Se dice y se repite y no es «matraca» de especialistas: Cuba requiere impulsar su desarrollo con encadenamientos productivos. Los desencuentros entre el campo y la industria, lamentables en la pasada campaña frutícola, vuelven a aguijonear esa exigencia
Varios Autores, JR
La cosecha de mango este año se concentró en un período muy corto. En unos 40 días hubo que enfrentar una campaña que normalmente se extiende por 80 días. Eso exigió una amplia capacidad de respuesta de la industria, la cual, en el caso nuestro, solo se tiene en cinco polos industriales del país.
Así ilustró Leonardo Martínez López, director de Industrias del Grupo Agrícola que atiende al Ministerio de la Agricultura, lo que puede significar un pico productivo de frutas para el país.
Leonardo Martínez López, director de Industrias del Grupo Agrícola. Foto: Raúl Pupo
El llamado mangazo puede tornarse un guayabazo y otros «azos» en distintos meses del año, cuando frutas, vegetales y viandas expresen su potencial productivo a plenitud. Esos volúmenes, sin un respaldo de la industria, pueden tirar literalmente a la basura cultivos, dilapidar recursos y malgastar esfuerzos.
Martínez López explicó que de la capacidad industrial que dispone el país para procesar frutas y vegetales, el Grupo Empresarial Agrícola posee cerca del 35 por ciento. Estas potencialidades se concentran en cinco industrias: el Combinado Victoria de Girón, de Jagüey Grande, en Matanzas; la industria de Ceballos, en Ciego de Ávila; la de Contramaestre, en Santiago de Cuba; la de Banes, en Holguín; una en el municipio especial Isla de la Juventud y recientemente se incorporó Citrus, en Pinar del Río.
Señaló que la de Jagüey es capaz de producir 340 toneladas diariamente, porque tiene una capacidad de procesar 20 toneladas por hora, mientras que la de Ceballos es menor: 200 toneladas por día, aunque crecerá el año venidero a 600 toneladas diarias cuando se le monte una nueva línea de producción.
Este año, refirió, nuestras industrias procesaron 8 200 toneladas de pulpa de mango. Y las provincias donde están enclavadas, al disponer de alta capacidad productiva, fueron menos afectadas por el llamado mangazo que se produjo.
El mango es solo un botón de prueba de los retos que impone a la industria el Programa de Frutales, que se consolida. Las plantas procesadoras no se detienen en todo el año, aseguró el directivo. Después de la campaña del mango viene la de la guayaba, y luego se incorporará el producto que más capacidad demanda: el tomate, que a diferencia del mango que con dos toneladas se produce una de pulpa, en su caso se requieren seis toneladas del producto para obtener una de pulpa.
Por estas razones, se dice y se repite, y no es «matraca» de especialistas: Cuba requiere impulsar su desarrollo con encadenamientos productivos. Los desencuentros entre el campo y la industria, lamentables en la pasada campaña frutícola, vuelven a aguijonear esa exigencia.
No es fortuito que el funcionario especifique que donde se han hecho inversiones no ha habido problemas con el procesamiento. El pico productivo de mango fue grande este año. Desde el 20 hasta el 30 de julio, Ceballos no pudo asimilar, por ejemplo, el mango que había en Arimao, en Cienfuegos, y hubo allí pérdida del frutal.
«Nosotros preparamos cada campaña agroindustrial con tiempo de antelación. Es una tradición que tenemos incorporada del antiguo Grupo Citrícola. Eso contempla la demanda de insumos, entre estos los tanques y bolsas, que se importan. Estos cinco combinados tienen una tecnología del Primer Mundo, y el envasado de estas pulpas es de modo aséptico. Con mayor velocidad, dan la posibilidad de envasar en formatos grandes y luego reprocesar u ofertar la mercancía a otras industrias».
Martínez señaló que además de estas cinco industrias el grupo empresarial tiene entre minindustrias y microindutrias 49 entidades que también procesan frutas. Durante 2015 y 2016 crecieron en cerca de 15 minindustrias, de ellas 11 de factura nacional, que fueron puestas a disposición del programa de las cooperativas de frutales. También adquirieron por importación dos minindustrias y tres les fueron otorgadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Informó también que antes del cierre de este año deben montar en la Isla de la Juventud una línea aséptica de 2,5 toneladas por hora para el envasado de pulpas de frutas y de tomate. Esta costó 1 800 000 dólares y deberá satisfacer el mercado interno, el de divisa y producir para la exportación.
