero es un consumo improductivo, el del capitalista es un consumo consistente en trabajo –base del valor-, es decir, en nueva producción, porque el valor de uso del obrero consiste en agregar valor de cambio al producto final. Pero éste producto final no pertenece al obrero sino al dueño del capital. Así, de la igualdad formal del "contrato de trabajo" se genera una desigualdad real en favor del dueño de los medios de producción.

Mercancía, valorización y plusvalía son, entonces, elementos esenciales de la ley del valor estudiada por Marx. El Che, en su polémica con el sistema de autogestión financiera, criticó que los partidarios de dicho sistema aceptasen el uso "consciente" de la ley del valor para la construcción de la sociedad comunista. Sobre este tema Guevara expuso sus nociones acerca de las características que debía adoptar el tránsito al socialismo.

"Entendemos que durante cierto tiempo se mantengan las categorías del capitalismo y que este término no pueda determinarse de antemano, pero las características del período de transición son las de una sociedad que liquida sus viejas ataduras para ingresar rápidamente a la nueva etapa. La tendencia debe ser, en nuestro concepto, a liquidar lo más vigorosamente posible las categorías antiguas entre las que se incluye el mercado, el dinero y, por tanto, la palanca del interés material o, por mejor decir, las condiciones que provocan la existencia de las mismas."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)

 El Che quería "liquidar" los conceptos capitalistas no por medio de la supresión, sino más bien a través de un proceso de extinción, forjado por el trabajo esclarecido de las masas y la dirección centralizada de la economía. En ello residía lo esencial de su


enfoque económico marxista: crear valores a través del trabajo, pero no mercancías; ser productores, pero no explotados.

"Nosotros consideramos que el paso de un taller a otro, o de una empresa a otra en el sistema presupuestario desarrollado, no puede ser considerado como un acto de cambio; simplemente un acto de formación o agregados de nuevos valores mediante el trabajo. Es decir, si la mercancía es aquel producto que cambia de propiedad mediante un acto de cambio, al estar dentro de la propiedad estatal todas las fábricas, en el sistema presupuestario - donde no se produce este fenómeno -, el producto solamente adquirirá características de mercancía cuando, llegando al mercado, pase a manos del pueblo consumidor."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)


Por ello el plan económico del Che no recurrió a las categorías del capitalismo, y sólo aceptó la vigencia de la ley del valor como un factor residual de la vieja sociedad. Aquí aparece una postura realista y, a la vez, optimista del Che, sabedor de las limitaciones que tenía la revolución para establecer la nueva sociedad y, por eso mismo, confiado en alcanzarlas.

"Negamos la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción entre productores y consumidores; negamos la existencia de la categoría mercancía en la relación empresas estatales, y consideramos todos los establecimientos como parte de una única gran empresa que es el Estado (aunque, en la práctica, no sucede todavía así en nuestro país). La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución; podemos, pues, decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista."

(Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, febrero de 1964)

  
Polémicas con la Alianza para el Progreso y con los países socialistas:
  
Contra la Alianza para el Progreso

En distintos foros internacionales Ernesto Guevara mantuvo una postura clara y cuestionadora hacia los líderes de la "guerra fría". La raíz de esa actitud era política y económica: el intercambio desigual que sufrían los países subdesarrollados frente a los países industriales. Ello tenía que ver con la irregular distribución de riquezas que el orden capitalista había ocasionado.

"{Si} el proceso de desarrollo de los países actualmente subdesarrollados y el de los países industriales se mantuviera en la misma proporción, los subdesarrollados tardarían 500 años en alcanzar el mismo ingreso por habitante de los países desarrollados [...] si se mantenía el sistema de inversiones privadas directas del extranjero, no se iban a poder lograr las bases necesarias para establecer de verdad el derecho a empezar que tienen los pueblos de América, el derecho a establecer las bases de una economía sana que permitiera ritmo elevado de crecimiento".

