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jueves, 8 de diciembre de 2016

Brookings Institution mira con lupa el turismo en Cuba




Foto: Ismario Rodríguez
8 diciembre, 


Por: Alicia Cid, ONCuba

“Cuba tendrá que invertir aproximadamente 33 mil millones de dólares en 15 años, hasta 2030, para alcanzar la cota de 10 millones de turistas”, estimó recientemente el Instituto Brookings, tanque pensante estadounidense, en un informe que mira con lupa la actividad turística en la Isla.

Turismo en Cuba. Montar la ola hacia la prosperidad sostenible, de los autores Richard E. Feinberg y Richard S. Newfarmer, califica como masiva esa cifra, comparada con el tamaño total de la economía cubana (unos 87 mil millones de dólares). “Parece poco probable que, dado el bajo ahorro interno y las políticas actuales, el país pueda alcanzar estos ambiciosos objetivos”.

Feinberg, investigador de la Latin American Initiative, del centro de estudios Brookings Institution, y Newfarmer, profesor de la London School of Economic, describen el escenario cubano actual, en el que el turismo “está en auge y a punto de explotar”.

Según los expertos, ningún sector de la economía cubana parece más listo para “desbloquear la expansión económica y generar la divisa necesaria que libere a Cuba del torniquete monetario que ha estrangulado su crecimiento. Eventualmente, la agricultura y la industria podrían despegar, pero no antes de que las políticas económicas gubernamentales se revisen a fondo, y eso llevará tiempo. Otros sectores prometedores, como la biotecnología y las industrias creativas, se están lanzando desde bases mucho más pequeñas. Solo el turismo tiene una base sólida, desde la cual expandirse, y goza de condiciones de mercado favorables”.

Siempre hay un antes y un después

El informe propone una revisión de las políticas del gobierno cubano hacia el turismo, desde el triunfo de la Revolución, el 1ro de enero de 1959, hasta la actualidad. “Encontramos que el liderazgo cubano ha tenido un enfoque históricamente ambivalente hacia la industria, recurriendo a ella sólo con reticencia en tiempos de crisis. En consecuencia, el turismo cubano ha perdido su cuota de mercado y beneficios de divisas potencialmente valiosas. Hoy, el gobierno está tratando de corregir esas políticas y tiene planes ambiciosos para expandir dramáticamente la capacidad turística”.

Los autores describen una Cuba en la que el turismo siempre estuvo ligado a Estados Unidos. En 1930 la Isla recibió 80 mil turistas, de ellos el 85 por ciento estadounidenses. Para 1957 se contabilizaron 272 mil de ese país, que venían buscando fundamentalmente los casinos, luego de que una ley en Estados Unidos pretendió terminar con los juegos de azar.

“En la costa de Cuba, los grandes casinos y clubes nocturnos hoteleros eran propiedad u operados por conocidos criminales, entre ellos Lucky Luciano, Santo Trafficante y Myer Lansky, en algunos casos necesariamente en asociación con el hombre fuerte y presidente cubano, Fulgencio Batista. Para muchos cubanos excluidos, y para una revolución con profundas raíces tanto en la moral jesuita como en la austeridad comunista, estos hoteles y casinos de lujo simbolizaban todo lo que era decadente y malo bajo el sangriento gobierno de Batista.”

Tal construcción en el imaginario de la Cuba revolucionaria explicaría por qué este sector apenas creció en varias décadas. Sin embargo, el colapso de la Unión Soviética y la contracción del PIB cubano en un 30 por ciento, obligaron a la Isla a mirar hacia el turismo y luego a las remesas. “Durante la década de 1990, el gobierno cubano invirtió un estimado de 3.5 mil millones de dólares en el desarrollo del sector turístico. Para proporcionar el capital de inversión necesario y asegurar un flujo constante de turistas, Cuba dio la bienvenida a las cadenas hoteleras europeas como socios de grupos estatales de nueva creación”.

Así entraron en el incipiente mercado cubano firmas extranjeras como Meliá e Iberostar, con énfasis en el turismo de sol y playa, e instalaciones ubicadas en zonas alejadas de los centros urbanos. “Las llegadas de los turistas subieron de niveles muy bajos en la posrevolución a 740.000 en 1995 -triplicando el flujo que había caracterizado la década de 1950-. Para el año 2000, la cifra de nuevos visitantes había alcanzado los 1,7 millones y los ingresos por turismo los 2 000 millones de dólares. (GRAFICO 1)

Exponen Feinberg y Newfarmer que el crecimiento se ralentizó a mediados de los 2000, motivado por varios factores, a saber: el impacto de fenómenos meteorológicos (huracanes), recesión mundial (2008-2009) y restricciones a la inversión extranjera; que explican que después del récord en 2005 de 2600 millones de dólares ingresados por el turismo, Cuba tardó 10 años en llegar a 2800 millones, en 2015.


La estructura y el futuro

La investigación del centenario Instituto Brookings, con sede en Washington D.C., se adentra en analizar la actual estructura del sector turístico en Cuba, caracterizado por el predominio de estado “como propietario de los principales servicios, regulador de los flujos de recursos y receptor de fondos de inversión e ingresos generales. Sin embargo, en los últimos años, el sector no estatal ha crecido a través de la proliferación de restaurantes (paladares), el alquiler de habitaciones privadas (casas particulares) y el autoempleo (trabajadores cuentapropistas) al servicio de la industria, tales como empresas privadas de construcción y taxistas.


