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viernes, 20 de mayo de 2022
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El descenso de la papa. Comentario HHC
De las 1130 hectáreas de papa que se plantaron en Ciego de Ávila, apenas quedaban este miércoles 173 por cosechar, pero la lluvia impedía la colecta y aumentaba la pudrición de la peor cosecha que se recuerde en los últimos 20 años
No obstante, 15 días atrás, cuando quedaban unas 300 hectáreas por recoger, esa hubiera sido una tarea imposible de todos modos. Se calculaban 34 millones de plantas en esa área. No alcanzaban las movilizaciones para tamaña “norma”: se hubiesen podrido antes de que las sacaran.
Por eso las máquinas colectoras, que llegaron a ser 26 entre las avileñas y las de otras provincias, tenían que hacer lo suyo, pero el mal tiempo también limitó el despliegue. Finalmente, los estragos que venían evidenciándose desde que en marzo comenzara la cosecha, se acentuaron a mediados de mayo. “Campos de cuatro toneladas por hectáreas (t/ha)”, confiesa Raúl Monguía Rodríguez, casi en un susurro.
El especialista en ese tubérculo de la Delegación Provincial de la Agricultura estaba acostumbrado a rendimientos que merodeaban las 20 t/ha. Llegaron a ser, incluso, de 25 y ahora la pudrición los ha dejado marchitos. De hecho; están descendiendo a consecuencia de una lógica irrebatible- mayor tiempo bajo tierra, mayor posibilidad de podrirse.
Las 173 hectáreas que quedaban por cultivarse este miércoles lluvioso podrían hacerlos descender aún más. A inicios de abril promediaron 18, 6 t/ha, después, a principios de mayo, bajaron a 12, 7 t/ha, y ahora Monguía lo actualizaba a 10 t/ha, mientras asegura que “esta debe ser la peor campaña de los últimos 20 años”.
Decía “debe” porque no tenía delante el número exacto del peor rendimiento histórico; sin embargo, con más de dos décadas vinculado a la papa no hay detalle que escape a su memoria ni pregunta que evada. Sabe que no todas las culpas vinieron con las aguas de este mayo y la cronología de descalabros no lo deja mentir.
Primero, la humedad del suelo desplazó el inicio de campaña. En noviembre no se pudo surcar y fertilizar en las 110 hectáreas por donde debía empezarse la siembra y se fue acumulando un atraso. “Ahí perdimos 17 días. Debíamos terminar el 10 de enero y concluimos la siembra el 27 porque, además, la semilla importada llegó tarde. El 30 de diciembre aún la estábamos recibiendo y en algunas variedades debemos esperar varios días a que germine para poder plantarlas”, explica Monguía.
¿Consecuencias? Una campaña que con ese atraso inicial debía terminar a finales de abril, rozando el peligro lluvioso de la primavera, se atacó con las fuertes precipitaciones de abril que alargaron el tiempo bajo tierra. Ya a mediados de ese mes el especialista hablaba de campos con el 40 por ciento de su área afectada. Luego llegó un mayo muy lluvioso, el colmo de los males.
“¿Por qué no traer máquinas colectoras antes?, porque eran de Mayabeque, Cienfuegos y Villa Clara, que en esa etapa también estaban en cosecha”, responde Monguía, adivinando la pregunta que supuso vendría.
Y como si fueran pocas las anomalías, el experto introduce otra calamidad. “Ni entraron todos los recursos ni entraron en tiempo. Solo el herbicida pre-emergente entró al 100 por ciento, aunque no fue el indicado. En el caso de los químicos no llegaron al 30 por ciento y hay aplicaciones para la hoja fina y redonda, que son como el Rosefín de los humanos…Al no tenerlo, pues florecieron los hongos y se agudizaron las pérdidas”, confiesa.
Ese total de pérdidas es un dato que todavía no tenemos, pero preliminarmente podríamos redondearlo, siendo incluso optimistas: asumimos que las 173 hectáreas que quedan por cultivar no estarán más podridas que las que ya se sacaron y que, por tanto, los rendimientos promedio no continuarán bajando, se mantendrán en 10 t/ha.