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sábado, 15 de octubre de 2016

Consumo eléctrico y sector residencial cubano



El consumo de electricidad doméstica sigue creciendo en Cuba en un inequívoco síntoma de prosperidad. La afirmación así, a secas, es inexacta. Ciertamente los hogares cubanos dependen cada vez más de la red eléctrica; pero esa dependencia le está imprimiendo una presión adicional al sistema nacional de generación, aún demasiado sustentado en las fuentes no renovables de energía.

En 1959 apenas la mitad de las viviendas en el archipiélago cubano tenía acceso a la electricidad. El Gobierno Revolucionario consideró ese servicio como una cuestión de interés público y llevó el porcentaje de electrificación doméstica hasta el actual 99 por ciento. Hoy las arcas públicas siguen cubriendo buena parte de los 21 centavos que le cuesta al Estado generar cada kilowatt/hora de “corriente” pues la ciudadanía paga una media de un centavo de dólar por cada Kw/h.

La humanidad no concibe la vida moderna sin la electricidad aunque en su conjunto lleve muy poco de su tiempo histórico empleándola. Por ende la gente se intranquilizó en julio pasado con informes no confirmados que auguraban el retorno de los “apagones” similares a los de inicios de los años 90 cuando la desaparición del bloque soviético dejó a la nación sin su proveedor habitual de petróleo, combustible principal para la energía del país.

Tras informar que el plan de consumo total de electricidad previsto para 2016 sería de 15 mil 310 gigawatts (cinco mil menos que en 2015) el vicepresidente del Consejo de Ministros Marino Murillo, aclaró en el Parlamento que el suministro a las viviendas se protegería, haciendo notar que justamente allí va a parar el 60 por ciento de la energía eléctrica generada hoy en Cuba.

La frase mostró una realidad clarísima. El equipo de: televisor, un par de ventiladores, un refrigerador, hornilla, ollas de cocción eléctricas, lavadora y con suerte una computadora, un horno microondas y un aire acondicionado parecen nada ante los gigantescos electrodos de una acería; pero cuando se suma el conjunto sí marca la diferencia.


El arribo del sector doméstico cubano a la primacía dentro de la estructura de consumo eléctrico nacional fue paulatina y gracias a varios acontecimientos. Este aventajó por primera vez en 2011 al llamado sector no residencial que incluye a empresas estatales, entidades mixtas y otras instituciones como iglesias o cooperativas. Ese mismo año fue necesario un mínimo de 66 mil toneladas adicionales de petróleo para hacer frente a la demanda creciente.

Tal como señaló el vicepresidente Murillo la proporción a favor de los hogares ha continuado creciendo. Se aprecia no solo por el consumo per cápita sino además por el incremento de las familias que consumen mensualmente de 200 a 500 o más de 500 Kw/h.

Muchos “poquitos” hacen mucho

La economía cubana salía a flote a mediados de los 90 y el Gobierno de la Islacolocó entre sus prioridades el ahorro energético. Entre 1995 y 1999 invirtió 300 millones de dólares en aligerar su factura petrolera, explotando los yacimientos propios y extendiendo el uso del gas como combustible doméstico.

En 2002 el experto alemán en tecnologías de ahorro energético, Dieter Seifriedrecomendó a las autoridades cubanas la sustitución de los equipos de refrigeración altamente consumidores. Eso, dijo, permitiría elevar la eficiencia energética del país. En 2004 el azote de un huracán y la obsolescencia de las centrales térmicas le dieron la razón.

Cuba emprendió así su propia Revolución Energética. A un ritmo, dice Seifried, mucho mayor que países europeos como Alemania que hizo algo parecido en 2010. En tres años la mayor de las Antillas, mediante facilidades crediticias para los beneficiados, reemplazó por otros más eficientes: 2,5 millones de refrigeradores, nueve millones de bombillos incandescentes, 1,04 millones de ventiladores, 230 mil televisores, 268 mil bombas de agua y 266 mil equipos acondicionadores de aire.

Bajo las mismas condiciones benévolas llegaron además una gama de hornillas y ollas eléctricas que ocuparon el lugar de las cocinas de queroseno y gas las que, salvo en urbes como La Habana y Santiago de Cuba, pasaron a ser la reserva hogareña.

