Desearía comenzar esta segunda entrega por donde concluyó la anterior. ¿No existirá absolutamente ninguna forma para aprovechar descentralizadamente la energía solar que nos llega y producir electricidad para las casas, pequeños negocios, casas de abuelos, escuelitas, círculos infantiles, bibliotecas, etcétera? ¿Nos podrán bloquear el sol?
La respuesta para la primera pregunta, claramente, es positiva. Incluso, si se les preguntara sobre el tema, muchos funcionarios apoyarían la idea con vehemencia. Tenemos una crisis energética, tenemos mucho sol y tenemos la voluntad para hacerlo. ¿Qué nos lo impide? Hablemos de lo “objetivo” y lo “subjetivo”.
Utilicemos una valiosa herramienta —no es la única existente— de la Unión Europea para medir el rendimiento de un sistema fotovoltaico (PV por sus siglas en inglés) que, al menos a mí, me despertó la curiosidad. Es una aplicación online, Photovoltaic Geographical Information System (PVGIS), de fácil acceso a través de Internet.
Nos permite, a partir de geolocalizar nuestra posición exacta, introducir datos de manera sencilla, como por ejemplo: capacidad de generación por kilowatts; orientación de los paneles (en el caso de Cuba se recomienda orientarlos hacia el Sur, aunque hoy se debate sobre este aspecto dadas las condiciones climáticas de la Isla); el ángulo de inclinación y otros datos que pueden ser dejados automáticamente al sistema, o puede el usuario introducirlos manualmente. A partir de esos datos, el PVGIS calcula el rendimiento mensual de la instalación durante un año. Las cifras se muestran en Kilowatts/hora (KWh)
La captura de pantalla corresponde al 8 de agosto de 2023, en la calle 178 esquina a 1ra. en el reparto Flores, municipio Playa, La Habana.
Las barras azules en el segundo recuadro indican el análisis del rendimiento de una instalación de 3 Kw. El dato curioso estriba en que se supone que el infierno de la tríada junio-julio-agosto sería la más productiva. Sin embargo, es marzo el mes de mayor rendimiento de los paneles solares. Por increíble que pueda parecer, en los meses de verano es cuando menos rinde la instalación.
Una de las respuestas más probables puede encontrarse si se busca en el mapa a los principales fabricantes y desarrolladores de esas tecnologías: China, Europa, Canadá, Estados Unidos. En esas geografías los rayos solares son escasos (comparados con la nuestra) y llegan de forma oblicua, más inclinados mientras más hacia el norte se avance. Por ello es necesario construir las celdas de manera que aprovechen toda la energía posible. Por eso marzo es el mes de mejor rendimiento. Cuando junio, julio y agosto los agarran, sencillamente, los derriten y baja el rendimiento.
Esa tecnología, por demás, es cara y de difícil acceso. Ahora mismo, en medio del conflicto bélico en curso entre Ucrania y Rusia, poco y a muy alto precio se podrá encontrar en Europa en materia de energías renovables. Los precios del gas, el petróleo, el carbón, el uranio andan por las nubes, la crisis energética se hace sentir allí y lo que hay en términos de energía verde está restringido.
China es un gran productor y proveedor, pero con todos los problemas que enfrenta la llamada “cadena de suministros” a nivel global, el encarecimiento de los fletes, la distancia y un sinnúmero de otros factores, también se vuelve compleja la adquisición de dichas tecnologías, que no son solo paneles solares. A estos les acompañan inversores, reguladores de voltaje, instalaciones de aterramiento, las formas de aluminio para las estructuras, incluso baterías en caso de instalar con respaldo, así como otros muchos equipos.
Otra cuestión básica que debemos entender con respecto a la energía fotovoltaica es lo referido al área. Recordemos que, dado el modelo de desarrollo a gran escala, que requiere grandes inversiones y centrales generadoras de energía, la idea predominante —justificada a partir de criterios de eficiencia de la generación— es la de grandes granjas solares en las que se puedan producir varios gigawatts (miles de megawatts) de electricidad para respaldar grandes procesos productivos, o como sustitutos de los reactores a base de combustible fósil.
