Por Rafael Alhama Belamaric
Tema tempranamente puesto sobre el tapete, desde
que comenzó su “construcción”, y se comenzaron a confrontar diferentes
concepciones, corrientes y hasta escuelas, pero sobre todo se comenzó a debatir
acerca de las prácticas reales y cuestionar los métodos empleados en la década
del veinte, y sobre todo en los años treinta, por pensadores, muchos de los
cuales fueran rescatados del olvido muchos años y décadas después.
Por lo tanto, tema (s) siempre más en duda que en
discusión, en perspectiva, sin sacar lecciones, sin conceptualizar, sin
referentes teóricos nuevos, sin reflexiones teóricas, que para algunos es
inútil, o tiempo perdido, insistiendo una y otra vez en vías y caminos, métodos
y prácticas fallidas, dejando de lado aquello de que “dejarían de ser tal como
lo habíamos conocido” como dijeran Marx y Engels, refiriéndose a la política y
el Estado, pero también aplicable a prácticas establecidas como sacrosantas,
anquilosadas, que en nada conducen a la “transformaciones socialistas”. Porque
la construcción puede realizarse con, o sin transformaciones necesarias. De
ello se encargaron, tempranamente, las represiones burocráticas. Nadie se llame
a engaño. El burocratismo y las estructuras burocráticas tienen fuerza y alcance.
Ya en los tempranos años sesenta, un pensador como Kosik, su filosofía de la
praxis, su posición del hombre para la realización de la libertad de los seres
humanos, fue rechazada, su filosofía política militante y activista, molestaba
a muchos.
Como
apunta Néstor Kohan (2004): “TODO SU PENSAMIENTO GIRA EN TORNO A TRES EJES: LA
PRAXIS, LA TOTALIDAD CONCRETA Y LA CRÍTICA DE LA PSEUDOCONCRECIÓN COSIFICADA Y
FETICHISTA . En esta última dimensión, la mirada crítica de Kosík pone en
discusión la pretensión fenomenológica de “ir a las cosas mismas” a través de
la intuición inmediata. No existe mundo pre-ideológico ni pre-discursivo y, si
existe, este mundo antepredicativo no es otro que el mundo histórico de la
praxis. Como Antonio Gramsci, Karel Kosik somete a crítica –desde el punto de
vista filosófico- al mismo sentido común que tanto elogian las versiones
aggiornadas del populismo (como si el sentido común pudiera ser puro y virgen,
y nunca se “manchara” por la ideología del poder).“
“En
su reflexión filosófica, la praxis se convierte en el eje teórico con el cual
se nombra la militancia vital en pos de la revolución socialista enfocada
contra el capitalismo y enfrentada a toda burocracia. En ese horizonte político
debe inscribirse el cuestionamiento radical que Kosík hiciera ya en los ’60 de
la petrificación dogmática de aquellos mismos que hoy –conversos y/o
escépticos– abrazan entusiasmados los discursos legitimantes de nuestros
enemigos.“
Traigo a colación unas páginas de la obra “Cuba:
propiedad
social y construcción socialista” de Jesús G. Brigos et al
(Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2012).
“El socialismo real versus
las realidad del socialismo.
“El desarrollo de la obra transformadora
socialista no ha seguido una ruta tranquila, ni al interior de los países, ni a
nivel global. Más bien, en buena medida se ha “forzado” una trayectoria
rectilínea.[i], con la estrechez que impone el pensamiento lineal, incapaz de valorar la
múltiple complejidad del individuo, del colectivo, en el desarrollo de la
sociedad, de apreciar la pluralidad de los factores que derivan en causas que
influyen apreciablemente en el desarrollo social, de captar el caos en su
organización.
Si la individualidad y la colectividad no se
asumen como distintos planos de un mismo problema, y si las relaciones sociales
se siguen abstrayendo del hombre, hasta llegar a anular la individualidad, en
busca de un instrumentalismo pragmático, ajeno a las concepciones de los
clásicos del socialismo, se pierde el fundamento humanista socialista; se
pierde la esencia de la transformación comunista, se pierden en definitiva
tanto lo individual como lo colectivo,
sin entender que lo social y lo colectivo pasa por lo individual. El limitado,
nulo, o mal manejado tratamiento instrumental de este problema, ha llevado a la
mayoría de los problemas en la esfera del trabajo y las decisiones acerca de
fondos sociales, fondos de acumulación, de la contribución del trabajo, como
partes importantes de la planificación social en el socialismo.
El socialismo, y con él
todo lo referente a la propiedad, ha transcurrido desde la práctica y la
academia, marcado por dos procesos estrechamente
relacionados.
