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sábado, 5 de septiembre de 2015

Libro "Cooperativas y Socialismo. Una mirada desde Cuba" Parte 1 ¿Qué es una cooperativa? TEMA 1 Una introducción a las cooperativas

Por Jesús Cruz Reyes y Camila Piñeiro Harnecker

Hoy en día, según la Alianza Cooperativa Internacional (ACI),* más de 800 millones de personas en el mundo están organizadas en cooperativas que realizan actividades económicas diversas.1** Son miembros de al menos una cooperativa, uno de cada tres canadienses, uno de cada tres franceses, uno de cada cuatro argentinos, uno de cada cuatro alemanes, uno de cada cinco indios, uno de cada diez costarricenses, y uno de cada diez colombianos, por solo poner algunos ejemplos. 

En cuanto a la importancia económica de las cooperativas, según la ACI (2010), en Europa occidental la inmensa mayoría de los productores agrícolas están organizados en cooperativas y controlan más de la mitad del mercado de productos agrícolas. De hecho, las cooperativas en Finlandia producen el 96 % de los lácteos, el 50 % de los huevos y el 34 % de los productos forestales. En Francia, ellas controlan más del 40 % de la producción de alimentos, agrícolas y no agrícolas. En Uruguay, las cooperativas producen 90 % de la leche y 30 % del trigo. El 22 % del Producto Interno Bruto (PIB) de Nueva Zelanda era generado por esas organizaciones en 2007. En 2009, las cooperativas contribuyeron con el 5,4 % del PIB total brasileño (37,2 % del PIB agrícola) y cerca del 5 % del PIB colombiano.

*  La ACI es la organización que desde el año 1895 aglutina y promueve el movimiento cooperativo en el mundo. Ver http://www.ica.coop.

1**   Las notas de referencia aparecen al final del tema.

Estos datos deben ser tomados con cautela, pues un número considerable de empresas que se identifican como “cooperativas” en realidad no practican los principios de cooperativismo y solo se denominan como tales para acceder a beneficios que los Estados les otorgan a esas formas de organización asociativa-empresarial. Además, gran parte de las cooperativas en el mundo son cooperativas de comercialización (empresas que se unen solo para comercializar y no producen de forma colectiva) y de ahorro y crédito (bancos). 



Aun así, el impacto de las cooperativas en el mundo es considerable. De las actividades que ellas realizan, según estimaciones de la Organización de Naciones Unidas de 1994, se beneficiaban unos tres mil millones de personas, alrededor de la mitad de la población mundial, estimados de ACI, 2010. Los beneficiarios corresponden no solo a sectores de bajos ingresos, sino también a aquellos con medios y altos ingresos que eligen consumir conciente y responsa-blemente, y/o producir bajo relaciones de asociación y cooperación en lugar de subordinación y competencia. 

Las cooperativas que han logrado mayor éxito y sostenibilidad se han asociado en cooperativas de segundo y tercer grados. Entre las más reconocidas están la Liga Nacional de Cooperativas en el norte de Italia (fundada en 1986), la cual llegó a reunir al mayor número de cooperativas en su época, la mayoría de manufactura industrial o artesanal. Actualmente, la Corporación Mondragón es el mayor grupo cooperativo del mundo, así como el primer grupo empresarial del País Vasco y el séptimo de España. Mondragón está compuesta por más de 100 cooperativas cuyas actividades están relacionadas fundamentalmente con las finanzas, industria, distribución y cono-cimiento. 

Venezuela —después de que el gobierno de Hugo Chávez estableciera políticas para promover las cooperativas— se ha convertido en uno de los países con más cooperativas en el mundo: los estimados varían entre 30 y 70 mil. Sin embargo, pocas han logrado consolidarse pues, entre otros factores como un no acertado apoyo estatal, han permanecido aisladas desaprovechando las ventajas de la cooperación entre cooperativas. De hecho, el caso más destacable en ese país es la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (CECOSESOLA),que fue creada en 1967 y agrupa a 80 cooperativas de consumo y producción, la cual sí aprovecha las ventajas de la integración.


En Cuba, en la actualidad existen tres tipos de cooperativas, todas en el sector agropecuario, para un total de 6 300 aproximadamente en el 2009, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), 2009. Pero una parte significativa de ellas no funcionan realmente como cooperativas porque no disfrutan de la autonomía necesaria para tomar decisiones tan básicas como el abastecimiento de insumos y la comercialización de sus productos. 


En la actualidad, tanto en Cuba como en otros países se buscan otras formas empresariales alternativas a la empresa estatal y a la empresa capitalista que sean más participativas, más solidarias, más justas, en fin, más efectivas para el desarrollo socioeconómico de nuestros pueblos. Por ello es importante profundizar en el modelo de gestión cooperativo. Esto no significa que la cooperativa sea la única opción, ni que ella deba suplantar a las otras formas empresariales; es solo una opción más, con sus ventajas y limitaciones. Las cooperativas constituyen la alternativa empresarial más difundida en el mundo —no la única— y se ha demostrado su efectividad y sustentabilidad; aunque en muchos casos, sin dudas, ello no ocurra. El presente trabajo está dedicado a explicar qué es una cooperativa, haciendo énfasis en las cooperativas de producción; también conocidas como cooperativas de trabajo o de trabajadores. Para ello es necesario apuntar a las condiciones que originaron las primeras cooperativas, y siguen hoy motivando y favorecieron su aparición. La explotación, marginalización y enajenación inherentes al sistema capitalista crean o agravan problemas que afectan a todos y solo pueden resolverse mediante la acción colectiva. La cooperativa es una de esas herramientas. 


En este trabajo se caracteriza el funcionamiento de este tipo de organización asociativa-empresarial a partir de un análisis de los principios organizativos que deben implementarse en toda cooperativa genuina. Las especificidades de las cooperativas se hacen más evidentes cuando estas se comparan con empresas capitalistas. Se concluye señalando las potencialidades que tienen las cooperativas sobre otros tipos de organizaciones.


Una cooperativa es un grupo o asociación de personas que se han unido voluntariamente para satisfacer necesidades y aspiraciones económicas, sociales y/o culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta democráticamente controlada, autónoma y abierta.

