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domingo, 22 de noviembre de 2020

IDEALES Y TEORÍA

 Por Hugo Azcuy

Caimán Barbudo  Abril 1967

 «Y es que hay que acabar de saber qué es un revolucionario. Si acaso un revolucionario es simplemente aquél que se arma de una teoría revolucionaria, pero no la siente, tiene una relación mental con la teoría revolucionaria pero no tiene una relación afectiva, no tiene una relación emocional, no tiene una actitud realmente revolucionaria, y acostumbra ver los problemas de la teoría revolucionaria como una cosa fría, que no tiene nada    que ver con la realidad.»

FIDEL CASTRO

 Los ideales políticos, en todas las épocas, han chocado una y otra vez con la única realidad en que ellos debían plasmarse: la realidad social. Ésta ha sido una fuente constante de utopías, de evasiones. Ante las duras circunstancias se optó --y aún se opta frecuentemente por la ilusión de un mundo idealmente construido, capaz de admitir todas las normaciones éticas. Se ha dicho que la historia se repite, como sainete y como tragedia: aquí es posible encontrar el uno y la otra. Hay una corriente clásica del pensamiento político, el liberalismo, que nos puede dar una imagen de esta visión caricaturizada de la historia.

El liberalismo ha sido el punto de partida de muchas frustraciones, las que, al parecer, han encontrado su justificación teórica en el famoso imperativo categórico, la contradicción infinita entre el deber ser y el ser --sin solución de continuidad, inmanente a nuestro mundo moral. Este lugar común tiene su contrapartida en otro lugar común -aunque para algunos no lo sea tanto-, el profetismo emergente de un determinismo <mecanicista». Una teoría que cumple su meta, que ha agotado sus posibilidades porque llegó realmente a donde se lo proponía, no puede ser más fuente de acción; a partir de entonces su misión devendrá explicativa, la pasividad será su elemento. Pero también la posesión de «la verdad», la aprehensión del «sentido de la historia», involucra una forma de contemplación paralizante, la prudencia excesiva, la pavidez más asombrosa, son manifestaciones reiteradas de esta «sabiduría». Esto da lugar a una extraña dialéctica; la historia no se realiza de una vez; cada momento suyo es, de cierta manera, la preparación del siguiente y con frecuencia vemos que los protagonistas de estos momentos no son precisamente, los más «sabios». Es que en la historia podemos buscar triunfos y fracasos, ambos pueden integrar un contenido, pero no indagaremos jamás sobre un algo intermedio, porque ese algo no es más que la nada.

Existe un peligro real en el intercambio de posiciones entre los ideales y la teoría. El tomar los primeros por la segunda lleva a la utopía, pero ¿a dónde lleva el tomar la teoría por los ideales? Sabemos que en la teoría siempre hay un coeficiente social, mayor o menor según su grado de cientificidad, pero lo importante es que él siempre está allí y nos indica un interés, una tendencia de la teoría. Entonces esto significa que la teoría no aparece casualmente, espontáneamente, como una evidencia de la realidad social, sino que ella es buscada, elaborada a partir de posiciones (ideológicas) bien definidas. El tomar la «teorías por los ideales puede, por eso mismo, no significar más que una hipóstasis de búsquedas anteriores y, con ello, la frustración de la posibilidad de realizar los ideales.

Para el verdadero revolucionario no hay, no puede haber horizontes. Che Guevara ha escrito que si a él se le preguntara si es marxista o no, se encontraría en una posición similar a la de un físico al que se le preguntara si es newtoniano, o a la de un biólogo si es pasteuriano, pero también ha agregado: «La Revolución Cubana toma a Marx, donde éste dejara la ciencia para empuñar su fusil revolucionario; y lo toma allí no por espíritu de revisión, de luchar contra todo lo que sigue a Marx, de revivir a Marx "puro”, sino simplemente, porque hasta allí Marx, el científico, colocado fuera de la historia, estudiaba y vaticinaba. Después, Marx revolucionario, dentro de la historia, lucharía. Nosotros, revolucionarios prácticos, iniciando nuestra lucha, simplemente cumplíamos leyes previstas por Marx el científico y, por ese camino de rebeldía, al luchar contra la vieja estructura del poder, al apoyarnos en el pueblo para destruir esa estructura y, al tener como base de nuestra lucha la felicidad de ese pueblo, estamos simplemente ajustándonos a las predicciones del científico Marx.»1

Parece ser que esa lucha de que habla Che Guevara introdujo algunas correcciones en la «teoría», que por demás no era «plenamente» dominada por los combatientes cubanos, y esas «correcciones», derivadas de la actividad revolucionaria, no se produjeron ----esta afirmación, lógicamente es innecesaria-- a priori; en cierta medida, ni siquiera han sido teorizadas.

Toda teoría que sea expresión de una verdad social tiende a empalmar con el que en su momento se considere sujeto de la historia y no de otra manera puede aquélla realizarse. Marx, revolucionario, comprendió esta realidad y ello le permitió superar el utopismo por una parte el blanquismo por la otra. Sabemos que estas dos últimas corrientes se debaten, una en la imposibilidad de una quimera y la otra en la ignorancia de las fuerzas motrices últimas de la historia. La comprensión de esta verdad implica una afirmación que se repite fatigosamente en el marxismo: la historia la hacen las masas. Esta aserción, de cuya justeza ningún revolucionario (marxista) duda, no puede constituir más que un punto de partida para el análisis y es aquí precisamente donde comienzan las dificultades. La sociedad, como objeto del conocimiento, difiere fundamentalmente de toda otra realidad, su extrema movilidad exige una pesquisa constante, no hay aquí esa fijeza estructural de otras esferas que permite que ellas sean investigadas como si siempre fueran idénticas a sí mismas. Esto lleva a menudo a confundir la interpretación de una situación concreta con lo que efectivamente constituye un descubrimiento definitivo; es precisamente esto lo que nos conduce a veces a tener por verdadero lo que fue verdadero, a ver «el pasado superpuesto al presente, aunque ese presente, sea una revolución». (1)

El marxismo no es una filosofía de la historia al estilo hegeliano, que vaticina y profetiza, es una teoría científica de la sociedad que, por su mismo contenido, por la voluntad que expresa, asume formas ideológicas definidas, es ante todo, la teoría de la REVOLUCIÓN SOCIAL.

En estas condiciones, el sujeto de la historia que mencionábamos más arriba adquiere ciertamente, características problemáticas. Nuestra época ha sido definida como la del paso al socialismo y al comunismo..

