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martes, 2 de junio de 2015

Juan Triana: “Internet no es una oportunidad sino una necesidad”



Foto: Ramón Espinosa /AP



Vayamos a la dualidad monetaria en Cuba. Cuando eso ocurra por fin y exista una sola moneda, ¿significará que quienes recibían CUC y dejen de recibirlos, serán más pobres?

No necesariamente. El problema principal no es las dos monedas, sino las múltiples tasas de cambio que tenemos. Y eso es quizás lo que más nos afecta. De facto, las dos monedas ya están unidas porque puedes comprar en pesos cubanos en las tiendas de comercio en divisas. Están unidas. Lo que falta es quitar el CUC. Y a partir de ahí las personas que ganan 50 CUC cobrarían 50 CUC por 24. No serán, en principio, ni más ricas ni más pobres. El CUC, al final, es un vale para comprar en cualquier lugar solamente de Cuba. Hasta ahí llega el CUC. No puedes comprar fuera de Cuba, no es una moneda reconocida internacionalmente. Es, por tanto, un vale de compra que se usa en esta tienda grande que es Cuba. Fue muy útil, sin lugar a dudas, porque permitió ir acomodando la economía en los años 90, igual que fue muy útil, en esa década, introducir la circulación del dólar, sin tener que recurrir a otros expedientes mucho más dolorosos. Con el tiempo, eso se hizo cada vez más costoso, su utilidad fue disminuyendo, consolidó distorsiones y ha hecho menos transparente la gestión económica de las empresas. Cuba necesita unificar la tasa de cambio, tener una tasa bien fundamentada. Cuando exista una sola moneda, que debe ser el peso cubano, que es lo que generalmente se ha dicho, nadie tiene que sentirse perjudicado, a menos que cambie la tasa. El gobierno ha dicho que se trata de un proceso que va por pasos. Primero se unen las monedas, se mantiene la tasa y después hay un cambio de tasa. Lo que está claro es que la unificación de las tasas, que significa devaluar una de las tasas, puede traer movimientos inflacionarios. La tasa de 1 a 1 hay que devaluarla. Si eso ocurre y no se toman medidas para reducir el impacto negativo, el movimiento inflacionario que se produciría, con un crecimiento de los precios, pudiera traspasarse al precio de los productos de consumo final, y puede influir negativamente en el salario real de las personas. El gobierno ha diseñado un programa dirigido a reducir ese impacto. Hasta donde ese programa sea efectivo lo dirá la vida, porque no puede decidirse en laboratorio.

Con todo derecho, los ciudadanos a veces pretenden que todo se pueda prever con suficiente anticipación y todo se pueda planear y hay cosas en la economía que no son totalmente previsibles. Uno puede prever cosas en un 80, 60, 40 por ciento, pero la economía también tiene sus propias dinámicas y no todo puede preverse. Ya hay ejemplos de devaluación de tasas. Hay un convertidor para los trabajadores del Mariel, que es 10 a 1, hay una tasa a través de la cual los campesinos venden al turismo –de 10 o de 11 a 1- de modo que hay un proceso que ha ido implementándose, y hasta ahora no ha habido un impacto demasiado grande en los precios. Obviamente, está muy reducido a un grupo de sectores. Cuando se amplíe a todos los sectores hay que ver qué pasará. Pero es un proceso que va de un posible desplazamiento e incremento de los costos, a que esos costos se reflejen en los precios, y a que esos precios impacten en el salario de las personas. Otra forma de solucionar ese problema es incrementar los ingresos nominales de la gente para compensar el de los precios y otra manera es que algunos precios regulados y controlados por el Estado –excesivamente altos en algunos productos, como los artículos de primera necesidad en las tiendas de comercio en divisas– sean reducidos, mediante la disminución del impuesto a la venta que a veces es bajo, pero en la mayoría de los casos no, bajarlo más, para proteger esa canasta de bienes que el ciudadano cubano tiene que comprar.

¿La economía cubana será en el futuro más de formas no estatales de producción?

