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jueves, 21 de enero de 2021

Tarifas eléctricas para el sector no estatal: Despejando dudas de “alta tensión” (+ Video)

 Por: Randy Alonso Falcón, Oscar Figueredo Reinaldo, Lissett Izquierdo Ferrer, Dinella García Acosta, Angélica Arce Montero, Ana Álvarez Guerrero, Cubadebate

 

El pasado 28 de diciembre se dio a conocer la aplicación de nuevas tarifas eléctricas para las formas de gestión no estatal. Con esta medida se pretende equiparar las condiciones de pago del servicio eléctrico de las empresas estatales con las formas no estatales.

Para conocer más detalles sobre este particular, el ministro de Energía y Minas, Liván Arronte Cruz, y otros directivos del MINEM comparecen este jueves en la Mesa Redonda.

En video, la Mesa Redonda

El 48% del combustible que se utiliza en Cuba para la generación de electricidad es importado

El titular dijo que desde el anuncio de las nuevas tarifas eléctricas se ha estado al tanto de todas las opiniones de la población y evaluado varias variantes. “Todo lo que deba y pueda ser corregido se hará de una manera efectiva”, acentuó.

Recordó que el pasado 28 de diciembre fueron anunciadas las modificaciones a las tarifas para el sector residencial y no estatal. De manera general, acotó, “el pueblo ha agradecido la inmediatez de las decisiones” y el escenario se centra entonces en implementar las medidas aprobadas.

La Unión Eléctrica, señaló, opera con pequeños márgenes de utilidad. Es decir, “no tiene como meta lograr ventas superiores a las que hoy tiene”, en tanto su mandato estatal está en optimizar todos los recursos energéticos de los que dispone el país.

Datos aportados por el ministro indican que el 48% del combustible que se utiliza en Cuba para la generación de electricidad es importado; el crudo y el gas son el 52%. 



Arronte Cruz reiteró que para cubrir la demanda del sistema eléctrico se emplean diferentes tecnologías y combustibles, y ejemplificó que el 95% de la electricidad que se consume en el país se hace con combustible fósil. 

Para ello, argumentó, la UE utiliza primero los combustibles menos costosos y luego incorpora los restantes, hasta llegar al diesel que es el más caro.

La política establece que para el 2030 el 24% de la generación eléctrica del país esté cubierta por las fuentes renovables de energía. “Los pronósticos —y en lo que estábamos trabajando— es en incrementar la energía renovable, que hoy es de un 5%, fundamentalmente la solar fotovoltaica, aunque ya se incorporaron otras formas a partir de la biomasa forestal y cañera”.

Otro de los combustibles que se emplea en el cubrimiento de la demanda es el gas acompañante de los pozos de petróleo, que dentro de la estructura de generación es el segundo combustible más barato.


Además, añadió el titular, está la generación con motores de fuel, las termoeléctricas que queman el crudo nacional, las térmicas y los motores de la generación distribuida.

Arronte Cruz  insistió en que los picos en el sistema eléctrico y los excesos de consumo en la demanda hay que cubrirlo con el diésel, el combustible más costoso. 

Es un proceso costoso, “por lo que el presupuesto del Estado emplea una masa de subsidio alta en cubrir los costos que hoy tiene la Unión Eléctrica”, comentó y destacó la importancia y el esfuerzo que se hace por lograr la transformación de una matriz de generación que garantice una mayor participación de las energías renovables y combustibles nacionales.

¿Cuáles fueron las premisas para los cambios en la tarifa eléctrica?

  • La primera premisa evaluada para la rebaja de las tarifas es conservar el objetivo de incentivar el ahorro. “La curva de demanda de nuestro sistema tiene horarios picos en el mediodía y la noche. Y la electricidad se genera en la misma medida que se demanda por la población y la economía. No tenemos ninguna fuente en estos momentos de acumulación. Si la generación no logra satisfacer la demanda, tendríamos que tener entonces apagones”.
  • La segunda premisa, prosiguió, es mantener el objetivo de contribuir a no modificar la estructura de la matriz de consumo residencial, de ahí que se ha buscado mantener una coherencia entre el precio de la electricidad y del GLP.
  • En tercer lugar, se busca concebir una mayor eficiencia y reducción en los costos de la Unión Eléctrica. “Si se incrementan los consumos porque la tarifa no lo regula y el costo del kWh generado excede lo previsto en los análisis realizados, en dependencia de los precios del combustible y los niveles de generación que se logren, podríamos estar gastando 5 000 millones de pesos por encima de 17 800 millones previstos para los subsidios de las tarifas”.

El ministro reiteró la importancia del ahorro de electricidad y la eficiencia que tiene que lograr la UE en el proceso de generación, para mantener las tarifas aprobadas y no incrementar el subsidio a este servicio.  

¿Cuáles son las opciones que tienen las formas de gestión no estatal?

Luego de la Mesa Redonda del pasado 28 de diciembre las opiniones de la población estuvieron centradas en las modificaciones que se habían hecho al sector residencial, pero a medida que han pasado los días también se escuchan  preocupaciones con respecto a las tarifas implementadas para las formas de gestión no estatal y de los edificios multifamiliares.

Sobre cómo marchan los análisis que se han desarrollado en este campo a propósito de los comentarios de la población, se refirió Tatiana Amarán Bogachova, vicetitular del MINEM.

“Los análisis no se han detenido desde el mismo día que se anunció la tarifa eléctrica para el sector residencial”, aseguró y comentó que recibieron miles de quejas y opiniones al respecto de la tarifa, del sector residencial y desde algunos que desde ahí ejercían alguna actividad de tipo económica dentro de la vivienda. 