Para ello es necesario establecer, en cada país, la dictadura del proletariado. En estas generalidades somos contestes todos los que nos llamamos marxistas-leninistas. El problema se presenta en la consideración de cómo, cuándo y dónde instaurar la dictadura del proletariado; esto sí exige una clara comprensión de lo que es el sujeto de la historia. «se integra a partir de la posibilidad más profundamente revolucionaria de la época: la de la clase proletaria».?

Ya en 1843, cuando su teoría ni siquiera había tenido un esbozo sistemático, Marx escribía:3 «Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden social actual sólo anuncia el secreto de su propia existencia, pues él constituye la disolución efectiva de este orden social. Es decir, el sujeto de la historia es aquél cuya «propia existencia ... constituye la disolución de un «orden social» injusto, opresivo, que representa de un modo preciso la negación más total para los oprimidos de realizarse como hombres, y, exactamente, como hombres concretos, históricos. Utilizamos esta cita intencionalmente e intencionalmente también, prescindimos de la racionalidad que ella pueda contener para darle nuestra propia interpretación, histórica. Más adelante tendremos ocasión de volver sobre esto.

Una vez que el capitalismo se hubo consolidado en todos los órdenes en su lugar de nacimiento, comenzó su proceso de expansión, de rebasamiento de lo que fueron sus marcos nacionales, creándose el llamado sistema capitalista mundial. Marx no fue ajeno a este proceso de exportación. En su trabajo «La moderna teoría de la colonización»? da algunas de sus características, pero aquí Marx toma como ejemplo a un país, Norteamérica, cuyas condiciones óptimas y excepcionales (condiciones históricas) llevaron, en fin de cuentas, al triunfo pleno del capitalismo. La realidad, para la mayoría, ha sido otra.

Afirmar que, en su naturaleza, la sociedad burguesa permanece siempre idéntica a sí misma, es decir bien poco. En realidad ella se autotransforma constantemente creándose nuevas condiciones de existencia, en todos los niveles, incluso el político. En este último también sabrá organizar el juego, de tal manera que las fuerzas que representen una potencial subvención del «orden establecido» se integren a sus mecanismos normales y se convierten así en inofensivas. Pero las fórmulas políticas no pueden ser universales, ellas tienen su lugar de aplicación y si se pretende trasladar a la periferia lo que es válido para el centro del sistema, los resultados no serán los mismos allá que aquí.

Es decir, que el proceso de conversión de las fuerzas revolucionarias en reformistas, no produce los mismos resultados en los países con un alto desarrollo capitalista que en los países que no han integrado plenamente (en éstos el capitalismo les viene de afuera) su economía al capitalismo. En estos últimos, la resultante es una deformación monstruosa determinada por su insuficiencia estructural para asimilar los nuevos cambios; esto provoca un círculo vicioso. Los que mandan se angustian buscando soluciones para una realidad cuya heterogeneidad la hace constantemente explosiva. Entre la clase obrera persiste una desigualdad de desarrollo económico que a la vez que constituye una pesadilla para los poseedores, es motivo de un perenne erratismo para quienes se supone deben hacer la revolución. Por otra parte, grandes sectores de la población se percatan de la existencia de una vida moderna no por su ingreso a ella, no por su incorporación a una estructura capitalista, sino por su coexistencia con ella. Para ellos no hay más que una salida inaplazable: la revolución. Ellos engrosaron las filas del Ejército Rebelde de Cuba, han dado nacimiento a las FAR guatemaltecas, a las FALN venezolanas, ellos constituyen hasta la conquista del poder (entiéndase bien), el sujeto de la historia en nuestros países, representan la «disolución efectiva» de un «orden social» parasitario que no tiene por clase dominante más que una caricatura de clase dominante, un grupo apendicular de la burguesía metropolitana que medrosa y estultamente cumple un papel derivado y secundario. Y esto aunque haya quienes no lo comprendan. Aunque haya quienes insistan en hablar de «su burguesía», de las contradicciones de ellas con el imperialismo y otras zarandajas. Si de verdad se quiere ser revolucionario hay que entender esto y dejar a un lado el catecismo, que no será con él que transformaremos la sociedad.

II

Esta reflexión nos trae a la mente un problema con ella relacionado: que es una clase social y, sobre todo, un elemento indispensable de este concepto: la conciencia de clase. No se trata de una exposición o de una investigación del origen de las clases o de otros muchos aspectos sociologicos, sicológicos e históricos de primerísima importancia para una adecuada determinación del concepto de clase social. La dirección de nuestro interés es bien definida, por eso partimos de algunas verdades elementales generalmente admitidas por todos los marxistas. De la definición que Lenin  en Una gran iniciativa, y del concepto de conciencia de clase de Gyorgy Lukacs.

En su definición, Lenin, insiste, básicamente, para la determinación de lo que es una clase y de su pertenencia a ella, en el lugar que se ocupe en un sistema de producción. Entendemos que éste es, efectivamente, un elemento decisivo para que se pueda hablar en un caso dado de clase social. La consideración de ésta como una realidad colectiva no puede velar el hecho de que el moderno concepto de clase social surge ligado principalmente a las condiciones de la producción; en este sentido, Marx, ciertamente, continúa una tradición de la ciencia social más avanzada de su tiempo y sus fundamentales esclarecimientos parten, precisamente, de esta verdad e incontrovertible. Éste es, pues, el punto de partida del marxismo en este problema, pero sólo el punto de partida. Si el criterio económico resulta indispensable para la definición del concepto, también hay que decir que, por sí solo es insuficiente, porque para que una clase exista como tal, es necesario que se forme, además del agrupamiento objetivo de sus miembros, su integración subjetiva, que éstos se autoidentifiquen como tales, lo que vendría a significar la persistencia del grupo, que él no es eventual con respecto al modo de producción que es una clase social.

La formación de la clase no lleva implícita una finalidad, una misión; es el resultado, de un proceso histórico-productivo y es dentro de éste donde los individuos de una clase se trazan determinados fines, lo que supone ya la virtualidad de una conciencia y de una voluntad: los fines no lo son nunca de una historia impersonal, absolutamente objetiva, son los hombres los que se los proponen y no importa que tengan que hacerlo dentro de límites muy precisos que ellos mismos crean con su vida pasada, sino que la historia no es algo distinto de quienes la hacen. Por ello es que para la burguesía resultó relativamente fácil cumplir «su vocación»; recordemos que ella impuso su dominio total, sin un plan previo, sin una acción coordinada de todos sus miembros, pero por otra parte en cada burgués coincide muy claramente aquella «vocación» con su interés inmediato, directo, de tal manera que éste ya representa en sí un poder efectivo. La conciencia individual de la posición propia en la sociedad no puede ser distinta, por principio, de la conciencia de clase, aunque no pueda hablarse de identidad entre una y otra..

