Por Helen Yaffe
En el 2006, las muy
esperadas notas críticas sobre la economía política de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) del Ché, escritas fuera de Cuba entre 1965 y
1966, fueron publicadas en La Habana,1* después de haber permanecido
guardadas bajo llave por 40 años. Podría decirse que las notas son su
contribución más importante a la teoría socialista.** Es fácil entender por qué
el análisis del Ché fue considerado demasiado polémico o controvertido para su
publicación hasta recientemente. Aplicando un análisis marxista al Manual de
economía política de la URSS,*** el Ché concluyó que el sistema de
dirección económica “híbrido”, el socialismo con elementos capitalistas,
estaba creando las condiciones para el retorno del capitalismo.
Un
punto central de esta conclusión fue su evaluación del papel de las
cooperativas agrícolas en la URSS, conocidas como koljós, las cuales en su
criterio estaban introduciendo una superestructura capi-talista dentro la
sociedad socialista. Esto podría sorprender a aquellos que consideran las
cooperativas como parte integral del propio socia-lismo, porque fueron parte
del andamiaje del la sociedad soviética. Desde 1960, los koljoses fueron la
única forma de cooperativa agrícola en la URSS y las notas del Ché sobre ellos
son sus únicos comentarios conocidos sobre la forma de producción cooperativa.* Sin embargo, es importante evitar superponer los conceptos de cooperativas más nuevos al análisis concreto del Ché sobre los koljoses.
1* Las notas de referencia aparecen al final
del tema.
** Introducidas en Cuba por Aleida March después
de su visita clandestina al Ché en el extranjero, las notas fueron entregadas a
Orlando Borrego, el colaborador más cercano del Ché durante los años en que
dirigió la industria en Cuba.
*** De ahora en adelante referido como el
Manual.
No
obstante, podemos afirmar que el Ché vio la propiedad estatal como necesaria
para asegurar el proceso de transición socialista contra las contradicciones
que podrían surgir. Para que la propiedad “estatal” llegase a ser propiedad
“social”, era necesario el control cada vez más descentralizado y democrático
por parte de los trabajadores sobre la producción. Entre 1961 y 1965 el Ché
ideó un aparato dentro del Ministerio de Industrias (MININD) para promover este
proceso.
Este
trabajo comienza con una discusión sobre la operación de la ley del valor en el
período de transición socialista, vinculándola con el énfasis del Ché en la
necesidad de aumentar simultáneamente la productividad y la conciencia durante
la transición al socialismo. Después se ofrece un resumen de sus observaciones
sobre los koljoses, tomadas de sus críticas al Manual de la URSS.
Además, se examinan las políticas implementadas por el Ché para colectivizar la
dirección y promover la participación de los trabajadores a través del Sistema
Presupuestario de Financiamiento (SPF), el sistema de dirección económica
desarrollado dentro el MININD.
La ley del valor
La
economía burguesa promueve el mito de que los precios mercantiles son
determinados por la oferta y la demanda (el cual presupone las relaciones
capitalistas existentes). Sin embargo, Marx demostró que los precios del
mercado son en última instancia determinados por la operación de la ley del
valor, la cual es una expresión de las relaciones sociales de producción
imperantes. La ley de valor surge con la propiedad privada y la producción para
el intercambio, lo que requiere de una creciente división social del trabajo.
Todas las sociedades adoptan un método con el que regulan la distribución del
producto social. La ley del valor es el mecanismo social mediante el cual se
impone el principio de un intercambio equivalente entre los propietarios
privados. Marx demostró que la ley del valor tiene una función peculiar y
paradójica. Como ley económica, precede al capitalismo pero es bajo este sistema que se desarrolla, de manera que su funcionamiento es inicialmente transparente pero después se hace oscuro. No obstante, es la ley reguladora del movimiento del capitalismo en el cual encuentra su expresión más desarrollada.
* Conocida por la autora.
La
propia actividad humana —la fuerza de trabajo— debe convertirse en una
mercancía para que la producción capitalista pueda desarrollarse. Las
mercancías son el producto de una labor humana en concreto, pero su constante y
complejo intercambio le proporciona al trabajo humano empleado un particular
carácter “abstracto”, social. Esta cualidad abstracta es por tanto una
característica histórica. Marx demostró que bajo la ley del valor la cantidad
de trabajo humano abstracto incorporado en las mercancías es la base de su
intercambio. La mercancía tiene que ser deseada en el intercambio (que tenga un
valor de uso) y el tiempo de trabajo incorporado tiene que ser socialmente
necesario, es decir, que sea consistente con las condiciones promedio de
producción.
El
papel de la ley del valor en las “economías en transición” está al centro de la
cuestión sobre la factibilidad de construir el socialismo en un país sin un
modo de producción capitalista plenamente desarrollado, donde el desarrollo
haya sido impedido por la explotación imperialista. El asunto es integral a los
problemas de producción, distribución, inversión y relaciones sociales en la
transición socia-lista. La noción de una eventual fase comunista requiere de
una sociedad altamente productiva en la que existan condiciones políticas para
que la producción social sea dirigida hacia las necesidades de las masas en
lugar de la generación de ganancias privadas; implica sociedades con grandes
acumulaciones de riqueza y tecnología que la clase trabajadora se apropiaría
para liberarse de la explotación. “De cada cual según su capacidad a cada cual
según sus necesidades” —la esencia del comunismo— implica que el socialismo ya
ha sido construido y que los productos de la sociedad ya no están sujetos a
racionamiento a través de los mecanismos del mercado. El comunismo bloqueará de
manera permanente la reaparición de la ley del valor.
Sin
embargo, los países que ya han experimentado con el socialismo han carecido de
la base productiva necesaria para completar este proceso y crear la abundancia
material garantizada por el comunismo. Bajo dichas condiciones, el problema de
cómo organizar y encauzar el uso del
producto social está intrínsicamente vinculado al problema del subdesarrollo y
la escasez.
Una
solución a este problema que surgió en el campo socialista en la década del
cincuenta era utilizar métodos de producción y distribución que permitieran el
funcionamiento de la ley del valor por medio de los procesos de intercambio
espontáneos y fuera de la regulación central, con el objetivo de acelerar el
desarrollo de las fuerzas productivas. Esta preocupación material inaplazable
fue considerada como una precondición para el desarrollo de la conciencia
socialista. El Ché advirtió que la dependencia en la ley del valor para
fomentar el desarrollo socavaría la conciencia colectiva, obstruyendo así la
construcción del socialismo y del comunismo. Los países socialistas debían
encontrar palancas alternativas para desarrollar las fuerzas productivas, tales
como el plan nacional, la inversión en investigación y tecnología, mecanismos
administrativos (análisis económico, supervisión e inspección, y controles
para los costos, presupuestos, inventarios, inversiones y calidad) y la propia
conciencia socialista.*
El
Ché reconoció que la ley del valor todavía funcionaba en Cuba socialista porque
tras la revolución continuaba existiendo la producción mercantil y el
intercambio mediante un mecanismo de mercado. El producto social continuaba
siendo distribuido sobre la base del tiempo de trabajo socialmente necesario.
Sin embargo, refiriéndose al análisis de Marx, afirmó que: «esta ley tiene su
forma de acción más desarrollada a través del mercado capitalista y que las
variaciones introducidas en el mercado por la socialización de los medios de
producción y los aparatos de distribución, conlleva cambios que impiden una
inmediata calificación de su acción».2
El
estado socialista es el dueño del banco y de sus ingresos, de las fábricas y
los bienes que produce. De acuerdo con la estipulación de Marx de que el
intercambio mercantil implica un cambio de propiedad, el Ché insistió en que
los productos transferidos entre las empresas estatales no constituyen
mercancías debido a que no hay ningún cambio de la propiedad. Las relaciones de
intercambio mercantil entre las unidades de producción, incluyendo las cooperativas, creaban riesgos de retornar al capitalismo, a través del “so-cialismo del mercado”. Dado que la ley del valor no opera en el intercambio entre unidades de producción estatal, los propios trabajadores deben decidir qué políticas económicas socialistas, no orientadas al valor, debían buscarse para salvaguardar la sociedad contra la restauración del capitalismo y lograr la abundancia económica.
* Yaffe (2009) contiene análisis detallados
sobre los mecanismos administrativos, además de la promoción de educación y
capacitación, ciencia y tecnología, conciencia y psicología dentro del MININD
bajo la dirección del Ché. (H. Yaffe: Ché Guevara: The Economics of Revolution.
Palgrave Macmillan, London, 2009).
Cuba,
argumentaba el Ché, debe ser considerada como una gran fábrica. Esto no implica
que todas las decisiones deban ser tomadas e impuestas por una burocracia
central. Significa que, liberada de la anarquía del mercado capitalista, la
economía debe ser dirigida según un plan que permite la organización conciente
de la economía nacional en la búsqueda de objetivos políticos. El Ché concebía
el plan como un contrato social, un producto democrático diseñado teniendo en
cuenta las discusiones de los trabajadores. Sin embargo, una vez que el plan
era acordado, había que instrumentar mecanismos para garantizar su
cumplimiento. Estos mecanismos constituían el control administrativo y debían
incluir procedimientos de contabilidad computarizados para así transmitir
información en tiempo real.
