Gonzalo Toca
Cada vez son más los economistas que ven un año lleno de curvas y sorpresas. Éstas son algunas de ellas.
Nos las prometíamos relativamente felices después de los primeros meses de 2015, eso hay que reconocerlo. La economía global había entrado en una fase de crecimiento, lo peor de la crisis empezaba a verse por el retrovisor a pesar de las terribles cifras de paro de países como España y los precios de la energía y la laxitud de la política monetaria habían sellado una alianza virtuosa.
Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, las cosas comenzaron a ponerse cada vez más turbias. La energía estaba barata, sí, pero el desplome se ha producido durante 19 meses y ha alcanzado tal intensidad (el barril cayó más de 40% entre 2014 y 2015) que se ha llevado por delante el crecimiento de muchos países productores de combustible. Entonces, empezamos a preguntarnos si Arabia Saudí podría quebrar y el FMI vaticinó que lo haría en cinco años si no tomaban medidas.
La política monetaria, sobre todo los ultra-bajos tipos de interés de Estados Unidos pero últimamente también los de la Unión Europea, hacía prever como decíamos muchas facilidades para crecer, porque incentivaba la inversión y era más cómodo endeudarse y devolver lo prestado. No tardamos mucho en descubrir que los tipos de la Reserva Federal de EE UU (Fed) habían alimentado durante años una burbuja de deuda privada en los emergentes que podría reventarnos en la cara próximamente.
Finalmente, la crudeza de las duras reformas y recortes sin anestesia y la desesperación de parte de la población que siente que la han engañado con las promesas de la globalización han multiplicado el protagonismo de partidos y líderes políticos de extrema izquierda y derecha en Europa o descarnadamente populistas (como Donald Trump) en Estados Unidos. Todo ello anima a dudar de que el crecimiento y la estabilidad de las economías vayan a traer tranquilidad y a evitar la recaída en la recesión.
¿Pero qué podemos esperar realmente para 2016? ¿Cuáles son las amenazas y las previsibles buenas noticias que nos aguardan?
Terror en los emergentes. El Banco Mundial ha advertido de que prácticamente todos los países emergentes, por primera vez desde los 80, están reduciendo su crecimiento al mismo tiempo. A eso se suma “un entorno externo particularmente desafiante para los exportadores de materias primas”, que deberían enfrentarse no solo a la caída del precio y la demanda de su principal fuente de ingresos sino también, y en esto coinciden con el resto, a unos flujos de inversión extranjera cada vez menores y a las presiones que los mercados ya han empezado a ejercer sobre sus monedas. El enfriamiento del comercio internacional está extendiendo el daño de los emergentes exportadores de materias primas a los de manufacturas.
China, el motor que se cala. Aunque nadie duda de que el crecimiento chino, seguramente próximo al 6% también este año, continúe asombrando al mundo, los expertos tampoco niegan los enormes peligrosque están haciendo que la locomotora del planeta empiece a calarse. Los principales motivos son y serán este año el derrape de las exportaciones globales de las que depende en gran medida su prosperidad, la tumultuosa transición de un modelo de crecimiento basado en la inversión a otro basado en el consumo, la espectacular deuda de sus empresas y la creciente salida de capitales –alrededor de 500.000 millones de dólares solo en 2015– que abandonan el país a la menor oportunidad.
¿Crisis de deuda en China y los emergentes? Ha llegado el momento de dejar de afirmar que China y los países emergentes no se pueden enfrentar a una devastadora crisis de deuda soberana solo porque sus porcentajes de deuda pública sobre el PIB son relativamente ligeros. Si tienen que nacionalizar mediante rescates parte de los 18 billones de dólares que deben sobre todo sus empresas para evitar grandes cifras de paro o el descontento de la población, la cosa resquebrajará sus finanzas públicas solo en cuestión de meses y semanas. La posible quiebra de esas compañías podría deberse al efecto combinado de la caída de sus ingresos, el rápido encarecimiento de su deuda (por la subida del dólar y por el mayor riesgo que aprecian sus acreedores) y los extremos vaivenes que están experimentando los precios de la energía.
