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martes, 19 de julio de 2016

Las MIPYMES y el desarrollo

Tania Chappi Docurro

Lugar: 
Centro Cultural Fresa y Chocolate
Moderador: 
Foto: Revista Temas
Sin dudas aprendí bastante y disfruté el más reciente debate organizado por la revista Temas en la sala Fresa y Chocolate, del ICAIC. Debo agradecerlo al excelente grupo de expertos reunido. Sus integrantes no solo dominan aristas diversas del asunto en cuestión, también poseen enfoques diferentes en ciertos aspectos. Luis Marcelo Yera, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE); Vivian Hernández Torres, abogada, secretaria de la Sociedad Cubana de Derecho Constitucional y Administrativo, de la Unión Nacional de Juristas de Cuba;  Humberto Blanco, director del Centro de Estudios de la Economía Cubana; y Alfredo Rosales, diseñador y líder del proyecto Habana Estampa, igualmente mostraron una virtud muy apreciada en esta clase de encuentros: capacidad para no desviarse hacia asuntos colaterales.
A reflexionar en torno al concepto y la implementación de las PYMES, en el capitalismo y el socialismo, los instó Raúl Garcés, subdirector de Temas y esta vez el moderador de UJ. Consecuentemente, el investigador del INIE se remontó a la génesis del término: el Informe Bolton (Gran Bretaña, 1971) por primera vez identificó esa parcela de la economía y consideró relevantes a las desde entonces denominadas “pequeñas empresas”. A partir de él varias naciones desarrolladas, como la mencionada Gran Bretaña, los Estados Unidos y Japón, comenzaron a apoyarlas. Hoy las MIPYMES (micro, pequeños y medianos negocios) se multiplican en el orbe; a pesar de ello, no existe un consenso internacional —otros panelistas coincidieron después con este criterio— en cuanto a una definición exacta, “cada país establece sus propios tramos de tamaños de empresas”. Predominan los que para clasificarlas apelan al número de empleados y el volumen de las ventas; otros añaden los activos. Incluso algunos las agrupan según las actividades realizadas: industriales, servicios, construcción, agricultura…
“En el campo socialista —prosiguió Luis Marcelo Yera— había asimetrías en las políticas hacia ese sector. La Unión Soviética nada más reconocía como ajenos a la gran empresa estatal, las cooperativas agrarias y los trabajadores a los que yo llamo de la propiedad privada individual, o sea, el verdadero cuentapropista. Hungría y Checoslovaquia exhibían mayor diversidad”, pero sin dejar de ser limitada. Actualmente el INIE finaliza un estudio cuyo objetivo es proponer una clasificación —todavía ausente— para las MIPYMES cubanas, necesaria en la jurisprudencia y en la concepción de políticas públicas dirigidas a ellas.
Alfredo Rosales expresó que como artista plástico, o diseñador, si el Fondo Cubano de Bienes Culturales lo autoriza a crear un taller e importar los equipos correspondientes, el nombre que le asigna es el de artista líder. Su grupo pudiera considerarse una pequeña empresa, pues  genera capital, es rentable y satisface una necesidad social. Sin embargo, no recibe ese tratamiento por parte del FCBC. “En realidad no sé si soy el dueño. Me cuesta trabajo verlo de esa manera, porque no sé si está bien o no creerlo —tal vez sea un tabú—, y si en términos legales, jurídicos, lo puedo afirmar”. 
¿Disponemos de legislaciones que permiten hablar de PYME en el caso de Habana Estampa? ¿Cómo dialogamos los cubanos con el entorno jurídico foráneo?, inquirió Raúl Garcés.
