Por Pedro Monreal
18 de marzo de
2019
Hace unos días
hice referencia a la importancia de leer la prensa provincial para poder
entender incongruencias macroeconómicas en Cuba. Vuelvo sobre el tema, esta vez
con un artículo del periódico Sierra Maestra, en su edición del pasado
15 de marzo. (1)
El artículo
parece esencialmente anunciar una menor tolerancia de la Aduana de la República
respecto a las mercancías “no comerciales” que los viajeros -principalmente los
cubanos-ingresan al territorio nacional en su equipaje.
La nota
periodística afirma que se trata de una indicación expresada por el Primer
Vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros durante un intercambio
con los trabajadores de la Aduana General de la República en la provincia de
Santiago de Cuba.
La razón que el
artículo invoca es que esas mercancías se ofertan en un mercado que parece
asumirse que no es solamente “ilegal” sino que también es superfluo.
Como era
predecible, el artículo ha suscitado interés y polémica, pero no abordaré aquí
el tema en extenso. Me limitaré a señalar dos aspectos:
- La
incoherencia de la proposición que el artículo le adjudica a la dirección
provincial de la Aduana en el sentido de que la existencia de un mercado
interno con alta demanda de mercancías importadas estimula el mercado
“ilegal”, y
- La falta
de evidencia respecto a la noción acerca de que las llamadas
“importaciones no comerciales” nutren un mercado superfluo que debería ser
suprimido porque esas necesidades pueden ser satisfechas en los mercados
internos formales.
Son las
políticas, no el mercado
Establecer una
cadena de causalidades exige coherencia lógica en la explicación de los
problemas de la demanda en Cuba, algo que no se refleja precisamente en la
proposición atribuida a la dirección provincial de la Aduana.
Las
importaciones representan un porciento relativamente alto de muchos bienes
comercializados en Cuba, incluyendo los de consumo básico, y de eso no escapa
hoy ni el azúcar.
Las razones
pueden ser diversas, siendo una de ellas la reducción que ha experimentado la
capacidad productiva nacional para generar la oferta de muchos productos. Una
capacidad que no se recupera con exhortaciones, sino que requiere inversión y
una tasa de cambio muy diferente a la “gran ficción” actual de un tipo de
cambio oficial que equipara el peso cubano (CUP y el dólar estadounidense.
En principio,
la demanda de mercancías de un mercado lo que hace es estimular la oferta. Si
la demanda no puede ser cubierta por la producción nacional debido a su falta
de capacidad, entonces se produce una brecha entre la oferta y la demanda que,
hipotéticamente, pudiera ser resuelta mediante una oferta generada en el
exterior.
Asumiendo que
hubiese posibilidad de pagar las importaciones, pudieran ocurrir dos cosas: la
oferta procedente desde el exterior permite cubrir totalmente la brecha, o la
oferta procedente desde el exterior solamente permite satisfacer parcialmente
la brecha y entonces quedaría insatisfecha un porciento de la demanda.
A nivel de la
macroeconomía, los conceptos relevantes para un análisis de ese tipo son:
oferta, demanda, producto nacional, e importaciones.
Lo del mercado
“ilegal” es otra cosa. La legalidad o la ilegalidad del contexto en que se cierra
una brecha macroeconómica depende de las políticas económicas que se adoptan y
del marco jurídico que las acompaña. Son un asunto de las políticas.
Un mercado
interno con alta demanda de mercancías importadas no causa directamente un
mercado ilegal. No conozco teoría económica alguna que explique esa presumible
causalidad.
Si desde la
política se adopta un enfoque estrecho de legalidad para cerrar la brecha entre
oferta y demanda, entonces lo que indica la experiencia de miles de años de
historia en la gestión de mercados es que los mercados “ilegales” (a veces
tolerados y otras combatidos) van a tender a aparecer y funcionar, con
independencia de lo que los políticos piensen sobre esos mercados.
La principal
razón por la que se considera en Cuba que las importaciones “no comerciales”
surten un mercado “ilegal” consiste en que previamente se le ha adjudicado la
etiqueta de “ilegal” a una parte de los mercados gestionados por el sector
privado.
Si las
regulaciones ofrecieran cabida legal al sector privado en la satisfacción de la
parte de la demanda que hoy no es cubierta por la producción nacional, o que de
manera incompleta intenta ser satisfecha por las importaciones del sector
estatal en un entorno de suministro incierto y con precios que no se corresponden
con la calidad, entonces no serían “ilegales” los mercados en los que el sector
privado trata de contribuir a establecer el equilibrio entre demanda y oferta.
Resumiendo, un
mercado no es “ilegal” como resultado de un desbalance macroeconómico. Un mercado
es “ilegal” como consecuencia de una decisión de la política con la que se
intenta gestionar un desbalance macroeconómico.
En Cuba las
personas no pueden satisfacer una serie de necesidades en los mercados formales
Si bien la
presumible “ilegalidad” de un mercado tiende a reflejar un “sentir” político,
la condición de mercados superfluos no es una cuestión de opinión sino de la
manera en que un mercado contribuye a satisfacer una demanda en el plano real.
Es decir, es un asunto perfectamente cuantificable. Hay datos que evidencian
muy rápidamente cuando un mercado es superfluo y cuando es necesario.