Pero conozcamos a nuestro amigo el Panel Solar. Está conformado por células fotovoltaicas, generalmente a base de silicio y arseniuro de galio. Estos materiales absorben la energía proveniente del sol y, mediante un mecanismo de vibración la convierten en electricidad. Hasta aquí todo perfecto, con la excepción del dichoso “galio”, un elemento de la tabla periódica de Mendeleiev (descubierto, por supuesto, por un químico francés) y que clasifica entre los llamados “minerales raros”, junto al “germanio” (claro está, descubierto por un químico alemán). Los 17 minerales raros (con nombres más raros aún) son críticos para la fabricación de semiconductores y toda la tecnología contemporánea depende de ellos.
Podemos imaginar la disputa de los gigantes mundiales por el dominio de esas tecnologías y esos minerales. China controla alrededor del 80 % de esas reservas. Así que cuando leamos noticias sobre la disputa comercial entre el gigante asiático y Estados Unidos, tengamos en cuenta que buena parte está referida a esos elementos.
Un panel solar común —aunque se están desarrollando tecnologías flexibles— es un cuadrilátero rígido. Una versión eficiente, con capacidad para generar 550 watts ocupa un área de 2,04 por 1,14 metros. Si queremos producir 1 kilowatt, el área sería de, aproximadamente, 4 metros cuadrados. Si queremos producir 1 megawatt (1000 kilowatts) se requerirán, proporcionalmente, 4000 metros cuadrados de superficie. Y así sucesivamente, podemos ir escalando hasta darnos cuenta de que no alcanzaría el terreno de una isla estrecha y pequeña para producir electricidad de manera centralizada y masiva.
Y por supuesto que se sacan cuentas considerando que la inclinación de los paneles permite reducir el área de las granjas. La pregunta es ¿en cuánto? Del mismo modo que no se puede hacer un análisis simplista y alarmista en lo referido a la relación entre generación y área, tampoco se puede obviar que el lado más ancho de la Isla es de 81 kilómetros y el eje es de alrededor de 1250. Debemos pensar cómo aprovechar lo que ya está ocupado y tratar de preservar al máximo el territorio cultivable de que podamos disponer.
Recordemos el dilema que acompaña al tema de la energía en nuestro país: la producción de alimentos. Tenemos una necesidad imperiosa de cultivar todo lo que se pueda en todo el espacio de tierra posible. Entonces, cómo se solucionará la necesidad de producir energía con todo el sol que nos quema, contribuir a impulsar la producción de alimentos y la agricultura con toda esa energía, sin comprometer grandes áreas que pueden (y deben) ser utilizadas para cultivos.
Existe otro reto en el plano de lo “objetivo”, lo que está fuera de la voluntad de las personas. Tenemos que hablar de presupuesto. El gobierno de Cuba se alineó con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, a través del Programa Nacional para el Desarrollo Sostenible (PNDES). Uno de los puntos cruciales pasa por el cambio de matriz energética y el uso de las energías renovables.
Sin embargo, son tecnologías costosas y el país atraviesa una de sus peores crisis económica y financiera, con altos niveles de estanflación. La presión externa para asfixiar al pueblo cubano va en aumento, la persecución de cualquier transacción internacional es extraordinaria. Todo ello complica sobremanera cualquier transición a energías limpias.
Pero, voy caminando por el boulevard de San Rafael, o cualquier calle sin árboles de Centro Habana y La Habana Vieja y puedo imaginar esas calles estrechas techadas con paneles solares, dando sombra y generando electricidad. Eso mismo lo sueño cuando ruedo la bici por la calle 7ma, en el área del Parque Ecológico, en Playa. Sueño en las áreas techadas de los estadios de béisbol, llenas de paneles solares y luminarias de ese tipo para que nuestros peloteros jueguen de noche y nuestro pueblo tenga la fiesta que es la pelota, sin esa limitación.
El reto material es inmenso, pero no imposible. Ya veremos cómo podemos, las personas y las instituciones, sortear tamaña piedra.
El tipo que creía en el sol
A media luz los dos
A media luz los besos
A media luz de amor.
El tipo era de ese tipo de gente. Aunque no se sabía bien la letra, y las cambiaba todas, era de esa gente que creía en los tangos. Y un tipo que cree en los tangos es un tipo con el que hay que tener cuidado.
