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viernes, 17 de mayo de 2024

En Chambas se buscan y encuentran soluciones entre todos

 Por el municipio avileño de Chambas, continuaron este viernes los intercambios con las bases del Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, acompañado por el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central, Roberto Morales Ojeda

Foto: Estudios Revolución

En el Día del campesinado cubano, el encuentro con la gente de la tierra, con la semilla de nuestra nacionalidad, era ineludible para Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que este viernes, 17 de mayo, llegó temprano en la mañana a los campos de este municipio como parte de sus intercambios con las bases por los territorios del país.

El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República inició la jornada con una felicitación a las campesinas y campesinos de la CPA Jesús Ménendez, una cooperativa cañera que ante las limitaciones con el corte —desde hace cuatro años sus viejas plantaciones no van a molienda—, ha diversificado sus producciones de una forma tal que a veces parece más ganadera que cañera, comentaba Díaz-Canel.

Hasta allí llegó el mandatario para luego seguir rumbo hacia otras entidades de Chambas, donde intercambió con directivos y trabajadores, conversó con la gente en la calle y sostuvo una reunión on cuadros políticos y directivos de los municipios avileños y la provincia, acompañado siempre por el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central, Roberto Morales Ojeda; el primer secretario del comité provincial del Partido aquí, Julio Heriberto Gómez Casanova, el gobernador, Alfre Menéndez Pérez, y las principales autoridades del municipio.

«Caña y todo lo que se pueda también», es pauta para los más de 70 socios de la CPA Jesús Menéndez, quienes junto a cerca de una veintena de contratados, algunos de ellos jubilados, están generando ganancias que les permiten distribuir, como promedio mensual, unos 15 000 pesos de ingresos para cada trabajador por concepto de anticipo y reparto periódico de utilidades.

El patrimonio de la CPA es de poco más de mil hectáreas, 571 de caña, 74 de cultivos varios y el resto para la ganadería.

«La vida ha obligado a esta cooperativa a diversificarse, si no, perece», reflexionaba el Presidente al escuchar los resultados de la base productiva.

El líder del colectivo, Yaikel Castellanos, explicó el hacer en una entidad donde a cada familia de sus miembros se les está garantizando, por ejemplo, todo el arroz y el frijol del año y hasta un litro de leche diario, entre otras necesidades.

Con más de mil cabezas de ganado mayor, buena parte de ellas para ceba, la CPA sacrifica para consumo propio, para el consumo social y también vende al turismo, unos ingresos en MLC que le han facilitado mejorar la infraestructura de la cooperativa, la adquisición de recursos y otras urgencias del colectivo.

La producción de leche es a expensas de algo más de 300 vacas en ordeño, con una producción de alrededor de 3,2 litros por hembra, una productividad baja que elevarán en breve a cinco litros por vaca cuando comiencen las lluvias.

Tampoco, empero, olvidan que la caña es la columna vertebral de su economía, por lo que se alistan para, tan pronto le corten la caña vieja, seguir sembrando, tarea que en buena parte realizan con tracción animal, por lo que preparan más yuntas de bueyes para la faena.

La Jesús Menéndez ha asumido, como parte de su responsabilidad social, con cultivos varios, carne, leche, frutas, el apoyo alimentario a círculos infantiles, escuelitas, SAF, hogares de ancianos y otras instituciones de gran sensibilidad social.

Desde el 2019 el sector arrocero en Ciego de Ávila cuenta con el moderno secadero Raúl Cervantes, en la localidad de Falla, también de Chambas. El Presidente intercambió aquí con Juan Carlos Balmaseda, director de la empresa agroindustrial nunicipal Máximo Gómez Báez, y parte de los trabajadores de una entidad en la que las autoridades locales y el pueblo han puesto las expectativas para, en breve, autoabastecerse de arroz y aportar a la provincia y al país.

Con capacidad para procesar 30 mil toneladas del cereal al año, el secadero, de tecnología brasileña, tiene proyectado para este año, sin embargo, entregar apenas 5 800 toneladas de arroz, debido al bajo suministro del grano por parte de las bases productivas, afectadas por las severas limitaciones económicas que enfrenta el país con la disponbilidad de divisas y los portadores energéticos.

La necesidad de incrementar la cosecha del grano, tanto en la campaña de frío como en la de primavera, es la primera condición para que el secadero pueda, por fin, alcanzar sus potencialidades, un propósito que puede concretarse, tomando en cuenta que en la zona hay todo lo que se necesita, tierra con vocación arrocera, agua, cultura del cultivo y deseos de hacer.

El propio Presidente les indicó reconvertir las tierras cañeras aledañas al molino, bastantes envejecidas, por cierto, en arroceras, una vocación que ya antes tenían, antes de que la hegemonía del azúcar se impusiera por estos lares.

El tercer punto de la agenda de Díaz-Canel en esta, su nueva visita en lo que va de año a tierras avileñas, fue el molino de piedras 20 Aniversario, centro neuralgico de la Cantera de Chambas, la principal de Ciego de Ávila, cuya empresa matriz, la empresa de materiales de construcción de la provincia, cuenta con otras dos instalaciones de este tipo, pero no tan modernas como esta.

Encargada de producir y comercializar materiales de la construcción para proyectos de desarrollo económico-social, el programa de la vivienda y los viales, la 20 Aniversario entrega arena artificial, gravilla, granito, polvo de piedra, base pétrea... Según los expertos, sus yacimientos de caliza dan para trabajar todavía un siglo más.

Este año, sin embargo, el molino no muele bien, ante las limitaciones con el combustible para los equipos de la cantera y la electricidad para las trituradoras, que dispone de un equipamiento que recibió no hace mucho una reparación capital que le permite funcionar con alta eficiencia. También son alentadores los proyectos de exportación que ultiman y que les permitirían un acceso a divisas para continuar con el desarrollo de la industria.

Díaz-Canel ponderó la solidez de la entidad, pero los convocó a buscar soluciones energéticas alternativas a partir de las fuentes renovables de energía, como la posibilidad de instalar un parque fotovoltáico de 1 MW, suficiente para cubrir la demanda, en horario diurno, del molino, que consume poco más de 800 kw por jornada.

El Presidente llamó también a seguir desarrollando el autoconsumo, la reparación de viviendas de los trabajadores de la UEB y otras atenciones que permitan garantizar la estabilidad laboral y el estímulo a un colectivo fundamental para el desarrollo de Chambas, la provincia y el país.

Antes de concluir el trabajo en el municipo, Díaz-Canel fue al encuentro de decenas de chamberos y chamberas que lo esperaban en el pintoresco paseo de la calle principal del pueblo.

Intercambió con ellos sobre los lugares visitados, el análisis de los problemas que tiene la localidad, como el agua, los viales, los altos precios, e informó sobre la situación eléctrica, sabiendo, les dijo, que aunque se está dando información diaria, debido a los apagones muchas personas no pueden conocer completamente el problema y las respuestas que se le está buscando.

Díaz-Canel compartió con el pueblo, que los problemas que hoy enfrenta la nación los «tenemos que resolver entre todos nosotros».

Los admiramos mucho —les dijo— «por toda la resistencia que hace el pueblo cubano todos los días; y más temprano que tarde vamos a mejorar la situación y vamos a tener la satisfacción de que lo hicimos nosotros mismos, y ese va a ser el golpe más duro que le vamos a dar al imperio, que nos ha querido estrangular, nos ha querido asfixiar económicamente», pero, enfatizó, «no lo van a poder hacer y no nos vamos a arrodillar ni nos vamos a rendir».

Foto: Estudios Revolución
Foto: Estudios Revolución

El comunismo marxiano: contigo en la distancia…, estoy

La TIZZA

Natasha Gómez Velázquez

Universidad de La Habana

 

 “Hay que enseñarle al pueblo a espantarse de sí mismo,

para que cobre coraje”[1]

Carlos Marx 

A fines del año 2018, la sociedad cubana fue convocada a debatir el Proyecto de una nueva Constitución. Una de las cuestiones examinadas en algunos segmentos ciudadanos, fue la conveniencia de incluir la palabra “comunismo” en el texto. Esta palabra que se encontraba en la Constitución vigente desde 1976, había sido desestimada en el nuevo Proyecto, y sustituida por la de “socialismo”. Según explicó el Secretario del Consejo de Estado en su momento, la sustitución había sido meditada, y obedeció al argumento siguiente: la sociedad comunista sigue siendo el objetivo, pero en el presente y futuro inmediato, Cuba se encuentra enfrascada en desarrollar la fase socialista.

Quizás los criterios sobre este tema, aparentemente abstracto y teórico, no fueran abundantes. Sin embargo, marcaron el regreso localizado –en determinados segmentos ciudadanos- y efímero -pues ya (casi) nadie lo sigue pensando o debatiendo- de la palabra comunismo y su significado.

Probablemente, desde la década del sesenta, en que Fidel planteara la tesis de la posibilidad de la construcción simultánea del socialismo y el comunismo, y el Che teorizara de mil maneras sobre el socialismo, el comunismo, la conciencia política y la formación del sujeto revolucionario, el tema había permanecido sin tratamiento efectivo, sin verdadera intención transformadora y comprensiva, sin que tuviera posibilidad real de transformarse en política (en el campo intelectual, sí fue objeto de análisis de manera intermitente).  Si la palabra “comunismo” sobrevivió en las décadas siguientes, fue en una dimensión declarativa.

No parece que estemos en tiempos de ir por ahí, hablando en alta voz, de algo como... ¿el comunismo?

Extravío y recuperación de la palabra “comunismo”:

El extravío de la palabra “comunismo” por parte de los propios marxistas y revolucionarios, es recurrente. Ha sido una palabra tan respetada, tan radical, tan grande, su significado sugiere tantas ambiciones históricas, y hasta el fin mismo de la historia, que ha provocado y provoca paradójicamente una actitud de distanciamiento, y la abstención de su empleo. A pesar de que tanto Marx como Engels se ocuparon de diferenciar críticamente su teoría de las concepciones utópicas al uso, a los marxistas, la palabra nos sigue pareciendo, precisamente y con sinceridad, utopía. Esto hizo que, durante buena parte del siglo XX, el término quedara circunscripto a la denominación formal de los Partidos que se identificaban –al menos declarativamente- con el marxismo, y a quedar plasmado sin falta, en sus documentos oficiales.

Después de la declaración programática del Manifiesto Comunista, la palabra “comunismo”, siguió un curso muy discreto, intermitente, y problemático durante fines del siglo XIX y en la casi totalidad de las dos primeras décadas del siglo XX. Esto no solo obedeció al respeto que inspiraba la palabra y que aún impide su empleo con naturalidad. Existieron causas históricas y políticas que se presentaron en el inicio de ese proceso, y que condujeron al extravío voluntario del “comunismo”.

Los eventos y circunstancias relativos a la fundación del Partido alemán en 1875 en Gotha, a la fundación de la Primera Internacional, y a la composición política no marxista de estas organizaciones –sujetas a otras influencias más fuertes o prexistentes: el lassalleanismo, el liberalismo, el anarquismo, otros tipos de concepciones socialistas, etc.-; así como el hecho de que en esta etapa comenzaba a extenderse el marxismo en el movimiento obrero, lo que impedía su comprensión y recepción plenas; obstaculizaron la asimilación de los objetivos políticos de Marx y de Engels, representados y sintetizados simbólicamente en la palabra “comunismo”.

