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miércoles, 4 de octubre de 2023

Premio Nobel de Física de 2023 para los exploradores del mundo de los electrones en trillonésimas de segundo

 La Academia sueca concede el galardón a los franceses Anne L’Huillier y Pierre Agostini y al húngaro Ferenc Krausz, pioneros de la física del attosegundo


DIRECTO | Anuncio del ganador o ganadores del Nobel de Física 2023 | EL PAÍS


Desde la izquierda, Piere Agostini, Ferenc Krausz y Anne L'Huillier, galardonados con el Nobel de Física de 2023, , tras conocer la noticia, este martes.Foto: AP PHOTO/TT NEWS AGENCY VIA AP | Vídeo: REUTERS

03 oct 2023 - 03:34actualizado:03 OCT 2023 - 08:16 CST


La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha concedido este martes el Premio Nobel de Física de 2023 a los físicos franceses Anne L’Huillier y Pierre Agostini y al húngaro Ferenc Krausz, responsables de nuevas herramientas para explorar el mundo de los electrones dentro de los átomos. El jurado ha destacado que los tres premiados son responsables de una nueva manera de crear pulsos de luz extremadamente cortos, que se pueden utilizar para medir o fotografiar los fugaces procesos en los que los electrones se mueven o cambian de energías. Son eventos que ocurren en attosegundos, trillonésimas partes de un segundo: la escala de tiempo más breve captada por el ser humano. Anne L’Huillier, profesora de la Universidad de Lund (Suecia), es la quinta mujer que gana el Nobel de Física desde 1901. El galardón está dotado con 11 millones de coronas suecas, unos 950.000 euros.

L’Huillier, nacida hace 65 años en París, descubrió en 1987 que aparecían diferentes matices luminosos cuando transmitía luz láser infrarroja a través de un gas noble, un fenómeno vinculado a la interacción del láser con los átomos del gas, según ha subrayado la Academia sueca en un comunicado. El láser proporciona energía extra a los electrones y es emitida como luz. L’Huillier detalló este proceso, abriendo la puerta a los siguientes avances.


Anne L'Huillier, celebra la noticia junto a sus compañeros y alumnos, en la Universidad de Lund, en Suecia, este martes.OLA TORKELSSON (AFP)

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Pierre Agostini, profesor de la Universidad del Estado de Ohio (EE UU), logró producir en 2001 una serie de pulsos de luz consecutivos que apenas duraban 250 attosegundos. En paralelo, Ferenc Krausz, nacido hace 61 años en la localidad húngara de Mór y actual director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica (en Garching, Alemania), consiguió un pulso de luz de 650 attosegundos. “Las contribuciones de los galardonados han permitido investigar procesos que son tan rápidos que antes eran imposibles de seguir”, ha celebrado la Academia en su comunicado.

El físico y químico Fernando Martín, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, colaboró con Anne L’Huillier en 2010 para visualizar por primera vez cómo se mueven los electrones en una molécula. “Un attosegundo es la millonésima de la millonésima de la millonésima de un segundo. Son 0,000000000000000001 segundos. Si la Tierra tarda un año en dar la vuelta al Sol, un electrón tarda 150 attosegundos en dar la vuelta al núcleo de un átomo de hidrógeno. Si quieres hacer una película sobre el movimiento del electrón, necesitas un tiempo de exposición de attosegundos o te saldrá movida. Con estos láseres se puede hacer esas fotos y ver el movimiento de los electrones en tiempo real”, explica Martín, también director científico del Instituto IMDEA Nanociencia, en Madrid.