Este Gardel cotidiano, que a veces se desdoblaba
En Bartolomé Moré
en Toña la de Veracruz
en el increíble Mozart
en uno de los Beatles
(o en los cuatro a la vez)
en Rimsky Korsakov
en Méndez, José Antonio
o en Peza, Juan de Dios
Este Gardel cotidiano, tenía tremenda fe en el dado. Era de esa gente. Que creía. Creía en las posibilidades, aunque estuvieran encaramadas en el lomo de Rocinante. Era de esa gente. De ese tipo de gente que si su equipo tenía tres carreras abajo, el noveno inning, nadie en base, con dos out, oscureciendo y empezando a llover, decía:
—Ahora, ahora tú verás que empatamos.
Y, bueno, con un tipo así no se puede. Con un tipo así todo es posible.
Por eso un día ¡se le ocurrió enlatar el sol! No sabía cómo hacerlo. Pero sabía, intuía, presentía, creía que se podía hacer. Y eso era suficiente. ¡Qué vacilón! ¡Enlatar el sol! Meterlo en laticas. Y ponerle una etiqueta:
Tropical Sunshine
Genuine.
Abra por la línea de puntos.
250 gramos de cálido sol tropical
Tibio y sensual.
Radiante y juguetón.
No guardar en lugar fresco.
¡Qué vacilón! Coger todo el sol que sobre. El de la acera del sol, por donde nadie camina. El de las doce del día, que hace arder la guardarraya. O el que cae pesadamente en los tramos de la costa, calentando el diente de perro. Todo ese sol. Cogerlo y meterlo en laticas. Y mandarlo para allá fuera. A Europa. En invierno, que es cuando el sol se pierde y no hay quien se empate con él.
¡Excelente renglón de exportación! ¡Qué vacilón!
Y con su latica bajo el brazo salió a vender su idea. A persuadir. A convencer. A transmitir con el brillo de los ojos la posibilidad de lo posible.
Pero por cosas del azar, no dio con los receptivos.
Esos que cuando escarban la tierra con los dedos
no piensan en la higiene de las uñas
solamente en la semilla.
Esos
que si tienen que ir a pie hasta Santiago
se llevan una buena tumbadora.
Dio con los otros.
Esos que están hechos de suave plastilina
(…) Que prefieren la orillita de la playa
y se pierden el azul que hay en lo hondo.
Esa gente que camina despacio por la vida
(…) que ven fantasmas en las noches de trasluz
y se detienen a mirar las hojas muertas del rosal.
Esos
que solo ven el arco iris
cuando llueve
nada más.
Se puso fatal. Con esa gente, casualmente, se empató. Con los precavidos. Los comprimidos. Los monocromáticos y calculosos. Los plastilínicos y siempre dudosos.
Y, claro, le dijeron ne, niente, never. A otra cosa mariposa. Primero le analizaron la idea. Mmm… ¿enlatar el sol? La calcularon. La estudiaron. La batieron. La exprimieron y la plancharon.
Y lo que es peor, trataron de convencerlo. De persuadirlo. De frenarlo. De calmarlo. De clavarle los pies sobre la tierra. Y echarle cal. Y arena. Y piedras. A ver si se estaba quieto. Y se dejaba de tanta bobería. Y le dijeron —en tono serio, profundo, profesoral y definitivo:
Chico pero si es que tú no tienes nada
una idea nada más
y entusiasmo
y una gran imaginación
—que eso es bueno—
y constancia
y dedicación
y un maravilloso optimismo
pero tú no tienes nada
una lata
y una idea nada más.
Hicieron lo peor que se le puede hacer a un tipo. Aplastarle la ilusión. Romperle en dos el entusiasmo. Plancharle la esperanza.
Y el tipo que creía en el Sol —del encabronamiento que cogió— rompió la lata de un piñazo y se quedó pensando en el Quijote.
Y entonces
súbitamente
de aquella latica chiquitica
lenta
lentamente
empezó a
amanecer.
III
El año 2021 fue muy difícil, convulso. El pico de la pandemia de COVID-19; el peso del bloqueo y las más de 240 nuevas sanciones de Estados Unidos contra Cuba; la escasez en su punto más alto; cortes de electricidad; la factura de una Tarea Ordenamiento a destiempo, del mal manejo del presupuesto y la falta de una estrategia coherente y clara para sortear las dificultades; el 11 de julio y sus repercusiones.
En medio de tan adversa situación el Gobierno cubano tuvo el tino de abrir el espectro de formas de gestión en la economía para ciudadanos cubanos y, “al tibio amparo” de la Resolución 63 de 2021, se dio paso a la creación de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, las ya famosas mipymes.
