Michael Vázquez
v Introducción
La Revolución Cubana, en un decidido pro
ceso de liberación nacional en tránsito al socialismo, elaboró en sus inicios, una estrategia de desarrollo económico basada en cuatro objetivos estrechamente relacionados: la diversificación agrícola mediante la Reforma Agraria, la industrialización como complemento lógico de la Reforma Agraria, la eliminación del desempleo y la diversificación del comercio exterior.
En este sentido, Fidel Castro expresó:
Efectivamente, nosotros en Cuba confrontamos ese problema y sabemos que los 700.000 desempleados de allá no hay manera de ocuparlos, la solución única que tiene el problema es sencillamente establecer industrias… las industrias que se establezcan para el mercado interno, porque no hay industria que prospera si no tiene quien le compre, […] por eso nosotros la solución del problema de Cuba la hemos basado en dos principios: Reforma Agraria y desarrollo industrial, porque si los campesinos de nuestra patria no perciben ingresos, la industria ¿a quién le va a vender?
En febrero de 1961, fueron perfiladas las características fundamentales de un nuevo patrón de industrialización: protección de la economía nacional, nacionalización de la industria, apuesta por un desarrollo endógeno, planificación estratégica, compromiso con la clase trabajadora y administración a cargo del Estado. En síntesis: una sociedad que recupera sus riquezas, destina una parte de ellas a transformar su estructura productiva, y deposita la gestión en un Estado controlado por las fuerzas revolucionarias.
Para dirigir la ejecución del proyecto de industrialización fue nombrado el Comandante Ernesto Che Guevara, primero como Jefe del Departamento de Industrias dentro del Instituto Nacional de Reforma Agraria y poco tiempo después, como Ministro del recién creado Ministerio de Industrias.
El presente trabajo se propone mostrar el enorme trabajo realizado bajo su dirección para alcanzar los objetivos trazados en el proceso de industrialización y sus impactos en el desarrollo social y económico de Cuba.
v La situación económica y social de Cuba antes de 1959
La economía cubana en 1959 se caracterizaba por los rasgos negativos impuestos por su pasado colonial y neocolonial entre ellas, un carácter marcadamente estático, ya que las tasas de crecimiento del ingreso nacional y de la población eran similares. Su estructura económica y sus características más definitorias radicaban en su condición de país agrícola, monoproductor y monoexportador. En este sentido la industria azucarera, la cual, desde principios de siglo hasta 1958, producía entre el 25% y el 40% del ingreso nacional.
Esto se debía a la existencia de intereses disímiles y contradictorios entre los cuales predominaban el de los grupos financieros extranjeros, principalmente norteamericanos, que no estaban interesados de manera alguna en un desarrollo armónico cubano y que controlaban los sectores claves de la economía: azúcar, energía, servicios telefónicos, níquel y tabaco entre otros.
Debido básicamente a estos factores, la economía de Cuba, en los años comprendidos entre 1950 y 1959, dadas sus características estructurales, se encontraba a las puertas de una larga, severa y profunda crisis.
El bajo nivel de desarrollo de la industria se evidenciaba no sólo en su bajo nivel de participación en la creación del ingreso nacional, sino también en la reducción de su participación al 13%, excluida la industria azucarera.
El grado de explotación de la capacidad instalada era sumamente bajo. Era relevante la casi inexistencia de la industria mecánica y el insuficiente desarrollo de la industria química.
Por otra parte, la escasísima investigación que se llevaba a efecto en las universidades era producto del esfuerzo personal de determinados profesores y no se encontraba en general, vinculado con temas referidos a la economía, sino con los intereses académicos de sus ejecutantes.
Entre las condiciones y factores que conformaban la situación industrial de Cuba en aquella época y que pudieran considerarse como un punto de partida para el abordaje de problemas a ser enfrentados por el Ministerio de Industria, se destacan:
Ø El elevado grado de dependencia de las industrias con respecto a Estados Unidos con respecto al suministro de materias primas, equipos y tecnologías.
Ø El frágil parque industrial cubano, formado por número relativamente reducido de industrias con actividades heterogéneas, de las cuales una elevada proporción eran centros manufactureros de carácter artesanal. Por otra parte, las pocas industrias existentes, el 75% de las no azucareras se concentraban en la antigua provincia de la Habana.
Ø La falta de industrias en el interior del país, agravaba los serios problemas de desempleo en esas regiones
Ø La falta de una base propia de materias primas.
Ø La débil, casi inexistente, capacidad nacional de producción de piezas de repuesto y equipamiento.
Ø El escaso número, en general, de personal técnico calificado para abordar planes futuros de industrialización. Esta situación se agravó casi inmediatamente por la fuga de cerebros promovida por el gobierno norteamericano.
Ø El insuficiente nivel técnico y cultural de los trabajadores.
Ø La falta de capacidades propias de investigación y desarrollo tecnológico.
· La falta de planes formalizados de desarrollo económico y social.
Según un estudio que realizó el Consejo Nacional de Economía de Estados Unidos entre mayo de 1956 y junio de 1957 publicado en un informe titulado Investment in Cuba. Basic Information for the United States Busing Department of Commerce, el número de desempleados era de 650.000 la mitad del año, es decir cerca del 35% de la población activa. Entre esas 650.000 personas, 450.000 eran desempleados permanentes. Entre los 1,4 millones de trabajadores, cerca del 62% recibía un salario inferior a 75 pesos Según el Departamento de Comercio de Estados Unidos, “en el campo, el número de desocupados aumentaba tras la zafra azucarera y podía superar el 20% de la mano de obra, es decir entre 400.000 y 500.000 personas”. Los ingresos anuales del jornalero no superaban los 300 dólares.
El gobierno de Estados Unidos, mediante el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, envió a Cuba, durante el gobierno de Fulgencio Batista, una delegación de especialistas a Cuba, conocida como Misión Truslow, la que trabajó desde julio de 1950 hasta junio de 1951, la cual realizó un voluminoso y pormenorizado análisis de la situación económica y social del país. En sus comentarios iniciales la Misión señalaba:
El actual nivel de vida del cubano... depende principalmente de una industria que hace muchos años dejó de crecer. Algunas actividades se han expandido... pero en relación con la necesidad de empleo de la población actual y futura, el crecimiento de las empresas ha sido desalentadoramente bajo.
Este estudio mostró que la fuerza de trabajo era de 2.204,000 de la cual estaban ocupados y semiocupados 1.689000 y sin trabajo 515,000.
