Por Pedro Monreal
Existe una
extendida percepción acerca de que la desigualdad social ha aumentado en Cuba.
Se discute mucho sobre los “nuevos ricos”, pero muy poco sobre los “nuevos
pobres”.
La desigualdad
es un concepto relativo. Desde una perspectiva económica, esencialmente compara
el nivel de bienestar material de distintos grupos sociales. Por esa razón, no
es posible entender adecuadamente la desigualdad si se presta una atención
desproporcionada a uno de sus componentes -el aumento de la concentración de la
riqueza e ingresos de unos- sin atender a su otro componente clave: la posible
amplificación de la pobreza de otros, o si no se atienden los cambios en la distribución
del ingreso dentro del propio segmento de quienes no son “ricos”.
Aunque la
medición precisa de la desigualdad no es de conocimiento público en Cuba, se
dispone de suficiente información parcial para aceptar como válida la
posibilidad de que se ha producido un incremento de la desigualdad.
Conexamente, se ha hablado bastante en meses recientes sobre la concentración
de la riqueza y del ingreso.
No obstante, se
menciona mucho menos un tema crucial relacionado con la desigualdad: el
probable incremento de la pobreza y los cambios de distribución al interior de
ese grupo. Es un fenómeno cuya medición precisa tampoco se divulga en Cuba,
pero igualmente existe suficiente evidencia parcial como para considerar que la
pobreza ha crecido en el país.
La desigualdad
explicada por los “extremos” de la distribución
Cualquier
incremento notable de la desigualdad equivale a un cambio en el patrón de
distribución de riqueza e ingresos de una nación. Una de las observaciones
empíricas más reiteradas es que cuando la desigualdad crece, se produce una
modificación del porciento de riqueza e ingresos en manos del 10% más “rico” en
relación con la riqueza e ingresos del 40% más “pobre” de la sociedad. He
escrito anteriormente sobre el tema en este mismo blog. (1)
Ese es el
principio de construcción del índice de Palma, uno de los más utilizados
actualmente para medir la desigualdad. El elemento distintivo del enfoque de
análisis asociado al uso de ese índice es que la desigualdad es un proceso que
modifica la distribución de riqueza y de ingresos, principalmente entre los
“extremos” de una sociedad: entre los más “ricos” y los más “pobres”.
Cuando la
desigualdad crece, se pasa de un patrón menos polarizado en las proporciones en
que se distribuye riqueza e ingresos entre el 10% y el 40% de la población
hacia un patrón más polarizado. Es importante precisar que cuando en Cuba se
habla sobre el incremento de la desigualdad, en rigor de lo que se estaría
hablando sería del posible paso hacia un patrón de distribución más polarizado
de la riqueza y del ingreso.
La posibilidad
de hacer un análisis razonado sobre la desigualdad exige disponer de datos
concretos. En ausencia de ellos, el análisis es reemplazado por una etérea
conversación sobre el tema, lo cual parece estar produciéndose con frecuencia
en Cuba. En el mejor de los casos, se discuten datos sobre situaciones
específicas que no permiten hacer conclusiones más amplias.
El reciente
interés en discutir sobre una supuesta “nueva burguesía”, a veces identificada
-de manera imprecisa- como “nuevos ricos”, a la que tiende a imputársele
ocasionalmente un estatus de “peligrosidad” social y política, parece encajar
en ese tipo de polémica nebulosa. También se observa frecuentemente el intento
de establecer una identidad –en mi opinión incorrecta- entre los términos
“nuevos ricos” y “trabajador por cuenta propia”.
Pudiera
pensarse que “nuevos ricos” debería ser un término más abarcador que “nueva
burguesía”, pues, además de los burgueses que emplean fuerza de trabajo, también
incluiría personas que se han enriquecido por otras vías, como, por ejemplo,
insertarse en nichos de mercado como el arte, el deporte y las empresas
extranjeras, en ocasiones, a partir de la materialización de habilidades
especiales. También he expresado mis consideraciones sobre ese tema en un texto
previo. (2)
Por supuesto
que en Cuba existen “nuevo ricos”, como también hay “nuevos pobres”. De hecho,
cabría hacer una discusión acerca de cuán “nuevos” son algunos de esos “ricos”
y “pobres”. El problema es que el tema de la desigualdad no puede ser abordado
de manera abstracta ni unilateral, especialmente cuando su discusión se
relaciona con el posible diseño de políticas públicas que pudieran afectar la
vida de los ciudadanos: derechos constitucionales, impuestos, salarios,
pensiones, programas sociales, prohibiciones y limitaciones para el ejercicio
de la actividad económica.
Un análisis
sobre la desigualdad en Cuba debe incluir “ricos” y “pobres”. También debe
incluir las contradicciones del mercado y las distorsiones del plan, así como
los problemas del funcionamiento concreto de la propiedad privada y de la
propiedad social, sin idealizar ninguna de ellas.
El problema de
las premisas utilizadas
La suposición
que parece estar predominando últimamente en el debate respecto al papel
central de los “nuevos ricos” en el incremento de la desigualdad –una
suposición que no ha sido validada con suficientes datos- pudiera ser el
resultado de la adopción de dos premisas.
La primera
premisa asume que el incremento de la desigualdad en Cuba se asocia a la
extensión de la actividad económica privada, algo que ha ocurrido teniendo como
particularidad el no reconocimiento legal de la empresa privada. Desde ese
ángulo, ser “rico” en Cuba parecería ser un asunto individual y no empresarial.
Un falso espejismo, sin duda. Explicable a partir del distorsionado marco legal
en el que forzosamente debe operar el sector privado nacional.
