NUEVA YORK – La política nacional en Estados Unidos se ha vuelto esclava de indicadores macroeconómicos que tienen poca relación con el bienestar real. Para muchos comentaristas, la instantánea de una tasa de crecimiento del 3,2% durante el primer trimestre de 2019, combinada con una caída del índice de desempleo al 3,6% en abril, implica la reivindicación de las políticas económicas del presidente Donald Trump y, según algunos, aumenta sus chances de reelección.
Pero esta interpretación no tiene en cuenta lo que estos indicadores no miden. Y lo que no miden es lo que realmente importa a la opinión pública.
En su defensa de la rebaja impositiva de 2017, a la que le atribuye un 1,1% más de crecimiento anual del PIB en 2018‑2019, el economista de Harvard Robert J. Barroescribe: “Doy por sentado que un crecimiento económico más rápido es mejor que un crecimiento económico más lento” porque “millones de personas se benefician de tasas de crecimiento más altas, que suelen estar acompañadas por mayores salarios y menor desempleo, lo que ayuda especialmente a los menos favorecidos”.
Pero siempre es mejor no dar nada “por sentado”. Ya que es un firme creyente en la racionalidad de la gente, Barro debería considerar lo que la gente dice en realidad. Según la última encuesta de Gallup, el 40% de los estadounidenses aprueba la rebaja impositiva de 2017, contra un 49% que la desaprueba; una valoración neta negativa confirmada por varias otras encuestasrecientes. La opinión pública ve más allá de una mejora temporal del gasto y se preocupa por el aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza y por el creciente déficit fiscal. Siguiendo a Barro (a través de Ricardo), lo más probable es que prevean futuras subas de impuestos.
El rechazo continuado a la rebaja impositiva no es la única señal de descontento popular; hay otras incluso más notorias. El país está dividido a partes iguales en su valoración de la situación económica general; una mitad la describe como “excelente” o “buena” y la otra mitad como “regular” o “mala”. Un 49% de los estadounidenses cree que la situación económica está mejorando, mientras que el 50% considera que está empeorando o se mantiene igual. En términos generales, sólo el 31% está satisfecho con el rumbo del país, y el 67% está insatisfecho.
Los indicadores macroeconómicos no expresan todos los aspectos de la calidad de vida. Por ejemplo, pese a la expansión de la economía estadounidense en años recientes, el país padece una crisis de salud pública en aumento. Estados Unidos tuvo dos años consecutivos de reducción de la expectativa de vida, en 2016 y 2017; fue la caída consecutiva más larga desde la Primera Guerra Mundial y la posterior epidemia de gripe. Pero la caída actual obedece a la desesperación, no a la enfermedad. Los índices de suicidio y las sobredosis de opioides están en alza.
Otra epidemia alarmante que no aparece en el PIB o en los índices de desempleo es el enorme aumento de la ansiedad de los estadounidenses. Gallup lo expresó de este modo: “Pese al éxito de la economía, el año pasado más estadounidenses estuvieron estresados, enojados y preocupados que durante la mayor parte de la década pasada. Cuando se les pregunta cómo se sintieron ayer, en 2018 la mayoría de los estadounidenses (55%) dijo haber experimentado estrés durante gran parte del día, casi la mitad (45%) dijo haber sentido gran preocupación, y más de uno de cada cinco (22%) dijo haber sentido mucho enojo”. En 2018, la tríada estrés‑preocupación‑enojo llegó a un triple máximo decenal en Estados Unidos, que durante ese año fue el séptimo país más estresado del mundo, menos que Grecia, Filipinas e Irán, pero más que Uganda, Turquía y Venezuela.
Estas medidas de estrés se condicen con otro hallazgo notable: la felicidad declarada de los estadounidenses también disminuyó en 2018. Ante la pregunta de Gallup de cómo calificarían su vida en una escala de cero (pésima) a diez (óptima), la respuesta promedio de los estadounidenses en 2018 fue 6,9, contra 7,0 en 2017 y 7,3 en el período 2006‑2008. A pesar del aumento del PIB per cápita, la satisfacción declarada con la vida disminuyó durante la década pasada. En 2018, Estados Unidos quedó en 20.º lugar en el Informe Mundial de Felicidad, y en la mitad inferior de los países de la OCDE (en 2016‑2018 estaba en el 19.º lugar).
