Por: Julio Sergio Alcorta Fernández.
Algunas veces, los que estamos tratando de descubrir, alertar y denunciar las desverguenzas del imperio más poderoso del mundo, nos invade un infortunado desdén al darnos cuenta de lo intrincado que resulta tal cometido.El
principal dilema que nos encontramos es que la VERGÜENZA, en su acertada significación,
con tal de poder entender lo que pretendo ilustrar, de decoro, dignidad,
orgullo, conciencia, honor, delicadeza y susceptibilidad, no aparece en los
cánones que ese imperio cobija.
Esta
perturbación social no es de extrañar, ya que se conoce que desde que se
declararon independientes del imperio inglés, sus padres fundadores no pudieron
eludir, en parte, esa alteración genética de sus progenitores imperiales, con
sus ambiciones, vicios, corrupción y los demás extravíos propios de todos los
imperios.
Todo
este lógico descarrío, produjo inevitablemente, que el siglo XIX se convirtiera
en un desvergonzada maniobra consagrada, en primer lugar, a crear y
fortalecerla hegemonía del nuevo país y el criminal expansionismo territorial,
con la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos.
En
el caso de nuestra Patria en esa época, fue desmedido y hasta descomunal, el
despliegue por la mayoría de sus principales altos funcionarios y sus 22
mandatarios, desde Thomas Jefferson en 1801, hasta William McKinley en 1901,
próximos a autoproclamarse como emperadores, de infames, irrespetuosa,
prepotentes y despreciables declaraciones y episodios, que claramente
constituyeron una afrenta a los iniciadores de la lucha por la independencia, y
a los esfuerzos del ejército Mambí, desde l868.
Por
otro lado, continuaron de forma porfiada, bochornosa y procaz, la pretensión de adicionarse a nuestra Isla,
como declararon abiertamente casi todos esos mandatarios.
Esta
declarada estrafalaria avidez por conquistar lo que no les pertenecía, no
pudieron evadirla sus enfermizos y morbosos complejos neuronales; los
inclinaron a tales conductas.
Sin
embargo, eran otros tiempos, y con astucia y sagacidad, los mandatarios que
ocuparon el poder desde 1885 hasta el fin del siglo: Gover Cleveland, Benjamin
Harrison y William MKinley, comprendieron que continuar pretendiendo adicionarse
a la Isla de Cuba resultaba un absurdo: otras fórmulas se iban a utilizar.
Así
las cosas, en la segunda mitad del siglo, ya los Estados Unidos se habían
convertido en una descollante nación, económica y militar, con casi 9 millones
de kilómetros cuadrados, en parte obtenidos a sangre y fuego, cuyas costas
tocaban el Mar Atlántico, el Pacifico y el Golfo de México.
Las
condiciones políticas-sociales estaban
establecidas para expulsar a España y convertirse en el salvador de la
independencia de Cuba.
Al
ocupar la presidencia, el 4 de marzo de 1897, William McKinley, se las agenció para conseguir proceder a la
invasión militar de la Isla; no era necesario anexarla.
Esa
desvergonzada decisión ya estaba concebida por estos malandrines, para que con
cínica depravación, como siempre han actuado, liquidar la soberanía y la independencia
por la que tanto los cubanos habían luchado y dieran sus vidas.
En
síntesis muy apretada, el final fue tétrico: el nombramiento de un gobernador
yanqui en la Isla de Cuba, posterior a la derrota del ejército colonial español;
la imposición de la Enmienda Platt en la primera Constitución de la naciente
nación; la instauración de la seudo-república en Cuba, etc.
Han
transcurrido 121 años de estos hechos, y aunque parezca inaudito para algunos,
no para el Pueblo de Cuba, que ha tenido que soportar seis décadas de asedios,
se nos aparece recientemente, el nuevo monarca Joe Biden, en el podio de la
Asamblea General de la ONU, en la que se nutre de los representantes de 193
países que constituyen nuestro mundo actual, y, sin darse cuenta, o muy
consciente de los que estaba haciendo, comienza a desbarrar de los que él
considera sus enemigos, dentro de ellos, con mayor violencia, el Gobierno de la
República de Cuba.
Pero
resulta que dentro de los que lo estaban oyendo, se encontraban los
representantes de 184 países, que hace dos décadas están aprobando la propuesta
de Cuba, solicitando la anulación del Bloqueo que su imperio le tiene impuesto
criminalmente.
Es
por eso, que al iniciar este escrito expongo: LA VERGÜENZA NO APARECE EN LOS
CÁNONES QUE ESE IMPERIO COBIJA.
La
Habana, Cuba
Mi
correo: jalcorta(arroba)nauta.cu