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jueves, 1 de agosto de 2024

¿Cómo afecta la inflación al sector privado cubano?

 Por Pavel Vidal y Carlos Martínez

Un tema soslayado en el debate económico actual en Cuba es el efecto de la inflación sobre el funcionamiento del sector privado. Las mipymes a menudo son señaladas como las causantes de los altos precios —y su persistente incremento— en las narrativas oficiales y en parte de las opiniones del público. Ello ha ocurrido a pesar de que los análisis de los economistas cubanos subrayen la responsabilidad primaria que tiene el elevado desbalance en el presupuesto del Gobierno (que se financia con emisión de dinero) y la crisis del sector productivo estatal.

En este boletín especial del OMFi miramos desde otra perspectiva la relación entre el sector privado y la inflación y nos enfocamos en cómo esta última afecta al primero. Explicamos los costos de la inflación utilizando los principales mecanismos documentados en la teoría económica y en experiencias internacionales. Se seleccionaron las consecuencias de la inflación que podrían ser más relevantes para el entorno específico en el que opera el sector privado cubano. La inestabilidad monetaria y cambiaria es otro de los tantos obstáculos que debe enfrentar el sector privado cubano, lo cual entorpece su capacidad para operar eficientemente y planificar a largo plazo.

Nuestro análisis se centra, sobre todo, en los llamados «costos de suela de zapato», los «costos de menú» y los efectos de la inflación en la distribución de ingresos.

Los «costos de suela de zapato»

Los «costos de suela de zapato» son los costos de transacción extraordinarios que asumen los empresarios para mantener los niveles líquidos de dinero necesarios para operar sus negocios en una economía inflacionaria. En un contexto de inestabilidad monetaria y cambiaria, los niveles cambian de manera constante debido a la pérdida de valor del dinero. En economías con sistemas financieros modernos y con menores tasas de inflación, los costos son mínimos; pero en Cuba —debido a las deficiencias bancarias— los retrasos tecnológicos y la falta de efectivo se vuelven considerablemente altos.

En la teoría económica, el término «costo de suela de zapato» proviene de la idea de que, durante períodos de alta inflación, las personas necesitan hacer viajes frecuentes al banco para retirar dinero en efectivo. Se produce así un mayor «desgaste de las suelas de los zapatos» debido a los viajes adicionales a los bancos; de ahí el origen del término. Cuanto más generalizado es el uso de efectivo y mayor es la inflación, mayor será el «costo de suela de zapato». La informalidad es una característica estructural de la mayoría de las economías en desarrollo (muy presente en el sector privado cubano) que siempre va acompañada de un mayor uso del dinero físico.

El costo de suela de zapato considera el tiempo y el esfuerzo que las personas y empresas deben emplear para gestionar su efectivo en un entorno de alta inestabilidad en los precios y en la tasa de cambio. En el caso del sector privado cubano, gran parte de la demanda de efectivo está relacionada con la necesidad de comprar divisas en el mercado informal, dado que el mercado cambiario formal no es funcional, debido a la sobrevaloración de la tasa de cambio oficial y a la crisis de liquidez en divisas del sistema financiero.

En una economía con alta inflación aumenta la necesidad de hacer transacciones en efectivo debido a dos factores opuestos. Por un lado, aumenta la demanda de efectivo para poder comprar insumos y divisas que cada vez son más caros. Por otro lado, dado que el valor real del dinero disminuye rápidamente, ello incentiva a los individuos y las empresas a reducir al mínimo sus tenencias de efectivo para evitar la pérdida de valor.

El segundo efecto promueve inversiones en activos alternativos al peso cubano por motivos financieros —sea divisas, criptomonedas, depósitos bancarios en el exterior o inventarios de bienes no perecederos—. El hecho, además, se amplifica porque los bancos comerciales cubanos han permanecido con tasas de interés nominales en extremo bajas que no cubren la inflación. Los ahorradores pierden dinero si lo depositan en los bancos cubanos debido a las tasas de interés reales negativas (la inflación es mucho mayor que la tasa de interés que paga el banco sobre los depósitos bancarios).