Los
críticos del Ché adoptaron la opinión soviética de que la producción mercantil,
la ley del valor y el dinero, desaparecerían solamente al llegar al comunismo,
pero para llegar a esa etapa: «es necesario desarrollar y utilizar la ley
del valor y las relaciones monetario-mercantiles durante el período de
construcción de la sociedad comunista».3 El Ché no estuvo de
acuerdo:
¿Por
qué desarrollar? Entendemos que durante cierto tiempo se mantengan las
categorías del capitalismo y que este término no puede determinarse de
antemano, pero las características del período de transición son las de una
sociedad que liquida sus viejas ataduras para ingresar rápidamente a una nueva
etapa. La tendencia debe ser, en nuestro concepto, a liquidar lo más
vigorosamente posible las categorías antiguas entre las que se incluye el
mercado, el dinero y, por tanto, la palanca del interés material o, por mejor
decir, las condiciones que provocan la existencia de las mismas.4
El
Ché consideraba que la tarea de un país socialista no era utilizar y ni
siquiera mantener bajo control la ley del valor, sino definir con precisión la
esfera de funcionamiento de la ley y lograr avances en dichas esferas para
socavarla. El objetivo era trabajar en pos de su abolición y no de su
limitación:
Negamos
la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no
existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción
entre productores y consumidores […] La ley del valor y el plan son dos
términos ligados por una contradicción y su solución; podemos, pues, decir que
la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su
categoría definitoria.5
Él
reconoció solo: «la posibilidad de usar elementos de esta ley para fines
comparativos (costo, rentabilidad expresada en dinero aritmético)».6
El socialismo es un fenómeno
de productividad y conciencia
Marx
caracterizó la manifestación filosófica y psicológica de las relaciones
sociales capitalistas como alienación y antagonismo; resultantes
de la mercantilización de la fuerza de trabajo y el funcionamiento de la ley
del valor. La competencia capitalista impulsa el incremento de la productividad
a través de las innovaciones tecnológicas y la intensificación de la tasa de
explotación. La alienación y el antagonismo aumentan con la productividad.
Para
el Ché, el reto era reemplazar la alienación individual del proceso productivo
y el antagonismo generado por las relaciones de clase, con la integración y la
solidaridad, desarrollando una actitud colectiva ante la producción y el
concepto del trabajo como un deber social.
Hacemos
todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social y
unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para
una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación
marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando
produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía.7
El
Ché reconocía que el subdesarrollo de las fuerzas productivas y la consecuente
escasez de materiales, más el hecho de que la conciencia del pueblo cubano
había sido condicionada por el capitalismo, implicaban la necesidad objetiva
de ofrecerles estímulos materiales.* Pero él se opuso a su uso como el
principal instrumento de motivación porque se convertirían en una categoría
económica por derecho propio y se impondría la lógica individualista y
competitiva en las relaciones sociales de producción:
Persiguiendo
la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos
legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el
interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un
callejón sin salida […] Entre tanto, la base económica adoptada ha hecho su
trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia.8
Según
el análisis del Ché, por la dependencia de los estímulos materiales,
competencia y acumulación privada, el sistema de los koljoses en la URSS
amenazó con reimponer relaciones sociales capitalistas y socavar el desarrollo
de la conciencia socialista. Este subvirtió los conceptos que él promovía de
trabajo como deber social y la noción del Estado como una empresa colectiva. El
socialismo debe desarrollar un sistema de dirección económica que encuentre la
armonía entre ambos objetivos: fomentando la producción y la conciencia de
manera simultánea: «Para construir el comunismo, simultáneamente con la base
material hay que hacer al hombre nuevo».9
Para
alejarse de las leyes del movimiento capitalista, la sociedad socialista tiene
que distribuir el producto social de forma tal que no se base en el intercambio
equitativo en términos de la cantidad de tiempo de trabajo humano. ¿Cómo,
entonces, deben ser los trabajadores compensados por su labor? ¿Cómo se debe
promover el incremento de la productividad? ¿Cómo se vence la dicotomía entre el trabajo físico y el mental? ¿Cómo se distribuyen las inversiones entre los bienes de capital y de consumo? Para el Ché, estos proble-mas tenían que ser resueltos a través de la acción consciente de los trabajadores cuyo objetivo era construir una sociedad socialista.
* Pagar un salario monetario en sí es un
estímulo material porque el individuo trabaja con la condición de recibir el
pago. Sin embargo, aquí se refiere al uso de pagos monetarios adi-cionales para
sobrepasar normas de producción. Ver Yaffe (2009) (nota de p. 129, Capítulo 3
para un resumen de la discusión teórica en el Gran Debate sobre los estímulos,
y el capítulo 8 para la historia de cómo el Ché desarrolló diferentes estímulos
morales y materiales dentro del MININD).
La crítica del Ché al Manual
de economía política de la URSS
Entre
1965 y 1966, el Ché tomó notas sobre el Manual de la URSS, aplicando sus
argumentos expuestos en Cuba durante el Gran Debate* a esas notas. Esto
incluyó sus críticas al uso de mecanismos capitalistas como palancas económicas
para el desarrollo: estímulos materiales, ganancias, créditos, intereses,
préstamos bancarios, intercambio de mercancías, competencia, dinero como forma
de pago y control financiero (expresiones de la ley del valor). «“Todos los
residuos del capitalismo son utilizados al máximo para eliminar el
capitalismo”, se quejaba el Ché. “La dialéctica es una ciencia no una
jerigonza. Nadie explica científicamente este contrasentido».10
El
Ché reconocía el valor de la asistencia soviética y sentía un gran respeto por
las hazañas de la URSS. Sus críticas tenían una intención constructiva. Él
creía que al realizar una crítica cabal del sistema so-viético de dirección
económica, conocido en Cuba como el sistema de autofinanciamiento (SAF), podría
resaltar de manera indiscutible los peligros inherentes a un sistema “híbrido”:
socialismo con elementos capitalistas. Los soviéticos no habían liquidado las
categorías capitalistas ni las habían reemplazado con nuevas categorías de un
carácter más alto, declaró:
El
interés material individual era el arma capitalista por excelencia y hoy se
pretende elevar a la categoría de palanca de desarrollo, pero está limitado por
la existencia de una socie-dad donde no se admite la explotación. En estas
condiciones, el hombre no desarrolla todas sus fabulosas posibilidades
pro-ductivas, ni se desarrolla él mismo como constructor conscien-te de la
sociedad nueva.11
* En el Gran Debate, de 1963-65, se discutió
cuál sistema de dirección económica era el apropiado para Cuba. Este tomó la
forma de artículos en revistas escritos por un grupo de autores a favor del
sistema de autofinanciamiento de la URSS y otro grupo que apoyaba el sistema
presupuestario de financiamiento creado por el Ché en el MININD. Ver
Deuts-chmann y Salado (2003), referencia 2, para los artículos principales y
Yaffe 2009 (nota p. 129) para un análisis del Gran Debate.
El
Ché aspiraba a convencer a los otros países socialistas a revertir la tendencia
prevaleciente hacia el socialismo de mercado.
En
1921, las circunstancias obligaron a Lenin a introducir la Nueva Política
Economía (NEP), la cual impuso una superestructura capitalista en la URSS. La
NEP no se instala contra la pequeña producción mercantil, afirmó Ché, sino
como una exigencia de ella. La pequeña producción mercantil contiene las
semillas del desarrollo del capitalismo. El Ché creía que si Lenin hubiera vivido
más tiempo habría revertido la NEP. Sin embargo, sus continuadores «no vieron
el peligro y así quedó constituido el gran caballo de Troya del socialismo, el
interés material directo como palanca económica».12 Esta superestructura se
había arraigado en la sociedad; todo el andamiaje legal-económico de la
sociedad soviética contemporánea tenía sus orígenes en la NEP, «influenciando
cada vez en forma más marca-da las relaciones de producción»13 y creando un sistema
híbrido que inevitablemente provocaba conflictos y contradicciones que fueron
resolviéndose cada vez más a favor de la superestructura capitalista. En
resumen, el capitalismo estaba regresando al campo socialista.14
Las cooperativas agrícolas en
la URSS —los koljoses
El
koljós fue una forma de granja colectiva establecida a finales de los años
veinte en la Unión Soviética. Los koljoses tenían uso gratui-to a perpetuidad
de tierras nacionalizadas, y los edificios, equipos y animales eran explotados
colectivamente. Los miembros de las granjas, los koljosianos, recibían como
pago una parte del producto y la ganancia de la granja, según el número de
jornadas labora-les invertidas. Esto era diferente de los sovjós, las granjas
estatales, donde los trabajadores recibían un sueldo. Los koljosianos tenían
derecho a poseer su casa y hasta la mitad de una hectárea de terreno adyacente
con ganado y equipos; cuyo producto era su propiedad privada. Las parcelas
privadas apaciguaron la resistencia tradicional del campesinado a la
integración en las cooperativas, proporciona-ron una fuente flexible de oferta
agrícola para los mercados urbanos y aliviaron al estado de la necesidad de
garantizar un salario mínimo a los koljosianos.15
Los
koljoses estaban sujetos a una planificación estricta, cuotas obligatorias de
ventas al estado a precios a menudo por debajo de los costos de
producción, impuestos sobre los ingresos y pagos en especie. La productividad
fue generalmente más alta en las parcelas privadas que en las granjas
colectivas, lo que sugiere que los koljosianos estaban motivados más por
intereses individuales que por colectivos. En 1938, por ejemplo, 3,9 % del
total de la tierra sembrada eran parcelas privadas, pero en 1937 su producto
representó 21,5 % de la producción agrícola bruta.16
Reformas
liberalizadoras fueron introducidas en 1958 y profundizadas en 1965, cuando el
Ché escribía sus críticas.* Las reformas hicieron que los koljoses estuvieran
sujetos a un plan de ventas obli-gatorias (eliminando el plan de producción),
los productos vendidos al estado por encima de la cuota eran pagados en precios
entre 50 a 100 % más altos, los impuestos fueron reducidos, se cancelaron las
deudas anteriores a 1965, les concedieron acceso directo al crédito bancario y
estimularon en ellos actividades no agrícolas, desde pro-yectos de
infraestructura a empresas artesanales.
