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domingo, 14 de junio de 2020

EU: rebelión de la “Generación Y (millennials)” y la “Generación Z (centennials)”

Posted By: Alfredo Jalife-Rahme
on: junio 14, 2020In: Imágen de Veracrúz/Por Esto!, La Jornada,




Bajo la Lupa 14.06.20


ANTECEDENTES: En 2016, a BernieSanders,apoyado por los millennials,elestablishment del antidemocrático Partido Demócrata le hizo trampa en Iowa para colocar a Hillary como candidata presidencial.

Dos años más tarde,“Bernie Sanders con sus millennials humillan a Hillary en Nueva York(https://bit.ly/2BZ8nIN)”. La rebelión de los millennials desde Latinoamérica(https://bit.ly/2XX8E7N),hasta Europa y Occidente toutcourt(https://bit.ly/3d42pU5),exhibió en los recientes 4 años “la insoportable desigualdad del neoliberalismo global que se manifiesta en el Índice Gini”.

En febrero de este año resalté a los “Millennials con el socialista(sic) Bernie,a quien temen más Demócratas que Republicanos(https://bit.ly/3hgs6Uu)”:“El 50%de los millennials y el 51% de la Generación Z sienten que el sistema económico de EU ha trabajado en su contra y tienen una mayor vista desfavorable del capitalismo”.

En el mismo febrero expuse “La colosal deuda universitaria de los millennials en EU:¡ US$1.6 Millones de Millones!(https://bit.ly/3fboPnI)” cuando EU se encuentra “inundado por sus deudas al consumo:deuda de los hogares rebasa los US$14 Millones de Millones(https://bit.ly/37pIu0l)”.

HECHOS:La vez anterior expuse que “la verdadera revolución demográfica será implosiva con el ascenso de los centennials (Generación Z) hispánicos de EU y su promedio asombroso de 11 años de edad(https://bit.ly/2MUSAgy)”.

Nick Turse(NT),de Intercept—portal “independiente” que cobró fama mundial por haber publicado las incandescentes filtracionesde Edward Snowden,hoy asilado en Rusia,y que ha sido uno de los peores golpes al espionaje electrónico de EU—obtuvo vía la Enmienda de la Libertad de la Información un “juego de guerra(war game)” del Pentágono el documento Joint Land,Air and Sea Strategic SpecialProgram(JLASS-2018; https://bit.ly/2zx7ypW) donde ofrece un escenario en la que los miembros de la “Generación Z”—nacidos después de 1996 y que vienen detrás de los millennials (Generación Y)—,“impulsados por el malestar y el descontento” lanzan la “Z-belión” en EU en 2028—que se empata curiosamente con mi prospectiva.

NT trae a colación la “Z-belión” debido a que “las impactantes protestas en curso en EU están compuestas ampliamente por jóvenes(https://bit.ly/2MPXCL6)” ya que “muchos miembros de la Gen-Z—psicológicamente marcados por las cicatrices en su juventud por el 9/11 y la Gran Recesión,aplastados por la deuda universitaria y el desencanto con sus opciones de empleo—,han renunciado a sus esperanzas para una buena vida y creen que el sistema está manipulado en su contra” ¡Cómo no va a estar manipulado si su admirable representante Bernie Sanders fue 2veces defraudado por el establishment del antidemocrático Partido Demócrata en Iowa!

Aunque los millennials experimentaron el 11/9 y la Gran Recesión,a juicio de NT,la “Gen-Z vivió con ellos como parte de su infancia,afectando su realismo y su cosmogonía” que “resultaron en un sentimiento de inquietud e inseguridad”. 

La Generación Z “seguido es descrita buscando independencia y oportunidad,pero también se encuentra entre los menos probables a creer que existe tal cosa como el “sueño estadunidense”,según NT,quien los describe como “buscando ser agentes del cambio social (sic) que anhelan plenitud y entusiasmo en sus trabajos para ayudar a mover el mundo hacia delante”.

En forma impactante y a diferencia de los millennials que son adictos a la tecnología,segúnNT,la Gen Z “pese a la habilidad tecnológica que posee,prefiere el contacto persona a persona,opuesto a la interacción on-line” y “rechaza el excesivo consumismo”.!Pues no esta nada mal!:en contraste a la orgia consumista de los plutócratas parasitarios de Wall Street.

CONCLUSIÓN:Hay que tomar en cuenta la explosividad volcánica de los millennials y la Generación Z en EU cuando una de las características de México hoy es que es un “país millennial” cuyo promedio de edad es de 29 añosy que en los próximos 7 años será un “país centennial”.