Momento en el que se anunciaron los ganadores del Nobel de Física de 2023, en Estocolmo, este martes, 3 de octubre.STEFFEN TRUMPF (DPA VÍA EUROPA PRESS)

Martín cuenta que en agosto acudió a la localidad sueca de Bastad, a petición de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, para explicar a los académicos las aplicaciones de estas herramientas. “Yo ya sabía que le iban a dar el Nobel. Es un placer”, celebra. El investigador español destaca que estos pulsos permiten además modificar el movimiento de los electrones y, por lo tanto, las propiedades de un material. El equipo de Martín ha recibido una ayuda de casi 12 millones de euros del Consejo Europeo de Investigación para intentar mejorar la eficiencia de conversión de la energía solar en las células fotovoltaicas, mediante los pulsos de attosegundos. Dos de los ahora galardonados con el Nobel, Anne L’Huillier y Ferenc Krausz, ganaron el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA el pasado febrero, tras ser nominados por el propio Martín. El Fronteras ya ha sido la antesala del Nobel para 25 científicos.

La química Alicia Palacios, presidenta de la División de Física Atómica y Molecular de la Sociedad Europea de Física, advierte de que se trata de “una tecnología experimental joven, que aún tiene por demostrar”. La investigadora es cautelosa. “¿Puede esta tecnología acceder, modificar o incluso crear nuevas formas de alterar la materia? ¿Se harán realidad los sueños de la attoquímica o la attobiología, modificando en tiempo real el latido electrónico de los enlaces químicos para alterar las propiedades químicas o para gobernar procesos biológicos hacia mecanismos antes inaccesibles?”, se pregunta Palacios, una profesora de la Universidad Autónoma de Madrid que también colabora con la nobel Anne L’Huillier. “Esperemos que este galardón imprima mayor impulso, si cabe, a la exploración de estas prometedoras aplicaciones”, señala.

La física sueca Eva Olsson, presidenta del Comité del Nobel de Física, ha aplaudido este martes a los premiados. “Ahora podemos abrir la puerta del mundo de los electrones. La física de attosegundos nos brinda la oportunidad de comprender los mecanismos que se rigen por los electrones. El siguiente paso será utilizarlos”, ha declarado. La Academia sueca ha destacado potenciales aplicaciones en diferentes áreas, como la electrónica, en la que es esencial controlar el comportamiento de los electrones. Los pulsos de attosegundos también se pueden emplear para identificar diferentes moléculas, por ejemplo, en el diagnóstico médico.



Ferenc Krausz, en el centro, celebra el premio junto a sus compañeros de trabajo, este martes en Múnich.ANNA SZILAGYI (EFE)

El Nobel de Física se ha entregado desde 1901 a 219 hombres y cinco mujeres: además de la francesa Anne L’Huillier, la polaca Marie Curie (1903), por estudiar la radiación; la alemana Maria Goeppert Mayer (1963), por describir el núcleo de los átomos; la canadiense Donna Strickland (2018), por una nueva técnica para generar pulsos ultracortos de láser de alta intensidad; y la estadounidense Andrea Ghez (2020), por descubrir un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia.

La revista Physics World, editada por el Instituto de Física del Reino Unido, había colocado hace unos días a dos españoles entre los favoritos al Nobel: Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica en Alemania y pionero de la computación cuántica; y Pablo Jarillo Herrero, un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE UU) que ya ganó en 2020 el prestigioso Premio Wolf tras descubrir la superconductividad en el grafeno de dos capas retorcido, un material que promete una revolución energética.

Atrapados en la coyuntura

Resolver las urgencias es imprescindible, pero mirar un poco más allá y hacerlo con los anteojos adecuados es también impostergable.




Se conoce la coyuntura como la articulación de un hueso con otro. Coyuntura también es una combinación de factores y circunstancias que caracterizan una situación en un momento determinado, y también es oportunidad favorable para algo. Una definición que nos aproxima un poco más al asunto de este artículo dice que coyuntura económica es la situación que atraviesa la economía de un país, una empresa o un sector económico concreto en un momento determinado.

Un análisis de coyuntura económica debe incluir una valoración y cuantificación pasada y presente de la realidad económica que es objeto de análisis, un diagnóstico de la realidad económica estudiada, la determinación de tendencias y predicciones y proyecciones de calidad. Todo lo anterior está al alcance de un clic en Google.

