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martes, 22 de noviembre de 2016

Economía cubana: tiempo corto, tiempo medio y realpolitik

Luismi Uharte



El discurso pronunciado por el presidente cubano Raúl Castro el pasado 8 de julio en la Asamblea Nacional, anunciando una serie de medidas para enfrentar las dificultades económicas producto de la crisis de sus socios comerciales y de la caída de los ingresos por exportación, provocó una cascada de especulaciones en torno al futuro de la isla. El presidente censuró el intento de “sembrar el desánimo” y los “augurios” sobre “un inminente colapso de nuestra economía” y sobre un posible “retorno a la fase aguda del periodo especial”, aclarando que aunque “pueden presentarse afectaciones, incluso mayores que las actuales” estamos mejor preparados para revertirlas.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Raúl, la preocupación ciudadana se ha hecho manifiesta en mayor o menor grado, como se ha podido comprobar a pie de calle en las conversaciones cotidianas. Inevitablemente el recuerdo del Periodo Especial (década del 90) ha vuelto a planear en el imaginario popular y todo el mundo se interroga en torno a la magnitud de los recortes que serán necesarios implementar.

En la capital del país a partir de julio se empezaron a sentir las primeras afectaciones en dos áreas muy relevantes. Por un lado, la reducción del consumo eléctrico en instituciones públicas, intentado evitar recortes de suministro (los intensos apagones de hace años) en el sector residencial. Por otro lado, la reducción de la asignación de combustible a los vehículos de uso estatal (exceptuando el transporte público de pasajeros). Esto produjo el paradójico efecto de un aumento del precio de los “boteros” (taxis privados que realizan trayectos de línea similares a los autobuses y con precios moderados), ya que estos se abastecen en el mercado informal, el cual sí se vio afectado. El impacto fue indudable, teniendo en cuenta las miles de personas que dependen de este tipo de transporte, vital para la movilidad en la capital y complementario a los autobuses urbanos.

Para poder entender con más precisión en qué situación se haya la economía cubana y cuáles son los retos más urgentes, resulta necesario plantear un análisis combinado de dos tiempos: por una parte, el ‘tiempo corto’, que nos muestre una fotografía de la salud actual de la economía de la isla; por otra, el ‘tiempo medio’, que analice la interacción de las variables económicas más relevantes en términos de realpolitik.

‘Tiempo corto’. Una radiografía certera del presente exige tener en cuenta los impactos que la crisis internacional está generando en una economía de la periferia global que además está bloqueada. Una economía cada vez más dependiente de factores externos, con un nivel de apertura del 46%, según el ex ministro José Luis Rodríguez. Esto significa que por cada peso cubano de valor creado, casi la mitad depende de variables exógenas.

Un primer elemento de gran relevancia es el impacto de la crisis mundial en cada uno de los principales socios comerciales de Cuba. Venezuela, principal socio, tiene crecimiento negativo desde el 2014 y las previsiones para el 2016 son de decrecimiento severo de por lo menos un 7%. Presentan también índices negativos Brasil (3,8% en 2015 y 3% este año) y Rusia (3,7% en 2015 y 1,2% en 2016). China ha ido ralentizado su crecimiento de los dos dígitos a un potencial 6,5%, mientras que Canadá apenas superará el 1% en este ejercicio. A su vez, la evolución económica del Estado Español es poco esperanzadora.

La situación venezolana merece un mayor grado de atención ya que la reducción del suministro energético a Cuba es una de las razones principales de los recortes aplicados a partir de julio, como el propio presidente señaló en el discurso ante la Asamblea. Las comparaciones con la época de la caída de la URSS, si finalmente el gobierno bolivariano fuera derrotado, han proliferado en los últimos tiempos. El anuncio de un colapso difundido por los medios ultras de Miami tiene poco que ver con la realidad, a pesar de que las consecuencias serían notables.

Hasta voces muy críticas como el economista cubano radicado en el exterior, Pavel Vidal, reconocen que “el choque no será de la misma magnitud”, porque el intercambio comercial con la URSS era casi el doble en comparación con el actual con Venezuela. Vidal indica que “no vendrá un nuevo Periodo Especial” pero sí una probable recesión, es decir, un decrecimiento del PIB en el 2017, cercano al 3%, lo que sería la primera contracción de los últimos 24 años.

Otro aspecto crucial es el impacto de la citada crisis internacional en las exportaciones cubanas. Según J.L. Rodríguez el precio del níquel cayó del 2014 al 2015 un 48% y las previsiones para el próximo quinquenio 2017-2021 es que será casi un 20% menor. En cuanto al azúcar, el panorama es similar, ya que el promedio para el citado quinquenio es de 15 dólares por libra, muy lejos de los precios superiores a 20 que se dieron en el periodo de 2009 a 2013. En estos dos productos hay que agregar también la caída de la producción, que en el caso de la zafra azucarera será este año un 20% inferior respecto a 2015.

La exportación de derivados del petróleo también se ha resentido ya que además de disponer de menor volumen para la venta, el precio se ha hundido en los 2 últimos años un 69%. La exportación de servicios profesionales (médicos, profesoras, etc.), uno de los “productos” estrella en los últimos tiempos, se ha visto golpeado por la disminución de los contratos con Brasil y por la citada contracción del intercambio (servicios-petróleo) con Venezuela. Se prevé un descenso de más de un 9% respecto a 2013, lo que supone una caída de ingresos de 1.100 millones.

