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miércoles, 6 de enero de 2016

2016: Un año para que la economía viva peligrosamente



Las previsiones económicas son un esfuerzo inútil. Una cosa que hemos aprendido de la crisis financiera y la Gran Recesión es que hasta aquellos equipados con los modelos más sofisticados se equivocan, y a veces de modo espectacular.De manera que trataré de cumplir con humildad e inquietud una promesa que hice la semana pasada y haré previsiones sobre lo que va a pasar en 2016. Con toda honestidad, el futuro es incognoscible y quien diga otra cosa miente.

De modo que, con esta prevención, esto es lo que yo creo que podría pasar. En algún momento, la recuperación levantada sobre los florecientes precios de los activos, un crecimiento débil en ganancias y una deuda personal en aumento va a llevar a otra enorme crisis financiera, pero no en los próximos doce meses.Por el contrario, 2016 será un año para vivir peligrosamente, tapar grietas y ganar tiempo antes de que reaparezcan los viejos problemas.

He aquí por qué. La gran historia del mes pasado ha sido el derrumbe de los precios del petróleo, que ha rebajado el precio del crudo a niveles que no se veían desde 2004. Esto tiene dos efectos beneficiosos para la economía global. Proporciona un poder adquisitivo adicional a hogares y empresas que consumen energía y presiona a la inflación hacia abajo.

Siempre hay un poco de demora entre la caída de los precios del petróleo y la elevación del gasto como respuesta a ello, en parte porque la gente quiere estar segura de que durará la rebaja de costes. Hace, sin embargo, 16 meses desde que el precio del crudo empezó su declive, desde su máximo de agosto 2014 a 115 dólares el barril, y hay bastantes posibilidades de que caiga todavía un poco más desde su actual nivel, oscilando entre los 30 y 40 dólares el barril. Sin que haya señales de que el cártel petrolífero, la OPEP, tenga voluntad política de acordar un recorte de la producción, es bastante posible que los precios puedan caer por debajo de los 30 dólares el barril en los primeros meses del año. 

Las repercusiones de esto consistirán en mantener la inflación más baja de lo que tienen previsto cualquiera de los principales bancos centrales del mundo. Los responsables de la Reserva Federal norteamericana, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo (BCE) insisten en que “miran al través” las alzas y caídas del petróleo y otras materias primas, y elaboran sus dictámenes sobre los tipos de interés sobre la base de lo que le está sucediendo al núcleo de la inflación, lo que excluye la energía y el precio de los alimentos.

Pero resulta más difícil elevar los tipos de interés si, por la razón que sea, la inflación sigue comportándose de modo distinto a las previsiones oficiales. Lo que es más importante, hay pruebas de que la caída de la inflación provocada por el petróleo más barato tiene efectos sobre la negociación salarial. Cuando en los años previos a la crisis, la inflación británica coincidía de manera regular con el objetivo del 2% del gobierno, los patronos solían ofrecer indemnizaciones del 4%. Ahora que la inflación es cero, no ven razón para ofrecer más de un 2%.

Eso tiene su importancia, porque los bancos centrales andan a la busca de señales de que la inflación salarial remonta como resultado de años de crecimiento regular y caída del desempleo. Si no sube la inflación salarial, hay menos razones para que suba el coste de pedir un préstamo. 

De modo que la predicción número uno para el año que viene es que tanto la inflación como los tipos de interés seguirán bajos durante más tiempo del actualmente previsto. La Fed subió los tipos de interés por primera vez en casi una década a principios de este mes, pero será extremadamente cautelosa con su próxima medida. El Banco de Inglaterra se demorará en su primera medida. El dinero barato impulsará tanto la petición de préstamos como –por algún tiempo- el crecimiento.

El siguiente tema de 2016 será China, donde la cuestión no es si aflojará el ritmo de crecimiento sino en qué medida. La opinión de los expertos difiere acerca del estado de la segunda economía del mundo. Algunos analistas dicen que Beiying lo tiene todo controlado, otros que el país sufre ya un duro aterrizaje de años de sobreinversión en plantas manufactureras improductivas y bienes inmuebles especulativos. 

Es difícil saber exactamente qué es lo que está pasando en China, un país grande con una reputación de estadísticas económicas poco fiables. Los datos oficiales dicen que la economía está creciendo en un 7% anual, pero los datos de consumo de electricidad y carga ferroviaria sugieren que la cifra real está por debajo.

Pero mientras que los tipos de interés oficiales están a cero o en valores semejantes en los principales países desarrollados de Occidente, en China están todavía por encima del 4%. Esto le da margen al Banco Popular de China para recortar el coste de pedir préstamos si quiere estimular el crecimiento, un margen al que ciertamente recurrirá si el gobierno cree que la economía se está ralentizando demasiado rápido. El tipo de cambio puede también recortarse para abaratar las exportaciones chinas, y el país tiene asimismo la opción de elevar el gasto público.

El riesgo, por supuesto, es que China arregle el desaguisado causado por una burbuja que revienta hinchando otra, que es lo que hizo Alan Greenspan en los EE.UU. a principios de la década del 2000. He aquí, por tanto, una segunda previsión. China se ralentizará en 2016, pero las medidas políticas de alivio impedirán el desplome.

En los últimos seis años, la eurozona ha demostrado una infalible capacidad para arrebatar la derrota de las fauces de la victoria. Cada vez que parecía terminar la crisis, ha ocurrido algo desagradable. En 2016, ese “algo” podría ser Grecia, atrapada en una trampa de deuda y austeridad, podría ser una España sin timón o una Francia moribunda.

Hay un par de razones, sin embargo, por las que la eurozona podría dar un traspié hasta 2017 antes de topar con nuevos problemas. La primera es que se beneficiará del retraso en la política de ajuste en los EE.UU. y el Reino Unido, y de las medidas en pro del crecimiento en China. La segunda es que el BCE seguirá recurriendo a la expansion cuantitativa con la esperanza de que el aumento de la provisión de dinero haga que los bancos presten. El BCE es también aficionado a hacer bajar el valor del euro para impulsar las exportaciones, aunque esto pueda resultar más dificil si la Reserva Federal sube los tipos de interés con más lentitud de lo que esperan actualmente los mercados. Hay muchas posibilidades de que el dólar caiga en lugar de apreciarse frente al euro.

El mayor riesgo inmediato para la economía global proviene del mundo emergente, especialmente de esas partes afectadas por el crac en el precio de las materias primas.

Brasil es el país del que hay que estar pendientes. Es la mayor economía de América Latina y se encuentra en serios problemas. La economía se está contrayendo a un ritmo que es el más veloz desde la década de 1930, la inflación está por encima del 10%, la moneda se ha desplomado y ha dimitido el ministro de Economía. Puede que se haga inevitable una visita del Fondo Monetario Internacional. 

Este es uno de esos casos en los que la historia se repite, porque el preámbulo a la crisis de 2008 crisis se inició en la periferia de la economía global. Así que está es mi prevision final: no habrá explosión en 2016, pero se encenderá la mecha. 
dirige la sección de economía del diario británico The Guardian y es coautor, junto a Dan Atkinson, de The Gods That Failed: How the Financial Elite Have Gambled Away Our Futures (Vintage) [Divinidades fallidas: Cómo la élite financiera se ha jugado nuestro futuro].
Fuente:
The Guardian, 27 de diciembre de 2015
Traducción:
Lucas Antón

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