El
sector koljós había llegado a ser considerado como «un elemen-to autónomo de la
actividad económica nacional cuyo desarrollo debe ser estimulado a través de un
sistema de incentivos materia-les».17 Además, según la
analista francesa, Marie Lavigne: «una po-lítica más favorable era adoptada
hacia las parcelas privadas indi-viduales […] Esto equivale a un reconocimiento
implícito del valor económico de las propiedades privadas en la agricultura».18 La tasa de ganancia en
los koljoses se elevó a 20 % en 1964, 27 % en 1965 y 35 % en 1966. Las
políticas agrícolas en todos los demás países socialistas de Europa siguieron
patrones similares a medida que la planificación estatal y las directivas
fueron sustituidas por los procedimientos contractuales y la producción
estimulada a través del mecanismo de precios.
El
Ché tenía dos argumentos principales de desacuerdo en relación con la
formulación del Manual sobre los koljoses. Insistía en que el sistema
del koljós: «es característica de la URSS, no del socialismo»,19 quejándose de que:
«habitualmente en este libro se confunde la noción de socialismo con lo que
ocurre prácticamente en la URSS».20 Además, sostenía que
las cooperativas no constituyen una forma socialista de propiedad pues imponen
una superestructura con relaciones de propiedad y palancas económicas
capitalistas.
* En
1965 había 36 300 koljós de un promedio de 6 100 ha comparadas con 11 700
sovjós de un promedio de 24 600 ha.
El
Manual afirma que los koljoses son libres de explotación y
contradicciones antagónicas. El Ché se refiere a denuncias en la prensa
soviética de un koljós que contrataba fuerza de trabajo para cosechas
específicas y cuestionaba: «Si es considerado como un caso aislado o se puede
mantener esas explotaciones ocasionales de mano de obra dentro de un régimen
socialista».21* Para el Ché, la propia estructura
del koljós creaba un antagonismo en las relaciones de producción, porque: «el
sistema koljosiano permite una forma de propiedad que necesariamente debe
chocar con el régimen establecido, y hasta con la misma organización, del
koljós, ya que lo que el campesino trabaje para sí le pertenece y tratará de
restar trabajo a la colectividad en su provecho».22
El
Ché citaba la afirmación de Lenin de que el campesinado genera capitalismo.23 El propio Manual
cita el planteamiento de Lenin de que la pequeña producción engendra
capitalismo y la formación de una burguesía, constantemente, espontáneamente y
en masa.24 Concluía que el Manual no
puede negar que las cooperativas generan capitalismo: «Aunque tiene tendencias
colectivas, es una colectividad con contradicciones frente a la gran
colectividad. Si no es un paso hacia formas más avanzadas desarrolla una superestructura
capitalista y entra en contradicción con la sociedad».25 El gran colectivo
es la nación y las formas más avanzadas se refieren a la propiedad
social de los medios de producción; la cual elimina las relaciones de
intercambio mercantil entre unidades de producción porque deja de haber
transferencia de propiedad en el intercambio, de manera que la ley del valor es
socavada.
El
Manual cita a Lenin cuando dice: «El régimen de cooperadores cultos bajo
la propiedad social de los medios de producción, bajo el triunfo de la clase
del proletariado sobre la burguesía, es el régimen del socialismo».26 El Ché lo niega:
Hay,
en el principio una cuestión semántica […] ¿qué es una cooperativa? Si es
considerada como tal una agrupación de productores, propietarios de sus medios
de producción, frente al capitalismo es un adelanto, en el socialismo un
atraso, ya que coloca a estas agrupaciones frente a la sociedad propietaria de los otros medios de producción. En la URSS la tierra es propiedad social pero no los otros medios de producción que pertenecen al koljós; sin contar con la pequeña propiedad koljosiana que suministra cantidades crecientes de alimentos básicos y ahonda la brecha entre la sociedad y el koljosiano, si no monetariamente, sí ideológicamente.27
* Asunto de renovada importancia en Cuba
actualmente donde desde el otoño de 2010, se ha permitido que trabajadores por
cuenta propia empleen a quienes no son miembros de familia ni convivientes en
83 actividades (ver referencia 21).
Según
el Ché, incluso si la propiedad privada dentro del koljós fuera eliminada
quedaría una contradicción entre la propiedad colectiva individual y la
propiedad social de todo el pueblo.28 Como evidencia de esto,
el Manual esboza contradicciones que surgieron entre el koljós y las
Estaciones de Máquinas y Tractores (EMT) que prestaron equipos a las
cooperativas. En la medida en que se eleva-ron los ingresos monetarios de los
koljosianos, estos pudieron comrar tractores y otra maquinaria agrícola, lo
que creó presión sobre las EMT para que vendieran sus equipos técnicos a los
koljoses. Como consecuencia, las EMT fueron reorganizadas como centros de
reparación de equipos.29 El Ché afirmaba que:
«Esto es un ejemplo palpable de contradicciones quep se van haciendo antagónicas
entre la propiedad social y la de la colectividad individual. Las EMT podrían
tener muchos vicios de burocratismo, pero la superestruc-tura impuso su
solución: mayor autonomía más riqueza propia».30 La superestructura era
el sistema del koljós. Sus advertencias fueron validadas por un informe de 1969
que observaba: «ciertos koljós encontraron su actividad auxiliar tan gratificante
que se olvidaron de su función principal».31
El
Ché tenía una gran conciencia de las condiciones concretas que hicieron
necesaria la implementación de la NEP y de los posteriores sistemas de
dirección económica. No obstante, su preocupación era que estas medidas fueran
abiertamente comprendidas como concesiones a dichos problemas, no paradigmas
para la transición socialista. Para el Ché el sistema de pago del koljós
indica: «el carácter atrasado del sistema del koljosiano, solución de
compromiso en un estado que construía solitariamente el socialismo rodeado de
peligros. El tiempo fue dando fuerza a la superestructura creada».32 Al observar que los
koljoses tenían ingresos diferenciales según su tamaño y productividad, el Ché
comentaba: «uno tiene el derecho de preguntarse, ¿por qué?, ¿es imprescindible?
La respuesta es: no».33
El Ché sugería que:
«quizás, sería mejor considerar el koljós como una categoría presocialista, del
primer período de transición»,34 insistiendo en que «la
propiedad cooperativa no es una forma socialista».35
Para
el Ché, el mayor reto de la transición socialista era precisamente: «cómo
transformar la propiedad colectiva individualizada en propiedad social».36 Esta fue la esencia del
problema y no esta-ba siendo confrontada en el socialismo existente. Sin
resolver esta contradicción, continuarían los antagonismos de clase, impidiendo
la transición hacia el comunismo, una sociedad sin clases.
El
Manual describía a los koljosianos y a la clase trabajadora como dos
clases en la sociedad socialista con relaciones amigables, pero posiciones
diferentes en la producción social. El Ché respondía que: «Si los campesinos
koljosianos son considerados clase aparte es por el tipo de propiedad que
tienen, propiedad que no debe ser considerada como característica del
socialismo sino de la sociedad soviética».37 El Manual
concluía que: «La forma cooperativo-koljosiana de relaciones de producción
responde por entero al nivel y las necesidades de desarrollo de las actuales
fuerzas productivas en el campo. No solo no ha agotado sus posibilidades, sino
que puede todavía servir durante largo tiempo al desarrollo de las fuerzas de
producción de la agricultura».38 Pero el Ché creía que
una confrontación entre esta forma colectiva y la propiedad social de los
medios de producción era inevitable y alertaba que: «cuando choquen (y puede
que no sea en un futuro muy lejano) la superestructura tendrá fuerza para exigir
más “libertad”, es decir imponer condiciones, vale decir, regresar hacia
formas capitalistas».39 Además de sus
argumentos teóricos acerca de las contradicciones en las relaciones de
producción, el Ché también refutó la afirmación soviética de que «el sistema
del koljosiano ha demostrado su indiscutible superioridad sobre la agricultura
capitalista», siendo mayor y más mecaniza-da del mundo.40 Él señalaba que: «La
productividad norteamericana es extraordinariamente más alta, debido a las
inversiones efectuadas en la agricultura». En 1963, una crisis interna de
producción obligó a la URSS a comprar trigo de los Estados Unidos al precio del
mercado mundial. En referencia a este hecho, el Ché añadió que la afirmación
soviética de superioridad parecía como una burla: «después de las enormes
compras de trigo, es una burla o el intento de tapar la verdad con palabras».41
Aunque
el Ché escribió poco sobre la producción cooperativa, su crítica del Manual
de la USSR deja clara su posición: la
propiedad cooperativa y el sistema del koljós generan una superestructura
capitalista que choca con la propiedad estatal y las relaciones sociales
socialistas, imponiendo de manera creciente su propia lógica sobre la sociedad.
El sistema del koljós era progresista en relación con las formas capitalistas
de propiedad, pero también retardaría el desarrollo de las formas socialistas.
El asunto no era simplemente en manos de quién estaba la propiedad legal (si la
tierra de la cooperativa era arrendada del estado o había sido concedida por
el mismo), sino también quién controla la distribución del excedente y quién se
beneficia de él.
