Por Jose Luis Rodriguez
24/03/2014
24/03/2014
Una de las decisiones
fundamentales para enfrentar la crisis que se dibujaba ya en el horizonte a
finales de los años 80´, fue el desarrollo del turismo
internacional en Cuba.
El giro que comenzaron a tomar
las relaciones económicas con la Unión Soviética a partir de 1986 -cuando se
rebajó el precio del azúcar que la Isla vendía a ese país y se limitaron las
entregas de combustible desde esa nación-, y la imposibilidad de cubrir el
servicio de la deuda con Occidente a partir de las posiciones injerencistas del
Club de París, situaron a los ingresos provenientes del turismo como una
prioridad de primer orden para la economía cubana.
Hasta esos momentos el proyecto
socialista cubano no había desarrollado ese ámbito como un sector prioritario,
pues se consideraban los costos sociales que podrían derivarse del mismo, entre
ellos fenómenos como la prostitución y el tráfico de drogas.
Habiendo dispuesto hasta esos
años de ventajosas relaciones económicas con la Unión Soviética y el resto de
los países socialistas, el balance de costos y beneficios para desarrollar la
industria del ocio había llevado al país caribeño a un nivel de visitantes que
solo alcanzaba 194.500 turistas en 1986, cifra inferior a los 272.300 que
llegaron en 1957.
La coyuntura afrontada ya desde
finales de los 80´ hizo que se reconsiderara este sector y se incrementaran las
capacidades hoteleras con esfuerzo propio, a lo que se añadió en 1987 el
impulso a la inversión extranjera, lo que permitiría contar con 275 mil
turistas en 1989.
Con la crisis en los 90’, el turismo comenzó a desempeñar un papel
crucial en la economía cubana y devino la principal fuente de recursos
financieros, tomando en cuenta su
velocidad en el retorno de la inversión. Así se inició una tendencia sostenida
al incremento de la exportación de servicios. Resultaba imprescindible, en
primer término, incrementar las habitaciones para el turismo internacional en
los destinos, que solo llegaban a 20.810 en 1990.
En medio de la tensa situación
de aquellos momentos, puede estimarse que el país invirtió en la categoría de hoteles
y restaurantes -fundamentalmente orientados al turismo- unos 2.200 millones de
dólares entre 1990 y 2000.
De tal modo, el número de
habitaciones en los polos turísticos casi se duplicó en ese período, en tanto
los arribos de visitantes aumentaban a un ritmo anual de 19%, pasando de 327
mil en 1990 a 1.741.000 diez años después, un resultado muy significativo si se
tiene en cuenta que coincidió con una etapa de recrudecimiento del bloqueo
económico de Estados Unidos.
Como resultado de esa dinámica
en arribos turísticos, los ingresos brutos del sector crecieron a un
impresionante ritmo del 23% cada año, elevándose de 243 millones en 1990 a
1.948 millones en 2000. En términos de ingresos por turista, la cifra pasó de
715 dólares a 1.098.
El sector se convirtió en el
elemento de arrastre fundamental de la recuperación económica del país, al
incrementar su peso en las exportaciones totales desde 4,1% en 1990 a 45,1%
diez años más tarde, con un aporte de divisas a la balanza de pagos de 27,6% en
1993, que creció a 33,2% al finalizar el siglo XX.
En esos resultados fue decisiva la
forma en que se vinculó el desarrollo de este sector con el resto de la
economía nacional.
Uno de los factores de mayor
importancia en ese sentido fue la operación de una casa financiera del turismo
-creada en 1992 con el nombre de FINATUR-, que posibilitó movilizar lo
indispensable para reactivar las producciones nacionales que debían apoyar
logísticamente al sector, y logró que las mismas pasaran del 12% de los
abastecimientos al 70% en 2003.
Un efecto colateral nada
despreciable de esta dinámica fue que se establecieron estándares de calidad
para esas producciones que impulsaron la competitividad de la industria
nacional, la cual -unida en muchos casos en asociaciones con capital
extranjero- logró niveles de penetración notables en el mercado interno de
divisas que se desarrolló en paralelo con la actividad turística.
En este caso se destacaron la
producción cervecera nacional y la industria de jabonería y perfumería, con
niveles de penetración superiores al 90% del mercado interno, en abierta
competencia con entidades y marcas extranjeras.
En otra dimensión, el
desarrollo turístico creó directa e indirectamente unos 335 mil empleos,
cubriendo el 7% del total de ocupados en el país. Otro cálculo indica que la
renta turística benefició al 11% de la población cubana.
Sin embargo, durante el pasado
decenio comenzaron a manifestarse síntomas de desaceleración en la dinámica
precedente.
Diversos análisis realizados en
esos años proyectaron tendencias de crecimiento para el año 2010 que no han llegado
a cumplirse, por lo que resulta
conveniente profundizar en el cambio de la dinámica del sector para examinar su
situación actual.
Luego de un primer decenio de
notable crecimiento en el turismo, varios factores externos e internos
comenzaron a incidir en los ritmos de crecimiento alcanzados hasta ese momento.
Es preciso tomarlos en cuenta y, para este análisis, considerar las opiniones
de especialistas como Miguel Figueras, Rogelio Quintana, Ramón Martín y Julián
Rodríguez. En este último caso, vale apuntar que sus comentarios a la primera
parte de este trabajo resultaron de mucho interés.