En Cuba, la inflación y sus efectos colaterales tienen otras particularidades. El Gobierno cubano, al intentar financiar su abultado déficit fiscal, se ha visto en la necesidad de emitir una cantidad considerable de dinero. Sin embargo, enfrenta problemas logísticos significativos y escasez de insumos para imprimir el dinero que demanda la economía y, en especial, el sector privado. En respuesta a los desbalances, ha forzado la bancarización como estrategia para compensar el déficit de billetes, pero las autoridades cubanas han reconocido que la bancarización no ha avanzado como esperaban.

Los bancos comerciales impusieron límites para la extracción de efectivo —lo cual incrementó directamente los costos de suela de zapato— como parte de las medidas para lidiar con la falta de efectivo y apresurar la bancarización. Conseguir el efectivo que requieren para la operatoria diaria se ha convertido en un dolor de cabeza para los empresarios y consume tiempo y recursos humanos que pudieran dedicar a otras actividades de la empresa.

Los costos de suela de zapato se ven exacerbados por las deficiencias en los servicios bancarios, por la escasez de sucursales y cajeros automáticos y por los procedimientos y las tecnologías obsoletas. Con las características actuales del sistema de pagos, no solamente aumenta el tiempo y el esfuerzo que los empresarios deben dedicar a la gestión de su dinero, también lo hace la vulnerabilidad de la erosión del valor de su dinero. No existen instrumentos en el sistema financiero cubano para que los empresarios puedan contar con una cobertura frente a la variabilidad de los precios y la tasa de cambio informal.

Adicionalmente, los cortes de electricidad, la velocidad de las comunicaciones a través de Internet y el déficit de combustible son otros factores que incrementan los costos de suela de zapato. Las interrupciones y las escaseces afectan de manera directa la capacidad de los bancos para operar de manera eficiente y de los ciudadanos para realizar transacciones financieras sin contratiempos. La falta de electricidad y la inestabilidad en las telecomunicaciones paraliza los cajeros automáticos y los sistemas de pago electrónico, lo cual obliga a las personas a desplazarse físicamente con mayor frecuencia e invertir mucho más tiempo para retirar y depositar dinero.

Los «costos de menú»

«Costos de menú» es otro concepto económico relacionado con los efectos de la inflación en las empresas. El término se refiere a los costos asociados con la actualización frecuente de los precios de bienes y servicios debido a la alta inflación. En una economía inflacionaria, los precios deben corregirse de manera constante para reflejar el aumento generalizado y sostenido en los costos, lo que genera diversos tipos de gastos adicionales e incertidumbre.

El término «costos de menú» se originó en el sector de comercio —en el que los restaurantes deben reimprimir sus menús cada vez que hay un cambio significativo en los precios—, pero se extiende a las empresas que deben actualizar sus listas de precios, etiquetas de productos, catálogos y cualquier otro medio de comunicación de precios a sus clientes.

La inflación obliga a las empresas a revisar sus precios con mayor frecuencia para evitar pérdidas. Sin embargo, cada ajuste de precios conlleva costos administrativos y operativos, el rediseño e impresión de nuevas etiquetas de precios, la actualización de sistemas de punto de venta, la capacitación del personal y la comunicación de los nuevos precios a los clientes.

Hoy en día, el concepto de costos de menú sigue siendo relevante, aunque ha evolucionado debido al aumento de las tiendas en línea y a las tecnologías digitales. En el mundo digital, actualizar precios puede ser más sencillo y menos costoso en comparación con los métodos tradicionales. Las plataformas de comercio electrónico y los sistemas de gestión de inventarios permiten realizar ajustes de precios de forma rápida y eficiente, lo que reduce de manera significativa los costos asociados con los cambios frecuentes de precios.