Yo creo que se anunció hace ya tiempo que el socialismo cubano mantendrá en manos del Estado los medios fundamentales de producción. Eso significa que aquellos que no sean fundamentales pasaran a otras formas de propiedad, como la cooperativa, cuyo crecimiento se ha ido fomentando, aunque paulatinamente, y otra será la privada. Esteban Lazo habló de un porcentaje del producto interno bruto y de un porcentaje de trabajadores en el sector no estatal. Yo prefiero no hablar de porcentajes. Prefiero hablar de un sector estatal cuyo tamaño sea funcional a los propósitos del socialismo que queremos lograr. Todo lo que es educación, salud, algunos servicios esenciales todavía, tienen que quedar en manos del Estado. Y algunos segmentos, dentro de los sectores productivos que por su importancia y las características de Cuba son decisivos deben quedar en manos del Estado. Al menos aun hoy. Y quizás hasta dentro de 10, 15 o 20 años. Creo que un horizonte de más de 15 años es demasiado largo plazo en la vida de las personas y hasta en la de los países, dada la velocidad a la que cambian el mundo, los países. Este país no es el mismo en el que se aprobaron los Lineamientos… Hoy hay casi medio millón de trabajadores privados, casi millón y medio en el sector no estatal, que es el 26 por ciento de la fuerza de trabajo de Cuba. Un país donde hay casi 500 cooperativas aprobadas, más de 300 funcionando y otras tantas por aprobarse; donde hace tres años no había quizás 300 restaurantes privados y hoy hay más de 2000; donde hay miles de habitaciones rentando en el sector privado, que se convierte en una “cadena hotelera” importante por la cantidad de habitaciones, quizás solo superada solo por la corporación Gaviota, es definitivamente un país diferente.

Y esos sectores han ido enlazándose, por decisiones del proceso de Actualización, al sector estatal. Y hoy, muchas instituciones utilizan cooperativas para reparar, modernizar, mejorar, incluso hoteles. ¿Cuánto nos hará falta de aquí a cinco años? Es muy difícil predecirlo. El Estado debe tener aún la supremacía en algunos servicios básicos, ser por lo menos el accionista mayoritario aunque no sea el gerente del negocio. Imaginemos un hotel bajo contrato de administración: el Estado es el accionista mayoritario y la gerencia es de una compañía extranjera. El Estado recibe sus ingresos por ser accionista mayoritario, que favorecen luego determinados planes. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con las tan comentadas tiendas en divisas? ¿Por qué el Estado tiene que ser gerente del comercio minorista si puede acoplarse en una sociedad mixta en la que sea accionista principal y contrate a una cooperativa la gerencia de la tienda? ¿Por qué gastar recursos, prestigio, capital relacional, incluso político, para hacerse cargo de algo que durante 56 años se ha demostrado que no puede hacer bien? Eso además tiene un costo en términos de prestigio porque cada día que se descubre un caso de corrupción, afecta la imagen de nuestro Estado. ¿Por qué una cadena de tiendas no puede establecer un contrato de administración con una gran compañía que sabe hacer eso, que le puede garantizar el suministro mayorista, financiamiento, una estabilidad en la oferta? Es lo que se hace hoy con los hoteles. Para eso no hay que ir a Vietnam a aprender. Lo hizo Cuba en los años 90 y nos lo enseñó Fidel Castro cuando inauguró el primer hotel en Varadero. Y esas compañías vienen, hacen la gerencia y traen a sus clientes, ponen el mercado, garantizan el suministro. ¿Por qué no podemos extender esa experiencia al sector de comercio, que tanto nos cuesta en términos de dinero, inventarios, custodios, prestigio? A pesar del esfuerzo que hacen las personas que trabajan en ese sector no logran hacerlo con eficiencia y generan una gran insatisfacción en el pueblo. Los beneficios serían mucho mayores que los costos, tanto para el Estado como para la población.

Foto: Roberto Ruiz

¿Y por qué si es tan obvio eso no se hace, no se cambian los papeles?