La estancia en el que fuera mi centro laboral por treinta y seis años, digamos que dejó de ser agradable y productiva por lo que decidí, con 59 años, salir de la academia en un contexto que no hizo más que corroborar mis razones para dejarla.
Al alivio que sentí le añadí la suerte de que un amigo había fundado una mipyme de comercio electrónico y me tenía un puesto de administrador. Recuerdo la ceremonia en un bufete de abogados. Aquel primer ensayo no resultó del todo, pero conservo el agradecimiento por el gesto, y la experiencia que pude adquirir en el trayecto.
Desde hacía años venía estudiando el tema de las energías renovables y sus posibilidades para Cuba. Por otra parte, tenía acumulado, por mi tesis doctoral y trabajos específicos, bastante información sobre procesos de descentralización, autogestión y, sobre todo, me motivaba la idea de las fábricas recuperadas en Argentina: “Producir sin patrones”. Que traducido al marianense (mi idioma natal) quería decir, trabajar sin aguantarle paquetes a nadie.
Tuve la suerte de encontrar tres profesionales, además amigos leales y con los mismos intereses, por lo que decidimos presentar los documentos al Ministerio de Economía y Planificación para fundar nuestra empresa. El MEP tiene habilitada una plataforma online en la que se le da seguimiento a todo el proceso, que funciona sin contratiempos. Estos últimos sobrevienen en los espacios institucionales reales, donde se hace el papeleo.
Una de las paradojas de nuestra realidad: vivimos en un sistema centralizado que funciona a la inversa. Lo que debía estar descentralizado de hipercentraliza, lo que debería estar centralizado funciona, cuando funciona, en la anarquía. Pero, en general, la PAE (Plataforma de Actores Económicos) funciona.
Nuestro primer acuerdo fue darnos autonomía, pero consultarlo todo utilizando la tecnología disponible. Desde mayo de 2022 que comenzamos el proyecto nos hemos reunido presencialmente en seis ocasiones, y hemos resuelto todos los problemas que hemos enfrentado.
La marca nos llevó tiempo y esfuerzo, buscando en las redes sociales, en las bases de datos internacionales, incluso, indagando en un fondo de marcas europeo por aquellas que estaban en tiempo de “silencio”, como se denomina el período de dos años que una marca debe pasar hasta que se compruebe que no existía otra anterior. HAXBER Energías es el acrónimo de los nombres de los socios y el propósito de nuestra gestión. Ya está en el proceso de acreditación en las instituciones habilitadas a tales efectos.
En épocas difíciles hay personas capaces de darlo todo sin siquiera conocerlo a uno. El diseño de nuestra identidad fue el resultado de un gesto tremendamente altruista de un prestigioso diseñador, quien se enamoró del proyecto y decidió acompañarnos. Gracias, hermano.
El MEP nos aprobó un objeto social más amplio del que habíamos propuesto, lo cual nos hizo ampliar los marcos del proyecto original, así como rediseñar los sectores de negocio y las fases de crecimiento y desarrollo de la empresa en el mediano y largo plazos.
Finalmente, en julio de 2022, se nos aprobó la creación de una empresa para la “fabricación, comercialización, instalación y mantenimiento de equipos, tecnologías y medios asociados a las fuentes de energía renovables”. Se daba inicio a un proceso que concluyó, casi milagrosamente, en diciembre de ese año. Espero que alguien con más espíritu positivo pueda escribir sobre el viacrucis en que se convierte la tramitación en Cuba. Me pregunto, si existe la experiencia de la “ventanilla única” para la inversión extranjera, ¿será tan imposible implementarlo para las empresas cubanas? ¿Somos tan diferentes?
Uno de los retos de HAXBER está en el modo de funcionar. Tenemos una sede oficial, pero hemos preferido desafiar la noción de que el trabajo solo ocurre en una oficina. En realidad, es donde menos ocurre. Los contactos de negocio se realizan in situ, donde se planea ejecutar una obra, con los clientes directos. En otros casos, convertimos la red gastronómica en oficina ad hoc. Un poco de privacidad, un buen servicio de catering y propuestas concretas es todo cuanto se necesita. Sobran los ejemplos de negocios multimillonarios que se han firmado en la servilleta de un bar.