Incluso en sí mismos, los datos referidos al PIB y al nivel de empleo son menos impresionantes de lo que dan a entender los titulares. Por ejemplo, el crecimiento del PIB durante el primer trimestre muestra un aumento de inventarios, que puede ser presagio de una desaceleración del crecimiento de la producción en los próximos trimestres. Y en cualquier caso, sólo es una estimación preliminar. Asimismo, aunque una baja del desempleo es indudablemente alentadora, parte de la caída informada en abril refleja una reducción de la fuerza laboral. Sobre todo, la tasa de empleo sigue muy por debajo de su máximo anterior. El índice de empleo de la población civilen abril de 2019 estuvo en el 60,6% de la población en edad de trabajar, cayendo desde el máximo anual del 64,4% en 2000. El bajo nivel actual de la tasa de desempleo en Estados Unidos se debe en buena medida a que muchos estadounidenses mal remunerados salieron de la fuerza laboral.
Una mayoría de los estadounidenses no están felices con el rumbo de su país ni son tan ingenuos como para pensar que la rebaja impositiva de 2017 es una solución a sus males. A diferencia de muchos macroeconomistas, la gente sabe que la vida es mucho más que un aumento a corto plazo del crecimiento del PIB o una caída temporal de la tasa de desempleo. Estos indicadores son en el mejor caso una foto borrosa que no tiene en cuenta el futuro, ni el reparto desigual de los resultados, ni el alto y creciente nivel de ansiedad de los estadounidenses que conviven con una atención médica demasiado cara, deudas estudiantiles inmensas y falta de protección laboral. Tampoco tienen en cuenta la reducción de la expectativa de vida y la carga creciente de abuso de sustancias, suicidios y depresión.
Es hora de que los economistas, los analistas y los políticos adopten una mirada holística de la vida en estos tiempos y se tomen en serio los cambios estructurales a largo plazo necesarios para resolver las diversas crisis que aquejan a Estados Unidos y muchos otros países: de salud, de desesperación, de desigualdad y de estrés. Los ciudadanos estadounidenses, en particular, deben reflexionar sobre el hecho de que en muchos otros países la gente se siente más feliz y menos preocupada, y vive más años. En general, los gobiernos de esos países no están rebajando impuestos a los ricos y recortando servicios al resto. Atienden al bien común, en vez de beneficiar a los ricos y señalar estadísticas económicas ilusorias que ocultan más de lo que muestran.
Mediante ponencias, conferencias y talleres, reconocidos especialistas analizaron estrategias para incrementar la satisfacción de los turistas e incrementar los ingresos de ese sector, clave para la economía nacional, durante la segunda jornada de la II Convención de Comercio Cuba 2019.
Maité Rodríguez, de la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana, explicó el contexto en que se desarrolla el sector, marcado por la hostilidad de Estados Unidos contra Cuba.
Recientemente Washington activó el Título III de ley Helms-Burton, acápite permite a nacionales estadounidenses demandar ante la justicia de ese país a personas y entidades, incluso de terceros países, que inviertan en el territorio cubano en propiedades nacionalizadas tras el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.
Rodríguez destacó el significativo crecimiento en los últimos años del turismo de crucero en el Caribe, y en especial en Cuba.
Al respecto, precisó que la mayor de las Antillas tiene condiciones favorables para desarrollar ese segmento de viaje y en ese sentido resaltó que las autoridades cubanas impulsan desde hace un lustro un programa para estimularlo. Según datos oficiales, en 2018 arribaron al país unos 850 mil cruceristas en 25 barcos pertenecientes a 17 compañías.
Por su parte, Danay M. Bulnes, también de la Facultad de Turismo, se refirió a la calidad y la necesidad de un encadenamiento productivo.
Durante la jornada se abordaron temas como los procesos de marketing y diseño, la mercadotecnia y la cocina cubana como producto turístico.
Al cierre del primer cuatrimestre llegaron a Cuba un millón 928 mil 478 viajeros para un alza del siete por ciento acumulativo y este 6 de mayo se notificaron dos millones, 12 días antes comparado con las estadísticas de 2018.
Las autoridades esperan este año superar por primera vez en la historia la barrera de los cinco millones de visitantes.
A la manera de las leyes-hipótesis de gravitación universal, el espacio-tiempo de lo económico-político se expande y contrae con el peligro de ocasionar un bing-bang social, ante el cual es preciso concretar ideas, más allá de las intenciones de los discursos y las generalidades.
El propósito de estas muy breves notas es el de compartir ideas que pueden instituirse como nodos esenciales en la realidad de nuestro tiempo socioeconómico-político nacional (que difiere del tiempo de la realidad y las necesidades emergentes cotidianas) –con las urgencias que se requieren–; lo que, incluso, puede tener repercusiones internacionales positivas que aporten a modelos de socialismos posibles, sin comprometer los ideales solidarios y emancipatorios a los que se pudiera aspirar.