Che y el desafío de la humanidad

Por: Carlos Tablada

 
Ernesto Che Guevara en la ONU en 1964. Foto: BBC.
La Pandemia que se ha extendido a 185 países ha puesto en evidencia los efectos de las políticas neoliberales y la esencia salvaje del capitalismo. Ese sistema que prioriza la obtención de ganancias a costa de la vida de millones de personas, también provoca el fallecimiento de millones de personas no sólo por el Covid-19, sino también por el hambre, enfermedades curables, accidentes laborales, incluso en los propios EE.UU. y Europa y guerras de rapiña. Muchos han sido atraídos a pensar y a reencontrarse con Ernesto Che Guevara.
En Cuba, también, aunque no sea precisamente por los males que experimenta el mundo por su sistema capitalista, se busca el modo de revolucionar nuestra economía, nuestras instituciones, tal como el pueblo decidió hacer al votar su Constitución en años recientes; momentos en los que se debe realizar cambios profundos en la estructura de la economía y en el modo de gestionarla. Cerrar instituciones y/o eliminar Regulaciones que obstaculizan el desarrollo de la producción nacional y su sostenibilidad y crear otras nuevas más pegadas a la base, administradas y fiscalizadas por la comunidad, el municipio; continuar el desarrollo de descentralización a lo que llamó Raúl.
El pueblo cubano vence la COVID-19 y se prepara para aplicar los cambios estructurales en la economía, que permita que las Fuerzas Productivas se desarrollen y crezcan a pesar del Bloqueo estadounidense, y destruir las trabas burocráticas que frenan su desarrollo y la felicidad plena de nuestro pueblo. Cambiar todo lo que haya que ser cambiado como nos ha instado Raúl Castro, implantar y desarrollar lo acordado por el pueblo en la votación de su Constitución de modo pleno, y los acuerdos de los congresos del Partido Comunista de Cuba consensuado con el pueblo y cuya aplicación se ha demorado demasiado.
El pensamiento del Che hoy día, viene como anillo al dedo en relación con lo acordado por el Partido Comunista de Cuba y principalmente por Raúl Castro, que ha sido el gran impulsor de modernizar y hacer eficiente nuestra economía, nuestras instituciones, labor que ha venido haciendo desde el 2008 y lo que el Presidente Miguel Díaz-Canel ha asumido. Con Raúl Castro, con Ramiro Valdés, con Miguel Díaz-Canel, está el Che.
No se trata de copiar ni aplicar la organización que creó el Che al inicio de la revolución de 1959 para hacerla viable y tampoco seguir en los caminos trillados que llevaron a la desaparición del bloque soviético. Se trata de pensar con cabeza propia e incorporar los principios, que, de modo resumido, expongo más adelante.
Che estaría de acuerdo con lo que Raúl expresó claramente: “Quienes apuestan por demonizar, criminalizar y enjuiciar a los trabajadores por cuenta propia escogieron un camino, que además de mezquino, es risible, por insostenible. Cuba cuenta con ellos como uno de los motores del desarrollo futuro. Y su presencia en el paisaje urbano inequívocamente llegó para quedarse…”
Che no se opuso a la pequeña y a la mediana empresa privada. No solo no se opuso, sino le garantizaba las materias primas, los materiales, piezas de repuesto, para que produjeran y funcionaran. Su cierre y desaparición ocurrieron tres años después que dejara de ser uno de los dirigentes de la economía cubana, unos meses después de su asesinato. Che pensaba que no había que destruir las relaciones monetario- mercantiles por decreto que nos habíamos encontrado, sino crear y desarrollar nuevas relaciones de producción sociales y políticas. 
No se puede usar al Che para demonizar el desarrollo de entidades de producción, servicios privados y de cooperativas, contemplados en nuestra Constitución y la nueva Conceptualización del modelo cubano. Más bien Che nos puede ayudar a romper las trabas burocráticas que imponen los que no son capaces de cambiar de mentalidad y se aferran a viejos modelos que demostraron su ineficiencia con el colapso del modelo soviético. Che nos puede ayudar a desarrollar el socialismo cubano al que tanto aportó él.
Y todo lo anterior, sin descuidar la defensa y la solidaridad con el resto de los pueblos, con la humanidad.
El pensamiento, los sentimientos y la acción de Ernesto Guevara surgieron, se expresaron y se realizaron en el centro del proceso revolucionario más destacado y hereje de la segunda mitad del siglo XX: la Revolución Cubana.
Che pudo asumirla creativamente porque tuvo cuatro componentes en su formación que lo predispusieron a ello:
  • La formación cultural, ética y social progresista dada por su familia y el entorno en que ella se movió, que pusieron a su disposición lo más positivo de la cultura occidental acumulada.
  • La historia de Argentina, país donde nació y creció.
  • La influencia de la República española y sus luchas.
  • Su experiencia en el terreno: vivencias sociales directas en casi todos los países de América Latina, el Caribe y el sur de los Estados Unidos, en sus primeros veintitrés años de vida.
Por otra parte, la Revolución Cubana contaba con todos los ingredientes necesarios para impactar al joven argentino, culto y conocedor de las realidades de nuestra América. La Revolución Cubana se fundó sobre un pensamiento revolucionario autóctono de profundas raíces, que se había nutrido de lo mejor de la cultura y que había puesto la ética como piedra base para toda acción. Este pensamiento siempre había acompañado la palabra, la idea, la ilusión, la esperanza, el sueño, con la acción, puesto de manifiesto en cuatro revoluciones, desatadas en menos de ochenta y cinco años, de donde habían surgido y descollado dos pilares:
  • Una escuela militar insurgente, cuya arma principal es la ética, que hoy día aún se estudia y usamos los cubanos, con efectividad para defendernos del imperialismo estadounidense.
  • La obra de muchos pensadores revolucionarios, la cual alcanza su máximo exponente en José Martí. Sin Martí y sin el espíritu de Antonio Maceo y su familia no se puede comprender por qué Cuba no se desmoronó como el resto del bloque soviético, por qué sobrevivió a la Guerra Fría, sobrevivió al bloqueo más inhumano y criminal aplicado a un pueblo en la historia de la humanidad por la potencia más poderosa en los anales de la Historia.
Estos son los elementos esenciales para no olvidar, y tener presente en este siglo XXI. Porque el pensamiento martiano y una corriente del pensamiento marxista posterior a José Martí cuyos exponentes más brillantes son Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, permitieron la elaboración de un marxismo de la subversión y no el de la obediencia; un pensamiento de cuestionamiento total a las verdades eternas del capital y del bloque soviético y los partidos comunistas, que se dedicaron más a interpretar que a transformar la realidad.
Mella, en una fecha tan temprana como 1925, al fundar el Partido Comunista en Cuba, en el mismo acto se enfrentó a las primeras manifestaciones de dominación y obediencia y distorsión del ideal libertario de la Revolución Rusa de 1917. Y Antonio Guiteras representó el antimperialismo consecuente e inspiración del camino que siguieron años después los revolucionarios cubanos.
El otro pivote, pilar, a tener en cuenta para comprender a Che, es la figura, el intelecto, la ética, la acción consecuente de su jefe y maestro, Fidel Castro Ruz. La amistad y comunidad intelectual que ambas personalidades establecieron, marcaron, en buena medida, la historia y la suerte de nuestra Revolución Cubana.
La Revolución de 1959 fue contra todo el saber y verdades establecidas en Occidente, en la izquierda y en la academia. Cuba era el único país del mundo donde era impensable que se diera, triunfara y se desarrollara una revolución antimperialista, que conquistara la independencia, la soberanía y se fundaran y crecieran instituciones populares inéditas de verdadera participación popular, tanto en la defensa como en la distribución del plus producto en los años sesenta.
Todavía hay quienes se quejan y no entienden el escándalo teórico-práctico y la herejía, que significó la Revolución Cubana, que no parecía posible al sentido común y a la razón organizada en teoría. La teoría marxista-leninista de los años cincuenta del pasado siglo contenía pocos estudios concernientes a los países del llamado Tercer Mundo (aún en nuestros días son insuficientes). Y es esta misma teoría, estas mismas interpretaciones del marxismo-leninismo, las que no dieron respuesta al problema esencial: la toma del poder y el establecimiento de una sociedad sobre pilares diferentes a los del capitalismo.
 “...Toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación..”[1].
Y fue un principio de la Revolución Cubana, desde sus inicios, que no tenía sentido alguno realizar acción, organización, proceso productivo o político, si no iba encaminado y se obtenía el mejoramiento humano y la desalienación.
Estas son las premisas indispensables, desde mi modo de ver, para comprender los aportes de Ernesto Guevara de la Serna al Socialismo hoy día.
Ernesto, convertido en Che por sus compañeros cubanos, retoma el principio de dudar, la duda como método en la teoría revolucionaria. La teoría y el marxismo como movimiento y no como dogma. La teoría marxista como base útil de herramientas para pensar y actuar y no para meter la realidad en una camisa de fuerza, en un sistema rígido inalterable. La teoría y la práctica para subvertir, crear, y no para establecer un sistema de obediencia y dominación que discursara de la manera “El Partido pensó por ti y tú debes digerir”, en palabras del Che.
En el campo de la teoría marxista dedicada o establecida por la existencia de la Unión Soviética —me refiero a la Economía Política y sus manuales, su Socialismo y Comunismo Científico— Che fue tajante, afirmó que ésta estaba en pañales, es decir aún por hacer.
