"La edificación de la nueva sociedad en el orden económico es también un trayecto hacia lo ignoto". RCR
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viernes, 30 de julio de 2021
La legitimidad de las preguntas y la urgencia de las respuestas.
El Departamento del Tesoro sanciona a fuerza de policía cubana y a sus líderes. Comentario HHC
Traducción cortesía del Departamento de Estado de los Estados Unidos |
Departamento del Tesoro de EE. UU. Comunicados de prensa 30 de julio de 2021 WASHINGTON – En el día de hoy, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro de EE. UU. sancionó a dos ciudadanos cubanos y a una entidad cubana conforme al Decreto Ejecutivo (Executive Order, E.O.) 13818, que amplía e implementa la Ley Global Magnitsky sobre Responsabilidad de Derechos Humanos (Global Magnitsky Human Rights Accountability Act) y actúa contra responsables de graves violaciones de derechos humanos y hechos de corrupción en todo el mundo. Las sanciones de hoy amplían las designaciones que realizó el Departamento del Tesoro el 22 de julio de 2021 sancionando a más personas en relación con acciones orientadas a reprimir las protestas pacíficas a favor de la democracia en Cuba que empezaron el 11 de julio. Los destinatarios de las designaciones de hoy son OSCAR CALLEJAS VALCARCE (CALLEJAS), EDDY SIERRA ARIAS (SIERRA) y la POLICÍA NACIONAL REVOLUCIONARIA (PNR) del Ministerio del Interior (MININT) de Cuba. “El Departamento del Tesoro seguirá designando e identificando por su nombre a quienes facilitan que el régimen cubano cometa graves violaciones de derechos humanos”, expresó la directora de la Oficina de Control de Activos Extranjeros Andrea M. Gacki. “Lo dispuesto hoy refuerza las medidas orientadas a que respondan por sus actos los responsables de reprimir los reclamos de libertad y respeto de los derechos humanos que expresa el pueblo cubano”.
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EE.UU.-CUBA: ¿camino a la re-normalización? Primeras intervenciones
JORGE I. DOMÍNGUEZ RAÚL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ JOSÉ RAMÓN CABAÑAS RODRÍGUEZ GABRIEL VIGNOLI HAL PHILIP KLEPAK | None | 29 Jul 2021
*Primeras intervenciones del panel del Último Jueves de Temas, que se desarrolla en estos momentos a través del grupo en Telegram creado para esta ocasión.
PANELISTAS
Jorge I. Domínguez. Profesor y vicerrector en la Universidad de Harvard. Se jubiló en 2018. Su profesión ha sido el estudio de las ciencias políticas, con especialización sobre los países de América Latina. Ha publicado diversos artículos y libros sobre Cuba, muchos de ellos con la participación estelar de autores cubanos.
Raúl Rodríguez Rodríguez. Director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Miembro del Grupo de Trabajo estudios sobre Estados Unidos de CLACSO.
Gabriel Vignoli. Docente de antropologia y relaciones internacionales, The New School, Nueva York. Director de programa de intercambio academico Casa de las Americas-The New School. Areas de trabajo: economia politica, economia informal, colonialismo y poscolonialismo, Cuba, Cuba-EEUU. Ciudadano cubano e italiano.
José Ramón Cabañas Rodríguez. Doctor en Ciencias Políticas. Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional. Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. Ocupó diversas responsabilidades en su carrera diplomática, entre ellas Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington (2012-2015) y embajador de la República de Cuba ante los Estados Unidos (2015-2020).
Hal Philip Klepak. Profesor Emérito de Historia y Estrategia en Royal Military College de Canadá. Especialista en América Latina y el Caribe. Autor de libros y ensayo sobre historia militar de Cuba, y problemas de seguridad hemisférica. Miembro del Consejo asesor de Temas.
PREGUNTAS AL PANEL:
1. ¿Cómo caracteriza las relaciones entre Cuba y EEUU en sus diversos campos? [Diplomático, económico, de seguridad, académico, cultural, científico, mediático, religioso, etc.]
Jorge l. Domínguez: Una clave para caracterizar las relaciones entre estos dos países es tomar nota de que Cuba dejó de ser un factor global estratégico para los Estados Unidos hace treinta años. Ya no hay Unión Soviética, ya no hay militares cubanos en diversas partes del mundo, Cuba no posee armas nucleares, no es exportadora de petróleo u otras fuentes energéticas, no sido generadora de acciones terroristas que causen devastación en los Estados Unidos, no ha lanzado ciberataques que paralicen el gobierno o a grandes empresas. Todo esto implica que no hay intereses de primer rango para los Estados Unidos en Cuba. El único factor fundamental es que Cuba es un país vecino, lo que requiere algún tipo de relación, por endeble que sea. Otra clave para caracterizar las relaciones bilaterales es que los Estados Unidos son un factor estratégico decisivo para cualquier gobierno en Cuba, y lo ha sido por los siglos de los siglos. Por tanto, ambos países comparten un interés porque viven en un mismo vecindario. Paso a considerar exclusivamente la perspectiva desde los Estados Unidos. Esa falta de valor estratégico global de Cuba para este país permite que otros intereses incidan sobre la relación bilateral. Hay intereses de segundo rango que emanan de la vecindad. Estos involucran varias dimensiones, una de ellas es que son asuntos de seguridad. Me refiero al combate frente al narcotráfico, a las relaciones en el entorno de la base naval norteamericana en Guantánamo, y a las relaciones migratorias. Hay factores de tercer rango que, por lo general, son electivos –es decir, pueden ser más, o menos, pero no pasa nada grave si no hay tales relaciones. El comercio, la inversión internacional, el turismo, las relaciones científicas y culturales, los intercambios académicos y bibliotecarios, las relaciones entre iglesias, y las preocupaciones ideológicas comparten este tercer rango. Un elemento peculiar de estas relaciones bilaterales ha sido la persistencia y el predominio de las preocupaciones ideológicas en los Estados Unidos, vocalizados por, pero no exclusivos de, una parte de la comunidad de origen cubano allí. En ausencia del predominio de intereses de primer rango, y a veces incluso coincidiendo con ellos, los factores ideológicos han definido, y definen hoy, la política de los Estados Unidos hacia Cuba.
Raúl Rodríguez: En el campo diplomático es paradójico que, aunque hay embajadas en ambas capitales, que proporcionan algún canal de comunicación oficial, las relaciones diplomáticas se encuentran en un punto muy bajo y la retórica no tiene mucho que ver con la diplomacia. Se desconoce y se descalifica al gobierno de Cuba como “Estado fallido”. Además, el anuncio de la administración Biden de su intención de aumentar el personal diplomático en La Habana, para, entre otras actividades, “mejorar la interacción con la sociedad civil cubana”, es una receta para generar más tensión diplomática. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar. Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafonteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar.
Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafonteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Como docente, voy a lo académico/cultural. A mis estudiantes estadounidenses siempre les digo “conocer a Cuba te va a ayudar, porque vas a ser más consciente de tu propio país". La idea de nación en los Estados Unidos –o sea las palabras claves a través de las cuales la nación articula su propio discurso político– se forja en Cuba, y viceversa. Ambos países son inconcebibles el uno sin el otro. Sin los eventos de 1898 y 1959 es imposible concebir palabras como democracia en los Estados Unidos y soberanía en Cuba. Ambas tienen significados diferentes en los dos países, y se traducen en diferentes usos políticos. Por ejemplo, es en 1898 cuando se establece la justificación democrática como patrón de intervención estadounidense en Latinoamérica. Esa justificación está estructurada por un “orientalismo” –según Said– que no es ignorancia del “otro”, sino más bien interpretación y producción de ese otro a través de una imagen artificial y a la vez muy poderosa. La tarea de la academia es la de interrogar las palabras claves, de buscar su genealogía, para ver cómo operan. En los Estados Unidos la democracia se reduce, a menudo, a un evento: “elecciones libres y justas”. Pero cuando mis estudiantes aprenden que una Cuba subyugada en 1901 determinó el sufragio universal masculino en contra de la voluntad estadounidense, y que en el sur de los Estados Unidos los hombres de color solo pudieron votar a partir de 1965 con el Voting Rights Act, la palabra democracia adquiere para ellos nuevos matices, alejados de libertad y justicia. Lo mismo se puede decir de raza y racismo: miradas desde Cuba, estas palabras claves del ADN estadounidense adquieren otro significado. Ahora bien, la pandemia de COVID-19 implica un cambio de paradigma en la idea de nación. Las cuatro crisis globales que ha desatado –medioambiental, de salud, económica, y social– hacen impostergable la re-articulación de las palabras claves de la gramática política del presente, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. En la academia, el reto es estructural: menos recursos y mayor digitalización, hay que re-imaginarla. En los Estados Unidos se estima que 10-30% de las universidades podría desaparecer de aquí a 2030. Por ende, la academia cubana tiene que mirar más allá de los Estados Unidos (convenios con China, Europa, Latinoamérica), y más hacia adentro: fortalecer realidades locales fuera de La Habana; retener los mejores docentes, no tanto a través del salario, sino más bien haciendo de las universidades cubanas incubadoras de empresas (públicas y privadas) y de proyectos para imbricarse con la economía nacional. Eso requiere una descentralización efectiva.