Lo que caracteriza una cooperativa no es la medida en que los medios de producción sean propiedad legal de la cooperativa, es decir, del colectivo de personas que sean sus miembros. De hecho, los medios de producción de una cooperativa pueden ser propiedad legal de entidades externas —incluso de algunos de sus miembros— que decidan arrendárselos a la cooperativa. Por tanto, lo importante no es quién es el propietario legal de los medios de producción (asumiendo que esté dispuesto a arrendárselos en términos razonables y de forma estable) sino que el colectivo de trabajadores pueda disponer de ellos, median-te una gestión realmente democrática.

Una cooperativa es una asociación y una empresa a la vez. Pero es una empresa donde lo asociativo, lo social, es lo que guía el funcionamiento de lo empresarial. Y es una empresa donde cada persona, independientemente de lo que haya aportado al capital de la cooperativa, tiene el mismo poder de toma de decisiones. Es decir, es una empresa de personas y no de capitales.

Las cooperativas como actores de la economía “solidaria” o “social”

Las cooperativas se dice que forman parte del “tercer sector” porque no son ni estatales ni privadas, sino colectivas. Como vimos, lo importante no es la propiedad legal de sus medios de producción, sino que su gestión está en manos de un colectivo y no de representantes del Estado ni personas o instituciones privadas.


Pero esa gestión colectiva no debe responder solo a los intereses del grupo de asociados de la cooperativa, sino que se espera que ellos estén comprometidos con el desarrollo local de las comunidades donde están enclavadas o a las que pertenecen sus miembros. Es decir, las cooperativas deben ser gestionadas democráticamente por su colectivo, pero de forma socialmente responsable: respondiendo a intereses sociales. De hecho, ellas se consideran también como parte de la “economía solidaria” o “economía social”.

Las cooperativas como una forma de “autogestión”


Las cooperativas forman parte del conjunto más amplio de formas organizativas autogestionarias o de autogestión, donde lo que las identifica es la gestión democrática de la empresa por los propios trabajadores. La autogestión es tomarnos en nuestras propias manos la solución de nuestros problemas para satisfacer nuestras necesidades con nuestro propio trabajo, creatividad y esfuerzo, gestionando los recursos de forma democrática y en el interés de todos. La autogestión no se limita a la esfera económica sino que existen organizaciones autogestionarias también en la esfera pública, en los gobiernos locales, y en lo político.


Es decir, las cooperativas surgen cuando un grupo de personas se unen para resolver un problema común. De esa manera, ellas eligen darle solución a ese problema mediante un esfuerzo colectivo en lugar de uno individual. Se reconocen así las ventajas del trabajo cooperado, y la superioridad de las relaciones de cooperación que se establecen cuando la gestión de la empresa es realmente democrática.


Distintos tipos de cooperativas

El criterio más relevante para clasificar a una cooperativa está relacionado con la actividad que realizan sus asociados. Esa actividad puede ser de producción de bienes y servicios, o de consumo de bienes y servicios; aunque hay cooperativas que son mixtas y realizan ambos tipos de actividades. Las cooperativas pueden producir cualquier bien u ofrecer cualquier servicio, así como consumir cualquier bien o contratar cualquier servicio.


Es decir, según la actividad que realizan los asociados, las cooperativas se pueden clasificar en:

• * Cooperativas de producción de bienes y servicios. Son grupos de personas o cooperativas (para las cooperativas de grado superior, analizadas abajo) que se unen para producir conjuntamente:

– Bienes agropecuarios, industriales, de la construcción, etcétera. 
– Servicios de gastronomía, reparación, contabilidad, transporte, etcétera. 

Estas son también conocidas como “cooperativas de trabajo”,* para poner énfasis en que ellas están basadas en el trabajo colectivo de un grupo de personas.

• Cooperativas de consumo de bienes y servicios. Son grupos de personas o cooperativas que se unen para obtener conjuntamente: 

– Bienes de cualquier tipo; generalmente productos alimenticios o de consumo básico, o insumos productivos (para las cooperativas de segundo grado). 

– Servicios de cualquier tipo; estando entre las más comunes las “cooperativas de ahorro y crédito”. 

e esta manera los asociados disfrutan de las ventajas de las compras al por mayor, pudiendo obtener bienes y servicios a menores precios. Las cooperativas de consumo también les permite a sus miembros adquirir bienes y servicios de calidad asegurada y con las especificidades (técnicas, éticas, etc.) que ellos deseen. También los asociados pueden distribuirse los excedentes creados en la venta de los productos comprados. 

• Cooperativas mixtas. Son grupos de personas o cooperativas que se unen tanto para producir conjuntamente algunos bienes y servicios, como para acceder de forma unida a ciertos bienes y servicios. 

Las cooperativas también pueden clasificarse según su nivel de integración. Aquellas que son una unión de personas son consideras como cooperativas “de primer grado” o “de base”. Las cooperativas que están formadas por varias cooperativas son cooperativas “de segundo grado” o “grupos” o “uniones”. A su vez, las cooperativas que están formadas por cooperativas de segundo grado, son cooperativas “de tercer grado” también conocidas como “federaciones” o “confederaciones”.

Origen de las cooperativas

La esencia de las cooperativas, el trabajo en colectivo y sin patrones, ha existido desde los orígenes de los hombres y las mujeres. Como Engels explica, la especie humana surge, en esencia, producto del trabajo.2 Lo que diferenciaba a los primeros humanos de los primates era su capacidad de trabajar, de imaginar algo y hacerlo realidad mediante la transformación de la naturaleza. Pero ese trabajo en la mayoría de los casos consistía en actividades que se realizaban de forma colectiva, por un grupo; y en sociedades donde aún no existía la propiedad privada.

* También se les conoce como “cooperativas de trabajadores” para indicar que los asocia-dos de la cooperativa son también trabajadores de ella: pues aportan su trabajo y no solo su capacidad de consumo como ocurre con la mayoría de los asociados en las empresas de consumo. Estas son cooperativas que se apropian de los resultados de su trabajo.

Así, durante la comunidad primitiva, los primeros humanos trabajaban de forma colectiva, cooperativa. Después, aun cuando otras formas de organizar el trabajo —como la esclavitud, el feudalismo, y el capitalismo— han sido lo predominante, el trabajo cooperativo ha continuado existiendo de distintas maneras en algunos espacios.