Che, al igual que Fidel, vaticinó que la Unión Soviética y los países de Europa del Este marchaban irremediablemente hacia el capitalismo y expuso algunas de las causas que originaban este proceso. Che se percató de que el sistema soviético estaba permeado por los principios económicos, ideológicos y la ética del capitalismo. Che no se limitó a la crítica, sino que desarrolló un pensamiento y una práctica alternativos desde los inicios de la Revolución Cubana.
Che se percató de que para crear el socialismo hay que crear una cultura alternativa a la capitalista, y esto lo tomó de los revolucionarios cubanos, que desde el siglo XIX tenían presente que no se podía construir un país independiente y soberano sin unas bases éticas y culturales distintas de la metrópoli española primero, y del imperialismo estadounidense después.
Cuando producimos una bicicleta, por ejemplo, no solo se obtiene un bien material, sino que se produce y reproducen las relaciones económicas, sociales, ideológicas, jurídicas, éticas, imperantes en el instante de producir la bicicleta.
Che no creía que el desarrollo económico fuera un fin en sí mismo: el desarrollo de una sociedad tiene sentido si sirve para transformar a la persona, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. Y este viaje del yo al nosotros, al desarrollo de la individualidad y a la libertad, no se puede hacer con los instrumentos, las categorías y la ética capitalista.
No es renunciar a la mercancía ni a las relaciones monetario-mercantiles, es sencillamente producir por el valor de uso y no por el valor de cambio. Producir para satisfacer las necesidades de la comunidad, de la población; no por el afán de riqueza material, olvidando la riqueza espiritual y las necesidades materiales de toda la población y no solo de una minoría.
Las nuevas relaciones socialistas de producción tienen sentido si disminuyen la alienación de los trabajadores y tienden a eliminarla paulatina y definitivamente, ajenas a relaciones económicas y a un aparato empresarial y estatal que declaran que la propiedad es de todo el pueblo pero no permiten la participación en las decisiones que van, desde elegir a sus dirigentes, hasta discutir e incidir en las proporciones en que se distribuye la renta nacional: cuánto al consumo y cuánto a inversión y a acumulación.
Che retoma las tesis centrales del marxismo referidas al desarrollo integral del proceso revolucionario: la transformación de la sociedad no solo es un hecho económico, material, sino simultáneamente ideal, humano, de conciencia, de lo subjetivo; y es ante todo un proceso de desalienación y de creación de una nueva ética cotidiana.
No puede haber socialismo si la economía no se supedita a una ética, desde sus raíces diferente a la ética capitalista.
Valor de uso y conciencia, creación de valores de uso para satisfacer las necesidades, acompañada de la fundación de una nueva ética y de una conciencia ajena a los valores imperantes en las sociedades capitalistas.
La conciencia como elemento activo, como fuerza material y con fuerza propia. Che lo aprendió con el pueblo cubano, con Fidel y la Revolución que el pueblo cubano materializó en los años cincuenta contra la dictadura de Batista y el sistema imperante, y en los primeros años de esa Revolución triunfante. Che llevó este conocimiento práctico, vivido en parte por él mismo junto al pueblo cubano, a la elaboración de fundamentos teóricos y prácticos para crear un sistema económico que respondiera al sueño de una nueva sociedad socialista. Y como base de lo anterior, la certeza de la imposibilidad de desconectar la economía de los ideales que se persiguen.
Che se percata de que si se establecen mecanismos capitalistas o mercantiles seudo capitalistas no es posible aspirar, aunque se haga mucho trabajo político, a que las personas que vivan, trabajen y actúen bajo los efectos de estos mecanismos asuman una moral no capitalista.
Che encontró en Cuba las técnicas de dirección administrativas, sistemas de contabilidad, costos, auditoría, y las primeras computadoras IBM aplicadas a la contabilidad —las más avanzadas del mundo entonces— en algunas transnacionales, no en Washington D.C., ni en Roma, ni en París, ni en Londres, sino en La Habana de 1959.
Che encontró en la Unión Soviética y en los países del Este el ábaco, la contabilidad capitalista pre monopolista de fines del siglo XIX e inicios del XX.
Che toma de las transnacionales todas estas técnicas administrativas, contables, de costos, y se niega a tomar de la Unión Soviética su sistema llamado cálculo económico, que empleaba las técnicas anticuadas referidas anteriormente y funcionaba con el sistema de categorías y la lógica que mueven la economía capitalista.
No importa solo la cantidad y calidad de los bienes materiales elaborados, sino el modo en que se producen y las relaciones sociales que se desprenden de dicha manera de producir y distribuir lo producido. Y Che no idealizaba al hombre. En una reunión en su Consejo de Dirección del Ministerio de Industrias, reflexionaba:
“El problema es que la gente no es perfecta ni mucho menos, y hay que perfeccionar los sistemas de control para detectar la primera infracción que se produzca, porque esta es la que conduce a todas las demás. La gente puede ser muy buena, la primera vez, pero cuando basados en la indisciplina cometen actos de substracciones de tipo personal para reponer a los dos o tres días, después se va enlazando esto y se convierten en ladrones, en traidores y se van sumiendo cada vez más en el delito”.
Che desarrolló un modelo económico que pude poner en práctica por cuatro años, con muy buenos resultados en lo económico y en la creación de aptitudes revolucionarias, que hizo posible que todos en la empresa estatal nos sintiéramos más libres, más plenos, más dignos, más personas.
Che y Fidel aspiraban a poner la economía en función de las personas y no a las personas en función de la economía. El socialismo real del siglo XX no pudo generar, parir, un sistema económico que produjera nuevas relaciones económicas de producción y nuevas relaciones sociales. La construcción socialista tiene que conjugar producción, organización y conciencia como fenómenos simultáneos, que deben tener como elemento central el ser humano y, como su fin, su libertad.
El socialismo de Che es más cercano al comunismo de las comunidades indígenas de los Andes que al socialismo que existió en el pasado siglo.
Che se propuso apostar por los tres desafíos ante los cuales fracasó el “socialismo real” del siglo XX:
  • Un sistema económico sin usar categorías capitalistas para su funcionamiento, y una economía eficiente en función del ser humano.
  • Un sistema ideológico-cultural alternativo al capitalista.
  • Una participación real, consciente de la población en la toma de decisiones, una sociedad participativa.
El socialismo no es un sistema más humano que el capitalismo porque una nueva clase o casta dominante e iluminada distribuya con sentido más justo y paternalista las riquezas producidas, sino porque se trata de un régimen de genuino poder popular.
Che trató de aplicar al marxismo mismo y a su experiencia práctica su concepción de la historicidad de todo pensamiento, de rescatar su esencia, también, de abolir los dogmas marxistas que prevalecieron a lo largo del siglo XX y que prefiguraron los resultados obtenidos.
Creo que estamos en la etapa del despertar, de la búsqueda, de volver a potenciar individual y colectivamente la imaginación creativa para afrontar todos los grandes retos, para preservar el planeta y todas las especies vivientes.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecerles a nuestros pueblos. Tenemos que crear muchas experiencias alternativas fuera de los principios y de la lógica del capital.
El conocimiento de la obra de Ernesto Che Guevara nos puede reforzar el pensar con cabeza propia, cada comunidad, etnia, género, pueblo, nación, e ir creando colectiva e individualmente distintos modelos donde se respete la naturaleza, la tierra, a todas las especies y al ser humano en sus dignidades.
Cuba, a pesar de los errores que hemos cometido, está en pie frente al imperialismo estadounidense, buscando aún cómo apoyar este proceso mundial y regional latinoamericano, y cómo encontrar nuestro propio camino hacia la sociedad como la soñaron para toda la humanidad Marx, Engels y Lenin y, para la nuestra en específico, Céspedes, Agramonte, Maceo, Martí, Mella, Guiteras, Abel Santamaría, Frank País, Che, Fidel, Raúl y tantas decenas de miles de cubanos anónimos que dejaron sus huesos en el camino para lograr el sueño utópico de una sociedad sin explotación del hombre por el hombre, con libertad, poder popular real participativo.
Y estamos seguros de que lo lograremos, aunque tengamos que realizar nuestra sexta revolución.
A inicios de los noventa del siglo pasado, era posible aún hacer creer al ciudadano de a pie que el neoliberalismo podía aportarle mejoría a él y a su familia. Hoy día, es evidente que el modelo neoliberal hace agua como modelo civilizatorio, pues globaliza la injusticia, la desigualdad y la pobreza a niveles explosivos para todo el sistema occidental. Cada día, nuevos representantes del establishment reconocen que si no introducen urgentemente cambios en las políticas, los daños al medio ambiente serán irreversibles, y que la estabilidad del mismo sistema occidental será muy frágil y dará paso a situaciones incontrolables, porque particularmente los Estados Unidos ha desarrollado políticas económicas que conducen a cientos de millones de personas a condiciones de vida infrahumanas; además —y no menos grave— sus políticas agreden la dignidad individual y colectiva, de naciones, de pueblos enteros, desarrollando en Occidente una intolerancia brutal hacia otras culturas y religiones.
La ideología neoliberal, posmodernista y de la globalidad, esto es, el pensamiento único, tampoco garantizan el bienestar del Norte, ni producen un desarrollo de la espiritualidad, de la ética, de la cultura en función de la individualidad y de las comunidades, sino que lanzan a las personas al individualismo, al egoísmo más brutal y deshumanizado hasta hoy conocido. Y hacerlo sin dejar que sea el mercado que dicte la vida cotidiana y las prioridades, sin dejar de tener a la persona en el centro de la economía. Donde impera el Mercado no hay democracia.