Explicó que se realizaron modelaciones y estudios para buscar un equilibrio entre estas formas de gestión, con el objetivo de que al final no se trasladara el precio de la tarifa en el sector residencial hacia el producto o servicio.

Amarán Bogachova abundó que la nueva variante de tarifa será aplicable en las formas de gestión no estatal: bases productivas agropecuarias, trabajadores por cuenta propia, cooperativas no agropecuarias, artistas, creadores y cualquier otra forma de gestión no estatal que se pueda definir en el transcurso de la actualización del modelo económico.

Sobre el motivo de la demora en la modificación de la tarifa, la vicetitular señaló que “los análisis han sido constantes y hasta hace muy pocos días estuvimos trabajando, incluso en modelar, además, a partir de las quejas que recibimos de la población, a los servicios comunes que tienen los edificios multifamiliares, entiéndase el alumbrado de pasillos y escaleras, ascensores y bombeos de agua”.

Anunció que la resolución que aprueba estas nuevas tarifas se emitió esta mañana, es por eso que las empresas eléctricas no han empezado la contratación.

Informó que las formas de gestión no estatal, que ejercen la actividad dentro del sector residencial, tienen tres opciones para el pago de la tarifa eléctrica, mientras que aquellas que lo realicen fuera (en un local arrendado, por ejemplo), tienen dos variantes.



La primera variante posibilita que se pueda pagar el 100% del consumo por la tarifa residencial, mientras la segunda permite el pago del consumo por la tarifa aplicada hoy al sector no residencial conectado a la baja tensión. 

La viceministra explicó que la tercera opción es nueva y se aplicará a los servicios comunes de los edificios multifamiliares, e implica una combinación de las dos tarifas anteriores.

Es decir, “las formas de gestión no estatal que ejerzan su actividad dentro del sector residencial podrán pagar los primeros 250 kWh que consuman en el mes, con el mismo precio que tiene este tramo en la tarifa residencial, y en lo adelante pagarían por el precio que tiene el kWh en la tarifa no residencial, que no está subsidiada, es lineal y además no está estructurada en bloques de consumo y tiene un precio el KWh de 3,26 pesos”.

De acuerdo con Amarán Bogachova, esta opción facilita igualar a la forma de gestión no estatal que ejerza la actividad dentro de su vivienda, con el resto de la población, al tener el consumo de los primeros 250 kWh del mes con un subsidio. 

Valoró que esos negocios privados se desarrollan en una vivienda donde convive una familia, con iguales derechos a las demás, y por tanto, “estarían en igualdad de condiciones en cuanto a recibir desde la tarifa , el subsidio que tiene el precio de la electricidad para el sector residencial”.

Hay diferencias en cuanto a las opciones y los precios. Por ejemplo, un cuentapropista que ejerza su actividad dentro de la vivienda y que consuma 250 kWh en el mes, tanto en la tarifa residencial como en esta tercera variante pagarían lo mismo: 281 pesos.

Si en una vivienda se ejerce una actividad de gestión no estatal, por el consumo de 500 kWh se pagaría por la tarifa residencial, 1 531 pesos; por la no residencial pagaría 32 pesos más (1 563), y por la tercera variante (1 062.50).

 “La tercera variante resultará siempre la más económica y barata para las formas de gestión no estatal que ejerzan su actividad dentro de la vivienda”, acotó e informó que a partir de estas opciones se comenzarán a hacer los contratos.

La viceministra argumentó que para aquellos que desarrollan hoy su actividad fuera de su vivienda, en una barbería por ejemplo, que hasta este momento pagaban su electricidad con la tarifa aplicada al sector no residencial, a partir de ahora tendrán la opción de escoger, o continúan pagando de esa manera o abonar por la tarifa residencial. 

“Si seguimos con el ejemplo de la barbería. En caso de que no tenga climatización, los consumos no son grandes, porque solo se usa la iluminación y las máquinas de pelado no son altas consumidoras, el trabajador por cuenta propia podría decidir optar por la tarifa residencial y esto le permitiría abaratar el costo que tiene dentro de su actividad el gasto de la electricidad”.

El objetivo fundamental, reiteró, es no cargar sobre los precios de los bienes y servicios que ofertan esas formas de gestión no estatal, el incremento de la tarifa eléctrica. 

A partir de mañana se podrán hacer los nuevos contratos

El director general de la Unión Eléctrica, Jorge Armando Cepero Hernández, informó que a partir de mañana los clientes podrán acudir a las oficinas comerciales de esta empresa a hacer los nuevos contratos para optar por las tarifas que más le convenga, en función de la actividad que desarrollen. 

Todas las oficinas del país trabajarán todos los días de la semana, incluyendo los sábados y domingos. “El objetivo principal es que logremos hacer la contratación en el menor tiempo posible, antes de la facturación de este mes. De extenderse lo haríamos entonces hasta el día 15 del próximo mes”, señaló.

En cuanto a los requerimientos necesarios para realizar el contrato, Cepero Hernández mencionó que los clientes deben tener “al día el pago de la electricidad”, o sea no deben tener cuentas pendientes.

También deberán llevar los documentos siguientes: el carnet de identidad, documento que lo acredite como trabajador de alguna forma de gestión no estatal y una fotocopia para anexarla al contrato, así como los datos de la cuenta bancaria a la que se le debitará el monto de la facturación.