Por una parte, en la
toma de decisiones, implementando acciones y “elaborando concepciones” en
diferentes formas, aparecen figuras como
Stalin, Gramsci, Mao, Ho Chi Min, Tito, el Ché y Fidel[ii]. Por otra, la hegemonía política de la URSS rápidamente reduce el marxismo, los
principios de lo socialista, en torno
a lo soviético, generado
esencialmente bajo el manto institucional del estalinismo, en lo teórico y en
lo práctico, con todo lo demás en un plano secundario e incluso “disidente”[iii]. Este segundo proceso, devenido rasgo reproductivo, se mantiene después de
la muerte de Stalin, generando incluso importantes conflictos entre países y al
interior de ellos.
Hay un marcado enfoque instrumental en
casi todas las respuestas, desde la década del 30 del siglo XX, que en poco o
nada se alejan de la instrumentalidad de los países capitalistas desarrollados,
cuyas bases teóricas y conceptuales se encuentran en teóricos e ideólogos,
sociólogos, economistas, pensadores desde finales del siglo XIX, generalizadas
en el mundo, y que constituyen pilares de las sociedades capitalistas, y de la
primera modernidad.
Esta situación se
identifica día a día desde 1917, especialmente después de la muerte de Lenin,
en cuanto a las concepciones sobre el Estado, el poder político, la dictadura
del proletariado, la democracia, los sistemas y mecanismos de representación,
el lugar determinante de la economía como parte del sistema reproductivo, la
producción de riqueza y su relación con la reproducción subjetiva del individuo
mediada, en compleja interacción dialéctica, por la política como actividad y
las estructuras socio clasistas, y, en todo esto, elementos más concretos como
los modos de organización de la producción, los procesos de dirección, las
relaciones monetario- mercantiles, la planificación, -entendida y realizada en
la práctica como intentos de planificación económica estrecha frente a su
contenido más amplio como planificación social encaminada a una racionalidad
diferente, - etc., aspectos todos que, si no olvidamos a Marx, integran el
conjunto de las relaciones sociales de la producción: la propiedad como
sistema.
Por ello no es de extrañar que se repitieran y
se repiten una y otra vez conceptos y formulas utilitarias, de racionalidad
burocrática, de individualismo económico que desconoce a la individualidad, todo en aras de un productivismo y
eficientismo a ultranza.
No se puede ignorar que todo esto está
condicionado en buena medida por las
condiciones objetivas de partida de las experiencias socialistas y la necesidad
de su superación para satisfacer las reivindicaciones enarboladas por el
movimiento socialista, que encuentra una fundamentación teórica supuestamente
afincada en la necesidad de hallar la solución progresista de la contradicción
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción[iv]. Pero, en realidad, se advierte que la realidad y sus expresiones en la
teoría, “legitimadoras” a ultranza en muchos casos, transcurre por las
hiperbolizaciones deformantes en la interpretación de esta dialéctica, reflejo
de un problema metodológico central,
sobre la base de falta de preparación teórico-conceptual para aprehender la
nueva naturaleza que emerge como necesidad, pero que tiene que ser realizada en un proceso consciente, que
no emerge y se consolida espontáneamente.
Se trata de insuficiencias en la aprehensión
de que el funcionamiento y el
desarrollo son dos
“momentos” del proceso reproductivo social, inseparables y complementarios,
pero diferentes y con diferentes aparatos categoriales, unidas a
interpretaciones estrechas del contenido de las fuerzas productivas como
sistema objetivo en el funcionamiento y progreso de la sociedad. Estas
insuficiencias, -fruto podrido del árbol de la dialéctica materialista, del
ideal adelantado por Marx y Engels, -se traducen en concepciones reduccionistas que fundamentan practica como la generalizada
acerca de la absolutización del Sector I
de la economía, expresadas en los procesos de industrialización acelerada
con marcado énfasis en la producción de medios de producción, y paradójicas
concepciones acerca de la transformación de las relaciones de producción,
que dejan de ser independientes de la
conciencia para convertirse en “construibles”
casi automáticamente mediante procesos como las experiencias de
cooperativización forzosa, o la simple estatización absoluta de las formas de
organización del proceso productivo.
Es así que transcurren los procesos de
cooperativización e industrialización en la URSS[v], de lo cual se ha escrito bastante, pero aún no lo suficiente, y la
“exportación” de modelos de organización económica a Europa del Este que
trascienden incluso los marcos de la esfera económica. Se generan conflictos
importantes que trascienden y afectan a todo el movimiento revolucionario y
comunista mundial, como son los casos de Yugoslavia, Hungría y Checoeslovaquia[vi], que tratan de alejarse de los cauces universalizados, en buena medida
buscando modelos propios de desarrollo acordes a sus contextos socioeconómicos
y necesidades nacionales. .