Lukacs admite que los hombres ejecutan concientemente sus propios actos históricos, pero al señalar que se trata de una falsa conciencia, apunta la inutilidad del estudio único de ésta para comprender el proceso histórico, insistiendo en que toda explicación de éste a partir de aquella se convierte en una simple descripción de muy poco valor, que lo que hace realmente es disolver el proceso histórico mismo.

La falsa conciencia, por ser precisamente tal, por significar una incomprensión de la relación del individuo con la totalidad social concreta, no alcanza los fines que se traza; los fines alcanzados, objetivos, son desconocidos para ella, y no deseados. De aquí infiere Lukacs que una correcta explicación de la conciencia de clase exige, no la consideración de los pensamientos y sentimientos que han tenido los hombres, sino los que hubieran tenido de captar su situación real con respecto a la estructuración social en su conjunto, es decir, la conciencia de clase es una objetividad que no admite explicación por las ideas que los hombres se hacen de sí mismos, por sus estados sicológicos, afectivos, etc., individuales o colectivos. Por ello, la conciencia de clase viene a ser la adjudicación de una «reacción racional adecuada a una situación típica determinada en el proceso de producción». Aquí tenemos aquella racionalidad de la historia de que hablábamos cuando citamos a Marx (el joven Marx) y que consiste en, por medio de la abstracción, explicar el devenir social mediante atribuciones lógicas. Las clases que, por su posición dentro de la estructura económica de la sociedad, «tienen una fuerte conciencia, realizarán indefectiblemente su «misión» y, por supuesto, esto en especial para el proletariado, que por «no tener>> límites objetivos en su vocación revolucionaria, será el único que poseerá una conciencia total, plenamente consecuente.

De acuerdo con esta concepción bastará, si nos consideramos revolucionarios, con que fundemos un «partido de la clase obrera» y esperemos pacientemente el estallido inevitable porque, después de todo, la historia marcha sobre rieles ya construidos y el problema está en no equivocar el tren. Y mientras nos fundimos con el proletariado apoyando sus movimientos «accidentales», que no manifiestan su «verdadera naturaleza», nos puede también sorprender la revolución, y no la revolución espontánea, sino hecha por otros.

Decíamos que a la burguesía le fue fácil cumplir «su misión». Ella no necesito de una autoconciencia especial que la elevara por encima de sus propias condiciones de vida; sus más prosaicos intereses le indicaban claramente a dónde tenía que dirigir sus golpes. Otra es la situación para el proletariado, al que sus circunstancias no le dan una intuición «clara y distinta» de la necesidad de derrocar al poder burgués mismo, de librar una lucha política decisiva. Para el proletariado, la conciencia revoluciocionaria es diferente de la conciencia de clase; si así no fuera, tendríamos que admitir que los obreros unas veces existen como clase y otras no, o, por el contrario, convertir la conciencia de clase en una existencia en sí aunque a veces ella no se manifieste en forma alguna desde el punto de vista de la acción, pues evidentemente no se trata de que esta conciencia exista teóricamente en un grupito de depositarios, sino de su realización efectiva.

La conciencia de una clase oprimida, con perspectivas reales de convertirse en dominante, está dada por su autocomprensión de que constituye un grupo especial dentro de la sociedad, lo que se trasluce en la adopción de símbolos, costumbres, actitudes, etcétera, específicos. Por un antagonismo latente que en manera alguna presenta una dirección única y que es consecuencia en el proletariado, de una tendencia a proyectar su conciencia hacia el futuro; pero esta proyección puede aparecer lo mismo como una fatalidad que constriñe a alejarse de la clase en su conjunto (dentro de la misma estructura social), que como una actitud disolvente con respecto al orden social. Y esto es así porque la clase no constituye una totalidad orgánica; aunque es una realidad colectiva susceptible de ser tipificada, no tiene un carácter cerrado. Por una parte, es ilusorio pensar que «toda la clase se puede hacer revolucionaria y por otra, resulta ingenuo creer que un sector de ella deviene revolucionario cuando se identifica con la teoría marxista; ser revolucionario no consiste en una actitud teórica, sino en una actitud práctica; esto último es lo que hace a la clase obrera, o a cualquier otra clase, revolucionaria. La revolución como hecho y no como situación potencial, no se produce espontáneamente; aun la actitud práctica es insuficiente, ella tiene que ser deseada, actualizada en todas sus consecuencias, impuesta a costa, inclusive, de todas las violencias. Es entonces, cuando se realiza esta compulsión, cuando las clases populares tendrán oportunidad de mostrar sus mejores inclinaciones y tendencias (y no hay que alarmarse porque en algunos casos no sólo aparezcan las mejores tendencias), que se comprobará claramente que la historia la hacen las masas. Minimizar el papel de la vanguardia revolucionaria partiendo de la máxima anterior es condenarse a la pasividad. Cuando nuestros propósitos son más definidos que nunca antes, más necesita la historia de la «virtualidad de una conciencia y de una voluntad»; sólo un equipo de hombres firmes, apasionados, capaces de actuar, incluso, contra lo que la mayoría considere la lógica más elemental, puede llevar adelante la revolución. Y no puede haber reticencias en la búsqueda de apoyo inicial; la prueba más viva de la descomposición de un régimen social puede estar precisamente en la existencia de grandes grupos de desclasados, de hombres que han nacido sin «condición» o que van de una clase a otra víctimas de la inestabilidad de la sociedad en que viven; aquí suele ocultarse un gran potencial revolucionario porque, aunque estos hombres carecen de los hábitos disciplinados del proletario, sí tienen una conciencia disolvente del orden establecido, cuyo estallido puede significar el comienzo de su destrucción.