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que reclamó el marxismo, se había nutrido en sus inicios del Partido Obrero Socialdemócrata (los eisenachianos), dirigido por Wilhelm Liebknecht y August Bebel, y la Asociación General de Obreros Alemanes, de espíritu lassalleano. Precisamente, Lassalle había fundado un órgano denominado El socialdemócrata, del cual sería editor Eduard Bernstein más tarde y por algún tiempo, contando con la colaboración de Karl Kautsky. En los años finales del siglo XIX, cuando comenzaron a fundarse el resto de los Partidos obreros en Europa, éstos –en buena medida-, no solo siguieron el ejemplo político del Partido alemán en ciertas cuestiones, sino que asumieron una denominación más o menos similar. Así se extendió el término “socialdemócrata”, para los Partidos obreros que, de algún modo, se reconocían marxistas. También, bajo ese criterio, la Segunda Internacional, instituida en 1889 y que agrupaba a los nacientes Partidos, comenzó a llamarse “socialdemócrata”. Este llegó a ser un término, en su uso, casi sinónimo del de “marxismo”.

Cuando el Partido alemán fue ilegalizado, tuvo razones adicionales para evitar identificarse con el “comunismo” que, entendido en el contexto de la época como anarquismo, podía hacerlo permanecer en condición de ilegalidad por largo tiempo. Posteriormente, al regresar a la legalidad, el SPD tenía intereses políticos electorales, que igualmente le impedían parecer radical. Por otra parte, los líderes marxistas alemanes, nunca tomaron esa palabra y su significado realmente en serio.

De hecho, el checo Tomáš G. Masaryk, al identificar los rasgos de lo que denominó en 1898 “crisis del marxismo”, se refirió al abandono o actitud dubitativa de la expresión  “comunismo”, por parte de la joven generación de socialdemócratas (fundamentalmente alemanes)[2].

Después de lo que Lenin llamara “bancarrota” de la Segunda Internacional –pero no fue el único marxista en denostar entonces a esa organización-, calificativo que empleó para expresar la traición de la Internacional a los intereses de la clase proletaria ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial, aplicable también a la actitud política asumida por el SPD -líder teórico y político de la Internacional-; después de esa “bancarrota”, los revolucionarios radicales de diversos países, sobre todo de Rusia y Alemania, declararon la muerte política de la Segunda Internacional “socialdemócrata”, que unía a Partidos “socialdemócratas” y a militantes “socialdemócratas”, y decidieron fundar una nueva Internacional. Esta se concretaría en 1919, en la Rusia ya revolucionaria, y llevaría la denominación de Internacional Comunista. Una parte de los revolucionarios más radicales dentro de los Partidos socialdemócratas de Europa, se separan y conforman los Partidos Comunistas, surgen los militantes comunistas.

Fue Lenin quien comenzó a reconsiderar la palabra “socialdemocracia”, en favor de la palabra “comunismo”, y lo hizo primero en relación con la denominación del propio Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (bolchevique) (POSDR (b)). Entre “las tareas del proletariado en nuestra revolución”, se encontraba el cambio de denominación del Partido. El primer acápite estaba dedicado a: “Cómo debe denominarse nuestro Partido para que su nombre, además de ser científicamente exacto, contribuya políticamente a esclarecer la conciencia del proletariado”, y consigna: “en lugar de “socialdemocracia”, cuyos líderes oficiales han traicionado al socialismo en el mundo entero, ... debemos denominarnos Partido Comunista”[3]. Los argumentos que expone son los siguientes: esa fue la denominación empleada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista; “el nombre de “socialdemocracia” es científicamente inexacto”, como demostraron Marx y Engels “reiteradas veces” –explica que después de la derrota de la Comuna se resignaron al uso del término “socialdemocracia”, pues se imponía una “labor lenta de organización y educación”, y no existía entonces, una manifiesta situación revolucionaria-; el propósito de “nuestro Partido” se corresponde con la transformación “inevitable y de modo gradual” del socialismo en comunismo; la denominación “socialdemócrata” “tampoco es exacta desde el punto de vista científico”, en tanto “la democracia es una de las formas del Estado, y nosotros, los marxistas, somos enemigos de todo Estado” -Lenin explica que la “socialdemocracia” tiene como objetivo la constitución de un “Estado al modo de la república democrática parlamentaria burguesa”, mientras que los “comunistas” se proponen un Estado como el de la Comuna de París o los Soviets, esta última forma de Estado –dice-, ya se ha constituido de manera  “embrionaria” en Rusia, y “no es” precisamente, “un Estado en el sentido estricto de la palabra”-; la denominación “democracia” aplicada al Partido, impide que el pueblo visualice a los Soviets “como único Poder dentro del “Estado”, como precursor de la “extinción” de todo Estado”; la “socialdemocracia” desorienta y engaña a las masas, por lo que el Partido no puede formar parte de esa manipulación, tiene que distinguirse[4].

Estas acertadas precisiones de Lenin, encontraban anclaje en el rechazo a la palabra “socialdemocracia” que el propio Marx había expresado, cuando analizaba en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, los sucesos revolucionarios de Francia de 1848, y tomaba nota de la aparición en medio de la dinámica correlación de fuerzas, del ambiguo movimiento político que tomó tal denominación, y que incluía a un segmento obrero:

“Frente a la burguesía coligada se había formado una coalición de pequeños burgueses y obreros, el llamado partido socialdemócrata. Los pequeños burgueses viéronse mal recompensados después de las jornadas de junio de 1848, vieron en peligro sus intereses materiales y puestas en tela de juicio por la contrarrevolución las garantías democráticas que habían de asegurarles la posibilidad de hacer valer esos intereses. Se acercaron, por tanto, a los obreros. De otra parte, su representación parlamentaria, la Montaña, puesta al margen durante la dictadura de los republicanos burgueses, había reconquistado durante la última mitad de la vida de la Constituyente su perdida popularidad con la lucha contra Bonaparte y los ministros realistas. Había concertado una alianza con los jefes socialistas. En febrero de 1849 se festejó con banquetes la reconciliación. Se esbozó un programa común, se crearon comités electorales comunes y se proclamaron candidatos comunes. A las reivindicaciones sociales del proletariado se les limó la punta revolucionaria y se les dio un giro democrático; a las exigencias democráticas de la pequeña burguesía se les despojó de la forma meramente política y se afiló su punta socialista. Así nació la socialdemocracia... El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía”.[5]

Al fundarse la Tercera Internacional bajo el influjo del bolchevismo, la revolución de la Rusia soviética, y el liderazgo de Lenin y Trotsky, la nueva organización adopta la denominación de Internacional Comunista.  Varios de sus documentos fundacionales dan constancia de la voluntad de recuperación de la palabra “comunismo”.

La invitación extendida por los organizadores, encabezados por Lenin y Trotsky, al recién fundado Partido Comunista Alemán, para participar en el primer Congreso de la nueva Internacional, dice: “El Congreso deberá adoptar el nombre de “Primer Congreso de la Internacional Comunista” ... Teóricamente, Marx y Engels ya habían considerado erróneo el nombre de “socialdemócrata”. El derrumbe vergonzoso de la Internacional socialdemócrata exige aquí también una separación. Finalmente, el núcleo fundamental del gran movimiento ya está formado por una serie de partidos que han adoptado ese nombre”[6]. En ese Congreso, fue propuesta la Resolución sobre la creación de la Internacional Comunista, cuyo acuerdo del 4 de marzo de 1919 expresa: “la Conferencia Comunista Internacional decide constituirse como III Internacional y adoptar el nombre de Internacional Comunista...”[7]. Por su parte, la Plataforma aprobada argumentó que: “el resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos, (que) ... sólo puede ser vencido por... la clase obrera. Ella es la que debe instituir el orden verdadero, el orden comunista...” [8] Y su Manifiesto “a los proletarios de todo el mundo” extendió la fundamentación:

“Hace setenta y dos años, el partido comunista presentó al mundo su programa en forma de un Manifiesto escrito por los más grandes profetas de la revolución proletaria, Karl Marx y Friedrich Engels... Durante esos tres cuartos de siglo, el desarrollo del comunismo siguió vías complejas, conociendo alternativamente las tempestades del entusiasmo y los períodos de descorazonamiento, los éxitos y los fracasos. Pero en lo fundamental, el movimiento siguió el camino trazado por el Manifiesto del Partido Comunista. La hora de la lucha final y decisiva llegó más tarde de lo que... esperaban los apóstoles de la revolución social. Pero llegó. Nosotros, comunistas, representantes del proletariado revolucionario de los diferentes países..., reunidos en Moscú, capital de la Rusia soviética, nos sentimos los herederos y los continuadores de la obra cuyo Programa fue anunciado hace setenta y dos años. Nuestra tarea consiste en... facilitar y lograr la victoria de la revolución comunista en todo el mundo”[9].

En su segundo Congreso, la nueva Internacional adoptó sus Estatutos, el número dos establecía, que “la nueva Asociación Internacional de los Trabajadores adopta el nombre de Internacional Comunista”; y el tercero: “todos los partidos y organizaciones afiliadas a la Internacional Comunista llevan el nombre de Partido Comunista”.[10] Y el documento conocido como Condiciones de Admisión señalaba en la “condición” número 15 que: “los partidos que conservan hasta ese momento los antiguos programas socialdemócratas deben revisarlos sin demora y elaborar un nuevo Programa comunista...”. A su vez la “condición número 17 ratificaba:

 “...todos los Partidos adherentes a la Internacional Comunista deben modificar su nombre. Todo Partido que desee adherir a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido comunista de... Este problema de nominación no es una simple formalidad, sino que también tiene una importancia política considerable. La Internacional Comunista declaró una guerra sin cuartel al viejo mundo burgués y a todos los antiguos partidos socialdemócratas amarillos. Es fundamental que la diferencia entre los Partidos Comunistas y los viejos partidos “socialdemócratas” o “socialistas” oficiales que vendieron la bandera de la clase obrera, sea más neta a los ojos de todo trabajador...”[11]

Comunismo marxiano y socialismo real:

Existe la opinión bastante generalizada, y sustentada desde distintas tendencias interpretativas del marxismo, de que Marx y Engels se resistieron explícitamente a desarrollar una teoría positiva (explicativa, sistemática) del comunismo, o quizás más precisamente, de la sociedad comunista. Realmente es así. De hecho, en sus numerosas y sostenidas críticas a las variedades de utopismo, identificaban a estas, como diseñadoras de felices sociedades futuras. Esa reticencia, que encontraba justificación en una escrupulosa actitud científica, contrastaba con la elaboración de una teoría crítica del capitalismo y sus teóricos, a la que dedicó muchos años de investigación y (re)escritura. Pero el socialismo aún no existía, no se podía estudiar, y no se podía adivinar. No obstante, toda su crítica sistemática a la Economía Política burguesa tenía un propósito político definido, contribuir a la transformación revolucionaria de la sociedad, y en este sentido, forma parte de su teoría del comunismo, o quizás sea, su teoría del comunismo.

Por otra parte, una cosa es que Marx no construyera un sistema teórico, o que no tomara al comunismo en calidad de objeto de estudio en sí, y otra, que no existan tesis, incluso positivas, sobre el comunismo. Esas tesis existen, y diría que, como tesis, son abundantes.