Se alcanza un desarrollo institucional
importante con la creación del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), más
como espacio de coordinación de las relaciones internacionales, que de
coordinador del desarrollo del ya llamado campo socialista.[vii].
En lo más específico concerniente a la
construcción académica, también se sigue en buena medida este patrón de
comportamiento al interpretar y elaborar propuestas para actuar ante los
problemas que planteaba la realidad de emprender la construcción socialista en
la vida real enfrentados al desarrollo capitalista, con sus problemas nuevos y
sus potencialidades y debilidades también nuevas.
Hay un hecho incuestionable, y es que, aunque
estrechamente relacionadas, la vida al interior de los procesos de
transformación socialista, -espacio donde debían ser vitales las
profundizaciones y la creatividad para enfrentar un camino inexplorado,- mostró
una marcada hegemonía de la segunda vertiente asociada a la hegemonía de la URSS, capaz de promover o
vetar las concepciones, como ocurrió con la problemática de la alienación[viii].
La hegemonía política de la URSS, sobre la base del
terreno favorable creado por los logros y la trascendencia indiscutible de la
revolución bolchevique, pero marcada indefectiblemente por el papel de las
personalidades en el desarrollo de los diferentes procesos, castró en
apreciable medida la necesaria interacción academia (teoría)- cotidianeidad
(práctica política). Aunque es difícil admitirlo, hay una organización burocrática perfeccionada, al decir de Marcuse, o una precisión calculada, en la que se
produce una dominación de la “razón
política” sobre la “razón técnica”,
y de esta sobre la “razón científica”.
Nada más cercano a la enajenación, y nada más alejado de las bases de una nueva
dirección en una sociedad socialista.
La reflexión académica sobre el socialismo, dividida en los detractores y
los que lo desean “promover”, gira
sobre todo y casi toda en torno al análisis del “socialismo real”, extrapolando según la interpretación de cada
cual, las posiciones de Marx, Engels y Lenin, “arrimando la brasa para su
sardina”. Todo ello, con la influencia desde la vertiente de la “creación”, aportada por la
práctica asociada al poder y a las políticas adoptadas, que desconocían sobre
todo a uno de los fundamentos del socialismo, o al fundamento central del
socialismo como proceso: el individuo como actor social, desde el
colectivo laboral, desde su posición de productor de la vida social,
inseparable de una nueva concepción e instrumentación de la riqueza social.
La concepción maximalista de la dirección de
la sociedad, con aspiraciones de poder absoluto, que llegó a pensar en la
posibilidad de apoyarse en la cibernética para estos fines, impidió a todas
luces ejercer y ejercitar la propiedad social desde el individuo y los colectivos laborales, como sujetos
articulados en la totalidad de las diversas formas de organización
socializadoras – desde la familia hasta los Estados nacionales- y a las
posibles nuevas formas, mediante las
cuales debería ocurrir la apropiación desde nuevos contenidos de producción de la riqueza hasta la
distribución del excedente económico.
La crítica a estos extremos no significa
ignorar los intereses de la sociedad como un todo, condición primaria para la
existencia del socialismo como proceso, ni ignorar el papel de la dirección
centralizada histórico- concretamente condicionada como una necesidad objetiva,
expresión de la contradicción dialéctica entre centralismo y democratismo en el
desarrollo y funcionamiento de la sociedad y la necesidad de actuar en
consecuencia para su resolución progresista en el sentido emancipador
socialista. .
Se trata ante todo de comprender que, en
primer lugar, la participación activa de los trabajadores en la toma de
decisiones, -momento decisivo, si se comprende en su amplio contenido social
más allá de las fronteras de una unidad productiva-, no pasa de ser un slogan, una consigna vacía
y finalmente desmovilizadora y erosionadora del nuevo tejido social en
construcción, en el entramado de las relaciones burocráticas desarrolladas,
incluso por necesidad de los controles centralizados, si el colectivo laboral
no ocupa el lugar que le corresponde, como sujeto de propiedad, y funciones
inherentes a él resultan transferidas al “Estado” como institución, devenido su “representante”.
Estamos ante la compleja dialéctica de un
Estado de nuevo tipo, que no puede comprenderse sin la comprensión del Estado
que brinda la obra de Marx y Engels. Es la nueva dinámica, el ideal, no como
abstracción sino como principio activo autorregulador, del Estado que se tiene
que “fortalecer” para “extinguirse”[ix]. Es el estado de la “Dictadura
Revolucionaria del Proletariado” que Lenin caracterizó como forma superior de
democracia, o, como la trata Rosa Luxemburgo al polemizar con Lenin y afirmar
que la tarea histórica del proletariado cuando toma el poder es sustituir la
democracia burguesa por la democracia socialista, no suprimir toda la
democracia. Es el Estado para trascender la organización del poder público tal
como se conoció hasta su expresión suprema en el sistema del capital, trascender
la democracia como forma de gobierno de una parte de la sociedad sobre otra,
que es lo que en definitiva ha venido materializando el concepto desde su
origen en las ciudades griegas.