No tiene sentido ninguna acción humana, económica, política, social, si no va dirigida al mejoramiento humano.
Che le es útil al mundo hoy día, porque fue un observador privilegiado del funcionamiento del capitalismo, tanto en los países capitalistas del Primer Mundo como los del Tercer Mundo, las excolonias latinoamericanas y africanas, y la acción del neocolonialismo en la primera mitad del siglo XX.
Che nos es útil hoy día porque también analizó la experiencia soviética y de los países socialistas del Este europeo, y llegó a la conclusión 25 años antes que aconteciera, que la Unión Soviética marchaba hacia el capitalismo:
“Desgraciadamente a los ojos de la mayoría de nuestro pueblo y a los míos propios llega más la apología de un sistema que el análisis científico de él. Esto no nos ayuda en el trabajo de esclarecimiento y todo nuestro esfuerzo está destinado a invitar a pensar, a abordar el marxismo con la seriedad que esta gigantesca doctrina merece”.
La Historia le dio la razón[2] .
Che puso en un cuerpo teórico coherente la cultura revolucionara del pueblo cubano, que resultó ser esa ideología revolucionaria que nos salvó del descalabro del socialismo soviético y de Europa del Este y de los Cantos de Sirena del Neoliberalismo. Teoría, enseñanzas que nos pueden ayudar a pensar con cabeza propia, a analizar, detener el caos, la destrucción que el capitalismo ha hecho y realiza de la Naturaleza y de la humanidad.
Karl Marx no se equivocó tampoco cuando escribió:
“El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos”.
Esa ideología martiana, fidelista, marxista, que Che estructuró en un cuerpo teórico, es la que permite hoy al pueblo cubano seguir desarrollando el socialismo cubano y derrotando al imperio, incluso con la ley Helms-Burton, esto es, el bloqueo comercial, económico y financiero que ningún país o región ha sufrido por más tiempo en la historia de la humanidad.
Las relaciones monetario-mercantiles no se pueden quitar por decreto, sino que en la medida en que vayan creciendo las nuevas relaciones económicas, sociales, culturales del socialismo van disminuyendo entonces las relaciones mercantiles.
Che nos es útil porque es un idealista -sin idealismo, sin utopía, sin romanticismo, como han dicho tantos, no existe la humanidad-, pero es un idealista que tenía los pies en la tierra y sabía la calidad de la gente, sabía valorar y por eso daba el ejemplo. Che desarrolló el arma fundamental de los revolucionarios: la ética; el socialismo cubano, los revolucionarios cubanos desde las luchas contra el colonialismo español hasta el día de hoy, sitúan al ser humano en el centro y eso te da la ética que el Che entendió.
El Che está de vuelta porque la gente se da cuenta de que nos están embruteciendo a nivel mundial, que no quieren que pensemos y nos quieren borrar la memoria histórica. Y Che es tan puro, ha sido y es tan consecuente en lo que pensaba, sentía y hacía, que nos sigue inspirando, no sólo a los cubanos, para establecer una sociedad mucho mejor en la cual realmente podamos quitar el capitalismo y crear una sociedad que no destruya el planeta y acabe con la explotación del hombre por el hombre.
Che desarrolla lo que el Marx maduro, al hacer ciencia, descuida, a lo que tampoco Lenin presta mucho tiempo, ya sea por tener otras tareas históricas, teóricas y prácticas más importantes y perentorias o porque tenía una concepción distinta a la desarrollada por Che.
La Revolución Cubana se caracterizó desde sus inicios por situar a la persona en el centro. No se convocó a la Revolución solo para alcanzar un nivel material de vida superior, sino para obtener la dignidad individual y colectiva, la independencia, la soberanía, el acceso de todos los desposeídos —proletarios o no— al poder, a la educación, a la cultura y a la salud y contra cualquier otro tipo de abuso de los derechos de la persona, contra la discriminación racial y de la mujer.
Por ello no es de extrañar que diera origen a un marxismo que privilegiara al ser humano y que rechazara tanto al liberalismo pragmático individualista como a las diversas interpretaciones del marxismo dogmático, mecanicista, enajenante, que impone un colectivismo que aplasta las individualidades, cientificista; y a aquellas, que al hacer mucho énfasis en el papel del proletariado, de la clase obrera, descuidan, subestiman, o se olvidan “...que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico”; interpretaciones del marxismo que trasladaban relaciones capitalistas y una enajenación, en ocasiones más profunda, que le negaban al hombre toda posibilidad de “forzar” su medio; que le inculcaban un conformismo, una aceptación de lo establecido, porque venía dictado por “leyes objetivas” que él no podía cambiar y lo más que se podía hacer era que sus dirigentes las interpretaran y el Partido decidiera por él, que lo llamaba a que no era él como individuo el que podía proyectarse para hacer la Revolución, sino la clase obrera, proletaria y su partido de vanguardia, comunista, la que les indicaría, cómo y cuándo eliminar las causas de su enajenación.
La lectura de las cavilaciones de Marx y su correspondencia a raíz de la Comuna de París nos permite disfrutar la frescura de la obra del Marx joven, que el peso científico de su obra licuó, en su madurez.
El período 1959-1961 es muy importante para comprender la evolución del pensamiento de Che. En este tiempo Che empieza a fundar una concepción y un modelo socialista alternativos al soviético, que se había identificado hasta entonces como el único socialista, marxista, posible. Che contaba para ello con la participación consciente de la persona y la auto transformación de su conciencia. A diferencia del marxismo de la época, percibía la conciencia como un elemento activo, con fuerza propia. Che había sido testigo y protagonista de la Revolución Cubana, de la fuerza de la conciencia desarrollada por la población para derrocar la tiranía y para dar inicio a profundos cambios culturales, económicos, políticos y sociales. En esta etapa los revolucionarios siempre estuvieron en minoría material (8000 fusiles del pueblo contra un ejército de 100 000 tropas), pero la conciencia devino fuerza material, tan poderosa como los aparatos de represión que poseía la dictadura. El pueblo logró imponerse y obtuvo su libertad un 1ro. de enero de 1959.
Al triunfo de la Revolución se iniciaron profundas transformaciones económicas (rebaja de los alquileres de la vivienda en un 50%, Reforma Agraria, fin de la discriminación institucional, etc.) que concitaron la oposición de poderosas fuerzas materiales (transnacionales estadounidenses, el gobierno de los Estados Unidos, la alta burguesía cubana, etc.), pero el pueblo cubano pudo derrotarlas porque surgió una nueva fuerza, tan poderosa como los fusiles: la conciencia, el valor de una idea justa.
No es de extrañar que Che, al abordar la configuración del modelo económico, tenga en cuenta esa fuerza formidable que el pueblo cubano materializaba a diario. En los años sesenta, entre el humanismo de Marx y de Engels en sus obras de juventud, el humanismo de Martí, la conducción de Fidel Castro y la actividad revolucionaria cotidiana del pueblo cubano, había muchas coincidencias y quizás ninguna diferencia esencial.
Che aprende a medir los procesos no solo por la cantidad sino por su calidad: el modo en que se producen y las relaciones que brotan entre los hombres por este modo.
A fines de 1960 y principios de 1961, Che y su equipo tenían configurado los principios y algunos de los procedimientos de lo que llamó Sistema Presupuestario de Financiamiento. Este demostró su efectividad en la dirección de la economía nacional y su carácter más humano en la interrelación entre las fuerzas productivas, el nivel de las relaciones sociales de producción, y su vinculación con la superestructura, las clases y el individuo. Ello fue un mérito histórico de Che porque por primera vez estableció un sistema pensado y actuado por un protagonista del y desde el Sur, que propiciaba la tendencia de que la conciencia del productor jugase, cada vez más, un papel ascendente, predominante. “El sistema presupuestario es parte de una concepción general del desarrollo de la construcción del socialismo y debe ser estudiado en su conjunto”.
Che elaboró el Sistema Presupuestario de Financiamiento porque no compartió el modelo soviético.
“Siempre ha sido oscuro el significado de la palabra “cálculo económico”, cuya significación real parece haber sufrido variaciones en el transcurso del tiempo, lo extraño es que se pretenda hacer figurar esta forma de gestión administrativa de la URSS como una categoría económica definitivamente necesaria. Es usar la práctica como rasero, sin la más mínima abstracción teórica, o peor, es hacer un uso indiscriminado de la apologética. El cálculo económico constituye un conjunto de medidas de control, de dirección y de operación de empresas socializadas, en un período, con características peculiares”.
No importa solo la cantidad y calidad de bienes materiales elaborados, sino el modo en que se producen y las relaciones sociales que se desprenden de dicha manera de producir y distribuir lo producido.
Sin embargo, el que Che viera la conciencia como un elemento activo, como una fuerza material, un motor de desarrollo de la base material y técnica, no implica que soñara con quimeras románticas e irrealizables. Conocía al hombre y la naturaleza de este al salir del cieno burgués como ya hemos expuesto en las páginas precedentes.
Por lo general, cuando se presentaron crisis en el funcionamiento de la economía socialista, lo que habitualmente ocurrió fue que la discusión giró en torno a la eficiencia económica, tendió a concentrarse en los aspectos técnicos y administrativos del problema y omitieron la dimensión socio-político-ideológica de las opciones debatidas. Solo se cuestionó la superestructura o parte de ella, mientras la base quedó al margen de toda sospecha.