La construcción de la nueva sociedad es otra cosa. La ideología de una comunidad política escindida en poseedores y desposeídos no puede coincidir directa y plenamente con los intereses netos de una clase social; si así fuera, desaparecería un factor vinculante decisivo para la existencia misma de esa comunidad. Sin embargo, es indudable que dentro de esa misma sociedad están presentes distintas tendencias ideológicas emergentes de su heterogeneidad de clases. Este cruzamiento crea la ilusión de un destino común o, al menos, de ideales comunes que velan la comprensión de la posibilidad de una acción diferenciada, propia de la clase obrera; así se explican comportamientos tan diversos entre los proletariados de distintos países y en distintas épocas, y también la persistencia de la llamada falsa conciencia dentro del orden burgués; éste es el origen de aquella doble dirección en la proyección de futuro de la conciencia del proletariado. Sólo la conquista del poder revolucionario liquida este desdoblamiento, que no tiene, por cierto, nada de imaginario, que es muy real y efectivo en la conservación del poder de los explotadores y que hay, por lo tanto, que tener muy en cuenta en la programación de la actividad tendiente a su derrocamiento; no es con propaganda y educación con lo que fundamentalmente se obtendrá el éxito en esta misión. La clase obrera no permanece idéntica a sí misma, la implantación del poder revolucionario como dictadura del proletariado -única manera en que éste puede realizarse representa un momento de ruptura para ella; se operan tales cambios en su condición social y en su conciencia, que toda traslación retrospectiva resulta incongruente; en realidad sólo por inercia continuamos llamándole proletariado, porque su conciencia es ya la conciencia de toda la sociedad.

III

Nos parece que las más importantes conclusiones que podemos extraer de lo expuesto, no tienen solamente un carácter práctico, sino que encierran también un valor moral, y no nos produce ningún escrúpulo expresarnos así, porque estimamos que la teoría y la actividad política no tienen que ver exclusivamente con la inteligencia o con la férrea necesidad social: hay algo más que eso. Negar la posibilidad del error e identificar la verdad con lo moral es absurdo y, además una trampa en la que también podemos caer; pero absolutizar esto y afirmar que siempre se trata de incomprensión o de la fuerza de las cosas, absteniéndonos por ello de todo juicio valorativo, creemos que es, en el mejor de los casos, una candidez o una perversidad.

Para la revolución en América Latina hay una sola vía y la primera prueba (que estamos convencidos de que es concluyente), la revolución cubana, ha demostrado la importancia que tienen las convicciones, los ideales. Pero hay algo también muy importante que emerge de la situación actual en el continente: persistir en una política reformista ya no significa solamente esperar a que en las calendas griegas se produzca la revolución por sí sola: es jugarle una mala pasada a la clase obrera, es contribuir a sustraerla, en parte, de su revolución y esto no tiene más que un nombre: traición. Serán precisamente los sectores del proletariado permeados por los hábitos reivindicativos de orden económico que continúan inculcándoles sus falsos dirigentes como «una importante forma de lucha», los que no entenderán la revolución en sus inicios y le presentarán también a ella sus reivindicaciones; los que se quedarán perplejos cuando se pidan los sacrificios necesarios y se comiencen los imprescindibles reajustes de la estructura salarial deformada por un desigual desarrollo económico, que muchas veces lleva a los abanderados de las reformas a olvidar a los obreros más sufridos y maltratados por el orden burgués; precisamente los que -ironías de la historia—, constituirán el principal apoyo del poder revolucionario en sus medidas más radicales.

 

1 Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana.

 R. Debray: ¿Revolución en la revolución?, p. 15. 2 Fernando Martínez: «El ejercicio de pensar», El caimán barbudo, opus, 11. 3 Idem.

 C. Marx: El Capital, p. 701, La Habana, 1962. Ver también «La dominación 790 británica en la India», Obras escogidas en un tomo, p. 225.

 «Marx a Weydemeyer», Obras escogidas en un tomo, La Habana.

 

Desarrollan inversiones en el programa arrocero


El programa destinado al desarrollo arrocero en esta provincia, continúa su avance ante las inversiones en el municipio de Abreus para aumentar las producciones y la distribución, asegura Orlando Díaz Valdés, director de la Empresa Agroindustrial de Granos.

“Se construye un secadero, dijo, con capacidad para 37 toneladas, previsto para que asimile las producciones de arroz del municipio de Abreus, incluyendo la zona de Horquita, además las de los municipios de Rodas, Cruces, Palmira y Lajas”.

La inversión está valorada en alrededor de 6 millones de pesos, con tecnología proveniente de la República Popular China, la cual ejecuta la Ecoa no. 37, perteneciente al Ministerio de la Construcción en Cienfuegos.

“Ya se encuentra, agrega, a un 90 por ciento de ejecución; prácticamente la parte tecnológica está concluida y solamente quedan algunos ajustes, como los detalles de la parte hidráulica y del aire comprimido, unido a los aterramientos y pararrayos.

“También debemos trabajar en los sistemas contraincendios. Toda la otra parte se encuentra montada, y esperamos que al cierre de este año, por lo menos esa tecnología ya tenga valor de uso”, añadió.

Asimismo, tienen prevista en la agricultura una inversión ubicada en la presa Galindo.

“Esta inversión, comenta, es netamente productiva para asegurar la capacidad, y estamos previendo en una primera etapa la siembra de 162 hectáreas, con una segunda etapa, en un proceso inversionista que debe ejecutar Recursos Hidráulicos y llegar hasta las 600 hectáreas.

“Integra el plan de desarrollo previsto hasta el año 2030, pero aun así, está asegurada por la capacidad del secadero con las producciones ya existentes, en aras de que funcione normalmente en las campañas de frío y primavera”.

Otras inversiones ejecuta la Empresa Agroindustrial de Granos.

“Desarrollamos inversiones propias, afirma, que tienen que ver con la construcción de un almacén de insumos en el municipio de Aguada, y dejar definitivamente instalado el horno para quemar cascarillas y disminuir el consumo de combustible en la Unidad Empresarial Básica de arroz enclavada en la zona de La Paquita, en Aguada.

“Todas estas inversiones deben tener valor de uso también antes de finalizar el año”, finalizó.

Incidencia del bloqueo en el cultivo arrocero: Producir, ¿esperando la llegada del barco?

MARITZA PADILLA VALDÉS | FOTO: RADIO GUAMÁ 21 NOVIEMBRE 2020

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Los Palacios, 21 nov ( ACN) La producción de arroz, alimento básico en la dieta del cubano, sufre las consecuencias del recrudecimiento del bloqueo bajo la administración de Trump, y la persecución a la llegada de combustibles a Cuba limita el desarrollo del cultivo, pues “es difícil producir con la mirada en el mar esperando la llegada del barco”.

Así afirmó a la ACN Guillermo Díaz López, especialista de la Unidad Científico Tecnológica de Base (UCTB) Los Palacios, quien añadió que no solo el cerco obstaculiza los suministros de hidrocarburos, sino también la adquisición de otros insumos necesarios al sector agrícola en el país.