Precisamente abordar la propiedad como sistema
durante los inicios de la transformación socialista/comunista, - en el “periodo
de tránsito “ o “en el socialismo”,
conceptualizaciones impuestas desde la práctica política cotidiana, -
debería permitir comprender e implementar de un modo diferente a como ha
ocurrido en la práctica, el sentido de
Marx y Engels al hablar de la necesidad
de concentrar los medios de producción en manos del Estado: un Estado como organización del “poder público”, no
reduccionistamente como instituto
político específico en la organización del poder público heredada y que es
imprescindible trascender, inseparable de sus instituciones burocráticas que,
si además no son debidamente reestructuradas
en su contenido social y especialmente en su función de vehículos de ejercicio
del poder progresivamente por toda la sociedad, terminan reproduciendo una
separación entre el individuo y la sociedad idéntica a la existente hasta el capitalismo, con
peores consecuencias.
Las ideas maximalistas reduccionistas, al
combinarse perversamente con una concepción de “dictadura revolucionaria del
proletariado” hipostasiada en el poder de “representantes” del proletariado,
-que nada o poco tenía que ver con las propuestas de Marx y Engels,
adecuadamente interpretadas por Lenin en su momento al hablar de “democracia
del proletariado” como expresión del contenido real de esa “dictadura”, - y con
la reducción atrofiante del papel del partido de vanguardia, desarrollada por
Lenin atendiendo a condiciones histórico concretas de la Rusia atrasada, con
estructuras de organización de la sociedad reducidas- originalmente solo los
sindicatos, en una sociedad de escasa población obrera, a lo que se sumaron los
Soviets, que en la concepción devendrían instituciones estatales de masas-, dieron espacio al dominio de la burocracia
“en nombre” del pueblo, una vez establecido el régimen al frente del cual se
encontró Stalin.
En este universo, la problemática vinculada a
la propiedad, ya sea explícita, o en temas relacionados con ella, identificados
a partir de las pautas presentes en la obra de Marx y Engels, se presenta
inseparable de las posiciones encaminadas a analizar el socialismo, en sus hipóstasis
de periodo de tránsito, construcción del socialismo, transición socialista, todas en
definitiva alejadas en la práctica de la concepción marxista de transformación
comunista de la sociedad como proceso revolucionario ininterrumpido
de trascendencia del orden del capital.
Estas posiciones sobre la propiedad y el
socialismo se construyen en esencia
identificando el socialismo con lo que se estaba dando en la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), aún en los casos prácticos que buscaban
introducir sus peculiaridades como Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia, China,
o Cuba. Y se van conformando o en torno
a buscar soluciones, propuestas,
explicaciones, acerca de cómo gestionar, y utilizar los recursos, de cómo
definir, establecer, o ubicar, las proporciones de los factores en general (individuos humanos, medios y condiciones
objetuales del trabajo, o grupos, formas de organización de las unidades
productivas del proceso reproductivo), dentro
del nuevo modo de organizar el desarrollo humano, que se pretendía
implementar en la práctica histórico concreta.
En esta situación,
se hace más que provechoso, imprescindible, “redescubrir” autores y hacer una
nueva lectura de su obra, como ocurre con Polanyi y “La Gran Transformación”,
casi desconocidos entre los jóvenes, pero no sólo entre los jóvenes. Este texto cobra nuevo valor por el momento en que
fue escrito, y la actualidad de algunas concepciones, fundamentalmente acerca
del mercado, su supuesta “autorregulación”, en el contexto de las políticas
neoliberales, ya cuestionada hace más de medio siglo, y el papel del Estado y
las comunidades.
Aunque no hemos encontrado obras que aborden
concretamente, y exclusivamente, la propiedad, y consecuentemente la propiedad
socialista, sí hay una extensa obra internacional acerca de los elementos que
nos permiten sustentar la validez y necesidad de considerar la propiedad como
sistema, en sus múltiples interrelaciones,
haciendo válida la lógica de Marx y Engels de que la propiedad expresa “las
relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, al
instrumento y el producto del trabajo.”[x]
Hay un universo muy amplio de autores, desde
economistas hasta filósofos, pasando por politólogos[xi], antropólogos[xii], y juristas[xiii]. Pero, en esencia muchos son trabajos “parciales”, dirigidos a
determinados aspectos, facetas, que es necesario integrar para comprender el
sistema y que reproducen una lógica disciplinaria en distintos grados[xiv].