José Ramón Cabañas: A nivel diplomático están en su nivel más bajo de hace muchos años; en lo económico son casi inexistentes y en los temas de seguridad se intercambia solo a nivel técnico. En lo mediático, vivimos un barraje de propaganda negativa desde los Estados Unidos, asociado con la percepción de que la crisis económica que vive Cuba, como consecuencia del bloqueo y la COVID no tiene salida. En el resto de los campos se produce un gran intercambio a nivel personal, con pleno conocimiento del potencial de la cooperación bilateral.
Hal Philip Klepak. Las características de las relaciones bilaterales Cuba-Estados Unidos son, en general, muy negativas y problemáticas con débiles elementos de apoyo para una normalización y fuertes elementos empujando en la dirección opuesta: 1 Diplomáticas: embajada reducida, con poca capacidad de evaluación del contexto que la rodea. Fuerte voluntad de Cuba de encontrar soluciones a las disputas históricas y actuales frente al contrario del lado de los Estados Unidos. No obstante, el Departamento de Estado incluye a muchísima gente que ve en la normalización de la relación bilateral muchas ventajas para su país. 2 Económicas: empuje a favor de la normalización en algunos sectores, principalmente pero no exclusivamente, vinculados con la agricultura. Pero, desde hace mucho tiempo, se ha visto la debilidad de esta visión frente a las más fuertes discutidas aquí. 3 Seguridad: este es el rubro de más posibilidades para la normalización y así ha sido durante mucho tiempo. Desde por lo menos 1995, y aún ahora, los ministerios y agencias de defensa y seguridad de los Estados Unidos buscan maneras de aumentar la cooperación bilateral y ven la única amenaza que Cuba podría presentar a su país como cambios bruscos y violentos en la Isla que llevarían a una otra crisis de balseros y un aumento serio de la inestabilidad en el Caribe. Ven también a Cuba como un baluarte firme, seguro y eficaz en el combate al crimen internacional, el tráfico ilícito de drogas, la migración ilegal, etc. Aun en la crisis actual, las voces del Pentágono, la CIA o muchos elementos de ella, Guardacostas, Inmigración, la DEA y Homeland Security se levantan pidiendo una política sensata hacia Cuba en interes de los propios Estados Unidos. La impresionante cooperación bilateral en estos campos se redujo bajo Trump, pero no desapareció. Los Estados Unidos tienen rutas seguras de acercamiento al sur por una distancia de casi 1 500 km, gracias a Cuba, las FAR y MININT. 4 Académicas: El retroceso en las relaciones académicas bilaterales es evidente en los últimos años. Algunas esferas de cooperación siguen, y algunas veces con instituciones que son consideradas de élite y de seria influencia. Pero se ha visto que, en tiempos de crisis, el papel más importante de estas instituciones parece ser de producir análisis menos politizados y más matizados de los eventos, algo de valor, pero raramente decisivo. 5 Culturales: la politización de este elemento de la relación en años recientes ha llevado a la disminución del papel anterior que podía jugar el intercambio cultural en la creación de un ambiente favorable al entendimiento mutuo y la cooperación. Es difícil imaginar, en el corto término, el regreso a la situación anterior que pareció ofrecer tanta esperanza. 6 Científicas: a pesar de algunas pocas iniciativas prometedoras, el contexto actual parece poco apto para empujar este tipo de cooperación, a menos que el papel de Cuba sea mejor conocido y apreciado en el norte. 7 Mediáticas: se expande notoriamente la conexión bilateral entre las personas y grupos, pero hasta ahora no es evidente que esta expansión sea buena para la construcción de un ambiente de cooperación. Fácilmente puede resultar lo contario. 8 Religiosas: las relaciones religiosas entre los dos países han expandido enormemente desde el Periodo Especial y hasta nuestros días. No está claro el rol que esto va a jugar en la construcción de un ambiente positivo de cooperación de los dos países. Y otra vez, fácilmente sería lo contrario.
2. ¿Cómo se combinan el conflicto y la cooperación en las relaciones bilaterales? ¿En cuáles campos?
Jorge I. Domínguez: Han existido instancias importantes de cooperación entre ambos gobiernos ya por décadas. La cooperación meteorológica no se interrumpió ni siquiera durante la Crisis de Octubre en 1962. Los acuerdos migratorios datan de 1965. El acuerdo logrado entre Richard Nixon y Fidel Castro en 1973 paró inmediatamente la piratería aérea que azotaba la región. Esta cooperación prevaleció en esas tres instancias de agudo conflicto. La cooperación en algún asunto concreto no resuelve todos los conflictos. No surge de coincidencias ideológicas, ni resuelve tales diferencias. Por otra parte, la existencia de graves conflictos tampoco impide que se logre la cooperación en asuntos puntuales. Durante los últimos treinta años, hay múltiples ejemplos de cooperación y conflicto en relación con los que he denominado intereses de segundo y tercer rango. No hubo cariño ideológico entre los dos gobiernos durante los años 90. Se desarrolló una relación profesional y eficaz en el entorno de la base naval estadounidense, para prevenir accidentes o sorpresas, permitir a Estados Unidos un uso de esa base con diversos propósitos, y contribuir a la seguridad de Cuba. Estalló una crisis y conflicto migratorio, pero se logró concertar los acuerdos migratorios de 1994 y 1995 porque sirvió a los intereses de ambas partes. Entre Guardacostas y Guardafronteras de ambos países evolucionó una relación profesional, y una coordinación precisa y eficaz. Comenzó una relación informal para combatir el narcotráfico. Por su parte, a partir de la década de los 70, académicos, músicos, artistas, y personas de la vida cultural desarrollaron relaciones bilaterales no gubernamentales, para provecho compartido. Algo similar ocurrió en el ámbito religioso, con más frecuencia a partir de los 80. La colaboración entre científicos ha procedido también. Tampoco hubo cariño ideológico en diciembre de 2014 cuando los presidentes de ambos países adoptaron un rumbo distinto en las relaciones bilaterales. El reto para ambas partes fue cómo evolucionaría el sistema político cubano, con cada presidente apostando por un futuro diferente. Ese cambio, que retuvo las diferencias ideológicas, permitió afianzar formas de cooperación en las relaciones migratorias, el combate al narcotráfico, la cooperación sobre el medio ambiente, las relaciones entre Cuba y su diáspora, e indirectamente las relaciones académicas, culturales y científicas. Merece reconocerse no solamente el protagonismo de los dos presidentes, sino también de los negociadores, como Ben Rhodes, Jeff DeLaurentis, Josefina Vidal, y José Cabañas, entre otros, que lograron la cooperación a pesar de los conflictos.