Sin embargo, adhiriéndose al criterio muy generalizado de que Marx escribió poco al respecto, o lo hizo de manera negativa –criticando al capitalismo y a sus teóricos; y también a otras posiciones socialistas y comunistas-, y que, por tanto, sus planteamientos apenas resultan útiles, es probable que los socialismos reales hayan prestado poca atención a esas valiosas tesis de Marx sobre el comunismo.

Esa desatención, constituyó, por ejemplo, una de las características identificativas del “marxismo-leninismo” -interpretación muy extendida, y de manera hegemónica, en buena parte del que fuera espacio ideológico soviético- que, además, subestimó la obra de la etapa de juventud de Marx, en la que generó buena parte de esas tesis. En Cuba, cargamos aún con esa herencia.

Este escrito, se dirigirá a comentar algunos (no todos) de esos planteamientos conceptuales de Marx sobre el comunismo, aquellos que han resultado menos conocidas en nuestro entorno, y son útiles para examinar críticamente lo que fue, ha sido y es, el socialismo realmente existente. También se establecerán las proyecciones de estas tesis marxianas, respecto a los estudios de marxismo en Cuba.

Me referiré casi exclusivamente a Marx, pero ha de tenerse presente que si de comunismo se trata, la obra personal de Engels resulta de particular interés, precisamente porque no siempre estuvo expuesta en dimensión marxiana, y fue desarrollada de manera más extensa y sistemática.

Una parte significativa de marxólogos y especialistas reconocidos, han coincidido históricamente, en situar el tránsito de Marx al comunismo en la época de su estancia en París (1844-1845), posterior a su labor en la Gaceta Renana (1842-1843), y a partir de su encuentro con el proletariado francés, su movimiento, conciencia, y formas organizativas, así como, con sus teorías y teóricos. Esa experiencia, no se la había podido ofrecer Alemania.

No obstante, ese es un criterio que algunos autores han relativizado, y han llamado la atención, sobre la relación interesada de Marx hacia la idea comunista, desde la etapa de la Gaceta Renana. Karl Korsch, por ejemplo, en contra de una especie de consenso que se mantiene hasta hoy, señalaría en su Karl Marx de 1938, que en los años periodísticos de Marx en esa Gaceta, “había trabado cierto conocimiento, todavía vago, con las ideas del “socialismo y el comunismo franceses””[12]

Esta valoración de Korsch, se basaba en el propio testimonio marxiano, recogido en el Prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la Economía Política:

“...en 1842-43, siendo redactor de la "Rheinische Zeitung", me vi por vez primera en el trance difícil de tener que opinar acerca de los llamados intereses materiales... Por otra parte, en aquellos tiempos en que el buen deseo de «marchar adelante» superaba con mucho el conocimiento de la materia, la "Rheinische Zeitung" dejaba traslucir un eco del socialismo y del comunismo francés, teñido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de aquellas chapucerías, pero confesando al mismo tiempo redondamente, en una controversia con la "Allgemeine Zeitung" de Augsburgo, que mis estudios hasta entonces no me permitían aventurar ningún juicio acerca del contenido propiamente dicho de las tendencias francesas...[13]

Marx se refería entonces a su texto El comunismo y la "Gaceta general de Augsburgo", publicado en la Gaceta Renana en octubre de 1842. En ese escrito reconoce que en el periódico que editaba, algunos autores habían manejado el término comunismo, pero con ligereza; a la vez que confiesa que debe estudiar el asunto. Este es, entonces, un artículo de máximo interés, para comprender su tránsito a las posiciones comunistas. Decía Marx:

“...la Gaceta de Augsburgo comete la torpeza de descubrir en la Gaceta Renana a una comunista prusiana; aunque tal vez no sea propiamente comunista, coquetea fantasiosamente con el comunismo y le hace carantofias platónicas”. Y más adelante: “La Gaceta Renana, que ni siquiera puede reconocer o reputar posible la realidad teórica a las ideas comunistas bajo su forma actual, y menos aún desear su realización práctica, se propone someter estas ideas a una crítica a fondo. Y si la Augsburguesa fuese capaz de exigir y de ofrecer algo más que frases manidas, se percataría de que obras como las de Leroux, Considerant y, sobre todo, el agudo libro de Proudhon no pueden criticarse dejándose llevar de las ocurrencias superficiales del momento, sino tras un largo y profundo estudio”[14].

Para seguir ese proceso de tránsito a posiciones comunistas, y el interés manifiesto de Marx por su “largo y profundo estudio”, debe verse también su Carta a Arnold Ruge, fechada en Colonia el 30 de noviembre de 1842[15].

En todo caso, el interés creciente de Marx por las ideas comunistas -nacido en Alemania-, y la llamada transición, resultan especialmente visible en los textos: Sobre la cuestión judía –en respuesta a dos ensayos de Bruno Bauer sobre la emancipación de los judíos- y la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción. Escritos en Kreuznach en 1843, finalizados más tarde en París, y publicados en 1844 en los Anales franco-alemanes. En general, los textos de Marx y los de Engels, recogidos en ese número único de los Anales, son decisivos para seguir el hilo de Ariadna hacia el comunismo, también, lo recogido en su Sección de Correspondencia. Textos todos, de escasísima lectura y estudio en Cuba, por decir lo menos. En esa valiosa lista parisina, se distinguen también, los Manuscritos económico-filosóficos de 1844.

Buena parte de los pronunciamientos más explícitos de Marx acerca del comunismo –no todos-, se concentran en la etapa del denominado “Marx joven” -según las clasificaciones más tradicionales- y sobre todo, antes de 1852; etapa que, por cierto, Korsch ya denominaba en 1923, de “comunismo directamente revolucionario” a diferencia del posterior “socialismo científico” de El capital[16]. Sin embargo, durante mucho tiempo, la exposición de los cubanos a la específica interpretación del “marxismo-leninismo”, generó una subestimación a la atención y estudio de ese período, bajo la consideración de que Marx, aún no era Marx. Aunque, esa subestimación –que se expresó en la falta de consideración investigativa-, ya tenía historia anterior en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), albacea de textos y archivos de Marx y Engels, y que supuestamente contaba entre sus militantes, con las autoridades marxistas de la época: Karl Kautsky y Eduard Bernstein, entre otros.

Para ser justos, se ha de recordar que a fines de los años 20, Riazanov ya empezaba a publicar en el contexto de la Rusia soviética, al “Marx joven”. No obstante, rápidamente –a partir de 1924 de manera creciente-, el “marxismo-leninismo” soviético se constituyó e impuso con rango oficial, y en su plenitud de los años 30, borró ese interés investigativo.

En este sentido, Wenceslao Roses, conocido traductor de El capital y que colaboró con los soviéticos en Moscú, en las “ediciones en lenguas españolas” durante los años 30, testimonió en una entrevista, su apreciación sobre el tratamiento editorial recibido por los textos juveniles de Marx y de Engels en la URSS de la época:

“...no fueron publicados, lo que le dará una idea de la manera rusa de proceder. Al hacer la edición grande, en cincuenta y tantos volúmenes, de la obra completa de Marx; los escritos del joven Marx, en donde todavía no es comunista, en que mantiene muchos resabios, pero muy importantes de idealismo (y que es un ejemplo de lucha por el marxismo, porque el marxismo no se cayó del cielo, fue fruto de la lucha ideológica). Pues bien, en esta edición, los escritos juveniles de Marx y de Engels que no son ortodoxos marxistas, ellos los colocan aparte y hacen una edición al margen de Obras especiales de Marx y Engels. Es decir, que ellos mismos se ponen a censurar el marxismo”[17] .

Tanto la actitud de las autoridades teóricas de SPD en su momento, como la actitud del marxismo soviético oficial después ante el “Marx joven”, revelaban una interpretación muy peculiar del marxismo. La versión soviética manualística, dirigida a la conformación de un sistema positivo de conceptos, no expresó interés por el proceso mismo de (re)contrucción histórica de la teoría marxiana y marxista. Así, quedaba fuera de consideración real el “joven Marx” y su progresión comunista.

En Cuba, bajo la influencia de esa específica interpretación del marxismo -introducida intensamente durante los años 60, triunfante y hegemónica rayando los 70 y hasta los finalísimos 80-, se leía un conjunto preestablecido de textos de Marx y de Engels, pero otros, que los especialistas tienen por esenciales –de juventud o no-, quedaron fuera de consideración, al menos, en los estudios institucionales de marxismo. Entre ellos, la mayor parte del conjunto de escritos en los que Marx y Engels se pronuncian explícitamente sobre el comunismo.

Además, a la herencia soviética negativa en materia de marxismo -que llega hasta hoy, aunque reciba otros nombres, o se le adjudiquen otros contenidos-, le era y le es inherente una interpretación que divide arbitrariamente lógica e historia. Escinde los conceptos y teorías, por una parte, y por la otra, la historia de esa construcción y reconstrucción lógica. Subestima y termina por desechar esa historia. Todo lo cual, además de ser una interpretación antimarxista del marxismo, invisibiliza la transición de Marx al comunismo, así como sus tesis mismas sobre el comunismo, pues esta versión de un Marx sin historia, se reduce a la exposición sistémica de un conjunto de conceptos en su expresión (supuestamente) acabada o madura. De manera que el “Marx joven”, no cuenta.

Siendo así, ese tipo específico de marxismo soviético, se ocupaba de constituir sistemas monolíticos, positivos, y descontextualizados de conceptos. La historia de las construcciones marxianas y del marxismo, sus motivaciones, condiciones de posibilidad, progresiones o transiciones conceptuales, saltos investigativos y temáticos en el tiempo, atención o abandono de los mismos, reconstrucciones y alternativas teóricas, contradicciones, etc., todo eso era, y es, desestimado en el marxismo vulgar, que por décadas llegó a nivel ciudadano en Cuba. Esto se refleja, aún hoy, en la enseñanza y la investigación, poco preocupadas por el estudio histórico e historiográfico de la obra de Marx y del marxismo, y por comprender el todo que constituyen íntegramente los conceptos y su historia, los conceptos y la historia, los conceptos en la historia, los conceptos como historia, los conceptos contados por la historia, los conceptos y su aporte a la historia. En ese marxismo vulgar, solo prevalecen los conceptos, como eidos platónicos, que sirven de instrumento de medida de un mundo empírico otro, considerado indigno de la vocación teórica. Digamos que es un soliloquio de conceptos, un juego de ajedrez, cuya única sustancia son los conceptos mismos. Esta cirugía intelectual, a la que ha sido sometida la obra marxiana, ha desdibujado y resignificado, sus concepciones, también sobre el comunismo.

Eso nos deja en desventaja para comprender, en particular, ciertas cuestiones relativas al tratamiento del comunismo en Marx. Al desentenderse de la relación unitaria marxismo e historia, en primer lugar, se pierde de vista el “problema fundamental” del marxismo –que no es el formulado por el mismísimo Engels, a propósito de la Filosofía, sobre la relación ser/pensar-, y la función “revolucionaria” o “práctico-crítica”[18] asignada por Marx al saber filosófico en las conocidas como Tesis sobre Feuerbach, y también en La ideología alemana:  transformar el mundo histórico, superar el capitalismo, liberar y desenajenar a los seres humanos, regresarle su esencia humana.  En segundo lugar, deja fuera de consideración la sustancia histórica (política) de los conceptos y las teorías marxianas y marxistas (reclamada por Marx ante el idealismo especulativo alemán, sobre todo del hegelianismo en descomposición o de los “industriales de la filosofía”), y su (re)construcción. Es decir, no sirve para explicar el propio marxismo, cuestión que resulta esencial para comprender los planteamientos discontinuos pero progresivos de Marx sobre el comunismo, que van exponiéndose y madurando en distintos contextos que hay que estudiar.