En caso de que un consumidor no pueda ir a la oficina comercial en el plazo fijado y para los nuevos incorporados, se le hace el contrato y luego se le pondrá en la tarifa que él opte. “Si es una tarifa que reduce el precio en cuanto a la que él tiene hoy puesta, entonces se le hace la devolución del dinero que pudo aportar de más o simplemente se puede dejar ese financiamiento para cubrir la factura de los próximos meses”.

A propósito del fraude eléctrico

Con relación al debate en las redes sociales sobre un posible fraude eléctrico, el directivo opinó que este criterio está asociado a que más del 90% de los consumidores consumen por debajo de los 350 kWh al mes. 

“Evidentemente dentro de este porciento de los consumidores están los que roban electricidad, lo cual distorsiona nuestra estadística y nos afecta de los resultados de la organización de modo general”, reconoció.

La Unión Eléctrica, de conjunto con las empresas de cada territorio, es responsable de identificar estos casos, en los cuales, dijo, “han estado involucrados trabajadores de nuestro sector”. 

Ante estos hechos de robo de electricidad se aplica lo establecido en el Decreto-Ley 260 que implica el cobro de una multa de 500 pesos al infractor y el cobro de energía retroactiva, que ha dejado de pagar, que puede ser hasta un año por ley, en base a lo que se detecte en el registro, que toma en cuenta cuándo el cliente comenzó a infringir en lo establecido.

Cepero Hernández adelantó que en estos momentos está sujeta a valoraciones una propuesta de este Decreto-Ley, para ajustarla a los nuevos salarios y precios de la electricidad.

El Código Penal recoge en el artículo 325 que por este delito de robo de electricidad se puede aplicar la privación de libertad de 3 meses hasta un año o una multa de 100 a 300 cuotas o ambas inclusive.

“Como decía el ministro, hoy la electricidad tiene un alto porcentaje de subsidio y desde luego le hacen mucho daño a la economía estas pérdidas por estos conceptos”.

Cepero Hernández recordó que el pasado año las oficinas comerciales permanecieron cerradas y estas cifras no fueron tan representativas.

Cuba alista la terminación de dos importantes bloques de generación

La viceministra del MINEM explicó que la atención de la empresa eléctrica termina en la entrada del metrocontador del edificio o de la vivienda y, por tanto, cualquier problema con la instalación eléctrica hacia adentro del inmueble es responsabilidad del consumidor, al igual que su mantenimiento. 

En caso de una vivienda que tenga un problema técnico, eléctrico o cualquier fenómeno de tipo físico que provoque mayor consumo, “tendría que ser revisado por un electricista y corregido por la persona que vive en esa vivienda”, explicó.

“De todos modos la empresa eléctrica recibe todas las quejas de este tipo para discriminar que el problema exista hacia el interior de la vivienda y no en la instalación exterior”.

Por último, el ministro de Energía y Minas manifestó que no han existido afectaciones al servicio eléctrico por déficit de capacidad de generación, ni de combustible, e insistió en la importancia del ahorro. 

“El país hace un enorme esfuerzo para garantizar la compra de los combustibles necesarios para la generación de electricidad en medio de un hostil escenario, debido al bloqueo. Esto nos obliga a ahorrar, no solo en los recursos que son portadores energéticos, sino todos aquellos que dispone el país”.

Llamó a hacer un uso cada vez más eficiente de la energía en todos los ámbitos y citó entre los retos seguir trabajando para evitar las afectaciones al servicio eléctrico a la población. 

El ministro añadió que se trabaja en la terminación de dos importantes bloques de generación que consumen crudo nacional, una de 260 megawatts y otra de 100, previstas a concluir una en febrero y la otra a finales de marzo, por lo que las primeras sincronizaciones deben ser en el mes de abril.

Planteó la necesidad de seguir reforzando el trabajo en la generación con el combustible nacional para abaratar los costos, así como continuar el programa para desarrollar las energías renovables.  

Cuba potencia la inversión extranjera en el sector productivo de alimentos

 

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La Habana, 21 ene (ACN) A tono con su estrategia de desarrollo a mediano y largo plazo y como parte de la Cartera de Oportunidades 2020-2021, Cuba promueve 98 proyectos de inversión extranjera para el desarrollo del sector productivo de alimentos.

Entre estas iniciativas destacan 34 proyectos para el desarrollo, la cría y comercialización de carne de cerdo (11), pollo (10) y vacuna (13).

En el caso específico de la industria alimentaria, sus intereses para el capital foráneo están centrados en la modernización tecnológica para la fabricación de aceite de soya, galletas, sorbetos, aguas, refrescos carbonatados, harina de trigo, caramelos y otros productos de chocolatería y de confitería.

Por ejemplo, una de estas iniciativas busca remodelar y ampliar la capacidad de las dos plantas únicas en su tipo del país de elaboración de espirulina, en la provincia de Mayabeque, lo cual permitirá incrementar las producciones del importante suplemento dietético.

Del mismo modo, la cartera de inversiones potencia la industria agroalimentaria, y sus intereses están centrados en la incorporación de nuevos equipos técnicos para el desarrollo de embutidos y productos lácteos de larga vida.

Como parte de estos propósitos se encuentra la renovación de la planta productora del yogurt Paraíso, de la provincia de Matanzas, con resultados esperados de elaboración del preciado alimento de unos 2.3 millones de litros al año.

Con productos líderes como el tabaco, la miel, los cítricos y frutas, el café y el cacao, el país cuenta con un potencial mercado interno cercano a dos mil millones de dólares y posee, además, ventajas naturales para incentivar la exportación, fundamentalmente a clientes del área del Caribe, según refleja la Cartera de Oportunidades.