«Hoy por hoy lo que más limita el desarrollo de la agroindustria son los envases, no nos cansaremos de decirlo. Son insuficientes los que se han contemplado para este propósito hasta el momento. Se necesita de un programa que dé respuesta a los crecimientos que hoy se tienen y se tendrán en lo adelante.
«Apostamos al crecimiento a partir de la hojalata. Los bidones son la primera demanda que tenemos, y también de las latas de distintos formatos. El país ya dispuso y se importó un molde, donde se producirán bidones de 20 litros para ser reutilizados con tapas herméticas desechables y se nos está solicitando la demanda para 2017. Eso resolvería, en parte, el problema de las minindustrias para poder almacenar los productos por un tiempo determinado.
«La mayoría de las producciones nuestras se envasa en latas de 3,2 kilogramos, que son demasiado grandes para el mercado minorista. Cuando se le ofrece a la familia una lata de tal magnitud, esta tiene que ser muy numerosa o de un poder adquisitivo alto para pagar, por ejemplo, 130 pesos por una de pasta de tomate. Cuando logramos envases de menor formato, la salida del producto en el mercado es inmediata», acotó.
Aquí se cogió mango bajito
Leonel Valdivia Hernández, jefe de la sección comercial en la Delegación Provincial de la Agricultura en Sancti Spíritus, agregó que la zafra de mango se caracterizó por picos productivos en poco más de un mes. Y de nuevo se repiten los obstáculos: en tierras yayaberas lo alcanzado fue imposible de procesar por la unidad empresarial de base (UEB) Conservas y Vegetales Sancti Spíritus, perteneciente al Grupo Empresarial de la Industria del Ministerio de la Industria Alimenticia (Minal). Se hizo necesario destinar 365 toneladas para Ceballos, en Ciego de Ávila, Fruta selecta y las minindustrias locales, acotó.
Por su parte, la planta yayabera, de acuerdo con su director Juan Carlos Guzmán Furgel, procesó desde junio hasta finales de agosto, 2 268 toneladas de pulpa destinadas a todos los territorios del país.
Esa cifra fue muy superior a la primera pactada, a juicio de Valdivia Hernández, debido a la propia irregularidad del clima. Del total industrializado, cerca de mil toneladas, explicó el directivo de la UEB, se envió, directamente, a la canasta básica normada para satisfacer la demanda de las compotas para los niños de hasta tres años.
En el caso de la producción de ese puré de fruta, desde hace siete años no se importa la conserva para elaborar ese producto tan gustado por los infantes.
De acuerdo con Guzmán Furgel, en los cerca de 90 días de producción industrial, aunque no ocurrieron roturas graves, sí se debieron enfrentar tropiezos por la ausencia de piezas de repuesto. Actualmente, la UEB Conservas y Vegetales Sancti Spíritus espera por la llegada de un paquete de sistema autómata eléctrico, integrado por modernas herramientas de trabajo como termorresistencias y convertidores electromagnéticos.
Igualmente, los altos picos de cosecha propiciaron que en un día se duplicara la capacidad de entrega a la industria, lo que provocó la ocupación de más parles, cajas y equipos de transporte.
«Afortunadamente, la comunicación constante y la toma de decisiones oportunas impidieron un número mayor de pérdidas», explicó Valdivia.
Al cierre de la sui géneris zafra del mango en predios espirituanos, la producción total del fruto alcanzó la cifra de 9 000 toneladas. A la industria solo se llevaron las variedades que mejor sabor y color ofrecen al producto final.
El resto se comercializó en distintos establecimientos del sector agropecuario, y algunos de los volúmenes excedentes de la UEB Conserva y Vegetales Sancti Spíritus se enviaron a las minindustrias pertenecientes a la Empresa Provincial de la Industria Alimentaria (EPIA).
La obsolescencia tecnológica fustiga la industria conservera cubana. Foto: Roberto Suárez
Estas últimas, sin embargo, no exhiben grandes resultados porque desde principio de 2016 han sido objeto de reparaciones, reconstrucciones y remodelaciones, con el fin de mejorar las buenas prácticas de producción y lograr llevarle a la población alimentos más inocuos, aclaró Eduardo Moreno García, vicedirector técnico productivo de esa entidad espirituana.