Esa actividad
privada facilitaría un proceso mediante el cual la “nueva burguesía” habría experimentado
un incremento de ingresos (flujos) que les habría permitido acrecentar
rápidamente su riqueza (inventario de activos). Es el tipo de premisa que
pudiera reflejar observaciones directas de casos de la realidad. Se corresponde
más con la constatación “vivencial” de una correlación que con su medición
precisa o con una explicación de causalidad. Considero que es una premisa
aceptable.
La segunda
premisa utilizada parece ser la consideración de que el incremento de la
desigualdad se debería, fundamentalmente, a que el mayor nivel de ingresos y de
riqueza de esa “nueva burguesía” -o de los “nuevos ricos”- tendría el peso
suficiente para modificar el patrón nacional de distribución de riquezas e
ingresos del país. Según ese enfoque, habría mayor desigualdad principalmente
porque han surgido los “nuevos ricos”.
Esta segunda
premisa aborda una conjeturada relación de causa- efecto. Aquí, a diferencia de
la primera premisa que constata un hecho observable (el enriquecimiento
relativo de un grupo social), esta segunda premisa enuncia, pero no explica
razonadamente, la posible relación de causalidad entre el surgimiento de los
“nuevos ricos” y el incremento de la desigualdad.
No puede
hacerlo por dos razones: no existe una medición que confirme la modificación
del patrón de distribución en Cuba, y no se proporciona una explicación
específica del mecanismo que pudiera haber producido tal modificación.
Dos preguntas
vienen al caso:
- ¿Cómo han
podido medir -quienes sostienen la supuesta existencia de una relación de
causa y efecto entre la “nueva burguesía” y el aumento de la desigualdad-
el peso, presumiblemente mayor, que habría tenido el enriquecimiento de la
“nueva burguesía” en comparación con otros factores?
- ¿Es
plausible considerar, como explicación alternativa, que, habiendo sido un
factor de desigualdad, el enriquecimiento de la “nueva burguesía” hubiera
sido quizás una causa relativamente menos importante de desigualdad que la
extensión de la pobreza o que las modificaciones de la distribución dentro
del grupo social de los “pobres”?
Un aspecto que
debe ser retenido es que una modificación importante de ese patrón de
distribución no ocurre de cualquier manera. Se necesita que exista una
determinada “masa crítica” del valor redistribuido entre grupos sociales.
Implicaría una transferencia relativamente grande de riqueza e ingresos desde
un grupo social hacia otro, o al interior de esos grupos. Es importante
insistir en que es una discusión que no puede hacerse en ausencia de datos.
Contando
“ricos”
Llegados a este
punto, conviene hacer precisiones acerca del carácter relativo de ser “rico” y
de ser “pobre” en Cuba. En este caso, se toma como referencia el ingreso y no
la riqueza, principalmente atendiendo a la disponibilidad de datos. (3)
¿Cuál debe ser
el nivel de ingreso para que se considere que un ciudadano cubano es “rico”?
No conozco una
definición oficial. De hecho, los documentos oficiales generalmente evitan la
utilización del término. Lo que se sabe es que, para aplicar la mayor tasa de
impuestos a los ingresos personales (una tasa marginal de 50%), el sistema
impositivo cubano establece un mínimo de ingresos anuales superior a 50 mil
pesos cubanos (CUP). El sistema tributario cubano utiliza una escala progresiva
aplicada a la base imponible y por tanto no grava todo el ingreso al 50% cuando
se sobrepasa la cifra de 50 mil CUP, sino que aplica tasas diferenciadas por
tramos de ingresos. (4)
Pudiera
inferirse entonces que los ingresos anuales superiores a los 50 mil CUP anuales
ubicarían en la categoría de “rico” a una persona en Cuba. Es una inferencia
que se hace en el marco de este texto. No es una norma oficial. Ese nivel
equivale a 4166 CUP mensuales, aproximadamente 166 USD. Obviamente, se trataría
de un grupo cuantitativamente muy heterogéneo pues pudieran existir notables
diferencias de ingresos al interior de esa categoría de “ricos”.
Usualmente se
compara ese nivel con el salario medio nacional (740 CUP en 2016), lo que
significaría que ser “rico” equivaldría a tener un ingreso mensual 5,6 veces superior
al salario promedio.
Sin embargo, si
se compara la cifra de 4166 CUP con los 2220 CUP (3 salarios medios nacionales)
que han sido estimados como los gastos de consumo mensual promedio de una
familia de tres personas, ser “rico” en Cuba significaría no llegar a duplicar
el gasto promedio de una familia estándar. La proporción entre “línea de
riqueza” y consumo promedio familiar es de apenas 1,87. (5)
De nuevo, se
trata de un grupo muy heterogéneo en cuanto a niveles de ingresos, pero el
hecho de clasificar como “rico” en Cuba no parecería tener que sobrepasar un
umbral particularmente oneroso. No es usual que, en otros países, el umbral
para ser considerado como “rico” sea un múltiplo tan bajo del consumo familiar
promedio. La posibilidad de obtener ingresos que dupliquen el consumo promedio
de una familia serviría para clasificar como “clase media alta”, pero no más
que eso. Esto hace que, en Cuba, la concepción de “rico” sea discutible para
una parte de los ciudadanos que se supone que deberían incluirse en esa
categoría.
¿Cuántos ricos
hay en Cuba?
La información
disponible no permite hacer un cálculo preciso, pero existe información
fragmentada que posibilita formarse una idea parcial sobre el tema. En
principio, existen varias categorías de contribuyentes que tendrían
probabilidades relativamente mayores de ser clasificados como “ricos”,
principalmente aquellos que tienen la obligación de presentar una declaración
jurada y liquidar el impuesto sobre ingresos personales. Entre estos estarían
los trabajadores por cuenta propia que ejercen su actividad dentro del Régimen
General de Tributación, los artistas, creadores y personal de apoyo del sector
de la cultura, los comunicadores sociales y diseñadores de la Asociación Cubana
de Comunicadores Sociales y las personas que laboran en sucursales extranjeras
y reciben gratificaciones. Se calcula que existen 185 mil 542 personas
naturales obligadas a presentar declaración jurada en Cuba (186 mil en cifras
redondas). (6)
Se conoce que,
aproximadamente, solo un tercio de los trabajadores por cuenta propia debe
presentar una declaración jurada. El resto –usualmente vinculado a actividades
menos remunerativas- se acoge al llamado “régimen simplificado” mediante el
cual abonan cada mes sus impuestos mediante una cuota consolidada.