El contagio del mundo desarrollado.Maurice Obstfeld, consejero económico del FMI, fue claro en octubre y desde entonces la situación no ha mejorado. Según Obstfeld, “el principal riesgo a medio plazo para las economías desarrolladas es que flaquee aún más su bajo crecimiento económico hasta llegar al estancamiento sobre todo si la demanda mundial sigue frenándosepor las expectativas de debilitamiento en los mercados emergentes”. En consecuencia, ningún Estado del G-7 crecerá más de un 2% este año a excepción de Reino Unido y Estados Unidos, según el Fondo Monetario Internacional.
India y Estados Unidos, ¿islas de prosperidad? Mientras las convulsiones surgen con fuerza volcánica en los emergentes, EE UU parece imperturbable. Sus niveles de desempleo están muy cerca de alcanzar los de 2007 (pueden caer por debajo del 5% de paro y convertirse así en la envidia de tantos países azotados por la crisis) mientras el FMI augura que la primera potencia global crecerá un 2,8% este año. Es una incógnita cuánto aguantará sin exhibir una sola cicatriz en los pilares de su economía. Si la demanda mundial sigue enfriándose –especialmente allí donde más aumentaba, es decir, en los emergentes– las exportaciones estadounidenses no tardarán en sufrir las consecuencias.
Aunque suela quedar eclipsada por China, India podría crecer alrededor más de un 7% este año, es decir, aproximadamente un punto más que el otro gigante asiático. Sin embargo, todo apunta a que los principales motores son el gasto público y una fuerte inversión en infraestructuras. Si no desatasca las reformas y el mercado internacional sigue perdiendo fuelle, cuando la mano visible del Gobierno se retire gradualmente en los próximos meses, la mano invisible del mercado y la iniciativa privada no podrán tomar el relevo. La consecuencia sería la que ya han conocido otros países desarrollados durante la crisis: los estímulos públicos sin reformas productivas se traducen en más deuda y apenas mejoran el nivel de vida de la población a largo plazo. Es verdad que India necesita puentes, carreteras y tuberías, pero también lo es que sin reformas el crecimiento que permitiría salir a tantos pobres de la miseria no será sostenible.
El dilema del petróleo. Los expertosencuestados por Reuters no han dejado de reducir sus expectativas sobre el precio del crudo para 2016 desde mediados del año pasado. A pesar de eso no creen que los Estados productores que integran la OPEP vayan a recortar la producción aunque siga desplomándose. Esto significa una buena noticia para los países que están recuperándose a duras penas de la crisis, pues la energía suele ser un gran motor de inflación y una generosa porción de las importaciones. Sin embargo, esto puede dañar mortalmente a muchas grandes petroleras y gasistas, embestir a los países que dependen del crudo que exportan y desestabilizar, sobre todo, a aquellos que sufren una enorme volatilidad política. Arabia Saudí y sus aliados del Golfo están castigando con suma dureza a democracias con gobiernos frágiles como Venezuela, tuteladas por religiosos como Irán, de corte autoritario como Rusia o con instituciones fallidas como las de Irak.
Un mar de incertidumbres. Es un misterio cómo afectará el nuevo enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí a los precios del crudo, cómo se producirá la transición política en Venezuela y probablemente en Brasil por culpa en parte del desplome del petróleo y del enfriamiento de las materias primas, hasta qué punto la multiplicación del gasto militar en Europa que se anunciará seguramente en junio se convertirá en un plan de estímulo disimulado o qué posibilidades realistas existen para los tratados de libre comercio entre Europa y Estados Unidos y Europa y China que se negociarán en 2016 concluyan con éxito. También es difícil imaginar el alcance de la erosión de las finanzas públicas comunitarias que provocarán las incontenibles oleadas de refugiados e inmigrantes de países en conflicto. Todas estas son incógnitas, peligros y quién sabe si oportunidades que ningún economista puede calcular.
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