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lunes, 18 de mayo de 2015

Algunas reflexiones sobre plan y mercado en el socialismo y el modelo cubano actual

Por Dr. José Luis Rodríguez - Asesor del CIEM 

Uno de los temas más discutidos en torno a la construcción del socialismo se ha referido a lo largo de los años a la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en este proceso. En este sentido, el manejo de relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, debe realizarse tomando en cuenta su carácter contradictorio, asimilándolas como un elemento no consustancial al socialismo, pero en cuya construcción el mercado tendrá que ser tomado en cuenta durante largos años.

La opinión de Marx y Engels sobre el tema partía de considerar la desaparición del mercado en el socialismo, tomando en cuenta la elevada socialización de la producción que debía alcanzarse y por tanto, la posibilidad de una expresión llana del carácter social del trabajo, sin que fuera necesaria la mediación del intercambio mercantil para ello. Al respecto, Engels plantearía "Tan pronto como la sociedad se adueñe de los medios de producción y los aplique a esta, socializándolos directamente, el trabajo de cada individuo, por mucho que difiera su carácter específicamente útil, adquirirá de antemano y directamente el carácter de trabajo social."

La interpretación de Lenin sobre la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo no difería inicialmente en esencia de la que habían expresado con anterioridad Marx y Engels.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre, comenzó por primera vez en la historia, la construcción de una nueva sociedad libre de la explotación del hombre por el hombre.

En estas novedosas circunstancias, si bien ya Marx en su trabajo de 1875 "Crítica al Programa de Gotha" había establecido la necesidad de un período de transición entre el capitalismo y el socialismo en el que estarían presentes aún elementos propios de la sociedad capitalista, no podía anticipar la elevada complejidad que este proceso supondría en el país más atrasado de la Europa de entonces.

Pocos meses después del triunfo revolucionario en Rusia, el país se sumergía en una sangrienta guerra civil durante tres años. En esa etapa la economía se puso necesariamente en función de la defensa, lo cual demandó la aplicación de procedimientos extraeconómicos expeditos para asegurar mediante la requisa de alimentos la supervivencia del Ejército Rojo, lo que conllevó posponer en la práctica el inicio de la construcción socialista.

La política económica aplicada en esta etapa –conocida como el comunismo de guerra– llevó, por imperativo de las circunstancias, a la desaparición de las relaciones mercantiles en la economía de entonces. Se creó la ilusión de que se podía prescindir a corto plazo de las categorías mercantiles hasta llegar –incluso– a la eliminación del dinero.

Con el fin de la guerra civil surgió la necesidad de restaurar la economía del país que estaba completamente devastada. El análisis desarrollado por Lenin entonces tomó en cuenta que la estructura económica básica de Rusia la constituía la pequeña producción de una enorme masa de campesinos a los que había que incentivar a través de la libertad de comercio, unida al inevitable desarrollo del capitalismo que de ello se derivaría, por lo que no quedaba otra salida que reconocer las relaciones monetario-mercantiles abriendo un espacio para su desarrollo hasta llegar incluso a cierta forma de capitalismo de Estado como única alternativa en esas circunstancias en las que se demandaba el apoyo del campesinado y financiamiento para sobrevivir.

Emergió así en 1921 la Nueva Política Económica (NEP), la que Lenin siempre concibió como un retroceso táctico inevitable para salvar el país ante circunstancias excepcionales. Al respecto se señalaría "El intercambio significa la libertad de comercio, es capitalismo. Este es útil para nosotros en la medida en que nos ayude a luchar contra la dispersión del pequeño productor, y en cierto grado, contra el burocratismo. En qué medida, lo comprobará la práctica, la experiencia." También se reconocería claramente el carácter transitorio de estas concesiones al expresarse "Nos hemos replegado hacia el capitalismo de Estado. Pero nos hemos replegado en la medida debida. Ahora nos replegamos hacia la regulación estatal del comercio. Pero nos replegaremos en la medida debida. Hay ya síntomas de que se vislumbra el final de este repliegue, de que se vislumbra en un futuro no muy lejano la posibilidad de cesar este repliegue."

Durante muchos años con posterioridad a la implantación de la NEP se ha pretendido dar a esta política económica específica un carácter universal, como si se tratase de una regularidad del socialismo. Al respecto Ernesto Che Guevara agudamente señalaría "Como se ve la situación económica y política de la Unión Soviética hacía necesario el repliegue de que hablara Lenin. Por lo que se puede caracterizar esta política como una táctica estrechamente ligada a la situación histórica del país, y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones."