Lo que no está fácil de entender es cómo lo que debe ser un asunto de corto plazo se transforma en “estructural”; o sea, en situaciones que se repiten una y otra vez en el tiempo, en una especie de bucle que nos devuelve siempre la imagen igual y diferente a la vez y siempre más deformada. Ya son muchas las generaciones de cubanos que han vivido atrapados en ese bucle, independientemente del lugar donde se encuentren. Nuestra “coyuntura” es perpetua.

Salir de la coyuntura, resolver las urgencias, es imprescindible, pero mirar un poco más allá y hacerlo con los anteojos adecuados es también impostergable. De urgencias en urgencias se llega a cualquier destino.

Nuestra estrategia, aquella que fue discutida y aprobada hace ya casi ocho años, se encuentra atrapada en esa coyuntura “de largo plazo” que nos lleva de una a otra urgencia.

Ilustrémoslo. En aquella estrategia discutida y aprobada en 2016, entre las fortalezas identificadas, estuvieron las siguientes:

Capacidades potenciales de la economía cubana para lograr su desarrollo e inserción internacional competitiva, tales como:los recursos humanos formados por la Revolución, con un elevado nivel de instrucción general;posibilidades del desarrollo de servicios internacionales de salud y del turismo,de fuentes renovables de energía, de producciones agroindustriales, y el nivel alcanzado por la ciencia, la tecnología e innovación en determinados sectores y actividades generadoras de alto valor agregado.

Cinco años después, en 2021, durante la pandemia, enfrentando las medidas de la administración Trump y con un desempeño muy pobre de la economía nacional, esas fortalezas en el ámbito de la economía fueron actualizadas, quedando como sigue:Las capacidades potenciales y ventajas naturales del país, como su ubicación geográfica, posibles fuentes renovables de energía y recursos naturales de relevancia nacional o local.
Las extraordinarias capacidades creadas para la inserción internacional competitiva; en primer lugar, el potencial humano con elevados valores y niveles de instrucción.Importantes obras de infraestructura, industriales y agroindustriales a lo largo de todo el país, cuya imprescindible modernización es factible.Las posibilidades de continuar la ampliación y crecimiento de servicios internacionales de salud, turismo, educación y preparación deportiva, entre otros.El sistema de ciencia, tecnología e innovación y el nivel alcanzado en determinados sectores y actividades.

Quizás la primera de todas las preguntas sería: ¿Siguen siendo estas nuestras fortalezas?

Foto: Otmaro Rodríguez.

Es casi obvio de que, como casi todos los países, Cuba goza de ventajas naturales para desarrollar algún tipo de “negocio”. Están ahí. Son un regalo de la naturaleza, o de Dios, o de ambos, según le acomode a cada quien. Pero por ser ventajas naturales no se convierten automáticamente en fortalezas. Hay que hacer lo necesario para que se conviertan en fortalezas, de la misma forma que las fortalezas tampoco son por definición buenos negocios, hay que SABER CONVERTIRLAS en negocios exitosos y hay que DEJARLOS prosperar.

Quizás un ejemplo ilustra la idea: Cuba ha tenido y aún tiene condiciones/ventajas naturales para la producción de caña de azúcar (condiciones edafoclimáticas). Ello nos permitió, aprovechando la oportunidad que la Revolución Haitiana abrió en el siglo XIX, convertirnos en el principal exportador de azúcar del mundo. Para ello, usando esa ventaja natural, hubo que convertir la oportunidad en un buen negocio. Por cierto, se hizo bajo el dominio colonial de España, a pesar de las trabas que ese otro tipo de bloqueo generaba y con trabajo esclavo.