Es difícil
encontrar simultáneamente para esas categorías los datos públicos del número de
contribuyentes y de los niveles de ingresos. Solamente he podido localizar dos
datos parciales para los trabajadores por cuenta propia. En 2016, presentaron
la declaración jurada de ingresos 144 370 trabajadores por cuenta propia,
quienes “declararon ingresos brutos por 5 100 millones de pesos en moneda
nacional, superior en 1 275 millones de pesos a lo refrendado en el ejercicio
fiscal precedente”. En 2017, “Respecto al sector del trabajo por cuenta
propia, de un potencial de 141 mil 301 contribuyentes presentaron 134 mil 444,
para un 95%, superior al año anterior, cuya presentación fue del 93%. Se
declararon Ingresos Brutos por 6 mil 287 millones de pesos, para un promedio de
46 mil 763 pesos por contribuyente. En el año anterior se declaró 5 mil 100
millones pesos, por lo que se declararon mil 187 millones de pesos más en el
2017”. Lo anterior significa un incremento de ingresos per cápita, entre 2016
y 2017, en el segmento de trabajadores por cuenta propia que presentan la
declaración jurada para el pago de impuestos (35 326 CUP per cápita en 2016 y
46 763 CUP en 2017). (7)
Otras cifras
más abarcadoras, relativas al total de las declaraciones juradas de ingresos
personales en 2017 (no solamente la de los trabajadores por cuenta propia)
revelaron un “ingreso promedio de 65 mil 178 pesos por contribuyente, 17 mil
pesos más que en el 2016”. (8) Son cifras que indican una clara
tendencia hacia el enriquecimiento promedio de ese segmento de la sociedad
cubana.
El otro grupo
numeroso correspondería a los campesinos individuales, pero no se dispone de
una información similar a la anterior. Se conoce que la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP) tenía 380 mil 682 asociados en 2016. Es probable
que no todas esas personas alcancen ingresos anuales superiores a 50 mil CUP. (9)
Asumiendo el
supuesto grueso de que todos los ciudadanos que declaran ingresos mediante
declaración jurada (186 mil) y todos los campesinos (380 mil) fuesen “ricos”
(ingresos superiores a 50 mil CUP anuales), la cifra total sería de 566 mil
personas, en cifras redondas. Queda claro que solamente se trata de ofrecer
aquí una cifra aproximada de los “ricos” que operan dentro de la legalidad.
Si esa cifra se
multiplica por el tamaño promedio de un hogar en Cuba (2,9 personas), el total
de ciudadanos viviendo en hogares “ricos” seria de 1millón 641 mil personas.
Ello representaría aproximadamente el 14,6% de la población total del país.
Pudiera ser una cantidad elevada, pero vale recordar que aquí se ha utilizado
la “línea de riqueza” de 50 mil CUP, la cual no es particularmente alta.
No es, en modo
alguno, una cifra precisa, pero ofrece una cuantificación aproximada a partir
de la cual pudiera hacerse posteriormente un refinamiento del dato.
Ser o no ser
“pobre” en Cuba
¿Cuál debe ser
el nivel de ingreso para que se considere que un ciudadano cubano es “pobre”?
La respuesta
corta pudiera ser: vivir en un núcleo familiar donde ingresen menos de 2220 CUP
mensuales.
Es decir,
serían pobres los ciudadanos en cuyos hogares “entren” menos de tres salarios
medios mensuales.
No intento
hacer aquí un análisis detallado sobre esa “línea” de pobreza que
provisionalmente sugiero adoptar. Invito a los interesados a que revisen los
trabajos que las colegas Anicia García y Betsy Anaya han venido realizando
desde hace años sobre el tema de los gastos básicos de las familias cubanas.
La definición
de pobreza es un tema complejo desde el punto de vista teórico y metodológico.
Definir quién es pobre y quién no lo es, mediante la adopción de una “línea de
pobreza” es, sin duda, un criterio limitado pues la pobreza tiene muchas
dimensiones que rebasan ampliamente una determinada cuantificación de las carencias
materiales. Sin embargo, ninguna política pública contra la pobreza opera sin
una cuantificación de la pobreza.
En años
recientes se ha producido un debate entre especialistas acerca de dos
diferentes enfoques para establecer una “línea de pobreza”. De una parte, el
enfoque tradicional que consiste en establecer un monto monetario determinado
que serviría como rasero para diferenciar quien es “pobre” respecto a quien no
lo es. Es la base que se utiliza para construir el llamado “indicador nacional
de pobreza”, usualmente denominado “índice de recuento de la pobreza” (poverty
headcount ratio).
De otra parte,
ha comenzado a utilizarse –principalmente en Europa- un enfoque alternativo
que, en vez de utilizar un rasero monetario con un valor absoluto, emplea una
“línea de pobreza” que se calcula como un por ciento del ingreso medio nacional
disponible (en el caso de Europa es el 60%). Una de las modificaciones que tal
enfoque introduce es que el indicador de pobreza estaría referido al nivel de
ingreso disponible por adulto, en vez de estar referido al ingreso per cápita
del hogar. (Pudiera consultarse la metodología de EUROSTAT http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php?title=Income_poverty_statistics#At-risk-of-poverty_rate_and_threshold)
La pobreza es
un concepto relativo al menos por tres razones: a) se define socialmente, es
decir, los estándares mínimos que se utilizan para definir el umbral de pobreza
se aplican de manera distinta en diferentes lugares y épocas, 2) se trata de un
concepto socialmente “construido”, en el sentido de que siempre se refiere a
normas sociales, expectativas, y comportamientos que son aceptados en un marco
social específico, y 3) siempre expresa una comparación de los ingresos del
“pobre” respecto a otra magnitud, sean los ingresos de otros grupos sociales o
un estimado del gasto necesario para vivir.