La colectivización de la
producción y la participación de los trabajadores en Cuba
Los
puntos de vista del Ché estuvieron influenciados por la forma histórica de
relaciones sociales y de propiedad que la Revolución cubana heredaba y
generaba. En 1953, el 43 % de la población cubana era rural, la mitad del
porcentaje en Rusia cuando triunfa la Revolución bolchevique. La industria
nacional, la producción agrícola y el comercio internacional eran dominados por
el sector azucarero. La miseria, el desempleo y el subempleo eran aspectos
inherentes a la economía cubana dominada por el azúcar, que obligaba a un
ejército de trabajadores desempleados a vender su fuerza de trabajo de manera
barata como cortadores de caña. Significativamente, solo el 3 % de los cubanos
que vivían en el campo eran dueños de la tierra que trabajaban. Es decir, en
Cuba no existía una clase significativa de pequeños agricultores (campesinos)
con su apego tradicional al terreno privado y hostilidad hacia la
colectivización de su producto. La mayoría de los cubanos rurales vendían su
fuerza de trabajo por un salario de subsistencia, eran mejor descritos como proletariado
rural u obreros sin tierra.
La
revolución tomó medidas radicales que la llevaron hacia un ca-mino socialista:
las nacionalizaciones, la introducción de la planificación y de servicios
sociales integrales (salud, educación, viviendas, empleo, deportes, cultura,
etc.). Hubo una rápida transferencia de la propiedad privada a propiedad
estatal.
A dos años de la toma del poder, todas las
instituciones financieras, el 83,6 % de la industria, incluyendo todos los
ingenios azucareros y el 42,5 % de las tierras fueron nacionalizadas. La tierra
se redistribuyó a más de 100 000 cubanos en el campo para trabajar como
agricultores individuales o cooperativas. Sin embargo, como Ministro de
Industrias, el Ché se molestaba por las confabulaciones de los intereses
comerciales priva-dos que quedaban en Cuba, quienes especulaban y manipulaban
los precios y el abastecimiento, socavando el plan socialista. Estos factores
históricos influyeron en la crítica del Ché y fortalecieron su convicción de la
necesidad de la socialización de los medios de producción.
En
el socialismo, el plan tiene que ir reemplazando de manera creciente a la ley
del valor en la determinación de las decisiones de producción y consumo. Sin
apoyarse en palancas capitalistas, en particular los estímulos materiales
individuales, deben encontrarse nuevos mecanismos para estimular un mayor
esfuerzo por parte de los trabajadores y crear incentivos para la innovación y
la racionalización de la producción. El plan establece las normas de
producción del trabajador basado en el tiempo de trabajo social-mente
necesario, pero para incrementar la eficiencia económica los trabajadores
tienen que sobrepasarlas.
En
el socialismo, el reto está en transformar el valor agregado a la producción
por el trabajador (por encima de su propia subsistencia) de la plusvalía,
lo que sucede en el capitalismo, al plus producto e ir de la producción
para el intercambio a la producción para su uso. En el capitalismo, el
excedente de los trabajadores es resultado de la explotación porque no les
pertenece. El excedente en el socialismo, constituye una contribución a la
producción social, ellos trabajan para sí mismos como parte de una sociedad
colectiva. El excedente es distribuido según el criterio determinado por el
plan. Para que los trabajadores lleguen a ser dueños de los medios de
producción es esencial que dirijan sus propias unidades de producción,
participando de manera colectiva en el diseño del plan y en las decisiones
cotidianas relacionadas con la producción y el consumo.
El
Ché buscaba formas de preparar la clase trabajadora para el con-trol cada vez
más directo y descentralizado de la producción, para aprovechar la energía
creativa de los trabajadores a fin de encontrar soluciones a los problemas
diarios en la producción y desarrollar las fuerzas productivas —racionalizando
la producción, disminuyendo los costos, elevando la
productividad y haciendo innovaciones tec-nológicas— forjando el concepto de
Cuba como una gran fábrica y el trabajo como deber social. A la larga, todo
esto buscaba imprimirle al socialismo el carácter democrático y participativo
necesario para preparar a la sociedad para la transición hacia el comunismo.
Había
importantes condiciones objetivas a vencer: el subdesarrollo y la dependencia;
el éxodo de profesionales y técnicos que habían dirigido la economía antes de
la Revolución; el bajo nivel educacio-nal de la población; el sabotaje y ataque
por la contrarrevolución y el bloqueo de EE.UU. En este contexto, fue necesario
seleccionar los trabajadores para dirigir las unidades de producción entre
quie-nes tenían mayores capacidades administrativas combinadas con el
compromiso revolucionario. Sin embargo, en principio, el Ché prefería que los
trabajadores eligieran sus propios representantes. Por ejemplo, prefirió más
las Comisiones de Justicia Laboral, formadas por trabajadores elegidos, que
los sindicatos, donde la dirigencia era propuesta por el Partido (Partido
Unido de la Revolución Socialista, PURS) y «en realidad no ha habido ningún
proceso de selección por parte de la masa».42
El
avance se veía obstaculizado también por las tendencias economicistas prevalecientes
antes de 1959 dentro del movimiento sindical: los años de lucha por arrebatarle
algunas migajas a la mesa capitalista habían erosionado la conciencia de clase.
El éxito dependía de la capacidad de la Revolución para cambiar la actitud de
los trabajadores hacia los jefes y el proceso de producción. La clase
trabajadora estaba tan acostumbrada a que se les impusiera el proceso de
producción que resultaba difícil convencerles de que ellos eran los dueños de
los medios de producción y que estaban en capacidad de influir sobre las
decisiones tecnológicas y de dirección. Tras haber sido esclavizados por el
trabajo, los trabajadores tenían ahora que liberarse a través de su propio
trabajo. Esta indisposición se manifestaba en la forma de inercia, o una lenta
interiorización por parte de los trabajadores de que ellos tenían un interés en
el desarrollo del país.
La
dirección por parte de los trabajadores significaba la descen-tralización del
control de la producción. Pero ese proceso tenía que estar acompañado de una
nueva conciencia colectiva y unas nuevas relaciones sociales, o de lo contrario
el resultado sería la reproduc
ción del antagonismo y
el interés personal de la economía capitalis-ta: «Nosotros planteamos […]
considerar el conjunto de la economía como una gran empresa y tratar de
establecer la colaboración entre todos los participantes como miembros de una
gran empresa, en vez de ser lobitos entre sí, dentro de la construcción del
socialismo».43 Por consiguiente la centralización
resultaba necesaria hasta que la clase trabajadora hubiera adquirido tanto la
nueva conciencia como pericia técnica. La consigna del Ché era «centralizar sin
obstruir la iniciativa y descentralizar sin perder el control».44
Es
importante no confundir un plan central con la centralización de la toma de
decisiones. El plan se construye con las aportaciones de las entidades
descentralizadas. La descentralización de toma de decisiones aumentará con la
conciencia y la experiencia administra-tiva de los trabajadores.
Las
políticas establecidas dentro del MININD para colectivizar la producción y la
participación de los trabajadores pueden ser organi-zadas bajo tres categorías:
1. Políticas para impulsar
la cohesión ideológica y organizativa.
2.
Políticas
que promueven los esfuerzos de los trabajadores por mejorar los medios de
producción.
3.
Políticas
que fomentan la integración de los trabajadores en la dirección, evitando la
burocratización y la separación entre trabajo manual y administrativo. Estas
medidas eran adicionales a las organizaciones de masas y los sindicatos.
No
es posible analizar en este trabajo otras importantes políticas promovidas por
el Ché para vincular la conciencia con la producti-vidad a través del trabajo
voluntario y la emulación socialista; para combatir el ausentismo mediante la
comprensión del trabajo como un deber social; así como para mejorar las
condiciones de trabajo de los trabajadores.*
1. Políticas para
impulsar la cohesión ideológica y organizativa.
En
el MININD se tomaron medidas para promover en los trabajado-res el interés por
el desarrollo de la economía nacional, para facilitar la comunicación y la
colaboración entre las entidades de la industria, para elevar el entendimiento
de la economía política del socialismo, para vincular la educación a la producción, y para difundir información sobre innovaciones tecnológicas.
* Todas estas medidas y políticas son
analizadas en Yaffe (2009), ver en p. 129.
Bajo
la dirección del Ché, en el MININD se desarrollaron reuniones bimestrales
entre enero de 1962 y diciembre de 1964. Asistían hasta 400 personas,
incluyendo el Consejo de Dirección y todos los directores del aparato central.
Los directores podían proponer temas de discusión. Las transcripciones de las
reuniones demuestran que los dirigentes del ministerio usaban esta oportunidad
para plantear sus propias ideas, consultas o quejas.45
Además,
el MININD tenía tres publicaciones para facilitar la cohesión ideológica y
organizativa. Nuestra Industria desde 1961,
Nuestra Industria
Tecnología desde
1962, y Nuestra Industria Económica desde 1963. Estas publicaciones les
proporcionaban al Ché y sus colaboradores un medio para comunicar sus
ideas acerca de la transición socialista a los trabajadores que no participaban
en las reuniones bimensuales, así como para elevar de manera general su
comprensión política.
Nuestra
Industria forjó
una identidad colectiva entre las grandes y diversas unidades de
producción del ministerio. Cada edición ofrecía una descripción detallada del
proceso tecnológico de diferentes fábricas y los problemas productivos y
administrativos dentro del ministerio y sus empresas. La revista estaba llena
de reconocimientos y premios otorgados a trabajadores y técnicos ejemplares
por invenciones de equipos, racionalización de los procesos de producción o
por alta productividad y consagración extraordinaria.