Raúl Rodríguez: En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos.En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Propongo algunas palabras claves para las relaciones bilaterales. Hay muchas más. INERCIA. La fuerza de la inercia en los Estados Unidos ha hecho que la política hacia Cuba no haya cambiado en su índole desde el memorándum Mallory de 1960: cambio de régimen a toda costa. La respuesta de Cuba ha sido transformar el bloqueo en ancla y muleta; en eje estructurante de la Revolución cómo fortaleza sitiada; en causa última de muchos problemas endógenos. El bloqueo es genocida. Pero reiterarlo cada día, sin proponer un discurso diferente, produce una comprensible “fatiga” en la población cubana. Hay que renovar el lenguaje político más allá del límite impuesto por los Estados Unidos. GUERRA FRÍA. El vínculo íntimo entre los dos países se origina en la colonia, y la tensión entre ambos ha trascendido la Guerra Fría. Pero el marco interpretativo sigue anclado en esta. En 1962, Biden tenía veinte años; Obama, uno. Es comprensible que Obama vea a nuestra Isla a través de un lente poscolonial, y que Biden lo haga desde la crisis de los misiles y una lectura muy peculiar de “derechos humanos”. ¿Por qué no hay una voz pensante en la administración Biden que articule un discurso con Cuba vinculado a temas “otros”? ¿Cuál es la propuesta cubana para salir de este impasse? Los memorandos de entendimiento de la “normalización” (medioambiente, narcotráfico, etc.) sugieren un modus operandi: enfocarse en lo que sí se puede hacer. PANDEMIA. La pandemia nos hace, por primera vez en la historia, verdaderamente contemporáneos. Todos los países del mundo enfrentan el mismo reto, a sabiendas de que las transformaciones económicas, políticas, sociales y medioambientales son estructurales y muy rápidas: no hay marcha atrás. Hay que pensar en soluciones activas, más que reactivas, en el mundo pospandémico. Esta es una oportunidad única para que ambos gobiernos cambien de giro, basándose en objetivos comunes, y hasta ahora no lo han hecho. La palabra “protesta”, tanto en Cuba cómo en los Estados Unidos, puede ser una clave: hay que encontrar una forma de responder a la protesta que permita canalizar esa energía. TECNOLOGIA. En los Estados Unidos la digitalización de la economía y de la vida (Internet of things/de las cosas) conlleva un proceso de renovación y descarte tecnológico muy acelerado, en Cuba esos insumos pueden tener una segunda vida. Pero lo imprescindible es un cambio en la cultura tecnológica en Cuba, para no ser sucedánea de los Estados Unidos. Por un lado, hay “desobediencia tecnológica”: la capacidad de irrespetar, y por ende resignificar, la autoridad preconcebida del objeto. Por otro, hay todavía insuficiente cultura de uso de redes sociales, lo que facilita manipulaciones exógenas. La clave es, por supuesto, más, no menos, Internet: el pueblo se tiene que educar.
José R. Cabañas: Las posibilidades de cooperación bilateral están claramente reflejadas en los 22 memorandos de entendimiento que se firmaron entre ambos países entre mediados de 2015 y enero de 2017 y que aún guardan vigencia, aunque están congelados en su aplicación. No se llegó a acuerdo en otros temas en los que se pudo avanzar, pero el tiempo disponible no fue suficiente para formalizar el entendimiento. La falta de cooperación entre agencias cubanas y estadounidenses de aplicación y cumplimiento de la ley y otras se expresa en un costo humano directo, sean los migrantes ilegales a manos de los traficantes, el impacto de las drogas, la seguridad marítima y aérea, o la falta de insumos médicos del lado cubano, o el acceso a tratamientos avanzados contra cáncer y diabetes del lado estadounidense. El conflicto se origina en la existencia e implementación de una política desde los Estados Unidos, que tiene como objetivo el cambio del estado de cosas en Cuba, que utiliza distintas herramientas y funciona a distintas velocidades. Existen otras diferencias de carácter político, ideológico, visión de temas multilaterales que se prolongarán en el tiempo.
Hal Philip Klepak. En lo que tiene que ver con el equilibrio entre cooperación y conflicto, como mencioné, es difícil imaginar un contexto más complicado para Cuba. Hablar de cooperación con Cuba en este momento en Washington es soñar en Technicolor. Si las agencias con responsabilidad para defensa y seguridad buscan activamente más cooperación, no hay mucho que apoye este interés. Más bien, al contrario.
3. ¿Qué intereses dentro de los Estados Unidos inciden en la relación con Cuba?
Jorge I. Domínguez: Comprendamos quiénes inciden en Estados Unidos en la relación bilateral según los intereses de ese país. Si Cuba carece de importancia estratégica global para los Estados Unidos, sus grandes estrategas se preocupan por otras cosas. Inciden, pues, factores inferiores a los de la más alta política. Al comienzo de la presidencia de Donald Trump, vimos en el seno del gobierno que quienes querían mantener espacios de cooperación con Cuba eran las agencias involucradas en asuntos de seguridad. El Pentágono, el Comando Sur, los Guardacostas y los servicios migratorios valoraban los acuerdos firmados con Cuba en 2015 y 2016. Es lógico suponer que desearían reactivar la cooperación para combatir el narcotráfico y para normalizar las relaciones migratorias. Fue el personal de la embajada de los Estados Unidos en La Habana quienes más se opusieron a la interrupción de las labores diplomáticas y consulares normales. Fuera del gobierno, se opusieron a las medidas que dificultaron o impidieron sus relaciones las universidades, los artistas, los científicos, las organizaciones ambientalistas, las iglesias, la Cámara de Comercio, los exportadores agrícolas, las empresas de alta tecnología, las líneas de aviación, las empresas hoteleras, y algunos posibles inversionistas, y, por supuesto, una buena parte de la comunidad cubanoamericana. Por tanto, todos ellos favorecen la reactivación de relaciones. Los factores ideológicos, que nunca han desaparecido de la relación bilateral, recibieron un impulso bajo Trump, en parte por razones de política interna. La prioridad electoral del Estado de la Florida para la reelección del presidente y el peso de legisladores de origen cubanoamericano, cada vez más numerosos y poderosos, en ambas Cámaras del Congreso, promovieron la aplicación de nuevas sanciones y se oponen ahora a su eliminación. Biden comienza reafirmando que Cuba no es prioritaria en su política exterior ya que carece de valor estratégico global. Hay, sin embargo, un nuevo factor. Este presidente ha adoptado una política de sesgo ideológico en relación con China, ejemplo de la lucha entre democracias y autocracias, que incide en general sobre su política exterior. Entonces, surgen las protestas en Cuba del 11 de julio, y días siguientes, con un detalle novedoso. La prensa oficial cubana ayuda a persuadir a la Casa Blanca de que, por fin, las sanciones económicas son eficaces para promover un cambio político en Cuba. Mientras más la prensa en Cuba insista en que las protestas se deben principalmente a injerencia externa, más probable es que el presidente Biden retenga y expanda las sanciones.
Raúl Rodríguez: Dentro de los actores en estadounidenses interesados en el mejoramiento de las relaciones bilaterales, en un primer nivel de prioridad por su influencia, sobresale el sector de negocios en las siguientes esferas: agroindustrial, aerolíneas, industria de cruceros, viajes y alojamiento, así como telecomunicaciones. Estos se han mantenido como los que pueden contribuir al desmontaje gradual de aspectos del bloqueo económico y financiero, porque aglutinan apoyo en ambos partidos en los Estados Unidos y en amplios sectores de la sociedad. En este sentido, hay que señalar que, aunque hay ventajas para las compañías estadounidenses, puesto que el sistema de sanciones económicas hace que muchas de las interacciones con estos sectores mencionados sean de una sola vía, desde los Estados Unidos hacia Cuba. Sin embargo, también hay algunas ventajas menores para Cuba, sobre todo en la importación de alimentos, por los precios comparativamente más competitivos de los productos estadounidenses y por la cercanía geográfica que reduce tiempo y costo de transportación. En general, Cuba acepta una relación carente de balance. También existe una empresa mixta en el ámbito farmacéutico. Otros sectores con potencial son el portuario, el energético, el de materiales de la construcción y el deporte. Finalmente, pueden incidir en menor medida el académico, el religioso, el cultural y el científico, como modelo de relación mutuamente ventajosa, basada en la igualdad soberana. La comunidad cubana en los Estados Unidos, conformada por múltiples actores con diferentes agendas, intereses y prioridades, tiene participación en la política hacia Cuba tanto en el diseño como en su implementación. Su incidencia está asociada esencialmente a: 1) La importancia sobredimensionada que le otorga la Casa Blanca al voto cubanoamericano durante los ciclos electorales. 2) La existencia de grupos que reciben financiamiento gubernamental y son utilizados como instrumentos de la política subversiva. Estos se han fortalecido en los últimos años, fundamentalmente desde la llegada de Donald Trump a la presidencia y han mostrado su nivel de influencia en la situación actual. Aunque hay sectores de la comunidad cubana que favorecen una mejoría de las relaciones con Cuba y no se deben dejar de mencionar, su capacidad de influencia en el contexto político se ha visto disminuida.