Otra de las ventajas de la nación para el desarrollo de la inversión extranjera en este sector son sus 6.3 millones de hectáreas de tierras agrícolas, de las cuales 2.7 se encuentran cultivadas.

Ana Teresita González, viceministra primera del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, expresó recientemente que Cuba ofrece múltiples oportunidades a las empresas y compañías interesadas en invertir en la Isla.

“#InviertaEnCuba, compañías de más de 40 países tienen negocios con #Cuba. La Cartera de Oportunidades de #InversiónExtranjera 2020-2021 cuenta con 503 proyectos ubicados en todo el país, de ellos, 44 en @ZEDMarielCuba”, tuiteó la funcionaria.

Aceptación de EEUU para regresar a la OMS y al Acuerdo de Paris sobre el cambio climático.

 Carta a su Excelencia António Guterres

20 De Enero De 2021

Declaraciones Y Comunicados
Su Excelencia
Sr. António Guterres
Secretario General
Naciones Unidas
Nueva York

Su Excelencia:

Esta carta es una retracción por parte del Gobierno de los Estados Unidos de la carta fechada el 6 de julio de 2020 en la que se le notificaba que el Gobierno de los Estados Unidos tenía la intención de retirarse de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con vigencia a partir del 6 de julio de 2021. Los Estados Unidos tienen la intención de permanecer como miembro de la Organización Mundial de la Salud.

La OMS juega un papel fundamental en la lucha mundial contra la pandemia mortal de COVID-19 así como otras innumerables amenazas a la salud y la seguridad de la salud a nivel mundial. Los Estados Unidos continuarán siendo un participante pleno y un líder mundial en el combate de esas amenazas y para el avance de la salud y la seguridad de la salud en todo el mundo.

Sírvase aceptar, su Excelencia, las garantías de mi más alta consideración.

JOSEPH R. BIDEN JR.


Para ver el contenido original: https://www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2021/01/20/letter-his-excellency-antonio-guterres/

Esta traducción se proporciona como una cortesía y únicamente debe considerarse fidedigna la fuente original en inglés.



20 De Enero De 2021

Declaraciones Y Comunicados

Aceptación En Nombre De Los Estados Unidos De América

Yo, Joseph R. Biden Jr., Presidente de los Estados Unidos de América, habiendo examinado y considerado el Acuerdo de París, celebrado en París el 21 de diciembre de 2015, por el presente acepto dicho Acuerdo y cada artículo y cláusula del mismo en nombre de los Estados Unidos de América.

Realizado en Washington este 20 de enero de 2021.

JOSEPH R. BIDEN JR.


Para ver el texto original vaya a: https://www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2021/01/20/paris-climate-agreement/

Esta traducción se proporciona como una cortesía y únicamente debe considerarse fidedigna la fuente original en inglés.

Proyectan fabricar en Cuba triciclos eléctricos para apoyar el transporte

 

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La Habana, 21 ene (ACN) La fabricación de nuevos lotes de triciclos eléctricos en Cuba es una de las proyecciones del sector del transporte para el presente año.

Según precisó al diario Granma la subdirectora general de Taxis Cuba, Kirenia Martínez González, la experiencia con este medio de transporte inició en La Habana hace tres meses, resultado de una colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Destacó que este proyecto promueve el empleo de la energía limpia y el cuidado medioambiental, y desde su puesta en marcha ha contribuido al ahorro mensual de tres mil 500 litros de combustible.

Un monitoreo de la empresa mostró que existe buena aceptación de esta experiencia, en cuanto a los horarios, recorridos y precios, los cuales se mantuvieron en 4.00 CUP luego del inicio de la Tarea Ordenamiento.

En la actualidad circulan en esta capital dos rutas de los llamados ecotaxis a las que se realiza un estudio de explotación por parte del Centro de Investigaciones del Ministerio del Transporte, explicó la directiva.

A partir de los resultados de esta explotación, añadió, se podrán realizar mejoras a los equipos para que la industria nacional comience su producción.
La empresa Taxis Cuba ya ha diseñado las rutas para nuevos vehículos, que cubrirán tramos poblados de la ciudad.

Señaló Martínez González que existe una reserva de transportistas preparados para iniciar el servicio de los nuevos triciclos eléctricos.

Consenso y disentimiento (I y II)

Es en la sociedad civil donde se hace efectivo y se realiza el consenso político, y donde se generan realmente las condiciones del cambio.

Por Rafael Hernández, OnCuba



I

Somos animales políticos, según dicen Aristóteles y una amiga mía. El griego basaba su argumento en que, a diferencia de otras bestias, los humanos hablamos. Mi amiga dice que las redes sociales son la expresión eminente de nuestra capacidad de acción política comunicativa. No niego que ambos tengan su razón, pero les falta un tanto.

Apreciar la naturaleza del consenso requiere ir más allá de los razonamientos sobre la esfera pública y la circulación de los discursos; así como del entramado de preceptos que articulan derechos como la libertad de expresión, manifestación, reunión, asociación. El consenso se define en el campo eminente de lo político. 

Cuando Hanna Arendt decía que el primero de los derechos humanos, por encima de la libertad y la justicia, era “el derecho a tener derechos”, se inspiraba en la experiencia atroz de la masa de refugiados de la II Guerra Mundial, en particular, los judíos alemanes como ella, que se habían quedado sin ciudadanía, porque no tenían un Estado que la reconociera. Esa visión suya, dirigida a rescatar la dignidad y los derechos de los refugiados, se representaba lo humano como condición inmanente a la vida, previa a la política. De ahí surgió la llamada aporía o paradoja de los derechos humanos, que la filosofía y la sociología política han debatido luego intensamente.