Esta bibliografía se inscribe en la corriente
del pensamiento racionalista,
heredado del siglo XIX, ampliado y profundizado, o criticado, y vuelto a
retomar en el siglo XX. Son marxistas, marginalistas, keynesianos,
neomarxistas, neoestructuralistas, reformadores, regulacionistas. Dejando a un
lado las diferencias ideológicas que llegan a ser enormes, casi todos comparten
el optimismo racionalista de la evolución
social hacia el progreso y la modernización; del desarrollo de las fuerzas
productivas sobre los fundamentos de la socialización de los medios de
producción.
El tratamiento de la auto expresión de la sociedad, presente en numerosos escritos
desde diferentes aproximaciones, -que por demás ha sido aspiración del
pensamiento de Marx, y del pensamiento marxista inspirado en la superación de
la alienación, desafortunadamente poco
entendido y atendido,- se articula con las discusiones acerca del papel del
estado y de la regulación estatal y la regulación mercantil, ya sea queriendo
prescindir de la mediación estatal maximizada,
o de la mediación mercantil en
las propuestas. En ambos casos, con la
complejidad dictada por los “tercos hechos”, de que la abolición de uno u otro
ha llevado a extremos, y a más alienación, pero no a soluciones.
Desde la crítica de Polanyi en la década del
20, el “socialismo cristiano”,
su solidaridad y la reciprocidad
(Congdon, 2000), como contraposición a los planteamientos de la escuela liberal
austriaca de comienzos del siglo XX, se marca una época de cambios, que renueva
su significado en los momentos actuales en que se agudizan las contradicciones
de la globalización, y se renuevan las ideas sobre una necesaria regulación
institucional estatal del mercado en las sociedades capitalistas desarrolladas.
Al margen
de las diversas interpretaciones que ha motivado este autor, lo cierto
es que intenta explicar la crisis del proyecto liberal en la década del 40,
luego de dos guerras mundiales, la caída del patrón oro y el surgimiento de
distintas propuestas no librecambistas, y los distintos proyectos
desarrollistas, y defiende la posibilidad de una economía socialista frente a
los recalcitrantes planteamientos antisocialistas de Von Mises. Considera la
economía de mercado como la antítesis, ya que supone la sumisión de toda la
sociedad a la misma.
Polanyi aboga por la superación del modo de
pensar y de actuar de aquella economía por medio del predominio de lo social y lo político. Propugna una colectivización no centralizada, cuya base
es de naturaleza humana, en términos morales, al influjo del socialismo
cristiano, articulada a través de una forma de municipalismo, que evitara que
las decisiones económicas se tomaran desde una base puramente técnica
(Congdon, 2000).
En su obra cumbre “La Gran Transformación”
(1944), Polanyi plantea que la
inclusión de lo no-económico es vital, y que la economía no se limita a
factores productivos, sino que integra otras dimensiones sociales. Resalta
que “únicamente un colchón protector de
los efectos disociadores de las normas del mercado puede prevenir una revuelta
social de autodefensa frente al sistema de mercado”. Descartó la idea de un
mercado
global autorregulable como una “pura utopía”, porque ninguna
institución de tal carácter puede existir de forma duradera “sin aniquilar la sustancia humana y la
naturaleza de la sociedad (del mundo)”.
La alternativa al desmoronamiento del sistema
mundial de mercado de la época la veía Polanyi en el establecimiento de un
orden internacional dotado con un poder organizado capaz de trascender la
soberanía nacional, por lo cual este discurso es citado por diversos autores al
analizar la globalización actual.
Otro momento importante para el análisis de la
propiedad como sistema de relaciones, es la llamada Teoría Crítica o también conocida como la Escuela de Frankfurt, por sus planteamientos y análisis anti-positivistas y de los métodos
cuantitativos dominantes, una crítica a la modernidad, y a la teoría de la
sociedad dominante de la época.
La Teoría Crítica, surgida en la década del 30 es una crítica social, una crítica severa del
capitalismo, y de las influencias de las prácticas históricas
de la época, así como de la utilización dogmática de las ideas de Marx.
Constituida en Frankfurt, Alemania, es una organización, en sus primeros
tiempos, abiertamente marxista. Luego sus representantes fueron llamados post y
neo-marxistas, quizás por su hipercriticismo.
Retoman las partes del pensamiento marxista, a
partir fundamentalmente de dos obras que no habían sido divulgadas aún, y que
solo fueron publicadas en ruso hacia la década del 30, Los Manuscritos de 1844 y la Contribución a la
Crítica de la Economía
Política, además de La
Ideología Alemana. Tratan de superar el positivismo
predominante de la época, el materialismo vulgar y la fenomenología mediante el
retorno a la filosofía crítica de Hegel.