Eso tienes que preguntarlo a otra gente. Hay una cultura establecida, una inercia, determinados prejuicios, en el sentido de ser juicios preestablecidos, y por lo tanto se ha mantenido así. Es de las cosas que hay que cambiar; de las mentes que tenemos que cambiar. No queda más remedio que seguir cambiando, experimentando. La experiencia con los cubanos que venían a vender ropa es impactante: en muy poco tiempo establecieron 12 000 puntos de venta, es decir, 12 000 licencias, emplearon a mucha gente y trajeron la ropa y los productos que la gente necesitaba y con la calidad que querían. Sin un aparato estatal para hacerlo. Es una experiencia importante que habría que ponerla en orden. Pero en lugar de eso, la erradicamos. O pensamos que la erradicamos y no lo hemos logrado. Con perjuicios para todo el mundo. Incluso para el Estado porque ahora esas personas no pagan impuestos, lo hacen de forma subterránea.

Los economistas en Cuba no son los que guían la economía.

En ningún país del mundo los economistas guían la economía.

Son los gobiernos y las corporaciones, claro. Pero los economistas debieran tener más peso, se les debiera hacer más caso.

Yo creo que cumplimos nuestro papel, que es el de investigar, producir y generar ideas, dar opciones. Hasta ahí llega un economista en cualquier lugar del mundo. Pero, hoy, más que nunca, se les ha dado espacio a los economistas. Incluso institucionalmente. Para participar en los procesos, para canalizar sus opiniones. Como nunca antes. Y con un gran respeto hacia sus criterios. Es parte de ese avance que el país ha experimentado.

Los topes de los precios. Un asunto por el que mucha gente clama. ¿Por qué no hay topes para los precios de alimentos?

Topar precios, que no es más que controlarlos, tiene, en el mediano y largo plazos, grandes costos. Pero puede ser un recurso para solucionar determinados problemas en determinados momentos. Sin embargo, hay otros recursos. Por ejemplo, subvencionar algunas líneas de producción agrícola básicas para la alimentación popular. Lo hacen muchos países. Hay una idea rara de que la agricultura tiene que ser rentable y no puede ser subvencionada. Y hay muy pocos países donde la agricultura no es subvencionada. Una gran parte de las discusiones en la Organización Mundial del Comercio se deriva de la subvención a los productores agrícolas. En Holanda, donde están las vacas que más leche producen en el mundo, la leche tiene subvención. En Estados Unidos, con una de las agriculturas más productivas del mundo, los agricultores tienen subvención, subsidios de miles de millones de dólares. Y eso es porque los precios de los productos agrícolas constituye un tema político. Por lo tanto es importante garantizar precios bajos para que el ingreso de las personas alcance para comprar esos productos y les quede mucho dinero para gastar en otras cosas. El problema está en dónde se pone el subsidio. Es cuando el Estado pacta con un campesino un acuerdo de suministro, y le dice: te voy a subsidiar en tanto para que el producto se venda a tanto. Hay productos que tienen costos muy altos. Porque todo ha aumentado en el mundo. Me sonrío cuando veo reportajes en los que se dice que el precio del boniato puede ser de 80 centavos. Si los costos se han multiplicado por tres, por cuatro, es muy difícil que el precio del boniato sea el de hace 30 años. El problema no es de los precios, sino del salario de la gente. Por el medio hay otras cosas: intermediarios, abusos, situaciones monopólicas, falta de oferta. No de producción. Son cosas diferentes. Todo eso existe en nuestro mercado agropecuario, que es un mercado muy protegido porque en Cuba no hay nadie que venda productos frescos de otros países. No te encuentras una malanga producida en Jamaica. Ni un plátano de Honduras. Ni una cebolla comprada en México. Por tanto, el mercado es solo de esos vendedores, que muchas veces no son los campesinos, sin competencia de otros productores extranjeros que los obligue a poner precios adecuados. En Cuba no ocurre eso. Hace cuatro meses pagábamos 60 pesos por una libra de cebollitas. El kilogramo a 120 pesos, un quinto del salario promedio mensual en Cuba, que es de 400 pesos y tanto mensuales. Cinco CUC por un kilo de cebollas. En un supermercado en España ese kilo de cebollas te lo encontrabas a un euro y 30 centavos. Y comprado al por mayor a los productores 80 centavos de euro. Cuba no tenía suficiente dinero para comprar cuatro barcos de cebollas e inundar el mercado. Y no hay una cooperativa a la que se le permita hacer eso. Al final había que comprar la cebolla a los precios que los vendedores quisieran y con eso se perjudicaba todo el mundo: el Estado y el pueblo. Tenemos un mercado muy protegido, cerrado a la importación de productos frescos. Hay falta de competencia. Donde se comienza a trabajar con el mercado hay que utilizar las instituciones del mercado. Y una de esas instituciones que hacen que el mercado funcione mejor, que tenga impactos positivos sobre el crecimiento, el desarrollo y el bienestar de los consumidores es la competencia. Cuba no tiene una política de competencia adecuada. Nunca hizo falta, pero ahora sí.