En efecto, imaginar un reclamo de humanidad, que pueda expresarse en un discurso de protesta ante la injusticia y el sufrimiento, como un ente separable de la condición política implica un ejercicio de abstracción. Lo humano en la lucha por los derechos no es una condición previa, despolitizada, sino que adquiere sentido respecto a un orden político determinado, pues se dirige a hacer valer la igualdad entre los que intervienen directamente en la política y los que participan en ella, o se quejan de no poder participar, desde su condición ciudadana. Tanto si se trata de una acción que pone a prueba ese orden (reafirmándolo en sus propios términos y reclamándole consecuencia) como que se rebela contra él (impugnándolo y negándose abiertamente a acatarlo, sea de modo violento o no), es el campo de lo político el que le otorga sentido social, o sea, humano. Construir los derechos humanos y su extensión repartida como preexistentes al proceso social y al campo de la política los convierten en una visión, que estoy casi tentado a llamar metafísica. Digo casi.

En otra parte, he argumentado la condición política de la sociedad civil, y la limitada manera de explicarse la política cubana constreñida al poder del Estado y los discursos de los dirigentes, como una esfera flotante sobre la sociedad real, o como puesta en práctica de un entramado de normas y leyes, por fundamentales que estas sean.



La política y lo político no se confunden, ni aquí ni en ninguna parte, con ese conjunto institucional o instrumental, ni se pueden entender integralmente como una burbuja de poderes y disposiciones, sino en su implantación en la sociedad civil, donde se hace efectivo y se realiza el consenso político, y donde se generan realmente las condiciones del cambio. 

La Revolución cubana produjo un consenso instantáneo. No solo, ni primordialmente, porque emitió leyes pendientes desde la Constitución del 40, sino porque instauró un campo de lo político radicalmente nuevo, que ensanchó el espacio participativo de los ciudadanos en una escala descomunal, lo que transformó radicalmente la esfera pública. En ese campo político, desde el principio, se ilegalizaron los partidos del antiguo régimen, y el nuevo Estado confiscó propiedades de batistianos y corruptos, como los Díaz-Balart, redistribuyó tierras privadas entre campesinos pobres, impuso límites a grandes propiedades, precios a la canasta básica y alquileres, y nacionalizó empresas privadas por causa de utilidad pública. En esa esfera pública, la prensa conservadora se fue clausurando entre 1959 e inicios de 1960.

A pesar de todo, esos tiempos fueron más democráticos (en términos de participación ciudadana y transformación de la cultura política establecida a favor de los más pobres) que nunca antes. Aquella cultura política renovada se expresó en una frase clave: “Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos”.

Esa Revolución, que no era propiedad de nadie ni se encarnaba en una institución u organización particular, había reconstituido el horizonte de la nación, y había hecho que en sus confines cupieran los jodidos de la tierra, que en la verdad de la vida anterior se habían quedado más bien fuera. Al hacerlo, y al poner la justicia social y la libertad, en contra de la prédica de Arendt, por encima de todo, había restringido los derechos de los privilegiados. Como todas las revoluciones anteriores y probablemente con muchísimo menos costo humano y material que ninguna. Aun así, los restringió.

Para que eso ocurriera, se requirió, claro que sí, un poder revolucionario, que un viejo amigo ha llamado hace poco “el ojo del canario”, capaz de implantarse a fondo en la sociedad civil, es decir, de fomentar un consenso insólito, inaugurado con el castigo a los criminales de la dictadura, en enero de 1959. Para comprobarlo, basta revisar la prensa de la época, la de ese periodo que ha seguido llamándose “agrario-antimperialista”, en una terminología que los franceses llaman lenguaje de palo.

El consenso de la Revolución se implantaba en una experiencia vivida, ligada a la acción participativa, y no meramente ideológica o discursiva, como la entienden los catedráticos de historia de las ideas. Claro que esta actividad política de la gente transformaba la imaginación y el lenguaje, pero lo hacía en tanto se desplegaba en relaciones sociales reales, y se jugaba no solo en los espacios públicos, sino en las relaciones laborales y el acceso masivo al empleo, a las escuelas, a las instituciones de los privilegiados, en los sindicatos y las demás organizaciones, así como en la vida familiar y del barrio, las relaciones entre distintas generaciones, blancos y negros, mujeres y hombres, gente del campo y de la ciudad. Es decir, en lo que es realmente la sociedad civil. 

Sí, porque en el tiempo, el concepto de sociedad civil se contaminó con el discurso ideologizado de la guerra fría. El derrumbe del Muro y los regímenes estalinistas en Europa Oriental nos legó una noción espuria, proyectada por los grupos disidentes, sindicatos e iglesias anticomunistas, entre otros protagonistas visibles de aquel derrumbe, que hoy suplanta el concepto, propio del pensamiento ilustrado y revolucionario, con una imagen más bien banal, donde se reduce a lo privado o subversivo. Al punto de que un pedagogo de la ideología llegó a declarar una vez: “Nos quieren meter aquí la sociedad civil”.

Naturalmente, aquella sociedad que acababa de descubrir la participación, donde la nación y la democracia se confundían con el proceso mismo, liderado por una vanguardia y una doctrina que demandaban de cada ciudadano un compromiso de acción política y de transformación liberadora, quedó atrás.