Según la abogada, aquellas naciones interesadas en proteger las pequeñas, medianas y microempresas, han instaurado marcos regulatorios que buscan promover su inserción en un contexto económico muy competitivo, donde de inicio participan con desventaja, pues no tienen acceso a tecnologías y otras facilidades privativas de la gran empresa. Para ello se  les procura  financiamientos en términos de préstamos blandos, y consultorías de mercadotecnia y otras materias. En los actuales Estados socialistas el enfoque es heterogéneo. “China ostenta una legislación algo difusa en materia de PYMES; pero una política muy bien definida acerca de su inserción en la economía”. Hoy se promueve, tanto allí como en Viet Nam, el vínculo entre ellas y homólogas europeas. “Cuba padece de anomia en cuanto a las MIPYMES: no poseemos ninguna regulación. Estamos frente a un problema de facto y de jure; el hecho dice que tales empresas existen en la Isla; sin embargo, el derecho hace oídos sordos a esta situación”. De cierta forma la legislación ha facilitado su nacimiento, porque a la vez que un trabajador por cuenta propia ha sido facultado para contratar a otros, se convierte en empleador, y el contratado pasa a ser un asalariado. Tal práctica representa una peculiaridad ya que “en ningún lugar del mundo el emprendedor individual —como se conoce a quienes nosotros llamamos cuentapropistas— puede emplear a nadie; él trabaja por sí solo y determinadas legislaciones y políticas públicas lo benefician”. Aquí, por lo general, se ven limitados a su propia iniciativa. Actúan, “como suele decirse, a la buena de Dios, en muchos casos sin asesoramiento técnico para el desarrollo de sus negocios”, aseveró Vivian Hernández.
Una microempresa en Ecuador está limitada a nueve empleados; en México se aceptan diez, y en Brasil dentro de las MIPYMES califican las que facturan hasta treinta y cinco millones de dólares. Los Estados Unidos y Canadá admiten quinientos trabajadores en una mediana empresa. Es decir, los indicadores que tipifican los negocios en un lugar u otro tienen mucho que ver con el sector en cuestión y las características específicas de cada país, opinó Humberto Blanco. E insistió en que si se toma en cuenta solo el tamaño, la clasificación no estaría relacionada con el tipo de propiedad, por lo tanto sería válido hablar de MIPYMES estatales. Luego añadió: la posibilidad de que un cuentapropista contrate fuerza de trabajo significa una contradicción con la cual hemos convivido; ahora empiezan a avizorarse soluciones, mediante el acto de legitimar la pequeña empresa privada, a partir del documento que recoge la propuesta de conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista.
Foto: Revista Temas
Problemáticas del presente y miradas al futuro
Seguidamente el moderador invitó a meditar sobre las siguientes cifras e  interrogantes: de acuerdo con un artículo de laRevista Cubana de Economía Internacional, en Japón 99% de sus empresas se catalogan como PYMES, en Reino Unido alcanzan 80%, y hay trece millones de negocios similares en la India; a principios de 2014, más de 98% de las empresas de la Unión Europea lo eran; las autoridades de Sudáfrica colocan en ese rango 91% de las entidades que allá generan empleo formal. ¿Cuál es el peso de las MIPYMES en Cuba? ¿Qué faltaría para que la empresa de Alfredo y otras muchas ocupen el lugar al que podrían aspirar? 
“En la Isla no aplicamos indicadores de peso, como el volumen de ventas o el número de trabajadores, para obtener datos sobre todos los actores económicos existentes en el país; eso impide una ponderación real de qué papel juega cada uno”, explicó Luis Marcelo Yera. Empero, las estadísticas recogen la cantidad de personas jurídicas, o naturales, facultadas para poseer una licencia de trabajo. Hasta el momento aparecen registrados más de setecientos mil negocios no estatales, conformados por trabajadores por cuenta propia, las cooperativas agropecuarias y las creadas en otros sectores, los usufructuarios de tierras y los campesinos. Estamos a tono con el mundo, 99,6% de las personas jurídicas y naturales cubanas autorizadas se hallan vinculadas a ese ámbito (no obstante, el peso de la empresa estatal es inmenso, ya que posee más personal y volúmenes de ventas). “En cifras nos encontramos en similar posición que Japón,  ahora bien, andamos muy lejos en lo referido a la calidad de ese tejido empresarial”.
No considera apropiado el disertante que las PYMES formen parte de entidades mayores. Por el contrario, “necesitan independencia”. Para él, además, reconocer legalmente su existencia y garantizar su avance y autonomía significa “respetar una ley marxista —omitida por la economía política del socialismo que se generó en la Unión Soviética—, la del cambio gradual de las formaciones económico-sociales”; ella declara que “todo proceso de desarrollo debe contemplar residuos del pasado, bases del presente y gérmenes del futuro. China y Viet Nam lo están teniendo en cuenta y han promovido enormemente sus PYMES”.
