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jueves, 25 de febrero de 2016

Tractores en Cuba: rodando con canas

Y entre la pléyade de energías multiplicadas para mantenerlos vivos, se inscriben en su hoja de ruta la voluntad del Estado y su proceso inversionista para la actividad, y también el ingenio cotidiano —a golpe de pruebas— de mecánicos y operarios, quienes ponen a buen recaudo el ánimo y las ganas de no renunciar a la modernización tecnológica y a la humanización que esos equipos aportan al trabajo agrícola.
Un flash-back del último lustro evidencia la gestión, en tanto país, por renovar gradualmente ese deteriorado parque, sea a través de iniciativas y financiamientos nacionales, o bien mediante proyectos de colaboración y créditos gubernamentales externos, entre otras fuentes.
En septiembre del pasado calendario, por ejemplo, Granma publicó la adquisición por la empresa cubana importadora y exportadora de productos técnicos (Tec­noimport) de 587 tractores de mediana y alta potencias, sobre neumáticos, comprados al Grupo YTO —corporación china líder en la fabricación de maquinarias agrícolas en el mercado asiático— como parte de dos lotes, además de la rúbrica de otro contrato para el suministro de más de 330 nuevas unidades, que debían entrar previo al cierre de diciembre.
Y aun cuando la adquisición de esa maquinaria te­nía destino en varios sectores —entre ellos el Mi­nis­terio de Salud Pública, los Servicios Comunales y la actividad de apoyo a la pesca—, una parte importante parqueaba sus energías en la Agricultura y Azcuba, como principales beneficiarios.
Eddy Soca Baldoquín, director general del Centro Nacional de Control de la Tierra y Tractores, comentó a nuestro periódico que de los financiamientos disponibles para el sistema logístico del Ministerio de la Agricultura, una significativa fracción corresponde a garantizar las partes y piezas de repuesto de estos equipos, o lo que es igual, su vitalidad. Y esto es válido no solo para el segmento estatal, sino va de cara asimismo al sector cooperativo y campesino.
Otra buena nueva llegó hace unos días —con unas 90 millas de por medio— cuando se hizo público el otorgamiento de la licencia por la estadounidense Oficina de Con­trol de Activos Ex­tranjeros a la compañía Cle­ber­ LLC, como uno de los pasos en su ruta a convertirse en inversionista de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM) y parquear allí una planta de tractores, con capacidad de producción estimada en cerca de 1 000 unidades al año. Novedad esta que, de aprobarse finalmente por las autoridades competentes en esta última fase, serviría de inyección a un paisaje agrícola cubano ávido del empuje de sus caballos de fuerza.
Máxime cuando a nuestro deprimido parque de tractores le toca lidiar —como frenos adicionales— con la dilatada diversidad de marcas comerciales (más de 26, de diferentes países), sin contar los respectivos modelos por cada denominación que aran en tierras nacionales.
Recordó Soca Baldoquín que, por el momento, la convocatoria más apremiante del centro que dirige, se enfoca en la Actualización Técnica y Registral de tractores y cosechadoras autopropulsadas 2016, prevista del 1ro. al 30 de abril próximo.
Su predecesor —el proceso del 2015— dejó entre sus lecturas dignas de estudio, que ese año registró el total de tractores más discretos respecto a los dos calendarios precedentes; más de la mitad de la cifra global correspondiente a la última actualización técnica y registral está en manos de personas naturales; existen más de 8 490 equipos inactivos, con Granma, Camagüey y Holguín a la ca­beza —por provincias— en este indicador de inercia, y una incidencia mayor en este sentido, de las personas jurídicas en relación con las naturales. Las primeras de ellas con el 20 % de su parque inactivo, mientras las se­gundas apenas un 7 %.
Sin minimizar las ventajas que otros medios menos agresivos al suelo ofrecen, la introducción de maquinarias de nueva tecnología es un síntoma esperanzador de proyectos más ambiciosos que apuestan por invertir en un escenario productivo que implora —más bien exige— in­yecciones de recursos como las que se le han ido administrando por prescripción estatal. Pero la receta en sí, los tractores, no tienen la panacea, hay que apelar —por encima de todo— a los hombres y mujeres detrás del volante de estas vetustas moles de hierro en nuestros campos.


 
 

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