Con posterioridad a la muerte de Lenin la discusión sobre la acción de la ley del valor en el socialismo y su relación con la planificación continuó durante algunos años, y este debate sobre la política económica se vinculaba con el que se desarrollaba en torno a la estrategia de desarrollo por implementar en la URSS.

Como se conoce, se enfrentaron diversas posiciones. Por un lado se encontraban las tesis defendidas por Nicolái Bujarin, que mantenía una posición que reconocía en esencia la vigencia de la ley del valor, al tiempo que defendía una industrialización gradual basada en una no confrontación con el campesinado, al que consideraba incluso podría enriquecerse.

Por otro lado, estaban las ideas de Eugenio Preobrazensky publicadas en su libro de 1926 "La Nueva Economía" en el que defendía la extracción del excedente económico agrícola mediante un intercambio no equivalente con la industria socialista, conformando lo que denominó la ley de la acumulación socialista originaria que actuaría imponiéndose a la acción de la ley del valor.

En estos debates donde participaron múltiples economistas y políticos soviéticos preponderó –no obstante-- la valoración sobre las relaciones monetario-mercantiles como algo heredado del capitalismo y no esencialmente asociado al desarrollo propio del socialismo.

Lamentablemente estas discusiones quedaron truncas.

La solución a las contradicciones que se generaron con la aplicación de la NEP y las tensiones a ellas asociadas, no recibieron el tratamiento político previsto por Lenin, sino que fueron enfrentadas con medidas políticas de coerción que caracterizaron el proceso de colectivización forzosa de la tierra realizado principalmente entre 1929 y 1936, basado en una polémica interpretación sobre la lucha de clases enarbolada en el partido dirigido por J. Stalin. Este proceso coincidió con un acelerado desarrollo de la industria pesada a partir del primer plan quinquenal aprobado para el período 1928-1932.

Se produjo así –por medios coactivos y extraeconómicos- la captación de los recursos de acumulación, generados en mayor medida por la economía campesina para emprender la industrialización soviética.

En tanto que este desarrollo ocurría, no se brindó espacio para el esclarecimiento teórico de las relaciones monetario-mercantiles, limitándose la discusión a partir de los años 30 del siglo pasado al abordarse separadamente el empleo de las categorías mercantiles, según los principios del cálculo económico.

El vacío conceptual que ello representó tendría importantes consecuencias para la construcción del socialismo en la URSS y en los países que emprendieron ese camino tiempo después.

No sería hasta años más tarde, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, que se convocó nuevamente a un debate científico del tema a partir de la necesidad de dar una respuesta coherente a un tema medular en la construcción del socialismo, y se exponen las conclusiones de ese análisis por Stalin en su conocido trabajo de 1952 "Los problemas económicos del socialismo en la URSS". En este documento se daba una explicación a la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo a partir de la existencia de distintas formas de propiedad, en tanto que a la presencia de categorías mercantiles en el seno de la propiedad estatal se le atribuía un carácter formal y solo vinculado a los efectos del cálculo estadístico-contable.

Esta interpretación solo sería gradualmente superada en el transcurso de los debates que se efectuaron en el contexto de la reforma económica que debía implementarse y que duraron en la URSS desde 1958 hasta 1965.

Se logró entonces una explicación acerca de la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo a partir de la persistencia de la división social del trabajo, del insuficiente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y –por tanto-- de la imposibilidad de lograr una expresión directa del carácter social del trabajo, lo que ocasionaba la presencia de un aislamiento económico relativo entre los productores, que aún sin que existiera la propiedad privada sobre los medios de producción, debían confrontar a través del mercado la utilidad social del producto de su trabajo, que aparecía así como un trabajo indirectamente social.

Aun cuando esta explicación constituyó un gran aporte conceptual, su aceptación no resolvió el problema asociado a la correcta interpretación del carácter contradictorio del mercado en el socialismo.

II

La construcción de las nuevas relaciones de producción que suponía el socialismo implicaba un enorme desafío histórico, ya que el hombre debía participar de forma consciente en este proceso.

El pueblo llegaba al triunfo de la revolución después de siglos de prevalencia de los intereses individuales y de su materialización a través de la propiedad privada.

La implantación de la propiedad social sobre los medios de producción no suponía meramente un acto jurídico, sino una raigal transformación de la mentalidad del ser humano que debía aprender a conjugar, en un período de tiempo muy breve, sus intereses individuales con los intereses sociales, aceptando –además-- la preponderancia de estosúltimos como premisa para el avance de los proyectos personales. Esto suponía un proceso político e ideológico de adaptación a las nuevas condiciones sociales que no podía transcurrir sin atravesar complejas circunstancias y profundas contradicciones, especialmente si se tiene en cuenta la tradición que durante siglos llevó al ser humano a enfrentarse a sus semejantes para lograr la supervivencia, basado primero en la existencia de la producción mercantil simple asociada personalmente a su trabajo, y posteriormente a la producción mercantil capitalista, al servirse del trabajo ajeno.