Deben estar trabajando para cambiar eso.

Se supone, yo no sé.

Foto: Roberto Ruiz

¿Cree que la eliminación total del bloqueo estadounidense a Cuba mejoraría sustancialmente nuestra economía?

El relajamiento de algunos de los aspectos del bloqueo debe tener un impacto positivo sobre la economía nacional. El hecho de anunciar que Estados Unidos y Cuba están trabajando para restablecer sus relaciones diplomáticas cambia la imagen de Cuba, y la demostración es que hoy hay decenas de organizaciones empresariales y empresarios que visitan Cuba interesados nuevamente en la Isla como plaza de comercio e inversiones. La prohibición de tener relación comercial y de inversión con Estados Unidos y la persecución que el bloque ha significado y significa hacía que Cuba saliera del horizonte visual de los hombres de negocios. Una manera de medir al revés cuánto daño nos ha hecho el bloqueo es saber cuánta gente interesada en hacer negocios con Cuba ha venido desde el 17 de diciembre, y nos vamos a sorprender. Hay decenas de hombres de negocios mirando a Cuba con otros ojos.

En el corto plazo el mayor impacto del relajamiento del bloqueo estará en el turismo. Que los estadounidenses no tengan ya que pedir un permiso específico para viajar a Cuba, aunque lo hagan bajo una licencia general, puede incrementar la cantidad de personas que vengan aquí. El año pasado fueron unos 90 mil los que vinieron. La posibilidad de que la emigración cubana pueda enviar más remesas tiene un impacto grande en la demanda efectiva del país, en la capacidad de compra del cubano, y por tanto el comercio puede incentivarse, y la dinámica del comercio es una de las cosas que miden la dinámica de un país. Una parte de esos ingresos se emplean en inversiones en el sector privado, restaurantes y habitaciones, que constituyen un complemento para el turismo, dan variedad y opciones. Hasta el Ministerio de Turismo reconoce que ese sector privado es un complemento importante que refuerza la imagen turística de Cuba.

La calidad del servicio al turismo en Cuba es mala en general.

Es mala, pero el turista viene, y viene a los hoteles.

Pero el turismo estadounidense tiene fama de ser muy exigente.