Con el avance de la ideología individualista del capitalismo, han sido algunos grupos políticos (comunistas utópicos, sobre todo) y religiosos los que más han promovido a las cooperativas u otras formas de autogestión. Ellos han defendido las soluciones colectivas ante las soluciones individuales; pues reconocen que estas últimas siempre terminan ignorando los intereses de otros y corrompiendo la esencia humana.

El surgimiento de las primeras cooperativas modernas tiene lugar con los primeros efectos terribles de la Revolución Industrial en Gran Bretaña, a finales del siglo xviii: jornadas de trabajo extremadamente largas* en pésimas condiciones, sin derechos ante los patrones, y recibiendo mucho menos de lo necesario para la alimentación; además de que el comercio se caracterizaba por altos precios y adulteraciones de los productos.3

Al parecer, las primeras cooperativas aparecen en principio como instituciones culturales, educativas o periodísticas que tratan de instruir a los obreros y aliviar la carga de miseria que les imponía la sociedad capitalista. Pero pronto la mayor parte de ellas surgen como cooperativas de consumo, que buscaban satisfacer las necesidades principalmente de alimentación de los trabajadores, aprovechando las ventajas antes mencionadas que ellas ofrecen a sus asociados. Por ejemplo, en 1760 surgió una cooperativa de molineros que compraba el trigo para molerlo y vender la harina con precios más baratos, rompiendo el monopolio de la venta de harina.4 También hubo cooperativas de producción, sobre todo agrícola.

* La primera regulación de la jornada laboral fue el Factory Act de 1850 que autorizaba una jornada de trabajo de 6:00 a.m. a 6:00 p.m. de lunes a viernes y de 6:00 a.m. a 2:00 p.m. cada sábado, con recesos para comidas. Pero lo normal era que ello no se respetara y la jornada fuera de mucho más de 18 h.

Gran parte de esas primeras cooperativas modernas que surgen a finales del siglo xviii y principios del xix fueron un fracaso económico, fundamentalmente porque no tenían en cuenta la importancia de que la parte empresarial de la cooperativa funcionara efectivamente. Ellas vendían sus productos a precio de costo o los entregaban gratuitamente, sin asegurar que pudieran cubrir sus costos y tener al menos un fondo de reservas para emergencias. Se ponía un excesivo énfasis en lo social a corto plazo, sin asegurar la reproducción económica de la organización, que permitiera su sostenibilidad. Esas primeras cooperativas no tomaban en cuenta los fundamentos del funcionamiento empresarial.

Además, en la mayoría de los casos, ellas fueron creadas con dinero aportado por gente opulenta, y que al agotarse provocó su extinción. Aunque tales proyectos eran en beneficio de los asociados, estos no habían brotado del esfuerzo y aporte de ellos mismos. En algunos casos, esas cooperativas fracasaron también debido a que trabajaban en tierras o locales arrendados sin plenas garantías jurídicas, y cuyos propietarios por tanto podían decidir dejar de rentárselos a las cooperativas sin previo aviso.

También, las cooperativas estaban influenciadas por la fuerte presencia del socialismo utópico premarxista (especialmente de Saint Simons,* Owen** y Fourier***), que criticaba al capitalismo desde una posición ético-moral pero que no reconocía las contradicciones antagónicas entre la clase trabajadora y la capitalista, y por tanto ignoraba las implicaciones políticas de esto. Es decir, no se valoraba la importancia de la organización política e integración entre cooperativas para defender sus derechos y aumentar sus posibilidades de éxito.

* Henry Claude de Rouvroy Saint Simons (1760-1825) fue un aristócrata francés que criti-caba fuertemente a la propiedad privada y las clases parasitarias, en particular los terrate-nientes. Era firmemente partidario de crear asociaciones de personas que regularan todas las actividades sociales, incluyendo la producción.

** Robert Owen (1771-1858), aunque hijo de un artesano pobre, logró ser director de una fábrica en New Lanark, Inglaterra, la cual se convirtió en modelo de buen funcionamiento y de medidas en beneficio de los trabajadores (reducción de la jornada laboral, vivienda, salud y otros servicios). Owen creía firmemente que la creación de asociaciones sin los ca-pitalistas podría ayudar a mejorar la situación de los obreros y a transformar la sociedad. Fundó una colonia llamada La Armonía en EE.UU., que no resultó exitosa.

*** Hijo de un comerciante francés, Francoise-Marie Charles Fourier (1772-1837) argumen-tó que la propiedad privada no existió siempre y debía ser sustituida por la armonía entre las personas. Demostró que el obrero no era libre pues estaba forzado a trabajar. Sugirió que las personas debían convivir en falanges donde se combinara trabajo en la industria y en la agricultura, y que el dinero para la constitución de las falanges debía ser aportado por los capitalistas.

Así, la burguesía que controlaba el comercio sí se organizó para aplastar por todos los medios a las cooperativas de consumo que afectaban sus intereses. El éxito de las primeras cooperativas de con-sumo provocaron el enojo de grandes comerciantes, quienes lograron que se les prohibiera a los funcionarios públicos su participación en ellas.5 Similarmente, cooperativas de producción agrícola fueron arrebatadas de las tierras en que trabajaban.

La cooperativa moderna más reconocida por su éxito

El 24 de octubre de 1844 se registra oficialmente la Sociedad de los Pioneros Equitativos de Rochdale, también conocida como Los Pioneros de Rochdale, la cooperativa moderna que ha sido más reconocida por su éxito. Ella estaba formada por un grupo de 28 tejedores de una fábrica de hilado de algodón en la barriada de Rochdale, Manchester que habían decidido unirse para crear una cooperativa de consumo.

El grupo preveía abrir un almacén cooperativo en el cual ellos y sus familias pudieran adquirir bienes de primera necesidad con buena calidad y a precios accesibles. Por acuerdo entre ellos, cada uno aportó dinero a un fondo común durante un año aproximadamente, hasta acumular el capital de arranque mínimo necesario (equivalente a 128 dólares) para alquilar un local, en el cual habría de funcionar “su almacén cooperativo” o cooperativa de consumo.

La cooperativa adquiría bienes básicos al por mayor y luego los vendía a sus miembros a precios solo un poco por encima del costo. En sus primeros días de funcionamiento, ella apenas laboraba una tarde en la semana debido al bajo volumen de sus operaciones. Pero ya al cuarto mes trabajaba cinco tardes en la semana.