Añadió que esos carburantes intervienen en casi todos las faenas productivas del grano, y cada actividad hay que realizarla en su justo tiempo, ni días antes o días después, y en el momento en que llega el combustible implica en ocasiones acelerar el ritmo, violentar pasos, por ejemplo en la preparación de suelos, al estar las siembras enmarcadas en un espacio de tiempo, y todo ello conspira en contra de los rendimientos.

También son imprescindibles en la limpieza del arroz y en otros muchos quehaceres de la gramínea, incluido el traslado a los campos de los obreros, algo que ha golpeado duro, pues en reiteradas oportunidades la fuerza de trabajo se ha diezmado por esa causa, con los consiguientes retrasos, en plantaciones donde abundan las labores manuales.

Y no solo esa práctica genocida perjudica el abastecimiento de combustibles –sentenció-, toda vez que el arroz para su producción necesita de potasio, urea y fertilizantes químicos importados, de ahí la importancia de hacer un uso racional de los recursos y buscar alternativas que sustituyan las compras en el exterior, encarecidas, al tener que recurrir Cuba a mercados lejanos.

Ante la conveniencia de incrementar los productos de fabricación nacional, un grupo de especialistas de la UCTB ha realizado experimentos con el método de trasplante mecanizado del arroz, y la introducción del CBFERT, fertilizante líquido de la ingeniería química, y en una parcela de 0,3 hectáreas, sustituyeron el 50 por ciento de la urea y el potasio, mientras no utilizaron pesticidas, señaló.

"En su lugar, empleamos el Quitomax, un bioestimulante fabricado por el INCA, que además posee un efecto colateral protector, y junto al novedoso CBFERT, permite prescindir de los pesticidas", aseguró.

Afirmó Díaz López, que la prueba se realizó para integrar los resultados experimentales al paquete tecnológico arrocero, mientras son buenos y no se nota la diferencia con el habitual proceder.

Pensamos –dijo- obtener entre 5,6 o 5,7 toneladas por hectárea y el cultivar empleado fue el INCA-LP7, obtenido en Los Palacios, tolerante a la sequía y a la salinidad.

El CBFERT fue logrado por especialistas del Centro de Ingeniería e investigaciones químicas y reduce las importaciones en la rama agrícola en la mayor de las Antillas, tarea de máxima prioridad, sobre todo en estos tiempos de crisis económica y de azote de la COViD-19.

El desafío definitivo de Donald Trump

El mundo asiste a una inquietante huida hacia delante de un presidente dispuesto a todo para subvertir el proceso electoral que le convertirá el 20 de enero en un ciudadano privado obligado a reinventarse


Donald Trump juega al golf en un club de Sterling, en el Estado de Virginia, el sábado.MANUEL BALCE CENETA / AP

PABLO GUIMÓN

Washington - 22 NOV 2020 - 02:14 CST

“El mundo está mirando”. “Los votantes han decidido”. Quien pasara la noche del viernes por el hotel Trump de Washington, a pocas manzanas de la Casa Blanca, pudo leer las dos frases proyectadas en la fachada, junto a los nombres y los retratos de Mike Shrikley y Lee Chatfield, líderes de las mayorías republicanas en las cámaras legislativas alta y baja, respectivamente, del Estado de Michigan. Ambos se encontraban esa misma tarde en el Despacho Oval, reunidos con el presidente Trump. No ha trascendido cuánto duró el encuentro. Ni los detalles de lo que se habló. Pero Michigan era el viernes el foco de las presiones del presidente para tratar de que los legisladores accedan a subvertir el proceso democrático, desoír el sentido del voto de sus ciudadanos y enviar al colegio electoral a partidarios de Trump, torciendo el órgano a su favor cuando este se reúna el próximo 14 de diciembre para elegir oficialmente al próximo presidente.

“Como líderes legislativos, cumpliremos la ley y seguiremos el proceso normal”, dijeron Shrikley y Chatfield al salir. Otro golpe para Trump. Los expertos coinciden en que la insólita idea de subvertir el colegio electoral está condenada al fracaso. Igual que la de denunciar fraudes ante la opinión pública sin ser capaces de aportar pruebas concluyentes en los tribunales. Lo mismo que la de impugnar los recuentos en Estados donde el demócrata Joe Biden se impuso por márgenes cortos. Después de un segundo escrutinio a mano en Georgia, el Estado donde el resultado fue más ajustado, se volvió a certificar el viernes la victoria de Biden. Pronto serán dos derrotas las que tendrá que admitir Trump. La de las elecciones y la de su cruzada para revertirlas. Demasiadas para alguien que divide el mundo entre ganadores y perdedores.

Los votantes han decidido. El mundo está mirando. Las frases proyectadas el viernes en la fachada del hotel contenían las únicas verdades sobre las elecciones que han salido de la marca Trump estas dos semanas. Los votantes han decidido, por un margen de seis millones de papeletas y una ventaja de 74 votos en el colegio electoral, que Biden sea el 46º presidente de Estados Unidos. Y el mundo contempla atónito un espectáculo que nadie sabe bien qué es. ¿Una rabieta de un mal perdedor? ¿Un intento de golpe de Estado? ¿La última trampa de un trilero destinada a mantener toda su operación a flote? Quienes más de cerca han seguido al presidente estos cuatro años advierten de que probablemente se trate de preguntas retóricas. Trump no planea. Solo actúa.

La cruda realidad es que el presidente de Estados Unidos lleva más de dos semanas básicamente dedicado a amplificar cada patraña conspiranoica que encuentra por la red. “¡Un fraude electoral masivo será mostrado!”, tuiteaba ayer. “¡Fraude masivo sin precedentes!”. “¡La elección fue una farsa!”. Así todo el día. Solo el viernes, Twitter tuvo que añadir etiquetas a 10 de sus mensajes advirtiendo de que el contenido era “controvertido”. Miembros de su Administración dicen que es imposible mantener conversaciones serias sobre políticas concretas estos días con el presidente de Estados Unidos, sin que la cosa degenere en denuncias y teorías raras.

De manera aún más inquietante, la definición de la estrategia parece estar depositada en las manos de su abogado Rudy Giuliani, cada una de cuyas intervenciones tiene el contrastado potencial de degenerar en un ridículo espantoso. Lo endeble del plan de Giuliani quedó reflejado, durante una demencial conferencia de prensa el jueves, en un mapa con una serie de Estados marcados en rojo que supuestamente representaban “los múltiples caminos a la victoria” de Trump. El mapa estuvo ahí, abandonado en un atril, como de adorno, mientras Giluiani y su equipo lanzaron disparates durante una hora y 45 minutos, hablando de un fraude masivo que en los tribunales se cuidan mucho de decir que no existió.