Las ideas económicas de Che no son un accidente en la historia de la economía política, ni constituyen tampoco un sistema teórico aislado. Sus ideas son un producto lógico del propio devenir histórico de la lucha revolucionaria anticapitalista y de la ciencia económica en un momento específico, decisivo y de cambio de su desarrollo. Che responde a la necesidad creciente de nuestros pueblos —tanto los pueblos del Sur como del Norte—, de unir en un todo único la ética con la economía. Che aspira a poner la economía en función de las personas y no a las personas en función de la economía, como ya había ocurrido en los regímenes del socialismo existentes y acaece bajo todas las variantes de capitalismo. Y es en este terreno donde Che enriquece de modo teórico y práctico el lugar de la condición humana en la teoría marxista.
El socialismo del siglo XX también se perdió porque no fue capaz de crear un modelo de funcionamiento y desarrollo económico eficiente basado en principios distintos a los del capitalismo, con su lógica y dinámica propia; un sistema económico que no se basara para su funcionamiento en las categorías capitalistas y en las concepciones de progreso y de cultura que el capitalismo posee. El socialismo real del siglo XX no pudo parir un sistema económico que generara nuevas relaciones económicas de producción y nuevas relaciones sociales —también éticas, situamos la ética en este nivel— entre las personas, entre los productores, entre los obreros y demás clases y capas sociales presentes en el período de transición socialista, diferenciadas de las capitalistas.
La obra que nos legó Che apunta en la dirección de encontrar esta especificidad de la economía política de un sistema alternativo al capitalismo, y algunos de los principios en los que debe fundarse.
El capital, cada vez más, ha dominado y reina en Occidente, recurriendo pocas veces a la fuerza bruta. La sociología, la psicología, la ciencia de la comunicación, y otras disciplinas de la Educación Superior, han sido puestas como nunca al servicio de sus intereses de clase y han logrado una dominación espectacular de toda la sociedad civil, incluyendo a la clase obrera —llamada por Marx a encabezar y a desarrollar la Revolución comunista—, dominación a la que el marxismo no ha sabido responder.
Es una deficiencia grave. Se ha ignorado y/o subestimado, despreciado, o simplemente se han refugiado en los postulados ineluctables de Marx y Engels, con la inevitabilidad de la Revolución socialista, el papel obligado de la clase obrera a ser la vanguardia de la Revolución, etc. Nos hemos convertido más en especialistas enciclopédicos de la obra de Marx, Engels, Lenin y otros marxistas destacados del pasado lejano y reciente, que en la tarea de ser creativos y producir ideología y análisis que encaren los nuevos desafíos del capitalismo de nuestros días y nos permitan ser audaces, imaginativos, y buscar y encontrar alternativas.
Che, desde 1959, comenzó un proceso de descubrimiento de estas realidades, comenzó a percatarse de ello y fue ganando conciencia de que la interpretación que él hacía de sus lecturas de Marx era diametralmente opuesta a los paradigmas de las diversas interpretaciones marxistas de su época.
Otro de los elementos que diferencian radicalmente el socialismo cubano de las distintas interpretaciones del marxismo es la interpretación de la ley del valor y su supuesta “utilización” en la gestión económica del período de transición socialista.
Che se percata que no basta con establecer jurídicamente la propiedad sobre los medios de producción por parte del pueblo para determinar que el proceso de construcción de una sociedad más humana esté garantizado:
“Frente a la concepción del plan como una decisión económica de las masas, conscientes, se da la de un placebo, donde las palancas económicas deciden su éxito. Es mecanicista, antimarxista. Las masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuánto va para la acumulación y cuánto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento. El estado actúa sobre el individuo que no cumple su deber de clase, penalizándolo o premiándole en caso contrario, estos son factores educativos que contribuyen a la transformación del hombre, como parte del gran sistema educacional del socialismo. Es el deber social del individuo el que lo obliga a actuar en la producción, no su barriga. A eso debe tender la educación”.
Che comprendió la urgencia de alertar al pueblo cubano y a la humanidad, del fraude que representaba la orientación que había asumido el socialismo del Campo Socialista, el existente, a nombre de los ideales marxistas y comunistas. De esos esfuerzos nos legó una producción teórica. En mi libro sobre Che[3] vienen algunos de estos últimos escritos inéditos, y las razones, los argumentos, que hicieron a Che, en la década de los sesenta, llegar a la conclusión de que los soviéticos habían extraviado el rumbo y estaban, en realidad, reconstruyendo el capitalismo.
Escritos y discursos que pretendieron también poner a debate público todos estos temas, con la intención que prevaleciera la cultura del debate, la tolerancia y el respeto a la opinión ajena, la búsqueda creativa, y evitarle al pueblo cubano el camino que seguía el resto de los países del Campo Socialista.
Che se propuso que el proceso de destrucción del poder capitalista no generara en Cuba la lógica del funcionamiento de los mecanismos de poder de todos los modelos de transición socialista que se han experimentado en el siglo XX, con sus diversas variantes: procesos que conducen del protagonismo de la clase obrera al del partido, y de este, a sus aparatos de dirección y mando, y de aquí a un poder personal. El resultado es que las masas, y dentro de ellas la propia clase obrera, quedan marginadas del poder real, de la toma de decisiones, del ejercicio cotidiano del poder.
Se trata de aplicar al marxismo su concepción de la historicidad de todo pensamiento, de rescatar su esencia. También se trata de abolir los dogmas marxistas que han prevalecido a lo largo del siglo XX y que han prefigurado los resultados obtenidos.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecer a la inmensa mayoría de la humanidad, ni material ni espiritualmente. Su tendencia hasta hoy es a incrementar la alienación de las personas, no solo de las que habitan en los países capitalistas subdesarrollados, sino de los pueblos que viven en el Norte rico, e incluso de su propia clase dominante.
La salvación ecológica del planeta mismo depende de la capacidad que encuentre la humanidad para frenar las intrínsecas tendencias depredadoras del capitalismo en su perenne afán por maximizar ganancias.
El capital, en los países desarrollados, se lanzó a inicios de la década de los noventa a una nueva ofensiva para quebrar los sindicatos y destruir las conquistas laborales que los trabajadores de los países desarrollados obtuvieron a sangre y fuego a fines del siglo XIX y principios del XX y que alcanzó su máxima expresión con lo que se conoce como Estado de Bienestar. Nuevos conceptos de “flexibilidad”, “competitividad” en el mercado laboral, etc., metamorfosean la realidad: el capital requiere recortar el salario de los trabajadores, aumentar sus horas de trabajo, quitarse de encima gastos indirectos de producción y servicios y transferirlos al trabajador, que el salario de los trabajadores asuma estos gastos, con el fin de mantener e incrementar su tasa de ganancia y hacer competitivos sus industrias y servicios en el mercado mundial, en el que se pugna por un nuevo reparto.
El capitalismo es obsoleto porque no es capaz de: evitar la destrucción del medio ambiente; solucionar el desempleo creciente, que es una necesidad y un mal estructural del sistema, como ya lo declaran los gobernantes occidentales sin cortapisa; frenar el decrecimiento económico del Tercer Mundo, y encontrar la solución de todos los males que flagelan a las poblaciones del Sur; evitar el incremento del racismo, la violencia contra la niñez, la desigualdad de la mujer y la práctica creciente de la violencia contra ella.
Presenciamos en la década de los noventa el inicio del fin del Estado de Bienestar para los habitantes del Norte, la incapacidad de poner las fábricas a su explotación planificada, la agricultura al servicio de las necesidades de la humanidad, el desarrollo de la técnica y de la economía acorde con la dimensión humana. Nada de lo anterior ha resuelto el capitalismo en siglos de existencia, y en adelante, tampoco lo podrá resolver porque, entre otras razones, lo que mueve el sistema es la extracción de plusvalía de la masa trabajadora, el afán de lucro a cualquier precio. El capitalismo nunca ha podido conjugar satisfactoriamente el dinero y la ética, las necesidades espirituales y materiales de las personas; y ha demostrado su incapacidad para satisfacerlas.
Para los países del Sur, la realidad es aún más trágica, así lo corrobora las estadísticas de instituciones de la ONU, como el Banco Mundial y el FMI, de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y de otras instituciones de poder y dominación capitalista.
La tendencia de la Tasa de Ganancia del Capital continúa disminuyendo y el Capital compensa este fenómeno del sistema, explotando aún más al Sur a través de mecanismos como el pago compulsivo de la deuda externa, produciendo en los últimos años una disminución del ingreso per cápita.