La
página posterior estaba cubierta por un diagrama con flechas que iban desde el
Ministro, el primer viceMinistro, el viceMinis-tro de producción, el director
de la rama, el director de la empresa consolidada (EC)* llegando hasta la
fábrica y finalmente hasta un hombre vestido con un overol con las palabras:
«Tu centro de trabajo es un sólido eslabón en la gran cadena de producción del
Ministerio de Industrias».46
Nuestra
Industria Tecnología fue
una revista para técnicos e ingenieros. El contenido refleja el creciente
nivel tecnológico dentro del ministerio, la colaboración con técnicos del campo
socialista y los esfuerzos para mantenerse actualizados sobre los acontecimientos en los países capitalistas. Nuestra Industria Económica fue el espa-cio para los artículos teóricos que formaban parte del Gran Debate. Contenía artículos sobre salarios, inversiones, sistemas financieros y métodos matemáticos dirigidos a contadores y economistas.
* Las empresas consolidadas fueron constituidas
por unidades de producción de los mis-mos sectores agrupados bajo una dirección
central. Fue una de las medidas adoptadas por el Ché para enfrentar la falta de
personal administrativo.
El
Manual para administradores de fábricas impulsa la cohesión operativa al
recopilar directivas del ministerio sobre procedimientos para el control de los
costos, la contabilidad y la supervisión en dos volúmenes, junto a conceptos de
economía política. Publicado en junio de 1964, el mismo hacía énfasis en la
importancia de la pro-ducción colectiva y la participación de los trabajadores
con una guía práctica sobre cómo lograr esto.
Esta
publicación afirmaba que el administrador debe: «estar bien convencido de la
fuente incalculable e inagotable de ideas, inventivas, conocimientos
prácticos, etc., que está latente en cada uno de los trabajadores de la
fábrica, y establecer el sistema más adecua-do y efectivo, a fin de aprovechar
debidamente estos recursos».47 El éxito en la
reducción de los costos de producción: «dependerá fundamentalmente de la
comprensión y convencimiento de todos los trabajadores de la fábrica, de la
necesidad de esta actitud y los beneficios colectivos que se derivarán de los
mismos».48 El respeto a las aspiraciones y
críticas de los trabajadores en toda forma de comunicación fomenta la
emulación, estimula a los trabajadores a sentirse parte de la dirección, les ayuda
a aceptar cambios sobre el sistema anterior, evita que la falta de conocimiento
sea una excusa para el no cumplimiento de las tareas, garantiza la uniformidad
en la aplicación y permite hacer proyecciones hacia el futuro.49
2. Políticas que
promueven los esfuerzos de los trabajadores por mejorar los medios de
producción.
En
una de las reuniones bimestrales, el Ché les dijo a los directo-res: «debemos
ir entonces hasta las fábricas. Allí conversar con todo el mundo, investigar
los males que hay, promover las discusiones abiertas, libres, sin ninguna clase
de coacción; críticas absolutamente. Recoger con toda honradez todas las
críticas».50 A fin de facilitar discusiones
libres y abiertas, los directores y administradores tenían que estar en
contacto con los trabajadores en el lugar de la producción. Esto era vital
para poder evitar su burocratización, para mejo-rar su conocimiento acerca del funcionamiento
y los problemas en las unidades productivas, así como para estimular el interés
de los trabajadores por perfeccionar el proceso productivo.
Dada
la importancia de desarrollar las fuerzas productivas en Cuba socialista, el
Ché creía que los trabajadores que se comprometían con el aumento de la
productividad y el desarrollo tecnológico ejemplificaban cualidades de
liderazgo revolucionario, a diferencia de los burócratas que estaban lejos del
proceso de producción.
Los
Comités de Piezas de Repuesto y la campaña “Construye tu propia máquina”
En
la década de los años cincuenta, el 95 % de los bienes capitales en Cuba y el
100 % de las piezas de repuesto eran importadas de Estados Unidos.51 Esto condujo a una
aguda crisis en el contexto del bloqueo estadounidense y la transferencia del
80 % de comercio de Cuba de EE.UU. hacia el campo socialista. El hecho de que
en 1960 los Comités de Piezas de Repuesto fueran los primeros comités de trabajadores
en ser creados en la industria es una prueba de cuan rápido la ausencia de
piezas de repuesto se convirtió en un problema urgente.
Según
Orlando Borrego, el entonces viceministro del MININD: «Entre los logros que el
Ché podía reconocer ante el pueblo estaba el resultado alcanzado en la
producción de piezas de repuesto, objetivo que fue posible gracias a los
Comités de Piezas de Repuesto que, organizados desde la base hasta el
Ministerio y por medio de una emulación entusiasta, habían resuelto los problemas
más graves presentados en la industria evitando su paralización».52
En
agosto de 1961, el Ché declaró que los Comités representaban para el MININD:
«el primer contacto realmente efectivo con las masas obreras», y que «la
primera campaña de emulación organizada dio resultados realmente maravillosos».
Esto trajo la movilización, que había sido tan exitosa en la esfera política y
social, a la esfera económica en la industria. Dijo el Ché: «con la emulación
de todos y con el trabajo de todos los obreros de todas las fábricas del país,
se han resuelto numerosos problemas […] es el logro de la comu
nión con la masa obrera,
de hacer que la participación de la masa obrera sea fundamental para la
conducción del país».53
La
campaña “Construye tu Propia Máquina”, realizada por el MININD a partir de
1961, elevó el reto técnico de los Comités de Pie-zas de Repuesto a un peldaño
más alto. En 1963, casi todas las ediciones de Nuestra Industria
mostraban equipos inventados por los traba-jadores. En febrero de 1964, el Ché
declaró que: «El futuro de toda la industria, y el futuro de la humanidad, no
está en la gente que llena papeles, está en la gente que construye máquinas […]
Está en la gente que estudia los grandes problemas tecnológicos, los resuelve».54
El
Movimiento de Inventores e Innovadores
A
partir de 1959, decenas de trabajadores presentaron sus inven-ciones, modeles e
ideas en las oficinas del Ché para su evaluación.55 Estas revelaban la
ilimitada imaginación de la población y el grado de pérdida de talentos por
falta de capacitación técnica. En febrero de 1961, cuando el MININD fue
establecido, este tenía un Departa-mento de Invenciones e Innovaciones. Este
Departamento habría de guiar y coordinar el desarrollo del movimiento de
inventores e innovadores y su aplicación industrial, en coordinación con las
empresas consolidadas y las organizaciones sindicales. Los núcleos de
cuadros de fábricas incluían un trabajador responsable de registrar todas
las invenciones logradas por los trabajadores, decidiendo las que tenían
aplicación industrial general y sistematizando su in-clusión en los planes
industriales.56
El
Manual para administradores… afirmaba que este trabajo: «es de vital
importancia para el desarrollo técnico de las fábricas, por lo que constituye
una de las bases en la que debe apoyarse el Administrador para lograr aumentar
la producción y productividad de la fábrica.57 De hecho, las
innovaciones en la industria cubana han representado millones en ahorros por la
vía sustitución de im-portaciones y la producción maquinaria en el país.58
Para
el Ché, había poca distinción entre las tareas técnicas y po-líticas, elevar la
productividad y eficiencia constituían actos revo-lucionarios. La
experimentación de esos trabajadores reflejaba su compromiso por mejorar las
fuerzas productivas. La utilidad social de esas invenciones fue aumentada por
la ausencia de mecanismos de mercado, como las
leyes de patentes y los derechos de propiedad intelectual, que habrían
incrementado los costos sociales de la investigación y de su aplicación
práctica. Los innovadores esta-ban motivados por los estímulos morales: su
reconocimiento social y estatus de vanguardia.
3. Políticas que
fomentan la integración de los trabajadores a la dirección.
La
integración o incorporación de los trabajadores a la dirección fue un proceso dialéctico
difícil. Esto significaba varios retos: descentra-lizar el control a
trabajadores habituados al antagonismo y la aliena-ción del sistema
capitalista, y esperar que ellos se hiciesen cargo de la dirección subordinando
sus intereses individuales al bienestar de la sociedad, así como aumentando el
esfuerzo del trabajo y la eficacia sin depender de estímulos materiales y otras
palancas capitalistas. Estos retos, añadido a los ataques de EE.UU. y una bien
financiada contrarrevolución, limitaron la factibilidad de la auto dirección
por parte de los trabajadores en Cuba. Como consecuencia, el Ché desa-rrolló
políticas para integrar a los trabajadores a la dirección de sus empresas y el
aparato central del MININD, así como para asegurar que la nueva dirigencia
(compuesta principalmente de trabajado-res y revolucionarios, no de los
anteriores burócratas profesionales) mantuviera su vínculo orgánico con los
trabajadores.
Visitas a
las fábricas
Tal
fue la importancia que el Ché le dio a las visitas a las fábricas, que pasó por
una fábrica en medio de la Crisis de Octubre de 1962.59 Los directores de las
empresas consolidadas y los viceministros del MININD estaban obligados a
visitar una fábrica, planta o taller cada dos semanas como parte de la batalla
contra el burocratismo y para mantener un vínculo vivo con la masa de
trabajadores.