(Conferencia de Punta del Este, 1961)

  
Es por eso que el Che denunció al imperialismo de los EE.UU. como causante del atraso en Latinoamérica, y también como falso salvador del mismo. Ése fue el móvil que Guevara supo ver en la "Alianza para el Progreso", la estrategia de ayuda de la administración Kennedy a los países de la región.

"Hemos denunciado a la Alianza para el Progreso como el vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de los otros pueblos de América Latina, a esterilizar el ejemplo de la revolución cubana y, después, a domesticar a los pueblos de acuerdo con las indicaciones del imperialismo"

(Conferencia de Punta del Este, 1961)


Ernesto Guevara entendía que era inservible y engañosa cualquier "ayuda" que no reformulase el desigual desarrollo mundial. Porque los países "pobres", en realidad, producían riquezas que se giraban a los países "ricos". La Alianza para el Progreso no se alejaba de esta lógica perversa del capitalismo internacional.

"Mientras los préstamos no llegan, o llegan destinados a proyectos que poco o nada contribuyen al desarrollo industrial de la región, se transfieren cantidades crecidas de divisas hacia los países industrializados, lo que significa que las riquezas logradas con el trabajo de los pueblos que en su mayoría viven en el atraso, el hambre y la miseria, son disfrutadas por los círculos capitalistas. Así, en 1961, de acuerdo con las cifras de la CEPAL, salieron desde América Latina por concepto de utilidades de las inversiones extranjeras y remesas parecidas, 1.735 millones de dólares; y por concepto de pagos de deudas externas a corto y largo plazo 1.456 millones de dólares. Si a esto se agrega la pérdida indirecta en el poder de compra de las exportaciones (o deterioro de los términos del intercambio) ascendente a 2.660 millones de dólares en 1961, y 400 millones por la fuga de capitales, se tiene un volumen global de más de 6.200 millones de dólares, es decir, más de tres Alianzas para el Progreso anuales".

(Conferencia mundial de comercio y desarrollo de la ONU, Ginebra, 1964)

Pero la desconfianza del Che hacia la Alianza para el Progreso no era caprichosa o irracional. Antes bien, fue profética: constituyó la receta económica ofrecida por décadas a muchos gobiernos latinoamericanos, que los integró al mundo occidental sin alterar las bases de la explotación.

"Se ha establecido explícitamente que esos préstamos irán fundamentalmente a fomentar la libre empresa. Y como no se ha condenado en ninguna forma a los monopolios imperialistas asentados en cada uno de los países de América, en casi todos, es lógico suponer también que los créditos que se acuerden servirán para desarrollar los monopolios asentados en cada país. [...] En el régimen de libre cambio en que casi todos los países de América viven, esto significaría mayor exportación de capitales hacia los Estados Unidos, de tal forma que la Alianza para el Progreso, en definitiva, se convertiría en el financiamiento por parte de los países latinoamericanos de las empresas monopolistas extranjeras".

(Conferencia de Punta del Este, 1961)

 Contra los países socialistas

El triunfo de la Revolución Rusa en 1917 y los cambios iniciados desde entonces, significaron para el Che el advenimiento de una oleada revolucionaria, especialmente en los países en vías de desarrollo. Para facilitar el camino de los pueblos en su liberación, había que vincular las situaciones internas y externas. Así, la táctica de la insurgencia guerrillera buscaba crear las condiciones revolucionarias en cada país colonizado, como la experiencia de Cuba y Vietnam. Pero una vez alcanzada la toma del poder, e iniciada la senda de la revolución, el Che priorizó los factores externos para impedir cualquier tipo de desigualdad en el campo socialista. En este sentido, Guevara estuvo más cercano al bloque de países del Tercer Mundo que al de los países socialistas europeos, impropiamente rotulados como "socialismo real".

"El desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de su liberación, debe costar a los países socialistas. [...] Creemos que con este espíritu debe afrontarse la responsabilidad de ayuda a los países dependientes y que no debe hablarse más de desarrollar un comercio de beneficio mutuo basado en los precios que la ley del valor y las relaciones internacionales de intercambio desigual, producto de la ley del valor, oponen a los países atrasados. ¿Cómo puede significar ‘beneficio mutuo’, vender a precios de mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimiento sin límites a los países atrasados y comprar a precios del mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas del presente? Si establecemos ese tipo de relación entre los dos grupos de naciones, debemos convenir en que los países socialistas son, en cierta manera, cómplices de la explotación imperial."