Entre los miembros de la cooperativa de Rochdale se incluían comunistas, cartistas, líderes sindicales y otras personas que habían decidido solucionar ellos mismos, de manera conjunta, aquellos problemas comunes que les afectaban. Muchos de ellos habían par-ticipado en luchas reivindicativas ante los patrones de la fábrica textil de la que eran trabajadores.

Ellos establecieron siete principios de funcionamiento que habrían de determinar el éxito de su organización y que quedarían como modelo a seguir en la posteridad:

1. Matrícula abierta. 
2. Neutralidad política. 
3. Un socio un voto. 
4. Interés limitado sobre el capital.* 
5. Ventas al contado.** 
6. Ganancias que vuelven o “retornan” a los socios. 
7. Educación y formación. 

Estos principios reflejan el contexto en que la cooperativa de Rochdale surge, así como su énfasis en lo económico y su desentendimiento de la necesidad de transformación social.

Sin embargo, esta primera cooperativa exitosa sirvió de inspiración para muchas cooperativas de consumo que fueron creadas posteriormente en Inglaterra, Francia, Alemania. De hecho, conforme a di-versas estimaciones, a principios del siglo xx, un total de 1 700 000 ingleses eran miembros de cooperativas de consumo.

Así, se dice que a partir de la creación de Rochdale comienza una fase del cooperativismo que se caracterizó por su énfasis en la rentabilidad y el abandono de la lucha ético-moral contra el sistema capitalista. Dentro del movimiento cooperativista siempre han existido distintas tendencias. Algunas promueven incluso la “capitalización” de los miembros de las cooperativas, dividiendo sus patrimonios en acciones que sean distribuidas equitativamente entre ellos. Por otro lado, las posiciones más radicales siempre han defendido el valor del hombre en sí mismo, así como la importancia de la organización política de los trabajadores, y la necesidad de superar el capitalismo y no limitarse a operar dentro de sus reglas y lógica de funcionamiento.

Principios básicos de las cooperativas

El tiempo ha demostrado que las cooperativas que son exitosas son aquellas que tienen en cuenta ciertos principios organizativos. La ACI, recomienda los siguientes principios:

* Aquellos socios que habían aportado capital no recibían ingresos extras por ello, sino que lo importante era su contribución de trabajo.

** Sin fiar, y a precios que aseguraran los costos totales.

1. Membresía voluntaria y abierta.

Cualquier persona, sin discriminación de género, raza, clase social, posición política o religiosa puede solicitar ser miembro. La persona deberá ser capaz de producir, o utilizar sus servicios, para el caso de las cooperativas de consumo. Es importante también que ella esté dispuesta a aceptar las responsabilidades de ser miembro de la cooperativa, tal cual deberá aparecer entre los deberes de los asociados en su reglamento interno y en las normas formales o informales de trabajo de las tareas que le sean asignadas.

De la misma manera que las cooperativas deben estar abiertas a aceptar las solicitudes de inclusión de nuevos asociados, ellas pueden también decidir expulsar o separar definitivamente a algunos asociados. Tanto para el caso de la adhesión como la separación de un socio, los criterios para tomar esas decisiones deben estar clara-mente establecidos en el reglamente interno de la cooperativa.

La decisión sobre la inclusión o expulsión de un miembro debe ser tomada por la asamblea general, conformada por todos los aso-ciados de la cooperativa. Generalmente, los reglamentos generales (aplicables a todas las cooperativas) y los reglamentos internos de las propias cooperativas, establecen que estas decisiones están entre las más importantes y por tanto requieren más que una mayoría simple para llegar a acuerdos.

Es significativo notar que en algunos países, un trabajador que sea contratado por una cooperativa tiene el derecho a solicitar ser miembro de ella después de cierto tiempo (seis meses, en la legislación venezolana). Mientras que en otros países se les permite contratar fuerza de trabajo asalariada permanentemente, pero se establece que no debe sobrepasar a cierto porcentaje del total de miembros de la cooperativa (en el País Vasco es el 20 %; aunque esto no es respetado por el Grupo Mondragón, el cual en 2008 contaba con cerca de 30 mil asociados y contrataba unos 60 mil asalariados).

2. Gestión democrática por parte de los asociados.

Los miembros de una cooperativa participan activamente en todas las decisiones relacionadas con su gestión, sea directamente, en asamblea general, o indirectamente por medio de los representantes elegidos democráticamente para esas responsabilidades. Así, un asociado debe participar directamente al menos en las decisiones estratégicas y no estratégicas más importantes como la elección de sus representantes y directivos, los planes de producción, distribución de los excedentes, criterios de retribución del trabajo, entrada o salida de aso-ciados y presupuestos.

A la hora de tomar decisiones en asamblea general en las cooperativas de base, todos los miembros —no importa cuánto hayan aportado en capital o trabajo a la cooperativa— tienen igual derecho de voto: es un miembro, un voto. En las cooperativas de niveles superiores (grupos o federaciones) se utilizan procedimientos democráticos de representación diversos de manera que cada cooperativa integrante pueda participar en la toma de decisiones.

Evidentemente, no es recomendable que todas las decisiones en una cooperativa sean tomadas en asamblea general, con la participación de todos sus miembros, sobre todo a medida que aumenta la membresía. Las cooperativas pueden crear comités ejecutivos en los cuales se deposite la responsabilidad de tomar ciertas decisiones (compras, ventas, mantenimiento, etc.) en representación de los intereses de todos sus miembros. Estos comités, como los directivos o representantes sí deben rendir cuenta de sus funciones periódicamente y pueden ser revocados en asamblea general si su gestión es considerada insatisfactoria.

Las cooperativas pueden establecer distintas estructuras organizativas con funciones ejecutivas y de representación según lo decidan sus miembros. No obstante, la asamblea general debe ser siempre el órgano decisorio supremo.