Muchos observadores defienden que, dentro del entorno del presidente, solo Giuliani y su extravagante cohorte se creen todo esto al pie de la letra. Es el caso de la abogada Sidney Powell, conocida hasta hora por haber expresado reiteradamente su apoyo a QAnon, esa delirante patraña de que una sociedad secreta de destacados demócratas y estrellas de Hollywood, pedófilos y adoradores de Satán, domina el mundo. Powell lleva toda la semana divulgando por medios conservadores esta otra teoría: que una coalición internacional comunista robó estas elecciones, manipulando un software de tabulación de votos para voltear millones de papeletas de Trump a Biden. “Cuando el fraude sea finalmente descubierto”, dijo en la rueda de prensa, “creo que tendremos 80 millones de votos”.

Es decir, denuncia que un software manipulado robó cerca de siete millones de papeletas. Un fraude que, dijo, “nunca se habría desvelado, si los votos para el presidente Trump no hubieran sido tan abrumadores que rompieron el algoritmo”. Hasta Tucker Carlson, palmero incondicional de Trump en Fox News, tuvo que decir basta. “Powell describía lo que viene a ser el mayor delito de la historia de Estados Unidos”, reconoció Carlson. “Millones de votos robados en un día. La democracia destruida. El fin de nuestro centenario sistema de autogobierno. No es cosa pequeña”.

Asegura Carlson que llamaron sin parar a Powell. Que se la tomaron en serio. “Solo queríamos ver los detalles, ¿cómo no habríamos querido verlos?”. La invitaron al programa. “Le habríamos dado la hora entera. La semana entera, de hecho”, explicó Carlson. Pero Powell declinó la invitación. “No envió ni una prueba, ni una página”, aseguró el periodista.

La patética realidad es que pocos más en su círculo de confianza creen en esto. Aunque algunos actúen como si creyeran que Trump puede revertir el resultado de las elecciones, la realidad es que no tragan. Cierran filas. Se escaquean, desconectan psicológicamente, esperando que pase el chaparrón sin mojarlos. Ni siquiera su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, según quienes han hablado con ellos en privado, piensan que toda esta historia vaya a ningún lado.

El problema es que la gente sí les cree. La mitad de los votantes republicanos cree que el presidente Trump “ganó legítimamente las elecciones” pero que estas fueron robadas por un fraude electoral masivo para favorecer a Joe Biden, según una encuesta de Reuters e Ipsos publicada esta semana.

El pasado 3 de noviembre, Donald Trump perdió. Pero se convirtió en el segundo candidato presidencial con más votos de la historia, después de Biden. Casi 74 millones de estadounidenses votaron a Trump. Se trata de un activo goloso para un empresario acosado por las deudas y obligado a reinventarse a partir del próximo 20 de enero. Enfadado con Fox News por no seguirle en sus delirios, se habla de que podría crear algún tipo de medio de comunicación para competir por esa audiencia. Se habla también de una carrera presidencial en 2024. Días después de las elecciones, según Politico, el senador Kevin Cramer llamó a Trump para ofrecerle su apoyo en esta ofensiva para desafiar el resultado, y el presidente le dijo: “Si esto no funciona, simplemente volveré a presentarme dentro de cuatro años”.

Una derrota de Trump iba a suponer un reseteo del Partido Republicano, pero ahora todo indica que seguirá siendo la fuerza dominante de la formación. Todo ello, siempre que la justicia se lo permita. Despojado de la inmunidad de la que disfrutó durante su presidencia, desde el 20 de enero Donald Trump será un ciudadano privado, enfrentado a al menos seis procesos judiciales. Entre ellos, una acusación sobre falsificación de documentos para ocultar pagos para silenciar a mujeres, otra sobre evasión fiscal, otra por difamación y otra por fraude presentada por su sobrina.

Los servicios de inteligencia llevaban meses advirtiendo de que Rusia y otros países estaban preparados para difundir desinformación sobre los resultados de los comicios con el fin de desacreditar la legitimidad del proceso electoral. Pero resulta que el agente de esa desinformación estaba dentro. Era el propio presidente. “Fox News y la propia campaña de Donald Trump han sido mucho más influyentes en diseminar creencias falsas que los troles rusos o los artistas del pincha-pincha en Facebook”, concluía un estudio de la universidad de Harvard sobre la campaña.

Aquellos agentes internacionales deseosos de ver cómo los cimientos democráticos del país se tambalean, cómo se desautoriza su papel de guardián de la democracia en el mundo, se frotan las manos. Ya no hace falta una injerencia rusa como la que acreditaron los servicios de inteligencia en 2016. Bastan el propio presidente y sus acólitos para amplificar la ficción a través de una maquinaria de la desinformación basada en las redes sociales y una galaxia de radios y televisiones conservadoras. Ya no es un movimiento de bases, sino una actividad orquestada de arriba abajo. Y hay casi 74 millones de personas ahí abajo. El presidente ha perdido las elecciones. Pero puede cantar victoria en el que ha sido desde el principio su proyecto de fondo: destruir el orden político vigente. He ahí el legado final de cuatro años de Donald Trump.

PELIGROSAS FANTASÍAS DE RUDY GIULIANI

Por Jorge Gómez Barata

Como una descolorida caricatura de un capo siciliano, y para probar que el ridículo es incurable, sudando a mares y con el tinte del cabello corriendo por las  crispadas mejillas, Rudy Giuliani, abogado de Donald Trump, informó de una trama según la cual, Cuba y Venezuela aportaron el software y el dinero para realizar un fraude electoral masivo en los Estados Unidos. Para ir más lejos, Katherine Powell, letrada al servicio del próximo expresidente, involucró en la operación a Hugo Chávez, fallecido hace siete años.

“Con lo que realmente estamos lidiando, es con la influencia masiva del dinero comunista a través de Venezuela y Cuba”, dijo Powell…” y de paso insinuó que, junto con estos dos países, China y el multimillonario George Soros, estarían interviniendo en las elecciones de Estados Unidos”.

Según cuentan los cuentistas, el fraude que afectó no menos de 28 estados y decenas de condados de los Estados Unidos se realizó mediante la instalación en los colegios electorales y mesas de conteo de votos, del software Dominión creado hace unos diez años por la empresa canadiense Smartmatic, presuntamente bajo instrucciones del expresidente Hugo Chávez. Al decir de Giuliani el sistema es susceptible de ser manipulado para trucar los resultados y realizar así un fraude electoral.