Además de los aportes en materia de sistematización y análisis de datos dispersos en torno a un sector regenteado por varios ministerios en la Isla y una participación creciente de la iniciativa privada, el estudio de Feinberg y Newfarmer se detiene en determinar cuánto aporta el turismo al PIB nacional (2,5 por ciento) y compararlo con el de países cercanos. En este sentido, Costa Rica (4,8 por ciento) y República Dominicana (5 por ciento), por ejemplo, duplican este aporte. Tal estado de cosas tiene que ver con el tipo de administración de las instalaciones hoteleras, en primer lugar, pero también con las importaciones, la reinversión, la política monetaria y cambiaria, y los sistemas de contratación.

“Para cumplir con los objetivos declarados de triplicar los ingresos del turismo para 2030, el gobierno se ha planteado la meta de añadir unas 108 mil habitaciones a la reserva hotelera existente de 50 mil de tres estrellas de calidad o mejor (utilizando los estándares cubanos). Esto podría acomodar a tantos como 10 millones de visitantes (sin incluir los turistas de cruceros). Para lograr esta ambiciosa meta, calculamos que Cuba requerirá aproximadamente un total de 33 mil millones de dólares en nuevas inversiones”.

La estrategia de expansión del sector turístico en Cuba descansa en las capacidades de las empresas estatales que construirán cerca del 70 por ciento de las habitaciones proyectadas sin participación del capital extranjero, y tendrán propiedad mayoritaria en alrededor del 30 por ciento de las empresas mixtas.

“Esta estrategia de depender de los resultados acumulados puede tener sentido desde la perspectiva de los sectores conglomerados, pero (…) parece improbable que el financiamiento y el ahorro disponibles alcancen para lograr las ambiciosas metas de Cuba”.

“En lugar de buscar financiar casi todas las inversiones planificadas en hoteles por el flujo de caja interno, el país podría movilizar más ahorros externos dando la bienvenida a una mayor inversión extranjera. Para el sector hotelero y la industria en general (como el golf y otras actividades de ocio), esto requiere establecer reglas más claras para atraer la inversión extranjera y racionalizar los procesos de aprobación excesivamente discrecionales que han retrasado muchos proyectos de larga gestación”.

Conclusiones para las dos orillas

En opinión de los expertos, Cuba ha sentado las bases para el crecimiento potencialmente rápido del sector turístico. El país tiene abundantes atracciones turísticas, recursos naturales no desarrollados y una cultura de bienvenida que lo hacen una joya en las Antillas Mayores caribeñas.

No obstante, la Isla deberá ajustar su esquema de financiación y en consecuencia revisar algunos de los procedimientos burocráticos para aprobar proyectos de inversión extranjera, si quiere experimentar un despegue en su industria sin humo.

En este sentido, Feinberg y Newfarmer recomiendan fomentar la inversión privada en servicios B&B (hostelería cama-desayuno, por sus siglas en inglés). “La simplificación de la estructura impositiva que enfrentan las empresas privadas y los propietarios crearía incentivos para ahorrar e invertir. La modificación del sistema de impuestos sobre la nómina y las regulaciones fomentaría nuevos empleos, no los desanimaría como lo hacen ahora”.

Otras claves para el éxito, según los analistas, apuntan a la resolución de la dualidad monetaria y cambiaria, las políticas fiscales, los impuestos, el aumento de la productividad y a un cambio de estrategia hacia el aumento de la calidad y el aumento del valor agregado interno. “Cuba aspira a concentrarse en mercados más exclusivos, lo que supone invertir en servicios e instalaciones de mejor calidad y en más capacitación del personal. En lugar de concentrarse tan fuertemente en grandes complejos turísticos, podría ser mejor salpicar la isla con instalaciones más pequeñas y personalizadas, ofreciendo una experiencia ecológica y auténtica”.

Por último, conceden una alta prioridad al aumento de la conectividad. “Cuba ya ha abierto nuevos enlaces aéreos. No menos importante es mejorar su conectividad a Internet, tanto como parte de los esfuerzos para proporcionar una experiencia de calidad para los visitantes y para fomentar la gestión y las transacciones financieras integrales a la industria de primera clase”.

No obstante, el aporte del informe va más allá de escrutar el escenario cubano actual y dejar recomendaciones para los posibles interlocutores criollos. También ofrece una ruta crítica para el gobierno estadounidense, con la eliminación del bloqueo/embargo como uno de los ejes fundamentales de sus políticas hacia la Isla, además de la inversión del capital norteamericano y facilitar las alianzas entre ONGs ambientales y contrapartes cubanas.

“Desde las elecciones de noviembre en Estados Unidos, algunos han argumentado que la apertura a Cuba debería ser revertida. En el sector del turismo, esto sería contraproducente para los intereses de los Estados Unidos por tres razones:

– los cubanoamericanos y otros ciudadanos estadounidenses que cumplen con ciertos criterios cuidadosamente delineados para visitar Cuba están acelerando el desarrollo de empresas individuales y familiares;

– algunos han argumentado que todos los gastos de los visitantes benefician principalmente a los militares cubanos, pero en realidad la mayoría de las habitaciones no son administradas por el MINFAR;

– la imposición de restricciones a los visitantes estadounidenses o al comercio privado puede reducir los ingresos turísticos –a costa de lastimar a los cubanos–, pero tendrá un impacto limitado en el curso de la expansión de la industria porque los europeos, los latinoamericanos y otros seguirán profundizando su compromiso con la economía cubana.

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