Hoy tenemos casi las mismas condiciones edafoclimáticas, les incorporamos una “cultura azucarera” que se nutre del saber hacer de decenas de miles de agricultores y obreros —explotados, es cierto— de esa industria y que, luego, con la Revolución, dieron un salto cualitativo con la incorporación de carreras universitarias e institutos de investigación dedicados a la agroindustria cañera. Sin embargo, hoy apenas producimos azúcar, apenas exportamos y, por el contrario, importamos azúcar. Aquella fortaleza de hace décadas ha dejado de serlo y no porque hayamos perdido la ventaja natural. Hoy la fortaleza se asemeja más a una debilidad.

Se pudiera hacer la misma historia con el turismo. Ya la Misión Truslow lo identificaba como un sector con enormes potencialidades. En los años cuarenta y cincuenta la ventaja natural de estar en el Caribe, muy cerca de Estados Unidos, lo convirtió en uno de los sectores más dinámicos de nuestra economía.

Luego, desde finales de los ochenta y durante un par de décadas, Cuba se convirtió en uno de los ocho destinos turísticos principales de las Américas. Una ventaja natural que aprovechó la oportunidad de una industria en expansión y se convirtió en una fortaleza de nuestra economía, por los ingresos que generaba, por el empleo que creó y por los encadenamientos que, a pesar de políticas erróneas, logró crear. Hoy también cuesta verlo como una fortaleza.

Ahora, vayamos al otro extremo. Es indiscutible que el “potencial humano” del cual Cuba ha dispuesto en los últimos sesenta años en una ventaja competitiva creada desde una estrategia que, desde sus inicios, identificó la creación de una fuerza de trabajo de alta calificación como una necesidad del desarrollo. No fue producto de ninguna ventaja natural. Fue una ventaja “construida” conscientemente por la Revolución y su política social. Hemos repetido en todas las estrategias que esos recursos humanos con alta calificación son una de las fortalezas para dinamizar la economía.


Cristo de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez

Sin embargo, convendría preguntarse si esa “ventaja adquirida”, en la cual se han invertido miles de millones de pesos y dólares durante décadas, ha generado los niveles de productividad y eficiencia correspondiente a ese nivel de calificación.

Hoy, cuando nuestro país padece de un vaciamiento poblacional muy costoso que incluso para algunos —y me incluyo— compromete estratégicamente el futuro, esa fuerza de trabajo de alta calificación tampoco logra convertirse en la fortaleza que nuestro país necesita, porque falta lo que la complementa: incentivos adecuados y un ambiente de negocios que impulse a las empresas que emplean dicha fuerza de trabajo a innovar.

Mirar más allá de la coyuntura es un ejercicio que requiere desmitificar lo que entendemos como fortalezas, identificar nuevas, si las hubiera, diseñar políticas efectivas que permitan aprovecharlas con beneficios para el país, independientemente de cuáles sean los agentes/actores que lo hagan y, sobre todo, se necesita articular esos diferentes actores en torno a esas políticas de forma coherente.

Hoy pareciera que la “coyuntura”, esta vez entendida como articulación de dos o más partes de una estructura, padece de artritis avanzada. Parafraseando a Roque Dalton, quizás necesitemos una pastilla de condroitín con glucosamine del tamaño del Sol para que alcance la flexibilidad necesaria. En estos años, diagnósticos, recetas y métodos no han faltado, solo hay que tomarse la medicina, aunque sea amarga y tenga efectos secundarios no deseados.

La apuesta por un modelo de producción agrícola familiar en Cuba

Por Luis Brizuela


J

José Antonio Casimiro junto a un pequeño tractor que utiliza para las labores agrícolas en Finca del Medio, en el centro de Cuba. El productor es partidario de un proyecto para movilizar y dignificar al campo, que apoye a la agricultura familiar, con viviendas confortables, junto con mayores estímulos por conservar suelos, usar las fuentes renovables, rebajas de impuestos u otros. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS


TAGUASCO, Cuba – El modelo de explotación agrícola familiar impulsado por Finca del Medio debería encontrar más estímulos en Cuba, a fin de incentivar la producción de alimentos sobre bases sostenibles y avanzar hacia la deseada soberanía en el sector.