Para todos ellos, y en particular para sus
exponentes principales, desde Adorno, Horkheimer, Fromm, y Marcuse y más tarde
Habermas y Offe, entre otros, es
necesario apoyarse en la valoración cultural, espiritual y subjetiva de las
manifestaciones de la vida humana y accionar para su transformación, dadas las
relaciones de dominación en que están basadas. [xv]
La expansión de la Teoría Crítica, se
produce sobre el terreno propicio de las influencias de Weber, que llegan hasta
nuestros días, y su comprensión de la modernidad
como un movimiento de racionalización, estatalización, e individualismo.
Si la racionalización creciente y la
burocratización, características weberianas de la modernidad, acentuaban el
carácter totalitario, penetraban el
tejido social y creaban una cultura de masas que desconocía antaño las culturas
locales, al igual que ahora, pero creaban una profunda interconexión entre las
grandes empresas y el Estado, que generaba más capitalismo de Estado tendiendo
al oligopolio, todo ello era posible porque
había la idea de una especie de
colectivismo capitalista, instrumentado
también, a través de las propuestas y expansión del cooperativismo, que se
rescata y enarbola con más fuerza en la actualidad.
De los representantes tardíos de la Teoría Crítica, aunque
hay autores que no lo consideran parte, Habermas señala que el motivo económico no es suficiente para
avanzar en la eficiencia democrática de la convivencia humana, en última
instancia, y dirige la atención hacia la importancia de otros factores como es
la comunicación, que permite la expresión de la ínter subjetividad.
La ínter subjetividad comunicativa de
Habermas, va más allá de la acción subjetiva orientada a fines egoístas de
sujetos individuales; es la acción orientada al entendimiento en el cual los
sujetos coordinan sus planes de acción sobre la base de acuerdos motivados
racionalmente a partir de la aceptación de pretensiones. Aun cuando su idea de
establecer una teoría global de la sociedad a partir de la acción comunicativa
(Teoría de la acción comunicativa,
Habermas, 1981) trata de establecer una teoría global de la sociedad que
incluso desde la sociología se queda corta,
se debe atender su crítica al marxismo, por lo de él se asume que llama el abandono de los aspectos
superestructurales y el determinismo a ultranza de lo económico-material,
incrementando la materialidad a costa de lo social.
Otra idea importante, es la diferenciación que
hace respecto a los enfoques técnico-instrumentales de aplicación amplia, en el
capitalismo y en el socialismo, que es necesario superar para avanzar hacia la
emancipación.[xvi]
Ya desde la Teoría Crítica se
señalaba como en el contexto del llamado “socialismo real”, la Modernidad no
presentaba una cara diferente. Estaba o había transitado por un camino similar
de racionalidad instrumental. Esto hoy día es fácilmente demostrable con las aplicaciones de herramientas y
métodos en las empresas, que persiguen una eficiencia y productividad a toda
costa; desconociendo la teoría y la práctica que demostraba que “esa” modernidad estaba en
crisis, y que se requería y requiere de instrumentos teóricos diferentes.
Marcados por esta realidad, encontramos en la
obra académica filosófica tratamientos de aspectos que, según las pautas
identificadas en la obra de Marx, Engels y Lenin, son cruciales en el tema de
la propiedad, ya sea identificando los
problemas desde la praxis (Petrovic, G.; Markovic, M.), la dialéctica de lo concreto y los problemas
del hombre y el mundo, o haciendo la pregunta ¿dónde está el hombre? (Kosik,
K.)[xvii]
La filosofía de
la praxis como corriente de pensamiento de la década de los años 60 del siglo
XX, expresa la necesidad de desarrollo de la teoría del marxismo, como una
demanda de la práctica, dictada no sólo
en el seno de la confrontación con las versiones de marxismo que arraigan en la
misma, sino también como necesidad de la crítica práctica del mundo basado en
la contradicción entre trabajo y capital, y de la crítica de la práctica
revolucionaria de su transformación comunista. Quizás es una reacción tardía a
las propuestas de las décadas anteriores de los años 20 y sobre todo los años
30 de la teoría crítica.
Con
influencias del pensamiento de Gramsci, Karl Korsch, Labriola, George Lukács,
Ernst Bloch, Herbert Marcuse, Erich Fromm y Lucien Goldmann de la primera jornada, hasta una segunda generación
(Kosik, Adolfo Sánchez Vázquez, Zeleny, Mészáros), la afirmación de
una praxis y teoría marxista “auténtica”, y destacar sus aspectos humanistas y
dialécticos en particular, como propuesta y creación frente a las prácticas de
las décadas anteriores y las diversas interpretaciones del denominado
marxismo-leninismo, distorsionado tanto por los socialdemócratas como por los
estalinistas; era una tarea urgente para los filósofos yugoslavos. Surge la Escuela de la Praxis en Yugoslavia,
destacando la búsqueda de libertad de expresión basada en la insistencia de
Marx en la crítica social. Los filósofos de la escuela más destacados como
Petrovic, Markovic, Kangrga, Korać, Supek, Pejović, Vranicki, hacían
énfasis en los escritos tempranos de Marx,
consideraban que el leninismo y el estalinismo eran apologéticos debido
a su naturaleza ad hoc, y sus
concepciones las calificaban de filosofías infieles a
la teoría marxista, que se ajustaban de acuerdo a las necesidades de la elite
del partido y eran intolerantes a la crítica ideológica.