En Cuba, se han desarrollado plataformas digitales que permiten a los cubanos emigrados comprar bienes y servicios desde el exterior para sus familias. Sin embargo, los cubanos en la isla todavía dependen en gran medida de las compras en tiendas físicas, aunque ha crecido el uso de redes sociales para la compraventa de bienes y servicios en la economía informal. Las plataformas digitales pueden ayudar a reducir algunos costos de menú, pero las barreras tecnológicas y logísticas aún presentan desafíos significativos.

La actualización constante de los precios no solo lleva a reimprimir materiales, sino también tiempo y esfuerzo necesarios para gestionar los cambios. En la isla, donde los recursos tecnológicos y materiales son limitados, los costos pueden ser considerablemente altos. El retraso o la inadecuada gestión de los cambios en los precios puede generar tanto confusión y desconfianza entre los consumidores como número rojos en los balances empresariales si no se logra predecir con cierta certeza la tendencia de los costos y precios del mercado.

La inflación de tres dígitos y la depreciación acelerada del peso cubano genera gran incertidumbre e impone desafíos para los empresarios en la formación de precios y fichas de costos. Desde mayo de 2024, la volatilidad de la tasa de cambio informal ha crecido, lo que complica los mecanismos de formación de precios de las micro, pequeñas y medianas empresas que dependen de insumos y bienes importados para su operatoria.

Otro factor más reciente para considerar en el contexto de la formación de precios es que el Gobierno cubano ha recurrido nuevamente a los topes de precios, a pesar de haber reconocido previamente el fracaso de la política. El tope aumenta la incertidumbre y la complejidad del proceso de formación de precios, obliga a muchos empresarios a manejar dualidades contables y fomenta la economía informal.

Efectos en la distribución de los ingresos

En un entorno de inflación variable y que resulta difícil de anticipar, las señales de precios se ven distorsionadas, lo que impide a los empresarios tomar decisiones informadas. Los cambios en los precios pierden su poder explicativo y no transmiten las señales adecuadas para tomar decisiones eficientes sobre la operatoria de las empresas y sobre las futuras inversiones. Ello ocurre porque es difícil discernir si las variaciones de los precios son resultado de cambios en el mercado o en la industria en la que se desarrolla el negocio o se deben a aumentos generales de precios en la economía.

La inflación no anticipada, además, genera redistribución de recursos entre prestamistas (acreedores) y deudores. Cuando las tasas de interés de los préstamos no se ajustan adecuadamente a la inflación, los prestamistas están en desventaja frente a los deudores. Los deudores ven cómo sus deudas se reducen con la inflación y tienen un beneficio extraordinario. Los prestamistas sufren una reducción en la tasa de interés real y del valor real del capital que prestaron, lo que puede ocasionarles pérdidas. Dentro de los acreedores que resultan perdedores de la inflación podemos considerar a las personas que tenían cuentas bancarias en pesos cubanos o en CUC en el momento de aplicarse el «ordenamiento monetario» en 2021. Como los bancos estatales no ajustaron las tasas de interés, el valor de sus ahorros se licuó en cuestión de semanas.

En general, los mecanismos de crédito se ven afectados dentro del tejido empresarial y dentro de las cadenas de suministro. En una economía estable, las empresas pueden otorgar créditos a corto plazo a otras empresas de su cadena de suministros a 30, 60 o más días. Sin embargo, debido a la poca previsibilidad del nivel de precios y de la tasa de cambio informal, los potenciales créditos comerciales entre las empresas privadas cubanas se ven desincentivados. Cualquier negocio que decida otorgar un crédito comercial a sus contrapartes está sujeto a un alto riesgo financiero y a tener que enfrentar pérdidas para recuperar el dinero prestado. La inestabilidad monetaria y cambiaria desalienta el desarrollo de estructuras financieras eficientes en el sector empresarial privado.