Tampoco sigue siendo la misma aquella vanguardia política, que encarnaba al “ojo del canario” y su enorme influencia intelectual sobre las visiones y los conceptos de una cultura sometida a los intensos debates de la época, replicada no solo en la producción artística y literaria, sino en las creencias y la conducta real de la gente, es decir, en la cultura política. “La especial confianza que otorga el pueblo al líder fundador de una revolución, no se transmite como si se tratara de una herencia a quienes ocupen en el futuro los principales cargos de dirección del país” dijo Raúl Castro siendo todavía vicepresidente.

Sin embargo, examinar los requisitos de aquella vanguardia, más allá de su genio y dotes carismáticas, o de la condición irrepetible de aquella circunstancia, resulta útil para identificar desde hoy la capacidad política para construir consenso. 

No sobra recordar que esa capacidad se ejerció entonces en medio de un antagonismo político y una polarización social que escalaban cada día, manifiestos no solo en el debate ideológico, sino en la guerra real en curso, que poco se compara con el zipizape de las redes y la confrontación simbólica que algunos llaman hoy una especie de guerra.

Si de construir consenso se trata, entre las características de aquel liderazgo se me ocurre un puñado, que apunto sin orden de prelación. 

Una de ellas es la convocatoria que rebasa la esfera de los convencidos, mediante una prédica que busca incluir a todo el que no esté irremisiblemente en contra. Nada de lo que la Revolución se proponía o de lo que construyó ha sido obra solo de los revolucionarios. Ninguna de las conquistas del socialismo pertenece en exclusiva a los socialistas. Reconocerlo así no es un gesto bonito o magnánimo, sino el sentido mismo de una política que dice representar a la Nación. Ahí está el detalle, diría Mario Moreno.  

Otra característica es la capacidad para convencer y conseguir reconocimiento y apoyo, es decir, seguidores, motivados por lo nuevo, por intereses diversos, propios y ajenos, pero sobre todo por la expectativa de lo nuevo, que no tiene sentido si no es porque va a ser mejor. Incomparablemente mejor. 

Luego, interactuar con la cultura heredada, lidiar con la tradición, pero innovándola de manera creativa, sin trasplantes traídos por los pelos. Un diálogo político con el pasado no puede tomarse por un libro de historia, pero, si es original, en vez de un sonsonete de lugares comunes y frases hechas, convierte a la historia en parte del presente. Porque la historia como efemérides, o como historia de las ideas, antes o después de 1959, no es más que una disertación aburrida. Y falsa. 

La Revolución solo puede pensarse hacia adelante. Ello implica reinterpretar el pasado para interpretar el presente, e imaginar el futuro, pero no mirándolo por el espejo retrovisor. Nada anterior es más importante. Reemplazar la falta de imaginación por la razón tecnocrática, por mucho que esta prometa y parezca rigurosa, es un esfuerzo inútil para fomentar el consenso y representarse ese futuro. La razón revolucionaria no construyó el futuro como un momento remoto, sino como algo que se iba a poder tocar con la mano. La lucha por una vida más justa y plena no estaba en un viaje a otra galaxia. O no por mucho tiempo.

Los valores nuevos no son un fin en sí mismo, que la política pueda fabricar, sino que se derivan de la práctica social. Sin participación no hay pertenencia, y sin pertenencia, los valores nuevos son una abstracción, limitada a calcar el pasado, o más bien, el espectro del pasado. Digamos, la imagen de una antorcha que otros encendieron, y que se lleva adelante, por una ruta ya trazada por los ancestros, como en el Antiguo Testamento. En el sentido de fomentar valores, el significado político de esa antorcha radica en fabricarla a la medida de los nuevos tiempos, encenderla y correr con ella de manera diferente, y por rutas que se descubrirán.

Last, but not least, el éxito o la frustración de una política dirigida a fomentar el consenso depende de un ingrediente clave: la imaginación, sin la cual no hay política revolucionaria. Tampoco política económica, por cierto. 

A todas estas, ¿qué rayos es el consenso? ¿Lo contrario del disentimiento? ¿De la disidencia? ¿De qué sirve toda esa evocación histórica sobre tiempos remotos para entender lo que le pasa ahora mismo al consenso? ¿Cómo se relacionan ese pasado y los estilos de liderazgo con las características y condiciones de reproducción de la cultura política en Cuba? ¿Con la política a secas? ¿Cuántas áreas de problemas pudiéramos distinguir en esa interacción? Se me ocurren siete, que trataré en el próximo texto.

II

Hace unos años, escribí una “Carta a un joven que se va” (12 de junio, 2012) y la mandé a La Joven Cuba. En ese momento, no conocía a ninguno de sus editores, todos menores de 30 años, y solo sabía que el blog rescataba la herencia intelectual de la izquierda cubana. Aunque era larga para un blog, dijeron que les gustaba y la iban a publicar. Esa experiencia, la primera que tuve con las redes, me enseñó algunas cosas sobre consenso y disenso.

En unas 12 horas, se acumularon más de cien comentarios de todos los colores. Casi a la medianoche, descubrí que, entre los más furiosos, había un puñado que lo había estado haciendo sin parar desde por la mañana, y saturaban el espacio del debate. Los propios editores de LJC les habían estado respondiendo, pero seguían ahí. Una amiga experta me explicó luego que eran los trolls. Ella me recomendó que no contestara a aquella sarta de invectivas. Luego aparecieron reacciones más interesantes, en otro tono.