América Latina padece todos los males de la globalización y la postmodernidad y ninguna de las ventajas prometidas: el crecimiento económico sin empleo; la concentración del saber en el Norte deja fuera a nuestros pueblos de las tecnologías de punta, de la creación y el desarrollo de centros de investigación científica; la destrucción del medio ambiente —envenenamiento de las fuentes de agua potable, tala de los bosques—, etc.; el desarrollo del modelo de crecimiento basado en las exportaciones a todo trance, la privatización de las empresas estatales y los servicios de correos, salud, educación, seguridad social, lo que origina un crecimiento sustancial de la pobreza; la apertura de las fronteras para el flujo libre de capitales, flujos financieros y de mercancías provenientes del Norte, de modo que se arruinan las economías nacionales, y no así el flujo libre de personas del Sur para el Norte; reducción del salario real, dependencia alimentaria del exterior, incremento de la deuda externa; etcétera.
Uno de los logros inobjetables del capitalismo neoliberal es su éxito en la manipulación de las instituciones estatales, privadas y de la opinión pública. El neoliberalismo invirtió centenares de millones de dólares desde los años ochenta con el objetivo de dominar la formación de la opinión. En los últimos veinte años se ha originado una concentración de los medios de comunicación, sin precedente en la historia. Menos de cuarenta personas dominan más del 80% de los medios masivos de comunicación: TV, internet, prensa diaria, revistas, radio, etcétera.
Sumado a lo anterior, el gran capital continuó comprando casi todas las editoriales del mundo e impuso su discurso ideológico, tanto en lo que se publica, como en lo que se vende y se lee. Se va sometiendo a las poblaciones del mundo utilizando, desde el uso brutal de la fuerza, como hemos presenciado a lo largo de la década de los noventa e inicios del siglo XXI, hasta métodos más finos que nos convierten en ciudadanos consumidores obedientes cada día más pobres espiritualmente. Lanzan a la juventud al consumo desenfrenado de drogas y de cualquier bien material superfluo, y al empobrecimiento total de su espiritualidad y su formación cultural humanista.
Muchos desean ver concretado en un programa de acción, en un movimiento, en una asociación, en un partido o un conjunto de ellos, el camino concreto alternativo al actual estado de cosas. Muchos, que comienzan a despertar de la etapa de desaliento aplastante en la que nos impusieron no pensar y a aceptar el modelo de globalización neoliberal como lo menos malo de lo posible —etapa en la que la ideología neoliberal inmovilizó a grandes mayorías en los años noventa, con su imposición de un pensamiento único—, muchos desean hoy una luz para remontar el túnel en el que nos ha sumido el neoliberalismo.
Creemos que estamos en la etapa de la búsqueda, de volvernos a ilusionar, de volver a potenciar individual y colectivamente la imaginación creativa para afrontar todos los grandes retos para preservar la naturaleza y a todos los seres vivientes.
En los últimos treinta años, y particularmente en los últimos 12 años, hemos venido aceptando la materialización del capitalismo neoliberal y participando en diversa medida en la relegación de los valores humanos elementales, de la espiritualidad, a una escala nunca antes vista, y aceptando pasivamente la imposición de una cultura dominante creada y propagada desde los centros del poder mundial, que niega todo pensamiento, que enajena al ciudadano común del espacio para pensar con cabeza propia, decidir, votar libremente y elegir sin manipulaciones a los dirigentes que representen mínimamente sus intereses personales, locales, laborales y como comunidad cultural.
Votamos —donde existe democracia representativa— y luego los elegidos hacen otra cosa y no tenemos poder sobre ellos hasta la nueva elección dos, cuatro, seis o siete años después. En este período, avanzó cada día más la uniformidad gris del neoliberalismo, que llevó a la gente a la desilusión, al desconcierto, a la evasión y a sumergirse en un individualismo feroz y uniforme a través de los programas globalizados de la TV y de la industria de Hollywood.
Una mirada atrás nos permite observar que en muchas de las crisis que la humanidad ha tenido en su historia más reciente y conocida de los últimos seis mil años, las salidas y las respuestas han surgido de una manera inesperada, impensable con el instrumental organizativo conceptual a mano por los pensadores de cada época. Por lo general las soluciones han brotado de la imaginería popular, por la fantasía, la capacidad de soñar y luchar por una vida mejor, de grandes segmentos de la población —llámese clase social, grupos, etc.—, que han padecido de muy diversa manera por limitaciones extremas al acceso a los bienes más elementales de subsistencia material y desarrollo de sus intereses, y por la represión en la expresión de sus pensamientos, fe, ética e intereses culturales; y en muy pocas ocasiones las respuestas han venido de las instituciones establecidas por los partidos y grupos políticos de oposición al statu quo. Más bien, muchos de esos partidos, grupos y organizaciones religiosas han capitalizado ese caudal de iniciativa y creatividad por cambiar lo establecido y se han sumado al carro acercándolos a sus intereses en diversa medida.
Desapareció el Campo Socialista, y todo lo que justificaba la carrera armamentista, los grandes presupuestos de guerra que limitaban la sociedad de bienestar en el Norte y el desarrollo en el Sur. Y hemos presenciado en las últimas décadas, que los países capitalistas del Norte —que son a su vez los grandes productores de armas (dentro de ellos, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia producen el 80% del total mundial) y los que desatan las guerras para que se consuman sus armas y volver a producir más y aumentar las ganancias de su macabro negocio—, no solo no han reducido sus producciones, sino que asistimos en el siglo XXI a la reactivación de la idea loca de imponernos una carrera armamentista de proporciones colosales, nunca vista, con una nueva generación de armas atómicas y con el plan del escudo anti misil y la guerra aeroespacial desarrollado e impuesto a la humanidad por los Estados Unidos, cabeza del poder mundial neoliberal. Y contra Cuba, además del bloqueo económico, comercial y financiero, desarrollan una sofisticada guerra mediática e ideológica sin par.
La década de los noventa del siglo pasado se inició sin el comunismo como protagonista, con el capitalismo como único actor, y hoy no hay dudas que el capitalismo es el causante de muchas guerras desatadas por el sistema con el saldo de millones de muertos, heridos, lisiados de por vida. Despertamos nuevamente y volvemos a asumir que cuando existen personas que sufren pobreza, maltratos y falta a su dignidad no podemos quedar ajenos. No podemos declararnos que no podemos cambiar el estado de cosas que lo provoca.
Quizás uniendo individualidades bajo bases nuevas, libres de las que llevaron a los errores del siglo XX, podríamos hallar soluciones sostenibles a cada uno de los problemas que aquejan la existencia misma de nuestro país y del planeta. Y decimos nuevas bases, porque la globalización última del capital está cambiando la naturaleza del poder; hemos presenciado en la última década del siglo XX, una disminución considerable del poder por parte de los estados nacionales.
Hemos presenciado que no existen diferencias sustanciales en las decisiones tomadas y las conductas entre gobiernos capitalistas de izquierda, de centro o de derecha. La nueva relación de poder de la globalización obliga a pensar más en buscar una nueva relación de poder en la sociedad civil, para subvertir la existente.
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecerles a nuestros pueblos. El ideario de Che, su vida, sus acciones, sus escritos, ocupará un lugar destacado en la tarea del desarrollo del pensamiento y de la ética en la búsqueda de una sociedad con rostro humano, el que la humanidad, finalmente, merece.
Es cierto que las regulaciones y leyes que desde el inicio de la Revolución fueron conformando el Bloqueo, la Ley Torricelli de 1992 y la Helms-Burton 1996, nos deterioran material y moralmente. Como también decía el Che, con hambre no se puede construir el socialismo. Hay que buscar mecanismos para garantizar que la gente tenga comida, ropa, trabajo, que no tengan que robar para vivir. El Che no era un idealista. Tenía los pies tan en la tierra, igual que Fidel, que ambos dijeron que la Unión Soviética iba a desaparecer y no se equivocaron. Para haber hecho ese pronóstico y haber dicho por qué iba a desaparecer, hay que ser muy realista.
Pienso que, a pesar del deterioro, el imperio ha tenido que tomar nuevas medidas, incluyendo las de la Administración Trump, porque no nos han podido quebrar. Nuestro pueblo no está quebrado. Estamos con la camisa rota por aquí, el pantalón tiene un hueco por acá, tenemos algunas heridas que todavía sangran, pero estamos vivos, estamos llenos de energía, de ética y estamos llenos de presente y de futuro.
Han tratado de denigrar el ideal del Hombre Nuevo. Cuando yo veo a los médicos cubanos trabajando en pueblos indígenas de la Amazonía, trabajando en lugares perdidos en África, como es el caso de los dos compañeros que tenemos que rescatar a los que nos han secuestrado y los otros que están allí y no se han ido; luchando en el pasado contra el Ébola y hoy día contra el COVID-19, ¿qué más hombre nuevo que eso? El que va todos los días al trabajo y que no puede hacer cuatro comidas al día porque el salario no le alcanza, ese es el hombre nuevo también.
Los que están en contra del Che quieren idealizar también el concepto de hombre nuevo del Che. Si en Cuba no hubiera un hombre nuevo, simple y sencillamente, no estuviéramos aquí. Los Cinco Héroes ¿de dónde salieron? Son gente de pueblo, que no se quebraron cuando fueron condenados injustamente y apresados en las cárceles estadounidenses. En el concierto de Silvio Rodríguez, dos días después de su regreso a Cuba, aparecieron ellos con sus madres, con sus esposas y Gerardo contaba: “En el momento peor, cuando estábamos en las celdas de castigo, cuando no hablábamos con nadie, nos poníamos a cantar las canciones de Silvio[4]”.
Una vez más el pueblo cubano está a prueba –como escribió Che en 1966:
“Nuestra fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable”.