Regresando a los efectos distributivos de la inflación, no podemos pasar por alto las implicaciones de los desbalances en el presupuesto del Estado. El déficit fiscal —equivalente al 22 % del PIB, según la cifra que mencionó el presidente Díaz-Canel en la Asamblea Nacional en julio de 2024— no solo es la causa principal de la inflación, sino que implica una redistribución significativa de riquezas y un mecanismo de extracción de rentas. La monetización del déficit fiscal beneficia al Estado y a las empresas cercanas a él que reciben primero el dinero recién emitido en detrimento de quienes lo reciben más tarde cuando ha perdido valor (los negocios más dependientes del mercado informal y los consumidores). El fenómeno se nombra «mecanismo impositivo no legislado» y permite que temporalmente el Gobierno se beneficie a costa de afectar de forma negativa la economía y de aumentar la inequidad de ingresos.

El también llamado «impuesto inflacionario» se ha convertido en el nuevo y principal mecanismo de extracción de rentas que emplea el Gobierno cubano. Lo anterior, debido a la quiebra de facto de gran parte del sistema empresarial estatal y a la ausencia de un nuevo aliado internacional al estilo de la URSS y Venezuela que facilite relaciones internacionales especiales y subsidios.

Es importante destacar que no todos los grupos en la sociedad pueden protegerse igual frente a la inflación, lo cual explica otros efectos distributivos. Las familias que dependen de ingresos fijos en pesos (asalariados y pensionados del Estado) son las más vulnerables a la inflación y han sido las mayores perdedoras en el proceso. La ausencia de mecanismos de indexación de sus ingresos a la tasa de inflación ha pulverizado su poder adquisitivo. En cambio, otros grupos sociales con acceso a remesas, divisas y con capacidad para invertir en proyectos privados tienen mayor protección y margen de maniobra frente a la inflación. Lo anterior conlleva a que la inflación no solamente expanda la pobreza, sino también la desigualdad.

Otro efecto pernicioso que puede generar la inflación es el desplazamiento de parte de la actividad emprendedora desde el sector productivo hacia el sector financiero. Al existir una alta volatilidad en las señales de los precios relativos, en algunos casos se vuelve inmanejable desarrollar un proyecto productivo a largo plazo, mientras que en paralelo crecen las oportunidades de ganancias especulativas con el empleo de operaciones puramente financieras. Los empresarios que podrían haber sido exitosos en el sector productivo se ven frenados por la inflación. Algunos prefieren dedicar su energía y creatividad a anticipar los movimientos de la tasa de cambio y priorizar transacciones financieras especulativas en vez de invertir recursos en crear nuevos emprendimientos y proyectos para ofrecer bienes y servicios que necesita el consumidor cubano.

En este boletín del OMFi hemos examinado los efectos de la inflación en el sector privado cubano, enfocándonos en los «costos de suela de zapato», en los «costos de menú» y en la distribución de ingresos. Los costos parecen ser especialmente altos en el contexto cubano, no solo por los elevados niveles de inflación, sino también por las dificultades que existen para minimizar los costos en una economía con importantes limitaciones bancarias y atrasos tecnológicos. La escasez de efectivo complica el funcionamiento de un sistema de pagos que todavía depende en gran medida del dinero físico. Las altas tasas de inflación y de depreciación de la tasa de cambio distorsiona las señales de precios y la operatoria de las empresas privadas, perjudica a las familias con ingresos fijos en pesos y agrava las desigualdades.

El Imperio en colapso: el día que murieron las sanciones. Comentario HHC

Al sancionar tan fácilmente a tantos países, el Imperio se ha sancionado a sí mismo y ha convencido a un número cada vez mayor de estados a buscar estructuras económicas y financieras alternativas.


Kit Klarenberg, Al Mayadeen

El 25 de julio, el Washington Post publicó una reveladora investigación sobre el uso excesivo y el abuso de las sanciones económicas por parte del gobierno estadounidense en los últimos años. Expone con todo lujo de detalles cómo estas medidas "se han convertido en un arma casi reflexiva en la guerra económica perpetua" contra estados, individuos, organizaciones y empresas "enemigas" en todo el mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, la dependencia cada vez mayor de las sanciones ha comenzado a tener efectos catastróficos contraproducentes. El reconocimiento generalizado de esta verdad incómoda es sólo el último presagio de la desaparición inminente del Imperio.