Durante
las visitas, ellos se reunían con el administrador, los je-fes de producción y
los jefes económicos, así como los represen-tantes de las organizaciones de
masas: el Partido (PURS), la Unión de Jóvenes Comunistas, los sindicatos, y
cualquier otra organización. Discutían los problemas y las iniciativas con los
trabajadores y los técnicos. Inspeccionaban los inventarios, los almacenes y
las instalaciones de los
trabajadores. Tras cada visita, se entregaba un informe analizando la situación
de la unidad productiva visitada que incluía recomendaciones.
Las
visitas a las fábricas ofrecían la oportunidad para que miles de trabajadores
se reunieran y discutieran directamente con el personal administrativo del
MININD, incluyendo al Ministro. Harry Villegas, previamente guardaespaldas del
Ché, decía que: «este vínculo con las masas le permitía al Ché tener un dominio
muy exhaustivo de la realidad que estaba palpando de la actividad en la esfera
que dirigía».60 Las charlas del Ché en las
reuniones bimensuales están salpicadas de alusiones a sus experiencias y
encuentros durante estas visitas.
Este
procedimiento fue también establecido en la base de la producción. El Manual
para administradores… orientaba a los administradores de fábricas que
visitaran los talleres y secciones dentro de sus unidades productivas «con el
fin de obtener de las visitas nuevas ideas para el mejoramiento de las
actividades y escuchar con calma e interés las sugerencias o críticas de los
trabajadores». (Manual para administradores…, sección 7, asunto
2, p. 10) Las visitas le permitía a la dirección aprender del proceso de
producción, de los principales índices económicos, de los problemas de higiene
y segu-ridad del trabajo, de la calidad; ayudándole a los administradores
de buró a comprender la realidad existente tras los informes y las estadísticas.
Comités
técnicos asesores
Tras
las nacionalizaciones y el éxodo de profesionales de Cuba, los administradores
de las nuevas entidades estatales fueron asig-nados teniendo en cuenta su
compromiso con la revolución. Como resultado: «prácticamente ningún
administrador poseía nivel técnico o experiencia en la producción de la fábrica
que dirigía».61 La prio-ridad fue impedir las
interrupciones en la producción. El Ché buscó formas institucionales para
garantizar la ayuda a estos administradores por parte de los trabajadores con
años de experiencia en los procesos de producción.
En
1961, se creó el Comité Técnico Asesor (CTA) en todos los cen-tros de trabajo y
cada empresa consolidada del MININD, para cumplir esta función. Los
administradores o directores seleccionaron tra-bajadores destacados para que
les asesoraran en medidas prácticas para aumentar la productividad y la
sustitución de importaciones. Un promedio del 10 % de los trabajadores podían
estar en el CTA; y en centros de trabajo más grandes fueron organizados en
subcomi-tés centrados en problemas específicos. Borrego explicaba:
Su
función principal estaba orientada a descubrir todas las re-servas productivas
posibles para acelerar la producción […] en proponer ideas para mejorar las
condiciones de trabajo y de seguridad de las fábricas, en propiciar una
relación más estre-cha entre los trabajadores y la dirección de la producción y
en general, ayudar a resolver los complicados problemas que se presentaban como
resultado del cerco imperialista y el bloqueo impuesto a la economía del país.62
El
Ché creía que seleccionándolos a partir de los trabajadores más abnegados y de
mayor conocimiento, además de mejorar las condiciones de trabajo y la productividad,
los comités técnicos asesores constituirían una vanguardia revolucionaria.
Ellos promoverían en los trabajadores tanto el compromiso con la producción
como sus capacidades de autodirección. El Ché los describió como «el
laboratorio experimental donde la clase obrera se prepara para las grandes
tareas futuras de la conducción integral del país».63
Asambleas de
producción
La
idea de establecer las asambleas de producción surgió de los debates entre el
Ché y el Ministerio del Trabajo, bajo la dirección de Augusto Martínez Sánchez,
en la búsqueda de un vehículo para la comunicación entre la administración y
los trabajadores.64 Según el Ché: «La
asamblea de producción representa una especie de cá-mara legislativa que
enjuicia la tarea propia y la de todos los emplea-dos y obreros».65 El establecimiento de
las asambleas comenzó en el MININD, y en enero de 1962 adquirieron carácter
obligatorio en todo centro de trabajo nacionalizado o de propiedad mixta en
Cuba.
En
cada centro de trabajo, todos sus trabajadores, incluyendo ase-sores, técnicos,
ingenieros y administradores, se reunían mensual y trimestralmente. La propia
asamblea seleccionaba los trabajadores
para presidir y actuar
como secretarios durante la reunión, levantando las actas, certificando
acuerdos y resoluciones. A finales de 1961, el Ché explicaba su visión:
Las
asambleas de producción serán parte de la vida de las fá-bricas, y serán el
arma que tenga toda la clase obrera para la fiscalización del trabajo de su
administración, para la discu-sión de los planes, para el control del plan,
para el estableci-miento de nuevas normas técnicas, organizativas de todo tipo,
para toda clase de discusiones colectivas o todo el núcleo de la fábrica, o
todos los trabajadores de la fábrica.66
El
Ché creía que las asambleas servían para educar a los adminis-tradores en la
necesidad del análisis crítico de su propio trabajo ante una plenaria de todos
los trabajadores, ayudándoles a mejorar la eficiencia de la administración: «La
crítica y autocrítica serán funda-mento del trabajo diario pero llevadas a su
máximo en la asamblea de producción, donde se ventilarán todos los problemas
referentes a la industria, y donde el trabajo del administrador estará sujeto a
los interrogatorios y crítica por parte de los obreros que dirige».67
Según
el Manual para administradores… los objetivos de la Asam-blea de
Producción eran: motivar a los trabajadores a participar en la dirección de la
producción; contribuir al beneficio del colectivo; aplicar el principio del
centralismo democrático; facilitar que los tra-bajadores expresen dudas e ideas
que el administrador debe analizar y aclarar; crear un espíritu de interés
colectivo en el desarrollo de la fábrica; e inspirar el interés en la emulación
individual y colectiva.68
El
Ché insistía en que estas reuniones no se hicieran burocráticas. Él retaba a
los directores del MININD: «Las asambleas de producción tienen que ser una cosa
viva. Es una responsabilidad de ustedes que sea una cosa viva».69 También alertaba contra
la posibilidad de convertirlas en mítines de agitación distraídos por
exigencias economicistas que ignoraban los intereses nacionales; en su
lugar, ellas eran para discutir lo que debe producirse y cómo
producirlo.70 Ché afirmaba que la participación
se elevaría si a los trabajadores se les informaba de los resultados de sus
quejas y proposiciones, y a qué nivel organizativo estaban siendo tratadas, de
manera que «los obre-ros empiezan a sentir que participan en la
administración».71
Comités de
industrias locales
Los
comités de industrias locales (CILO) fueron creados en 1962 para forjar la
integración productiva y administrativa de la industria al nivel local que el
SPF había institucionalizado a nivel nacional. Eliminaron mecanismos
financieros en el intercambio de recursos (como equipos; pero no los bienes de
producción) entre las empre-sas convirtiendo las decisiones sobre su asignación
en decisiones políticas. Los administradores de cada centro de trabajo dentro
de un área local se reunían quincenalmente para analizar sus necesidades
materiales y organizar la reasignación de recursos. Los bienes no eran
intercambiados como regalos, sino con documentos oficiales y ajustes de
contabilidad e inventarios. Por ejemplo, la EC del Pe-tróleo entregó dos
escritorios excedentes a un administrador de la EC del Calzado que estaba
escribiendo sobre sus rodillas.72 El Ché explicó:
[…]
entre las empresas socialistas no puede haber tránsito de mercancía, porque no
hay cambio de propiedad. Lo que pasa es que la utilización de estos utensilios
o medios de produc-ción en otros casos más racionales, por parte de otra
empresa, nada más, sin tránsito real de propiedad, de contracto jurídico, de
mercancía que va de un lugar a otro simplemente […] nos juntamos, discutimos y
resolvemos.73
Los
comités de industrias locales evolucionaron para asumir fun-ciones más
complejas: coordinar los planes industriales con otras autoridades locales;
sugerir nuevas inversiones territoriales; discutir leyes, directivas,
regulaciones y normas emitidas por niveles superiores y organizar la
asistencia a los cursos de superación para ad-ministradores.74 El Manual para
administradores… afirmaba que: «La complejidad creciente del desarrollo
industrial, así como la necesidad de utilizar más racionalmente nuestros
recursos hacen necesaria la coordinación sobre bases territoriales» (Manual
para administradores… sección 16, asunto 1, p. 1).
Cada
área que comprendía entre 15 y 20 centros de trabajo del MININD eran
organizados en un CILO que se reunía de manera quincenal. Solo en La Habana
había 20 CILO. La presidencia era ro-tativa, dándole experiencia a todos los
administradores. También era rotativo el local de la reunión, lo que permitía
la familiarización con
otros centros de
trabajo. Los Comités elaboraban informes oficiales de sus reuniones y acuerdos,
los cuales no podían contradecir las di-rectivas de sus empresas consolidadas.
Los administradores estaban obligados a participar y cumplir los acuerdos.
El
Ché consideró que estos comités estaban “preparando las con-diciones para los
pasos futuros”’: la construcción del socialismo y la transición del socialismo
a comunismo. Él planteó: «la autogestión (no la autogestión financiera), a
medida que vamos preparando las condiciones se va elevando la conciencia, va
aumentando, es decir, creando aquello que es la base del comunismo; el trabajo
como una necesidad social; no el trabajo como una obligación, que hay que
cumplir para comer […] El CILO debe ir resolviendo los problemas locales».75
En
septiembre de 1964, el Ché afirmó: «Los CILOs han sido un intento, creemos que
bastante afortunado, para crear la conciencia de una sola fábrica».76 Estos comités tenían el
potencial para resolver problemas y contradicciones (mala asignación de los
recursos o la falta de coordinación en los planes de inversión) a nivel local
que simplemente no debían existir en una sociedad socialista (donde la producción
se determina racionalmente en interés colectivo) y que, no obstante, existían
por razones burocráticas (falta de comunica-ción entre las unidades de
producción y de preocupación por las condiciones de otras unidades).