Todas las empresas deben trabajar con un sistema contable certificado y aprobado por nuestras instituciones. Algunas empresas han transferido su contabilidad a entidades privadas y cooperativas que brindan esos servicios. Nosotros, tras evaluar la amplia gama de posibilidades, nos decidimos por un sistema modular, que funciona en la nube y al cual todos los socios y trabajadores podemos acceder desde nuestros dispositivos electrónicos.
Bien mirado, preferimos arriesgarnos a las fluctuaciones de la conectividad en Cuba, pero nos ahorramos millones en horas malgastadas en reuniones sobre cifras directivas y planes técnico-económicos, además de practicar algo que exigimos constantemente: TRANSPARENCIA. No existe secretismo en la empresa, la información está disponible todo el tiempo para todos los trabajadores. Es práctica cotidiana la archiconocida frase “donde se cae el burro, se le dan los palos”. (Aunque ahora mismo me preocupa que alguien me acuse de promover el maltrato animal).
Una primera experiencia interesante fue a la hora de firmar el contrato para el sistema. Fue con una entidad estatal y tengo la mejor opinión del servicio y de la calidad del sistema. Me dicen que tenía que traer “el certifico” que me autorizaba a firmar el contrato. El sentido común indicaba que si en las escrituras (documento indispensable) dice claramente quién es el dueño de la empresa, entonces por qué razón tendría nuestra asesora legal que emitir un documento autorizando al dueño a firmar los documentos de su empresa. Luego me percaté de que es el procedimiento para las entidades pertenecientes al Estado. Claro, el dueño es el Estado, y éste faculta a un director para que actúe en nombre de esa entidad. Y, otra vez, me recordaba de Marx y su noción de la igualdad.
El sistema trabaja por módulos, y ciertamente resulta útil y operativo. En el módulo referido a la nómina surgió otra paradoja. Ante la pregunta de quién va a trabajar la nómina, la respuesta era obvia: quien operara el sistema y tuviera los permisos de modificación. Pues no, en ese momento tuvimos un productivo debate que volvió hacia las nociones sobre el sentido común. Supuestamente, para trabajar la nómina en una microempresa con solo tres empleados —cada uno con funciones muy específicas y operativas— era necesario un jefe o una jefa de personal.
De pronto estábamos hablando de una oficina (que pagara renta, electricidad, aire acondicionado, mobiliario, teléfono, Internet, agua y demás) con recepcionista, secretaria, pantrista, dos custodios… y los salarios correspondientes, así como su seguridad social, vacaciones e impuesto por empleo de fuerza de trabajo. Todo eso, para que hubiera un jefe de personal que llevara la nómina en un sistema de acceso remoto colectivo.
Nos dimos de bruces con una creciente fuerza de trabajo flotante, “de sobra”, para los tecnócratas de uno y otro ismo. Las nuevas tecnologías, la dinámica empresarial y laboral en general hacen imprescindible un cambio de paradigma de la organización del trabajo. No se trata de despedir y descalificar fuerza de trabajo, sino de generar empleo realmente útil, tanto para el emprendimiento de que se trate, como para la sociedad en general.
La corta experiencia que tengo en el mundo empresarial me ha corroborado algo que había experimentado antes en la academia. La forma de funcionamiento de las estructuras institucionales, y la formación que reciben como cuadros prepara muy bien a nuestros funcionarios como expertos en lo que “no se puede”, y en disciplinas como “justificacionismo” y la “trabatología”. Los tropiezos son diarios, la ligereza con que se esgrimen prohibiciones es impresionante. Se han multiplicado aquellos a quienes Silvio llamara “los delimitadores de las primaveras”.
Sin embargo, tengo la experiencia vívida de personas en las instituciones del Estado, académicas, del empresariado, con una amplitud de horizontes y unas ganas de trabajar y transformar las de cosas para bien. No puedo menos que ser optimista. La confianza que tengo en las posibilidades de esa transición hacia una matriz energética sustentable y con soberanía tecnológica está basada, en gran medida, en esos maravillosos seres humanos que me he ido encontrando a lo largo del camino que emprendimos en mayo de 2022.
Termino esta entrega con la idea de Lennon en su canción “Watching the Wheels” al comienzo:
Estoy sentado aquí viendo las ruedas girar y girar,
realmente me encanta verlas rodar.