El desempleo crónico ascendía al 23.4 %, fluctuando entre un 16.1 % en el periodo de zafra o máxima actividad económica y un 27.3 % en el periodo de “tiempo muerto “, o sea, de una actividad económica mínima. En los años 1956-1957 alrededor de 16% de la fuerza de trabajo padecía de desempleo, mientras que 14% se encontraba subempleada.
Del total de 1.689000 empleados y semiocupados 100,000 trabajaban menos de 30 horas semanales, ganando menos de 75.00 al mes; 934,000 trabajaban más de 30 horas a la semana, ganando también menos de 75.00 al mes;(estas dos categorías de trabajadores sumaban 1034,000 que representaban el 61.3 % del total de los empleados y semiocupados).
En 1957 la Agrupación Católica Universitaria realizo una investigación cuyos resultados son los siguientes:
Ø El ingreso medio para una familia de seis personas, en las que trabajaban 23 horas a la semana cada uno de los asalariados de la misma, era de 0.25 centavos diarios dedicando 0.17 a la alimentación.
Ø El 60.35 % de las viviendas era de madera, guano y pisos de tierra; el 63.96 % no tenían inodoro ni letrina y el 82.62 % no tenían baño ni ducha.
En el aspecto de la salud la investigación arrojo que un 14 % de los entrevistados padecía o había padecido de tuberculosis; un 36 % declaró sin lugar a dudas, que se hallaba parasitado; el 31 % padecía o había padecido de paludismo. Solo un 8 % recibía atención médica gratuita del estado y otro 4 % de las empresas. El 43 % de los campesinos era analfabeta, o sea, casi la mitad de la población trabajadora agrícola. El 73.46 % de los entrevistados demandaba trabajo y el 18.86 % escuelas.
Por otra parte el 1 % de todos los propietarios de fincas poseía el 47 % de todas las tierras laborales y de pastos. Las empresas latifundistas azucareras poseían el 22 % de todo el territorio nacional y sólo utilizaban la mitad de esas tierras para el cultivo extensivo de la caña, manteniendo baldías la otra mitad o 1.342,000 has.
Según la Misión Truslow.
El actual nivel de vida del cubano... depende principalmente de una industria que hace muchos años dejó de crecer. Algunas actividades se han expandido... pero en relación con la necesidad de empleo de la población actual y futura, el crecimiento de las empresas ha sido desalentadoramente bajo.
Era evidente que la economía de Cuba, en los años comprendidos entre 1950 y 1959, dadas sus características estructurales, se encontraba a las puertas de una larga, severa y profunda crisis.
v La industria cubana antes de la Revolución
Durante la llamada República neocolonial (1902-19158) se consolidó el modo capitalista de producción así como el carácter monoproductor y monoexportador de azúcar hacia los Estados Unidos, aunque también ocurren diversos intentos de diversificación económica. En la etapa 1900-1925 se registró un notable crecimiento económico (8% como promedio anual) fundamentado básicamente en la agroindustria azucarera.11 De hecho, la producción de azúcar se elevó a 5,4 millones de toneladas en 1925, lo que propició el auge del intercambio comercial con el resto del mundo.
Se impuso también un modelo de industrialización apoyado en la sustitución de importaciones ante las dificultades para comprar bienes manufacturados en los mercados internacionales.
La estructura empresarial en Cuba reflejaba la desigual y deforme economía donde predominaba la industria azucarera con sus 161 centrales y una marcada tendencia excluyente a la convivencia con otras ramas salvo con la actividad bancaria y crediticia y el gran comercio importador A su lado solo descollaban el servicio eléctrico y telefónico, las dos grandes empresas ferroviarias, la de aviación, el transporte urbano capitalino y dos o tres grandes minas.
La industria no azucarera era una industria no pesada, poco mecanizada, casi artesanal con procesos de elaboración simples y poco transformativos, dependiente en grado sumo de importaciones
Existían alrededor de ocho fábricas de cigarros y veinte de tabaco torcido a mano, donde casi no se había introducido la mecanización.
La industria de materiales de construcción estuvo en el último decenio entre las de mayor crecimiento, entre ellas las fábricas de cemento, las de hormigón, canteras, cerámicas, mosaicos, tejas, ventanas de aluminio y otras.
Otras industrias que se destacaban eran las cerveceras, jaboneras, neumáticos, vidrios, refinerías de petróleo, papel, fósforos, aceites comestibles, aceros, pinturas, molinos de trigo, textiles, calzado, madereras, embotelladoras de ron y refrescos, confituras, , lácteos, molinos de arroz, mezcladoras de abono, productos químicos, conservas y embutidos,. Los llamados chinchales o trabajadores a domicilio como talleres artesanales de confecciones, de calzado, de torcidos, de madrera, representaban las 2/3 partes de los trabajadores de la industria no azucarera.
Junto a las grandes minas de níquel y cobre existían menores de manganeso, oro, hierro, como y zinc.
Las principales empresas de la rama de los servicios eran dos grandes firmas norteamericanas, una dedicada a la generación y distribución de la energía eléctrica y la otra a la telefonía,
El alto grado de dependencia tecnológica con respecto a Estados Unidos en relación a los sectores claves de la economía: azúcar, energía, servicios telefónicos y níquel, entre otros, así como de las industrias más importantes y complejas, era uno de los factores más relevantes que tenía que enfrentar la Revolución desde un punto de vista industrial.
Como resultado del crecimiento de la industria azucarera hasta 1927 - año en que se construyó en aquella época el último central azucarero[1] - se produjo una intensa transferencia de tecnología asociada al desarrollo de esa industria. Esa transferencia era totalmente controlada por los grupos financieros monopolistas más importantes de Estados Unidos y servía exclusivamente a sus intereses. Los molinos de las mayores fábricas de azúcar provenían de la Farrel Company o de la Fulton Iron Works; los turbo-generadores de la General Electric y las locomotoras de la Baldwin Locomotive Works. En el sector de la construcción, buena parte del cemento, las vigas, las planchas de acero y hasta los clavos se importaban de los Estados Unidos. Por ejemplo, la industria de refinación de petróleo, en cuanto a materiales, equipos, piezas de repuesto y tecnología, era totalmente dependiente de los Estados Unidos.
El auge sin precedentes de las fuerzas productivas en Cuba después de la Primera Guerra Mundial – originado por una rápida, aunque efímera bonanza, en la industria azucarera - dependió, en una medida casi absoluta, de la transferencia de tecnología de Estados Unidos.