Gabriel Vignoli: Los intereses en los Estados Unidos hacia Cuba son muy heterogéneos. Y dado que la nación se está interrogando sobre su propia identidad, a raíz de Trump y de la Covid-19, creo que “intereses” puede también traducirse en “preguntas”. ¿Qué preguntas hay con respecto a Cuba, y cómo se la puede usar para desequilibrar un discurso en busca de renovación? 1) Partido demócrata. Por un lado, el centrismo de Biden, quien en este momento no es capaz de cambiar el discurso --sea por su biografía, por Bob Menéndez, por miedo a perder la Florida, o por otra razón--, cómo su reacción retórica al 11J ha aclarado. Por otro, hay un ala más progresista (Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez) que quiere acabar con el bloqueo y con ello están cuestionando la gramática política de los Estados Unidos. Creo que Cuba debería enfocarse más en ellos, y en el pueblo de los Estados Unidos, que en un Biden maniatado. 2) Comunidad cubana de Miami. Cuando lo de las avionetas de “Hermanos al Rescate”, en 1996, la comunidad cubanoamericana, más o menos unida, le dijo a Clinton que si atacaba a Cuba ellos iban a quemar Miami. En 2021, la comunidad cubanoamericana incitó a la violencia y perdió credibilidad política (de los más de cien barcos que iban a venir a Cuba, zarparon, tímidamente, cuatro). A raíz del 11-J, esa comunidad se está haciendo preguntas que no se hacía antes (“¿Qué vale más: la sangre de mi familia o el anticastrismo?”). Las respuestas conllevaran, creo/espero, a una crisis política y de imaginario, y a un cambio de índole en Miami. 3) Desde Obama hay un lobby pro-Cuba en los Estados Unidos que posiblemente tome más fuerza a raíz del fracaso del 11-J en Florida. 4) Pueblo de los Estados Unidos. El más ignorante y el más permeable, ya que él mismo está reconstruyendo su gramática política, por lo menos desde el asesinato de George Floyd. El ciudadano medio sabe muy poco de Cuba, y el interés por el socialismo está creciendo, sobre todo en la juventud. Enseño en la universidad más de izquierda de los Estados Unidos, en el corazón de Manhattan. Mis estudiantes tienen camisetas del Che, leen su obra, se visten cómo los “mikis” habaneros, y se declaran socialistas y anarquistas. Se hacen las mismas preguntas de los jóvenes cubanos ¿Por qué no empezar por ahí?
José R. Cabañas: A los anuncios del 17 de diciembre de 2014 se llegó por varios caminos. Dentro de los Estados Unidos cristalizó la percepción de que la política de bloqueo y máxima hostilidad contra Cuba era fallida. La diplomacia estadounidense concluyó que no podía avanzar su agenda en América Latina si trataba de mantener apartada a la Isla. Un importante sector de negocios se interesó en las nuevas facilidades que ofrecía Cuba para la inversión extranjera y el comercio en general. Se desarrolló el argumento de que otras potencias podrían tomar ventaja de tales oportunidades. Fueron perceptibles los cambios en el interior de la emigración cubana, en función de la agenda familiar y por el acercamiento a su país de origen. Una multiplicidad de ONG, desde las religiosas hasta las medioambientalistas, han desarrollado durante años una relación directa con contrapartes cubanas, lo que alcanza momentos de madurez. En los ámbitos científico, cultural y académico hay plena conciencia de que a través de la cooperación bilateral se pueden alcanzar hitos para el bienestar de ambos países y de la región.
Hal Philip Klepak. Los intereses que inciden en esta situación son defensa y seguridad, el Departamento de Estado, elementos de la industria agrícola de los Estados Unidos, sobre todo en algunos estados claves, los cubanoamericanos en su conjunto, y en particular los miembros de la Fundación [Cubanoamericana] más ricos y decididos. Se ha dicho muchas veces, pero en estas dos últimas semanas hemos tenido la prueba aún más contundente de que Cuba para los Estados Unidos es una cuestión de política interna y no externa.
4. ¿Qué factores dentro de Cuba favorecen la normalización? ¿Cuáles la desfavorecen?
Jorge I. Domínguez: En Cuba favorecen una normalización de las relaciones con los Estados Unidos las contrapartes de quienes, en aquel país, favorecen las relaciones con Cuba. Desaparecida la Unión Soviética, fue el General de Ejército Raúl Castro quien comprendió, con claridad, que la seguridad de Cuba requería aplicar el tipo de medidas de confianza mutua que se habían desarrollado en Europa durante la Guerra Fría. Acuerdos entre Guardacostas y Guardafronteras, acuerdos en el entorno de la base naval de Estados Unidos, cooperación eficaz para evitar desastres migratorios y cooperación en la lucha contra el narcotráfico ejemplificaban intereses bilaterales compartidos. La labor de todas las agencias en Cuba implicadas en esas relaciones mejoraría si las relaciones de cooperación se reactivan. La economía cubana, en particular su pequeño sector privado, prospera gracias al turismo internacional. Esa es una fuente decisiva de ingresos. Antes de las sanciones impuestas bajo Trump, los Estados Unidos se convirtieron en la principal fuente de visitantes extranjeros en Cuba, combinando cubanoamericanos y otros. Sin esas sanciones prosperaría más el sector privado en Cuba, y la economía nacional. Los intercambios académicos, culturales, y científicos requieren un espacio más permisivo en las relaciones bilaterales. Las relaciones entre iglesias fueron entorpecidas menos, pero las iglesias también respaldan una mejor relación bilateral. El presidente Miguel Díaz-Canel y el canciller Bruno Rodríguez demuestran cotidianamente tanto el valor de una mejor relación bilateral como su dimensión compleja. Usan Twitter –para expresar sus ideas y para quejarse de Twitter–, sumándose así a una cultura transnacional global que se beneficia de Internet y se queja de sus imprescindibles agentes cibernéticos. ¿Quién se opone a este futuro deseable? Una hipótesis es que quienes prefieren negar que en Cuba hay razonables motivos de quejas, por distintas causas y en todas partes del país, consideran útil achacarle a los Estados Unidos todos los males que puedan ocurrir en la Isla. Desde esta perspectiva, es políticamente valioso que las relaciones bilaterales sean profundamente hostiles, ya que permite encubrir cualquier error cometido en Cuba, y justificar la adopción de medidas que de otra manera serían impensables. Permite evitar explicarle a la población por qué ocurren cosas que les dificultan múltiples dimensiones de su vida.
Raúl Rodríguez: Primero hay que definir normalización como relaciones diplomáticas plenas entre ambos países, eliminación de la clásica agresividad y prepotencia, que prevalezca el diálogo y la negociación, y el respeto mutuo a la soberanía y los principios de ambos países. Es un proceso que implica el reconocimiento de la necesidad y la aplicación de medidas para reducir la tensión y la fricción, contener o resolver las principales fuentes de conflicto, y donde debe prevalecer el compromiso político y diplomático entre ambas partes. Primeramente, no favorece a la normalización el peso de la historia y el nacionalismo cubano, resultado de la indecencia que sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han tenido en la evolución republicana de Cuba, desde William McKinley hasta Dwight Eisenhower, y desde este, curiosamente como puente, hasta Joe Biden, como ha escrito recientemente Louis Pérez. Durante más de ciento veinte años, los Estados Unidos han “apoyado al pueblo cubano”. Ello ha significado intervención armada, ocupación militar, intentos de cambio de régimen e intromisión política, todos hechos normales en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba en los sesenta años anteriores al triunfo de la Revolución cubana. En los sesenta posteriores, apoyar al pueblo cubano ha significado aislamiento diplomático, invasión armada, operaciones encubiertas y sanciones económicas. En segundo plano, la variable interna cubana, la situación económica y política, incide en la posibilidad avanzar hacia la normalización. En la medida en que los sectores de la clase dominante de los Estados Unidos y sus aliados anexionistas perciban que la economía cubana no se recupera y se ve afectada la cohesión alrededor del proyecto político y económico, esta situación se convierte en una oportunidad para lograr el objetivo de cambio de régimen y devolver a Cuba a su esfera de influencia. Entonces, la normalización, como se concibe desde Cuba, no sería necesaria. Sin embargo, debido a los amplios vínculos socioculturales entre ambos países, amplios sectores de la sociedad cubana favorecen una normalización, sin subordinación, en un contexto de vecindad con los Estados Unidos, que ya se hizo evidente durante el breve período de los dos últimos años de la administración Obama. El desarrollo de la comunidad científica y académica cubana también apoya un proceso de normalización debido a que la interacción con sus pares estadounidenses es muestra de relaciones mutuamente ventajosas.