2019. El mundo en que vivimos. Asamblea nacional, leyes, sanciones imperiales
Cualesquiera que sean nuestros ideales y expectativas de desarrollo social, no podemos obviar que vivimos en un mundo complejo, contradictorio y plagado de tensiones entre intereses hegemónicos y luchas libertarias. En nuestro caso, 2019 se presenta bajo la amenaza y realidad de profundización de las medidas económicas imperiales de aislamiento (y si les fuera posible, aniquilación) del sistema social a construir, a pesar de los pesares, de las limitaciones, avances y errores internos. Se anuncian más restricciones al envío de remesas y limitación de viajes de cubano-americanos al país, sanciones a barcos petroleros, países y empresas que negocian con Cuba. En definitiva, se apuesta por el ahogo total.
Frente a este campo de restricciones, hay ejemplos –poco conocidos en sus detalles- de otros países que experimentan modelos de “socialismo orientado al mercado” (VietNam y China), de los cuales habría que extraer las experiencias positivas y evitar los posibles desvíos hacia el capitalismo y el consumismo.
La tercera sesión extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que tuvo lugar en la primera quincena de abril de este año, fue elocuente en la visión de apertura al desarrollo local endógeno, al aprovechamiento de las posibilidades y potencialidades internas, la colaboración entre conocimiento y práctica en todos los sectores de desarrollo, los encadenamientos productivos necesarios entre formas estatales y no estatales para el desarrollo territorial y nacional, la necesidad de inversión (extranjera, como complemento económico y renovador tecnológico), la proyección de los sectores de desarrollo prioritarios y otros asuntos clave para el país.
Es imposible obviar las condiciones del contexto actual. Se requiere nuevas medidas audaces, que no pueden esperar los textos completos de las leyes. Recordemos el verano de 1994 y las disposiciones que reflotaron al país (liberación del dólar, mercados campesinos y tiendas de divisa, entre otras).
Muchas de las medidas requeridas se regularían con el establecimiento de leyes precisas que esclarezcan límites y posibilidades en diversos campos pendientes: electoral, empresarial y sus encadenamientos, autonomía municipal, inversión extranjera (y nacional), explicitación del campo de derechos civiles, asociaciones y participación popular democrática, por ejemplo.
Parece existir conciencia en los medios oficiales de la urgencia de esas leyes para impulsar la aceleración que el país necesita, pero no es seguro que podamos esperar por ello, al observar y participar de las carencias que se van produciendo en el día a día de la vida de la población.
A partir de estas generalidades, pasemos a las realidades y posibilidades actuales. Aunque cada aspecto tendría que tener una argumentación adecuada y dilemática –tema pendiente para otros trabajos–, nos limitaremos en este espacio a una descripción-interrogación sinóptica para su profundización y debate posterior sobre las disímiles orientaciones y perspectivas posibles.
El socialismo posible y las urgencias-consecuencias inevitables
Como formación económico-social transicional en las nuevas condiciones de contextos diversos y complejos, el socialismo tiene rasgos distintivos. Estos incluyen:
Economía social multiactoral (diferentes formas de propiedad y gestión, con predominio de formas públicas y cooperativas reales –basadas en sus valores y principios internacionales–, con control de la sociedad civil), de carácter solidario y redistribución social de las riquezas.
Participación ciudadana en las decisiones a todos los niveles empresariales, de la economía y la política, en escala territorial y nacional.
Algunas afirmaciones:
En la presente etapa epocal persistirían relativas desigualdades socioeconómicas, aunque se proyecten normas de equidad social.
Una economía social balanceada, multiactoral y solidaria velaría por la atención a los sectores vulnerables, garantizando calidad de vida a nivel digno. Ello requeriría profundizar, desde la educación temprana, en los principios de la economía social solidaria aplicados –según el caso- a todas las esferas económicas y formas de gestión y propiedad.
Las urgencias económico-financieras del país, para mantener un nivel mínimamente aceptable para todos, exige de flexibilidades en el campo económico y organizativo social, lo que inevitablemente dotaría de realismo contextual a la utopía realizable de futuro, sin ceder a las tendencias de las lógicas pro-capitalistas. Esto requiere de medidas de mercado participativas y redistributivas, que apalanquen los incentivos y balanceen, en lo posible, las desigualdades sociales y los procesos de enajenación del trabajo.
Realidades, limitaciones y utopías en la visión socioeconómica-política. Equidad y desigualdad social real
En el país existen condiciones primarias –o de partida– desiguales en distintos sectores sociales. Esto ha sido parte del funcionamiento de la sociedad real, a pesar de normas e ideales excesivamente utópicas de homogeneización social. Si bien los servicios fundamentales (salud, educación, seguridad social) están garantizados para todas las personas –aunque un análisis cualitativo diferencial pudiera resultar imprescindible–, en algunos sectores se han generado montos de riqueza distantes de los de la mayoría de la población, debido a la inserción ineludible en el mundo global. Esto no solo tiene que ver con el tema discutido de la concentración de la propiedad en el campo económico.