Como decía el Departamento de Comercio de Estados Unidos, el negocio había llegado a un punto de “saturación”; por otro lado, se programaron inversiones en la industria eléctrica, la refinación de petróleo, la minería y las manufacturas. A este movimiento estratégico del capital estadounidense trató de dársele la categoría de “proceso de industrialización del país”.
Uno de los rasgos más definitorios de esta situación era una acentuada dependencia tecnológica, en la cual, a la ausencia de facilidades experimentales y de investigación, que impedía una asimilación activa de la tecnología que se transfería, se unía la debilidad de la industria mecánica y el bajo potencial de proyectos de ingeniería y de bases de construcción y montaje industrial. Todo ello era consecuencia directa de la falta de una estrategia nacional en cuanto a las inversiones.
La dependencia tecnológica no sólo era de importaciones intelectuales en su forma materializada, como la importación de tecnología, el sistema de normas técnicas, de patentes y licencias, sino también en su forma “viva”, bajo la forma de importación de capital humano: expertos y asesores.
La generación de tecnología fue – salvo en momentos muy contados - prácticamente inexistente. Sólo la industria azucarera presentaba, dentro de un contexto general poco viable, algunos ejemplos de innovaciones tecnológicas. Aunque en la década del 40, pese a todos los factores adversos, existía un mínimo de recursos humanos capaces – quienes construyeron más de 30 destilerías durante la Segunda Guerra Mundial - las innovaciones tecnológicas de mayor envergadura se realizaban fuera del país, sin la participación de técnicos cubanos. Este fue el caso de las tecnologías específicas para procesar los minerales lateríticos[2], materializadas en las grandes plantas de Nicaro y Moa, en la parte nororiental del país.
Al mismo tiempo, el llamado proceso de industrialización acentuó la dependencia de materias primas y portadores energéticos importados, sin que se desarrollara un esfuerzo científico y tecnológico integral para determinar y establecer una base propia en esta esfera.
§ Las características de la industria cubana
La economía cubana estaba dominada por la industria azucarera; 75% de las tierras agrícolas estaba controlada por compañías azucareras, la mitad de las cuales permanecían en barbecho. Estas empleaban alrededor de 25 000 trabajadores a tiempo completo y alrededor de medio millón de trabajadores durante los 2 a 4 meses de periodos de zafra, los cuales eran demitidos en el llamado tiempo muerto.
En la década de los 50s Cuba fue el mayor exportador de azúcar del mundo; el azúcar y sus subproductos representaba el 86% de sus exportaciones. Los Estados Unidos recibían el 80% de las importaciones de azúcar cubano. Las cuotas azucareras que el gobierno norteamericano imponía a estas importaciones contribuían al estancamiento de la industria azucarera cubana, a una falta de estímulo parta invertir en ella y como instrumento para ejercer el control económico y político sobre el gobierno cubano. En 1926 se construyó el último central azucarero cubano.
En el conjunto de la economía cubana, la industria cubana presentaba una situación de dualismo tecnológico; la producción artesanal coexistía con la producción mecanizada – aunque obsoleta en muchos casos - y con la tecnología moderna. Las instalaciones industriales de tecnologías más modernas – verdaderos enclaves - pertenecían en su casi totalidad a empresas transnacionales, las cuales, a su vez, ejercían una gran influencia sobre los gobiernos de etapas anteriores.
La industria también estaba concentrada geográficamente. El 70% de la producción industrial no azucarera se localizaba en un radio de 70 km. alrededor de la ciudad de La Habana; por su puerto se realizaba entre el 80 y el 90% de las importaciones; se generaba el 85% de la energía eléctrica; y se encontraba el 87% de los teléfonos. La antigua provincia de La Habana absorbía el 80% de las construcciones.
Entre 1950 y 1958, como ya expresamos anteriormente, las inversiones norteamericanas crecieron en un 52. Las principales inversiones fueron:
Ø en la industria del níquel: la ampliación de la planta de Nicaro, propiedad del gobierno de los Estados Unidos, la que inició sus operaciones durante la Segunda Guerra Mundial, debido a las necesidades de la industria bélica norteamericana; y el inicio de la construcción de una nueva planta en Moa, propiedad de la Freeport Sulphur Co.
Ø las refinerías de petróleo de la Standard Oil y la Shell en La Habana y la de la Texas Oil en Santiago de Cuba.
Ø la generación de electricidad estaba en manos de la Electric Bond and Share, la que construyó, en la década de los 50s, la planta termoeléctrica de Regla, en La Habana.
Ø las comunicaciones telefónicas eran propiedad de la International Telephone and Telegraph (ITT);
Ø la planta de rayón en Matanzas. Este fue un típico negocio sucio de la época. Su dueño, el norteamericano Burke Hedges, al aducir que la planta producía pérdidas, la vendió al gobierno de Fulgencio Batista a un precio elevadísimo. Poco tiempo después, Mr. Hedges la volvió a comprar al gobierno cubano, a un precio muy bajo.
Ø tres instalaciones de neumáticos (Goodridge, Firestone, U.S. Royal);
Ø la primera fábrica de envases de vidrio, propiedad de la Owen Illinois;
Ø las fábricas de envases metálicos, de la Continental Can Corporation y los de aluminio, de la Reynolds Aluminum Co.;
Ø la totalidad de la producción de detergentes y una elevada proporción de la de jabones estaban controlados por la Colgate Palmolive y la Procter and Gamble.
Ø una fundición de tuberías de hierro;
Ø tres fábricas de pintura pertenecientes a Sherwin-Williams, Glidden y Dupont.
Algunas industrias nacionales fueron creadas con el criterio de sustitución de importaciones:
Ø La planta “Antillana de Acero” en San José de las Lajas, actual provincia de La Habana, para la producción de acero a base de chatarra y arrabio importado.
Ø La planta de Sulfometales en Santa Lucía. Pinar del Río, para la producción de ácido sulfúrico a partir de minerales cubanos de pirita[3].
Ø La planta Cubanitro en Matanzas, para la producción de fertilizantes nitrogenados.
Ø Las plantas de cemento de Santiago de Cuba y de Artemisa. Anteriormente existía una planta mayor en Mariel, La Habana.
Ø La planta extractora de aceite de soya en Regla, La Habana.