Es importante
mencionar a Markovic con su teorización sobre la alienación y la
naturaleza dinámica de los seres humanos, que destaca Fromm; a Petrovic con su
énfasis en la naturaleza esencialmente creativa y práctica de los seres
humanos, y la filosofía como crítica de todo lo existente, y a Kangrga
que trata la creatividad, pero sobre todo el entendimiento de los hombres como
productores de naturaleza humana.
Más tarde
encontraremos esta corriente en Adolfo Sánchez Vázquez en América Latina[xviii], o
en Zeleny y Kosik en Europa. Al decir de Kohan (2002) sobre
Adolfo Sánchez Vázquez: “Finalmente,
en estas reflexiones de madurez emerge una puesta entre paréntesis tanto del
marxismo dieciochesco, ilustrado, cientificista y claramente deudor de la
modernidad, como del pensamiento del posmoderno. Las coordenadas actuales de
una crítica radical de la modernidad presuponen también una crítica del
posmodernismo (no quizás como descripción de una sensibilidad epocal sino en
tanto ideología que prescribe la muerte de todo proyecto emancipatorio). La
reconstrucción de un marxismo abierto y no dogmático de cara al siglo XXI se
juega en ese doble, frontal y al mismo tiempo apasionante desafío”….(…)…“Sánchez Vázquez se convierte de este modo en uno de los principales
goznes, en una de las imprescindibles bisagras intelectuales y morales que
mantienen la continuidad entre aquel fulgurante e incandescente marxismo
europeo de los años 20 y primeros 30, luego pisoteado, apagado y aprisionado
mundialmente por la cerrazón estalinista y este nuevo e irreverente marxismo
latinoamericano de los años 60.[xix]
[i] Chavance,
B. señala que: “En general los sistemas
de trabajo asalariado afrontan problemas permanentes de evolución y cambio
causados por las tensiones que surgen en el porceso de acumulación y
desarrollo…(…)..estos problemas se agudizan en períodos de crísis
estructurales…(…), los países capitalistas superaron tres o cuatro crísis
estrcuturales en los últimos dos siglos, pero la mayor parte de los países
socialistas no pudo encontrar una salida a sus crísis estructurales en el
decenio de 1980”.
Recordar además
lo ocurrido en Checoslovaquia en los sesenta. Ver en “La Europa Centro
Oriental en la segunda mitad del Siglo XX”, en el volumen II, “Los sucesos de
Praga de 1968: causas y sus consecuencias internacionales”, pp. 260/ 286,
Editorial Nauta, 2002 (en ruso)
[ii] En el caso cubano se dan particularidades que
analizamos específicamente en otra de nuestras direcciones de trabajo.
[iii] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del
siglo XX”, referido anteriormente: T.1: Capítulo 4: “La concepción socialista”;
Capítulo 5 “Alternativa al socialismo”; Capítulo VI, “Teorías económicas de
desarrollo”. Y el capítulo dos de la obra citada anteriormente de Eric
Hobsbawn, específicamente el epígrafe IV , pp. 71- 75, al analizar la evolución
e influencia de la III Internacional.
[iv] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del
siglo XX”, referido anteriormente: T.1, Sección Segunda, “Las transformaciones
políticas y económicas”, pp. 123- 177
[v]Ver: Las Luchas de Clases en la URSS, de Charles Bettelheim,
Ed. Siglo XXI, 3ra edicion, 1980, en particular los tomos I y II, Primer
Periodo 1917- 1923, y Segundo Periodo 1923- 1930; La Revolción Bolchevique
(1917 – 1923), E. H. Carr, en tres volúmenes, Alianza Universidad, Mac milla,
1973 “La perestroika y el nuevo
pensamiento, para nuestro país y para todo el mundo”, Gorbachov, M.S.,
Editorial de Literatura Política, Moscú, 1987 (en ruso)
[vi] Ver en “La Europa centro oriental en la segunda mitad del
siglo XX”, referido anteriormente: T.1
[vii]Ver en el libro Europa centro oriental en la segunda
mitad del siglo XX”, referido anteriormente, en particular en el T. I, a partir
del capítulo XIX: El Consejo de Ayuda Mutua Económica: estructura y tareas, p. 284, Volumen I
[viii] Sin pretender con esto ignorar las propias
deficiencias de los teóricos, como ocurrió específicamente en relacion con esta
temática con el filósofo francés Althuser, y su dicotomía entre el Marx joven y
el Marx maduro.