La realidad de niveles de desigualdad social realmente existentes está dada por diferentes razones; una de ellas, vivimos en un mundo global con normas diversas; en otros casos, se debe a la habilidad o la evitación de canales normativos formales. De cualquier manera, no se puede comparar el nivel medio de ingresos y de calidad de vida de la población con: campesinos ricos, el mundo artístico con posibilidades de contrato en el exterior, emprendedores con apoyo de capital financiero o patrimonial familiar o del exterior, trabajadores en el sector turístico o mixto, trabajadores informales, comercializadores de mercancías del exterior, entre otros, sin contar a quienes lucran con el mercado negro de divisas.
Por tanto, la sociedad puede trazar una perspectiva de equidad social pero, en las presentes condiciones, se mantienen cotas de desigualdad inevitables. Sería oportuna la famosa pregunta de Lenin: ¿qué hacer?:
¿Mantener un sistema de limitaciones a la inversión nacional en sectores productivos de esos actores con posibilidad financiera?, ¿coacciones y represión a la actividad personal o emprendedora privada, cooperativa y otras?, ¿o admitir su realidad y optar por su potenciación (con normas redistributivas apropiadas) para la aplicación de sus riquezas a la economía social?
Las regulaciones flexibles y potenciadoras permitirían el aprovechamiento del mercado sumergido real y la utilización de las riquezas acumuladas por las personas, emprendedores y otras, que podrían ser beneficiosas a las necesidades de inversión social, facilitarían el proceso de unificación monetaria imprescindible, el empleo y la producción social. En definitiva, contribuirían al avance socioeconómico del país.
Visión de complejidad social y diversidad de la “realidad real”
De lo anterior se desprende que coexisten en las sociedades actuales una creciente diversidad de percepciones y posicionamientos desde diferentes perspectivas y situaciones existenciales de sectores sociales.
Entender esto desde una proyección de complejidad conecta el enunciado oficial sobre la necesidad de “cambiar la mentalidad” a una contextualidad conformada por tensiones en todos los planos vitales. Tal situación deriva en cuestiones dilemáticas y desafiantes que, al asumirlas en sus contradicciones posibles en escenarios de probabilidad incierta, requieren de aclaración de las visiones de futuros posibles, pero afines a los ideales proclamados de una sociedad socialista de progreso, sostenible, próspera y democrática.
Los procesos generados tienen sus propias formas de “auto-organización”, que muchas veces escapan a las ideas originales o las normas implantadas, buscan su acomodo a las nuevas realidades con formas propias (ecología de la acción), unas veces contribuyendo a la sociedad adecuadamente, otras de manera disfuncional.
Desde la perspectiva de la complejidad, la sociedad –en cualquiera de sus subsistemas o escalas de relaciones institucionales y cotidianas– es un sistema interconectado en el que:
• Se manejan contextos de incertidumbre relativa y, por tanto, requieren rupturas de esquemas y previsión de escenarios probables –y otros menos previsibles, pero actuantes–, que implican gran capacidad de anticipación e innovación organizativa social. Por ejemplo, requerimientos de la concepción de la autonomía del municipio y sus consecuencias de todo tipo para el país; consecuencias del desarrollo vs. regulaciones de pequeñas y medianas empresas (pymes) privadas; impactos de la desconexión relativa de los principios cooperativos en la implementación de nuevas formas socioeconómicas, entre otras variantes.
• Los subsistemas sociales tienen una conexión con el sistema total y no operan aisladamente en él, pero también le imponen sus marcas o prácticas, con funcionamientos recursivos. Tales son los casos de prácticas autoritarias en el sistema familiar e instituciones de la sociedad y sus consecuencias en niveles meso-macro-sociales y a la inversa; o los impactos sociales negativos-positivos de la informalidad como forma de “resolver” o “luchar” por la sobrevivencia o el lucro.
• Lo que ocurre en una esfera –como la económica– es causa y, a la vez, consecuencia de lo que se plantea en otras esferas: jurídica, ideológica, prácticas cotidianas, subjetividad social. Por ejemplo: disfunción social por la naturaleza de nuevos tipos de relaciones sociales, la diferencia de ingresos en sectores privados y estatales y sus posibles consecuencias para la formación de una conciencia social individualista o capitalista, en contraposición a la conciencia solidaria.