La característica, en general, de las inversiones industriales realizadas en Cuba en ese período consistía en su baja eficiencia económica. Así tenemos que la siderúrgica Antillana de Acero y la extractora de aceite de soya constituían desechos de la industria norteamericana, vendidas a título de tecnología actualizada; la planta Cubanitro sólo tenía capacidad para 30.000 toneladas de amoniaco y estaba también provista de una tecnología atrasada; la planta de Sulfometales nunca pudo conseguir su capacidad de diseño (30-40%) debido a que su proceso no se adaptaba a las características de las materias primas. A esto se añadía la localización irracional y antieconómica de muchas de las plantas industriales en esta época.
El crecimiento industrial que Cuba experimentó después de la Segunda Guerra Mundial, no estaba dirigido a producir un verdadero desarrollo económico nacional. Este proceso de transnacionalización en industrias agrupadas fundamentalmente alrededor de La Habana, estaba dirigido, en buena medida, a satisfacer el consumo suntuario de las capas de más altos ingresos, que, lógicamente para aquellos tiempos, se concentraba en la capital. Así, el esquema de producción de las refinerías de petróleo era para incrementar la producción de gasolina para automóviles y de gas licuado mediante la instalación de una moderna planta de craqueo catalítico. En este mismo sentido las fábricas de neumáticos satisfacían las crecientes demandas de los dueños de automóviles. En Cuba, después de la Segunda Guerra Mundial, se importaban más automóviles que tractores.
Un informe de la Electric Bond and Share de finales de los años 50 señalaba que el crecimiento de la generación de electricidad se basaría casi exclusivamente en el incremento de consumos de climatizadores, refrigeradores y cocinas eléctricas, a cuyos fines se elaboró y ejecutó una intensa campaña publicitaria.
Sin embargo, afines de los años 50s, todo parece indicar que, en lo referente a las inversiones norteamericanas en Cuba, se gestionaba un cambio en la estructura por sectores.
Todo lo anterior era un reflejo del modo de producción, de las relaciones de producción y de la estructura dependiente de la economía y la sociedad cubanas.
§ Materias primas y recursos naturales propios
Salvo el azúcar para una parte de la industria alimenticia; tabaco para la producción nacional y la exportación; escasas cantidades de sebo – menos del 20% del requerimiento de la industria - para la producción de jabones; reducidísimas producciones de fertilizantes, las cuales a su vez requerían de insumos de importación: azufre, amoniaco, etc., entre otras pocas, todo lo demás se importaba principalmente de Estados Unidos. Según un tristemente dicho jocoso de la época, Cuba era un país de sobremesa:” azúcar, café, tabaco y ron”.
Al mismo tiempo, el llamado proceso de industrialización desarrollado en la década de 1950 acentuó la dependencia de materias primas y portadores energéticos importados, sin un esfuerzo científico y tecnológico para establecer una base propia, endógena, capaz de apoyar el desarrollo del sector.
Desde antes de 1898 ya existían empresas norteamericanas que explotaban los recursos naturales de Cuba; sin embargo, con la primera intervención de Estados Unidos (1898-1902), su actividad en este sector aumentó considerablemente. Desde finales del siglo XIX se extraía un petróleo muy pesado en diferentes zonas aisladas del país, que se embarcaba se embarcaba fuera del país por el puerto del Mariel. Este material fue utilizado para asfaltar las primeras calles de New York
A petición del general Leonard Wood, interventor norteamericano en el país, el Gobierno de Estados Unidos envió a Cuba, en 1901, una comisión de especialistas del US Geological Survey. con el fin de evaluar la cuantía de los recursos minerales de la isla.
En última instancia, los objetivos de esta misión no eran científicos, sino de saqueo económico: determinar las posibilidades de explotación de los minerales cubanos por parte de los Estados Unidos. El resultado de ese verdadero espionaje, publicado en 1901 en inglés, no se tradujo al español y se dio a la publicidad en Cuba hasta 16 años después. Estaba casi integralmente volcado al estudio, sobre la base de datos que la misión extrajo de las publicaciones disponibles hasta esos momentos, de los yacimientos minerales ya conocidos.
Los intereses norteamericanos sólo explotarían sus denuncios mineros en una pequeña proporción consideradas en su totalidad, pero se asegurarían su control. En 1958, una parte de los yacimientos de lateritas – Cuba tiene una de las mayores reservas del mundo - era propiedad del Estado norteamericano y la otra, de una empresa privada, también norteamericana.
No obstante, un número relativamente alto de diversos estudios geológicos realizados, en las primeras décadas del siglo XX, por algunos especialistas cubanos y un nutrido número de extranjeros, no tuvo la unidad y el propósito, planificado, necesarios para lograr un cabal conocimiento científico que permitiera aprovecharlos en todos sentidos para el desarrollo económico de la nación.
Para integrar las informaciones existentes en el ámbito geológico, en la década del 40 se iniciaron las labores de la Comisión del Mapa Geológico de Cuba, la cual aunque contó con precarios recursos para practicar los trabajos de campo necesarios y afrontó repetidas crisis por falta de apoyo oficial, realizó una meritoria labor que tuvo como resultado la impresión y publicación en 1946 de un croquis geológico a escala 1:1 000 000 y otro minero, a igual escala, que constituyeron modestas contribuciones cubanas al estudio geológico de nuestro país.
En las décadas de 1940 y parte de 1950, se llevó a cabo un trabajo intensivo de perforación de pozos de petróleo que arrojó solo un yacimiento pequeño en la zona de Jatibonico, el cual junto a otros campos pequeños cerca de la costa norte de La Habana, por las playas de Guanabo, Santa María, Bacuranao y Tarará, reportaban en conjunto una producción de petróleo entre 600 u 800 barriles diarios en 1959, al triunfo de la Revolución.
§ Piezas de repuesto y equipamientos
Al triunfo de la Revolución, sólo existían algunos talleres para reparaciones, sobre todo en los centrales azucareros, en la industria del petróleo, en la del níquel y otras pocas más; sin embargo, muchas de las piezas de repuesto necesarias para las industrias más avanzadas eran de tal complejidad tecnológica, que no podían ser fabricadas por los mismos. El país carecía de una industria mecánica que le permitiera resolver los graves problemas que le presentaba el bloqueo. Salvo los mencionados anteriormente, los pequeñísimos talleres existentes eran incapaces de producir piezas o equipos. Ni su base material lo permitía, pues eran máquinas herramientas obsoletas y de escasa precisión, ni los operarios tenían la calificación suficiente.