Estos impactos de la crisis global se combinan con la persistencia de un bloqueo que imposibilita, entre otras cuestiones, utilizar el dólar en las transacciones internacionales, lo que encarece el costo de todo lo que Cuba comercia. No hay que olvidar que hasta el momento las pérdidas provocadas por el bloqueo superan la cifra de 120.000 millones de dólares (un monto astronómico para un pequeño país del Sur).

Las principales medidas que el gobierno ha tomado han sido la ya citada reducción del consumo de electricidad y combustible y la contracción de inversiones. Según el economista Pedro Monreal, las inversiones se reducirán un 17% este año y para el 2017 se recortarían un 20%. Un indicador muy preocupante ya que el actual nivel de inversión se encuentra un 50% por debajo del necesario para despegar económicamente, asegura Everleny Pérez. Otra medida informal que se está generalizando es el retraso en el pago a los proveedores del Estado, reconocido por el propio presidente y señalado por algunas pequeñas empresas extranjeras radicadas en la isla.

Frente a este complejo escenario hay dos sectores que están teniendo un comportamiento positivo: el turismo y las remesas. El primero experimentó un crecimiento del 18% en el número de turistas del 2014 al 2015 y durante el primer semestre de 2016 ha crecido un 12%. A pesar de que el gobierno estadounidense todavía no permite viajar libremente a Cuba a su ciudadanía, el volumen de visitantes de este país se incrementó un 84%. Las remesas, por su parte, aumentan cada año, acercándose a los 2.000 millones de dólares el año pasado, según datos del gobierno cubano (otras fuentes lo sitúan por encima de 3.000 millones).

Tiempo medio. Más allá de la fotografía coyuntural que nos ofrece el tiempo corto se torna fundamental analizar otra serie de variables de más largo recorrido que son consideradas cruciales para situar a Cuba en otro estadio económico más sólido. Lo paradójico es que son variables que chocan frontalmente con la teoría, el programa y las consignas de la izquierda internacional.

Por un lado, en el debate económico cubano están adquiriendo una posición central categorías como la de crecimiento, repudiada con argumentos muy convincentes por la teoría contra-hegemónica internacional. Sin embargo, como agudamente apunta el sociólogo Valdés Paz, la propuesta de decrecimiento es “fundamentalmente un debate de países centrales”, ya que “en los países del Sur puede tener un carácter contra-revolucionario e incluso frívolo”. Afirma Valdés que “el problema aquí es que ya se distribuyó todo lo que se podía distribuir y ahora necesitamos crecer. Estamos en reproducción simple de la economía y necesitamos reproducción ampliada”.

Si el crecimiento lo consideran una condición necesaria el siguiente interrogante es cómo conseguirlo. La respuesta es evidente: incrementar la inversión productiva. Para esto, en Cuba están evaluando tres vías: ahorro interno, préstamos internacionales o Inversión Extranjera Directa (IED). La primera está descartada porque el ahorro interno es insuficiente. La segunda está sujeta a otro condicionante: reducir sustancialmente su deuda externa.

En este apartado Cuba ha realizado avances importantes ya que deudas muy antiguas se han reestructurado de manera muy favorable: la vieja deuda con la URSS (35 mil millones de dólares) ha sido condonada por Rusia en un 90%; la deuda con el Club de París (11 mil millones) se condonó en un 70%; mientras que la deuda con México ha sido reducida en la misma proporción. La relación deuda/PIB se ubica en estos momentos en una horquilla del 30-35%, es decir, en unos estándares muy favorables y en consecuencia elevan sustancialmente la capacidad del país de obtener nuevos créditos internacionales para inversión.

Sin embargo, los potenciales créditos que pueda recibir Cuba no son suficientes, según las y los expertos, para lograr la citada reproducción ampliada de la economía, con lo que la IED termina considerándose inevitable. A pesar de que este planteamiento pueda provocar antipatía en una parte de la izquierda foránea, en Cuba existe una percepción cada vez más mayoritaria en torno a la necesidad de utilizar la palanca de la IED, aunque obviamente, poniéndole los límites necesarios. La gran ventaja que dispone Cuba y que el resto de economías capitalistas no tienen es que sigue existiendo un Estado fuerte con capacidad de regular la economía y de negociar con más firmeza con las multinacionales.

Los análisis centrados en variables que apelan al tiempo corto y al tiempo medio sitúan el debate económico cubano en el campo de la realpolitik, un terreno que siempre ha incomodado a una gran parte de la izquierda, pero que a su vez, resulta insoslayable cuando toca gobernar. Esto no significa, de todas formas, que los debates de corte más estructural (los del ‘tiempo largo’) en relación al socialismo y a su futuro en la isla no se estén dando.

De hecho, el principal debate que se está dando en las bases y en el que cientos de miles de personas están participando en centros de trabajo y estudio, está abordando temas vitales como los modelos de propiedad y de gestión, la nueva política social, la revalorización del empleo estatal, el impulso al cooperativismo y la autogestión, la descentralización del poder económico, etc. Asuntos que serán tratados de manera más extensa en un próximo análisis dedicado expresamente al socialismo cubano y a sus perspectivas, horizontes y retos.

Luismi Uharte. Parte Hartuz Ikerketa Taldea.


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