Ya no más vueltas de carrusel,
solo tuve que dejarlo ir.
Ya hablaremos de negocios, para ir cerrando.
V
Hablo de personas con experiencia profesional, ganas de trabajar, que se sienten útiles y encontraron un espacio en el cual intentar, aunque sea por última vez, dar un servicio a un país que alguna vez creció a la par de esa generación. Gente que se niega a ver este país caer por el despeñadero de la desidia, el resentimiento y la ineptitud.
Somos un pequeño negocio que, tratando constantemente de seguir las reglas del juego (aunque algunas parecen absurdas) vamos construyendo un espacio y viendo una oportunidad de crecimiento en cada hendija que se nos abre delante. Tenemos el marketing asegurado: apagones y sol. Se trata solo de ser responsables y ofrecer soluciones para problemas concretos, y no a la inversa.
Operamos con una divisa: el principal activo de una empresa son sus clientes. Puede tenerse todo, pero sin clientes no hay negocio. El punto de partida de nuestro trabajo es un levantamiento técnico, que encuentra lo que tiene y lo que necesita quien acude a nuestros servicios y sobre esa base hacemos un dictamen, proponemos soluciones y discutimos los presupuestos y plazos. Realizamos estudios de eficiencia energética, incluso, para los casos en los que solo se quieren averiguar los consumos y el estado de la instalación eléctrica.
En esta primera y necesaria fase de trading comercializamos productos y servicios que van desde luminarias de todo tipo, kits de recarga para vehículos eléctricos, sistemas de bombeo de agua, sistemas de generación de electricidad con y sin respaldo de baterías a partir de 3 Kw, generadores de electricidad de 4,8 Kw en adelante, brindamos asistencia técnica, repuestos, baterías y un conjunto de productos y servicios asociados todos a energías renovables. Concretamente, todo lo que brindamos trae asociado un panel solar.
Tratamos de maximizar la eficiencia ahorrando, no a costa de los clientes. Disminuimos los tiempos entre el proyecto, la llegada de los suministros y la puesta en marcha. Evitamos los activos, los almacenes, las oficinas y todos los gastos no imprescindibles. Por eso tenemos el personal mínimo indispensable.
Cuando la instalación lo permite, trabajamos directamente, no nos molesta sudar lo que nos comemos. Como aprendí de un campesino hace mucho tiempo: la mayor riqueza, si proviene del trabajo, no corrompe. Aunque estamos muy lejos de lo que alguien pudiera llamar riqueza.
Enfrentamos los mismos retos que la gran mayoría de los negocios en Cuba: problemas de capital, insumos que necesariamente se adquieren en el exterior, y estamos trabajando, como mucha gente buena de este país, para realizar la producción aquí.
Hemos tenido que cruzar el Paso de las Termópilas de la importación. En alguna ocasión una asesora legal de una empresa comercializadora hizo cancelar una negociación ya casi cerrada porque en nuestra contraparte extranjera había una persona de origen cubano. Fue algo totalmente injusto, que nos puso a pensar en cuánto debe ser cambiado y en esa centralización a la inversa.
Parte de la responsabilidad social de los nuevos emprendimientos debe consistir, también, en educar, y denunciar, cuando sea necesario, este tipo de comportamiento lesivo de la dignidad de los cubanos. Si una entidad se permite el lujo de despreciar a nuestros ciudadanos, donde quiera que se encuentren, sobre todo, a quienes desean de buena voluntad trabajar con y en su país, con esa entidad no negociamos.
Una golondrina no hace verano, pero somos varios miles de empresas con las debidas licencias de importación y son también muchas las empresas importadoras. La experiencia que tenemos con una de ellas es muy satisfactoria.
De hecho, para ser justo, debo enfatizar que el contacto con varias instituciones ha sido y es diáfano, fructífero. Me refiero al grupo de trabajo para las energías renovables del Ministerio de Energía y Minas, la Cámara de Comercio, la ONURE, el Grupo Nacional de Universidades para las Fuentes Renovables de Energía y la Eficiencia Energética, entre otras.
La interacción con otros emprendimientos similares es muy positiva. En poco tiempo he tenido que aprender mucho sobre electricidad, casi graduarme de ingeniero. Sin embargo, no se puede ignorar a aquellas personas que se prepararon y que llevan años de práctica en el sector. En su mayoría, modestas y dispuestas a compartir conocimientos. He logrado siempre aprender de cada contacto. Y son empresas responsables, sólidas en su trabajo, con resultados palpables.