En tercer lugar, reduce el tratamiento del comunismo en Marx, a una sola dimensión temática: el comunismo como “formación económico-social” (FES). Esta es la interpretación, por ejemplo, del tipo de marxismo que se estudió en Cuba, y que permanece y se reproduce por inercia, desidia, desconocimiento, y miedo al marxismo revolucionario. La llamada FES comunista, era situada en esos textos, en un esquema tipológico progresivo y teleológico de sociedades: comunidad primitiva; FES feudal; FES esclavista; FES capitalista; y FES comunista.

Realmente, esa serie teleológica, es sumamente cuestionable desde la perspectiva de los Grundrisse, cuyos manuscritos fueron retenidos por décadas, primero por los albaceas de la socialdemocracia alemana y después por los soviéticos, pero que finalmente fueron dados a conocer de manera íntegra en 1939/41. Estos mencionan variadas series históricas y alternativas de sociedad, a partir sobre todo, de criterios como: “formas de propiedad”, “modos” o “formas de producción”, “épocas históricas”. Y el Prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política, refiere: “A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción”. Y ahí se detiene Marx. precisando que: “con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana”[19]. Además, el conocidísimo Prólogo, introducía el “modo de producción asiático” –muy trabajado en los Grundrisse-, que rompía con la teleología de los manuales soviéticos.

En Trabajo asalariado y capital (serie de artículos del año 1849, publicados en la Nueva Gaceta del Rin), Marx se expresaba en los términos siguientes: “la sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad”[20]. Ni una palabra de “formación económico-social” socialista o comunista, como coronación de la historia.

Tampoco se excede en El capital. En su examen crítico, señala las condiciones de posibilidad creadas por las propias contradicciones de la economía y sociedad burguesas, que conducen a la “hora postrera de la propiedad privada capitalista”, en la que “los expropiadores son expropiados”[21]. Y se refiere a la realidad histórica posterior, en términos de: “transformación de la propiedad privada capitalista...en propiedad social...”; constitución de la “base real de una formación social superior cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo”; “cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción”;  y de “elementos creadores de una nueva sociedad”[22]

El esquema lineal y teleológico de la historia, conformado por una serie única y rígida de sucesión histórica de sociedades –no alternativas, como ocurre en los Grundrisse-; en la que la FES comunista constituye solo un progreso respecto a lo anterior –y no discontinuidad, tesis que Marx formularía en términos de que “con la sociedad burguesa” “termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana”[23]-; y ese progreso es interpretado como simple transformación de estructuras y relaciones objetivas –sin considerar que siempre se ha tratado de transformaciones en los seres humanos y sus relaciones (no son relaciones entre cosas, sino entre personas, dijo Marx, una y mil veces)-; ese esquema, es una construcción posterior, formada a partir de ejercicios de exégesis, que absolutizaron y hasta intervinieron la letra de Marx. Este enfoque, por excelencia, se expresó en el marxismo de manual. Stalin, por ejemplo, en su  Materialismo dialéctico y materialismo histórico (1938), planteaba: “la historia reconoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo”[24]

Esa versión, había sido recepcionada en Cuba a través de la Internacional Comunista en la época del Partido Socialista Popular (PSP); traído más tarde con fines de difusión masiva en la década del 60; y definitivamente instalado a partir del 70. En el texto de Blas Roca (Secretario General del PSP) Los fundamentos del socialismo en Cuba, publicado por primera vez en 1943 y reeditado en 1960, puede leerse en su capítulo primero: “en Cuba se han sucedido cuatro tipos fundamentales de sociedad: comunismo primitivo, esclavitud, feudalismo, y capitalismo. No hay ningún régimen social eterno. El capitalismo será sustituido por el socialismo”[25]. Por cierto, para entender orgánicamente la trayectoria de los estudios de marxismo en Cuba y el fenómeno de su difusión masiva, así como sus consecuencias que nos alcanzan hoy, hay que leer la Revista Teórica del PSP Fundamentos.

Mientras se estuvo estudiando en Cuba por los Manuales soviéticos, hasta fines de los 80, toda mención al comunismo, quedaba planteada en esos términos, es decir, en relación con esa tipología social. Al igual que lo ocurrido con la concepción de “materialismo” en Marx, que siempre hay que especificar, pues en la historia del pensamiento siempre han existido materialismos; es insuficiente el empleo de la palabra “comunismo” a secas, para referirse a la teoría marxiana. El “materialismo” tanto como el “comunismo” de Marx, se insertan en todo un programa investigativo de intención política que les otorga una identidad y significado particular. El propio Marx se ocupó de establecer esa diferenciación en ambos casos. Él y Engels también, señalaron la discontinuidad entre sus nociones de socialismo y comunismo, con otras variantes históricas y al uso.  En este sentido, mantuvieron un discurso crítico no solo frente a los teóricos del capitalismo, sino también de los socialismos y comunismos de su época, a los que denominaron:  comunismo como “abstracción dogmática”[26] (1843); “socialismo y comunismo de masas, profano” versus “socialismo absoluto” (crítica que forma parte de su análisis sobre Bruno Bauer, y quedó editada en La Sagrada Familia)[27]; comunismo “tosco y vacuo” o simplemente “tosco” (1844); “comunismo inacabado” (1844)[28]; “socialismo verdadero” alemán (entre otros, criticados en el Manifiesto comunista,1848); “comunismo utópico”; “comunismo crítico utópico” (1848)[29]; “socialismo burgués”, “socialismo pequeño burgués”, y “socialismo doctrinario” o “utópico”, diferente del “socialismo revolucionario” o “comunismo”[30]; “socialismo vulgar”[31]; “socialismo ecléctico y mediocre” o “utópico”[32]; “socialistas burgueses”; “socialistas democráticos”; “socialistas reaccionaros”[33]; etc. Identificar la especificidad del comunismo de Marx, también sigue siendo tarea a realizar por los socialismos realmente existentes.

Existe un consenso acerca del conjunto de textos en que Marx aborda más explícitamente el tema del comunismo. Sin embargo, -y como ya hemos dicho-, aspirar a su comprensión cabal, implicaría situar esas obras y análisis marxianos, en el devenir de su trayectoria teórico-política. Además, supondría atender sus otros escritos que, aunque no trabajen el asunto de forma explícita, constituyen el proyecto de investigación y sentido de vida marxiano, dirigido a la transformación práctico-crítico-revolucionaria del mundo. Pero, una exposición como esta, obliga al reduccionismo. Hay que conformarse.

Entre esos textos esenciales se encuentran: Carta a Arnold Ruge fechada en la ciudad de Colonia en septiembre de 1843; Sobre la cuestión judía (publicada en 1844); Introducción a la Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (publicada en 1844); Manuscritos económicos y filosóficos de 1844; La sagrada familia (o Crítica de la crítica crítica, título que fue sustituido a pedido del editor, y obra escrita en conjunto con Engels, publicada en 1845); La Ideología alemana (escrita con Engels entre 1845-1846); Miseria de la Filosofía (1847); Manifiesto comunista (con Engels, publicada en 1848); Mensaje a la Liga de los comunistas (con Engels, 1850); Las luchas de clases en Francia (1850); El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1852); Prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la Economía Política; Las pretendidas escisiones en la Internacional. Circular reservada del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores (con Engels en 1872, y contra la penetración de las concepciones de Bakunin en la Internacional); Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán (crítica de 1975 a la introducción del lassalleanismo en el naciente Partido); Prólogo de 1882 (con Engels) al Manifiesto comunista.

Obsérvese que la inmensa mayoría, no ha sido objeto de consideración en los estudios (y me refiero a estudios) institucionales de marxismo en Cuba.

La teoría marxiana sobre el comunismo: proyecciones reflexivas sobre socialismo real:

El comunismo como superación positiva de la propiedad privada

en cuanto autoenajenación humana y, por tanto,

como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre; ...

 es el secreto descifrado de la historia y que se sabe como esta solución.

Todo el movimiento de la historia es, por tanto, como su acto real de procreación,

el acto de nacimiento de su existencia empírica

y es también para su conciencia pensante,

el movimiento comprendido y consciente de su devenir...[34]

Tanto en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 como en el Manifiesto comunista, se destaca la definición de comunismo como un “movimiento histórico”[35]. Desde una premisa evidentemente hegeliana, el comunismo es presentado como una trayectoria, un devenir de todo el proceso civilizatorio. Pues, “todo el movimiento de la historia”, es su propia “procreación” o “generación”, es la preparación y demiurgo del comunismo, el “acto de su nacimiento empírico”, dice. En ese sentido, ese recorrido histórico ya es, porque lo anticipa, lo potencia, lo condiciona, y genera, el comunismo. La historia toda es su despliegue, y es, propiamente, la historia del comunismo.

Formas históricas de propiedad, propiedad privada, división social del trabajo, modos de producción, clases, lucha de clases, Estados, plusvalía, capitalismo, enajenación, antagonismos, revoluciones, todas las relaciones sociales y sus representaciones mutiladas de expresión humana, todo eso es a la vez, “la forma necesaria y el principio energético” del comunismo[36]. Desde esa perspectiva, todo lo ocurrido en el proceso civilizatorio, así como todo lo que se haga, todo lo que podamos hacer, todo lo que hacemos, incluso lo que hemos dejado de hacer, forma parte de ese tránsito histórico, de ese “movimiento histórico” comunista, y es su condición necesaria. Pero, como “movimiento histórico” al fin, no ha sido y no es inerte, no ha sido y no es objetivo, es una realización humana, de naturaleza política, como lo han sido y son los propios seres humanos, siempre en batallas.

De manera que el comunismo, no llegará como un acto o un evento histórico, y no debemos empezar a contar a partir del día 1 de la revolución. Pues el comunismo comienza a buscar identidad en la escala infinita de luchas políticas que se pierden en el tiempo, que adoptan distintas formas, y que preceden a la revolución. Si fuera posible hablar de un rostro definitivo del comunismo, sería una identidad que no se adquiere en un acto finito, sino en la infinitud misma del despliegue o devenir histórico. El comunismo ya es, en la “energía” -siempre política- acumulada y vivida, potencial y virtual, que se ha generado a través de todo el proceso civilizatorio: “es la forma necesaria y el principio energético del futuro inmediato, aunque no es ..., la meta del desarrollo humano”[37]. Por tanto, no se define solo como fin o resultado, sino como medio para su propia constitución. No debe ser planteado como “meta”, sino como lucha siempre presente, en las circunstancias históricas que correspondan.

Por otra parte, no puede concebirse una “meta” a priori, de algo que será determinado por un proceso que se encuentra en marcha histórica, sobre la que se yerguen todo tipo de eventos desconocidos, siempre nuevos, imprevisibles (para Marx, describir ese futuro en sus determinaciones concretas, era inherente, a las concepciones utópicas).

