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jueves, 14 de abril de 2016

Potencian producción de alimentos en áreas montañosas de Sancti Spíritus



En la zona de Las Llanadas el cultivo de malanga tiene tradición entre los campesinos. (Foto: Vicente Brito)

“Recuperar la malanga es algo bueno, porque ese alimento lo demanda mucho el pueblo y resulta un renglón importante para la economía familiar del campesino de la zona; aquí la gente se está preparando para sembrar”.

Prendido del arado, Orlando Delgado Fernández da órdenes a los bueyes y dialoga con Escambraysin asomo de disgusto luego de que el interés periodístico interrumpiera su descanso del mediodía y, hasta tuvo la amabilidad, junto a su hermano Luis Manuel, de enyugar los animales y adelantar de horario la extracción de la malanga.

“En Las Llanadas el cultivo estaba casi perdido y, mire usted, se está rescatando; si seguimos así, la Agricultura va mejor, pero hay que atender más al campesino y respaldarnos con recursos porque la cooperativa no tiene ni un solo medio de uso colectivo y la preparación de la tierra se vuelve un problema”, señala Orlando Delgado, integrante de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Alberto Pis, enclavada en áreas del Plan Turquino, en Yaguajay.

DE GUAJIRO A GUAJIRO

Las transformaciones en el escenario agrícola despertaron en Sancti Spíritus la necesidad de producir malanga, pues durante varios años la distribución del producto descansó más en la importación desde otras provincias. Cualquier empeño en tal sentido tiene que incluir al norteño municipio, considerado, junto a Cabaiguán, entre los territorios líderes del cultivo.

Regiones como Jobo Rosado y Las Llanadas asumen un rol decisivo en la pretensión de situar la producción del alimento en los niveles que tuvo en otros tiempos, toda vez que la malanga y el ñame identifican agrícolamente ambos lugares.

Revivir el cultivo requería algo más que orientaciones, recursos y apoyo de maquinaria, porque la decadencia de la malanga no fue por un problema de precio, tuvo entre sus causas los bajos rendimientos y las enfermedades, refiere Jorge Isla Cañizares, al frente de los cultivos varios en la Empresa Agropecuaria Obdulio Morales.

“Reunimos a los campesinos en El Rincón y explicamos el programa, pero el puntillazo de aquel encuentro fue la clase que dio, de guajiro a guajiro, el productor de Cabaiguán Vladimir Abreu, quien es el mejor en este cultivo en la provincia; aquello resultó un intercambio muy útil y él hasta suministró una parte de la semilla”, relata Jorge Isla.

En sentido general, el programa involucra las CCS Luis La O, Camilo Cienfuegos, Antonio Maceo, Alberto Pis, Obdulio Morales y Gelasio Cid; a la Cooperativa de Producción Agropecuaria El Vaquerito y a la Unidad Básica de Producción Cooperativa Jobo Rosado.

El área a sembrar en la campaña de primavera supera las 160 hectáreas y, según el representante de la empresa, se estima una producción en el orden de las 800 toneladas, cifra que representaría más del doble de lo que se estaba cosechando en la zona.

PREPARAR TIERRA, UN RETO

La dispersión de las fincas, la falta de equipos y las pendientes de los terrenos convierten la preparación del suelo en la actividad más comprometida para encarrilar el proyecto agrícola, de ahí el apoyo de maquinaria que brinda la empresa para adelantar ese paso y dejar alistadas las tierras antes del inicio de la primavera.

El intercambio directo con los productores y la interrelación de trabajo entre todas las partes han sido determinantes, manifiesta Jorge Isla y precisa: “Los campesinos han visto que el programa es de verdad, tenemos el apoyo del Banco, de Suministros Agropecuarios, del Partido, que directamente empujó la tarea, y el asesoramiento del productor de Cabaiguán fue como el tiro de gracia para arrancar”.

Pilar Martínez Hernández, presidenta de la CCS Luis La O, reconoce como valiosa la cooperación de los campesinos, si consideramos que es un cultivo que lleva atención, recursos y un año de espera.

“Aquí nos la vamos a jugar, no tenemos riego, pero vamos a sembrar ganemos o perdamos”, define Pilar Martínez y agrega que la cooperativa pretende plantar 16 hectáreas, cifra bien diferente a la del año anterior, cuando solo cubrió 2.

Pese a que decayó la producción, campesinos y empresarios admiten que en la zona persiste la tradición por el cultivo y todos apuestan a que el cielo cumpla la parte que le toca, “pues la malanga necesita el agua cuando echa la cabeza, eso viene ocurriendo para agosto, por lo general en esta zona llueve para esa fecha”, explica Jorge Isla.

“El hombre aquí no tiene problema, hay voluntad para echar pa’lante”, declara el guajiro Orlando Delgado; sin embargo, extender el cultivo de malanga en áreas como Jobo Rosado y Las Llanadas desata preocupaciones que, al decir de Pilar Martínez, pudieran interferir en los resultados: “La preparación de la tierra, que salga a tiempo, y la otra es la naturaleza, que no llueva”.

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