[ix]
“Wither away”en inglés,
“amiertvlieñie”en ruso, son conceptos que transmiten más fielmente la esencia
de esta “extinción”, que es un proceso que se genera desde el propio interior del sistema a extinguirse, por ello la
conceptualizaci[on de que es un Estado que “se fortalece”para “extinguirse”: en
la medida que más la sociedad como un todo asume las funciones que antes le
eran inherentes al estado como algo colocado por encima de ella, él se
“fortalece”pero “deja de ser”, un proceso que tiene que comenzar desde el
primer día del inicio de la transformación socialista, nada sencillo, con
cmplejidades tales como las que Lenin identifica al hablar de las “formas de
lucha de clase del proletariado en el poder” (ver “Acerca de la Dictadura del
Proletariado”, T. 39, Obras Completas, Progreso, 1986).
[x] La obra de K.A. Jubiev “La propiedad en el sistema
de las relaciones de producción”, Edit. Universidad de Moscí, 1988, intenta un enfoque sistémico, pero en lugar
de un oasis resulta un espejismo en medio del desierto, a partir de ubicar a la
propiedad dentro del sistema de las relaciones de producción.
[xi] Ver: Democracy and Markets. The Politics of Mixed Economics, John R.
Freeman,, Cornell
University Press, 1989.
[xii] Ver: Beyond the
market place, Rethinking Economy and Society, Roger Friedland, A.F. Robertson,
Aldne de Gruyter, New Cork, 1990.
[xiii]. Ver: Crisis
y futuro de la empresa Pública, Coordinador: Marcos Kaplan. , UNAM, PEMEX,
México, 1994; Curso de Derecho Económico, Jorge Witker, UNAM, México, 1989;
Hacia una teoría de los Derechos de Propiedad, Harold Demsetz, Traducido de
American Economic Review, Mayo 1967.;El Derecho Mercantil en la América Latina,
Jorge Barrera Graff, UNAM, 1963.;Derech Mercantil, Jorge Barrera Graf, UNAM,
Mexico, 1991; Teoría de la
Nacionalización . (El Estado y la Propiedad) , Konstantín
Katzarov, (Sofía, Bulgaria), UNASM, México, 1963
[xiv] Con intentos que resultan en
definitiva desarrollos importantes para salirse de esa lógica, las obras “Comparing Economic Systems. A Political-
Economic Approach” (los autores distinguen su enfoque no como economia política
sino como enfoque que busca integrar la política y la economía, para poder
atravesar todo el proceso desde la economía hasta el comportamiento humano en
su contenido más amplio), Andrew Zimbalist, Howard J. Sherman, Stuart Brown,
Second Edition Harcourt Brace Jovanovic, Publishers, NY, London….., 1984; Alec Nove “Comparing Economic Systems”;
Schumpeter, J. A., Capitalism, Socialism and Democracy, Harper Perennial, 1975;
Kornai, Janos, The Socialist Systenm, The Politica Economy of Communism,
Claredon Press, Oxford, rep. 2000; Mc Nally, David, Against the Market,
Political Economy, Market Socialism and the Marxist Critique, VERSO, London-
New York, 1993; Lebowitx, Michael, Beyond Capital. Marx´s Political Economy of
The Working Class, Palgrave Mac Millian, Second Edition 2003
[xv] Horkheimer, M. y Adorno, T.
“Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos Filosóficos”. Madrid,
1994; Marcuse, H. “La sociedad industrial y el marxismo” , Editorial Quintaria,
Buenos Aires, 1969; Habermas, J. El discurso filosófico de la Modernidad, Taurus,
Madrid, 1989; Fromm, E. Marx y su concepto de hombre. Fondo de Cultura
Económica, México, 1970; Offe,C. Disorganized Capitalism, Polity Press, 1986
[xvi] Fernández, P.S. “Habermas y la Teoría
Crítica de la
Sociedad”, Universidad SEK; Hbermas, J. Teoría de la Acción Comunicativa,
Taurus, Madrid, 1987
[xvii] Kosik, K
Dialéctica de lo concreto, Ed. Grijalbo, México, 1979.
[xviii] Ver: Uc, S.M. "La práxis en el
pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez" en Revista venezolana de
Información, Tecnología y Conocimiento, Nº 3, Sept-Dic. 2006.
[xix] Kohan, N. "El marxismo crítico de
Adolfo Sánchez Vázquez” en Utopía y Praxis Latinoamericano V 7, Nº 18, 2002.