Gabriel Vignoli: Normalización no es más una palabra viable –más adelante me referiré a ello. Propongo “diálogo”, pero hay que buscar otra. FACTORES EN FAVOR DEL DIÁLOGO. 1) La articulación de una gramática política proactiva que incluya las diferentes voces y preguntas aún sin respuesta qué han surgido en Cuba, por lo menos a partir de la pandemia y de la Tarea Ordenamiento. La cohesión política se logra y transmite a través de la heterogeneidad: tanto adentro como afuera. ¿Cuáles son las preguntas del pueblo? Si no se articulan aquí, el riesgo es que se articulen en Miami o en Washington. 2) Organizar una campaña mediática orientada hacia el pueblo estadounidense, más que hacia su gobierno. Temas raciales, medioambientales y sociales son asuntos que el pueblo “yuma” siente más cercanos que el bloqueo. Son los que desgarran la fábrica social que va de Alabama hasta Alaska, más que de Washington a Miami. Este puede ser un vehículo para poner a Cuba en la agenda pública, que en este caso es más que política, de los Estados Unidos. 3) Un cambio en el discurso contra el bloqueo, tanto retórico como estratégico, orientado no hacia el gobierno de los Estados Unidos, sino a la comunidad internacional, para inducir un cambio de actitud que vaya más allá del voto contra el bloqueo --simbólicamente fundamental-- en Naciones Unidas. FACTORES EN CONTRA DEL DIÁLOGO 1) La fortaleza sitiada. Sí lo está, pero reiterarlo nuevamente no ayuda el diálogo con los Estados Unidos y no aporta nuevos criterios al pueblo cubano. 2) La centralización y el burocratismo excesivos (por ejemplo, el Plan de Manejo Integral de La Habana 2019-2030 fue publicado en 2021, con datos de 2013, y sin un verdadero programa de gestión y monitoreo). 3) Las reformas administrativas son insuficientes para el futuro del país. Deben ser de mayor calado. El socialismo en Cuba es mucho más que dogmatismo ideológico: su renovación sobre la base del presente contexto es clave para un país más fuerte y, por ende, en mejor posición para dialogar con, y más allá de, contexto.
José R. Cabañas: Desde le punto de vista oficial, Cuba siempre ha tenido una posición coherente de favorecer un diálogo que conduzca a la normalización desde posiciones de respeto mutuo y reciprocidad. Quizás un primer problema surge al interpretar, desde ambas partes, qué significa el estado de normalización, que obviamente solo podría lograrse sobre la base del reconocimiento de la institucionalidad que se ha dado cada país. En Cuba siempre ha existido un sector de la población que ha expresado dudas genuinas sobre la eventualidad de poder lograr tal propósito, o incluso sobre la conveniencia de hacerlo, si es que dicha normalización sirve como preludio al “cambio de régimen”. Posiblemente ese sector haya crecido al ver cómo los tenues avances que tuvieron lugar bajo el gobierno de Obama fueron borrados de un plumazo por Trump. Cualquier avance futuro hacia la normalización debe ir acompañado de cambios legislativos en los Estados Unidos, pues resulta insostenible una relación bilateral que esté a expensas de los cambios ejecutivos en Washington cada cuatro años.
Hal Philip Klepak. Los factores que favorecen la cooperación y la normalización son los que tienen que ver con las ventajas de dos vecinos cooperando en una gama inmensa de problemas compartidos: inmigración. medio ambiente, estabilidad regional y sub-regional, lucha contra el crimen internacional y el narcotráfico, enfrentamiento a desastres naturales, salud pública internacional, la paz internacional, etc. Los factores que las desfavorecen son la historia trágica de la relación, una falta de confianza en el otro reforzada por eventos recientes, el papel particular de cubanoamericanos (sus divisiones y deseos contradictorios), el simple desequilibrio en el balance de poder entre los dos y las sospechas que nacen de esto y muchos más.
5. Si tuviera que aconsejar a los dos gobiernos para facilitar el diálogo y retomar la normalización, ¿qué les diría?
Jorge I. Domínguez: Si el gobierno del presidente Biden le hace caso al periódico Granma, debe revertir las sanciones adoptadas bajo Trump y regresar a lo que fue la política de Obama al final de su presidencia. El impacto de los Estados Unidos sobre la sociedad cubana es extraordinario. Twitter, Google y Facebook, entre otras, transforman la vida política y económica de la nación. Si la promoción de un cambio político en Cuba es un propósito de ese gobierno, la apertura bilateral es el mejor instrumento. Si el gobierno del presidente Díaz-Canel le hace caso a lo que él mismo ha dicho, hay muchas cosas que cambiar en Cuba, no porque las exija un gobierno extranjero, sino porque esos cambios son sensatos para los propios intereses de Cuba. Algunos de esos cambios ya van comenzando. Son las medidas que pueden permitir un funcionamiento más amplio y eficaz del sector privado. Serían medidas que ubicarían bajo control civil todas aquellas empresas estatales que no son necesarias para el funcionamiento de las fuerzas militares. Pero serían también medidas que le permitieran a los ciudadanos controlar mejor el desempeño público. Un simple ejemplo es la aplicación de la ley electoral municipal al ámbito nacional, es decir, requerir por lo menos dos candidatos por escaño a elegir en la Asamblea Nacional, lo que permite a los votantes a ejercer una verdadera soberanía. Cuba puede adoptar estas medidas porque mejoran y profundizan un desarrollo próspero y sostenible. De más está decir que tales cambios, por decisión propia, facilitarían también cambios en la política de los Estados Unidos. Tanto por razones de mejores resultados en el país y de política exterior, serían cambios útiles, por aplicarse sin pausa y con mucha prisa.