• Los procesos generados tienen sus propias formas de “auto-organización”, que muchas veces escapan a las ideas originales o las normas implantadas, buscan su acomodo a las nuevas realidades con formas propias (ecología de la acción), unas veces contribuyendo a la sociedad adecuadamente, otras de manera disfuncional. Ejemplos: las modalidades, distorsiones, mecanismos y variantes empleadas en algunas nuevas cooperativas, pymes privadas; e incluso, la vieja tradición de funcionamiento restrictivo-directivo de las empresas estatales y sus mecanismos de “filtración” de recursos; o las formas asociativas emergentes –no previstas– entre actores no estatales vinculados a proyectos comunitarios.
• La “dialogicidad o complementariedad posible” entre procesos opuestos, que permiten ciertas formas de convivencia adaptativa al modelo deseable. Son los casos del sector público y el sector privado en la economía en sus posibles alianzas para el desarrollo socio-económico del país, con apertura de sus potencialidades en un marco regulatorio-valorativo de solidaridad social para la contribución al desarrollo local.
Entre otras características de los procesos de la complejidad social, estas presentan situaciones inesperadas o interconectadas, autoorganizadas, que necesitan de su interpretación en el alcance posible de los proyectos de transformación social en la gestión de las políticas públicas.
Esa perspectiva desde la complejidad propiciaría también la claridad acerca de que los “problemas objetivos” no están separados de los “problemas subjetivos”. Aun cuando los primeros se deban a cuestiones ajenas a la voluntad de los actores (intervenciones externas, procesos de la naturaleza y otros), siempre su “asimilación” y “afrontamiento” estriban en la capacidad de los individuos y actores sociales.
Por ejemplo: la trama relacional de diferentes dimensiones de procesos sociales –organizacionales, prácticas cotidianas, subjetividades– involucradas en la transformación para el desarrollo implica (según varios autores): trascender la visión del territorio –físico, tangible, demarcable en términos geofísicos– y alcanzar la territorialidad compleja, subjetiva y abierta a opciones.
Así, una comprensión habitual de territorialidad puede comprenderse como: una noción conceptual que refiere al territorio como totalidad social diversa, como espacio social agenciado, construido y reconstruido a partir de las prácticas de las distintas agrupaciones humanas, sus modos de existir y sus formas simbólicas, ideológicas, emocionales e interpretativas, desde cuyas dinámicas se generan nudos, redes y conexiones sociales, espacio-tiempos e historias diversas que cohabitan dentro de un mismo territorio geofísico y político. O sea, se trata de considerar la “realidad real” en todas sus dimensiones contradictorias y actuantes.
Esto ilustra el hecho de que no siempre las perspectivas derivadas de la situación externa o de las restricciones económicas, financieras o materiales, en sentido general, se expliquen solo por sí mismas, sino que dependan del enfoque subjetivo de actores sociales que diseñan y aplican políticas públicas, asumen o no los retos que plantea una situación-problema determinada, como en el caso de nuestra situación social actual. De manera que un enfoque complejo de planteos de alternativas, unidad y contraposición de contrarios, en búsqueda de un balance sociopolítico y económico favorable, podría ser diseñado.
De eso trata el próximo punto, desde una perspectiva abierta a la problematización y deliberación, con una aspiración constructiva de la actualidad socioeconómica del país.
Potencialidades de ingresos e inversión en divisas (a manera de listado de interrogantes sobre oportunidades a profundizar y fomentar o regular), ¿sería posible?:
• Destrabar el desarrollo de fuerzas productivas de las formas no estatales y personas con recursos económicos: abrir la importación-exportación de bienes con sus propios recursos financieros (lo que, de hecho, en la “realidad real” se hace por diferentes vías y de forma limitada y no afecta los fondos del Estado); posibilitar inversiones de esos sectores en combinación con empresas estatales y otras, en encadenamientos en redes de valor priorizadas –algo ya abordado en la nueva Constitución y por el presidente Díaz-Canel en varias oportunidades, sobre todo la última Asamblea Nacional.
• Esto podría hacerse en condiciones competitivas para evitar, en lo posible, la apertura de filiales de emprendedores en el exterior –dadas las limitaciones nacionales–; o, de lo contrario, gravarlas impositivamente y legalizarlas.
• Lo anterior valdría para todos los sectores poblacionales que cuentan con recursos de acumulación (como los mencionados antes), sin pretender una justificación precisa de sus procedencias –salvo corrupción y lavado de dinero sucio–, que ha ido ocurriendo por diversas vías incontrolables. O sea, tocar la “realidad real” sin enfatizar al detalle en sus orígenes diversos, ante la urgencia de la situación, lo que se puede ir regulando paulatinamente.