Una estaba escrita, aparentemente, por un pariente desconocido de mis amigos Pedro y Ricardo Monreal, que se decía radicado en la playa de Pomorie. Aquel joven cubano bulgarizado se refería a acontecimientos remotos como si los hubiera vivido, y escribía con la habilidad de un periodista de vasta experiencia. Otro experto en redes me sugirió que quizás fuera el heterónimo de un escritor conocido, pero no le hice mucho caso, porque la teoría de la conspiración me ha dado siempre de cara, como decía mi madre. Finalmente, meses después, un joven de nombre verificable respondió con un texto más bien largo, que tuvo un efecto de rebote sobre mi carta.

Aunque me confrontaba, pude entender que la carta era para él más bien un pretexto, eso que llamamos “cogerla de material de estudio” para su propia andanada de juicios críticos, muchos de los cuales me parecieron muy razonables, y algunos hasta ilustrativos de mis propios argumentos. Al final, cerraba diciendo que no regresaría a Cuba hasta tanto no se restableciera una democracia como la que él disfrutaba en el país europeo donde vivía. Además de poner mi carta en el candelero, como tiro al blanco, y de las lecciones aprendidas sobre la construcción del consenso y el disenso en las redes, la popularidad de su post tuvo para mí dos efectos posteriores, que quiero comentar desde la ventaja de los años pasados.

El primero fue que, gracias a ese rebote, alcancé lectores nuevos, también en el gobierno. Esa dinámica me enseñó algo sobre el seguimiento al consenso y al disenso desde arriba; y tuvo incluso cierta utilidad para algunas de mis investigaciones posteriores. El segundo fue igualmente aleccionador, y podría decir, fascinante. El hecho es que, un tiempo después, el joven de marras decidió regresar e iniciar un negocio familiar, aprovechando el modesto espacio abierto por las reformas, y aunque seguía allá, también estaba aquí. Confieso que me sentí contento al comprobar que la vida seguía siendo más rica y llena de escenarios imprevistos, sobre todo cuando uno no maneja mirando siempre el espejo retrovisor.

En la primera parte de este artículo terminaba preguntando qué era el consenso, cómo se relacionaba con el disenso y la disidencia, y hasta qué punto el pasado perfecto de los años primeros de la Revolución se relacionaba con una cultura política que nos ha seguido acompañando, con sus condiciones de reproducción, y con la política a secas. Desde esa mirada retrospectiva, volvía al presente, para sugerir siete áreas de problemas que podrían captar la interacción entre estos procesos y nuestra cultura política.

Como aprenden temprano cualquier estudiante de ciencia política y los buenos dirigentes, consenso y disentimiento no se excluyen; se implican. El arte de construir consenso es, en buena medida, el de lidiar con el disentimiento. La noción de que la unanimidad resultaba engañosa empezó a aparecer en el discurso gubernamental desde los debates de la Rectificación (1986-1990). Mucho antes, sin embargo, esa fábrica incesante de la imaginación política que es el habla había creado el neologismo “sinflictivo”, antónimo popular del término “conflictivo”, con el que se designaba a los que disentían frecuentemente en las asambleas o confrontaban con los jefes. El sinflictivo era ese unánime engañoso, que el discurso eventualmente acabaría emplazando entre los problemas a rectificar, como “unanimismo”. Aunque algunos observadores han hecho notar que es más probable ser objetado por “conflictivo”, “problemático” y “criterioso” que por «sinflictivo» ortodoxo o dogmático, el peso de aquellos debates lejanos en la legitimación del disentimiento no fue despreciable. 

En cualquier caso, si del consenso se trata, podría argumentarse que el de los años que corren está atravesado por el disentimiento quizás como nunca antes, al punto de que el discurso político lo ha naturalizado. Raúl Castro, por ejemplo, ha señalado que los dirigentes deben razonar “con argumentos sólidos, sin creerse dueños absolutos de la verdad; que sepan escuchar aunque no agrade lo que algunos digan; que valoren con mente abierta los criterios de los demás”. Sostiene que deben ser capaces de “fomentar la discusión franca y no ver en la discrepancia un problema sino la fuente de las mejores soluciones”, pues “la unanimidad absoluta generalmente es ficticia y por tanto dañina”.

Volviendo a nuestras siete áreas de problemas, la primera de todas es la que recoge las nuevas visiones sobre el socialismo que predominan hoy, en contraste con las existentes en los años iniciales, los 70 y 80. Esas nuevas visiones se arraigan en una sociedad más diferenciada, que se gestó, según han demostrado las investigaciones sociológicas desde los años anteriores al periodo especial, por el propio desarrollo social que el sistema generó. Como es lógico, la cultura política que ha acompañado este desarrollo, formada por creencias y comportamientos sociales diversos, no consiste solo en bipolaridades ideológicas, como antaño, sino en un proceso social más complejo y contradictorio. Son esas relaciones sociales cambiantes las que construyen un mapa más heterogéneo y un consenso con una estructura más diferenciada. De esa sociedad surge la demanda de un socialismo próspero, sostenible, soberano y democrático, no de una imposición de arriba.  

La segunda área o característica del nuevo entorno es la desconcentración en la reproducción de las ideas. En una sociedad con más alto nivel de escolaridad, expuesta a una educación política desde los niveles inferiores, y a una matriz cultural como la apuntada, las ideas políticas ya no irradian de un solo centro, institución o liderazgo. Es decir, que los resonadores ideológicos —no solo los de capitalismo-socialismo, sino los de la ideología socialista propiamente dicha— vibran en focos y espacios sociales diversos. Por ejemplo, la producción artística e intelectual.