El hecho de que durante la transición al socialismo no fuera posible eliminar a corto plazo las condiciones que engendraban la producción mercantil y las categorías mercantiles, a partir del bajo nivel de desarrollo alcanzado, reforzaba en el individuo la noción del carácter "natural" y permanente que durante siglos ya tenía la producción de mercancías.

En la medida en que los factores subjetivos no se desarrollaron suficientemente como para permitir una comprensión de este complejo proceso, fue hasta cierto punto lógica la aceptación primero y la asimilación acrítica después del mercado en el socialismo. Si a ello se añade la complejidad técnica presente para el desarrollo de las nuevas formas de dirección económica de la sociedad a través de la planificación, parecería a muchos que esta no hacía más que entorpecer la actuación "natural" del mercado.

No es de extrañar entonces que la búsqueda de resultados económicos más eficientes a nivel microeconómico se encontraran siempre potenciando el aislamiento social de las empresas frente a la planificación estatal que en las condiciones del socialismo europeo, resultaba ineficiente en muchos aspectos.

Ese fue el rumbo que comenzaron a tomar las reformas económicas de los países socialistas europeos en los años 60 del pasado siglo, a través de las que se abrieron espacios cada vez más amplios para los mecanismos de mercado limitando por su supuesta o real ineficiencia la aplicación de la planificación social que, además de sus carencias de orden técnico, se asociaba a la ausencia de participación popular en la toma de decisiones que se adoptaban central y burocráticamente en el socialismo real.

Una ilustración histórica del papel de los factores políticos e ideológicos y sus vínculos con una dirección socialmente planificada ineficiente, se pone de manifiesto en la historia económica de Europa Oriental y muy especialmente en los casos de Yugoslavia, donde el desarrollo de la autogestión obrera a nivel de empresa no encontró otro camino para su inserción en la economía que acudir a los mecanismos de mercado, desechando la planificación; en Hungría, que proclamó la identidad entre socialismo y nivel de vida alimentando una suerte de consumismo insostenible y eliminando la planificación centralizada en 1968, o el caso de Polonia, donde ni siquiera las reformas orientadas al mercado tuvieron una funcionalidad mínima y una aceptación social para hacerlas viables.

La interpretación de las relaciones monetario-mercantiles como un fenómeno propio del socialismo y por tanto, no contradictorio con este sistema, condujo a que se extendiera el modelo de socialismo de mercado en los años 80, hasta que solo quedó el mercado y nada del socialismo con la desaparición de la URSS en diciembre de 1991.

III

La dolorosa enseñanza del derrumbe del socialismo en Europa no puede llevar a la conclusión –manejada por no pocos autores– de que el socialismo no es perfectible y de que la preponderancia absoluta del mercado es inevitable.

Bastaría para refutar la tesis de que el mercado resulta más eficiente que la planificación, lo sucedido en los últimos 20 años con la implantación del capitalismo neoliberal en los antiguos países socialistas europeos y la ex URSS. Además del enorme costo político y social que ha conllevado la variante de capitalismo salvaje allí introducido, desde el punto de vista económico estos países se ubicaron en la periferia del capitalismo como los más atrasados de la Unión Europea o dejaron de ser una potencia mundial que fue el caso de Rusia como heredera de la URSS. La experiencia histórica reciente muestra que si bien la existencia de las relaciones monetario-mercantiles tiene una base objetiva en las condiciones del socialismo y no es posible negar su presencia, sobrevalorarlas lleva a la destrucción del sistema. El llamado socialismo de mercado mostró que no era posible asimilar la producción mercantil sin tomar en cuenta su carácter esencialmente contradictorio con el socialismo en múltiples aspectos, por lo que ofrecen muchas dudas aquellas interpretaciones que plantean la "utilización" del mercado como un mero instrumento de dirección en función de la construcción de la nueva sociedad.

Al respecto el Che fue categórico cuando en 1964 advirtió "Negamos la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción entre productores y consumidores…" y más adelante subrayó "La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución; podemos, pues, decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista."

El manejo de relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, a partir de su existencia objetiva, tanto mayor en la medida en que más bajo sea el nivel de desarrollo de la sociedad, debe realizarse tomando en cuenta su carácter contradictorio, asimilándolas como un elemento no consustancial al socialismo, pero en cuya construcción el mercado tendrá que ser tomado en cuenta durante largos años.

Cómo hacerlo supone un delicado manejo político y económico que impida que el mercado obstaculice el desarrollo de relaciones sociales de producción superiores, al tiempo en que se le conceda el espacio indispensable para evitar un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.