Para explorar
el tema, tomemos como muestra concreta dos productos que “viajan” con
frecuencia en el equipaje que entra a Cuba: el jabón de tocador y la ropa
interior. Son dos productos que satisfacen necesidades básicas.
Para empezar,
se trata de productos cuyos datos más recientes indican una participación
minoritaria de la producción nacional en el total de las ventas.
En 2017, la
producción nacional de 20100 toneladas de jabón de tocador representaba
aproximadamente el 27% de las toneladas de jabón vendidas en Cuba. (2)
En ese mismo
año, la producción de 5,6 millones de artículos de ropa interior representó
apenas el 21,5 del total de los artículos de ropa interior que fueron vendidos
en el país. (3)
Pero no se
trata solamente de que la producción nacional sea notablemente insuficiente
para satisfacer las necesidades, sino que las ventas en el mercado formal
minorista (incluyendo las importaciones) también son insuficientes respecto a
lo que razonablemente pudiera considerarse como un nivel adecuado de
satisfacción de la demanda.
Considerando la
población masculina de 5,58 millones y la femenina de 5,63 millones registrada
en 2017, las ventas de ropa interior masculina no llegaban a cubrir dos
artículos per cápita cada año, y las ventas de ropa interior femenina no
alcanzaban a cubrir tres artículos anuales por persona. (4)
¿Pueden ser
consideradas esas cifras per cápita como un nivel adecuado de satisfacción de
las necesidades de ropa interior de la población cubana?
De hecho, para
estas dos categorías de productos (jabones y ropa interior) el problema no se
limita a los insuficientes niveles actuales que se registran tanto en la
producción nacional como en las ventas totales en los mercados formales. Otro
problema importante es que la oferta minorista se ha reducido en los últimos
años.
Acudiendo a la
prensa provincial, esta vez de hace cinco años atrás, es posible comprobar la
notable insuficiencia que, de manera prolongada, han tenido los mercados
formales para satisfacer la demanda de jabón de tocador.
En 2014 las
ventas nacionales de jabón de tocador eran superiores al nivel de las ventas de
2017, pero entonces un artículo publicado en el periódico Escambray del
2 de abril de 2014 informaba que la demanda provincial estimada por el Grupo
Empresarial de Comercio de Sancti Spíritus era de 12 millones de unidades de
jabón de tocador para ese año, pero que solamente estaba en vías de asegurarse
aproximadamente la mitad de esa demanda, lo cual representaba un per cápita de
13 jabones de tocador por habitante de la provincia en el año, es decir,
aproximadamente una “pastilla” de jabón por persona al mes. (5)
Naturalmente,
la situación no es homogénea en todas las provincias, pero esos datos ofrecen
una idea clara de las limitaciones de los mercados formales para asegurar
niveles adecuados de consumo per cápita de ese producto.
La notable reducción
de las ventas minoristas de jabón de tocador en 2017 significa que hoy existe
una situación peor que la que había en 2014.
¿De veras
pueden las personas cubrir necesidades básicas como estas en el mercado interno
formal?
Si alguien
desea sostener ese argumento, entonces debería ofrecer datos distintos a los
que informa la estadística oficial.
Si a lo que se
aspira es a establecer mecanismos que contribuyan al bienestar mediante la
satisfacción de necesidades, ¿por qué no se aplican políticas económicas que
favorezcan la reducción de las brechas entre oferta y demanda en una amplia
gama de productos básicos, de la manera más expedita posible y al menor costo
para el consumidor?
¿Resulta tan
difícil apreciar que las importaciones privadas de mercancías “no comerciales”
son un factor positivo para cerrar brechas entre oferta y demanda que, en
muchos casos, los mercados formales hoy no pueden resolver?
Serían un
componente macroeconómico positivo, de la misma manera en que las remesas
privadas también son hoy un factor conveniente para los ingresos de una parte
de la población, complementando la insuficiencia de salarios y pensiones.
Cuando los
economistas necesitan acudir a conceptos de la psicología
Un tema como
este inevitablemente recuerda la manera en la que los economistas deben acudir
ocasionalmente a otras ciencias para tomar “prestados” algunos conceptos que
permitan comunicar sintéticamente algunas situaciones.
En ese sentido,
no es infrecuente la utilización del término “pensamiento mágico” cuando tratan
de explicarse situaciones de política económica en las que parecería que se
asume que el mero hecho de pensar en ciertas cosas puede resultar en la
ocurrencia de esos eventos.
¿Existen datos
“duros” que hagan creíble la idea de que la oferta de “mercancías no
comerciales” que se eliminaría mediante restricciones administrativas pudiera
ser compensada con incrementos de producciones nacionales y de importaciones
“comerciales”? ¿Dónde están los millones de dólares de inversión y de capacidad
de importación estatal adicional que se necesitarían para que ello ocurriera?
Optimizar los
beneficios macroeconómicos de las importaciones de mercancías “no comerciales”
no requiere un esfuerzo particularmente difícil. El espacio político está
contenido en el documento de la Conceptualización y la posibilidad de adoptar
un nuevo marco legal favorable para comercializar esas mercancías ha sido
facilitada por la reforma constitucional.
Conviene
prestar atención a la evidencia y no al “pensamiento mágico”.
Notas
3 Ibidem.