Para HAXBER la idea no es competir. De hecho, es demasiado el espacio aún, la demanda supera con creces a la oferta y tardará bastante en llegar a algo cercano a la saturación del mercado. Buena parte del éxito empresarial hoy radica en la asociación, en la complementación y la cooperación entre negocios similares. Las experiencias que tenemos hasta el momento son inmejorables.
En medio de la crisis que atravesamos debemos juntar esfuerzos, ser proactivos, proponer y llevar a cabo proyectos que desenreden los nudos que nos atan. Cuba estará bloqueada por largo tiempo. Esa es una certeza con la que varias generaciones hemos crecido. Pero no podemos atribuir todos nuestros problemas al bloqueo y sentarnos a esperar que lo levanten. Son leyes, retorcidas, sí, pero de un país sobre el cual nada podemos hacer. Solo podemos hacer algo en el nuestro, con el nuestro y para el nuestro.
El sol también es tan cierto, brillante y quemante. Nadie nos lo puede sancionar, ni quitar, ni correr de lugar. Y la solución no puede ser quejarnos del calor infernal, o llenar los espacios de aire acondicionado —aunque para nada estoy en contra de ellos— mientras se talan cada día más árboles y se desaprovechan espacios para “sembrar” paneles solares que capten toda esa energía.
Como dije antes, mi sueño de Martin Luther King es ver espacios urbanos y rurales repletos de paneles solares, con estética, con arte, con responsabilidad ciudadana. La posibilidad del vandalismo no puede ser argumento para frenar proyectos de esa envergadura.
Desde la cooperación internacional pueden canalizarse muchos recursos para ir cubriendo la demanda. Lo que sucede es que los fondos no pueden ser manejados con los mismos criterios que hasta ahora; ni puede mantenerse la “sospecha” sobre la prosperidad, ni ese corral financiero que hace desaparecer como por arte de magia los magros fondos que puedan obtenerse.
Sé de sobra que hay talento suficiente para promover programas docentes y culturales que desde tempranas edades eduquen y preparen a la ciudadanía en el aprovechamiento y la debida canalización de la energía solar, de cualquier tipo de energía que no destroce el planeta y nos dé más años de vida sana y bienestar. Claro está, tratando esta vez de cuidar la calidad de los contenidos y su manifestación.
Hay que invertir recursos y contratar a quienes realmente saben hacerlo, sabemos a dónde conduce la mentalidad de contingencia. Tiene que ser tan estratégico como la campaña de alfabetización en 1960.
Por otra parte, lo poco con que contamos, administrado con inteligencia y transparencia, permitiría generar un fondo de fomento que capitalice las empresas dedicadas a esta labor y le ahorre en el corto, mediano y largo plazos infinidad de recursos al país. Y no solo otorgando financiamiento, sino brindando incentivos que permitan a las empresas sobrevivir y ampliarse, lo cual contribuirá a dinamizar la generación de energía y aliviar la carga del sistema.
En la lógica actual se pierde muchísimo capital tratando de salvar una encrucijada insalvable. Mientras se fuerzan nuestras añejas termoeléctricas para mantener al sector residencial con el mínimo posible de apagones, se detienen sectores productivos y, al final, los apagones son inevitables, porque la falla del sistema también lo es.
Y en esos sueños no puede faltar la juventud. Las empresas tenemos que ser capaces de generar capital para procesos de I+D, tener la responsabilidad social para sentarnos a conversar con autoridades universitarias, con centros de investigación y financiar laboratorios con jóvenes llenos de ideas frescas, que rompan botellas para buscar silicio, que encuentren el sodio con que los chinos están haciendo baterías, que reciclen materiales, que diseñen prototipos adaptados a nuestras condiciones y, sobre todo, que puedan vivir de su trabajo con bienestar, que prosperen y decidan tener sus familias en su país, que puedan viajar el mundo y siempre puedan escoger soñar y realizar sus sueños en su tierra. No somos pocos los que seguimos tratando.
El porvenir de Cuba como Nación, como proyecto de sociedad, como organismo vivo pasa, en buena medida, por los caminos del Sol, dejemos de ser tontos y andemos por ellos.