Esa dimensión
relativa de la pobreza se expresa, en el caso de Cuba, mediante la existencia
de una serie de características que la diferencian de la noción de pobreza que
se utiliza en otros lugares, particularmente debido a la existencia en Cuba de
amplios programas sociales de acceso universal sin costo directo para el
beneficiario –por ejemplo, educación y salud- y de subsidios universales a
parte de la alimentación. Son políticas públicas que limitan el impacto de la
pobreza y de la desigualdad, aunque –por sí mismas- no evitan ambos procesos.
La pobreza es
también un concepto “relacional”. Expresa un sistema de relaciones sociales
entre el “pobre” y otros grupos de la sociedad. La pobreza no es un accidente.
“Algo” tuvo que ocurrir en la sociedad para que determinadas personas fuesen
colocadas en ese “lugar” y no en otro.
¿Cuántos pobres
hay en Cuba?
Es difícil
ofrecer una respuesta exacta. Por una parte, no hay datos precisos que permitan
determinarlo. Por la otra, la utilización de enfoques alternativos pudiera
conducir a cuantificaciones distintas del número de pobres.
Un intento de
aproximación debiera comenzar por la valoración del grupo donde pudiera
ubicarse el mayor número de pobres del país: los trabajadores del sector
estatal.
Una hipótesis
preliminar pudiera ser la siguiente: tiene probabilidades relativamente altas
de ser “pobre” el 41,7% de la fuerza de trabajo estatal de Cuba (1 343 800
trabajadores) que, en 2016, laboraba en actividades con un salario promedio
inferior al salario medio nacional. Asumiendo que un núcleo promedio familiar
cubano está compuesto por 2,9 personas, eso daría un total de 3 897 020
personas que vivirían en hogares “pobres”. (Ver nota # 15 relativa a los
supuestos adoptados y al procedimiento de cálculo utilizado)
Aclaro que, en
modo alguno, esas cifras representan el número relativo y absoluto de personas
en hogares de trabajadores “pobres” en Cuba. Las cifras simplemente indican que
ese perfil salarial incrementa las probabilidades de que un trabajador y su
familia pudieran clasificar como “pobres”. Indica el tamaño de una probable
“zona” de pobreza, no es una cuantificación precisa.
Pudieran
agregarse otros dos grupos relativamente grandes: los pensionados (1
676 988 personas) que reciben una pensión media que en 2016 fue apenas el
37% del salario medio, y los 179 796 beneficiarios de la asistencia
social, quienes –por definición- clasificarían como “pobres”. (10)
Sumadas las
tres categorías serían 5 753 804 personas. Equivaldría
aproximadamente al 51% de la población del país.
De nuevo, no
debe asumirse esa cifra como un “conteo” preciso de “pobres” en Cuba, sino
solamente como una cuantificación aproximada de ciudadanos ubicados en grupos
sociales donde el riesgo de ser “pobre” es relativamente elevado.
Pudieran
existir otras variantes para hacer ese cálculo grueso en condiciones en las que
no se dispone de datos suficientes, y sería muy positivo que esas posibles
variantes alternativas de estimación preliminar fuesen presentadas en el
debate. Lo óptimo sería, naturalmente, que los especialistas e instituciones
que tuviesen los datos apropiados, pudieran aportar una estimación precisa.
Ello nos ahorraría las imprecisiones actuales que se derivan de la carencia de
datos.
La posible
implicación analítica es que el estudio sobre la pobreza en Cuba debería
prestar especial atención a esos tres grupos sociales. Muy probablemente
llegase a contabilizarse –de conjunto- más pobres en esos tres grupos que en
cualquier otra parte de la sociedad cubana actual.
En términos
gruesos, pudiera adoptarse como una hipótesis preliminar –apoyada en cálculos
no precisos- que, aproximadamente, el 14,6% de la población total de Cuba
tendría probabilidades de ser contada como “rica” y el 51% como “pobre”.
Debido a la
imprecisión de los datos y el carácter aproximado del procedimiento de cálculo,
parece ser más adecuado identificar los porcientos de “ricos” y de “pobres” en
forma de intervalos, adoptando las cifras mencionadas anteriormente como los
posibles niveles máximos. De esa manera, pudieran ser “ricos” entre el
10% y el 15% de los ciudadanos, en tanto la pobreza pudiera abarcar entre el
40% y el 51% de la población.
En el caso del
nivel de pobreza estimado habría que considerar la posible presencia en Cuba de
un fenómeno bastante extendido en el mundo: la “elevación” temporal de un grupo
de “pobres” por encima de “la línea de pobreza”, cuyas probabilidades de volver
a “descender” a la categoría de “pobres” es relativamente alta. Usualmente se
explica por la inestabilidad de las fuentes de ingresos. Es un factor que
normalmente explica la conveniencia de adoptar intervalos en la cuantificación
de la pobreza, para poder dar cuenta de esa variabilidad.
En cualquier
caso, los intervalos antes mencionados son simplemente datos que sirven para
tenerlos como referencias posibles. Esa cuantificación aproximada no tiene
otras pretensiones.
¿Y las remesas
familiares?
El cálculo
anterior necesita ser examinado incorporando un importante factor que hasta
este momento no ha sido tomado en cuenta: las remesas familiares.