Raúl Rodríguez: Primeramente, se deben revisar experiencias anteriores de intentos de normalización y reducción de tensiones durante los gobiernos de Kennedy, Ford, Carter y Obama, para evaluar en qué medida se avanzó y los beneficios que trajo, tanto para la relación bilateral como para las relaciones hemisféricas. Promover el diálogo y la interacción, donde prevalezca la negociación y la igualdad soberana a pesar de la inmensa asimetría que existe entre ambas naciones. El abordaje de este tema debe partir de la premisa de que nuestras naciones están obligadas a convivir, nos guste o no. La convivencia es una necesidad objetiva y es ventajosa para ambas partes. A partir de experiencias anteriores donde ha existido y aún existe colaboración mutuamente beneficiosa, comenzar construir algún nivel de confianza mutua y promover formas de convivencia entre Cuba y los Estados Unidos debe partir de un contexto de “vecindad”, no necesariamente de aliados y mucho menos de subordinación de Cuba a los intereses de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Vicente Aleixandre preguntaba "¿Para quién escribo?" O sea, ¿cuál es el público? El público, tanto en Cuba como en los Estados Unidos, está cambiando a una velocidad sideral. La pandemia, el asesinato de George Floyd y los eventos del 11-J son momentos de ruptura y transformación de los patrones de diálogo entre, y adentro de, ambos países. La “comunidad cubanoamericana” y el “pueblo” cubano son más heterogéneos de lo que parecía. Una clave para facilitar el diálogo es involucrar estos diferentes “públicos” que se han visibilizado en lo que va de 2021. Hablar al “otro” implica hablar consigo mismo. Más bien, hay que hablar consigo mismo antes de hablar con el otro.Por ende, yo buscaría otra palabra que no sea “normalización”: es una vuelta a un pasado que ya no existe. Ambos países son diferentes hoy con respecto a 2014: en su liderazgo (Biden no es Obama, Díaz-Canel no es Raúl Castro), en su población, en su maquinaria político-administrativa, y en los múltiples efectos de la pandemia. Las consecuencias de Trump y de la Covid 19 se harán sentir por años, en ambos países. No creo que sea posible “volver” a la era pre-Trump, aún menos después del 11-J. Hay que forjar un diálogo sobre nuevas bases: el presente lo impone. Un primer punto puede ser el estudio de nuevos memorandos de entendimiento en temas de beneficio recíproco, o sea, una normalización como METODOLOGIA más qué como discurso/instrumento político/diplomático.A la vez, a raíz de los eventos del 11-J, Cuba se ha convertido en una prioridad de los Estados Unidos, aunque no por las razones esperadas. Y varios actores que hasta hace poco se mantenían al margen –China, Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas–, están convirtiendo el diferendo Cuba- Estados Unidos en un asunto multilateral. Mientras más dure, mejor para Cuba, pero a la vez pone al país frente a la disyuntiva de hablar consigo mismo, a partir de su heterogeneidad –para encontrar una nueva voz y para que otros no terminen hablando por él.
José R. Cabañas: Para llegar al diálogo hay que construir cierta confianza (confidence building). Esta última fue muy dañada y destruida durante los años de Trump y no se ha recuperado bajo el liderazgo de Biden. Para que pueda surgir una percepción de confianza se debe apreciar que la contraparte cuenta con un equipo de funcionarios preparados para el ejercicio con indicaciones claras y argumentadas. Del lado estadounidense no hay nada ni parecido en estos momentos. La parte cubana, aún bajo las condiciones impuestas por el gobierno de Trump, reiteró una y otra vez propuestas para, al menos, implementar los memorandos firmados antes, para sostener conversaciones en temas técnicos. Es decir, ha tratado de propiciar el diálogo de forma reiterada sin recibir respuesta, no ha estado inactiva esperando por una invitación. Es del lado cubano donde hay mejor comprensión de las consecuencias de que no existan canales de diálogo. De este lado no funcionan las presiones de los ciclos electorales, ni la necesidad de tratar de agradar a grupos de votantes y mucho menos tratar de aparentar una posición dura en temas internacionales para ser mejor aceptado en lo interno.
Hal Philip Klepak. Si fuera a aconsejar: 1 Multilateralismo para mostrar con otros a los Estados Unidos la utilidad de trabajar con Cuba en esfuerzos de salud pública, vinculados con Covid, y más allá de eso; trabajar con países del Caribe en desastres naturales, inmigración, crimen organizado, narcotráfico, y otros, para ganar más adeptos para la cooperación en el interés de los Estados Unidos y no solamente en el de Cuba. 2 Diálogo más activo con la comunidad cubana en el exterior 3 Proyectos específicos de cooperación presentados por Cuba en los campos de la seguridad, la salud pública, la educación etc. Habiendo dicho todo esto, lo importante es sobrevivir hasta la llegada de mejores tiempos. La unidad del pueblo cubano detrás de una revolución renovada, confiada, llena del espíritu de cambios, listo para aún más sacrificios, pero frente a un programa poderoso y profundo de reformas, me parece necesario para producir el ambiente en que los Estados Unidos querrán cooperar con Cuba y lo harán porque esta, como siempre, tiene mucho que ofrecer a países dispuestos a cooperar con la Isla.
( Negritas por HHC) Hay que agradecer a Temas el propiciar la riqueza de argumentos en la compleja relación entre los dos paises.
Los desafíos del sector turístico ante los enigmas de una nueva época
Por JOSÉ LUIS PERELLÓ CABRERA 26 Jul 2021
A modo de adelanto del próximo número 102-103 de la revista Temas, Catalejo publica este artículo dedicado a los desafíos que plantea la pandemia global de la COVID-19 al turismo en Cuba.
José Luis Perelló Cabrera: *Investigador. Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan», Universidad de La Habana.
La sorprendente expansión del turismo a partir de la segunda mitad del siglo xx por todo el planeta llevó a que muchos países hayan inaugurado, reforzado y ajustado sus políticas de desarrollo de acuerdo con los cambios de la economía y las pautas del mercado turístico a fin de poder aprovechar esta oleada. La realidad se ha encargado de demostrar que el turismo, por sí solo, no desarrolla a ningún país.
Bajo aquellos escenarios, se ha promovido la industria como estrategia principal para lograr y consolidar el desarrollo de muchas naciones, en el entendido de que es una importante fuente de riqueza y una actividad que dinamiza las economías regionales y locales. Si bien existen notables evidencias que fundamentan este argumento, también es cierto que es bastante común que se oculten, ignoren u omitan los grandes costos del desarrollo turístico, en aras de objetivos que se creen prioritarios como el ingreso de divisas y el crecimiento económico. En tal sentido, la gestión y promoción del turismo comúnmente se ha caracterizado por una perspectiva reduccionista, que solo lo ve desde un ángulo económico y no como una industria compleja y fragmentaria que se inserta en las condiciones sociales, ambientales, culturales y económicas de un contexto.
También existen suficientes evidencias sobre los efectos no deseados y no controlados del turismo y el mercado, principalmente relacionados con la pobreza, la marginalidad, los daños ambientales, la pérdida del patrimonio, la decadencia de sistemas sanitarios y productivos; cuando el gran objetivo ha sido multiplicar el número de turistas internacionales, las grandes inversiones y los valores del mercado sobre todas las demás cosas.
Muchos proyectos turísticos basados en modelos de desarrollo sustentable o turismo ecológico han repetido esquemas de crecimiento acelerado y generan los mismos problemas ambientales, lo que da pie a la sospecha de que tales modelos no han mostrado cambios sustanciales en beneficio de las sociedades locales y su entorno, sino que se basan en la retórica del discurso hegemónico de las grandes transnacionales (Perelló, 2020a).
El actual escenario mundial refleja el declive acelerado del modelo capitalista neoliberal y hace recordar la crisis del siglo xiv que marcó la transición del feudalismo al capitalismo, caracterizada por un cambio climático, la aparición de la epidemia de la peste negra que cobró treinta y cuatro millones de víctimas, los desequilibrios económicos y las grandes convulsiones sociales, políticas e ideológicas (2020c).
«La historia nunca se despide. La historia dice: nos vemos más tarde», sentenció el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
En estos nuevos tiempos de cambio de época, se ha demostrado que es ingenuo pensar que los grandes desafíos podrán enfrentarse con simples alusiones al desarrollo sustentable. Todo momento transicional provoca enormes problemas, incertidumbres, dudas; aparecen dificultades para entender los cambios de valores, de referencias; y la necesidad de asumir nuevos paradigmas. El futuro será el resultado de la simiente que estemos plantando hoy, y tenemos que preguntarnos qué semilla estamos sembrando, y qué cosecha esperamos, qué calidad de humanidad y de mundo. Si se impone el tradicional modelo hegemónico del mercado como paradigma y no mejora el entendimiento y la cooperación en las relaciones internacionales, no habrá un futuro positivo para la mayoría de los pueblos.
El turismo ante una nueva realidad
Desde el inicio de 2020, el sector de los viajes y el turismo ha atravesado por acontecimientos negativos sin precedentes en los últimos cien años, superando con creces la recesión económica de los años 30, la Segunda Guerra Mundial, las secuelas de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, la pandemia de SARS en 2003, la de H1N1 y la crisis económica global de 2009 (OMT, 2020b). La provocada por la actual pandemia supone enfrentar una recuperación muy larga. Los consumidores de viajes y turismo necesitarán mucho tiempo antes de reanudar sus hábitos bajo novedosas condiciones, que aún son inciertas. En tal sentido, muchas aerolíneas consideran que la demanda de viajes tardará hasta 2025 y 2026 en recuperar los niveles de 2019 (IATA, 2020).