"Hoy, Washington "impone tres veces más sanciones que cualquier otro país u organismo internacional, y apunta a un tercio de todas las naciones con algún tipo de sanción financiera", señala el Washington Post. Estados Unidos está "imponiendo sanciones a un ritmo récord nuevamente este año, con más del 60 por ciento de todos los países de bajos ingresos bajo algún tipo de sanción financiera". Tanto los gobiernos demócratas como los republicanos consideran que las sanciones son “cada vez más irresistibles” y, al mismo tiempo, sus aliados internacionales se han embriagado igualmente con la supuesta potencia de las sanciones.

"La mentalidad, casi un reflejo extraño, en Washington se ha convertido en: si algo malo sucede, en cualquier parte del mundo, Estados Unidos va a sancionar a algunas personas", dijo Ben Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional de Barack Obama, al Washington Post. "Es lo único que se interpone entre la diplomacia y la guerra y, como tal, se ha convertido en la herramienta de política exterior más importante del arsenal estadounidense", se hizo eco de un miembro del aparato de un grupo de expertos con sede en Washington. Pero, agregó, "nadie en el gobierno está seguro de que toda esta estrategia esté funcionando".

En consecuencia, el Washington Post informa que el "uso excesivo" perjudicial de las sanciones "es reconocido en los niveles más altos" del gobierno estadounidense, y "la preocupación por su impacto ha crecido" en línea con su uso. "Algunos altos funcionarios de la administración le han dicho directamente al presidente Biden que el uso excesivo de las sanciones corre el riesgo de hacer que la herramienta sea menos valiosa". Sin embargo, los funcionarios estadounidenses todavía no parecen poder deshacerse de su hábito de las sanciones, "tendiendo a ver cada acción individual como justificada, lo que hace que sea difícil detener la tendencia".

Como un drogadicto de larga data que persigue sin cesar al dragón, el Imperio está evidentemente atrapado en un ciclo tóxico, del que no puede escapar. Como señala el Washington Post, "al aislar a sus objetivos del sistema financiero occidental", durante décadas las sanciones podían "aplastar las industrias nacionales, borrar fortunas personales y alterar el equilibrio del poder político en regímenes problemáticos, todo ello sin poner en peligro a un solo soldado estadounidense". Ahora esa superpotencia está totalmente agotada y nunca volverá.

El "partido sancionado"

Si bien los líderes estadounidenses han estado sancionando a sus adversarios desde la fundación del país en 1776, la invasión de Kuwait por parte de Irak en 1990 "dio lugar a una nueva forma de arma". Bagdad fue sometida inmediatamente a un bloqueo internacional total, lo que hizo casi imposible la exportación de petróleo -su principal fuente de ingresos- e incluso la importación de suministros básicos. Después de la Guerra del Golfo, cuando la infraestructura del país quedó diezmada e incapaz de ser reconstruida, el hambre y las enfermedades evitables se extendieron como un reguero de pólvora. Un informe de la ONU de 1991 describió las condiciones locales como "casi apocalípticas" y "preindustriales".

Esas sanciones se mantuvieron en vigor contra Bagdad hasta la invasión angloamericana ilegal de 2003. Cuando en 1996 se le preguntó si el estimado de medio millón de niños iraquíes muertos por las sanciones "valía la pena", la entonces Secretaria de Estado Madeleine Albright respondió afirmativamente. Fue ese año que se levantaron las sanciones impuestas a Yugoslavia en mayo de 1992. En un momento dado, se produjo una inflación del 5,578 quintillones por ciento, la adicción a las drogas, el alcoholismo y los suicidios se dispararon, la escasez de todo era constante, civiles inocentes morían innecesariamente y la industria independiente de Belgrado, otrora próspera, quedó paralizada.