• Ello plantearía ordenamientos económico-financieros-jurídicos para la redistribución de la riqueza social (pudiera ser en escalas impositivas más beneficiosas para las pymes y de mayor gravamen para las de mayores utilidades, inversión en bonos del Estado y otros), propiciar la participación relativa de los trabajadores en las ganancias y decisiones empresariales, así como la responsabilidad social con el entorno vulnerable cercano. Valorar las formas de gestión más propicias (cogestión, autogestión, arriendo y otras) de las empresas estatales, según su naturaleza, fines y función estratégica o no, acercando todas las formas de gestión a los valores de la economía social solidaria.
• Reducir el excesivo aparato estatal burocrático –incluidas organizaciones de masas– y reajustar gastos innecesarios de privilegios otorgados en sectores del funcionariado oficial.
• Propiciar, urgentemente, un mercado de divisas competitivo con el sumergido y atraer al país, de manera rápida y creando las condiciones de transportación y distribución apropiadas, a empresas extranjeras que venden mercancías a cubanos particulares en el exterior, para que esas actividades se realicen en el país, en divisas, lo que beneficiaría a los comercializadores (“mulas”) en el reconocimiento de su actividad y en la disminución sustantiva de gastos, con la consecuente disminución de precios a la población de esos artículos, así como la obtención –por vía impositiva– de divisas frescas para la inversión estatal.
• Realizar una política de incentivos a la innovación y la productividad social, con una reforma real sobre autonomía (subsidiaria) de las empresas estatales, eliminando mecanismos burocráticos intermedios que restringen las posibilidades creativas, de ingresos, de satisfacción de la demanda social y de sentimiento de pertenencia empresarial. Ello permitiría una flexibilización más articulada con la planificación central de regulación estratégica de la economía del país.
Quedaría pendiente un largo etcétera de consideraciones, muestra de lo cual fue la amplia discusión de la nueva Constitución en diversos planos – económicos, políticos, organizacionales, jurídicos y otros–, que llevaron a reformulaciones importantes, si bien se puede estimar que algunos de los puntos quedan abiertos a futuros próximos, tal vez ineludibles.
Epílogo: Adecuar tiempos socio-económicos-políticos y tiempos de la “realidad real”, aprovechando sus potencialidades y afrontando sus desafíos. (2019)
Creado el Miércoles, 15 Mayo 2019 17:24 | | Foto: Periódico Guerrillero
Pinar del Río, 15 may (ACN) En la Empresa Agroindustrial Enrique Troncoso, de la ciudad pinareña, trabajan de cara a introducir nuevos renglones en el mercado foráneo, los cuales se sumarán a los dos productos exportables con que cuenta en la actualidad.
Ellos son el carbón vegetal, comercializado a través de Jagüey Grande, con Europa como principal receptor, y el ají picante, expedido por Cítricos Caribe, hacia otros destinos.
De acuerdo con Aydelí Márquez Padrón, ingeniera agrónoma y especialista en inversiones de la entidad, se alistan para lanzar al mercado europeo la primera muestra de lima persa entre julio y agosto próximos, con el objetivo de probar su acogida, para posteriormente, según los resultados, adoptar la conducta a seguir.
Otro de los renglones promisorios es el jengibre, raíz de amplias propiedades medicinales, entre las que sobresalen sus cualidades antioxidantes, antiinflamatorias, antisépticas y eficaz para el alivio de problemas intestinales, náuseas y vómitos.
En estos momentos se tramita el permiso para su exportación mediante la comercializadora Cítricos Caribe, aseguró Márquez Padrón.
Existe un tercer surtido con perspectivas exportables que es la cúrcuma, también con aplicaciones medicinales, y en su producción intervienen cooperativistas y campesinos contratados.
La especialista en inversiones dijo que para el próximo año se espera iniciar su comercialización en el exterior, toda vez que deberá someterse a un proceso de deshidratación, a solicitud del cliente canadiense.
La planta previene la aparición del Alzheimer, reduce el riesgo de enfermedades coronarias, alivia síntomas de depresiones, reduce el riesgo de padecimientos cerebrales, retrasa el envejecimiento y posee propiedades antioxidantes, según páginas especializadas.
Para el mercado interno las principales elaboraciones de la empresa son néctares, sirope, crema de guayaba, puré y salsa de tomate condimentada La Pinareña, en tanto procesan frutas como la guayaba y mango, empleadas en mermelada y jugos, fundamentalmente.
Todos esos surtidos se expenden a la población mediante los mercados Ideales, mientras, algunos de ellos como cremas y néctares, se incluyen dentro de las ventas al turismo.
Actualmente la "Enrique Troncoso" labora en una inversión dirigida al tratamiento de residuales, la cual se encuentra al 98 por ciento de ejecución y solo le resta la colocación de la cámara de reja y la cerca perimetral, con los consiguientes beneficios medioambientales.