Como se sabe,
es un monto muy difícil de estimar. Una de las fuentes citadas con mayor
frecuencia ha estimado el monto de las remesas recibidas en 2017 en
3 575,3 millones de USD. Para ofrecer una comparación, esa cifra –en
caso de que fuese precisa- equivaldría a 89 382,5 millones de CUP, es
decir, 2,7 veces superior al monto total de la “remuneración de trabajadores”
registradas en las cuentas nacionales de Cuba (33 054 millones de CUP, en
2017). (11)
Durante años ha
existido un debate acerca de la cuantificación de las remesas cubanas, pero esa
es una discusión que no se aborda en este texto.
Me limito a
señalar tres factores que deberían ser considerados en cuanto a la conexión
entre las remesas y el tema de la riqueza y de la pobreza en Cuba:
- Existe
evidencia parcial que indica que la agregación de las remesas a la
economía familiar refleja un patrón de distribución desigual, que incluye
varias dimensiones de desigualdad, siendo tres de ellas potencialmente
importantes: distribución por lugar de residencia, género, y color de
piel.
- Las
remesas pudieran haber desempeñado un papel en el enriquecimiento absoluto
y relativo de un segmento de la población –grupo de los “nuevos ricos”-,
probablemente más acentuado en su función de inversión que de consumo (sin
minimizar esta última).
- Las
remesas pudieran haber funcionado como uno de los principales factores
compensadores de los niveles de pobreza derivados del insuficiente nivel
de ingresos que proviene de la distribución de los ingresos internos. Se
trata de transferencias que pudieran aumentar el ingreso disponible de las
familias que las reciben y que tendrían la capacidad de “elevar” por
encima de “la línea de pobreza” a un número de familias. En otros casos,
aun manteniéndose la clasificación de “pobre”, pudieran ayudar a reducir
la brecha que existe entre los ingresos y el nivel de gastos de consumo
familiar promedio.
Sin embargo, no
es posible tratar de cuantificar con precisión estos tres puntos. Además del
problema antes mencionado acerca de la estimación del monto absoluto de las
remesas, tampoco se dispone de datos sobre la distribución de remesas que
fuesen confiables y generalizables, a la vez.
Existen pocos
estudios de casos sobre el tema. En mi opinión, el más interesante es el realizado
por la Dra. Blanca Munster, del Centro de Investigaciones de Economía
Internacional (CIEM), publicado por CLACSO en 2014. Se trata de una
investigación basada en un número reducido de familias, en una localidad
determinada. Sus conclusiones no son directamente generalizables para describir
procesos a nivel nacional, pero se incluyen algunos elementos que pudieran
ayudar a comprender el proceso más amplio. Algunos elementos para considerar
son los siguientes (12):
- El valor
promedio mensual del monto de las remesas fue de 111 pesos cubanos
convertibles (CUC) en el caso estudiado.
- “Los
montos de las remesas son bajos y apenas cubren las necesidades
alimentarias, por lo que el hogar receptor no tiene muchas opciones para
diversificar su uso”.
- “El
estudio en el Consejo Popular de Santa Fe reveló la vulnerabilidad
económica que caracteriza en general a los hogares pobres receptores de
remesas, en especial los hogares de jefatura femenina. La excesiva
dependencia de las remesas de los hogares pobres provoca que, en caso de
disminuir o cesar los envíos, estos se sitúen en la escala de bajos
ingresos, con mayor afectación para los hogares de jefatura femenina, que
se sitúan en las escalas de menores ingresos”.
- “Las
remesas actúan como sustituto del ingreso con que las mujeres no cuentan o
que resulta insuficiente para satisfacer sus necesidades básicas.”
- “Las
mujeres viven situaciones de empoderamiento y desempoderamiento en los
hogares pobres receptores de remesas. Contar con recibir y gestionar las
remesas no supone decidir sobre su uso; las que reciben las remesas no
siempre tienen capacidad de decisión sobre su empleo, que con frecuencia
está principalmente definido por quien las envía”.
El punto que
deseo retener ahora es el relativo al posible impacto de las remesas en cuanto
a su potencial para “elevar” por encima de “la línea de pobreza” a una parte de
los ciudadanos cuyos ingresos “internos” los coloca por debajo de esa línea. Si
ello ocurriese de manera significativa, entonces habría que ajustar el estimado
del intervalo de pobreza anteriormente apuntado (entre el 40% y el 51% de la
población).
Como en muchos
otros aspectos abordados en este texto, no es posible cuantificar con precisión
ese impacto, a nivel de un promedio nacional. Adopto entonces el supuesto
–congruente con el dato empírico del estudio de caso antes mencionado- de que
no se trataría de un impacto significativo, en cuanto a “elevar” pobres por
encima de “la línea de pobreza”.
Por esa razón,
luego de considerar el posible impacto de las remesas, se mantiene el intervalo
de pobreza previamente identificado, que incluiría entre el 40% y el 51% de la
población.
Nota: Cálculos del autor.
Vale reiterar
que se trata de una estimación muy aproximada cuyo objetivo solamente es poder
hacerse una idea muy elemental sobre la posible cuantificación de la pobreza en
Cuba. Es, naturalmente, un intervalo discutible.
Como he
comentado más arriba, sería conveniente tratar de “balancear” el debate actual
sobre desigualdad en Cuba abordando los procesos que pudieran estar ocurriendo
en el “lado pobre” de la sociedad.
La singularidad
cubana del peso relativo de los salarios en el PIB
Existe una
regularidad bastante estable que suele acompañar las tendencias hacia el
incremento de la desigualdad en otros países: la reducción de la participación
del peso relativo de los salarios en el valor del Producto Interno Bruto (PIB).
No es simplemente una cuestión teórica. Es una evidencia apoyada en números
estudios empíricos sobre el incremento de la desigualdad en muchas partes de
mundo.