Al decir de Vivian Hernández, en la conceptualización que propone el PCC se trazan las líneas básicas de las futuras PYMES cubanas. Al respecto, “tres de sus párrafos son cardinales. Uno las enmarca en la propiedad privada, categoría desaparecida de nuestra legislación desde hace años, para ello se impone, como fue anunciado en el Congreso del Partido por el Primer Secretario, una reforma constitucional; porque estas nuevas formas de propiedad tienen ante todo que ser insertadas en la Constitución, y como se trata de cuestiones fundamentales, los cambios necesitan ser llevados a un referendo popular. En segundo lugar, el documento estipula que podrán ser una empresa familiar o una MIPYME reconocida como persona jurídica, y que la ley establecerá los tramos de micro, pequeña y mediana empresa, de acuerdo con la cantidad de trabajadores y el volumen de las actividades. Y en el acápite 183 dice: las PYMES desarrollarán actividades complementarias de mediana o inferior escala que tributan al desarrollo local y a encadenamientos productivos con empresas principales; presupongo que se refiere a los otros actores: el sector mixto, el cooperativo o el estatal”.
Mediante el relato de experiencias personales, Alfredo Rosales ejemplificó problemáticas cotidianas en la gestión de los emprendedores particulares. Para comenzar, él no puede importar absolutamente nada sin el permiso del Fondo de Bienes Culturales. Y tanto este como la Fundación Caguayo, el otro representante de Habana Estampa, “prohíben que iniciemos la producción de cualquier trabajo si ellos no han firmado primero el contrato, como una forma de protegernos; pero nosotros no podemos esperar por eso buena parte de las veces, a causa de que los clientes quieren pagar y tener una satisfacción sin demoras”. Y las demoras menudean en ambas instituciones. Por consiguiente, lo primero que necesita ese grupo y otros similares es una gestión legal verdaderamente representativa y fluida en cuanto a la contratación y la protección de sus intereses. Al mismo tiempo precisan otro sistema de suministros, pues carecen de acceso a ventas mayoristas, no tienen permitido comprarlos a extranjeros y el precio al que se los dan los comercios nacionales —en ocasiones varias veces más alto— vuelve poco competitivo el producto o servicio por realizar, una vez añadido al precio final el gravamen establecido por la ONAT, más una ganancia mínima. “El tercer aspecto es el pago de los impuestos. El Estado nos dice que justifiquemos hasta 25% de los gastos, a mí me gustaría justificar 100%”, eso implicaría poder pagar el impuesto tomando como base las utilidades reales y no, como sucede ahora, a partir del 75% no justificado. Igualmente el sector no estatal, continuó Rosales, necesita “una legislación que establezca derechos, deberes, atribuciones, penalizaciones”.
Tras manifestar que a escala internacional todos coinciden en la capacidad de las MIPYMES para generar empleo y ocupar espacios no satisfechos por otras empresas, ya que generalmente poseen mayor flexibilidad y velocidad de respuesta ante el surgimiento de determinadas demandas del mercado —aunque todavía en varias latitudes su aporte al PIB no es significativo—, Humberto Blanco aludió al contexto cubano: a inicios del proceso de actualización del modelo económico se estimó que el sector no estatal —cooperativas y trabajadores por cuenta propia— podía llegar a representar 35% o 40% del empleo. En este momento, según el Anuario Estadístico, ya ha alcanzado 30%, y pudiera ser más alto, debido a que algunos empleados estatales a la par ejercen otras actividades. Sin embargo, “¿queremos empresas únicamente garantes de empleo —más o menos digno—, o agentes económicos con mayor contribución al desarrollo económico y social del país? Ese es uno de nuestros grandes retos”, en un contexto caracterizado por problemas como la dualidad monetaria, la tasa de cambio, la inadecuada formación de precios, los cuales repercuten en los resultados de todo el tejido empresarial.