3. Participación económica de los asociados.

La participación económica de los miembros de una cooperativa es en dos sentidos: ellos participan aportando al capital de la cooperativa; y participan también beneficiándose de los resultados de su gestión. Los miembros aportan indirectamente al capital de la cooperativa contribuyendo de manera equitativa su fuerza de trabajo, es decir, sus capacidades productivas: habilidades, creatividad y esfuerzo o dedicación. Por tanto, y sobre todo en las cooperativas de producción, se espera que cada miembro aporte el máximo de trabajo a la cooperativa, según su capacidad. Es importante notar que, a diferencia de empresas gestionadas no democráticamente, en ellas sí existen los mecanismos y los incentivos para garantizar que los trabajadores aporten también sus ideas, conocimiento formal y tácito.

Si algún miembro contara con medios de producción (equipos, herramientas, tierra, local) que deseara aportar a la cooperativa, se puede decidir en qué términos hacer uso de ellos. El propietario puede rentárselos, vendérselos, o entregarlos en donación.

Generalmente, las cooperativas establecen que para ser miembro, es un requisito que se contribuya una cierta cantidad de dinero al patrimonio de la cooperativa; igual para todos. Este “aporte societario” al “capital social” de la cooperativa puede irse descontando gradualmente de los ingresos que el asociado reciba por su trabajo. Ello contribuye a consolidar el compromiso de los socios hacia la cooperativa.

En el otro sentido de la participación económica, los miembros de una cooperativa “participan” de los resultados de su gestión fundamental-mente mediante tres vías: el anticipo, el retorno y los fondos sociales.

El anticipo es lo que recibe cada socio mensualmente, por lo general en la forma de ingreso monetario; lo que en una empresa tradicional sería un “salario”, pero aquí pierde el sentido pues —en la medida que la gestión de la cooperativa es realmente democrática— la relación de trabajo asalariado es sustituida por la de trabajo asociado.

El retorno es lo que recibe cada asociado al final del año fiscal, si la cooperativa tiene excedentes, después de cumplir con todas sus obligaciones tributarias, financieras y legales (como la de contribuir a los fondos obligatorios, mencionados a continuación); y si se decide distribuir una parte de esos excedentes entre los asociados. Estos dos primeros beneficios son obtenidos individualmente, y el monto que cada asociado obtenga dependerá del trabajo que este haya aportado y/o el criterio de distribución que haya sido establecido democráticamente por los asociados.

El tercer beneficio es colectivo, pues los fondos sociales de una cooperativa son utilizados por el grupo de personas que la conforma. En algunos países, el reglamento general que rige a las cooperativas establece que ellas deben mantener ciertos fondos sociales con carácter obligatorio, fijando qué porcentaje de las utilidades netas después de impuestos deben contribuir a cada uno. Por ejemplo, la legislación venezolana establece que las cooperativas en ese país deben destinar 10 % de sus utilidades netas después de impuestos a un fondo de emergencia, otro 10 % a un fondo de protección social, y otro 10 % a un fondo de educación.

Además de los fondos obligatorios por ley, las cooperativas pueden establecer otros fondos que consideren necesarios, como un fondo de inversiones, por ejemplo. Así, la cooperativa puede disponer de estos y otros fondos que ella decida crear para beneficiar colectivamente a sus miembros con la garantía de que la cooperativa se puede sobreponer a contingencias y está preparada para enfrentar el futuro, así como brindándoles acceso a educación, asistencia social propia, alimentación, vivienda, y otros beneficios que satisfagan las necesidades comunes de los asociados. Los criterios de utilización de estos fondos son también decididos democráticamente por los miembros de la cooperativa.

4. Autonomía e independencia.

Las cooperativas son organizaciones autónomas e independientes en el sentido de que ellas pueden entrar en acuerdos con otras organizaciones (estatales, privadas, otras cooperativas) pero en términos que mantengan el control democrático por parte de sus miembros. Es decir, los asociados deben mantener la capacidad de tomar las decisiones relacionadas con su gestión.

Así, la autonomía de una cooperativa no es solo para sus directivos y representantes, sino para todos sus miembros colectivamente. Por tanto, los responsables de la gerencia de una cooperativa deben cuidarse de que en su interacción con otras organizaciones que no son gestionadas democráticamente se les impongan su lógica de funcionamiento.

Este aspecto de las cooperativas es uno de los más controvertidos, sobre todo cuando un gobierno establece políticas para promover la creación de cooperativas y/o garantizar que ellas contribuyan al desarrollo social de las comunidades o la nación donde se encuentran. El Estado y otros actores deben obviamente brindarles apoyo, pues ello —como para cualquier empresa— puede contribuir significativamente a su éxito, pero debe hacerlo cuidando no intervenir en la toma de decisiones de los miembros de las cooperativas. En lugar de la intervención directa, el Estado puede hacer uso de mecanismos de control indirecto, mediante regulaciones y cláusulas de condiciones en los contratos que establezcan con ellas. Las cooperativas establecerán esos contratos de forma voluntaria, asumiendo así concientemente las responsabilidades sociales que en ellos se establecen.

Es importante notar que aquellas cooperativas que deciden ser parte de cooperativas de grado superior u “órganos de integración” deben prescindir de parte de su autonomía. Por ejemplo, las cooperativas que forman parte del Grupo Mondragón deben contribuir a los fondos obligatorios y no obligatorios establecidos por el consejo rector del grupo en las medidas establecidas, cumplir con una escala de anticipos establecida, enviar cierta información sobre su gestión, entre otros requerimientos para ser parte del Grupo. Por tanto, el principio de autonomía de las cooperativas no implica necesariamente una autonomía total de otros actores económicos, sobre todo si estableciendo esos compromisos también se promueven los intereses del colectivo de asociados.

5. Educación, formación e información.

La importancia de que los miembros de una cooperativa tengan cierto nivel de educación, de conocimientos técnicos según su labor, y cuenten con información sobre la gestión de su cooperativa está estrechamente relacionada con la naturaleza participativa de su gestión. Para que las decisiones que tomen los asociados sean las más adecuadas para las cooperativas, ellos deben estar preparados para tomar esas decisiones. En primer lugar, necesitan estar informados sobre la situación de la cooperativa y las opciones a considerar. En segundo lugar, deben tener la capacidad de analizar esa información.

Una cooperativa puede aprovechar más efectivamente las potencialidades y ventajas de la gestión democrática en la medida en que sus asociados estén bien informados y capacitados tanto para hacer uso de los procedimientos democráticos como para tomar las decisiones más acertadas. Por ello, es importante que las cooperativas cuenten con un fondo de educación que les permita elevar las competencias de sus miembros a los niveles óptimos. Si esto es crucial para el éxito de una empresa tradicional, lo es aún más para una cooperativa o cualquier empresa gestionada democráticamente.