Como registra el Washington Post, tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos se convirtió en la "superpotencia sin rival" del mundo. Los gobiernos y los bancos de todo el mundo dependían del dólar estadounidense, que sigue siendo la moneda dominante del mundo. El dólar "es el pilar del comercio internacional, incluso cuando no existe ninguna conexión con un banco o empresa estadounidense". Hoy en día, la mayoría de las principales materias primas, como el petróleo, siguen cotizando en dólares a nivel mundial. Los países que comercian en sus propias monedas dependen de los dólares para completar las transacciones internacionales.

Esto convierte al Tesoro de Estados Unidos en "el guardián de las operaciones bancarias del mundo", "y las sanciones son la puerta". Los funcionarios del Tesoro "pueden imponer sanciones a cualquier persona, empresa o gobierno extranjero que consideren una amenaza para la economía, la política exterior o la seguridad nacional de Estados Unidos". No es necesario acusar y mucho menos condenar a los objetivos "de un delito específico". Una vez que se aplican las sanciones, inmediatamente se convierte en "un delito realizar transacciones con la parte sancionada". El crecimiento de las sanciones ha sido exponencial en las últimas tres décadas y media. El Washington Post informa:

"En los años 90, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro era responsable de implementar apenas un puñado de programas de sanciones. Su personal cabía cómodamente en una sola sala de conferencias. Una de sus principales responsabilidades era bloquear las ventas estadounidenses de puros cubanos".Después del 11 de septiembre, la inclinación del Imperio por las sanciones se convirtió en una adicción en toda regla. Una década después, revela el Washington Post, el negocio de las sanciones estadounidenses estaba en auge hasta tal punto que el entonces director de la OFAC, Adam Szubin, interpretó una melodía entusiasta, "Every Little Thing We Do Is Sanctions", con la melodía de "Every Little Thing She Does Is Magic" de The Police, en una fiesta del personal en un hotel de Washington DC. Alucinatorio y distópico apenas lo describen.

Mientras era presidente, Donald Trump "utilizó las sanciones como represalia de maneras nunca concebidas". Esto incluyó, por ejemplo, sancionar a "funcionarios de la Corte Penal Internacional después de que esta abriera una investigación sobre crímenes de guerra en torno al comportamiento de las tropas estadounidenses en Afganistán". Tal fue la inexorable campaña de sanciones que Caleb McCarry, responsable de la política hacia Cuba en el Departamento de Estado durante la administración de George W. Bush, testifica que incluso el personal del Tesoro empezó a anhelar:

"Un alivio de este sistema implacable, interminable, en el que a veces literalmente hay que sancionar a todo el mundo".McCarry cree que las sanciones son "muy, muy utilizadas, y se han salido de control". Esta opinión está, según el Washington Post, muy extendida en los pasillos del poder imperial estadounidense. El medio informa de que "en el momento de la investidura de Biden, había surgido un consenso entre su equipo de transición de que algo tenía que cambiar". Así fue como en el verano de 2021 "cinco miembros del personal del Tesoro elaboraron un borrador interno en el que proponían reestructurar el sistema de sanciones". El documento tenía "unas 40 páginas" y "representaba la renovación más sustancial de la política de sanciones en décadas".

Sin embargo, al igual que las administraciones de Bush, Obama y Trump, "al equipo de Biden le resultó difícil renunciar al poder". Fuentes conocedoras del Tesoro le dijeron al Washington Post que fueron testigos de cómo "sus jefes eliminaban partes clave de su plan". El producto final -"Revisión de las sanciones de 2021"- se publicó en octubre de ese año. Reducido a sólo ocho páginas, "contenía las recomendaciones más ineficaces del documento anterior". A partir de entonces, la administración Biden se lanzó a una ola de sanciones, penalizando a objetivos como: "colonos israelíes en Cisjordania, ex funcionarios del gobierno en Afganistán, presuntos traficantes de fentanilo en México y una empresa de software espía de Macedonia del Norte".Mientras tanto, las sanciones que Biden prometió activamente aliviar, como las medidas punitivas aplicadas a Cuba por Trump, "se mantuvieron en gran medida bajo la presión del Capitolio, a pesar de la opinión entre los altos funcionarios de la administración de que el embargo es contraproducente y un fracaso".