Los cambios para enfrentar esta nueva realidad serán históricos en tamaño, velocidad y alcance. Las transformaciones no serán solo de un tipo particular de tecnologías emergentes, sino de transición hacia nuevos sistemas y procesos montados sobre la base de las infraestructuras digitales; la introducción de tecnología sin contacto en los procesos de viaje, y medidas de prevención y detección de contagios. Estas transformaciones alterarán de manera acelerada y duradera el modo de cómo viajamos, nos comunicamos, producimos, consumimos e interactuamos.
La actual pandemia representa un antes y un después, pues la crisis es excepcional y deja muy variadas interrogantes en un escenario poco alentador: ¿Cómo afectará a la supervivencia de las empresas y al empleo? ¿Cuánto tardará en recuperarse la economía? ¿Qué será necesario para reactivar la demanda turística? ¿De qué modo esta pandemia modificará los comportamientos de viaje? ¿Qué secuelas está dejando en las relaciones empresariales? ¿El mundo será el mismo?
Se estima que la recuperación de los viajes y el turismo será escalonada: primero los domésticos, luego los regionales y finalmente los internacionales de media y larga distancia, pues se necesitará bastante tiempo para rescatar la confianza del consumidor.
El Banco Mundial (2020), en su informe Global Economic Prospects, dio a conocer las previsiones económicas en los próximos meses. Según estos pronósticos, la economía mundial se reducirá en 5,2%, lo que implicaría enfrentar la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. En América Latina y el Caribe se espera que el producto interno bruto (PIB) regional disminuya 7,2%, más que el promedio mundial. Para Cuba, ya se anunció un decrecimiento de 11% (VV. AA, 2020).
Con respecto a los viajes y al turismo, el transporte aéreo ha sido el principal motor impulsor en el crecimiento constante del sector a nivel mundial. Pero en el actual escenario la demora en su resarcimiento podría convertirse en un factor muy negativo para reactivar el turismo internacional. La irrupción de la pandemia ha indicado que el avión ha sido el factor clave en la propagación del contagio en todo el mundo. Las líneas aéreas y los grandes aeropuertos, con enormes flujos de pasajeros, crearon caminos preferentes para la enfermedad y se convirtieron en dinámicos núcleos de contagio debido a la concentración de personas y a los dilatados tiempos de espera. Los países que cuentan con importantes terminales aéreas, nodos de las interconexiones globales, devinieron epicentros de la trasmisión global de la pandemia (Perelló, 2020a).
Para los viajeros se dictan acciones obligatorias como el distanciamiento social, el uso de mascarillas sanitarias, la introducción de tecnología sin contacto en los procesos de viaje, pruebas termométricas antes y después del vuelo, así como el buen funcionamiento de los filtros de aire en los aviones (High Efficiency Particulate Air —HEPA) y nuevas tecnologías que están desarrollándose por la industria aeronáutica contribuirán a recuperar el clima de confianza.
La International Air Transport Association (IATA) estima que hasta el año 2024 no se recuperará el nivel de tráfico aéreo de 2019. En 2021, podría estar entre 32% y 41% por debajo de lo que se habría esperado antes de la aparición de la pandemia. Existe una pérdida de volumen de pasajeros que se mantendrá en el futuro; se estima que el nivel de tráfico en 2025 sea de 10% inferior a las proyecciones anteriores a la COVID-19 (OMT, 2020b).
Al mismo tiempo, el Comité Mundial de Crisis del Turismo, de la Organización Mundial del Turismo (OMT —UNWTO, por sus siglas en inglés), en su sexta reunión efectuada en octubre, anunció planes para un nuevo Código Internacional para la Protección de Turistas. Se espera que sea el primer marco legal para proteger sus derechos como consumidores, con una armonización de los estándares mínimos en los diferentes países. La OMT (2020a) plantea que para poder lograr la inmunización se necesita vacunar a 70% de la población mundial, lo que equivale a más de cinco mil quinientos millones de personas y eso demanda un enorme esfuerzo de la industria farmacéutica y la cadena logística de los países; lo que toma un tiempo de efectividad y garantía (WTTC, 2020a). Las encuestas realizadas por diferentes organizaciones del sector reflejan que más de la mitad de los viajeros de todo el mundo (53%) no se sentirían estimulados con la idea de viajar; así que podría pasar bastante tiempo hasta que nos movamos con la misma confianza que antes.
Recientemente, un estudio elaborado por World Travel & Tourism Council (WTTC, 2020b) revela que 80% de los viajeros encuestados temen a las cuarentenas de viaje o a la posibilidad de contraer el virus durante su visita, 45% se declara listo para portar un pasaporte digital, y 58% da una elevada prioridad al turismo respetuoso, seguro y cuidadoso con el medioambiente.
Las nuevas amenazas también están relacionadas con las disrupciones que afectarán al mercado de trabajo, el futuro de las fuentes de empleo, la desigualdad de los ingresos, la seguridad geopolítica y la percepción de riesgo, e incluso el sistema de valores sociales y el marco ético.
Con respecto al empleo, los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el sector de alojamiento y servicios de alimentación demuestran que el turismo ha sido un sector básico en la creación de empleos en la última década, en especial con posterioridad a la crisis económica de 2010. Mientras el empleo mundial en todos los sectores creció una media de 11% entre 2010 y 2018, en el sector de alojamiento se incrementó 35%. En este sentido, se destaca el papel del sector en Europa, donde un crecimiento medio anual de 21% contrasta con un aumento de 6% en empleo en todos los demás sectores. Es igualmente una fuente importante para mujeres, que representan, a nivel mundial, 53% de los empleados de alojamiento y hostelería, contra 39% en los demás sectores (OMT, 2020a).
El turismo en el Caribe insular
Los países del Caribe, en su conjunto, han registrado un bajo crecimiento económico en la última década, con un aumento promedio anual del PIB de 1,4%.
La ralentización del crecimiento se explica por la disminución de la demanda externa e interna y el deterioro de los términos de intercambio que generó la crisis económica global de 2009, la desaceleración del turismo y el impacto de fenómenos naturales extremos, ocurridos en los últimos años (Maingot, 2019).
A este escenario se agrega, desde el inicio de 2020, la pandemia de la COVID-19, de inéditas consecuencias mundiales.
En principio se estimó una disminución del turismo entre 60% y 70%, entre abril y diciembre, y la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo debido a la pandemia. Según datos estimados de la OMT, en América Latina y el Caribe se han perdido 4,7 millones de empleos relacionados con el turismo, de más de cien millones en el mundo. Al finalizar 2020, la OIT confirmó que se perdieron millones de empleos y en esta cifra no se incluyen muchas labores informales vinculadas con las actividades turísticas.
Durante décadas, con pocas excepciones, las pequeñas economías caribeñas se han basado en sus ventajas naturales de sol, arena, mar, las poblaciones de acogida y, más que todo, en su relativa proximidad y conectividad con los principales mercados de viajes y turismo: Europa, los Estados Unidos y Canadá, que han mostrado, en general, las mayores tasas de contagios y fallecimientos por la COVID-19 y que estarán sujetos a factores pospandemia que determinarán el largo camino hacia la recuperación turística, en el escenario de una nueva realidad.
La subregión caribeña es la más dependiente del turismo a nivel mundial, y es esta actividad la que más contribuye a su crecimiento económico y a la generación de empleo (Tabla 1).
Al mismo tiempo, la dependencia alimentaria por importaciones es una realidad continua y permanente, mientras las bases económicas están, en buena parte, en un turismo que no garantiza un desarrollo balanceado predecible. Por ejemplo, países insulares que no tienen producción alguna de trigo, consumen el más alto nivel relativo de harina en el hemisferio; la mitad en la de trigo para el pan tipo americano y otros productos que exige el sector turístico. Además, la dependencia tiende a ser mayor para aquellos productos menos saludables, que demanda el turismo masivo, especialmente el estadounidense y el canadiense.