Por otro lado, las cooperativas se ven también en la necesidad de informar y educar a las instituciones con las que interactúan. Puesto que la cooperativa es una empresa con especificidades diferentes a la empresa capitalista o estatal tradicional, las instituciones con las que establezca relaciones deben conocer que no podrán negociar con ella en las mismas condiciones que con otros tipos de empresas.

Como fue mencionado anteriormente, los representantes de una cooperativa no pueden tomar decisiones a nombre de la cooperativa que no hayan sido acordadas o estén dentro de los rangos de opciones previamente predefinidos.

Además, para contribuir a la expansión y consolidación de las cooperativas, se espera que ellas informen y eduquen al público en general sobre los beneficios del cooperativismo. Se reconoce que mientras más cooperativas existan, más posibilidades tendrán de relacionarse entre ellas según sus principios, y consolidar así los valores del cooperativismo.

6. Cooperación entre cooperativas.

Las cooperativas que más éxito han alcanzado históricamente, como fue mencionado antes, han sido precisamente aquellas que han logrado asociarse con otras cooperativas, estableciendo relaciones de cooperación entre ellas. Las cooperativas pueden disfrutar de las ventajas de las economías de escala si se integran horizontalmente a otras cooperativas similares para aumentar la capacidad productiva conjunta, así como obtener insumos a menores costos y lograr contratos de venta que les sería imposible obtener aisladamente. Las cooperativas pueden integrarse también verticalmente con otras cooperativas para garantizar su acceso a insumos y la comercialización de sus productos en condiciones ventajosas, y de manera que se distribuyan las ganancias de forma más justa entre los integrantes de la cadena productiva.

Además, las cooperativas se pueden integrar para juntar fuerzas y así contar con sus propios servicios, como acceso a financiamiento en condiciones ventajosas, a asesoramiento técnico garantizado, etc. Así, las cooperativas pueden asociarse en cooperativas de segundo grado tanto territorialmente (en un mismo territorio) como sectorialmente (en un mismo sector productivo).

La cooperación entre cooperativas es también una herramienta para que las cooperativas más fuertes o afortunadas ayuden a las más débiles o desafortunadas, y se ejercite así la solidaridad que debe caracterizarlas. De esta manera, el trabajo coordinado entre cooperativas permite que ellas sean más efectivas tanto en su gestión económica como en el ejercicio de sus valores, y, consecuentemente, en la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de sus miembros.

7. Interés o compromiso por la comunidad.

Según la ACI, las cooperativas deben trabajar para el desarrollo sostenible de sus comunidades por medio de políticas aceptadas por sus miembros. Sin embargo, este es quizás el principio de las cooperativas menos respetado por ellas.

No obstante, en algunos casos, el beneficio de los fondos sociales de las cooperativas va más allá de sus miembros y adquiere un carácter realmente social cuando las comunidades en las que se encuentran también se benefician de ellos. Por ejemplo, la cooperativa puede financiar un círculo infantil, un comedor, la construcción de viviendas y otros servicios que les beneficien colectivamente a los miembros de las cooperativas, y a los cuales puedan acceder personas en las comunidades.

Muchas cooperativas ponen en práctica su compromiso o responsabilidad social en su propia actividad productiva, ofertando bienes y servicios de calidad que contribuyen a satisfacer necesidades. Algunas se empeñan también en crecer o promover la creación de nuevas cooperativas, de manera que se generen nuevas fuentes de empleo digno. Las cooperativas también deberían reducir al mí-nimo posible los efectos negativos al medio ambiente de sus actividades productivas y de consumo de sus productos.

En nuestra opinión, para que las cooperativas puedan ejercer efectivamente su responsabilidad social, es necesario que ellas establezcan mecanismos o espacios de coordinación con las comunidades que intenta beneficiar. Ello permitiría asegurar que su actividad económica realmente contribuya a satisfacer necesidades sociales, así como identificar otras acciones que podrían contribuir al desarrollo de esas comunidades.

Otros principios

Los principios cooperativos anteriores son implementados por las cooperativas de distintas maneras, de acuerdo con su realidad: las características de sus miembros y de las circunstancias que les rodean. Las cooperativas implementan esos principios de forma más o menos estricta. Ellas obvian algunos de ellos o incluyen principios adicionales.

Por ejemplo, las cooperativas del Grupo Mondragón tienen además de los siete principios de la ACI, dos principios adicionales:“solidaridad retributiva” y “transformación social”. Mondragón promueve la idea de que la retribución de los resultados de las cooperativas no debe ser solo de acuerdo con el trabajo, sobre todo porque al ser este valorado por la lógica y leyes del mercado no necesaria-mente refleja el trabajo real (las capacidades, creatividad, esfuerzo) de las cooperativas. Así, las cooperativas que más ganen están en la obligación de compartir con las que menos ganen; aunque las que menos ganan también están en la obligación de mejorar su gestión y no se aceptan cooperativas que no sean rentables reiteradamente. El principio de “transformación social” refleja los ideales socialistas del fundador y líder de Mondragón; pero su implementación, por distintas razones, ha sido bien limitada.

Un análisis de las cooperativas exitosas nos sugiere otros principios que son importantes tener en cuenta para el éxito de una cooperativa. Por ejemplo, resulta evidente que para que una cooperativa no se desgaste en conflictos entre sus miembros, además de tener una gestión genuinamente democrática y formación en valores, es importante que sus miembros se conozcan bien con anterioridad de la creación de la cooperativa. Así, les será más fácil establecer la confianza y la comunicación.

Relacionado con lo anterior, es importante que los cooperativistas sepan que tienen necesidades comunes no resueltas y que mediante la cooperación entre ellos pueden solucionarlas de la manera más óptima no solo económica o materialmente sino también espiritual o moralmente. Es decir, las personas que decidan formar parte de una cooperativa deben haber tomado conciencia de la necesidad de unirse no solo como una situación coyuntural sino como un modo de vida que valora dimensiones de la naturaleza humana que no podrá desarrollar en otras formas de organización del trabajo.