(Discurso en el segundo seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)

El tema del intercambio desigual ya había sido tratado por Karl Marx. Éste sostuvo que el comercio colonial permitía a los países desarrollados vender mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores. Ello maximizaba la cuota de ganancia. El Che propuso una nueva ética entre los países subdesarrollados que inicien el cambio revolucionario, y los países socialistas europeos.

"Un gran cambio de concepción consistirá en cambiar el orden las relaciones internacionales; no debe ser el Comercio Exterior el que fije la política sino, por el contrario, aquel debe estar subordinado a una política fraternal hacia los pueblos"

(Discurso en el II seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)

  
Es decir, la práctica de la cooperación económica con inspiración socialista. La propuesta guevarista se nutrió, así, del más puro internacionalismo.

"Nuestro razonamiento es que las inversiones de los estados socialistas en su propio territorio pesan directamente sobre el presupuesto estatal, y no se recuperan sino a través de la utilización de los productos en el proceso completo de elaboración hasta llegar a los últimos extremos de la manufactura. Nuestra proposición es que se piense en la posibilidad de realizar inversiones de ese tipo en los países subdesarrollados. De esta manera se podría poner en movimiento una fuerza inmensa, subyacente en nuestros continentes que han sido miserablemente explotados pero nunca ayudados en su desarrollo y empezar una nueva etapa de auténtica división internacional del trabajo basada, no en la historia de lo que hasta hoy se ha hecho, sino en la historia futura de lo que se puede hacer".

(Discurso en el II seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)


 La expresión "historia futura" reflejaba la convicción del enfoque: Algo que se avecinaba, pero que dependía de la voluntad del presente. Esta entrega a los tiempos futuros fue prueba fiel del humanismo que el Che profesó en sus tesis económicas, ya que desde el subdesarrollo era factible el tránsito al socialismo.

"Los Estados en cuyos territorios se emplazarán nuevas inversiones tendrían todos los derechos inherentes a una propiedad soberana sobre los mismos sin que mediare pago o crédito alguno, quedando obligados los poseedores a suministrar determinadas cantidades de productos a los países inversionistas, durante determinada cantidad de años y a un precio determinado."

(Discurso en el II seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)
  
El único requisito consistía en sumar al Tercer Mundo a la lucha contra el imperialismo, bajo la certeza de liberarse de la enajenación que el capitalismo había impuesto tras siglos de existencia.

"El desarrollo de los subdesarrollados debe costar a los países socialista; de acuerdo. Pero también deben ponerse en tensión las fuerzas de los países subdesarrollados y tomar firmemente la ruta de la construcción de una sociedad nueva –póngasele el nombre que se le ponga- donde la máquina, instrumento de trabajo, no sea instrumento de explotación del hombre por el hombre."

(Discurso en el II seminario económico de solidaridad afroasiática en Argelia, 24/02/1965)

  
CONCLUSIONES.

Che pensador económico

A través de esta selección de documentos pudimos acercarnos a una parte del pensamiento guevarista. Desde allí surge la convicción permanente que Ernesto Guevara tenía en sus diversas intervenciones, en todo lo que decía: la idea de una organización y una administración racional y socialista de las empresas, sin producción de mercancías, sino de bienes para el desarrollo económico era posible. Para, desde allí, poner la semilla hacia una sociedad sin explotadores ni explotados. Ésa sola certeza - con sus obstáculos, con polémicas, con los errores del proceso - justificaba para el Che la revolución en Cuba, y no sólo en Cuba.

"Productividad: producción, más conciencia; esa es la síntesis sobre la que se puede formar la sociedad nueva."

(Discurso pronunciado en homenaje a obreros que superaron la producción y a trabajadores de la R.D.A., 27/10/1963)