La Habana, 13 de junio 2020.

Notas:
[1] Federico Engels, carta a Werner Sombart, marzo 1895.  Las negritas son del Autor.
[2] Antes de leer al Che, quien me dijo por primera vez que la Unión Soviética iba a desaparecer fue Fidel Castro en 1967.Yo estaba de guardia en el Rectorado de la Universidad de La Habana -era profesor de Filosofía en esos años- y en eso llegó Fidel. Él venía de una reunión con un alto militar soviético con relación a la defensa de Cuba y se le veía un poco molesto. Entonces Fidel dice algo que a mí me conmovió por completo, aunque no lo entendí en aquel momento: “La Unión Soviética marcha hacia el capitalismo”. Y expuso sus razones en la Plaza Cadenas rodeado de estudiantes y profesores. En fin, a mí esto me conmovió.
[3] El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara. Premio Casa de las Américas 1987. De él se han hecho 38 ediciones y más de 600 000 ejemplares distribuidos.
[4] Por eso yo digo que Silvio Rodríguez representa la cultura revolucionaria, la cultura de Raúl Gómez García, como bien dijo el Presidente mexicano López Obrador él es el embajador de la Poesía, pero también de los mejores valores de la Revolución Cubana. Esta Revolución hereje.

¡Cuidado con el agua!

Por Alberto Sauri, 

El anuncio de la aprobación del Plan de Ordenamiento Territorial de la Cuenca Hidrográfica Ciénaga de Zapata, asegurando que “contribuirá al uso racional y sostenible de sus recursos naturales”, deja algunas preocupaciones.

Hablamos de un ecosistema hídrico de vital importancia para nuestro país, y el mayor del Caribe, es cierto que cuenta con la protección legal de Área Protegida, lo que conlleva un mayor rigor en la evaluación ambiental para emprender cualquier acción sobre el mismo.

En la síntesis de prensa, que resume para información general lo tratado en la reunión del Consejo de Ministros, quizás por ello, se comunica como “más significativo” los aspectos de desarrollo económico que se desarrollarán en el ecosistema, se expresa: “sobre todo en la producción de arroz y turismo de naturaleza”, con un “horizonte temporal hasta el año 2030”, y que “producirán transformaciones en la actividad turística, el hábitat y… infraestructuras técnicas”.

Acciones todas que requieren una atención minuciosa desde el punto de vista ambiental, para garantizar la salud del ecosistema, ya con problemas para su existencia, no olvidemos que en el Plan Nacional (Tarea Vida), se identifica afectación y propuesta para su recuperación.(1)

El cultivo de arroz es de los más exigentes en consumos de agua y de no controlarse adecuadamente las sustancias utilizadas, pueden convertirse en foco de contaminación, la industria turística (aunque de naturaleza), no es conservacionista, si no se exige estrictos controles, entre ellos la participación masiva, lo mismo puede suceder con la construcción de infraestructuras.

Debe haberse realizado en está “Área Protegida”, un profundo Estudio de Impacto Ambiental, y dentro del mismo la consulta pública (población), de lo que se proyecta y acaba de aprobarse. Hablar de ello, hacerlo publico y escuchar las opiniones contribuye a la educación ambiental del pueblo y garantiza dar pasos firmes en el desarrollo sostenible del país.

1) “c) Afectaciones al régimen hidrológico de la llanura de Colón y la Ciénaga de Zapata debido a la construcción de la Autopista Nacional sin los pases o drenes necesarios, con impacto negativo en el ecosistema.

3. Evaluar a largo plazo la aplicación de medidas ingenieras en la Autopista Nacional que contribuyan al manejo hidrológico de las aguas de llanura de Colón.

El socialismo y el hombre en Cuba (1965)

Estimado compañero*:

Acabo estas notas en viaje por África, animado del deseo de cumplir, aunque tardíamente, mi promesa. Quisiera hacerlo tratando el tema del título. Creo que pudiera ser interesante para los lectores uruguayos.

Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. No pretenderé refutar esta afirmación sobre una base meramente teórica, sino establecer los hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de índole general. Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra lucha revolucionaria antes y después de la toma del poder.

Como es sabido, la fecha precisa en que se iniciaron las acciones revolucionarias que culminaron el primero de enero de 1959, fue el 26 de julio de 1953. Un grupo de hombres dirigidos por Fidel Castro atacó la madrugada de ese día el cuartel Moncada, en la provincia de Oriente. El ataque fue un fracaso, el fracaso se transformó en desastre y los sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser amnistiados, la lucha revolucionaria.

Durante este proceso, en el cual solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho encomendado.

Llego la etapa de la lucha guerrillera. Esta se desarrolló en dos ambientes distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar y su vanguardia, la guerrilla, motor impulsor de la movilización, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Fue esta vanguardia el agente catalizador, el que creó las condiciones subjetivas necesarias para la victoria. También en ella, en el marco del proceso de proletarización de nuestro pensamiento, de la revolución que se operaba en nuestros hábitos, en nuestras mentes, el individuo fue el factor fundamental. Cada uno de los combatientes de la Sierra Maestra que alcanzara algún grado superior en las fuerzas revolucionarias, tiene una historia de hechos notables en su haber. En base a estos lograba sus grados.

Fue la primera época heroica, en la cual se disputaban por lograr un cargo de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra satisfacción que el cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educación revolucionaria, volvemos a menudo sobre este tema aleccionador. En la actitud de nuestros combatientes se vislumbra al hombre del futuro.

En otras oportunidades de nuestra historia se repitió el hecho de la entrega total a la causa revolucionaria. Durante la Crisis de Octubre o en los días del ciclón Flora, vimos actos de valor y sacrificio excepcionales realizados por todo un pueblo. Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico.

En enero de 1959 se estableció el gobierno revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía de poder, como factor fundamental de fuerza.

Se produjeron enseguida contradicciones seria, resueltas, en primera instancia, en febrero del 59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura de gobierno con el cargo de primer ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas.

Aparecía en la historia de la Revolución Cubana, ahora con caracteres nítidos, un personaje que se repetirá sistemáticamente: la masa.

Este ente multifacético no es, como se pretende, la suma de elementos de la misma categoría (reducidos a la misma categoría, además, por el sistema impuesto), que actúa como un manso rebaño. Es verdad que sigue sin vacilar a sus dirigentes, fundamentalmente a Fidel Castro, pero el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas.

La masa participó en la reforma agraria y en el difícil empeño de la administración de las empresas estatales; pasó por la experiencia heroica de Playa Girón; se forjó en las luchas contra las distintas bandas de bandidos armadas por la CIA; vivió una de las definiciones más importantes de los tiempos modernos en la Crisis de Octubre y sigue hoy trabajando en la construcción del socialismo.

Vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que tienen razón aquellos que hablan de supeditación del individuo al Estado, la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya. Otras veces, experiencias locales se toman por el partido y el gobierno para hacerlas generales, siguiendo el mismo procedimiento.

Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar. Así sucedió en marzo de 1962 ante una política sectaria impuesta al partido por Aníbal Escalante.

Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con las masas. Debemos mejorarla durante el curso de los próximos años pero, en el caso de las iniciativas surgidas de estratos superiores del gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.

Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y victoria.

Lo difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la revolución, es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.

En el capitalismo se pueden ver algunos fenómenos de este tipo cuando aparecen políticos capaces de lograr la movilización popular, pero si no se trata de un auténtico movimiento social, en cuyo caso no es plenamente lícito hablar de capitalismo, el movimiento vivirá lo que la vida de quien lo impulse o hasta el fin de las ilusiones populares, impuesto por el rigor de la sociedad capitalista. En esta, el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de la comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de la vida, va modelando su camino y su destino.

Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate. Solo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller —verídico o no—, una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas populares aclarar estos conceptos. (Cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país, pero ese es un tema que sale de la intención de estas notas.)

De todos modos, se muestra el camino con escollos que aparentemente, un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta. El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario. Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.

Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.

Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas.

El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación.

La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia.

En el esquema de Marx se concebía el período de transición como resultado de la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus contradicciones; en la realidad posterior se ha visto cómo se desgajan del árbol imperialista algunos países que constituyen ramas débiles, fenómeno previsto por Lenin. En estos, el capitalismo se ha desarrollado lo suficiente como para hacer sentir sus efectos, de un modo u otro, sobre el pueblo, pero no son sus propias contradicciones las que, agotadas todas las posibilidades, hacen saltar el sistema. La lucha de liberación contra un opresor externo, la miseria provocada por accidentes extraños, como la guerra, cuyas consecuencias hacen recaer las clases privilegiadas sobre los explotados, los movimientos de liberación destinados a derrocar regímenes neocoloniales, son los factores habituales de desencadenamiento. La acción consciente hace el resto.

En estos países no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el simple proceso de apropiación. El subdesarrollo por un lado y la habitual fuga de capitales hacia países «civilizados» por otro, hacen imposible un cambio rápido y sin sacrificios. Resta un gran tramo a recorrer en la construcción de la base económica y la tentación de seguir los caminos trillados del interés material, como palanca impulsora de un desarrollo acelerado, es muy grande.

Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo.

De allí que sea tan importante elegir correctamente el instrumento de movilización de las masas. Este instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de naturaleza social.

Como ya dije, en momentos de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela.

Las grandes líneas del fenómeno son similares al proceso de formación de la conciencia capitalista en su primera época. El capitalismo recurre a la fuerza, pero, además, educa a la gente en el sistema. La propaganda directa se realiza por los encargados de explicar la ineluctabilidad de un régimen de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal contra el cual no es posible la lucha.

A continuación viene la esperanza, y en esto se diferencia de los anteriores regímenes de casta que no daban salida posible.