Desde un punto de vista pragmático, los miembros deberían realizar algún aporte al capital social de la cooperativa, como fue mencionado anteriormente. El compromiso hacia la cooperativa, se expresa en el sacrificio que representa para el asociado deshacerse de una parte de su anticipo para formar el capital social de la cooperativa. Es también una manera de hacer evidente que la cooperativa realmente pertenece a todos los asociados, pues todos deben hacer el mismo aporte.

Finalmente, es necesario no perder de vista los principios de la cooperativa Rochdale que sugerían la importancia de que la cooperativa pueda sostenerse económicamente. Es decir, la cooperativa no debe, dentro de lo posible, trabajar con pérdidas ni con deudas por cobrar. El compromiso social no debe entenderse como donaciones o ventas por debajo del costo que terminen comprometiendo el futuro de la cooperativa.

Cooperativas vs. empresas capitalistas

Las cooperativas deben diferenciarse de forma sustantiva de las empresas capitalistas. En la medida que una empresa que se considere “cooperativa” cumpla realmente con los principios que caracterizan a esas organizaciones, ella establecerá un modelo de gestión sustancialmente —no solo superficialmente— diferente al de una empresa que es controlada por una persona o un grupo de personas (los accionistas, los dueños del capital de la empresa) que contrata la fuerza de trabajo de uno o más trabajadores; es decir, de una empresa capitalista. En la tabla 1 se resumen las principales diferencias entre una empresa capitalista y una cooperativa de producción.

Tabla 1 Diferencias fundamentales entre la empresa capitalista y la cooperativa



Es importante notar nuevamente que la diferencia crucial entre un tipo de empresa y otro no está en quién es el propietario legal de los medios de producción o “capital” de la empresa, sino en quiénes controlan su utilización o gestión. Tanto una empresa capitalista como una cooperativa pueden ser propietarios legales o no (arrendatarios) de los medios de producción que utilizan. Por supuesto que en toda empresa es relevante conocer las relaciones contractuales que se establecen entre los propietarios legales de los medios de producción y los que tienen el derecho de su utilización, pero esto no será abordado en este trabajo pues no es particular de las cooperativas.

Relacionado con lo anterior, es importante apuntar que el modelo de gestión cooperativo (los métodos organizativos de gestión democrática que caracteriza o debe caracterizar a toda cooperativa) no son una dádiva que alguien les brinda a los asociados, sino que son un derecho que ellos tienen por ley; según ley o reglamento general de cooperativas, o al menos su reglamento interno. Así, de las relaciones de poder que se establecen entre los asociados guiados por los principios cooperativos —es decir, de la propiedad legal colectiva materializada en una gestión colectiva— emergen métodos organizativos y prácticas cotidianas que responden al requerimiento de que las decisiones sean tomadas democráticamente por todos los asociados; en la medida en que ellos estén dispuestos a ejercer sus derechos, obviamente.

Asimismo, el hecho de que la cooperativa tenga como principal objetivo la satisfacción de las necesidades de sus miembros —en lugar de la maximización de la ganancia, como ocurre en las empresas capitalistas— es algo que se refuerza producto de su modelo de gestión. Es decir, el énfasis de los asociados en la satisfacción de sus propias necesidades no es un mandato establecido por decreto, sino que emerge naturalmente de la gestión democrática de la empresa por ellos mismos.

Aquí es importante notar que, puesto que las decisiones son toma-das por el colectivo de asociados, la satisfacción de sus necesidades individuales pasa por la satisfacción de necesidades que le son comunes al grupo; y estas últimas son construidas a partir de las primeras. Es decir, las necesidades colectivas que se priorice satisfacer no son más que la articulación de las necesidades individuales de sus miembros. Por tanto, el bienestar individual y colectivo de los trabajadores de una cooperativa se funde en uno solo en gran medida; aunque siempre habrá intereses individuales que no son compartidos por el resto del grupo.

Y ese bienestar individual – colectivo que los trabajadores de una cooperativa se proponen como objetivo no se reduce al acceso a bienes materiales, sino que tiene también en cuenta que cada miembro de la cooperativa tenga oportunidades de desarrollo individual, tanto profesional (la necesidad de sentirse capaz) como espiritual (la necesidad de sentirse útil, de ser solidario). De esta manera, lo que motiva a los trabajadores de una cooperativa no es solo el hecho de que van a tener mayores ingresos si su empresa tiene mejores resultados. Además les motiva saber que pueden decidir no solo cómo esos excedentes van a ser distribuidos y reutilizados, sino también cómo organizar la producción de manera que se obtengan los resultados óptimos aprovechando las capacidades (habilidades, ideas, esfuerzo) de cada asociado.

Potencialidades de las cooperativas

El modelo de gestión cooperativo no es una panacea pues para que funcione se requiere de “cooperativistas”, es decir, de personas dispuestas a poner en práctica los principios cooperativos. Ellas deben cumplir con sus responsabilidades y ejercer sus derechos de forma colectiva, por un objetivo común y no solo por intereses individuales estrechos. Para que una empresa funcione como cooperativa, sus trabajadores deben participar activamente en la toma de decisiones, y la participación democrática requiere de un conjunto de habilidades y actitudes que son poco desarrolladas en nuestras sociedades: pensamiento crítico, tolerancia de ideas diferentes, construcción de consensos, etcétera.

Sin embargo, estos y otros requerimientos para el éxito de una cooperativa, así como sus limitaciones para contribuir a la construcción de una sociedad socialista, no deben hacernos ignorar las grandes potencialidades que estas tienen, sobre todo si se compara con la empresa estatal y la empresa capitalista tradicionales.

La mayoría de las cooperativas que existen en el mundo son pequeñas y medianas empresas (PyME). Aunque, no es menos cierto que existen cooperativas de consumo (Credit Union en EE.UU.) o de producción de segundo y tercer grados (CECOSESOLA, la división de finanzas y distribución de Mondragón) que tienen cantidades de trabajadores y niveles de ventas equivalentes a grandes empresas o corporaciones. Pero incluso las “grandes” cooperativas son capaces de disfrutar de las ventajas de las economías de mayor escala, al mismo tiempo que mantienen las ventajas de las pequeñas empresas: son asociaciones de pequeñas o medianas empresas que trabajan coordinadamente.

