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domingo, 8 de noviembre de 2015

Problemas de comunicación en la Fed

Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. 

CAMBRIDGE – Nada describe mejor la actual política comunicacional de la Reserva Federal de Estados Unidos que el viejo adagio de que un camello es un caballo diseñado por un comité. Distintos miembros del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC) de la Fed han calificado la decisión de mantener inalteradas las tasas como “un tema que depende de los datos”, lo cual suena útil hasta que uno se da cuenta de que todos parecen tener una idea diferente al respecto, hasta el punto que “depender de los datos” acaba por significar “el instinto personal de cada uno”.

En otras palabras, la estrategia comunicacional de la Fed es un lío, y ordenarlo es mucho más importante que la oportunidad exacta de la decisión del FOMC de abandonar las tasas de interés cercanas a cero. Después de todo, incluso si la Fed finalmente acaba dando el salto “gigante” desde una tasa efectiva para los fondos federales de un 0,13% (la vigente hoy en día) hasta el 0,25% (que probablemente se adopte pronto), el mercado seguirá queriendo saber cuál es la estrategia que la motiva, y me temo que continuaremos no teniendo la menor idea.

Es justo decir que es complicado decidir qué hacer, y los economistas están profundamente divididos al respecto. El Fondo Monetario Internacional ha entrado al ruedo enérgicamente, aconsejando a la Fed que espere un poco antes de elevarlas. Y sin embargo los bancos centrales de los mismos mercados emergentes que el FMI supuestamente protege dicen lo opuesto, y con la misma fuerza: “Hacedlo ya, que la incertidumbre nos está matando”.

Mi opinión personal probablemente va por el lado de esperar un poco más y asumir el muy alto riesgo de que, cuando la inflación crezca lo haga con tal fuerza que obligue a elevar las tasas de interés de manera más pronunciada. Pero si la Fed decide ese camino, debe decir claramente que va a correr el riesgo de enfrentar una inflación mayor a la esperada. La razón para esperar es que en estos momentos no tenemos idea de cuál es la tasa de interés para una política de equilibrio real (ajustado a la inflación) y, como tal, necesitamos una clara señal sobre la dirección del aumento de los precios antes de avanzar.

Sin embargo, sólo un aficionado a las polémicas negaría que también hay motivos para elevar las tasas más temprano que tarde, en tanto y cuanto la Fed no siga confundiendo al mercado con sus señales espectacularmente ambivalentes acerca de sus interpretaciones y objetivos. Después de todo, la economía estadounidense se encuentra casi con pleno empleo y la demanda interna crece con solidez.

Mientras la Fed intenta ir más allá de las fluctuaciones transitorias en los precios de los productos básicos, será difícil pasar por alto el aumento de los precios al consumidor, a medida que se estabiliza o incluso revierte la importante caída del año pasado (particularmente en los precios de la energía). De hecho, a estas alturas cualquier normativa que sirva como referencia para tomar decisiones por parte de los bancos centrales ha de considerar que las tasas deberían haberse elevado hace mucho tiempo.

Pero no cometamos el error básico de igualar “tasas de interés más altas” con “intereses altos”. Es pura exageración decir que un 0,25% o incluso un 1% es alto en este contexto. Y si bien no deberíamos sobredimensionar los riesgos para la estabilidad financiera de mantener tasas excesivamente bajas, también es erróneo descartarlos por completo.

Ya que se está tan cerca de la decisión de elevar las tasas, se podría pensar que la Fed preferiría hacerlo este año, puesto que por meses la presidenta y el vicepresidente han estado diciendo a los mercados que así ocurriría. La verdadera razón para no hacerlo antes de fin de año tiene que ver con las relaciones públicas.

Supongamos que la Fed eleva las tasas de interés a 0,25 puntos base en la reunión que sostendrá en diciembre, esforzándose por enviar un mensaje de calma a los mercados. El resultado más probable es que todo vaya bien y a la Fed no le importe mucho si tras ello se produce una modesta corrección de los precios de las acciones. No, el riesgo real es que, si comienza a aumentar las tasas, se la culpe de absolutamente todos los problemas que ocurran en la economía a lo largo de los 6 a 12 meses siguientes, lo que coincidirá con la parte álgida de la campaña para las presidenciales de EE.UU. Una pequeña alza y la Fed será responsable de todo lo malo que pase, independientemente de cuál sea la causa real.

Por supuesto, la Fed entiende que prácticamente a nadie le gustan las alzas de las tasas de interés y que todos prefieren bajarlas. Cualquier funcionario de banco central dirá que por cada vez que le piden subir las tasas recibe 99 peticiones de que las baje, casi independientemente de cuál sea la situación. La mejor manera de defenderse de estas presiones es regirse por criterios lo menos ambiguos posibles. En lugar de ello, más allá de sus buenas intenciones, el efecto neto de tantas declaraciones de la Fed ha sido una sensación de vaguedad e incertidumbre.

¿Qué debería hacer entonces la Fed? Yo diría que explicar con claridad las razones de la espera: “No es fácil salir del nivel cero: queremos estar completamente seguros de que la inflación superará el 3% y entonces avanzaremos a un ritmo razonable hasta alcanzar la normalidad”. Pero también sería aceptable decir que: “Nos preocupa el que si esperamos demasiado tiempo tengamos que aplicar ajustes de manera demasiado drástica y abrupta”.

Tras la crisis financiera de 2008 tuvo sentido no seguir las normas convencionales, pero ya no. Y la actual falta de claridad se ha convertido en un importante factor de la volatilidad de los mercados, que es lo último que la Fed quiere.

Fue un error vilificarla por elevar las tasas y también lo es hacerlo por no elevarlas; si es una medida tan inminente, probablemente no importe tanto. Sin embargo, en este momento crucial es justo pedirle que sea mucho más clara acerca de su estrategia y sus implicaciones para el futuro. Si Janet Yellen, Presidenta de la Fed, tiene que hacer prevalecer su voluntad por sobre la del FMOC, que así sea. Alguien del comité tiene que llevar al camello a por un poco de agua.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen


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