Por otra parte, como escribiera José Altshuler:
...los estudios de ingeniería estaban mucho menos orientados hacia la construcción de nuevos equipos y hacia la creación de nuevas tecnologías que hacia la ingeniería de sistemas de equipos, dispositivos y métodos ya conocidos. Esta tendencia reflejaba el grado de dependencia económica en que se desarrolló nuestro país durante largo tiempo.
Los “ingenieros de catálogos”, según Altshuler, no escaseaban en nuestro país. Sin necesidad de apoyarse en un trabajo experimental o de desarrollo técnico; sin necesidad de preocuparse mucho – a la hora de encargar un equipo - por saber cómo se efectuaba, por ejemplo, el revestimiento especial para los trópicos, o qué aleación precisa debía utilizarse en las partes expuestas a corrosión o desgaste, o cómo pudiera construirse determinada pieza de repuesto o aditamento para el mismo, simplemente leía en los prospectos los datos técnicos y confeccionaba una relación de lo necesitado; en situaciones más o menos complicadas consultaba al representante de la firma vendedora.
Esta ausencia de base material, de recursos humanos calificados y, consecuentemente, de tradición en la fabricación de piezas de repuesto y maquinarias constituyó una dificultad de primer orden que hubo que encarar.
- Los recursos humanos
En vísperas de la Revolución en 1958, había en Cuba casi un millón de analfabetos y sólo recibían educación primaria 717 mil alumnos; la mitad de los niños en edad de asistir a la escuela no lo hacían
La educación técnica de nivel medio era muy escasa; se concentraba en las llamadas escuelas de Artes y Oficios. La educación superior no estaba preparada para satisfacer las demandas que reclamaba el desarrollo, tanto en el orden de la cantidad de especialistas que se debían formar, como en el de los perfiles necesarios y la calidad requerida. En la estructura de la matrícula, las humanidades alcanzaban un 23% y la tecnología sólo un 11%. La formación se caracterizaba por ser en gran parte teórica, alejada de la práctica y muy desvinculada de las realidades del país.
- Investigación y desarrollo tecnológico
En Cuba, en el período anterior a 1959, la subordinación económica y política a Estados Unidos frenó el desarrollo científico y tecnológico y tuvo como resultado una virtualmente nula capacidad resolutiva del país en esta esfera. Incluso allí, donde, por diferentes motivos, surgió un mínimo potencial científico y tecnológico, el intrínsecamente contradictorio proceso económico y social dificultaba o impedía su alineación en función de objetivos válidos a todo lo ancho de la sociedad.
En 1950, la misión enviada a Cuba por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (IBRD en inglés), conocida como la Misión Truslow, no encontró - en su opinión - ningún laboratorio adecuado de investigación aplicada, público o privado, aunque en este último sector existían algunos pequeños laboratorios, prácticamente dedicados todos al control de la calidad o al ajuste de las características externas y más superficiales de los productos a las necesidades del consumo. En Cuba - se lee en el informe rendido por la Misión -, raras veces se interesa un ingeniero o un químico en realizar investigaciones aplicadas, y en cambio, prefiere el trabajo operativo.
Hasta 1958, las actividades del Instituto Cubano de Investigaciones Tecnológicas (ICIT) – creado en 1955 como organismo autónomo del Estado, a imagen y semejanza de la institución de investigaciones propuesta por la Misión - constituían un muestrario de débiles e inconexos esfuerzos -. Un somero examen de sus publicaciones permite afirmar que en la práctica no contribuyó al desarrollo tecnológico del país. Llegó demasiado tarde; y, sobre todo insertado a bombo y platillo en el simulacro de diversificación industrial que, ante la asfixiante situación del mercado azucarero capitalista, organizó Fulgencio Batista durante su dictadura.
El financiamiento de la investigación azucarera, el renglón fundamental de la economía, era exiguo; en la década del 50, la cifra oscilaba entre los 60 000 y los 80 000 pesos[4] anuales, obtenidos por la Asociación de Hacendados como contribución voluntaria de los centrales azucareros. Las contribuciones se hacían a la Sugar Research Foundation en Nueva York, sobre todo para la realización de investigaciones de carácter básico y no aplicado. Esta institución no investigaba acerca de la producción en sí, sino los posibles usos del azúcar.
El único esfuerzo de investigación aplicada que llegó a materializarse en una instalación industrial de cierta envergadura, se relacionaba con el proceso llamado La Roza para la utilización de pulpa química de bagazo en la producción de papel periódico. A la luz del conocimiento adquirido acerca de las características del bagazo y con la experiencia ganada en éste y otros intentos, en la actualidad resultan evidentes las insuficiencias técnicas y económicas del proceso desarrollado. Al iniciar la fábrica su operación, se desplegó una extraordinaria propaganda, que formaba parte de la misma estrategia de la tiranía batistiana para constituir una fachada de desarrollo económico del país mediante una supuesta diversificación industrial que dio origen al ICIT. Pero el 31 de diciembre de 1958, la totalidad de la producción de siete meses, se encontraba almacenada.
La escasísima investigación que se llevaba a efecto en las universidades – como expresáramos anteriormente - era producto del esfuerzo personal de determinados profesores y no se encontraba, por lo general, vinculada con los temas requeridos por la economía nacional, sino por los intereses académicos de sus ejecutantes.
No podía, en estas condiciones, hablarse de la ciencia como institución social en la nación. A ello se unían, como fenómenos derivados de esa subordinación, un alto índice de analfabetismo, una baja escolaridad de la población en general y muy bajos niveles de formación de técnicos y especialistas.
La dependencia externa de toda la economía cubana tendría como consecuencia, en aquellas condiciones, que la incorporación real de tecnología se produjera sólo cuando resultaba favorable a intereses foráneos. El sector industrial no azucarero sometido en definitiva a las decisiones de los grupos oligárquicos dominantes, era débil y carecía de estrategia. La corrupción administrativa excluía, por otra parte, la preocupación por el nivel tecnológico apropiado de aquellas pocas industrias promovidas con capital del Estado.
Esta fue una época de agudos contrastes técnicos y sociales. Por ejemplo, coexistiendo con rudimentarios sistemas de comunicación telefónica y la falta de extensión de esa red, se introdujo y se verificó en Cuba uno de los principales sistemas conocidos en el mundo basado en el principio de propagación troposférica para la comunicación telefónica y de televisión a altas frecuencias sobre el horizonte. Junto a los 200 000 bohíos y chozas, a las 400 000 familias del campo y la ciudad que vivían hacinadas en barracones y otras habitaciones precarias, sin las condiciones de salud e higiene más elementales, se desarrolló, hasta un grado considerable, el cálculo de complejas estructuras de hormigón: en Cuba se desarrollaban los modelos matemáticos y se resolvían en Estados Unidos las ecuaciones correspondientes por medio de computadoras electrónicas.