De manera paralela se introduce el sistema de gestión integrado, el cual transita por fases de implementación, e incluye medio ambiente, calidad, recursos humanos, inocuidad, entre otros requerimientos.
Con un patrimonio de 16 mil hectáreas, la entidad fue seleccionada para rectorar en la provincia pinareña la exportación de todos los renglones de la Agricultura.
Surgida en 1976, se fusionó en 2004 a la Capitán Tomás y Cítricos Sandino y en 2017 recibió la denominación de Empresa Agroindustrial Enrique Troncoso.
No voy a hablar del pollo que anda a la fuga, ni del famoso arroz brasileño tan demandado y casi desaparecido, ni de los paquetes de picadillo, antes un recurso de segunda opción y ahora perseguido de shopping en shopping, tampoco de los posibles apagones. Menos aun de los que oportunistamente pretenderán ahora obtener plusvalías de la escasez. Regular temporalmente la oferta de productos puede ser un paliativo efectivo para situaciones puntuales y hay que emplearlo, pero siempre en ese entendido de que tiene que ser algo temporal. Y sí, al final tendré que hablar del pollo.
Se ha escrito ya mucho acerca de este llamado nuevo período especial, desde la perspectiva de las noticias puras y duras y también desde otras, que se acercan más a las causas y posibles consecuencias del mismo. Pretendo solo abordar algunos asuntos relacionados con esta nueva situación de crisis económica del país.
El nombre de período especial “en tiempos de paz” fue el asumido por la dirección política en Cuba para calificar la crisis económica que se hizo totalmente evidente en los inicios de los años noventa. Se asumió aquel nombre que ya había sido utilizado para definir la situación que Cuba podría enfrentar caso de un enfrentamiento militar con los Estados Unidos y en una situación en que no podríamos contar con la ayuda de la URSS. Fue un período especialmente duro cuyos efectos nunca hemos podido rebasar del todo.
Las generaciones jóvenes de hoy son las generaciones del período especial, han convivido con diferentes mercados, más de dos monedas, múltiples tasas de cambio, desigualdades crecientes, procesos migratorios sostenidos (internos y externos), nacimiento y crecimiento (muy lento) de la inversión extranjera, renacimiento del turismo y luego su apertura al turismo nacional, la expansión, a pesar de todas las cortapisas, de un sector privado que ha demostrado una resiliencia muy alta y una especial capacidad de reinventarse continuamente.
Son generaciones que vieron con asombro izarse la bandera de Estados Unidos de América en la antigua oficina de intereses convertida ahora en embajada fantasma; que entienden como natural sus relaciones con sus compañeros que ya no viven en Cuba y se comunican por la red y por ahí mismo encuentran oportunidades de trabajo en cualquier lugar del mundo. Sus fronteras se han expandido a mayor velocidad que su capacidad de conexión a esa misma red. Ellos no dependen del “tío Max el viajero” para que les cuente del mundo exterior, ellos están en ambos mundos todos los días, las veinticuatro horas.
Son también generaciones que han seguido disfrutando de beneficios sociales que le han hecho su vida más llevadera, que los han capacitado para triunfar aun en el “mundo exterior” y que aspiran, muchos de ellos, a poder hacerlo en su propio país.
Digo esto como lo primero, porque a mi juicio, quizás lo más importante que hace especial este nuevo período es exactamente la gran diferencia que hay entre la población cubana de hoy y aquella otra que se enfrentó de pronto a la que para muchos ha sido la más dura crisis económica que el país haya enfrentado jamás.
Las generaciones anteriores, sus padres y abuelos, ven ahora cómo se les viene encima una nueva temporada de una vieja serie nunca terminada, la del periodo especial. Pero tampoco esa generación es igual a como fue antes, sin dejar de ser lo que fue. Ha aprendido que tiene ahora responsabilidades para consigo mismo, que antes el Estado cubría y que ya no lo hace y no lo hará. Y esta es a mi juicio la segunda razón decisiva para entender lo especial de este periodo. Ambas son también las generaciones de una nueva Constitución de la República, un tremendo privilegio y una gran responsabilidad.
Como casi todas las crisis económicas, la capacidad de acceder a abastecimientos, especialmente a alimentos, es de los asuntos más sensibles. Pero a diferencia de lo que ocurre en las crisis en otros países, donde el ajuste de la crisis se realiza sobre la base de la reducción de los ingresos nominales y reales, la reducción de demanda agregada y de los precios, en Cuba la crisis se manifiesta como un déficit de oferta y no como una reducción sustancial de la capacidad de compra de la mayoría de la población. Y el racionamiento en la entrega de un grupo de productos cubre aquí el movimiento de los precios hacia arriba, que sería la otra manera en que se expresaría esa crisis y que solo permitiría acceder a ellos a aquellos grupos de mayores ingresos. Se paga como precio, la cola, la incertidumbre y el acaparamiento. La otra consecuencia, todos la conocemos, el crecimiento de un mercado negro para esos bienes, muy difícil de evitar.