Una cosecha para olvidar
En la meca de las frutas, especialmente del mango, contrario a otros territorios, la cosecha fue como para olvidar.
Así lo explicó Hernán Almenares Morales, especialista de Frutales de la Delegación Provincial de la Agricultura de Santiago de Cuba. Expuso con pesar cómo lo que se estimaba que sería una contienda en la que se cosecharían unas 16 000 o 17 000 toneladas de la sabrosa fruta, terminó en el mayor fracaso productivo de los últimos tiempos: 4 700 toneladas, de las que se aportaron a la industria, el principal destino, unas escasas 3 900 toneladas, el 47 por ciento de lo que se acostumbra por acá.
Al decir del directivo, ni tras el paso del devastador huracán Sandy los resultados fueron tan malos. «Después de Sandy pensamos que no habría mangos y llevamos a la industria unas 6 000 toneladas; al año siguiente, empezamos a recuperarnos y llevamos 8 200. De manera que este año, por la floración inicial, estábamos muy contentos y pensábamos llevar unas 10 000, pero ya ve usted.
«La cosecha se quedó por debajo, aunque ello no impide reconocer que las capacidades para procesarla no hubieran sido las necesarias.
«La variedad más cosechada, dijo, fue el bizcochuelo. Teníamos un plan de entrega a la industria de 300 toneladas y llevamos 320 a la Industria de Conservas Caney, que, aunque es grande y está diseñada para procesar 92 toneladas diarias, tiene una tecnología muy obsoleta que le hace moler por debajo de su capacidad. De hecho, actualmente solo está procesando de 55 a 60 toneladas; no pasa de ahí, por la situación tecnológica de esta industria.
«También llevamos unas 120 toneladas de bizcochuelos para los mercados, para el consumo social y la venta de los carretilleros, quienes, como parte de una tradición que siempre defenderemos, venden la fruta pregonándola por la ciudad».
Almenares Morales expuso que como la producción fue baja, este año no hubo problemas con los envases, ni por las industrias adscriptas al Grupo Agrícola que atiende el Ministerio de la Agricultura, ni por las del Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria, que compraron para la cosecha un gran número de cajas y cajas paletas para la retención del mango bizcochuelo en el maduradero.
Menos mangos, mejor contratación
Aunque hubo lugares bendecidos en la zafra del mango, donde se produjeron incluso picos productivos, en otros la presencia de este fruto fue casi imperceptible.
De manera general en el país, la producción de esta fruta en 2016 resultó inferior a la del año precedente, debido a que las condiciones climáticas no se comportaron favorables para su floración y posterior fructificación; pero el proceso de contratación fue mucho mejor este año que en 2015, afirmó Emilio Farrés Armenteros, director de la División de Frutales del Grupo Empresarial Agrícola.
Emilio Farrés Armenteros, director de la División de Frutales del Grupo Empresarial Agrícola. Foto: Raúl Pupo
De acuerdo con las declaraciones de Farrés, en la Isla se está desarrollando un fuerte programa de producción de frutas. Hay 200 cooperativas comprometidas a fondo con ese propósito, pero en casi todas las bases productivas se siembran esos cultivos, incluyendo las pertenecientes al Grupo Agrícola y las que están fuera de este.
«El año pasado fue cuando más frutas se produjeron en el país: cerca de 565 000 toneladas se reportaron entonces. Las 600 000 que antes eran un sueño, ya son prácticamente una realidad», subrayó.
El directivo reiteró que el programa de frutales avanza y demanda de un fuerte proceso inversionista en la industria, para aumentar su capacidad productiva y evitar que se pierdan las frutas, además de garantizar la sustitución de importaciones de muchas pulpas que actualmente se traen de otras latitudes.
Yoan Moreno Iglesias, director general de la Empresa de Conservas y Vegetales subordinada al Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria, atendido por el Ministerio de la Industria Alimentaria, explicó que las plantas productivas pertenecientes a su organismo incumplieron el plan de procesamiento de mango este año, pues de un propósito de 22 267 toneladas lograron solo 18 128,7, lo que significa apenas un 81 por ciento de lo fijado.