Los cambios necesarios van desde instituir el registro de empresas hasta una ley que las tipifique e incluya sus atribuciones, derechos, obligaciones, prohibiciones, y cómo se constituyen y extinguen. Ese marco regulatorio haría frente a las actuales inconsistencias y coadyuvaría a liberar las fuerzas productivas. Las transformaciones se extenderían al mercado mayorista y al otorgamiento de las licencias, elemento también primordial, pues “la migración de fuerza de trabajo calificada hacia actividades de bajo valor agregado, pero con mayores incentivos en lo individual, provoca que se subutilice lo invertido por el país en la formación del potencial humano, cuyo aprovechamiento eficaz es una de las claves para el desarrollo”, razonó el ponente. Urge asentar las relaciones entre las diversas modalidades de empresas, en igualdad de condiciones; y que las instituciones de apoyo cumplan eficientemente su cometido, por ejemplo, no resulta suficiente lo instrumentado por el sistema bancario para interactuar con las MYPIMES, cuyo financiamiento aún recae mayormente “en las remesas, los inversionistas, a veces no cubanos, ahorros de emprendedores anteriores, préstamos de amigos”. Es importante, asimismo, la incidencia de la academia en materia de formación profesional, acompañamiento, asesoría e investigación.
Foto: Revista Temas
Dialogando con el público
Llegó el turno de la concurrencia. Para comenzar, un asiduo participante en Último Jueves hizo hincapié en dos contradicciones: la Constitución cubana proclama que para los particulares el trabajo asalariado está prohibido; pese a ello, ya es una práctica legal entre nosotros. Y si bien la política del gobierno plantea que el objetivo es construir un socialismo próspero y sostenible, persisten frenos a la creación de cooperativas —que es un tipo de empresa socialista—, mientras resulta muy fácil obtener el permiso para los emprendimientos privados.
Otros asistentes subrayaron la urgencia de iniciar la reforma constitucional, uno de ellos señaló, además, que en la actualización del modelo cubano “el tema económico tiene que ir complementado con el enfoque social, cultural, psicológico, porque estas PYMES están formando ya una mentalidad básicamente capitalista, individualista”, por consiguiente las regulaciones para todas las formas de propiedad privada, incluidas las mixtas con inversión extranjera, deben incentivar la producción solidaria y establecer la responsabilidad social empresarial hacia la comunidad. “Nos encontramos ante una disyuntiva: apostar por el capital o por una sociedad que aspira al reino de la libertad”, debemos dotar a nuestra sociedad de un modelo de autogestión basado en la comunidad, dijo un orador muy conocido en los debates mensuales de Temas.
Dos nuevas intervenciones aportaron los concurrentes. La primera ilustró sobre las potencialidades de las pequeñas empresas: en los Estados Unidos y Japón contribuyeron a abaratar la industria del automóvil, al encadenarse con las grandes y fabricar para ellas varios componentes. La segunda calificó de inevitables a las MIPYMES, puesto que el Estado no puede administrar todos los sectores y actividades, mucho menos “en el mundo actual, cuando, por ejemplo, alguien sentado en un garaje, con una computadora, es capaz de producir servicios de alto valor agregado”. Y concluyó con una pregunta a los expertos: ¿Quién crea empleo en Cuba hoy, el sector estatal o las PYMES?
A ella se sumó la del moderador: Ineludiblemente se asocia a las PYMES con empresas capitalistas. ¿Aplicarlas a nuestro modelo económico sería asimilar el capitalismo, o podrían insertarse con un enfoque diferente?
Una empresa siempre genera plusvalía y capital, ya sea en el socialismo o en el capitalismo. Y por ello no es buena o mala. Compete al Estado asumir la responsabilidad de distribuir con justeza y según las necesidades de la sociedad lo aportado por ella, alegó Alfredo Rosales. “Cuando una estructura de poder —y hablo a nivel abstracto— pone limitaciones es porque teme perder el control económico o el político. A mi juicio, es ese temor lo que obliga a que en Cuba las pequeñas empresas no estatales mantengan un trato de comercialización solo con entidades determinadas, las cuales pueden ser ineficientes”. Asusta la generación de capital y el surgimiento de ricos, recalcó el joven diseñador, a quien personalmente tal cosa no le preocupa; porque si pagan impuestos —como lo hacen los millonarios suecos, con erogaciones altísimas al fisco— y la distribución de la riqueza es adecuada, “no hay contradicción entre el socialismo y las PYMES”. Debe abrirse paso al nuevo sector, legislar “y posibilitar que crezca sano y haga sana la economía”.