Las pequeñas economías de mayor dependencia del turismo presentan un bajo desempeño a partir de la crisis financiera internacional, las perspectivas de riesgo y las afectaciones provocadas por el impacto de desastres naturales. En el mediano y largo plazos, los límites físicos del espacio podrían estar imponiendo nuevas restricciones al desarrollo del turismo en algunos pequeños Estados insulares del Caribe, en la medida en que la explotación turística y los umbrales de las capacidades de carga se acercan al nivel potencial máximo.
Por otra parte, el cambio climático perturba el medio ambiente y los ecosistemas naturales, favoreciendo las condiciones ideales para la aparición y propagación de epidemias, especialmente las trasmitidas por virus, vectores e individuos (Perelló, 2020b). Hay que tener en cuenta que el medio ambiente es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos, sociales, económicos y culturales capaces de causar efectos directos e indirectos, no solo en el espacio en el que se desarrolla la vida, sino también a los seres vivos, objetos, agua, suelo, aire, y las relaciones entre ellos, así como elementos tan intangibles como la cultura.
Antes de la llegada de la pandemia, la subregión ya se encontraba en un bajo nivel de crecimiento y un proceso de cuestionamiento de los modelos económicos y sociales aplicados, debido a que, pese a una ligera disminución de los índices de pobreza, permanecían altos respecto a la desigualdad y vulnerabilidad social.
En este contexto, la pandemia de la COVID-19 irrumpe en una región debilitada y un elevado endeudamiento externo, lo que tiene implicaciones profundas en su futuro desarrollo económico y social.
Al mismo tiempo, la crisis sanitaria provocada por la enfermedad modificará la prioridad del sector de la salud en el ámbito de las políticas públicas e impulsará en gran medida y de forma permanente el gasto en él. Se estima que los eventos disruptivos, climáticos y epidémicos podrían hacerse más frecuentes (Perelló, 2020b).
El actual escenario indica que la recuperación del turismo internacional (poscovid), para el Caribe en su conjunto, dependerá de cinco factores esenciales:
• la intensidad de la crisis económica y el desempleo en los principales países emisores;
• la reactivación del comercio internacional y de las cadenas de suministros, necesarios para garantizar la oferta a los turistas;
• la recuperación del clima de confianza del consumidor ante una realidad fragmentada y el miedo generado por la pandemia para viajar a destinos de media y larga distancia;
• el resarcimiento del sector aeronáutico, las líneas aéreas y los nodos de interconexión global, que seguirán siendo los motores principales del crecimiento turístico caribeño; y • la adaptación al cambio climático y la mitigación de los daños medioambientales y los desastres meteorológicos.
Un difícil escenario turístico en Cuba
La mayor de las Antillas reconoce al turismo internacional como un sector estratégico para el crecimiento económico y motor impulsor de otros sectores. No obstante, su índice de dependencia turística es mucho menor (12,6) en relación con el resto del Caribe insular, por contar con un territorio más extenso y con mayor diversificación productiva y de servicios exportables.
Los arribos turísticos, que habían mostrado discretos crecimientos en los últimos años, disminuyeron en 9,3% en 2019 en relación con el año anterior.
La implantación, en los Estados Unidos de nuevas restricciones de viajes, la prohibición de que las líneas aéreas tocaran aeropuertos cubanos con excepción del habanero y la suspensión de los cruceros hicieron retroceder todos los discretos avances alcanzados.
Transcurridas las primeras diez semanas de 2020, el país acumulaba en plena temporada alta 894 125 visitantes extranjeros, lo que representó un decrecimiento de -33,2%, mientras que la subregión caribeña decreció -26,1% en ese período (Ministerio de Turismo, 2019-2020). Los vuelos se suspendieron a partir de abril con el cierre de aeropuertos y puertos marítimos, por causa de la pandemia. El sector cubano del turismo se enfrentaba a una crisis desconocida, tanto en profundidad como en alcance. Hasta este instante, su infraestructura turística del país contaba con 75 771 habitaciones, distribuidas en 394 hoteles que empleaban a 67 390 trabajadores. A esto se adicionaban 23 240 habitaciones en el sector no estatal y más de mil restaurantes («paladares») que representaban más de 50 000 personas vinculadas a las actividades del turismo internacional.
La paulatina apertura de los polos turísticos y las instalaciones hoteleras, primeramente, al turismo nacional y luego, en la temporada alta del internacional, cuenta con una renovación profunda de los hoteles, dirigida a la seguridad integral y de salud de los vacacionistas, según nuevas regulaciones y protocolos establecidos. Ante las nuevas exigencias, contarán con instalaciones dedicadas a consultorios médicos atendidos por profesionales del sistema de salud cubano, con presencia médica permanente al servicio de los turistas, lo que incluirá la aplicación de pruebas PCR en tiempo real y demás productos de la industria biofarmacéutica cubana dirigidos al tratamiento del coronavirus y otros padecimientos; lo que convertirá a Cuba en un destino turístico de salud, seguridad y hospitalidad sobre la base del respeto al medioambiente y al cuidado de los ecosistemas.
Al concluir el año 2020, el acumulado en el indicador «llegada de turistas internacionales» reportó 1 085 000 foráneos, 25,4% inferior en relación con el año anterior, que ya había decrecido 9,3%. El impacto ocurrido por la actual pandemia, intensificado por un exacerbado recrudecimiento de la política de laadministración de Donald Trump contra Cuba, hizo retroceder al país a un desempeño turístico similar al de 1996, cuando logró alcanzar el primer millón de visitantes internacionales (Sierra, 2020).
Ante la realidad de una nueva época, hay que aceptar que muchas de las concepciones que han servido como paradigmas durante todos estos años, han entrado en cuestionamientos que obligan a replantearse los nuevos tiempos, para poder enfrentar los grandes retos presentes y futuros. Los cambios no ocurren con el paso del tiempo, sino más bien a la par de su paso.
Comentarios finales
En un horizonte pospandemia en un medio plazo, Cuba debe restablecer, bajo nuevas estructuras, la promoción y comercialización, con los mercados tradicionales, el turismo de sol y playa desde Canadá y Europa, en sinergia con el de salud, seguridad y bienestar. Al mismo tiempo, impulsar las visitas de cubanos residentes en el exterior, lo que representará el principal segmento del mercado turístico.
En todos los casos, es importante lograr una marcada diferenciación de los productos turísticos con la elevación de los parámetros de calidad; al tiempo de lograr los encadenamientos productivos, con economía de escala desde lo local, y priorizando la sustitución de importaciones.
Como tarea principal, ha tomado auge un nuevo sector productivo, que vincula tradición, contemporaneidad e ingenio: la economía creativa, que comprende a las industrias culturales y creativas, con un alto y positivo impacto en el crecimiento económico, el desarrollo inclusivo y la innovación que deberán estar caracterizados por un aumento de la productividad, una importante fuente de empleo para los jóvenes, y siendo la creatividad uno de los principales impulsores de la creatividad en una sociedad socialista sustentable.
El turismo, como actividad social, compromete la promoción en la creación de espacios públicos seguros, saludables, integradores, accesibles, naturales y de calidad, que fomenten el desarrollo social y económico de los territorios, con el fin de aprovechar de manera sostenible su potencial para generar mayores valores sociales y económicos; entre otros, el valor de la propiedad, el uso del suelo y la preservación de los recursos, articulando la gestión turística del destino con la inversión extranjera, los proyectos nacionales, la iniciativa local y el sector privado, así como las nuevas oportunidades de generar medios de subsistencia para todos en el marco del reordenamiento económico.
Para un período de recuperación del sector, en el corto y mediano plazos se presenta la oportunidad de retomar estrategias de desarrollo en el marco de las nuevas realidades, ante un posible escenario con menos restricciones bajo la nueva administración demócrata
en los Estados Unidos, que pudiera flexibilizar las relaciones y los viajes a Cuba, lo que incluiría el turismo de cruceros y el restablecimiento de las licencias a los ciudadanos estadounidenses para visitar el país y los viajes people-to-people.
Sin lugar a dudas, en los próximos años, el mundo asumirá nuevas formas de vivir, de viajar, de comportarse y de relacionarse con los demás, incluyendo la preservación y el respeto por los ecosistemas. Las lecciones aprendidas en estos tiempos de profunda crisis social, política, ambiental y económica deben servir de alerta para enfrentar, con menos errores, una nueva época.
Referencias
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