Bueno, ya 92 ooo y se quedan en los hoteles. Lo que ocurre es que el producto que buscan muchos turistas norteamericanos no es el que Cuba vende, que es sol y playa, fundamentalmente. Muchas de esas personas buscan turismo de ciudad, turismo cultural. Hay turismo estudiantil, del que apenas se habla. La Universidad de La Habana tiene convenios de semestres con universitarios estadounidenses, y los servicios se los dan pequeñas empresas turísticas privadas cubanas. En un escenario sin bloqueo habría otros muchos impactos, asociados no solo al comercio y el turismo, sino además a la inversión, los servicios, la complementariedad entre las dos economías, las posibilidades de exportar, en lo que ha habido una especie de relajamiento de restricciones para el sector privado cubano hacia Estados Unidos. La reducción de los costos de importación de un grupo de productos. Hablamos del mercado más grande del mundo, de uno de los centros de producción de tecnología más grandes y dinámicos del mundo, de uno de los países de más altos ingresos per cápita del mundo. Y eso, obviamente, debe tener un impacto positivo en el país. Hay muchísimos retos en términos de aspiración de desarrollo, de evitar errores que hemos cometido, como generar una dependencia de un solo país, también en la conducción de la política económica, saber equilibrar nuestros socios comerciales. Pero no es desconocido para nuestro gobierno. Desde hace mucho tiempo esto se conoce y se asume como un reto. No hay que temer a los retos sino aceptarlos como grandes oportunidades y creo que es la percepción que prima en nuestro gobierno. Esta es una gran oportunidad para Cuba y tenemos que aprovecharla.

Vayamos al tema Internet, imprescindible para que Cuba se desarrolle, según usted mismo en un video que circuló hace dos años. ¿Hay algo bueno sobre eso que se les puede decir a los cubanos en este momento?

Bueno, debías preguntarle eso al Ministro de Comunicaciones. Internet es hoy, para las economías, lo que fue el ferrocarril para las economías del siglo XIX. O nos montamos en Internet o estamos suspensos. Así de sencillo. Hoy hay mucha mayor claridad en entender eso que la que hubo hace 20 años. Cuba esta entre los países mas atrasados en la expansión y el uso de Internet, a pesar del propósito político de que Internet llegue a todos y tenga un uso social importante, como parte de nuestra concepción acerca de la política del uso de Internet. Cuba tiene que dar un salto grandísimo asumiendo los riesgos y retos porque Internet no es una oportunidad sino una necesidad para el desarrollo del país, de nuestras empresas, de nuestro gobierno, sobre todo de nuestro pueblo, y es además un derecho. Un derecho ciudadano. Internet es un bien público, por encima de todo. Y en Cuba tiene que ser un bien muy público y muy utilizado porque es una de las maneras de fomentar una mayor participación en las decisiones fundamentales del país. Es un recurso que genera mayores niveles de eficiencia y que permite elevar tremendamente la competitividad de la economía nacional. Una de las grandes quejas de los turistas en Cuba es que no tienen una conexión expedita, y si el turismo se ha desarrollado tanto en los últimos tiempos es porque el turista está siempre cerca de su familia. Internet ha permitido que un turista en medio de África, observando a los leones pueda hablar con sus hijos. Internet además reduce costos, absolutamente en todo. Y permite un ahorro de tiempo que no lo permite ningún otro recurso. En los países con un uso amplio de Internet, sus ciudadanos pagan por ahí sus cuentas, hacen sus reservaciones de aviones, consultan con su médico, y acceden a muchos otros servicios de trámites. Hay ahora un esfuerzo grande en Cuba para hacer un portal para que la población pueda acceder a servicios y trámites. Pero se necesita que el ciudadano tenga Internet en su casa, en su teléfono, y con una conexión barata, que pueda pagar con su salario.

No es el mejor de los ejemplos, pero el país mejor conectado del mundo es Corea del Sur. Un ciudadano allí invierte, para pagar la conexión de Internet del año, el salario de un día. El cubano que pretenda pagar la conexión de un año, conectándose dos horas diarias por la tarifa actual de ETECSA, necesitaría 10 dólares, es decir, 250 pesos cubanos diarios, que, multiplicados por 365 días, serian el salario de 10 años. Por lo tanto, es imposible. Nosotros tenemos que llegar a eso. Y cuanto antes. Nos falta infraestructura, tecnología, tiene que haber más compañías, para que haya competencia. El mundo de las comunicaciones es muy competitivo, donde constantemente aparecen nuevos productos y servicios. Nosotros podemos esperar todo el tiempo, pero el tiempo no espera por nosotros.

Foto: Roberto Ruiz

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