SINE DIE
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SD2
Juan m ferran oliva NOVIEMBRE
21 DE 2019
Mientras
duró el sueño soviético se impuso el dogma que consideraba como revisionista o
algo peor a quien no lo asumiera, la liturgia política incluida. No obstante
siempre coexistieron discrepancias internas. En cada país chocaban el bando de
los duros con el de los aperturistas. Los primeros no admitían cambios. Los
segundos preconizaban la flexibilización. Presumo que Cuba no es excepción.
La
URSS fue continuadora del antiguo Imperio Ruso integrado por varias naciones[1]. El modelo soviético se
caracterizó por una ineficiencia crónica. Su implosión dejó un vacio cuando el socialismo
científico pasó a la lista de las utopías[2]. Algunos de los países desmembrados
del campo socialista intentaron mantenerlo. Otros se echaron en brazos del
capitalismo. El alborozo imperialista fue enorme. Alguien llegó a pensar que
había terminado la historia y el futuro era enteramente capitalista. No ha sido
así. Sólo que se han adoptado otras formas.
Muchos
gobiernos y movimientos actuales se proclaman socialistas. Cuba entre ellos.
Pero el modo socialista de producción aún no ha existido. El esclavismo superó
a la comunidad primitiva y fue mejorado por el feudalismo y éste por el
capitalismo. Hasta el presente no se ha superado la productividad capitalista. No
ha existido un modo socialista de producción. Todavía.
Desaparecido
el dogma, se ha llegado a la tácita aceptación de que los
países son socialistas cuando sus objetivos se centran en el ser humano.
En el bando contrario se halla el neoliberalismo crematístico surgido del
predicamento de los Chicago Boys. El obsoleto
comunismo es sustituido por el terrorismo y el culto a la paz. Sambenitos
y slogans políticos.
En
1959 Cuba inició cambios revolucionarios. El primer intentó de socialismo en
América sentó cátedra en soberanía. Lamentablemente no ocurrió lo mismo en la
economía. Tras las sinusoides medidas
derivadas del Periodo Especial se ha impuesto la realidad. Se busca un modelo
capaz de situar al ser humano como objetivo, mantener su soberanía política y
emanciparse económicamente. Se está en ese camino. Otras consideraciones no
pasan de ser retorica política.
Acabo
de recibir un excelente trabajo del amigo electrónico Jorge Gómez Barata, titulado El Duro Aprendizaje de la Izquierda. Lo
considero tan esclarecedor que me permito reproducirlo íntegramente. Espero que
el autor acepte esta licencia.
El duro aprendizaje de la izquierda por Jorge Gómez Barata
La derecha latinoamericana no quiere cambiar nada y
la izquierda ha querido cambiarlo todo.
El socialismo del siglo XX creó un paradigma, según
el cual, una vez tomado el poder, se creaba una nueva economía, se
transformaban las estructuras sociales, incluidos la cultura y el derecho, se
suprimía toda oposición y, se construía una sociedad nueva. El proceso se
consideró irreversible, lo cual suponía ejercer el poder para siempre.
En la política latinoamericana la derecha y las corrientes
afines, operan con todas las ventajas. Tienen el tiempo, el clero, los
empresarios y la mayor parte de la intelectualidad a su favor. Poseen la
experiencia de haber gobernado doscientos años. Sus activos políticos son
predominantes y los ampara la ideología dominante.
La derecha controla las estructuras económicas, los
bancos y las entidades financieras, las instituciones estatales, los sistemas
judiciales, los medios de difusión, el favor de las instituciones militares y,
en muchos casos la mayoría de la opinión pública. Cuentan también con el lumpen
y los desclasados. Los delincuentes no son socialistas. El conjunto forma una
especie de “Entente cordial”.
Sin tradición, recursos ni tiempo; solo con la
razón histórica y las simpatías de parte del electorado, encarando los
prejuicios anticomunistas, el progresismo trata de solventar la enorme deuda
social expresada en pobreza y hambre, desempleo, atraso tecnológico,
analfabetismo, déficits de atención a la salud, precariedad de la vivienda, así
como la discriminación y la exclusión social de los sectores más deprimidos, en
especial de los pueblos originarios.
Ante la carencia de recursos, los gobiernos de
izquierda que heredan países endeudados, con las arcas vacías y sofocados por
la corrupción y la ineficiencia de la administración, deberán aplicar políticas
sociales, generar empleos, promover obras de infraestructuras, construir
escuelas, hospitales, caminos carreteras y acueductos, todo lo cual implica
considerables aumentos del gasto público. A ello se suman los gastos militares
para tranquilizar y privilegiar al estamento castrense.
Debido a que el dinero lo tienen los ricos y las
empresas extranjeras, creyendo ser consecuentes con la experiencia del
socialismo del siglo XX se acude a las recetas de nacionalizar, expropiar,
establecer el control de cambios y en ocasiones echar mano a las reservas
internacionales del país. En este empeño, en ocasiones se recurre a prácticas
autoritarias.
Porque obviamente uno o dos períodos presidenciales
no bastan para semejantes realizaciones, los gobiernos de izquierda acuden a la
reelección y, cuando las constituciones no lo permiten, promueven el cambio de
la letra, con lo cual se crean nuevas tensiones. Casi siempre, la solución
suele ser peor que el problema. Bolivia es la experiencia más reciente.
Debido a la reacción conservadora, la desmesura de
las tareas, la falta de recursos y la hostilidad foránea, con reiterada
frecuencia se crean situaciones insostenibles para los gobiernos progresistas y
de izquierda. Los casos de Brasil, Ecuador y Bolivia son los ejemplos más
recientes.
En el breve período histórico transcurrido desde el
triunfo de la Revolución Cubana, la izquierda latinoamericana tuvo
oportunidades y reveses, de unas y otros quedan las obras y las enseñanzas
entre ellas, no confundir deseos con realidades, no sobrestimar las fuerzas
propias ni subestimar al adversario, no repetir errores ni acariciar utopías.
Fin
[2] El modelo soviético tuvo esa intención. Fue adoptado durante décadas
por todas las economías centralmente planificadas. Así las llamó la
Organización de Naciones Unidas para diferenciarlas de las economías de
mercado. En términos menos eufemísticos eran, respectivamente, comunistas y
capitalistas. En su momento cumbre los países seguidores del socialismo a la
soviética representaron la tercera parte de la humanidad.