En tercer lugar, la cultura socialista experimenta una nueva pluralidad. Según se sabe, el socialismo y el proyecto de la Revolución fueron impugnados desde el principio por una oposición anticomunista. En su defensa, las fuerzas políticas revolucionarias no tuvieron otra opción de sobrevivencia, por encima de sus diferencias, que la unificación orgánica, para poder enfrentar la santa alianza de esa oposición y los EEUU, en un bloque de hostilidad formidable. Sería difícil exagerar el efecto centrípeto de ese conflicto sobre la pluralidad del bloque revolucionario.

En cambio, 30 años después, el auge de debate crítico suscitado por el proceso de rectificación, la huella psicológica de la debacle del socialismo en Europa oriental, y la emergencia de nuevas relaciones entre la sociedad civil y el Estado, en medio de la crisis de los años 90, propiciaron una nueva pluralidad dentro de esa cultura política de izquierda. Como ejemplo al canto bastan las expresiones de disentimiento manifiestas en los debates y las consultas ciudadanas de los últimos años.

En cuarto lugar, el pensamiento y la cultura política del socialismo han dejado de expresarse hoy en un breviario único de tesis compartidas, como solía ocurrir hace más de 30 años. Muchos de los que se identifican como revolucionarios, socialistas o comunistas resuenan con ideas diferentes. De hecho, se puede constatar que la interacción entre unas maneras de pensar y otras no siempre se desenvuelve en un clima de diálogo apacible, sino que a veces se vuelve incandescente. Los déficits en la cultura del debate que estas broncas revelan corresponden, de cierta manera, con políticas que procuran avanzar en un terreno ignoto, el de la búsqueda de otro socialismo. Cada corriente se arroga saber cuál es y cómo se hace.  

La quinta área se refiere a la naturaleza de esas contradicciones, dentro de un proceso de transición como el que se vive. ¿Se trata de conflictos evitables o tienen una índole estructural? ¿Expresan las naturales diferencias entre concepciones distintas que siempre han convivido bajo una unicidad institucional monolítica solo en apariencia? ¿Es deseable y viable que una política inteligente y moderadora las amortigüe? ¿Reflejan el tipo de consenso exigido para maniobrar con eficacia y capacidad de respuesta rápida en una circunstancia de mayor vulnerabilidad relativa? ¿O más bien exponen a ese consenso al peligro de desgarrarse? ¿Cuál es el equilibrio óptimo entre consenso y disentimiento?

Hace unos días, un amigo me ponía como ejemplo la película Los dos papas. ¿Es más débil la Iglesia por dar cabida en su seno a corrientes tan diferentes como las que representan Ratzinger y Bergoglio? ¿O expresa la ecuación de una transición encaminada a un nuevo orden, aún indeterminado, y cuya incertidumbre nos rodea?

La sexta área implica una pregunta que no tiene nada de académica, aunque a algunos les parezca que sí: ¿en qué medida el sentido de la historia y del momento en que vivimos pasa por mirar el pasado de otra manera? Desde la reconstrucción de nuestros conflictos internos hasta la comprensión del que nos ata íntimamente a los EEUU; desde el uso de los medios de la cultura para defender la soberanía nacional hasta la aplicación de la teoría de la conspiración a todo lo que procede del Norte —incluidas las aves migratorias— la inteligencia sobre el pasado, y su significación para el presente, están sobredeterminadas rigurosamente por nuestro conocimiento. En la era de la google-ización del saber, la línea entre investigar y editorializar la historia se puede hacer más tenue e imperceptible de lo que solía ser en la era Gutenberg y la erudición analógica. De esa historia depende que se construya el presente con sentido del momento histórico, o con el de una defensa siciliana. Y que así mismo se imagine el futuro.  

Por último, a propósito de Internet, la séptima área nos trae una nueva geopolítica que, como ocurre con la cultura cívica, ha dejado atrás ciertas divisiones heredadas por las generaciones aún vivas. Por ejemplo, la de las representaciones topológicas que separaban la realidad circundante en “dentro” y “fuera”. Todo lo que ocurre en el mundo real, y circula a su manera en las redes, está adentro y afuera al mismo tiempo. Esto no significa, como afirman algunos entusiastas de la realidad virtual y los universos simbólicos, que vivimos en un mundo donde todo está en cualquier parte, los Estados naciones se esfuman, el sentido de lo territorial se borra, andamos por ahí con identidades trasnacionales, etc. Pero sí que la política nacional y la internacional están cada vez más interconectadas y son mutuamente dependientes. 

Si el disentimiento es estructural al consenso y la cultura cívica; si, aunque algunos no parezcan haberse enterado, ha sido naturalizado por el discurso político; si, además del arte y la literatura que se producen dentro de la Isla, la sociedad civil cubana lo ejerce a toda hora y en todas partes, ¿cuál es el lugar de la oposición en el campo real de esa sociedad y en el de su política cotidiana? ¿Qué es la disidencia, cuál es su naturaleza, su estilo político, sus maneras, aquí y ahora? ¿Son los que promueven el diálogo, la reconciliación nacional y el consenso democrático? ¿Los que encarnan la pluralidad saludable de la que hablan los obispos católicos?  ¿Los antípodas de los “autorizados” los “oficialistas”, los acomodados y silenciosos? ¿Son los “desautorizados” de siempre, los que expresan el fondo de una cultura criolla irreverente y genuina, como Rialta, aquel personaje de Paradiso, la novela de Lezama? ¿Podrían identificarse como una oposición leal? Esperemos a que pase la inauguración del nuevo gobierno en EEUU, para acercarnos al tema de modo ecuánime y razonable.