Un interesante análisis sobre las medidas que pudieran propiciar la asimilación de la heterogeneidad en las formas de propiedad y el incremento de las relaciones monetario-mercantiles en el caso de Cuba fue emprendida por el destacado economista Alfredo González ya desde inicios de la pasada década.

En su ensayo "Socialismo y mercado", este autor subrayaba la importancia de no "…combatir la extensión de las actividades mercantiles con métodos coercitivos, no económicos…", y proponía medidas para lograr una mayor diversidad de oferta y una mayor capacidad competitiva de la propiedad estatal respecto a la no estatal brindando a las empresas públicas un mayor nivel tienen ahora un nuevo contenido que las hace autonomía, incentivos, restricciones financieras efectivas y flexibilidad para responder a la demanda; implementar la competencia entre formas de propiedad no estatales, propiciando el desarrollo de las de mayor contenido social como las cooperativas y acotar el crecimiento de formas de propiedad no estatal asociándolas al Estado; y reconocer las desigualdades de ingresos laborales derivadas de la heterogeneidad productiva, así como atenuarlas mediante un sistema salarial coherente, incentivos multilaterales, nivelación del mercado de trabajo y una política más selectiva de subsidios, impuestos y mercados segmentados, entre las más destacadas.

Al propio tiempo González subrayaba en el caso cubano cómo en la convivencia entre diversas formas de propiedad resultaba "…determinante la evolución del entorno externo y, en especial, del diferendo con Estados Unidos, pues a nadie se le escapa que la promoción unilateral de dichas reformas de mercado persigue, en muchos casos, objetivos ulteriores, nada favorables al desarrollo del socialismo en Cuba."

Un enfoque más adecuado de las relaciones entre plan y mercado se encuentra más recientemente en los "Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución" que se aprobaron en el VI Congreso del PCC celebrado en abril del 2011. En ese documento se recogió la necesidad de tomar en cuenta la existencia objetiva de relaciones monetario-mercantiles en el socialismo al tiempo que se les ubicó subordinadas a la planificación. Así se señalaría: "La política económica de la nueva etapa se corresponderá con el principio de que solo el socialismo es capaz de vencer las dificultades y preservar las conquistas de la Revolución, y que en la actualización del modelo económico primará la planificación y no el mercado. La planificación centralizada de la economía y el control sistemático que el Estado y el Gobierno y sus instituciones deben ejercer, serán la garantía del funcionamiento eficiente de los sistemas."

Adicionalmente en el lineamiento 01 se expresaría: "El sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía nacional, y debe transformarse en sus aspectos metodológicos, organizativos y de control. La planificación tendrá en cuenta el mercado influyendo sobre el mismo y considerando sus características."

En esencia se reflejaba así la necesidad de reconocer un mayor espacio a las relaciones monetario-mercantiles, tomando en cuenta el nivel de desarrollo real alcanzado por la sociedad cubana actual, en tanto que no es posible aspirar al reconocimiento directo del carácter social del trabajo y a la satisfacción de las necesidades de la sociedad si esto no viene acompañado de un elevado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.

Al mismo tiempo, en los Lineamientos estaban presentes elementos de política económica dirigidos a compensar los efectos indeseados del mercado restringiendo su alcance o reafirmando principios esenciales de la política social de la Revolución.

De tal modo, el Lineamiento 03 expresaba "En las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales" en tanto que en el 140 se planteaba "Continuar preservando las conquistas de la Revolución, tales como el acceso a la VI atención médica, la educación, la cultura, el deporte, la recreación, la tranquilidad ciudadana, la seguridad social y la protección mediante la asistencia social a las personas que lo necesiten."

En el caso de Cuba el carácter subordinado que se otorga al mercado refleja la comprensión de las contradicciones que –en su desarrollo– este conlleva, lo que supone –en el socialismo– la activa participación del Estado para potenciar sus efectos positivos, al tiempo que se frenan sus más indeseables consecuencias.

Por último, no es posible olvidar que los mecanismos económicos que se utilicen para ello serán siempre instrumentos auxiliares, pues nunca deberá perderse de vista que –como señalara el Comandante en Jefe en 1975– "…ningún sistema en el socialismo puede sustituir la política, la ideología, la conciencia de la gente; porque los factores que determinan la eficiencia en la economía son otros que no pueden existir de ninguna manera en el socialismo, y sigue siendo un factor fundamental y decisivo el aspecto político, el aspecto ideológico y el aspecto moral."

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Fuente: Temas de la Economía Mundial. Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Nueva Época II No. 27 / Febrero 2015 LA HABANA, CUBA

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