La relación
entre ambas variables se explicaría porque la mayoría de la población
-trabajadores asalariados en activo o en paro- recibirían una parte decreciente
del valor del PIB, o como se dice habitualmente, les tocaría una parte menor del
“pastel” económico. Es una situación que permite identificar con claridad un
grupo social de “perdedores” en el marco de tendencias hacia el aumento de la
desigualdad: los trabajadores asalariados.
Ese reducido
peso relativo de los salarios en el PIB se vería acompañado, paralelamente, por
un incremento del peso relativo de los ingresos de otros grupos sociales en el
valor total del PIB. Sería un caso nítido de concentración del ingreso nacional
en un grupo social (“ricos”), a expensas de otro grupo social (trabajadores
asalariados).
El primer
problema al que debe enfrentarse quien asuma que la concentración del ingreso
en Cuba pudiera explicarse porque los “ricos” han logrado apropiarse de una
parte creciente del ingreso nacional, es que la estadística oficial indica que
ha ocurrido exactamente lo contrario: el peso relativo del ingreso de los
asalariados en el PIB cubano ha crecido, no se ha reducido.
La
“remuneración de trabajadores” – uno de los indicadores de cuentas nacionales-
representaba el 33% del PIB en 2011, pero en 2016 esa cifra se había elevado al
36%. (13)
Es un dato que
obliga a hacer una discusión cuidadosa. Las proporciones indicadas no
significan que los ingresos de los “nuevos ricos” no hayan aumentado en
términos absolutos. Repito que, aunque no se haya divulgado la medición
detallada de ese fenómeno, los datos parciales hacen plausible asumir que ello
habría ocurrido.
Lo que no es
aceptable asumir es la tesis de que ese tipo de enriquecimiento hubiera
significado una modificación del patrón de distribución del ingreso nacional
entre “nuevos ricos”, como un grupo social compacto, y los trabajadores
asalariados, como otro gran grupo social. La estadística oficial no parece
apoyar esa tesis.
Naturalmente,
cabría hacer una discusión acerca de si la estadística oficial es adecuada,
pero ese es un tema que no abordamos aquí.
Salarios y
pensiones estatales: la evaporación del “medio” y el escalofriante encogimiento
de las pensiones
Los datos
macroeconómicos indican que no se ha “comprimido” la proporción del ingreso
nacional que va a los trabajadores asalariados, pero se asume que tanto la
pobreza como la desigualdad han aumentado, aunque no se divulgue públicamente
la medición precisa de estas.
Cabría pensar
entonces que -además de la polarización de una parte de los ingresos en el
segmento de los más “ricos”, como parecen indicar los datos parciales de la
ONAT- también pudiera haberse producido una modificación del patrón de
distribución de ingresos a otros dos niveles: a) dentro del grupo de los
trabajadores asalariados activos, y b) entre los asalariados y los pensionados.
A continuación,
se presentan dos gráficos que ilustran las diferencias que existían entre los
salarios promedios de los diferentes sectores de la economía en 2013 y 2016. Las
columnas representan el cociente entre los salarios medios sectoriales y el
salario promedio nacional, mientras que el área sombreada en color naranja
identifica el porciento que representa el número de trabajadores de cada sector
en el total de empleados estatales del país. (14)
Como los datos
de salarios se refieren a las entidades estatales y mixtas, mientras que los
datos de empleo se refieren al número de ocupados sin distinción de la forma de
propiedad y de gestión, ha debido efectuarse un ajuste con el propósito de
hacer relativamente compatibles las dos series de datos. (15)
En cada gráfico
se ha indicado en columnas de color azul el “espacio medio” de los niveles de
salarios, definidos como aquellos salarios sectoriales que se ubican en el
rango de cocientes de 0,95 a 1,05, es decir, con una variación de más/ menos 5%
respecto al salario promedio nacional.
Las columnas se
han ordenado en el gráfico de izquierda a derecha, en sentido descendente del
cociente de salarios.
Un punto a
tener en cuenta es que incluso el salario medio sectorial más alto (1246 CUP en
la industria azucarera en 2016) es muy inferior a la cifra de gasto de consumo
estimada para una familia (2220 CUP). Obviamente, existen trabajadores
individuales con ingresos mucho más elevados (salarios + estímulos), pero desde
la perspectiva de los salarios medios sectoriales no parece tener sentido hacer
referencia en Cuba a trabajadores “ricos”. En todo caso, se trataría de
trabajadores “menos pobres”.
En la
comparación de ambos gráficos hay varias observaciones que deben ser
destacadas:
- Tendencia
hacia la reducción del “espacio medio” de los salarios de las actividades
(niveles de más/menos 5% del salario promedio nacional), indicado por la
disminución de las columnas de color azul en 2016.
- Reducción
del porciento de los trabajadores en sectores ubicados en el “espacio
medio” salarial. En 2013 eran el 33,6% de la fuerza de trabajo estatal,
pero en 2016 la participación se redujo a 10,4%.
- Mayor
diferencia entre los salarios medios sectoriales en 2016, en comparación
con los de 2013. La representación de las columnas en el gráfico de 2013
es más “plana”, mientras que las columnas del gráfico de 2016 son más
“escalonadas”, con un incremento de la diferencia entre los salarios
sectoriales más altos y los más bajos.
- Tendencia
hacia una polarización de los salarios medios sectoriales, con un
ensanchamiento de los “extremos” en 2016. En ese año, comparado con 2013,
una mayor proporción de los trabajadores se ubicó en sectores con salarios
más alejados –por “arriba” y por “debajo”- del salario promedio nacional.
- Incremento
moderado del segmento de trabajadores potencialmente más “pobres”. Los
trabajadores ubicados en sectores con salarios promedios inferiores a los
del “espacio medio” eran el 36,7% de la fuerza de trabajo estatal en 2013,
pero ese porciento había aumentado hasta un nivel de 41,7% en 2016.