Lo asegura convencido el agricultor José Antonio Casimiro, quien desde hace tres décadas aporta junto con su familia experiencias e innovaciones que pudieran servir de referente a pequeños agricultores de la isla mediante el empleo de la agroecología, manejo de suelos, conservación de alimentos y uso de fuentes renovables de energía.

“Potenciar las pequeñas fincas en Cuba pudiera ser parte de la solución para aumentar la cantidad, calidad y variedad de alimentos, satisfacer la demanda nacional y solucionar varios problemas en el campo”, sostuvo Casimiro, de 65 años, propietario de Finca del Medio, de 13 hectáreas, y ubicada en el centro de esta alargada isla caribeña.

En diálogo con IPS, Casimiro señaló que “se pudiera empezar por crear 20 fincas nuevas” en la mayoría de los 168 municipios cubanos “hasta completar unas 250 000 en todo el país. Supongamos que cada familia tenga cuatro miembros, eso haría un millón de personas vinculadas a estas labores”.

Para 2022, la población rural cubana representaba 22,9 % de sus 11 millones de habitantes, de acuerdo con la estatal Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei).


“Potenciar las pequeñas fincas en Cuba pudiera ser parte de la solución para aumentar la cantidad, calidad y variedad de alimentos, satisfacer la demanda nacional y solucionar varios problemas en el campo”: José Antonio Casimiro.

Sería necesario “buscar gente preparada, emprendedora, capaces de ir a vivir al campo. Y si provienen de familias campesinas, mejor. Pero habría que darles la tierra en propiedad, no en usufructo, porque esto último termina por ‘comerse’ la finca; es decir, se explota al máximo sin atender mucho el manejo, cuando sabes que debes entregarla”, reflexionó.


La artista plástica y agricultora Chavely Casimiro ordeña una vaca, acompañada de su hija Leah Amanda Díaz, en la explotación familiar de Finca del Medio, en la provincia cubana de Sancti Spíritus. Mediante innovaciones tecnológicas ajustadas al entorno, el núcleo familiar se autoabastece de arroz, granos, tubérculos, hortalizas, leche, huevos, miel, carnes, pescado y frutas. Imagen: Jorge Luis Baños/IPS
Modelo de finca

Ubicada en el municipio de Taguasco, en la central provincia de Sancti Spíritus y a unos 350 kilómetros al este de La Habana, Finca del Medio basa sus producciones en un modelo de agricultura circular, algo que IPS apreció durante varias visitas a la instalación en septiembre.

Casimiro recordó que en 1993 se asentó junto con su esposa, Mileidy Rodríguez, de 65 años, y sus hijos Leidy y José Antonio -un año después nació Chavely-, en la hacienda de los abuelos paternos, con el objetivo de revertir su deterioro y erosión de los suelos.

“Aunque venía de una familia de campesinos, no teníamos cultura agrícola. Con el tiempo aprendimos el valor de los abonos naturales, a obtener alimentos más sanos. Tuvimos que innovar mucho. Comprendí, además, que debía convertirme en especialista de cada labor o tecnología aplicada”, subrayó.

“Apostamos por un modo de vida en que quizás no ganas mucho, pero no pierdes nada”, remarcó el agricultor para quien es preferible un área más pequeña, pero manejable, “donde los recursos los tengas a la mano”.

Si se siembra plátanos (bananas), ejemplificó, “no pienso en si lo van a comprar o no. Lo que no nos comemos se echa a los cerdos que aportan carne y excrementos para el biodigestor; o se deshidratan y convierten en harina -idónea para personas celíacas, empanizar o hacer dulces-, o se alimentan las vacas durante la sequía. Hay muchas variantes para aprovechar el alimento sin perder el esfuerzo”.