Según los datos de la ONEI, luego
de una rápida expansión inicial -el número de turistas que arribaban a Cuba
había crecido siete veces entre 1990 y el 2005-, entre este último año y el
2013 el incremento se redujo al 23%.
Por otro lado, las inversiones
en hoteles y restaurantes promediaron 350,6 millones de pesos anuales de 1994 a
2005, y aumentaron a una media de 471,5 millones entre en 2006 y 2012, pero los
niveles de ocupación descendieron de 62,9% en 1995 a un estimado de 52,6% en
2013.
Finalmente, los ingresos brutos
por turista bajaron de 1.098 pesos en 2000 a 837,3 pesos en 2013.
Para explicar estas tendencias,
un primer elemento lo aportaron los atentados del 11 de septiembre de 2001,
coyuntura que afectó durante varios años a la industria del ocio en todo el
mundo, y que llevó a que el turismo
internacional en Cuba no creciera ese año y decreciera -por primera vez- 5% en
2002. No obstante, todavía entre 2000 y 2005 el número de turistas aumentó 33%.
Un segundo elemento que no se
puede desconocer es que la crisis económica más impactante desde los años 30 del
pasado siglo golpeó -y aún continúa
golpeando- los ingresos de la mayor parte de la población en los países
emisores de turismo hacia Cuba en el último lustro.
Esto ha sido particularmente
relevante para el segmento mayoritario de turistas que se ubican en la franja
de ingresos medios y bajos, lo cual se ha reflejado en la ralentización del
crecimiento en el número de visitantes ya apuntado, y también en el descenso de
alrededor de 9% del ingreso por turista-día en once años.
Un tercer grupo de elementos
que estuvieron presentes en las primeras casi dos décadas de desarrollo
turístico iría posteriormente reduciendo su impacto inicial.
En este caso pueden incluirse
la propia irrupción de Cuba en el mercado, con una notable calidad en el
entorno geográfico natural prácticamente virgen en muchos casos, instalaciones
hoteleras recién construidas, y atractivos históricos y culturales novedosos
para la mayoría de los visitantes que llegaban por primera vez.
Dentro de este conjunto de
elementos puede decirse que el factor novedad, que
impactó en buena parte de los 37 millones de turistas que visitaron la Isla por
primera ocasión entre 1990 y 2012, debió ser sustituido por otros elementos que
lograran una mayor repetición de los viajeros a mediano y largo plazo.
Por último, puede añadirse que la concentración
entre 71 y 78% del turismo en el destino de sol y playa durante los últimos
años, con la modalidad de todo incluido, ha
limitado el incremento del gasto por turista-día, por lo que se demanda la
diversificación de la oferta para incrementar la satisfacción del visitante en
instalaciones extra hoteleras.
Precisamente, es en este último
aspecto en el que pueden apreciarse las mayores potencialidades para crecer en
el turismo internacional.
Dentro de los nuevos productos
posibles se encuentran el turismo de salud, de ciudad, de naturaleza, de
eventos y el cultural, entre los más significativos.
No obstante, la disponibilidad
actual de las instalaciones para su desarrollo es limitada, considerando la
existencia de sólo dos parques temáticos, dos campos de golf (sólo uno de 18
hoyos) y una red muy reducida de teatros, cines, cabarets y parques de
diversiones, con un notable nivel de deterioro en muchas de estas
construcciones.
Algunos procesos inversionistas
en ciernes apuntan a modificar esta situación. En este sentido, se reportó que
-en los marcos de un proyecto que abarca la construcción de 16 instalaciones-
el pasado año se firmó el contrato para la
construcción de un nuevo campo de golf en Varadero por valor de 350 millones de dólares entre el británico Esencia
Group y el Grupo Palmares del MINTUR.
Esta inversión incluye la
construcción de 650 apartamentos asociados al campo de golf, lo que supone una
solución puntual al tema inmobiliario.
Igualmente, las inversiones en
diversos puertos del país deben propiciar un mayor desarrollo del turismo de
cruceros, aunque en este último presiona negativamente el bloqueo de Estados
Unidos, sobre todo en el entorno caribeño.
En el ámbito de las mayores
inversiones continuará teniendo un importante papel la participación de capital
extranjero, especialmente en lo referido a contratos de administración, aunque otras alternativas
deberán abrirse con la nueva Ley de Inversión Extranjera.
No obstante, afrontar otros
aspectos que hoy constituyen quejas de los turistas demanda otro tipo de
soluciones no tan costosas. Ese es el caso de la relación calidad-precio en los
servicios, en la que incide fuertemente la calificación y profesionalidad de la
fuerza de trabajo.
También es importante
desarrollar un programa de recapitalización de instalaciones culturales, así
como la ampliación de capacidades para el turismo de salud.
En todo caso, resulta evidente
que el turismo internacional continuará proporcionando una importante fuente de
ingresos al país.
En este año se espera un
crecimiento de 10,4% en el número de visitantes, lo que supone llegar a
3.150.000 turistas, cifra que supondrá un esfuerzo comercializador
extraordinario, tomando en cuenta que en 2013 el sector solo
creció 0,5%, y que un incremento
interanual como el que se propone resultaría extraordinario en un período en
que la economía crecerá sólo 2,2%.
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