- Incremento
notable del segmento de trabajadores potencialmente “menos pobres”. Los
trabajadores ubicados en sectores con salarios promedios superiores a los
del “espacio medio” eran el 29,7% de la fuerza de trabajo estatal en 2013,
pero ese porciento había aumentado hasta un nivel de 47,9% en 2016.
- Se produjo
una interesante “permuta”. Por una parte, tuvo lugar una significativa
contracción relativa del salario de los trabajadores de la educación, el
sector que es el segundo empleador del país. De tener un salario sectorial
medio 10% superior al salario promedio nacional en 2013, la educación pasó
a tener en 2016 un salario sectorial que era 28% inferior al salario
promedio nacional. Por otra parte, se registró un incremento moderado del
salario del sector de la salud. De tener en 2013 un salario sectorial
medio aproximadamente 7% inferior al salario promedio nacional, el sector
de la salud –tercer empleador del país- pasó a tener en 2016 un salario un
10% superior al salario promedio nacional.
- El
desfondamiento relativo del salario medio de la actividad de educación
–donde trabajaban más de medio millón de personas en 2016- indica una alta
probabilidad de que se haya producido una reducción de la participación
relativa de los trabajadores de la educación en la distribución del
ingreso nacional.
¿Qué ha
ocurrido con el ingreso de los pensionados?
La tendencia
hacia el empobrecimiento relativo de los pensionados y su posible
“contribución” negativa a la desigualdad ni siquiera necesita ser comparada con
la dinámica de los “nuevos ricos”. La situación de los pensionados ha
empeorado, de manera notable y acelerada, inclusive cuando se compara con otro
segmento social en el que probablemente hay muchos “pobres”: los trabajadores asalariados.
El siguiente
gráfico ilustra claramente la situación.
Fuente: ONEI.
Anuario Estadístico de Cuba 2016. Tabla 7.4 – Salario medio mensual en las
entidades estatales y mixtas por clase de actividad económica y Tabla 7.14 –
Cantidad de beneficiarios de la seguridad social vigentes, pensión media y
altas concedidas. http://www.one.cu/aec2016/07%20Empleo%20y%20Salarios.pdf
Con los pocos
datos disponibles públicamente, el segmento de los pensionados –que eran
aproximadamente 1 millón 700 mil ciudadanos- parece ser, por amplio margen, el
grupo social que más rápidamente se ha empobrecido en Cuba en años recientes.
Si para poder
satisfacer el promedio de los gastos de consumo de una familia harían falta
ingresar 3 salarios medios (740 CUP), se necesitarían, en cambio, casi 10
pensiones medias (276,94 CUP).
Conclusiones
preliminares
- La
posibilidad de sostener un debate de calidad sobre la desigualdad social
en Cuba y sus temas afines –concentración y centralización de la riqueza,
pobreza, y polarización social- es directamente proporcional a la calidad
de los datos públicamente disponibles.
- Esa
posibilidad se encuentra seriamente limitada en la actualidad, lo cual
restringe el posible aporte de los ciudadanos a la valoración
participativa del diseño de importantes políticas económicas y sociales
que pudieran impactar sus vidas, en un momento en que oficialmente se
convoca al debate sobre el tema.
- La
ausencia de suficiente evidencia tiende a reemplazar el debate razonado
por elucubraciones intelectuales, arengas políticas y fárragos
doctrinarios.
- La vía
para resolver la carencia de datos confiables –hasta que quienes los
posean se decidan a diseminarlos- no debería consistir en esquivar el
plano del análisis y aumentar la cadencia retórica del debate, sino en
encontrar opciones para apoyar la discusión en una base mínima de
evidencias que, inclusive siendo estimaciones gruesas, pudiera encarrilar
un debate actual que parece estarse extraviando por los vericuetos de la
“nueva riqueza”.
- Parecen
existir suficientes indicios acerca de que probablemente sea más
importante y urgente discutir el impacto que sobre la desigualdad cubana
pudiera estar teniendo el empobrecimiento absoluto y relativo de segmentos
de los trabajadores estatales y de los pensionados, que ponerse a discutir
acerca de si un deportista o un músico “concentran” o “acumulan” riqueza.
- Para poder
hacer un debate de calidad sobre la desigualdad en Cuba convendría fijarse
con mayor atención en los procesos de penuria material que parecen
involucrar a algo más de la mitad de la población. Comparado con eso, lo
que tengan o dejen de tener los “nuevos ricos” pudiera ser un problema de
segundo orden. También hay que ocuparse de ese tema, sin duda, pero la
discusión sobre la pobreza debe tener preeminencia.
Notas
1 “La
desigualdad medida con otra “vara”: el índice de Palma”, El Estado como tal,
26 de abril de 2017, https://elestadocomotal.com/2017/04/26/la-desigualdad-medida-con-otra-vara-el-indice-de-palma/ ; “El mercado,
lo privado, y la desigualdad: del relato al dato”, El Estado como tal,
14 de junio de 2017, https://elestadocomotal.com/2017/06/14/el-mercado-lo-privado-y-la-desigualdad-del-relato-al-dato/ ; “La
concentración de la riqueza y los ingresos en Cuba: ¿tertulia o análisis?”, El
Estado como tal, 6 de marzo de 2018, https://elestadocomotal.com/2018/03/06/la-concentracion-de-la-riqueza-y-los-ingresos-en-cuba-tertulia-o-analisis/
3 Los datos
disponibles públicamente sobre la distribución de ingresos en Cuba son muy
limitados, pero por lo menos algunos datos “sustitutos” pueden obtenerse de
manera parcial. Los datos sobre la distribución de la riqueza son muchos más
difíciles de encontrar.