Todas estas contradicciones, claras expresiones de un desarrollo dependiente extremo y que provocaron una atroz deformación estructural de la sociedad cubana, fueron sintetizadas de manera lapidaria por Fidel Castro, cuando en La Historia me absolverá, afirmó que:
Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados (...) Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, las técnicas y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas del queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas; que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riqueza; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas.
v El proceso de industrialización en los primeros años de la Revolución.
· La situación de partida
La Revolución Cubana tuvo que enfrentar desde sus primeros momentos la necesidad de incrementar la capacidad productiva y la productividad del trabajo en las condiciones del subdesarrollo en un proceso de transición al socialismo.
Desde sus primeros momentos la Revolución confrontaba dos importantes problemas: el desempleo, de gran impacto social y político, y la escasez de divisas, dada la gran dependencia del país en relación al comercio exterior; eso último se agravaría posteriormente con la imposición del bloqueo económico, comercial y político impuesto a Cuba por el gobierno norteamericano. En ese contexto era imperativo atender, no sólo a las industrias nacionalizadas por la Revolución sino también al necesario proceso del desarrollo industrial del país.
En lo referido a la industria, en el momento del triunfo de la Revolución, el panorama en Cuba no era muy diferente de aquel apuntado por Fidel en el discurso de su defensa. El número de industrias cubanas era reducido y la mayoría eran pequeñas; las pocas industrias mayores y controladoras de áreas o materiales estratégicos era extranjeras y la dependencia tecnológica era casi integral.
La naciente revolución lanza su estrategia de desarrollo económico a partir de cuatro objetivos estrechamente relacionados: diversificación agrícola mediante la Reforma Agraria, industrialización como complemento lógico de la Reforma Agraria, eliminación del desempleo y diversificación del comercio exterior
La estrategia, la organización, la planificación, la preparación de los recursos laborales, el desarrollo económico, social y tecnológico de todo este conjunto industrial, así como su interconexión e interrelación con otros sectores de la economía y la sociedad cubana, requerían de la creación de una estructura encargada para cumplir con esta responsabilidad. Esta tarea le fue encargada al Comandante Ernesto Che Guevara. El 7 de octubre de 1959 fue nombrado Jefe del Departamento de Industrialización en el INRA. También, por aquella época fue nombrado Presidente del Banco Nacional, cargo que ocupó desde el 26 de noviembre de 1959 hasta febrero de 1961en que fue nombrado Ministro de Industrias.
En una entrevista al periódico Revolución, el 27 de febrero de 1961, a los pocos días de ser creado el Ministerio de Industrias, el Che expresó:
La Revolución Cubana ha entrado plenamente en el proceso de industrialización... Como uno de los grandes objetivos del Gobierno Revolucionario y de la cimentación de su desarrollo económico... En ese sentido se crea el Ministerio de Industrias para unificar la planificación y ejecución del desarrollo industrial.[5]
En un informe sobre las actividades del Ministerio en el período comprendido entre 1961 y 1962, resaltaba:
Nuestro punto de referencia debe ser penetrar rápidamente en el dominio de aquellas ramas industriales que tienden a crecer aceleradamente y que darán fisonomía al mundo industrial en la próxima generación. Es necesario prestar atención preferente a lo que es nuevo en el terreno industrial, a lo que tiende a desarrollarse más rápidamente, sin llegar a subestimar lo convencional. Estas nuevas tendencias industriales están muy ligadas al dominio de la química, la electrónica, la mecánica fina o de precisión, la técnica de fabricación de nuevos metales, etcétera. Si nuestro sistema industrial se perfila desde un comienzo acorde a las tendencias más progresistas y a las posibilidades objetivas, se estarán asegurando para el futuro altas tasas de incremento de la productividad, y por ende, del nivel de vida; habrá la posibilidad de actuar en el mercado internacional en un plano verdaderamente favorable, de conseguir una situación cualitativamente distinta a la presente[6].
Gran parte de las fábricas heredadas del período pre-revolucionario eran muy antiguas. Otras tenían una capacidad de producción insuficiente para las necesidades que se vislumbraban, por lo que era necesario realizar un importante y diverso volumen de inversiones.
Puede decirse, sin peligro de exagerar, que la tarea era titánica. Al mismo tiempo que tenían que organizarse las tareas propias del Ministerio, debían enfrentarse enormes obstáculos: como el bloqueo y las agresiones del exterior, la escasez de personal técnico y la inexperiencia y falta de preparación de los cuadros de dirección en general.
Para alcanzar ese nuevo proyecto nacional, era necesario realizar cambios fundamentales en las concepciones y prácticas productivas. En primer lugar, dada la propuesta de la Revolución, era indispensable que todo esfuerzo productivo, científico, técnico, organizativo o gerencial tomase como referencia primordial al propio trabajador - al Hombre en sentido genérico - buscando la mejoría de las condiciones de trabajo, de salud, y de educación, entre otras, de forma accesible a toda la población. No estábamos delante de simples cambios en las técnicas de producción, sino delante de la creación de una nueva base técnica, científica, organizativa, gerencial e inclusive, cultural, dentro de un nueva concepción política y social[7].
En los mismos inicios del triunfo revolucionario fue intervenido un grupo de fábricas pertenecientes a personeros de la tiranía batistiana y de otros que habían abandonado el país. Algunas empresas fueron compradas -realmente muy pocas- como la italiana Carlo Erba de productos farmacéuticos. En otros pocos casos también, los dueños entregaron su fábrica a la Revolución. Ese fue el caso de la fundición “Hermanos Steere” en la ciudad de Camagüey.
En agosto de 1960 se produjo la nacionalización de las primeras grandes empresas, todas ellas filiales de empresas norteamericanas: la Compañía Cubana de Electricidad, perteneciente a la Electric Bond and Share; la Cuban Telephone Company, filial de la ITT; las empresas petroleras, subordinadas a la Standard Oil, la Shell[8], la Texas Oil y la Sinclair; la empresas de níquel ubicadas en la parte norte oriental del país: la Nicaro Nickel Co., perteneciente al gobierno norteamericano y Moa, perteneciente a la Texas Sulphur Co. Además, poseían 24 centrales azucareros, entre los mayores y mejores del país; la United Fruit poseía 2 de los colosos: el Delicias y el Preston[9].