Yoan Moreno Iglesias, director general de la Empresa de Conservas y Vegetales. Foto: Raúl Pupo
Pinar del Río con su UEB La Conchita, La Habana con su UEB Las Delicias, Villa Clara con su UEB Atrevidos, Sancti Spíritus con la UEB Selecta y Ciego de Ávila con la UEB de igual nombre, son las provincias que cumplen sus planes, detalló.
Todas las empresas enclavadas en las provincias del oriente del país dejaron inconclusos sus compromisos productivos al no contar con suficiente mango, y no precisamente porque el fruto se perdiera por negligencias, aseguró Moreno Iglesias.
El directivo se refirió a la labor que se viene realizando desde hace años de conjunto con la Agricultura, para que exista un acompañamiento armónico entre el desarrollo del Programa de Frutales y la modernización de las industrias y el aumento de sus capacidades productivas. No obstante, reconoció, el reto mayor recae sobre la industria, pues son costosas las acciones que se requieren en ellas para lograr satisfacer la demanda de procesamiento, tanto ahora como en los próximos años.
Dijo que en los principales polos productivos se priorizan las inversiones, en relación con otros lugares, en aras de que no se pierdan las frutas y vegetales por falta de capacidad industrial.
«Estamos trabajando con el pepino, vegetales marinados y preparando a la Fábrica Caribe —perteneciente a la UEB Doña Delicia, en Quivicán, provincia de Mayabeque— para la producción de habichuela y zanahoria encurtidas. En el primer trimestre del año próximo es la campaña de vegetales. También pensamos trabajar en envasado de aceitunas en un futuro menos mediato, para ir reduciendo los niveles de importación.
Moreno Iglesias se refirió además a la inauguración, en enero de 2013, de una fábrica en el Valle de Caujerí, la cual cuenta con tecnología moderna para procesar las frutas y vegetales de Guantánamo, que muchas veces se perdían, sobre todo en la zona montañosa, por falta de capacidad industrial cercana a estos lugares.
Señaló que existe un plan de mantenimiento de la industria y se realizarán otras inversiones, entre estas una en Ciego de Ávila, la cual contempla una fábrica para procesar y envasar frutas y vegetales en sistema aséptico y en formato de 200 kilogramos y envases flexibles. Esta inversión, precisó, proviene de un proyecto de colaboración entre Cuba y China. En los meses de junio y julio del año venidero comenzará la puesta en marcha de esta industria, según se prevé en el cronograma.
Habló también de la recuperación de las máquinas tapadoras para envases pequeños, en aras de dejar el formato mayorista para aquellos clientes que lo deseen adquirir de ese modo en las tiendas, y para el turismo, que sí precisa de ese tamaño.
«Estamos tratando de mejorar la tecnología, la presencia del producto y llegar al consumidor con un formato asequible para su bolsillo, pues ese es un reclamo que tenemos pendiente. En el caso del tomate sabemos que su pulpa es muy reclamada en la cocina cubana», expresó.
El directivo mencionó a la inversión extranjera en la rama de las conservas de industria alimentaria como una alternativa para el desarrollo. Cuentan con dos fábricas propuestas en la Cartera de Oportunidades, entre estas la fábrica La Conchita, en Pinar del Río, que tiene una amplia gama de surtidos, y la fábrica de Salsa soya, enclavada en Mayabeque. En esta última se pretende rescatar la salsa soya, incluso el grano con que se elabora, e incorporar nuevos productos como la salsa soya picante, la saborizada y más adelante las mostazas.
«Pensamos que cuando tengamos estas fábricas funcionando, con la ayuda de la inversión extranjera, podamos satisfacer el mercado interno, y además exportar sus productos al área del Caribe».
Aseguró que ya hay empresarios interesados en estas dos industrias. Quienes apuestan por La Conchita casi todos son europeos. En cambio, los que desean licitar para la de salsa soya son chinos y vietnamitas, principalmente, pues son avezados en la cultura de ese producto.
Mientras cuajan esos planes, sigue afectando a la economía nacional y a la familiar la disonancia entre un campo del que se persigue tener más frutos año tras año, y una industria obsoleta y golpeada por las limitaciones económicas.
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