4 Articulo 26
de la Ley 113 “Del Sistema Tributario” de Cuba (2012)
5 Estimado
realizado por las doctoras Anicia García y Betsy Anaya, de la Universidad de La
Habana. “Gastos básicos de las familias cubanas urbanas dependientes de
salarios y pensiones: dinámica reciente”, ponencia presentada en el Seminario
Científico Anual del Centro de Estudios de Economía Cubana (CEEC), 15-16 de
marzo 2018 (en proceso de publicación). El texto presenta una versión
actualizada de estudios realizados anteriormente. Ver, “Gastos básicos de
familias cubanas pensionadas y salario-dependientes” revista Temas, n.
79: 89-94, julio-septiembre de 2014, http://www.temas.cult.cu/sites/default/files/articulos_academicos_en_pdf/Descargar%20art%C3%ADculo%20en_343.pdf
6 “Tienen la
obligación de presentar Declaración Jurada y liquidar el impuesto sobre
Ingresos Personales los trabajadores por cuenta propia que ejercen su actividad
dentro del Régimen General de Tributación, los artistas, creadores y personal
de apoyo del sector de la cultura, los comunicadores sociales y diseñadores de
la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales y las personas que laboran en
sucursales extranjeras y reciben gratificaciones”. Ver, Ledys Camacho Casado,
“El aporte fiscal a buen recaudo”, Opciones, 13 de enero de 2017, http://www.opciones.cu/cuba/2017-01-13/el-aporte-fiscal-a-buen-recaudo/ ; Hilia Tamayo
Batista, “Conozca más sobre la Declaración Jurada y el pago de impuestos en
Cuba”, Radio Rebelde (sitio web), 12 de enero de 2018, http://www.radiorebelde.cu/noticia/conozca-mas-sobre-declaracion-jurada-pago-impuestos-cuba-20180112/
7 Declaraciones
de Yamilé Pérez Díaz, jefa de la Oficina Nacional de Administración Tributaria
(ONAT) de Cuba. Ver, Ledys Camacho Casado, op.cit., y declaraciones de Miguel
Méndez Concepción, Director de Gestión de Recaudación de la ONAT, en Hilia
Tamayo Batista, op. cit.
10 En ambos
casos –pensionados y beneficiarios de la asistencia social- solamente se suman
las personas pues se están contabilizando como casos individuales. No se
multiplican por el tamaño promedio de una familia. Se sabe que algunos
pensionados pudieran disponer de fuentes adicionales de ingresos “internos”,
principalmente mediante el trabajo por cuenta propia, así como ingresos
“externos” por la vía de las remesas. Sin embargo, dada la imposibilidad de
contar con los datos necesarios, se ha asumido que –como promedio- ello no
“elevaría” a los pensionados por encima de la “línea de pobreza”. La definición
oficial (ONEI) de beneficiarios de la asistencia social es la siguiente:
personas miembros de núcleos familiares que reciben protección
a través de prestaciones
económicas, especies y/o servicios, porque
sus necesidades esenciales no estén aseguradas o que, por sus
condiciones de vida o salud, requieren de la misma. Ver, http://www.one.cu/aec2016/07%20Empleo%20y%20Salarios.pdf
13 Remuneración
de trabajadores: Equivale a los sueldos y salarios devengados por los
trabajadores, las dietas y gastos en viaje de trabajo, y la contribución a la
seguridad social. Ver, ONEI. Anuario Estadístico de Cuba 2016. Tabla
5.18 – Relaciones entre los principales agregados de Cuentas Nacionales
-Precios corrientes- http://www.one.cu/aec2016/05%20Cuentas%20Nacionales.pdf
14 La tabla 7.3
del Anuario Estadístico Nacional de Cuba de 2015 incluía 17 actividades
(sectores) en tanto que la misma tabla de la edición 2016 incluía 18
actividades (la pesca fue separada de la actividad de agricultura, ganadería y
silvicultura).
15 Los ajustes
intentan corregir las cifras de empleados totales por sector (que incluye todas
las formas de propiedad) para obtener un estimado de los trabajadores
estatales. Se ha eliminado totalmente de los gráficos la actividad de
agricultura, ganadería y silvicultura, asumiendo que la gran mayoría de los
trabajadores de esa actividad no son empleados estatales. Se descontaron
porcientos en el número total de empleados de cuatro actividades en las que se
asume que una parte significativa de los empleados son trabajadores privados:
a) “Comercio, reparación de efectos personales”, b) “Hoteles y restaurantes”,
c) “Transporte, almacenamiento y comunicaciones”, y d) “Servicios comunales,
sociales y personales”. En el caso de los datos para 2013 se asumió que el 30%
de los empleados de esos sectores eran trabajadores privados, y para el caso de
2014 la cifra fue de 40%. Esos porcientos fueron descontados del número de
empleados totales de cada una de esas actividades en las series de ambos años y
se obtuvo así un estimado de los trabajadores estatales de esas actividades. La
multiplicación del número de trabajadores estatales ubicados en sectores con
salarios inferiores al salario medio nacional por la cifra de 2,9 (tamaño
promedio de una familia cubana) asume una composición familiar que tiene como
única fuente de ingreso un salario estatal y no considera a los pensionados
como parte de esos núcleos, pues estos se contabilizan aparte. Quizás no sea
necesario aclararlo, pero de todos modos lo hago: Estos gráficos no reemplazan,
de ninguna manera, los clásicos gráficos de distribución del ingreso
(utilizando quintiles o deciles de población y hogares). Dada la falta de los
datos necesarios para construir gráficos de distribución del ingreso, lo que se
ha hecho en este texto es visualizar la manera en que los distintos niveles de
salarios sectoriales se asocian con el tamaño del empleo relativo de esos
sectores. El gráfico no permite explicar una distribución del ingreso, pero
facilita la identificación de áreas donde el empobrecimiento relativo pudiera
estar impactando un número grande de trabajadores y donde, por tanto, cabría
esperar un probable efecto en el patrón de distribución del ingreso nacional.
El caso señalado sobre el sector de la educación sería un ejemplo de lo
anterior.