Según el equipo jurídico de Donald Trump la tecnología fraudulenta fue facilitada por Cuba y Venezuela. Estos abogados claman porque el Departamento de Justicia investigue sus delirantes alegatos. “Es preciso, dijo la abogada Powell, que el Departamento de Justicia -y cada equivalente en los estados, así como las fiscalías-, acometan una investigación criminal completa”.

La absurda narrativa no logra responder a la pregunta de por qué 28 estados de los Estados Unidos, el país con la tecnología informática más avanzada del mundo, sede de Silicon Valley y de las mayores y más eficaces empresas tecnológicas del planeta, sintió la necesidad de contratar un sistema creado a casi diez años (una eternidad en materia informática) por encargo venezolano a una desconocida empresa canadiense.

Tampoco es posible explicar para dónde miraban el Buró Federal de Investigaciones (FBI), la CIA, los departamentos de justicia y seguridad interior, la NASA, el Comando Sur, las fuerzas aeroespaciales y las destinadas vigilar el ciberespacio, así como las 24 agencias de inteligencia con que cuentan los Estados Unidos, mientras impunemente los agentes venezolanos y cubanos realizaban lamega operación.

Giuliani y sus adláteres pasan por alto que Trump es el jefe de la más formidable maquinaria de guerra, seguridad e inteligencia existente en el mundo con capacidades prácticamente ilimitadas para el espionaje y la seguridad, más celosa cuando se trata de la seguridad interior.

No obstante, el clima de histeria que se vive en los Estados Unidos, y la negativa de Trump a entregar el gobierno, las demenciales de Giuliani, entrañan peligros, sobre todo porque al renegado ex presidente le quedan días en el poder y pudiera sucumbir a la tentación de acudir a la violencia. Es preciso estar alertas. Allá nos
vemos.

22/11/2020
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El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por esto! Al citarlo
mencionar la fuente.

Poder adquisitivo e Índice de precios al consumo (IPC)

 Por 

Nota HHC: He introducido el gráfico del Salario Real en Cuba (Mesa Lago) en este post, para que se comprenda mejor como ha influído en el mismo los conceptos que se exponen de manera simple a continuación. 

El poder adquisitivo es la cantidad de bienes o servicios que pueden conseguirse con una cantidad de dinero fija según sea el nivel de precios.

Los individuos, las empresas o los países emplean sus recursos para satisfacer las necesidades que tienen. La relación entre el precio que se paga por ellas y el nivel de recursos que se posee es conocida como poder adquisitivo.

Poder adquisitivo y necesidades

Es importante tener en cuenta la idea básica que hay tras esta definición: tendremos mayor poder adquisitivo cuantas más necesidades podamos cubrir con una determinada cantidad de dinero. Para ello, debemos definir la situación en que nos encontramos o, en otras palabras, el valor de la moneda con la que estemos comprando.

De lo anterior podemos observar que la medición del poder adquisitivo es una buena herramienta a la hora de establecer comparaciones entre sujetos de diferentes países o de distintos periodos de tiempo. A través de esta comparación, es posible distinguir el nivel económico de individuos del pasado y del presente, o de otros individuos que comparten el mismo tiempo, pero en diferentes países con sus correspondientes monedas.

 Los costes de vivir en un país con una moneda devaluada afectan al poder adquisitivo. Dicho indicador, además, no sólo se mide por el valor de un bien, sino que se crea una cesta de bienes, normalmente primarios (bienes de primera necesidad), para poder establecer una comparación lógica.

Esto último nos muestra la idea de que hay países con diferentes costos de vida, donde es evidente que un individuo tendrá poderes adquisitivos distintos.

La posibilidad de las personas para adquirir bienes o servicios que buscan está directamente relacionada con el factor de la inflación. En otras palabras, en el caso de un país donde se produce un aumento en los precios de los bienes o servicios, la persona que estemos estudiando experimentará una disminución en su poder adquisitivo. Esto sucederá si sus ingresos (salario, inversiones y otros tipos de recursos) no han crecido al mismo ritmo que los precios.

Ejemplo de poder adquisitivo

Por ejemplo, supongamos que nuestro amigo Miguel tiene un sueldo de 1000 euros y gasta en su cesta de la compra mensual 200. Si España, su país, sufre una inflación que provoca una subida de los precios en alimentos, la misma cesta que Miguel solía adquirir ahora tiene un valor de 230 euros.

Observaremos que con la nómina mileurista de Miguel ahora este podrá adquirir menos productos si decide gastar 200 euros en su compra. Otra alternativa es aumentar su cantidad destinada a lo mismo. En resumen, su poder adquisitivo habrá decrecido.

Queda claro entonces que para establecer medidas y comparaciones de poder adquisitivo, un dato importante a tener en cuenta es el mostrado por el IPC (Índice de Precios de Consumo).

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Índice de precios al consumo (IPC)
Por Steven Jorge Pedrosa

El índice de precios al consumo (IPC) es un indicador que mide la variación de los precios de una cesta de bienes y servicios en un lugar concreto durante un determinado periodo de tiempo

Este índice se utiliza para medir el impacto de las variaciones en los precios en el aumento de coste de vida. Para ello selecciona productos concretos, que se asemejan al consumo de la una familia, como pueden ser determinados comestibles, calzado y textil, carburantes, transportes, servicios… y realiza un seguimiento de sus precios durante un tiempo delimitado y concreto, que suele ser trimestral y anual.

Son productos que se adquieren de manera habitual y que suponen el principal desembolso de las familias en su consumo. Así pues, el IPC mide los cambios en los precios de esta cesta cerrada de productos y servicios. Si durante el análisis este índice es positivo diremos que el IPC ha crecido. Es decir, que el coste de vida se ha incrementado, ya que los productos de consumo básico han sufrido un aumento en sus precios. Y al contrario, si el índice es negativo diremos que el IPC ha decrecido. Esto es, que el coste de vida se ha reducido, puesto que los productos de consumo básico han registrado una reducción en sus precios.

Recalcar que el IPC sirve para recoger los incrementos de los precios y del coste de vida, por tanto, en ocasiones se suele confundir con la inflación, aunque bien es cierto que el IPC, al contar con una gran variedad de productos de diferentes sectores, puede recoger en buena medida la inflación, es decir, el incremento de los precios.

Factores para construir el IPC

El IPC debe contar con dos rasgos fundamentales para que sea cierto:

  • Debe ser representativo y fiable, de forma que se seleccione una muestra representativa y ponderada de todos los productos y servicios de los principales consumidores.