Para algunos continuará vigente todavía la fórmula de casta: el premio a los obedientes consiste en el arribo, después de la muerte, a otros mundos maravillosos donde los buenos son los premiados, con lo que se sigue la vieja tradición. Para otros, la innovación; la separación en clases es fatal, pero los individuos pueden salir de aquella a que pertenecen mediante el trabajo, la iniciativa, etcétera. Este proceso, y el de autoeducación para el triunfo, deben ser profundamente hipócritas: es la demostración interesada de que una mentira es verdad.

En nuestro caso, la educación directa adquiere una importancia mucho mayor. La explicación es convincente porque es verdadera; no precisa de subterfugios. Se ejerce a través del aparato educativo del Estado en función de la cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos tales como el Ministerio de Educación y el aparto de divulgación del partido. La educación prende en las masas y la nueva actitud preconizada tiende a convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a quienes no se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas, tan poderosa como aquella otra.

Pero el proceso es consciente; el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca.

En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun dentro de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.

Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero esta no se vislumbra como algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista.

El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios, tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.

A pesar de la importancia dada a los estímulos morales, el hecho de que exista la división en dos grupos principales (excluyendo, claro está, a la fracción minoritaria de los que no participan, por una razón u otra en la construcción del socialismo), indica la relativa falta de desarrollo de la conciencia social. El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado que la masa; esta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que le permite ir al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también individualmente, sobre la clase vencedora.

Todo esto entraña, para su éxito total, la necesidad de una serie de mecanismos, las instituciones revolucionarias. En la imagen de las multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de institucionalización como el de un conjunto armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción.

Esta institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación.

No obstante la carencia de instituciones, lo que debe superarse gradualmente, ahora las masas hacen la historia como el conjunto consciente de individuos que luchan por una misma causa. El hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor.

Todavía es preciso acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y de producción y ligarla a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la total consciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas todas las cadenas de la enajenación.

Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte.

Para que se desarrolle en la primera, el trabajo debe adquirir una condición nueva; la mercancía-hombre cesa de existir y se instala un sistema que otorga una cuota por el cumplimiento del deber social. Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida, que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja; el cumplimiento de su deber social.

Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía.

Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aún cuando sea necesario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea en reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, la llama Fidel). Todavía le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos. Esto será el comunismo.

El cambio no se produce automáticamente en la conciencia, como no se produce tampoco en la economía. Las variaciones son lentas y no son rítmicas; hay períodos de aceleración, otros pausados e incluso, de retroceso.

Debemos considerar, además como apuntáramos antes, que no estamos frente al período de transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica del Programa de Gotha, sino de una nueva fase no prevista por él; primer período de transición del comunismo o de la construcción del socialismo. Este transcurre en medio de violentas luchas de clase y con elementos de capitalismo en su seno que oscurecen la comprensión cabal de su esencia.

Si a esto de agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.

La teoría que resulte dará indefectiblemente preeminencia a los dos pilares de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica. En ambos aspectos nos falta mucho por hacer, pero es menos excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del mundo. Por ello Fidel machaca con tanta insistencia sobre la necesidad de la formación tecnológica y científica de todo nuestro pueblo y más aún, de su vanguardia.

En el campo de las ideas que conducen a actividades no productivas, es más fácil ver la división entre la necesidad material y espiritual. Desde hace mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para resucitar en su creación espiritual. pero este remedio porta los gérmenes de la misma enfermedad.: es un ser solitario el que busca comunión con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el medio y reacciona ante las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado.

Se trata sólo de un intento de fuga. La ley del valor no es ya un mero reflejo de las relaciones de producción; los capitalistas monopolistas la rodean de un complicado andamiaje que la convierte en una sierva dócil, aún cuando los métodos que emplean sean puramente empíricos. La superestructura impone un tipo de arte en el cual hay que educar a los artistas. Los rebeldes son dominados por la maquinaria y sólo los talentos excepcionales podrán crear su propia obra. Los restantes devienen asalariados vergonzantes o son triturados.

Se inventa la investigación artística a la que se da como definitoria de la libertad, pero esta «investigación» tiene sus límites imperceptibles hasta el momento de chocar con ellos, vale decir, de plantearse los reales problemas del hombre y su enajenación. La angustia sin sentido o el pasatiempo vulgar constituyen válvulas cómodas a la inquietud humana; se combate la idea de hacer del arte un arma de denuncia.

Si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la jaula invisible.

Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales; los demás, revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo, las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia.

En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi en un tabú y se proclamó el summum de la aspiración cultural, una representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta, luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería hacer ver; la sociedad ideal, casi sin conflictos ni contradicciones, que se buscaba crear.

El socialismo es joven y tiene errores.

Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarias para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó. (Otra vez se plantea el tema de la relación entre forma y contenido.) La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben. No hay artistas de gran autoridad que, a su vez, tengan gran autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben tomar esa tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal: educar al pueblo.

Se busca entonces la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación artística y se reduce al problema de la cultura general a una apropiación del presente socialista y del pasado muerto (por tanto, no peligroso). Así nace el realismo socialista sobre las bases del arte del siglo pasado.

Pero el arte realista del siglo XIX, también es de clase, más puramente capitalista, quizás, que este arte decadente del siglo XX, donde se transparenta la angustia del hombre enajenado. El capitalismo en cultura ha dado todo de sí y no queda de él sino el anuncio de un cadáver maloliente en arte, su decadencia de hoy. Pero, ¿por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede oponer al realismo socialista «la libertad», porque ésta no existe todavía, no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda condenar a todas la formas de arte posteriores a la primer mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.

Falta el desarrollo de un mecanismo ideológico cultural que permita la investigación y desbroce la mala hierba, tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado de la subvención estatal.

En nuestro país, el error del mecanicismo realista no se ha dado, pero sí otro signo de contrario. Y ha sido por no comprender la necesidad de la creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas del siglo XIX, pero tampoco las de nuestro siglo decadente y morboso. El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad. La reacción contra el hombre del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX; no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un ancho cauce al revisionismo.

Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El presente es de lucha, el futuro es nuestro.

Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.

En nuestra sociedad, juegan un papel la juventud y el Partido.

Particularmente importante es la primera, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores.

Ella recibe un trato acorde con nuestras ambiciones. Su educación es cada vez más completa y no olvidamos su integración al trabajo desde los primeros instantes. Nuestros becarios hacen trabajo físico en sus vacaciones o simultáneamente con el estudio. El trabajo es un premio en ciertos casos, un instrumento de educación, en otros, jamás un castigo. Una nueva generación nace.

El Partido es una organización de vanguardia. Los mejores trabajadores son propuestos por sus compañeros para integrarlo. Este es minoritario pero de gran autoridad por la calidad de sus cuadros. Nuestra aspiración es que el Partido sea de masas, pero cuando las masas hayan alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educados para el comunismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El Partido es el ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el imperialismo…

Quisiera explicar ahora el papel que juega la personalidad, el hombre como individuo de las masas que hacen la historia. Es nuestra experiencia no una receta.

Fidel dio a la Revolución el impulso en los primeros años, la dirección, la tónica siempre, peros hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan en el mismo sentido que el dirigente máximo y una gran masa que sigue a sus dirigente porque les tiene fe; y les tiene fe, porque ellos han sabido interpretar sus anhelos.

No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio. Los primeros lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera que se luchó; después lo hemos conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena.

Dentro del país, los dirigentes tienen que cumplir su papel de vanguardia; y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera a la que se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.

Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas son que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.

Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella.

En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.

El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre en escala mundial. Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala loca y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo.

Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran tarea; también existe el peligro de las debilidades en que se puede caer. Si un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.

En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario.

Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna —no nos avergüenza ni nos intimida decirlo— va Fidel, después, los mejores cuadros del Partido, e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad.

Esa inmensa muchedumbre se ordena; su orden responde a la conciencia de la necesidad del mismo ya no es fuerza dispersa, divisible en miles de fracciones disparadas al espacio como fragmentos de granada, tratando de alcanzar por cualquier medio, en lucha reñida con sus iguales, una posición, algo que permita apoyo frente al futuro incierto.

Sabemos que hay sacrificios delante nuestro y que debemos pagar un precio por el hecho heroico de constituir una vanguardia como nación. Nosotros, dirigentes, sabemos que tenemos que pagar un precio por tener derecho a decir que estamos a la cabeza del pueblo que está a la cabeza de América. Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte.

Permítame intentar unas conclusiones:

Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres.

El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia proteica y el ropaje; los crearemos.

Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio.

Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos.
El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.

Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica.

La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.

Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos, el Partido.

La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.



Si esta carta balbuceante aclara algo, ha cumplido el objetivo con que la mando.

Reciba nuestro saludo ritual, como un apretón de manos o un «Ave María Purísima»:

Patria o muerte.





* Carlos Quijano, editor del semanario uruguayo, Marcha, quien publica la carta en la edición del 12 de marzo de 1965.