El Plan
Especial de Integración
En
septiembre de 1964, el Ché les presentó a los directores del MININD su más
imaginativa e innovadora propuesta para enfren-tar la tendencia hacia la
burocracia, la división entre el trabajo intelectual y manual, y la ausencia de
integración entre empresas en diferentes ramas de la producción: el Plan
Especial de Integra-ción. Leyendo del Plan el Ché dijo: «Hace mucho tiempo,
hemos planteado la necesidad de una integración real entre el trabajo
pro-ductivo y el trabajo intelectual, cosa que se viene realizando a través del
trabajo voluntario de tipo productivo, que ahora se ha plasmado en un plan de
nivel nacional».77
El
Plan Especial de Integración, una «serie de medidas renovado-ras de la actitud
de los funcionarios frente al trabajo»,78 comprendía tres
elementos: el Plan de democión, el Plan de integración, y la Promoción del trabajo
manual entre los trabajadores administrativos. Este se puso a prueba a partir
de noviembre 1964. El Plan de democión, la medida principal y obligatoria, se
le aplicaba al mi-nistro, seis viceministros, ocho directores de rama, 82
directores de empresas consolidadas, oficinas e instituciones del MININD. Estos
tenían que pasar un mes al año trabajando en un puesto inferior en un nivel
subordinado al suyo propio, preferiblemente dos niveles. Para facilitar la
estabilidad de la dirección, fue establecido que den-tro de un mes no se podía
demover a más del 25 % de una jerarquía determinada.79 El trabajo del
directivo podía ser cubierto por uno de sus compañeros de trabajo, al tiempo
que él trabajaba junto a sus subordinados.
Durante
su democión temporal, los directores debían: no buscar errores sino aprender y
enseñar; no cambiar los métodos de trabajo y los sistemas establecidos sin una
discusión colectiva; asumir la responsabilidad total de esa función sin dejar
tareas incumplidas; cumplir todas las obligaciones de la nueva función sin usar
la jerar-quía que su función real le otorgaba.80 Además del
fortalecimiento del trabajo administrativo y de liderazgo de sus subordinados,
ese Plan también implicaba que los demovidos podían observar si era posible
aplicar las regulaciones orientadas desde los niveles superio-res, experimentar
las condiciones sociolaborales de la fábrica, de la cafetería y comedor de los
trabajadores, las instalaciones sanitarias, los equipos de protección física,
etcétera.
El
Ché afirmaba: «Que el Ministerio fundamentalmente es un ente administrativo,
incluso en su aspecto técnico. Está sujeto a una metodología. Esa metodología
es muy distinta observada desde un nivel o desde otro nivel […] se pueden ir
observando allí las fallas en la metodología, fallas en los métodos de trabajo
e incluso las fallas personales».81 El Plan de democión
también aseguraba que los líderes se relacionaran directamente con la masa de
trabajadores y comprendieran sus problemas, aprendiendo acerca de las
dificultades operativas y sobre la tecnología del proceso de producción, todo lo
cual podía ser útil cuando regresaran a su puesto oficial. Además, servía para
recordarles que sus cargos de dirección no eran fijos para toda la vida y que
los directores podían regresar a la base de la producción.82
Para
promover la integración entre las empresas de ramas diferentes, el Plan de
integración establecía brigadas de trabajo de especialistas formadas por
trabajadores destacados para prestar asis
tencia en todo el
Ministerio. Ángel Arcos Bergnes, Director General de Personal en MININD,
explicaba: «Este plan se aplicó también como: A. Plan de ayuda mutua entre
direcciones de empresas, o inter-administradores de fábricas; B. Plan de
brigadas especializadas de trabajo; C. Plan de brigadas de métodos de
trabajo».83 Este fue un caso de integración
horizontal: los directores, jefes económicos y de producción de las empresas
consolidadas más fuertes ayuda-rían a las más débiles, y los administradores
harían lo mismo.
El
Ché dijo que las brigadas estarían organizadas para ocho ta-reas fundamentales
del MININD, entre ellas la seguridad del trabajo, la organización del
transporte y la mecanización de la contabilidad. Ellas auxiliarían al personal
del Ministerio de la misma especialización.84 Las propias empresas
crearían brigadas en las áreas en que eran fuertes para ayudar a las empresas
débiles. La participación en las brigadas era voluntaria y solo los
trabajadores que hubieran sobrecumplido los objetivos de su trabajo podían ser
incorporados. Una escala de salario especial sería transferida junto con ellos
mien-tras viajaban a través de las provincias para enseñar sus métodos de
trabajo. También se planificaron equipos técnicos para manteni-miento e ingeniería
eléctrica.85 La aspiración era tener
especialistas de muchas áreas para guiar las empresas más débiles.86
El
Ché ponía énfasis en el espíritu de cooperación de estos inter-cambios, que
tenían una función tanto política como técnica:
Los
compañeros que realizan cualquiera de estas tareas de ase-soramiento, no
deberán presentar informes […] para preveer y conservar el espíritu de una
ayuda desinteresada y cálida de un grupo de gentes o de personas individuales a
otras, de manera que todas las debilidades sean analizadas con el solo objeto
de superarlas y que no sirva de ninguna manera como antecedente para tomar
acciones futuras. Es decir que no haya ningún “chivatazo”, digamos, pues
enseguida la gente débil va a empezar a ver a los compañeros como leones
hambrientos. Mejor es que toda esta tarea se realice en una forma de ayuda
completamente extraministerial para los efectos de la informa-ción, salvo
naturalmente en que hayan y se detectan cosas gra-ves de índole fuera de lo
administrativo.87
El tercer elemento del Plan Especial de Integración
era promover que los directores y trabajadores administrativos llevaran a cabo
trabajo voluntario en las fábricas
durante sus vacaciones (Guevara [12 de septiembre 1964] 1966, p. 515) No todos
estuvieron de acuerdo con el Plan, revelaba el Ché, incluyendo a miembros del
gobierno nacional a cuyo nivel no había sido aprobado. Pero él aprovechó la
independencia institucional que le había sido conferida para experi-mentar con
el SPF, aplicando políticas novedosas, como estas, para así poner a prueba su
factibilidad y analizar sus resultados antes de determinar si continuaba o no
con ellas.
En
abril de 1965, el Ché salió secretamente de Cuba hacia el Congo en una misión
internacionalista. El MININD, para entonces una institución gigantesca, fue
dividido en diferentes ministerios. El Plan Especial de Integración, como
muchas otras políticas del MININD, fue abandonado.
Consideraciones finales
La
crítica del Ché sobre las cooperativas agrícolas (koljoses) en la URSS y las
políticas que él desarrolló dentro del MININD para colectivizar la producción e
integrar los trabajadores a la dirección formaban parte de su búsqueda de
soluciones a la problemática de la Revolución: cómo desarrollar las fuerzas
productivas en un país subdesarrollado, dependiente del comercio exterior y
bloqueado, y cómo hacerlo fomentando de manera simultánea una nueva con-ciencia
y relaciones sociales para la transición al socialismo. Este continúa siendo el
reto hoy en Cuba.
El
enfoque del Ché era dialéctico y nuestra comprensión de sus opiniones debe
serlo también. Él consideró las cooperativas como progresistas en comparación
con la propiedad privada, que es fundamental para las relaciones sociales
capitalistas, pero regresiva comparada con la propiedad estatal socialista, en
donde los antago-nismos de clase son resueltos a favor del proletariado en el
proceso de construir la sociedad sin clases.
El
Ché entendía el desarrollo de la conciencia como un proceso dia-léctico: se
elevaría con la experiencia de los cambios materiales en el nivel de vida y las
transformaciones en las relaciones de produc-ción que, a su vez, se reflejarían
de nuevo en la conciencia; creando así más potencialidades para una
autodirección de los trabajadores. Pero estos trabajadores no deben estar
motivados principalmente por los estímulos materiales, sino por la conciencia
colectiva y el concepto del trabajo como
deber social. Esto es esencial para transformar la plusvalía (en el
capitalismo) en plus producto (en el socialismo), y la producción para
el intercambio en la producción para su uso.
No
obstante, esto no debe ser interpretado de manera simplista para argumentar que
el Ché se hubiera opuesto a los cambios que ocurren actualmente en la
estructura del empleo en Cuba para fo-mentar el empleo por cuenta propia y las
cooperativas de trabajo en sectores no estratégicos. El contexto histórico y
los problemas que enfrentó el Ché fueron muy diferentes. En la década de los
sesentas un tercio de la población mundial vivía en países socialistas y las
luchas de liberación nacional estaban desafiando el dominio impe-rialista sobre
el mundo subdesarrollado. Hubo entonces un gran po-tencial para realizar
avances dentro el campo socialista.