Sobre la base de ese principio el núcleo familiar se autoabastece de arroz, frijoles, tubérculos, hortalizas, leche, huevos, miel, carnes, pescado y frutas. De los alimentos básicos solo no producen azúcar y sal.

La combinación de tecnologías e innovaciones ajustadas al entorno permite a la familia Casimiro-Rodríguez canalizar y acopiar el agua, rotar cultivos, enriquecer los suelos con fertilizantes orgánicos, producir biogás, así como aprovechar el potencial solar, eólico, hidráulico y de la biomasa para satisfacer gran parte de las necesidades energéticas.

Comercian los variados excedentes de su producción, incluida la leche vacuna para la que tienen contratos específicos, y también están impulsando el agroturismo, con continuas mejoras en las instalaciones para recibir visitantes nacionales e internacionales.

La hija mayor es la única que no vive y trabaja en la finca, aunque pasa temporadas en ella. En total viven en el lugar una decena de miembros de la familia, incluidos cuatro nietos, y todos los adultos trabajan en ella o dedican tiempo a apoyar en diferentes tareas.

“La idea principal de la vida en el campo es la independencia. Para nosotros ha sido un reto producir alimentos sin químicos, porque cuesta más trabajo que la agricultura convencional. Lo otro fundamental es el respaldo de toda la familia, sin lo cual no fuera posible”, subrayó Casimiro.


Una plantación de boniato (batata) es irrigada con los efluentes de un biodigestor instalado en Finca del Medio, en la provincia cubana de Sancti Spíritus. Desde hace tres décadas, la hacienda familiar aporta experiencias e innovaciones que pudieran servir de referente a pequeños agricultores de la isla, mediante el empleo de la agroecología, manejo de suelos, conservación de alimentos y uso de fuentes renovables de energía. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Agricultura en números

Con una superficie de 109 884 kilómetros cuadrados (10 988 400 hectáreas), el archipiélago cubano posee 64 000 kilómetros cuadrados con potencial agrícola (58,2 %), de los cuales apenas se cultivan la mitad.

Más de 78 % de la superficie agrícola en Cuba es de propiedad estatal. En contraste, son los agricultores privados, individuales o en cooperativas, los responsables de producir más de 75 % de los alimentos agropecuarios locales.

Detrás de esta realidad está, al menos en parte, que casi 77 % de los suelos cubanos, según datos oficiales, tienen poca productividad, por factores adversos como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica o escasa retención de humedad, entre los principales.

Además, en las tierras estatales se han implementado históricamente sistemas agrícolas convencionales caracterizadas por menos prácticas agroecológicas, un uso extensivo de la tierra y la aplicación de agroquímicos.

Expertos recomiendan que el vigente modelo de gestión económica centralizada en el sector agropecuario se sustituya por otro que incluya la realización de la propiedad -el derecho y posibilidad del productor de poder decidir- desde la producción hasta el consumo.

En el periodo 2008-2018 alrededor de 2,1 millones de hectáreas se entregaron en usufructo a personas naturales y jurídicas con el objetivo de que las emplearan en la producción agropecuaria, cañera, forestal y de frutales.

El decreto ley No. 358 con su reglamento, el decreto No. 350, en vigor desde octubre de 2018, autoriza la entrega de dichas tierras en concepto de usufructo gratuito por tiempo indeterminado a personas jurídicas, y hasta 20 años prorrogables sucesivamente por igual período a personas naturales.

De las 404 000 personas naturales tenedoras de tierras en Cuba, 275 762 son usufructuarias (68,2 %), 97 341 son propietarias (24,1 %), y el restante 7,7 % se distribuyen entre arrendatarias y campesinas dispersas, muestra el anuario estadístico 2021 de la Onei, con datos que se corresponden con un año antes y son los más recientes disponibles sobre el tema.

Informes del Ministerio de la Agricultura dan cuenta de 382 092 hectáreas ociosas disponibles para su entrega en usufructo, y que a fines de 2022 se encontraban en trámites 13 428 solicitudes.