Y aún, Marx avanza más en ese sentido: “...el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente”[38]

El resultado de ese dialéctico proceso histórico, entonces, no será ni único, ni previsible en sus formas concretas. Probablemente existan múltiples posibilidades de concreción de ese comunismo que, además, resultan imposibles de imaginar –tanto en época de Marx como hoy-, a no ser en su expresión general de recuperación de la humanidad de los seres humanos y de la identidad entre su existencia y su esencia.

El comunismo es el “secreto descifrado de la historia”, pues “todo el movimiento de la historia es, por tanto, como su acto real de procreación”[39]. Es un mismo ejercicio intelectual, el que identifica el sentido comunista de la historia, y el que expone –develando su secreto- lógica y orgánicamente los fundamentos políticos y económicos de la sociedad en su devenir. El comunismo solo puede ser explicado a través de conceptos esenciales y radicales como formas de propiedad; modos de producción; propiedad privada; clases sociales; lucha de clases; plusvalía; revolución; etc. Y viceversa, estos conceptos, que son esenciales en la comprensión marxiana de la historia, conducen a la tesis de la necesidad histórica de la superación del capitalismo por vía revolucionaria, y de la sociedad comunista. De manera que existe una relación mutua de condicionalidad, pues todos esos conceptos, se encuentran en una misma dimensión explicativa de totalidad, y conforman la teoría marxiana de la historia.

El comunismo “se sabe como esta solución” de la historia[40], declara Marx, destacando –al igual que Hegel-, la forma autoconsciente de la realización histórica. Pero lo que en Hegel es una entidad sublimada, la Idea Absoluta; en Marx es la conciencia política de una clase social, el proletariado, que se va constituyendo en sujeto histórico –no lo es de por sí, no lo es ontológicamente, no lo es por su situación en la estructura económica y política de la sociedad (como lo concibe Lenin, por ejemplo)-, y va tomando consciencia de su misión, que es darle curso a la historia.

En ese sentido, el comunismo como “movimiento histórico” es una totalidad, que incluye las condiciones de posibilidad para que pueda realizarse. Entre esas condiciones se encuentra la producción misma de la clase proletaria –de los sujetos políticos revolucionarios, diríamos hoy-, y de su conciencia política. Esto significa –entre otras cosas-, que la conciencia política no se constituye mecánicamente como reflejo de los antagonismos estructurales del capitalismo. Tampoco se conforma de manera ilustrada, como consecuencia de su exposición a un discurso teórico revolucionario. De hecho, la teoría revolucionaria, tanto como la constitución en clase para sí y la conciencia política, se producen y desarrollan históricamente, en conjunto con la totalidad de la realidad política que la genera.

De manera que la conciencia política necesaria para la conversión en sujeto revolucionario, no puede ser “introducida” “desde fuera” como dirían Kautsky y Lenin, no puede ser “introducida” por medio de cursos institucionales de marxismo o de formación política, por ejemplo. La teoría, la conciencia política, y la conversión en sujeto revolucionario, se produce en la misma medida y proporción, en que se produce la lucha política. La conciencia política se constituye, entonces, produciendo política, siendo seres políticos, sujetos de la política, y no objetos de ella. Recuérdense las palabras de Marx en la Introducción a la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (escrita en 1843 y publicada en 1844 en los Anales Franco-alemanes): “la teoría se convierte en poder material, tan pronto como se apodera de las masas”[41]. La teoría tiene que transformarse en un “poder material”, no basta con que sea leída y aprendida. No basta con ser formulada y estudiada en su dimensión ilustrada.

Los comunistas, se distinguen de otros Partido obreros, porque “representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto”[42], expresión clásica del Manifiesto comunista. Esto significa, que la lucha política no se reduce a la vida inmediata, tiene una proyección histórica de totalidad, de sentido del “movimiento histórico”. Y sus “tesis teóricas”, complementaban entonces Marx y Engels, son la “expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases..., de un movimiento histórico”[43]. De manera que la auténtica política comunista, no es gremial ni circunstancial, es esencialmente estratégica, manifiesta la coincidencia entre los intereses concretos de clase del proletariado y la emancipación humana en general. La conciencia de esa trayectoria histórica, es lo que “distingue” a los comunistas, de otros Partidos políticos obreros.

Todo esto ha sido entendido con frecuencia, como resabio hegeliano, y ha sido la causa de que ciertas ortodoxias marxistas no prestaran demasiada atención a los escritos tempranos de Marx, o a que pasaran por alto las aún insondables tesis del comunismo como “movimiento histórico” o como “expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases..., de un movimiento histórico”. La preferencia del “marxismo-leninismo” se dirigía, por ejemplo, hacia la ilegítima definición de comunismo como “formación económico-social”, situada en una escala teleológica de sociedades, y que tenía una fase inicial denominada “socialismo”.

“El comunismo como superación positiva de la propiedad privada

 en cuanto autoenajenación humana y, por tanto,

como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre;

por consiguiente, como total retorno del hombre a sí mismo, como hombre social,

es decir, humano, retorno total, consciente

y llevado a cabo dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior.

Este comunismo es, como naturalismo consumado= humanismo, y como humanismo consumado= naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y con el hombre, la verdadera solución del conflicto entre existencia y esencia, entre objetivación y propia manifestación,

entre libertad y necesidad, entre individuo y género...”[44]

 

Definido así en los Manuscritos del 44, el comunismo es desenajenación, y por tanto, autonomía, libertad, humanismo pleno. Las personas dejan de encontrar oposición y resistencia en sus propios productos sociales: instituciones (el Estado y el Derecho, por ejemplo), estructuras (también económicas), y conciencia (moral, política, etc.). Todas esas relaciones dejan de ser poderes externos, ajenos, y opuestos, que someten a los individuos, para convertirse y ser reconocidos, como productos humanos, o más bien, como modos de ser humanos. La exteriorización y objetivación, eternamente necesarias, se transforman en realización de sí. La existencia humana sería orgánicamente coherente con su esencia.

Si bien suele ser estudiado el fenómeno de la enajenación/desenajenación en algunos cursos de marxismo –probablemente no en la mayoría, pues hay que pasar tanto por los Manuscritos del 44 como por La ideología alemana, y no tengo noticias de que estos textos se estudien-, con seguridad, no se asocia a la concepción de comunismo, formulada por Marx en términos explícitos en esas obras: “...lo que crea el comunismo, es... la base real para hacer imposible cuanto existe independientemente de los individuos, en cuanto este algo existente no es, sin embargo, otra cosa que un producto de la relación anterior de los individuos mismos”. Y otro pasaje: “la dependencia total, forma natural de la cooperación histórico-universal de los individuos, se convierte, gracias a la revolución comunista, en el control y la dominación consciente sobre estos poderes que, nacidos de la acción de unos hombres sobre otros, hasta ahora han venido imponiéndose a ellos, aterrándolos y dominándolos, como potencias absolutamente extrañas”[45].

Esta dimensión del concepto de comunismo no se estudia. Su desconocimiento, ha tenido y tiene consecuencias prácticas para los socialismos realmente existentes. No basta con socializar los medios fundamentales de producción, hay que hacer más humana la vida de las personas. Y se puede.

Sin embargo, el socialismo, en su apariencia antinatural dentro de la lógica “natural” del capitalismo mundial, se ha defendido multiplicando los poderes objetivados: burocracia, centralismo y centralización, instituciones, organizaciones, jerarquías, que se convierten en poderes objetivados que terminan por redoblar el sometimiento de los individuos y reducir su autonomía. Aún siendo archipiélago socialista, en medio de un océano hegemónico capitalista, los socialismos no pueden perder su perspectiva histórica, ni sus aspiraciones radicales. Hay que trabajar para producir individuos autónomos en decisiones, acciones, palabra, y pensamiento; y a la vez, estimular y promover sueños colectivos con los que nos formamos generaciones anteriores. Recordemos cuántas veces Marx identificó al comunismo como “asociación” y “cooperación” de “individuos libres”, en La ideología alemana; en Miseria de la filosofía; en El capital de distintas maneras:  “hombres libremente asociados” que “hayan sometido a su control planificado y consciente” el “proceso social de vida” o “proceso material de producción”[46]

Si el comunismo es desenajenación, se trata entonces de un proceso que transcurre en los seres humanos, más que en las cosas, más que en las estructuras sociales, más que en su funcionalidad. Esto significa que los decretos sobre la estructura económica, política, educativa, cultural, etc., e incluso sus respectivas transformaciones de la realidad externa, objetiva, y objetivada –que constituyen procesos indudablemente necesarios-, no son, por sí mismos, procesos comunistas. No se trata precisamente de transformar el mundo o un mundo en sí. Transformar el mundo supone que ya somos capaces de hacerlo, y la conciencia de que estamos impregnados en él. Esa voluntad y conciencia, se expresan solo cuando ya empezamos a ser otros. Y es un buen indicador, pues, ya sabemos por Marx, que “la humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede resolver...”[47]

La medida del comunismo es la transformación y recuperación humana de las personas. Somos la sede y esencia del comunismo. No por casualidad se dice en La sagrada familia: “si el hombre es formado por las circunstancias, será necesario formar las circunstancias humanamente”[48]. O, al estilo de La ideología alemana: “las circunstancias hacen al hombre, en la misma medida en que este hace a las circunstancias”[49]. Es decir, el tema central del pasaje son los seres humanos. En todo caso, en el texto conocido como Tesis sobre Feuerbach, Marx precisaría -con el enfoque de totalidad filosófica que le era inherente por su herencia hegeliana-, que existe una “coincidencia” entre la “modificación de las circunstancias” y la “actividad humana”, no son cuestiones distintas, ni conforman una dualidad ontológica como ha pretendido el marxismo al que hemos estado expuestos masivamente los cubanos. Y continua Marx: esa “coincidencia” solo “puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”[50].

Los socialismos realmente existentes, asumiendo erróneamente una interpretación que disocia estructuras sociales y seres humanos, y creyendo que las personas son el simple reflejo de esas estructuras, prestaron más atención a la transformación legal o por decreto de ellas. Sin embargo, el mundo interpretado por Marx, era más bien un cosmos griego en el que cabían los astros, los dioses, los seres humanos, y hasta el propio filósofo que se pronuncia. El mundo de Marx, es el de la sociedad y su historia toda, es un mundo unitario y complejo en sus antagonismos e interdependencias, donde caben los antagonismos, pero no las dualidades. Para Marx, se trata siempre del mundo humano. Y, si hiciera falta más, en su crítica a Proudhon de 1847, expresaba: “el señor Proudhon ignora que toda la historia no es otra cosa, que una transformación continua de la naturaleza humana”[51].

“...todas las anteriores revoluciones dejaban intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de ésta,

 una nueva distribución del trabajo entre otras personas,

al paso que la revolución comunista

va dirigida contra el carácter anterior de actividad”[52]

 

La definición de los Manuscritos del 44 relativa a que “el comunismo es...el momento real, necesario de la emancipación y la recuperación humanas”[53], encuentra continuidad en La ideología alemana, de diversas maneras. Destacaré una que resulta de máximo interés para los socialismos realmente existentes. Dice Marx, que la “revolución comunista” va dirigida a un cambio radical en el “modo de actividad” o su “carácter” histórico “anterior”; y no precisamente, al cambio en el modo de “distribución del trabajo”. Ni siquiera guarda relación directa con  cambios relativos en las formas de propiedad, pues: “abolición de la propiedad privada y comunismo no son,..., en modo alguno, términos idénticos”, precisaba el Marx joven en su Carta a Ruge de septiembre de 1843[54].