Además,
el Ché era marxista, no idealista. Aunque él hizo hinca-pié en la importancia
de la conciencia y la educación para crear un compromiso con el proceso
revolucionario, él entendía que ambas son abstractas si el nivel de vida no
mitiga las preocupaciones dia-rias de supervivencia. El punto clave es la
convicción del Ché de que las mejoras materiales necesarias se deben lograr,
tanto como sea posible, no promoviendo el intercambio de mercado ni a la
empresa privada, sino mediante controles administrativos (plan, presupues-to,
supervisión, auditoría y democracia obrera); la inversión estatal en la
formación de habilidades, en la educación, en la investigación
científico-técnica; la explotación de recursos endógenos; fomentan-do la
industria y diversificando la producción agrícola.
El
debate contemporáneo en Cuba comprende temas enfrentados pero no resueltos por
el Ché en los años sesenta, y que confronta-dos de nuevo durante el período de
Rectificación de 1986 a 1990. El socialismo es un proceso dialéctico dirigido
por quienes lo vi-ven. El reto es resolver la contradicción entre el plan y el
mercado, elevando la productividad y la conciencia de manera simultánea, y
determinando un equilibro de responsabilidad entre el individuo y el estado,
cómo deben ser mediados los antagonismos de clase que aún existan, cómo
garantizar la disciplina en el uso de los re-cursos y en el trabajo, cómo
distribuir la riqueza de la sociedad, cuánto control y centralización resultan
adecuados. Estas cuestiones son abordadas en Cuba ante un brutal bloqueo,
sabotajes y ataques terroristas.
La
política se formula dentro de los límites existentes: por un lado, el
compromiso político con las prestaciones del bienestar socialista, la economía
planificada y el dominio de la propiedad estatal, y, por el otro, las
restricciones económicas como el bloqueo, la dependencia del comercio
exterior, los bajos niveles de desarrollo técnico (fue-ra de las empresas
mixtas y la industria biotecnológica), y la dificul-tad para obtener créditos.
El Ché proporcionó una metodología para la construcción socialista dentro de
estos límites.
El
objetivo de los cambios actualmente consiste en restablecer el equilibrio
macroeconómico por medio de ajustes fiscales y el au-mento de la productividad,
pero el reto sigue siendo cómo hacer esto mientras se limita la dependencia de
mecanismos capitalistas. Mediante los debates nacionales y en el Congreso del
Partido en abril de 2011, el pueblo cubano está buscando soluciones a estos
retos. Es esencial considerar la contribución del Ché en el pasado mientras
Cuba se prepara para asegurar y fortalecer su desarrollo socialista en el
futuro.
Referencias bibliográficas
1
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Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política. Centro de
Estudios de Ché Guevara y Ocean Press, Ed. de Ciencias Sociales, La
Habana, 2006.
2
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concepción del valor”, octubre de 1963. En David Deutschmann y Javier Salado
(eds.): El Gran Deba-te: Sobre la economía en Cuba 1963-1964, Ocean
Press, La Habana, 2003, pp. 38-9.
3
Manual, citado por Guevara, en
“Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento”,
febrero de 1963. El Gran Debate: Sobre la econo-mía en Cuba 1963-1964. Ocean
Press, La Habana, 2003, p. 98.
4
Ídem.
5
Ibídem, p. 99.
6
Ernesto Ché Guevara: “La
planificación socialista, su significado”, ju-nio de1964, El Gran Debate:
Sobre la economía en Cuba 1963-1964,
Ocean Press, La Habana, 2003, p. 122.
7
__________: El socialismo y
el hombre en Cuba. Ed. Abril, La Habana, 2007, pp. 19 y 20.
8
Ibídem, p. 13.
9
Ibídem, pp. 13 y 14.
10
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 188.
11
Ibídem, p.10.
12
Ibídem, p. 112.
13
Ibídem, p. 27.
14
Ídem.
15
M. Lavigne: The Socialist Economies of the
Soviet Union and Europe.
Martin Robertson & Co., London, 1975, pp.
113-4.
16
R. D. Laird: Collective
Farming in Russia: A Political Study of the Soviet Kolkhozy. University
of Kansas Publications, Kansas, 1958, p. 121 (en nota al pie 16).
17
M. Lavigne: ob. cit., pp. 119 y 120.
18
Ibídem, 120.
19
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 166.
20
Ibídem, p. 140.
21
Ibídem, pp. 54-5.
22
Ibídem, p. 55.
23
Ídem.
24
Manual, citado por Guevara, en
Ernesto Ché Guevara: Apuntes críti-cos de la economía política…, p.
57.
25
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 104.
26
Vladímir I. Lenin, citado por
el Manual, en Ernesto Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía
política…, p. 107.
27
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 108.
28
Ibídem, p. 168.
29
Manual, citado por Guevara, en
Ernesto Ché Guevara: Apuntes críti-cos de la economía política…, p.
168-9.
30
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 169.
31
M. Lavigne: ob. cit., p. 121.
32
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p. 170.
33
Ibídem, p. 171.
34
Ibídem, p. 116.
35
Ibídem, p. 119.
36
Ibídem, p. 180.
37
Ibídem, p. 182.
38
Ibídem, p. 187.
39
Ídem.
40
Manual, citado por Guevara, en
Ernesto Ché Guevara: Apuntes críti-cos de la economía política…, p.110.
41
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política…, p.111.
42
_________: “Reuniones
bimestrales” (1961-1964). En El Ché en la Revolución cubana: Ministerio de
Industrias, t. VI, MINAZ [5 de diciem-bre 1964], La Habana, 1966, p. 579.
43
Ibídem [21 de diciembre 1963], p. 413.
44
J. Valdés Gravalosa: Entrevista. 22 de
febrero de 2006.
45
Ernesto Ché Guevara: Ernesto
Ché Guevara: Apuntes críticos de la economía política...
46
Nuestra Industria:
Ministerio de Industrias, año 3, No. 1, enero, La Habana, 1963.
47
Manual para administradores de
fábricas (10 de junio 1964). 2da. ed., sección 5,
asunto 10, Ministerio de Industrias, La Habana, 1988,
p. 1.
48
Ídem.
49
Ibídem, sección 10, asunto 1, pp. 1-3.
50
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [10 de marzo 1962], p. 176.
51
A. Guzmán Pascual: “La acción
del Comandante Ernesto Ché en la Campo Industrial”. En Revista Bimestre
Cubana, 8: 29, 1998, p. 29.
52
O. Borrego Díaz: Ché: El
camino del fuego. Imagen Contemporánea, La Habana, 2001, p. 164.
53
Ernesto Ché Guevara: “Discurso
de la Primera Reunión Nacional de Producción del MININD” (27 de agosto 1961).
En Ernesto Ché Gue-vara: escritos y discursos, t. 5, Ed. de Ciencias
Sociales, La Habana, 1977, p. 218.
54
__________: “Comparecencia
televisada en el programa Información Pú-blica” (25 de febrero 1964). En Ernesto
Ché Guevara, ciencia, tecnología
y sociedad
(1959-1965), Ed. Academia, La Habana, 2003, p. 188.
55
O. Borrego Díaz: ob. cit., p. 12.
56
Manual para administradores de
fábricas (10 de junio 1964),… sección 9, asunto
3, p. 1.
57
Ibídem, sección 9, asunto 3, p. 1.
58
O. Borrego Díaz: ob. cit., pp. 12 y 13.
59
A. Arcos Bergnes: Método y
estilo de trabajo de Ché, 40 Aniversario Ministerio de Industrias. Ed.
Política, La Habana, 2001, p. 149.
60
H. Villegas Tamayo: Entrevista. 22 de
marzo de 2006.
61
T. Sáenz, E. García Capote y
L. Gálvez: El papel del Ché en el desarrollo científico y tecnológico
de Cuba, 40 Aniversario Ministerio de Indus-trias. Ed. Política, La Habana,
2001, p. 79.
166 Parte 2
Las cooperativas y los pensadores socialistas
62
O. Borrego Díaz: ob. cit., pp. 110 y 111.
63
Ernesto Ché Guevara:
“Discusión colectiva; decisión y responsabili-dad única” (julio de 1961).En Ernesto
Ché Guevara: Obras 1957-1967, t. 2, Casa de Las Américas, La Habana, 1970,
p. 127.
64
O. Borrego Díaz: ob. cit., p. 196.
65
Ernesto Ché Guevara:
“Discusión colectiva; decisión y responsabili-dad única” (julio de 1961)…, p.
131.
66
Guevara, citado por O. Borrego Díaz: ob. cit.,
pp. 196-7.
67
Ernesto Ché Guevara:
“Discusión colectiva; decisión y responsabili-dad única” (julio de 1961)…, p.
131.
68
Manual para administradores de
fábricas (10 de junio 1964), sección 2, asunto 4,
p. 1.
69
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [9 de marzo 1963], p. 351).
70
O. Borrego Díaz: ob. cit., p. 187.
71
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [22 de febrero 1964], p., 444.
72
Ibídem [14 de julio 1962], p. 301.
73
Ídem.
74
Manual para administradores de
fábricas (10 de junio 1964),…, sec-ción 16, asunto 1, p.
1.
75
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [14 de julio 1962], p. 300.
76
Ibídem [12 de septiembre 1964], p. 515.
77
Ibídem, p. 514.
78
Ídem.
79
Ídem.
80
A. Arcos Bergnes: ob. cit., pp. 27-8.
81
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [12 de septiembre 1964], p. 519.
82
A. Arcos Bergnes: ob. cit., pp. 27-8.
83
Ibídem, p. 28.
84
Ernesto Ché Guevara:
“Reuniones bimestrales” (1961-1964)…, [12 de septiembre 1964], pp. 515-6.
85
Ibídem, pp. 516-8.
86
Ibídem, pp. 535 y 542.
87
Ibídem, p. 517.