El 14 de octubre de ese mismo año, se produjo la nacionalización de prácticamente todo el resto de la industria radicada en Cuba.
· Los problemas a enfrentar
El bloqueo norteamericano
Con el triunfo de la Revolución y las subsiguientes medidas tomadas por la dirección de la misma, Cuba dejaba de ser una neocolonia norteamericana. Se habían producido importantes medidas liberadoras con respecto a la dependencia política existente hasta entonces de Estados Unidos. Ya desde1960 el gobierno norteamericano Unidos impuso las primeras sanciones económicas a Cuba interrumpiendo por completo las importaciones de caña de azúcar desde este país.
Medidas duras, pero imprescindibles, como la Reforma Agraria, la posterior intervención y nacionalización de empresas norteamericanas, provocaron el bloqueo de Estados Unidos, declarado formalmente por el Presidente Kennedy el 3 de febrero de 1962, por el cual se rompía con Cuba toda relación económica, financiera y comercial[10]. Este bloqueo incluía el comercio con filiales norteamericanas radicadas fuera de Estados Unidos. El mercado tradicional de Cuba, por razón de su corta distancia - 140 kilómetros - era el país del Norte..
El bloqueo cortó el suministro tradicional de materias primas, equipamiento, materiales y piezas de repuesto desde prácticamente los mismos inicios del triunfo revolucionario. Si tomamos en consideración la dependencia casi absoluta de los Estados Unidos, durante todo el periodo neocolonial, el bloqueo creaba una situación de asfixia en la industria cubana.
Las relaciones con la URSS y los países socialistas
En la medida que el bloqueo restringía el acceso a divisas libremente convertibles, era urgente acelerar el desenvolvimiento del país y la apertura de relaciones económicas y comerciales con la Unión Soviética y los demás países del campo socialista. Ellos ofertaban una amplia gama de productos, plantas completas y tecnologías incluyendo asistencia técnica y formación de recursos humanos bajo condiciones extremadamente favorables.
La materialización de las ideas sobre la industrialización del país, a partir de 1960, se inició con negociaciones con la Unión Soviética y otros países socialistas. Se firmaron convenios de crédito para la adquisición de un buen número de fábricas completas incluido el asesoramiento para su instalación en el país, la mayor parte de ellas destinadas a la sustitución de importaciones en el sector industrial.
El Che se quejó por estas inversiones inicialmente contratadas y otras que aún no estaban en operación. El criterio básico utilizado para su selección fue la sustitución de importaciones utilizando solamente la lista de importaciones realizadas en los últimos años. Sobre este asunto el Che con su habitual espíritu crítico y autocrítico expresó:
Nosotros iniciamos el proceso de desarrollo económico, ¿en qué forma? Tomamos los anuarios de Comercio Exterior y dijimos: aquí se importan palas… tanto. Vamos a hacer una fábrica de palas. Se importan tantos machetes… vamos a hacer una fábrica de machetes. Se importa tanto cepillo… vamos a hacer una fábrica de cepillo […] No nos dimos cuenta de una cosa elemental: para que un país se desarrolle, por chiquito que sea, tiene que tener una base de materias primas propias, y cuando un país, como Cuba, depende de la forma que depende del comercio exterior, para garantizar un desarrollo equilibrado debe desarrollar simultáneamente nuevas fuentes de comercio exterior […] Desarrollamos una tecnología en aquella época de desconocimiento nuestro tan grande, que es increíble. Una tecnología que nos costó no sé cuántos miles de pesos por una fábrica de palas, compañeros, y vale la pena ir a ver la fábrica de palas para tener una idea de lo que no se debe hacer en política de desarrollo […] Eso es lo que no se debe hacer, eso es lo que hicimos en una época y eso es lo que está tarando nuestro desarrollo. Hay otras cosas mucho más absurdas; el machete es un instrumento de trabajo; una radio, un refrigerador, bueno, pues podíamos importarlo o no importarlo, o no tenerlo, no importa; en eso hemos gastado millones de pesos.
Estos errores iniciales en la adquisición de plantas completas estuvieron en la falta de personal con la necesaria capacitación y experiencia para realizar los estudios de evaluación técnico-económica, de prefactibilidad y factibilidad, así como la selección y negociación de las mismas.
Sin embargo, fue adecuada y exitosa la selección y decisiones tomadas en cuanto a la compra de varias fábricas vinculadas a la generación de energía termoeléctrica, a la industria sideromecânica y a las de cemento, textil, fertilizantes y de calzado.
Posteriormente en este trabajo, se indicarán las nuevas fábricas instaladas ente 1961 y 1965.
Un factor de consideración fue la distribución geográfica de las mismas con vistas a crear nuevos empleos en el interior del país.
Sin embargo, ese proceso de relaciones comerciales y económicas tuvo que ser gradual. Las relaciones con el campo socialista, recién comenzaban a establecerse. En esos primeros momentos, se presentaron innumerables dificultades relacionadas con las características de los productos, a las formas de negociación con los nuevos socios, a la distancia, a las diferencias culturales, etc. Se requeriría de tiempo para que fuesen encontradas soluciones satisfactorias a las necesidades de Cuba. Deben mencionarse algunos ejemplos para dar una idea del desafío a enfrentar por el Ministerio de Industrias en lo que se refiere a las relaciones con estos países.
Muchos de los suministros provenientes del campo socialista eran inferiores en términos técnicos y de calidad a los correspondientes de los países capitalistas, particularmente norteamericanos o inadecuados a a las condiciones cubanas, lo que exigió muchos cambios urgentes y adaptaciones tecnológicas en relación a las nuevas materias primas, materiales, maquinarias y equipos que se importaban.
Estas diferencias en cuanto al patrón energético son un ejemplo importante. La generación de electricidad en Cuba se realiza a 60 hertzios; los motores eléctricos del campo socialista eran de 50 hertzios. Los motores en Cuba para uso no industrial - aunque también los pequeños utilizados en industrias - utilizaban corriente eléctrica de 110 voltios; los procedentes del campo socialista, de 220 voltios.
Otro aspecto técnico que se convirtió en un importante obstáculo fue la incompatibilidad con los sistemas de medidas. En Cuba se utilizaba predominantemente el sistema inglés de medidas; los suministradores socialistas de piezas de repuesto, materiales y equipos utilizaban el sistema métrico. Esto pudo resolverse, en buena medida, después de innúmeras negociaciones técnicas y comerciales y de esfuerzos tecnológicos dentro de la industria nacional.