Una vez más, el comunismo es una transformación en las personas. No basta con distribuciones y redistribuciones sociales más justas, y menos aún con asistencialismo. Eso es necesario, es justicia, y es reivindicación, pero por sí mismo, no define al comunismo. En lo que hay que emplearse, es en la plena recuperación de la esencia humana, a través de un cambio radical en el “carácter” de la “actividad”.

Los socialismos aún deben aprender que las “relaciones de producción”, son relaciones de “trato” establecidas entre personas y clases. Y que esas “relaciones de trato que hasta ahora han existido”, son las que el comunismo “echa por tierra”[55]. Por tanto, es insuficiente cambiar estructuras, hay que cambiar radicalmente las “relaciones de trato” y el modo mismo de “actividad”, pues esto es lo que define lo que los seres humanos somos.

Por otra parte, la interpretación que establece una escisión entre la “distribución” y el “modo de producción”, es característica de lo que Marx denomina “socialismo vulgar”, y que fue heredada de los “economistas burgueses”, según precisa. Agrega que esa apreciación, traía como consecuencia una concepción reduccionista del “socialismo”, que “gira principalmente en torno a la distribución”[56].

El concepto marxiano de “modo de producción”, no describe precisamente a una estructura económica. En La ideología alemana, el “modo de producción” es definido literalmente como la “reproducción de la existencia física” de los hombres y el “modo de actividad” de esos hombres, el “modo de manifestar su vida”. El “modo de producción” es el “modo de vida”, es el modo de ser, es lo que los seres humanos son en un contexto determinado. “Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, ...con su producción, tanto con lo que producen, como con el modo de cómo lo producen”[57]. En este sentido puede decirse que el “modo de producción” es, en propiedad, un modo de autoproducción humana.

Si, como parece decir Marx, el modo en que los individuos producen, es el modo en que los individuos son, entonces, el “modo de producción” se revela como un concepto marxiano de máxima generalidad. De ninguna manera, es un concepto meramente económico o precisamente económico, y no se reduce a las formas de propiedad, ni de distribución. El “modo de producción” es, un indicador histórico del proceso de humanización y desenajenación. Pensar que nuevas formas de propiedad o de “distribución” acercan a la humanidad a un nuevo modo de ser, es propio del “socialismo vulgar” y de los “economistas burgueses”, según palabras de Marx. Desde esta perspectiva, la transformación comunista consiste una transformación radical del modo de ser humano.

“Una revolución radical sólo puede ser

la revolución de necesidades radicales”[58]

 

Afirmación del Marx joven -a propósito de una comparación entre las posibilidades revolucionarias de Francia y Alemania- en su Introducción a la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. He aquí, otro pasaje imprescindible para la comprensión teórica del comunismo marxiano, y totalmente desechada por el marxismo vulgar.

¿Qué puede ser una “revolución de necesidades radicales”?; ¿cuáles son las “necesidades radicales”?; ¿quiénes pueden llegar a tener “necesidades radicales”? Hipótesis:1) Las “necesidades radicales”, solo pueden estar referidas a la transformación radical, esencial, de los seres humanos, a la recuperación de su humanidad. No existe aspiración más sintética ni general. 2) Por esa misma razón, y paradójicamente, esas “necesidades radicales” relativas a nosotros mismos, resultan ser aquellas inconcebibles e inimaginables, porque son “radicales”. Probablemente no podamos identificarlas, pues no pueden ser anticipadas por nosotros, seres históricamente mutilados o enajenados. Se nos presentarán y las reclamaremos, cuando estemos en condiciones de hacerlo. 3) No son, entonces, necesidades que puedan ser satisfechas en procesos de distribución o redistribución de la riqueza social. Tampoco serían necesidades relativas a la alimentación, la vivienda, incluso a la educación y la cultura institucionales. Serían necesidades que se producen y satisfacen solamente, por medio de un cambio cultural en toda su plenitud, al estilo que solo Gramsci -en la tradición marxista- interpretaría con sistematicidad posteriormente.

“Revolución total”, reiteraba Marx en Miseria de la filosofía, 1847[59]. Pero, ¿qué es ser “radical” para Marx? Desde 1843-1844, en su Introducción a la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, lo había definido: “ser radical es tomar la cosa de raíz. Y para el hombre la raíz es el mismo hombre”[60].

Esto significa que una revolución de perspectiva comunista, no puede reducirse a cambiar el “modo de distribución”; la “distribución”; las proporciones y calidad de esa “distribución” de capital económico y capital simbólico (que, por cierto, siguen existiendo en el socialismo, de maneras otras, y de modos otros). Significa que la revolución y sociedad comunistas no pueden ser, no son, no serían, la restitución de lo negado por la historia o el capitalismo. No se trata de hacer justicia respecto a deudas históricas y sociales. Eso pertenece al mundo de las reivindicaciones, y de lo que nosotros, seres mutilados en nuestra propia humanidad, somos capaces reduccionistamente de concebir como justicia, igualdad o equidad (aquí no importa la precisión). Los seres humanos han de transformarse para que aspiren a lo imposible.

En los Manuscritos del 44, Marx denominaba a ese comunismo reducido a reivindicaciones, como “comunismo tosco”. Y lo caracterizaba por la “envidia y el igualitarismo”:

“El comunista tosco no hace más que perfeccionar esta envidia y esta tendencia niveladora a base de un mínimo imaginario. Este comunista tiene una determinada medida limitada. Hasta qué punto esta superación de la propiedad privada no es una apropiación real, lo demuestra precisamente la negación abstracta del mundo entero de la cultura y de la civilización, el retorno a la antinatural frugalidad del hombre pobre, tosco y carente de necesidades, que, lejos de haberse remontado sobre la propiedad privada, no ha llegado siquiera a ella. La comunidad es solamente una comunidad de trabajo y la igualdad del salario”. Y complementa: “La primera superación positiva de la propiedad privada, el comunismo tosco, sólo es, por tanto, una forma de manifestarse la vileza de la propiedad privada, que pretende implantarse como la comunidad positiva”[61].

Aún queda a los socialismos realmente existentes, mucho estudio y práctica inédita de tareas. No puede tomarse el “comunismo tosco” rechazado por Marx, como el comunismo. Pues, como le dijo a Proudhon: “lo “interesante” en una función no es excluir al otro, sino el ejercer y realizar nuestras propias fuerzas esenciales”[62]

“la condición de la emancipación de la clase obrera,

es la abolición de todas las clases...”[63]

 

Si ciertamente, el comunismo es en la concepción marxiana, una recuperación de la esencia humana, entonces la pregunta por una especie de “primer motor” que desencadene ese proceso, parece ser redundante. Los seres humanos somos sujetos y objetos de esa transformación. De manera que el comunismo es, en propiedad, un proceso de autoemancipación: “puede y debe el proletariado liberarse a sí mismo”, se dice muy tempranamente en La sagrada familia, precisando el fundamento político y económico característico del marxismo. Pues: “se trata de lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer, con arreglo a ese ser suyo”[64]. El proletariado, identificado como clase que se autoemancipa, y que al hacerlo, libera a la sociedad toda, es una tesis completamente nítida desde la época de los Anales Franco-alemanes, presente en la Introducción a la Contribución a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel: 

“¿Dónde reside pues la posibilidad positiva de la emancipación alemana? Respuesta: en la constitución de una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, de un estamento que es la disolución de todos los estamentos, de un sector al que su sufrimiento universal le confiere carácter universal; que no reclama un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece, sino la injusticia a secas; que ya no puede invocar ningún título histórico sin su título humano; que, en vez de oponerse parcialmente a las consecuencias, se halla en completa oposición con todos los presupuestos del Estado alemán. Es un ámbito, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todos los otros ámbitos de la sociedad emancipando así a todos ellos. En una palabra, es la pérdida total del hombre y por tanto sólo recuperándolo totalmente puede ganarse a sí misma. Esta disolución de la sociedad, en la forma de un estamento especial, es el proletariado”[65].

Ese planteamiento es sostenido explícitamente en 1847, a partir ya, de una fundamentación  materialista de la historia más elaborada: “la condición de la emancipación de la clase obrera, es la abolición de todas las clases...”[66]

Las razones de Marx y Engels, quedarían sintetizadas en la conocida frase del Manifiesto Comunista: “de todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria”[67]. Esta tesis, unida a la convicción temprana de que es esa clase el sujeto de la autoemancipación humana, encontrarían argumentación, en obras posteriores, especialmente en Miseria de la Filosofía y El capital. Sin embargo, ya en La sagrada familia, se anticipaba la explicación central: la situación del proletariado en la “organización de la sociedad burguesa” y el “trabajo”, era la “escuela”, “dura, pero forjadora”, que lo preparaba para su desempeño histórico[68].

Pero la especificidad del proletariado, no radicaba solo en el lugar ocupado en la estructura capitalista. Su radicalización como sujeto de la revolución, únicamente se realizaría a través de la lucha política. Esta había transitado por distintos grados de madurez descritos por Marx y Engels en el segmento “Burgueses y proletarios” del Manifiesto comunista[69]. En su texto de crítica a Proudhon afirmaba Marx: “la dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí. En la lucha..., esta masa se une, se constituye en clase para sí. Los intereses que defienden se convierten en intereses de clase...”[70]. Y mucho más tarde, en El capital, se reiteraba que era el propio  capitalismo el que generaba las condiciones para esa transformación: “...se acrecienta la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción”[71]. Los antagonismos del capitalismo producían las condiciones de posibilidad, el escenario, la organización, la disciplina, la convicción, los objetivos de la lucha política, la “lucha política” y la “rebeldía” mismas, y las condiciones de posibilidad para la transformación del proletariado en “clase para sí”. En este sentido, las páginas de Miseria de la filosofía y El capital, resignifican y fundamentan, aquellas afirmaciones del Manifiesto comunista: “la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios”; y lapidariamente, “la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros”[72]

Estos planteamientos dejaron interesantes sugerencias acerca de la constitución de los sujetos políticos revolucionarios, que debieron ser atendidos por los socialismos realmente existentes, y deben serlo hoy y de inmediato. Primero, que estos sujetos no son revolucionarios, no definen su condición, por su lugar ontológico en una escala social, estructura económica, o estructura política. En el socialismo, los trabajadores no son revolucionarios por nacimiento, no lo son los campesinos, no lo son los estudiantes, no lo son los jóvenes. Es necesaria la formación política. Segundo, que esa formación política no se obtiene ilustrándonos en una escuela (tesis explícita de Rosa Luxemburgo), sino en la vida política misma, haciendo política: “sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución”[73]. Para lo cual, la vida política, también socialista y sobre todo socialista, tiene que ser activa, y de expresión autónoma y espontanea para todos los ciudadanos, especialmente al “nivel” llamado de “base”. “Nivel” y “base”, palabras y realidades que no debían existir en el socialismo, porque antagonizan con su voluntad revolucionaria enfrentada a toda relación de poder, de jerarquía, y sometimiento. Una espontaneidad y autonomía a lo Rosa Luxemburgo que, por cierto, no era “espontaneista”, como dijeron Stalin; Lukacs; la Internacional Comunista; etc. Tercero, ser sujeto político y revolucionario, o simplemente ser sujeto –filosóficamente hablando-, es ser libre y autónomo por definición. Permanecer sometido a la autoridad de otro, es ser objeto de la política. Y las revoluciones requieren sujetos. Por tanto, y este es el cuarto punto, la función política del sujeto revolucionario, resulta irremplazable, pues se trata de un necesario proceso de autoconstitución que necesita fraguar en la experiencia política propia, y no ajena. Nadie ni nada -ninguna institución, organización, personas, o grupos- puede estar en su lugar, intentando construir política burocrática y gremialmente. Quinto, lo que nos convierte en sujetos, propiamente, es la actitud y aptitud de autoemancipación, por tanto, esta función, tampoco puede ser delegada.