Pocos minutos después Raúl Garcés se permitió una coletilla al anterior planteamiento: “Sabemos que las empresas se desenvuelven en contextos distintos, por lo menos en una sociedad que delega en el mercado la posibilidad de regular todos los procesos económicos, y en otra que debe trazar políticas públicas para distribuir la riqueza de una manera apropiada. Dentro del propio capitalismo no es lo mismo el de Suecia que el de Venezuela en 1998, donde había 80% de pobres”.
Humberto Blanco abordó la naturaleza multivariable del desarrollo, el cual “no significa solo crecimiento económico”. La generación de riqueza “es condición necesaria, pero no suficiente” para la prosperidad de la sociedad. Por consiguiente, el camino de transformaciones iniciado en la Isla “trae interrogantes y desafíos también desde el punto de vista social, cultural, ideológico”, que deben ser debatidos entre todos los cubanos para arribar a un consenso. Parte de los desafíos es “reconocer el papel legítimo que tiene en la construcción de nuestro socialismo esta nueva dimensión económica”, insertar las MIPYMES en los  planes de desarrollo local, e incentivar su actuación positiva en el plano social. “Porque nos estamos jugando no solo el PIB, sino valores que debemos construir y compartir”.
Volvió el micrófono al auditorio, donde salieron a la palestra obstáculos como algunas resoluciones del Ministerio de Comercio Interior —según las cuales solo tienen acceso a las compras en el mercado mayorista las cooperativas surgidas de empresas estatales y los trabajadores por cuenta propia que han arrendado locales del Estado— y la no aplicación, en los negocios particulares, del Código de Trabajo vigente en la Isla.
Antes de concentrarse en las perspectivas, y para aclarar ambigüedades, Vivian Hernández recordó que las MIPYMES “se miden por factores cuantitativos y no por su forma. De hecho en Cuba, hasta el VI Congreso del Partido, en 2011, había muchas de procedencia estatal”. A partir de las políticas aprobadas en dicho evento, el país “está apostando por la macroempresa estatal”, como resultado de esa estrategia las pequeñas y medianas entidades se han transformado en Unidades Empresariales de Base; y al parecer no volverán, al menos en un futuro cercano, a su estatus anterior. 
La jurisconsulta finalizó su intervención comentando el alcance del Código laboral: “Sí ofrece regulaciones para todos, porque habla en términos de empleado y empleador, ya sea una empresa estatal o un trabajador por cuenta propia. El empleador está obligado a cumplir y hacer cumplir ese Código. Y el asalariado tiene derecho a días de vacaciones, a que se le anuncie el despido. Pero tanto él como el dueño lo desconocen, o lo ignoran, y ninguno de los dos se preocupa de antemano, nada más se acuerdan de la ley cuando ocurre un descalabro, entonces ya nada puede arreglarse porque no se firmó un contrato”. 
Tanto lo grande como su contrario, “cada cual en su nicho”, caben dentro de la economía contemporánea. Las naciones desarrolladas exhiben empresas poderosas —entre ellas Boeing y  Volkswagen— que se abastecen de un tejido de pequeños productores, expuso Luis Marcelo Yera, quien al filo de las seis de la tarde, sin tiempo para más, introdujo otro “aspecto crucial: la necesidad de que en Cuba surjan MIPYMES industriales”. Mientras en el planeta ese segmento —aunque no es muy amplio, alrededor de 10%— logra resultados significativos desde el punto de vista de sus producciones y de la asociación con negocios mayores, aquí “no las tenemos, salvo cuarenta y nueve cooperativas no agropecuarias inducidas, o sea, provenientes de UEB que pasaron a la gestión empresarial; ellas están haciendo un gran esfuerzo, pero parten de una base tecnológica obsoleta, esa cuestión la tenemos que resolver también”.

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