Los vínculos económicos con China posibilitaron el canje de los electrodomésticos para un país como Cuba sometido a un bloqueo económico por parte de los Estados Unidos; y porque financieramente los costos de adquisición de cuantías tan grandes de equipos nuevos se compensó con el ahorro en las importaciones de petróleo crudo, estimadas en unas 250 mil toneladas anuales. El resultado fue que a la altura del 2007 tres millones de hogares cubanos dependían de la electricidad para cocinar sus alimentos.

El Archipiélago edificó además una red de pequeñas estaciones generadoras en todas las provincias, comenzó la renovación de sus redes de distribución y trazó las pautas para extender el uso de las fuentes renovables de energía como la solar, la eólica y la biomasa.

No había transcurrido demasiado tiempo cuando otros expertos advirtieron que esas medidas tendrían implicaciones para el sistema cubano de generación. Los profesores de la Universidad Central de las Villas, Leonardo Casas Fernández y Alberto Ramírez González indicaron en 2007 que si bien cayó el consumo por la salida de servicio de los equipos gastadores, la demanda se incrementó por la entrada de las cocinas y ollas eléctricas. Advirtieron que subía la demanda en los horarios del mediodía y la tarde momento de la cocción masiva de los alimentos.

De las repuestas

La política de la Revolución Energética sí tuvo en cuenta la elevación del consumo a corto plazo en los hogares y sigue tratando de contenerlo. Aunque el Estado mantuvo los subsidios pasó de un tarifa fija a otra progresiva que supone pagos mayores cuanto más se gasta.

Detenida desde 2003, en 2011 se reanudó la venta de electrodomésticos altos consumidores de electricidad y se elevó nuevamente la tarifa para el rango de consumo por encima de los 300 Kw/h. De manera que las familias con los mayores gastos eléctricos deben debe pagar hoy 50 veces más que los consumidores menores.


La Unión Eléctrica (UE) comenzó a instalar metrocontadores digitales y endureció sus penalidades contra el fraude eléctrico. Más recientemente, en 2014, 63 mil de los mencionados dispositivos habían sido reemplazados una vez más por otros infrarrojos primeramente en las viviendas de los cuentapropistas. Sin embargo a escala nacional las pérdidas de energía siguieron creciendo.

El ministro cubano de Energía y Minas, anunció la intensión de reducir a 17,7 centavos de dólar los costos de producción de la energía mediante tecnologías más limpias. Mencionó los proyectos de producir 750 mil kilowatts/hora con la bioenergía de los centrales azucareros, para lo cual se firmaron convenios con Rusia y China.

También a fines de 2014 ya había comenzado una segunda fase de la Revolución Energética con la renovación del alumbrado mediante la instalación de lámparas LED; junto a la venta, ahora al contado, de dos millones de cocinas de inducción, un 30 por ciento más eficientes que las actuales.

En 2011 la directora de Uso Racional de la Energía de la Unión Eléctrica, Tatiana Amarán aseguró que la entidad preveía el crecimiento del consumo en los hogares a causa de la venta de más equipos electrodomésticos ; y también por “el incremento de actividades económicas efectuadas por trabajadores por cuenta propia”. Entonces anticipó que se estudiaba la aplicación de una tarifa diferenciada para estos últimos.

Cinco años después las cifras le están dando la razón aunque las estadísticas siguen mostrando que la producción de electricidad en Cuba depende del petróleo y el porcentaje de las fuentes renovables, mucho más baratas a largo plazo, sigue en números bajos.

Por si todo esto fuera poco, los análisis de los centros de meteorología pronostican un aumento de los valores de las temperaturas mínimas que agregarán un apremio adicional al gasto energético del país por concepto de climatización.

En 2013 el Estado comenzó vender sin subsidios gas licuado y a inicios de 2015 cifras oficiales ubicaban en más de 56 mil los contratos para adquirirlo en cinco provincias. La salvedad de que dicho servicio no sería la base de la cocina cubana corrobora que la medida, junto con otras ya mencionadas, buscan mantener en números aceptables el consumo de energía eléctrica en los hogares y aligerar la presión extra del aluvión de los cuentapropistas.

Pero, salvo esos cambios generales, no se ha visto acción alguna que saque a los representativos del sector privado de la zona gris en que se encuentran también en los análisis sobre el consumo eléctrico, pues restaurantes, casas de renta, talleres y demás negocios emprendidos por los cuentapropistas ya dejaron de calificar como simples viviendas y no llegan a ser grandes industrias. Eso y la dependencia del resto de los hogares de la electricidad siguen presionando seriamente al sistema nacional de generación y distribución.

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