La prioridad otorgada por Marx a la práctica y la experiencia política propia, como autoconstitución política y autoemancipación, era posible por medio de una auténtica revolución que, precisamente, dentro de su energía humana esencial y radical, fuera capaz de transformarnos a nosotros mismos.

“...tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases[74]

Tal y como decía Marx frente a Proudhon: “los pueblos no proceden en virtud de decretos reales. Antes de recurrir a tales ordenanzas, los pueblos tienen que haber cambiado al menos de arriba abajo sus condiciones de existencia industrial y política, y por consiguiente toda su manera de ser”, de hecho, “toda la historia no es otra cosa, que una transformación continua de la naturaleza humana”[75]. La emancipación de sentido comunista es autoemancipación, porque ser emancipados, no nos cambia, ni nos libera. Lo que define nuestra transformación como seres humanos, es ser capaz de transformarnos nosotros mismos, es ser sujetos autónomos. Y esto, no se logra por ordenanzas ni decretos, tampoco en el socialismo.

Esas y otras derivaciones teóricas y de orden práctico, aguardan aún por su comprensión e implementación plena, en lo que ha sido y son, los socialismos realmente existentes. Estos, han debido y deben, generar las condiciones de posibilidad, para dar curso y adelantar ese despliegue de la historia. De ninguna manera, los socialismos pueden crearse obstáculos para lo que constituyen, sus propios objetivos declarados.

Por otra parte, la interpretación de las concepciones de Marx sobre el comunismo, resultan muy ajenas a la versión vulgar y abundante, de que constituye una “formación económico-social”, y resulta muchísimo más, que la parcial interpretación –tomada y entendida, además, aisladamente- expuesta en las Glosas marginales al programa del Partido alemán (1875), referida a las dos fases de la sociedad comunista[76]. En el socialismo, queda tanto por estudiar, como lo que queda por rectificar radicalmente. No para ilustrarnos, menos para repetir, y menos aún para “convertirnos” en marxistas, sino para comprender y hacer.

 “...los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proletaria..., estos teóricos son solo utopistas...

mientras se limitan a buscar la ciencia y a construir sistemas,

mientras se encuentran en los umbrales de la lucha,

no ven en la miseria más que la miseria, sin advertir su aspecto revolucionario, destructor, que terminará por derrocar a la vieja sociedad.

Una vez advertido este aspecto, la ciencia, producto del movimiento histórico, en el que participa ya con pleno conocimiento de causa,

deja de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria”[77]

 

Forzando un poco estas palabras de Marx escritas en 1847, extrapolándolas en el tiempo y los contextos, podemos verificar aún, dolorosamente, que la teoría comunista puede ser “doctrinaria”. Como teoría en sí, viviendo unilateral y estrictamente en el mundo intelectual solo puede ser “doctrinaria”. De eso, damos fe los que hemos vivido el socialismo real, expuestos a cursos institucionales de marxismo, que legitiman a ultranza los hechos –en vez de producirlos-, y realizando exégesis como la presente, que llenan nuestros currículos académicos, y nos apartan del discurso crítico, y de la producción de la política real, que corresponde a los verdaderos intelectuales orgánicos.

El marxismo suele ser en nuestro entorno, justamente aquello que Marx criticó: la construcción -y reproducción memorística- de sistemas apriorísticos. A diferencia de los sistemas utópicos, tratados con benevolencia por Marx, nuestros sistemas conceptuales suelen ser generados y reproducidos al margen de la política real, si cabe la expresión. Marx decía de los utopistas que “construían sus sistemas, mientras se encuentran en los umbrales de la lucha”. Nosotros “construimos nuestro sistema” de “marxismo”, no precisamente en los “umbrales”, sino al margen de la política real. En general, así se mueve la enseñanza y la academia. Estas cuestiones deben ser consideradas radicalmente, si deseamos y necesitamos que la teoría se convierta “en poder material”, para lo cual se requiere que se “apodere de las masas”[78]

Por otra parte, y esto es esencial, Marx refiere que el comunismo se vuelve “ciencia, producto del movimiento histórico, en el que participa ya con pleno conocimiento de causa”. Bajo esa condición, es que “deja de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria”. Es decir, su aparición, sus argumentos, certeza, pero sobre todo su legitimidad y efectividad, solo pueden provenir del conjunto histórico y de relaciones sociales que produce y necesita a la teoría.

En ese sentido, el modo en que vive la teoría comunista, no es precisamente el reflejo de su contexto, ni una parte de ese contexto, es, más bien, un microcosmos de ese contexto, una expresión más –entre otras: la economía, la moral, etc.- de la situación concreta de la sociedad que la está produciendo. Esta interpretación propuesta por Marx, tuvo un desarrollo teórico en el texto de Rosa Luxemburgo de 1903, Estancamiento y progreso del marxismo; y más tarde, en 1923, Karl Korsch lo retomaría en su Marxismo y filosofía.

Dese esa perspectiva, la situación en que se encuentra el marxismo en Cuba, no debe interpretarse reduccionistamente como efecto de su deficiente instrumentalización escolar -o más bien, de los   contenidos que llevan esa denominación-; o como efecto de la separación entre teoría y realidad; o como efecto de la falta de estudio e investigación de quienes diseñamos; o como efecto del desinterés social y la “apolitización” ciudadana;  o como efecto de los dictámenes de una vida empírica que no deja estudiar, pensar, interesarse por la teoría, o tiempo para interesarse por la crítica de fundamento teórico; tampoco es el efecto del nihilismo, la saturación, y hasta la burla  provocados por décadas de invocar e imponer en vano la palabra marxismo; tampoco es solo el efecto de la migración de talentos hacia otras áreas de las Ciencias Sociales. La situación en que se encuentra el marxismo en Cuba, no es solo o precisamente el efecto de estos y otros factores. Es, más bien, siendo consecuente con el planteamiento marxiano, “el producto del movimiento histórico, en el que participa”. Siguiendo también a Luxemburgo y Korsch, es expresión de la totalidad social en que nos encontramos.

El marxismo no ha de ser la descripción explicativa y mucho menos legitimadora de la sociedad, ni la descripción escatológica y feliz de lo que nos espera, y cuya función sería mantener la fe en lo que hay. El marxismo debe ser la conceptualización crítica de lo que hacemos como sociedad, y su proyección estratégica desde el presente. Pero para eso, tiene que ser efectivamente orgánico, es decir, tiene que formar parte del hacer y producir la sociedad cubana. Eso es lo que le otorgaría legitimidad ciudadana, de lo contrario –y es la situación en que nos encontramos-, viviría en la academia –como interés puramente intelectual de algunísimos locos-, aceptando su función en una extraña e inconcebible división del trabajo socialista, en que se vuelve pura palabra, adorno del discurso, y llena currículos. 

Muy joven, sentenciaba Marx que: “el deber de la filosofía al servicio de la historia... es el  de desenmascarar la enajenación del hombre en su forma profana”, es emprender la “crítica de la tierra”, la “crítica del Derecho”; y la “crítica de la política”[79]. Y esto, lo sabemos los cubanos, tiene valor para el socialismo.  Criticar y exponer todas aquellas formas enajenadas de la vida social, todas las formas en que los seres humanos dejamos de serlo, para convertirnos en objeto de poderes que nos someten. Todo lo que nos resta autonomía, todo lo que signifique un obstáculo en el tránsito difícil hacia el ejercicio de la política como sujetos, debe ser interés de la crítica filosófica, y constituye la auténtica actitud de intelectuales marxistas orgánicos. El marxismo, como teoría comunista, no ha de ser legitimación de lo que hay. Debe producir política real, prospectiva y estratégica, a través de la crítica de lo existente, especialmente en el socialismo. Al respecto, se decía en las páginas de La ideología alemana: lo que “importa al verdadero comunista” no es “crear conciencia exacta acerca de un hecho existente”, sino “derrocar lo que existe”[80]. Y más tarde, en el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, dirían Marx y Engels “no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva”[81]. Esto, tiene que valer también para el socialismo, a no ser que creamos que en una revolución, todo lo que se hace constituyen “inapreciables perlas de sabiduría”, expresión irónica de Rosa Luxemburgo a propósito de las primeras medidas bolcheviques[82].  A los socialismos realmente existentes, les ha faltado su propia conciencia crítica que, por cierto, no encuentra su preciado potencial solo en el marxismo. Pero, en todo caso, debemos apropiarnos con humildad de la expresión luxemburguista de entonces: “lo que podrá sacar a luz los tesoros de las experiencias y las enseñanzas no será la apología acrítica sino la crítica penetrante y reflexiva”[83].

Para que el marxismo desempeñe esa función, siempre difícil y problemática, no basta con la actitud y la aptitud. Esto solo se logrará si la contribución del marxismo es exigida orgánicamente por el “movimiento histórico” de la sociedad socialista de la que “participa”, y de la cual es un “producto”.

“...Al hacerse finalmente real representante de toda la sociedad,

el Estado se hace él mismo superfluo...El primer acto en el cual el Estado aparece realmente como representante de la sociedad entera

—la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad— es al mismo tiempo su último acto independiente como Estado.

La intervención de un poder estatal en las relaciones sociales

va haciéndose progresivamente superflua en un terreno tras otro,

y acaba por inhibirse por sí misma.

En lugar del gobierno sobre personas aparece la administración de cosas

y la dirección de procesos de producción.

El Estado no "se suprime", sino que se extingue[84]

 

El socialismo o el comunismo, previsto en cadena por Marx y Engels como teoría de la revolución permanente, primero a partir de países “civilizados”, y más tarde, de la anacrónica comuna rusa, pero siempre estableciéndose como sistema de países –que formarían una sola nación-, esa internacionalización de la revolución, no ocurrió.

Por tanto, los socialismos reales, no han podido diseñar a mano alzada, y menos aún realizar, el comunismo deseado. Se encuentran situados en un mundo de potencias hegemónicas, de capital y mercado, de una industria cultural burguesa que se presenta apolítica y que conquista y forma la sensoriedad, que produce y valora lo objetual, el pragmatismo, que naturaliza la selección natural bajo el disfraz y el invento del talento y el éxito, que agrede y aplasta.