En cuanto a la calidad, las tecnologías procedentes del campo socialista presentaban problemas que acarreaban graves dificultades. Una característica importante era que los equipos y piezas desarrollados para su consumo interno no eran adecuados al clima de Cuba. La falta de resistencia al calor, a la humedad y a la salinidad ocasionaba corrosión y, como consecuencia, costos elevados de mantenimiento, además de interferir en la productividad y en la calidad de los productos finales, entre otros aspectos.
Además, las tecnologías procedentes del campo socialista presentaban serias dificultades: atrasos de varios años con respecto a estándares internacionales, elevados consumos energéticos, de materias primas y otros insumos; altos índices de peso muerto, baja productividad, insuficiente confiabilidad, capacidades de producción sobredimensionadas, excesiva verticalidad en su integración, poca flexibilidad para efectuar cambios en los flujos productivos y agresividad ambiental, entre otras limitaciones.
En otros casos, no existían sustitutos en los países socialistas y había que comenzar a intentar desarrollarlos en dichos países para suministrárnoslos. Como ejemplo pueden citarse los materiales de cerámica especiales para las tuberías y equipos de la moderna planta de níquel de Moa, de avanzada tecnología para la época. Cerca de dos años demoró en Checoslovaquia un instituto de investigaciones de materiales cerámicos de gran experiencia y nivel técnico, para desarrollar materiales sustitutos.
Graves problemas de calidad se produjeron con la falta de materias primas adecuadas para toda la industria. Por ejemplo, hubo que eliminar las etiquetas de las botellas de cervezas y refrescos y los envases a los jabones de lavar y de tocador; las pastas de dientes se endurecían; los refrescos sabían, usando la propia expresión del Che, a “jarabe para el pecho” y las cabezas de los fósforos saltaban y producían quemaduras en la piel y en las ropas, por sólo mencionar algunos ejemplos.
En aquellos momentos, esa situación no tenía alternativas; había que producir bienes para el pueblo, aunque fuesen de inferior calidad. Sin embargo, la costumbre creada al continuar esta “cultura” de producir de cualquier forma, produjo posteriormente un relajamiento en cuanto a la calidad y a la disciplina tecnológica que el propio Che combatió duramente.
Mas las opciones de Cuba eran extremadamente reducidas dadas las condiciones impuestas por el bloqueo, las que limitaron las posibles fuentes de suministros y tecnologías. Adicionalmente, factores internos dificultaron que los procesos de evaluación previa de las tecnologías transferidas para Cuba identificasen con precisión –en aquellos primeros momentos y durante varios años después – las limitaciones y problemas de las tecnologías del campo socialista. Entre esos factores estaban la falta de experiencia y calificación de muchos profesionales responsabilizados en la selección, evaluación y negociación de tecnologías.
De todas formas, puede afirmarse sin duda alguna, que hubo una verdadera autodeterminación tecnológica. Aunque las variantes para la selección fuesen muy limitadas y las condiciones internas bastante difíciles, las decisiones se tomaron independientemente por las autoridades cubanas.
Como consecuencia de todo ese proceso y pesar de los problemas señalados, la transferencia de tecnologías e insumos del campo socialista permitió - hay que subrayarlo por una elemental justicia histórica - alcanzar tasas de crecimiento y niveles de producción significativos en plazos relativamente breves; hacer surgir sectores prácticamente nuevos como el de la metalmecánica, la siderúrgica, la electrónica; ampliar significativamente la capacidad energética para, más tarde, electrificar prácticamente todo el país; abrir considerables fuentes de empleo; propiciar un desarrollo territorial más armónico y dotar de una alta calificación a la fuerza laboral.
La falta de recursos humanos calificados.
La escasez de personal técnico de todo tipo – ingenieros, físicos, matemáticos, químicos, biólogos y técnicos medios, entre otros - agravada por la fuga de cerebros, promovida por el imperialismo norteamericano fue sin dudas, el elemento más complejo que tuvo que enfrentarse para iniciar un proceso de desarrollo industrial.
Al triunfo de la Revolución, en Cuba había alrededor de 6 000 médicos; más de 3 mil; un 50% abandonó el país en los dos o tres primeros años. Sin embargo, para enfrentar el desarrollo industrial que la Revolución se proponía, el país sólo contaba sólo con alrededor de 2 700 ingenieros de distintas especialidades, principalmente de ingeniería civil. Por ejemplo, en la industria azucarera había 3 100 especialistas de primera línea; el 60% marchó al extranjero. Los graduados en las especialidades de ingeniería química y mecánica eran escasos y casi todos graduados en los Estados Unidos, pues sólo muy recientemente esas especialidades se habían iniciado en Cuba. De esos 2 700 ingenieros, sólo quedaron en el país unos 700. ¡Nada menos que una cuarta parte del total! Era con lo que se contaba para promover el desarrollo industrial que la Revolución se proponía.
En cuanto al enorme éxodo de personal técnico promovido por los Estados Unidos, debe subrayarse que, en muchos casos, los técnicos que emigraron eran los de mayor nivel. En el caso de la industria de refinación de petróleo, en el período comprendido entre agosto de 1960 - cuando se nacionalizó la misma - y febrero de 1961, había emigrado más del 75% de los ingenieros, casi todos ellos de primera y segunda línea. Por otra parte, un grupo importante de los que quedaron en la industria, se manifestaban agresivamente contra la Revolución y posteriormente se marcharon del país. Lamentablemente, unos pocos, algunos de ellos con responsabilidades técnicas importantes en la refinería “Ñico López”, en La Habana, fueron captados por la CIA para realizar actos de sabotaje y de captación de personal con fines contrarrevolucionarios. Fue el llamado “Caso ICP” detectado y controlado a tiempo por la Seguridad del Estado, antes de que pudieran concretarse acciones de sabotaje por ese grupo.
Un aspecto importante en el tratamiento al personal técnico estaba relacionada con sus salarios, El Che reconocía que durante la transición socialista los técnicos debían recibir mejor pago que los obreros menos calificados, aunque la remuneración siguiera vinculada a la labor realizada, pero no recibirían privilegios políticos o sociales por encima de otros trabajadores. Decía: «serán mejor pagados, además, porque la ley de la oferta y la demanda, en cierta