Así, las cooperativas disponen de todas las potencialidades con que cuentan las PyME. En primer lugar, ellas pueden ser una fuente de empleo importante, pues, en comparación con las grandes empresas, requieren de mayor cantidad de fuerza de trabajo para producir los mismos niveles de bienes o servicios. Esto pudiera parecer ineficiente, pero no lo es necesariamente. Sin dudas, sí es importante utilizar óptimamente las materias primas y recursos no renovables especialmente, y por tanto hay algunos bienes y servicios que no resultan eficientes producir a pequeña escala. Pero, para la producción de la mayoría de los otros tipos de bienes y servicios, la supuesta ineficiencia de las PyME no es tal si al criterio de eficiencia estrecho se le agregan consideraciones de eficacia no solo en términos sociales sino también económicos: producir lo que realmente se demanda. Además, las ventajas de las PyME resultan evidentes si se valora adecuadamente el derecho a trabajo digno que debería tener todo ser humano; y no nos trazamos como objetivo competir con los niveles de explotación del trabajo y del medio ambiente de las empresas capitalistas.

Otra ventaja de las cooperativas, referida anteriormente, es su capacidad de adaptarse a cambios tanto en las características de sus insumos como en la demanda de sus productos, todo ello sin des-hacerse de sus asociados. Dado que las PyME tienen su fortaleza fundamental en las capacidades de sus trabajadores y no tanto en la tecnología, ellas tienen mayor flexibilidad para modificar o agregar nuevas líneas de producción y así ofertar nuevos productos que satisfagan las variables y variadas preferencias de los consumidores.

Las cooperativas, como lo plantea uno de sus principios, también pueden contribuir significativamente al desarrollo local de las comunidades donde se ubican. Como cualquier PyME, ellas pueden tributar los impuestos establecidos de manera que los gobiernos locales cuenten con fondos para satisfacer necesidades de las comunidades e implementar proyectos de desarrollo local.

Pero las cooperativas, según ese mismo principio, no deberían limitar su responsabilidad social al cumplimiento de sus obligaciones tributarias, como cualquier PyME. Ellas deben también orientar sus actividades productivas hacia la satisfacción de las necesidades más imperiosas de sus comunidades; sin explotar o promover hábitos de consumo de productos “chatarra” o suntuosos. Por el carácter solidario de sus relaciones internas, se espera que los cooperativistas, una vez confrontados con los intereses sociales, los interioricen más fácilmente. Sin embargo, para ello son necesarios procedimientos de planificación democrática, los cuales incluyen el diagnóstico y priorización de necesidades, así como la coordinación entre productores y consumidores. 

Así, las cooperativas tienen ventajas para el desarrollo local adicionales a las PyME. Estas potencialidades se derivan de la “relación social de producción” o relaciones de trabajo que se establecen en ellas: la relación de trabajo asociado sustituye a la relación de capital – trabajo asalariado que imponen los capitalistas a los trabajadores que contratan.

En la medida que una cooperativa implemente en su práctica cotidiana sus principios organizativos, y en particular el de gestión democrática, los trabajadores participarán activamente en la toma de decisiones gerenciales. Así, esas personas no solo se sentirán dueños de sus empresas sino que serán efectivamente dueños en el sentido de poder controlarlas, de forma democrática junto con el resto de los asociados. Por tanto, los asociados desarrollan un sentido de pertenencia y compromiso pues ellos se benefician o perjudican de sus propias decisiones y de cómo ellas sean implementadas y controladas por ellos mismos. Así, ellos están motivados para aumentar la productividad y calidad de su trabajo, elevar sus competencias, y aportar cualquier idea o conocimiento que pueda mejorar el desempeño de la cooperativa.

De esta manera, a diferencia de las empresas capitalistas, las cooperativas pueden disfrutar de las ventajas del trabajo cooperado* en su plenitud, sin verse limitadas por la lógica de la propiedad privada y la relación de subordinación del trabajo al capital. Las ventajas de la cooperación son aprovechadas aún más por las cooperativas cuando ellas se integran horizontal y/o verticalmente con otras cooperativas.

* Según Carlos Marx: El capital. t. I. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 281: «La forma del trabajo de muchos obreros coordinados y reunidos con arreglo a un plan en el mismo proceso de producción o en procesos de producción distintos, pero enlazados se llama cooperación».

Por tanto, en muchos casos, las cooperativas pueden —si ellas cuentan con facultades gerenciales propias o externas, y se crean condiciones macroeconómicas favorables— alcanzar niveles óptimos de efectividad pues están mejor preparadas para aprovechar las ventajas de la descentralización e integración de la gestión económica. Esto se evidencia en la tendencia mundial a reducir el tamaño de las empresas y darle más participación a los trabajadores en su gestión, sin desaprovechar las ventajas de las economías de escala mediante la integración horizontal y vertical. Las cooperativas pueden alcanzar mayores niveles de efectividad también porque sus trabajadores tienen control sobre su gestión y están motivados para hacerlo de manera óptima, pues en la medida en que ellos satisfagan sus necesidades depende el éxito y sostenibilidad de la cooperativa.

No menos importante para el análisis de las potencialidades de las cooperativas en Cuba, se debe apuntar que —como se evidencia en los principios organizativos de las cooperativas— el modelo de gestión cooperativo pareciera ser el más adecuado para pequeñas y medianas empresas en una sociedad comprometida con la construcción socia-lista. Las ventajas del modelo de gestión de las cooperativas resultan más evidentes en la medida en que se busque promover relaciones de asociación y cooperación entre las personas, y se rechace el trabajo asalariado como injusto e inadecuado para el objetivo socialista de desarrollo humano pleno.

Referencias bibliográficas

1 Alianza Internacional de Cooperativas (ACI): Statistical Information on the Co-operative Movement http://www.ica.coop/coop/statistics.html. Fecha de Consulta: 18/11/2010. 

2 Federico Engels: “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” (1876). En C. Marx y F. Engels: Obras Escogidas, 3 t., Ed. Progreso, Moscú, 1981, pp. 66-79. 

3 __________: La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974. 

4 F. Bedarida: “El socialismo inglés de 1848 a 1875”. En Historia general del socialismo, vol. I, Ed. Destino, Barcelona, 1976, pp. 555-561. 

5 M. Tugan Varanovski: La Cooperación (en ruso). Ed. Pensamiento, Minsk, 1988.

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