Los socialismos se han insertado en un mundo histórico previo, en un contexto que le antagoniza, y han tenido que atemperar su proyecto escrito en papel. Entre otras consecuencias, eso ha generado la reproducción de una Estado tradicional –pues se necesita de esa institución como instrumento de representación nacional en la comunidad internacional-, y también porque la optimización de esfuerzos y recursos, en medio de la escasez, la adversidad, la defensa y la seguridad, han implicado la constitución de una institucionalidad tradicional fortificada que, progresiva y rápidamente, deriva en burocratización, jerarquías, dominación, formación de intereses corporativos y personales, y corrupción. Precisamente, cuando Marx hablaba de “un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”[85], indicaba que la soberanía radicaba en la clase en pleno, y no en jerarquías institucionales.

Justamente, esa fortificación de la institucionalidad tradicional y sus consecuencias, es lo opuesto al destino previsto por Marx para el Estado. En su crítica al programa de Gotha, afirmaba que “la misión del obrero, que se ha librado de la estrecha mentalidad del humilde súbdito, no es, en modo alguno, hacer «libre» al Estado... La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella...”[86]. Y antes, en El 18 brumario de Luis Bonaparte, ya preveía el destino histórico del Estado: “todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla”[87]. A los socialismos realmente existentes, les ha faltado la voluntad para “subordinar” al Estado y despojarlo de su proyección enajenante. En vez de tener como propósito, al menos mitigar los efectos de su existencia, o crear condiciones para su “destrucción”, los Estados socialistas, fortificándose, se han generado obstáculos adicionales y antagónicos, respecto a su propio objetivo estratégico: extinguirse.

“Tenemos el firme convencimiento de que no es en el intento práctico, sino en el desarrollo teórico de las ideas comunistas donde está el verdadero peligro, pues a los intentos prácticos, aunque sean intentos en masa, cuando se reputen peligrosos, se puede contestar con los cañones, pero las ideas que se adueñan de nuestra mente, que conquistan nuestra convicción y en las que el intelecto forja nuestra conciencia son cadenas a las que no es posible sustraerse sin desgarrar nuestro corazón; son demonios de los que el hombre sólo puede triunfar entregándose a ellos”[88].

Bibliografía

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[1] Marx, Karl. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción. Páginas malditas. Sobre la cuestión judía y otros textos, Libros de Anarres, Buenos Aires, s/a, p. 50.

[2] Masaryk, Tomáš G. La crisis científica y filosófica del marxismo contemporáneo. Políticas de la memoria, No. 14, 2013-2014, p. 51

[3] Lenin, Vladimir. Las tareas del proletariado en la presente revolución, Las Tesis de Abril, Fundación Federico Engels, Madrid, 2004, págs.18; 24; 31.

[4] Idem., 41-79. Ver: Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del Partido y Borrador del proyecto de programa, VII Congreso extraordinario del PC (B) de toda Rusia (marzo de 1918), Vladimir Lenin. Obras escogidas en 12 tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1973, tomo VIII, pp.,14-20. http://bolchetvo.blogspot.com/.

[5] Marx, Carlos. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974, p. 46.

[6] Invitación al Partido Comunista Alemán (Spartakusbund) al Primer Congreso de la Internacional Comunista, Los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, Ediciones digitales Izquierda Revolucionaria, Transcripción de Célula 2, Versión de Mayo de 2008, p. 58,   www.marxismo.org

[7] Resolución sobre la creación de la Internacional Comunista, Idem., p. 87.

[8] Plataforma de la Internacional Comunista, Idem., p. 89.

[9] El Manifiesto de la Internacional Comunista a los proletarios de todo el mundo, Idem., p.112.

[10] Estatutos de la Internacional Comunista, Idem., p.126.

[11] Condiciones de admisión de los Partidos Comunistas en la Internacional Comunista, Idem., pp.131-132.

[12] Korsch, Karl. Karl Marx, Editorial Ariel, Barcelona, 1975, p.21.

[13] Marx, Carlos. Prólogo, Contribución a la crítica de la Economía Política, Editora Política, La Habana, 1966, p. 10.

[14] Marx, Carlos. “El comunismo y la "Gaceta general de Augsburgo"”, Escritos de Juventud. Obras fundamentales de Marx y Engels, Colección dirigida por Wenceslao Roses, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, págs. 244; 246-247.

[15] “Como usted sabe, la censura es implacable con nosotros, ..., hasta el punto de que, muchas veces, el periódico apenas puede aparecer, desfigurado. Esto hace que caigan una serie de artículos de los "Libres". Pero yo mismo me permito suprimirle tantas cosas como el censor, ya que Meyen y consortes nos envían montones de porquerías en el estilo más pedestre, completamente vacuas y con las que tratan de estremecer al mundo, salpicadas de ateísmo y de comunismo (que estos señores jamás se han molestado en estudiar)” Y más adelante: “Les hice saber que consideraba inadmisible y hasta inmoral el contrabando de dogmas comunistas y socialistas, es decir, de una nueva manera de ver el mundo, en las críticas teatrales corrientes, etc., y que exigía, si se trataba el tema, un estudio totalmente distinto y más a fondo del comunismo”. Marx, Carlos. “Carta de Marx a Arnold Ruge” (Colonia, 30 de noviembre de 1842), Escritos de Juventud, edición citada., pp. 687-688.

[16] Korsch, Karl. Marxismo y filosofía, Editorial ERA, México DF, 1971, p. 30.

[17] Entrevista con Wenceslao Roses por Gabriel Vargas Lozano, Nuestra Bandera, Revista Teórica y Política del Partido Comunista de España, nº 135, junio de 1986, pp. 56-62, http://www.wenceslaoroces.org/arc/roces/trab/ent2.htm

[18] Además de la conocida Tesis 1 sobre Feuerbach, donde define esta nueva función de la Filosofía, en La ideología alemana se expresa: “...de lo que se trata en realidad y para el materialista práctico, es decir, para el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer cambiar las cosas conque nos encontramos”. Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, Editora Política, La Habana, 1979, p. 44.

[19] Marx, Carlos. Prólogo, Contribución a la crítica de la Economía Política, edición citada, p. 13.

[20] Marx, Carlos. Trabajo asalariado y capital, Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas en dos tomos, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, tomo 1, p.83.

[21] Marx, Karl. El capital. El proceso de producción del capital, Siglo XXI, México, 2009, Tomo 1, Libro 1, Vol. 3, p. 953.

[22] Idem., tomo 1, Libro 1, vol. 2, págs.609, 731; tomo 1, libro 1, vol. 3, p. 954.

[23] Marx, Carlos. Prólogo, Contribución a la crítica de la Economía Política, edición citada, p.13.

[24] Stalin, José. El materialismo dialéctico y el materialismo histórico, Obras Escogidas, Editorial Nentori, Tirana, 1979, p. 256, http://bolchetvo.blogspot.com/

[25] Roca, Blas, Los regímenes sociales (cap. 1), Los fundamentos del socialismo en Cuba, Ediciones Populares, La Habana, 1960.

[26] Marx, Carlos. Carta de Marx a Arnold Ruge (Kreuznach, septiembre 1843). Escritos de juventud, edición citada, p. 458.

[27] Marx, Carlos; Engels, Federico. La Sagrada familia, Editora Política, La Habana, 1966, p.156.

[28] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Escritos de juventud, edición citada., pp. 616-617.

[29] Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, p. 71.

[30] Marx, Carlos. Las luchas de clases en Francia, Carlos Marx. Federico Engels. Obras Escogidas en dos tomos, ed. cit., tomo 1, pp. 224-225.

[31] Marx, Carlos. Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán. Idem., tomo 2, p.18.

[32] Engels, Federico. Del socialismo utópico al socialismo científico, Idem., p. 131.

[33] Engels, Federico. Principios del comunismo, Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico Engels, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1980, tomo 1, p. 47.

[34] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Escritos de juventud, edición cotada, p. 617.

[35] Idem., págs. 617-618, 632. Ver: “Las tesis teóricas de los comunistas...no son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos”.  Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, edición citada, p.46.

[36] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, edición citada, p. 626.

[37] Idem.

[38] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, p.36.

[39] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, edición citada, p.617.

[40] Idem.

[41] Marx, Carlos. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, edición citada., p.54

[42] Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, edición citada, p. 45.

[43] Idem., p. 46.

[44] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, edición citada, p. 617.

[45] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, págs. 38, 78.

[46] Marx, Karl. El capital, ed. cit., tomo 1, vol. 1, pp. 96-97; tomo 3, vol. 1, p. 953: “cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva”. Sugerencias y tesis explícitas de La ideología alemana: “cooperación voluntaria”, “poder propio, asociado”, “poder de los individuos asociados”. Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, págs. 35, 78. “Asociación que excluya a las clases y su antagonismo”. Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, Editorial Progreso, Moscú, 1981, p. 143.

[47] Marx, Carlos. Prólogo, Contribución a la crítica de la Economía Política, edición citada., p. 13.

[48] Marx, Carlos; Engels, Federico. La sagrada familia, edición citada., p. 213.

[49] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada., p. 39.

[50] Marx, Carlos. Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas en dos tomos, edición citada., tomo 2, p. 427.

[51] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p. 119.

[52] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, p. 78.

[53] Marx, Carlos.  Manuscritos económico-filosóficos de 1844, edición citada, p. 626.

[54] Marx, Carlos. Carta de Marx a Ruge (Kreuznach, septiembre 1843), Carlos Marx. Escritos de juventud, edición citada, p. 458.

[55] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, p. 78.

[56] Marx, Carlos. Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán, Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas en dos tomos, edición citada, pp. 17-18.

[57] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, p.19.

[58] Marx, Carlos. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, edición citada, p. 56. 

[59] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p.143.

[60] Marx, Carlos. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, edición citada, p. 54.

[61] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, edición citada, pp.616-617.

[62] Marx, Carlos; Engels, Federico. La sagrada familia, edición citada, p.76.

[63] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p.142.

[64] Marx, Carlos; Engels, Federico. La sagrada familia, edición citada., p.67.

[65] Marx, Carlos. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, edición citada., p. 59.

[66] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p.142.

[67] Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, edición citada, p.40.

[68] Marx, Carlos; Engels, Federico. La sagrada familia, edición citada, p.67.

[69] Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, edición citada, p.35.

[70] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p. 141.

[71] Marx, Karl. El capital, edición citada., tomo 1, libro 1, vol. 3, p. 953.

[72] Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto comunista, edición citada., págs. 32, 44.

[73] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada, p. 78.

[74] Idem., p. 82.

[75] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p. 119.

[76] “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”. “Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.  En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”. Marx, Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán, ed. cit., págs.15, 17.

[77] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía, edición citada, p. 102.

[78] Marx, Carlos. Para una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, edición citada, p. 54.

[79] Idem., p.48.

[80] Marx, Carlos; Engels, Federico. La ideología alemana, edición citada., p. 43.

[81] Marx, Carlos; Engels, Federico. Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, Carlos Marx, Federico Engels. Obras Escogidas en dos tomos, edición citada, tomo 1, p. 104.

[82] Luxemburgo, Rosa. La revolución rusa, Obras Escogidas, en dos tomos, Editorial Pluma, 1976, Bogotá, tomo 2, p. 210.

[83] Idem., pp.83-84.

[84] Engels, Federico, Anti-Dühring, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961, p.341.

[85] Marx, Carlos. Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán, edición citada, pp.25-26.

[86] Idem., p.24.

[87] Marx, Carlos. El 18 brumario de Luis Bonaparte, edición citada., p.124.

[88] Marx, Carlos. El comunismo y la Gaceta General de Augsburgo, edición citada, p. 247.