‘Alianza más estrecha’

Tras el inicio de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, altos funcionarios gubernamentales de todo Occidente hablaron con grandilocuencia sobre el impacto futuro de las sanciones que estaban preparando como respuesta. El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, se jactó: “Estamos librando una guerra económica y financiera total contra Rusia… Provocaremos el colapso de la economía rusa”. El canciller alemán, Olaf Scholz, habló de un Zeitenwende (punto de inflexión) trascendental que erigiría una Cortina de Hierro cultural, financiera y política internacional permanente alrededor del Estado paria de Vladimir Putin.

Por decir lo menos, esta fanfarronería no ha envejecido bien. Como los medios de comunicación dominantes se ven obligados a admitir con frecuencia, las sanciones occidentales a Moscú no solo no produjeron la devastación económica universalmente prevista, sino que revitalizaron la industria nacional y aumentaron los salarios de los ciudadanos medios. En mayo, The Spectator observó a regañadientes: “Los rusos están gastando más en restaurantes, electrodomésticos e incluso propiedades; nunca lo han tenido tan bien”. Mientras tanto, Europa, aislada voluntariamente de los suministros de energía barata del país debido a esas sanciones, se está desindustrializando a una velocidad rapaz.

El Washington Post pasa por alto este bochornoso bumerán al afirmar que "dos años de sanciones a Rusia por su invasión de Ucrania han degradado las perspectivas económicas a largo plazo de Moscú y han aumentado los costos de la producción militar". Aun así, el medio admite que estas medidas han llevado "al Kremlin a una alianza más estrecha con Pekín", compensando las consecuencias negativas. Cabe destacar que un gráfico adjunto que clasifica las "sanciones globales de Estados Unidos por impacto" de "bajo" a "alto", en función de la "severidad de las sanciones por país y año en que comenzaron las sanciones", no menciona en absoluto las sanciones antirrusas de 2022.

Además, el Washington Post admite que “Corea del Norte ha sido sancionada durante más de medio siglo sin que Pyongyang haya detenido sus esfuerzos por adquirir armas nucleares y misiles balísticos intercontinentales”. De manera similar, “las sanciones a Nicaragua han hecho poco para disuadir” al gobierno antioccidental del presidente Daniel Ortega. Lo más importante de todo, lamenta el Washington Post, es que “surgió un desafío más existencial”. Originalmente, el “poder de las sanciones residía en negar a los actores extranjeros el acceso al dólar”, “pero si las sanciones hacen que sea arriesgado depender de los dólares, las naciones pueden encontrar otras formas de comerciar”.

Y aquí nos enteramos del propósito propagandístico de la investigación del Washington Post. Al sancionar a tantos países con tanta facilidad, el Imperio se ha sancionado a sí mismo en la práctica y ha convencido a un número cada vez mayor de estados de buscar estructuras económicas y financieras alternativas. Desde febrero de 2022, China y Rusia han estado trabajando arduamente para construir esas alternativas. Los efectos han sido tan revolucionarios que el Wall Street Journal ha hablado de un “Eje de Evasión”. Se trata de una estructura comercial internacional de la que Estados Unidos está excluido, pero los aliados cercanos de ambos países (en particular los miembros de la alianza BRICS) quieren participar de inmediato.

Comentario HHC: Menos mal que EEUU promulga el "libre mercado" en materia económica. 

Porque en materia politica  como dice Paco Arnau. " Democracia" es cuando gana el candidato que apoya EEUU. " Dictadura" es cuando pierde el candidato que apoya EE.UU. Asi en Venezuela y en todo el mundo.