La solución, en condiciones de restricción de recursos, es tremendamente costosa porque implica estabilizar una oferta que es constantemente desestabilizada por la ansiedad de seguir comprando para prever el desabastecimiento futuro. Atacar las consecuencias será necesario, pero mientras las razones permanezcan inalterables, estaremos expuestas a situaciones como esta una y otra vez.
Los que vivimos desde nuestras bicicletas aquel otro periodo especial recordamos que el mismo fue especialmente duro en tres elementos: acceso a alimentos, transporte, y suministro de energía eléctrica.
En cuanto a los alimentos, hoy que todos andamos detrás de algún “encuentro o muslo de pollo” de esos que corren por la ciudad, tendríamos que preguntarnos por qué luego de más de tres años de tener en la cartera de oportunidades de inversión ofertas de negocios en la producción de carne de pollo, ningún proyecto se ha concretado.
Si la producción de proteína animal es una de nuestras grandes necesidades, ¿Por qué no se han priorizado esos negocios? ¿Por qué no se han facilitado suficientemente?
Lo mismo podría decirse de la producción de carne de res, atrapada en regulaciones de hace más de seis décadas, algunas de ellas, que no generan los incentivos suficientes a los productores y que hacen de la producción de carne de res un negocio poco atractivo, de alto riesgo para los productores y de poco retorno para el productor directo. ¿Cuánto más hay que esperar? ¿Por qué si esas regulaciones no dan resultado nos aferramos a ellas? ¿Por qué pensar que tendremos resultados diferentes si seguimos repitiendo lo mismo años tras año?
En la generación eléctrica, donde sin dudas la situación es mejor que por los años noventa, no solo porque se ha modernizado la industria, sino también porque la recuperación del petróleo y el gas acompañante nacional ayuda decisivamente a la estabilidad de la generación, seguimos, no obstante, alejados del aprovechamiento pleno de la energía solar.
Cierto que se han concretado nuevos proyectos de parques solares, cierto que en diez años nuestra matriz energética debe ser otra. Sin embargo, asomándome a la ventana del piso doce de la Facultad de Economía de la Universidad de la Habana, desde donde escribo este artículo, tengo a mis pies miles de metros cuadrados de techos de la ciudad de La Habana, esa misma que celebra sus quinientos años, y en ninguno de ellos veo un panel solar, ni un colector solar para calentar agua.
¿Qué no ha pasado? ¿Por qué tanta resistencia a que las familias puedan generar ellas mismas una parte de su energía e incluso contribuir a la red nacional de distribución? Es cierto que se necesitan soluciones tecnológicas adecuadas, pero en los últimos diez años no era posible encontrarlas. ¿Qué nos ha pasado?
¿Y qué decir de las exportaciones? Esas que por las que hoy tanto se piden y exigen. Nuestras empresas necesitan que alguien les de permiso para exportar, acaso no es esto una gran contradicción. En Pinar del Río, el esfuerzo conjunto del gobierno local y las empresas del territorio detectaron oportunidades de exportación en más de treinta productos. Pues bien, en Pinar del Rio, Isla de Juventud, Mayabeque y Artemisa, solo existe ¡una empresa con “capacidad o permiso” de exportación! ¿Cuánto más hay que esperar?
Si hoy no tenemos dinero suficiente para comprar los perseguidos pollos es exactamente porque no logramos vender (exportar) lo suficiente, entre otras razones.
La puesta en práctica de la Ley Helms-Burton en sus cuatro capítulos lo hará todo mucho más difícil, pues genera incertidumbres difíciles de manejar. Pero también es cierto que tanto desde la Unión Europea en su conjunto como de muchos países en específico existe la voluntad de seguir apoyando a Cuba.
Las declaraciones de la ministra española en la Feria de Turismo y las acciones concretas anunciadas por ella en cuanto al Fondo de Compensación, son un ejemplo.
Entonces hagámoslo, cambiemos lo que haga falta para hacer más fácil invertir en Cuba.
Pero no nos olvidemos de nuestros empresarios, de los estatales y también hagámosle más fácil y más transparente poder manejar esas que son las empresas de todo el pueblo cubano. Y tampoco nos olvidemos de aquellos otros empresarios, también cubanos, los privados y cooperativistas y terminemos de incorporarlos de manera plena a la hazaña de sobrevivir y desarrollarnos.