  • Debe ser medible y comparable en tiempo y espacio, esto es, que se pueda asemejar y comparar con la misma medida en diferentes tramos de tiempo y además sea semejante al resto de países.

Como prueba de lo anterior surge el IPC Armonizado (IPCA), que se utiliza escogiendo los mismos productos y servicios en todos los países para un mismo tipo de población, ya que el IPC normal varía en función de los patrones de consumo de los diferentes países, y resulta más difícil compararlos.

(Tomado Economipedia)

¿Qué es la inflación y cómo podemos combatirla?

 Por Jose Luis Sanchis, Rankia

¿Qué es la inflación?

La inflación consiste en un incremento del nivel medio de los precios en la economía. Un modo en que los economistas miden la inflación es haciendo un seguimiento de una "cesta de la compra tipo" de bienes y servicios. Se trata del Índice de Precios al Consumo (I.P.C.).

Es importante destacar que la inflación es una media aritmética. Algunos bienes, por ejemplo los productos electrónicos, bajan de precio incluso cuando hay inflación.

¿Por qué se produce?

No existe una causa única. Se han dado casos en la historia en los que la inflación ha sido motivada por la falta de previsión de los gobiernos, que han emitido más dinero del que el mercado podía soportar sin presentar variaciones. Al haber más dinero en circulación los precios suben.

En otras ocasiones lo que ocurre es que aumentan los costes de los empresarios (porque se produce un incremento salarial o una subida del precio de las materias primas). Las consecuencias son las mismas, al aumentar los costes de producción los precios de los productos suben.

También puede ocurrir que los empresarios busquen incrementar sus beneficios subiendo el precio de sus productos.

Como vemos, el equilibrio entre todos los factores expuestos es muy difícil. De hecho se considera lógica la existencia de inflación en las economías de mercado. El problema está cuando esta inflación crece desmesudaramente o no responde a las previsiones del Gobierno. Entonces es cuando se puede hablar de un proceso inflacionista.

¿Cuáles son sus efectos?

El primer efecto es la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores. Con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos productos que en un contexto no inflacionista. Si la subida de los precios no se ve compensada por un incremento en los salarios tendremos más dificultades para llegar a fin de mes. Pero si los salarios suben se puede entrar en un círculo vicioso, ya que los empresarios para compensar este aumento venderán más caros sus productos, con lo que la inflación seguirá existiendo. Como vemos, la subida salarial no es la única solución ya que en realidad se está aumentando la cantidad de dinero en circulación.

Los préstamos, en cambio, bajarán su precio real. Si no hay un reajuste de los intereses, al reducirse el valor del dinero éstos resultarán más asequibles para los deudores. Sin embargo no hay que olvidar que nuestro poder adquisitivo baja también. Pagar el préstamo nos supone un menor esfuerzo económico pero con el aumento de los precios este beneficio no redunda de forma decisiva en nuestra economía. Los consumidores no pueden ahorrar tanto como antes. Se ven obligados a dedicar más dinero que antes a la adquisición de productos y servicios, ya que su precio ha aumentado. La capacidad de ahorro disminuye.

Los productos que más suben en épocas de inflación son los de mayor consumo, con lo que este aumento de los precios lo sufren todos los consumidores. Como podemos suponer los productos más demandados suelen ser los de primera necesidad y en estos casos resulta más difícil prescindir de ellos. Si la comida o la ropa suben de precio las economías familiares se resienten.

¿Qué pueden hacer los gobiernos para combatir la inflación?

Básicamente tienen dos vías de acción:

Reducir la cantidad de dinero en circulación. Si se emite menos moneda se frena la devaluación del dinero. El peligro para el consumidor es que esto se suele traducir en una congelación de los sueldos y las inversiones públicas.

Subir los tipos de interés. De esta manera se intenta fomentar el ahorro. Si los tipos de interés suben, menos gente se verá dispuesta a afrontar el coste de un préstamo, con lo que la cantidad de dinero en circulación se reducirá.

¿Qué podemos hacer los particulares para combatir la inflación?

Hay tres cosas que podemos hacer:

Gastarnos el dinero inmediatamente. Adelantando las compras previstas evitamos el riesgo de la inflación venidera. Desafortunadamente esta estrategia esconde otros riesgos si hacemos un gasto superior al que nuestra economía puede soportar. Pero hay veces en que ahorramos más gastando el dinero ahora que esperando a hacerlo en el futuro.

Hacer inversiones de alto rendimiento (como las acciones). Ya advertí en un post del pasado junio sobre que los depósitos y cuentas de ahorro remuneradas con intereses por debajo de la inflación son una manera garantizada de perder poder adquisitivo teniendo además en cuenta que se practica una deducción del 18% de IRPF sobre los bajos intereses obtenidos. Para incrementar el poder adquisitivo y batir la inflación es necesario invertir en activos con un alto retorno, como las acciones. Aunque invertir en acciones tiene sus propios riesgos (se puede perder todo el capital), hay estrategias para gestionar este tipo de inversión a largo plazo mediante la diversificación de la cartera.

Colocar el dinero en depósitos y bonos indexados a la inflación. Es posible preservar el capital y ganar lo que se incremente la inflación, sin riesgo, mediante depósitos indexados a la inflación, por ejemplo La Caixa tiene un depósito de estas características llamado Depósito Inflación Plus. También se pueden obtener rendimientos superiores, aunque con un mínimo riesgo, a través de los bonos indexados a la inflación. La forma más sencilla para invertir en estos activos es a través de fondos de inversión cuyo subyacente sean estos bonos indexados a la inflación, que además tienen ventajas fiscales sobre los rendimientos de los depósitos.

¿Por qué no pueden los gobiernos hacer que haya inflación cero?

Antes que nada, yo me pregunto ¿Y por qué existe la inflación?. Esta es una pregunta controvertida. Hay por lo menos dos razones principales por las que es bueno que haya "algo" de inflación:

- La primera razón es que la inflación es mejor que la deflación, que es que los precios bajen. ¿Por qué es esto malo? la deflación hace que aumenten las obligaciones de los que tienen préstamos pendientes, al aumentar su precio real, lo cual incrementa los índices de morosidad y puede desembocar en una gran crisis crediticia. Las empresas van a la bacarrota, los trabajadores pierden su empleo y se endurece el acceso a los créditos.

- La segunda razón es que la inflación puede ser una consecuencia de políticas deseables como, por ejemplo, tener un alto índice de empleo.