Por lo general, estas tierras suelen estar apartadas de los asentamientos, las fuentes de agua y sin vías de acceso, mientras que sus suelos tienen los niveles más bajos de productividad.

Siguen sin apreciarse en las mesas de los hogares cubanos los resultados de decenas de medidas gubernamentales destinadas a incrementar significativamente los aportes del agro. Las cifras son desalentadoras en un país que necesita importar más de 70 % de los alimentos que consume.

En los últimos años menguaron de forma significativa las producciones de arroz, azúcar, café, granos, carne de cerdo y leche, entre otros.

Todo ello en medio de la profundización de la crisis económica interna, endurecimiento del embargo estadounidense, aumento de la inflación y contracción de las principales fuentes de ingresos en divisas, impactadas además por la covid, lo que a su vez redujo las importaciones de alimentos.

La insuficiente producción e importación de alimentos mantiene insatisfecha la demanda, con la consiguiente escasez y aumento de precios.

Los datos oficiales corroboran que la inversión nacional en el sector agropecuario es de 2,6 %, aun cuando es el principal empleador en la isla, con 17,8 % del empleo total, pero aporta junto con la pesca menos de 3 % al producto interno bruto (PIB).

Analistas y campesinos mencionan otros obstáculos para el despegue de la agricultura como la incidencia de plagas en algunos cultivos, la falta de semillas de calidad, fertilizantes y pienso animal; insuficientes sistemas de riego, éxodo de personas del campo a las ciudades, así como impagos a productores.

También conspiran la descapitalización del sector, escasez de insumos de labranza y vehículos para que campesinos trasladen directamente sus cosechas a los mercados, así como estructuras burocráticas que entorpecen la comercialización.


Lorenzo Díaz, esposo de Chavely Casimiro, despulpa café en Finca del Medio, en el centro de Cuba. La familia Casimiro-Rodríguez ha demostrado la viabilidad de desarrollar sistemas autosustentables de producción de alimentos. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS
Dignificar el campo

Casimiro, es partidario de “un proyecto para movilizar y dignificar el campo, que apoye a los campesinos, con viviendas confortables. Tiene que haber más estímulos por conservar suelos, usar las fuentes renovables, rebajas de impuestos u otros; o un impuesto si la finca empeora”.

“Creo que la asesoría también es fundamental. Años atrás estuve en Brasil y me impresionó que en uno de los estados había dos canales de televisión nada más de agricultura y apoyo al campo. Aquí tienen que aportar más la radio, el periódico, las redes sociales”, añadió.

También abogó por “enseñar materias relacionadas con la agricultura desde edades tempranas en las escuelas”.

Junto con la producción de alimentos, los integrantes de la familia Casimiro-Rodríguez impulsan actividades de educación y socialización de buenas prácticas agrícolas y medioambientales en redes sociales.

El agricultor reconoce que no resulta fácil gestar un sistema familiar de vida en una pequeña finca, pues se requiere apoyo económico y acceso a tecnologías, aunque de forma individualizada, sin recetas uniformes, “porque cada una es única, con capacidades, conocimientos, posibilidades del lugar y tamaño de la familia diferentes”.

No obstante, “hay que eliminar trabas, impedimentos y prohibiciones, además de mejorar los precios para comercializar”, apuntó.

En su opinión, la ecuación para el sueño de la soberanía alimentaria en Cuba incluye, entre múltiples factores, “un número grande de pequeñas fincas, que las y los pequeños agricultores vivan con sus familias en el lugar y autonomía para cultivar y comercializar sus productos y servicios”.

Durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros, el 1 de octubre, se anunció la constitución de un grupo temporal de trabajo que evaluará y propondrá acciones que estimulen la permanencia en las zonas rurales de sus habitantes; incrementar la producción local de alimentos, aumentar los ingresos y facilitar la adquisición de viviendas, entre otras mejoras a las condiciones de vida.

ED: EG